Amigos

Cuando crees que lo sabes todo de tu mejor amiga, y no es así.

Amigos.

Desde hace mucho tiempo, Laura y yo somos amigos. Nos conocimos en el instituto, cursando el BUP, mucho antes de que entrara la ESO. Los 5 años del instituto nos juntaron mucho. Salíamos juntos con el resto de nuestros amigos, pero acabábamos siempre solos, de regreso a casa. Ella vivía en una zona de ricos, pues su padre se dedica a la construcción y es bastante pudiente. Yo, mientras, vivía en mitad del pueblo, ya que mi familia es mas normalita económicamente hablando. Nuestros amigos siempre decían que nosotros teníamos algo escondido, que debíamos liarnos o algo así, pero que va. Jamás pasó nada entre nosotros que no fuese amistad. Y eso que Lorena está muy bien. Es la típica niña canaria, morenita de piel, pelo negro largo, ojos marrones casi negros, y su cuerpo ha ido cambiando con los años. Ahora muestra unos pechos normales de talla 90. Es finita de cara y de cuerpo y lo que para todos mejor tiene, es su trasero, sobre todo, cuando la ves en tanga en la playa o la piscina.

Por temas económicos, no pude ir a la universidad. Laura empezó y dejamos de vernos tanto, aunque hablábamos mucho por el Messenger. Pero a los 3 meses o así, Laura dejó la universidad, porque tuvo un pequeño problema con un chaval en una fiesta: ella no quería nada con el chico, pero éste casi la viola. Gracias a que había más gente en aquel piso de la fiesta y lo pudieron evitar. Laura lo pasó muy mal durante los siguientes meses, sin apenas salir ni recibir a nadie en casa. Las únicas personas-amigos que entrabamos en su casa eran Goretti, una de sus mejores amigas desde la niñez y yo.

Recuerdo como si fuese hoy mismo el día que, estando en mi habitación tras venir de la playa, Laura me confesó que creía que le gustaban las chicas, aunque no sabía si sentía solo curiosidad o algo más. La verdad es que me quedé un poco decepcionado al principio, pues siempre, desde que la conocí, tenía la certeza de que, aunque no fuese pronto, alguna vez pasaría algo entre nosotros, aunque nunca lo intenté, la verdad. Prefería tener una amiga como Laura, que sabía escuchar, comprender y tratarme bien, a tener una novia buena y cariñosa, pero que si rompíamos, sabría que se acabaría la amistad entre nosotros, o por lo menos, nunca sería igual. Nunca intente nada que pudiese joder aquella relación de amistad.

Mucho antes de que Laura me confesase aquello, me había hablado de chicos. Yo la escuchaba y me ponía muy celoso, pero nunca dejaba que se me advirtiese en la cara. Lo pasé mal cada vez que me contaba algo de un chico, que con más de uno se había besado y poco más, pero seguía sabiendo que su virginidad estaba intacta.

Un par de meses después de venirse por aquel perverso suceso en la universidad, y después de algunas sesiones con tu terapeuta psicólogo amigo de su familia, Laura parecía algo mejor. Seguía marcada, pero le gustaba salir de casa algo más, aunque nada de fiestas. Pasear, comerse un helado y regresar. Siempre o casi siempre, salíamos los tres.

Goretti, que ya estaba trabajando por motivos económicos de su familia, era impresionante. Ya le podías contar cualquier cosa, que jamás se lo diría a nadie. Su carácter era muy reservado, pero solo con la gente que menos trato tenía. Con nosotros, era muy jovial. Le gustaba mucho reír, hacer bromas y pasárselo bien. Parecía otra niña cuando estábamos solos. Yo la conocí por medio de Laura, pues estaba en otro instituto del pueblo. La verdad es que estaba muy buena, pues con su metro sesenta y cinco de estatura, albergaba un cuerpo muy desarrollado, con unas grandes tetas heredadas de su madre y su hermana, de las que ella no estaba muy orgullosa, pues decía que a los chicos solo les gustaba por sus tetas grandes. Claro, con lo reservada que era, normal que nadie la conociese de otra forma que no fuese mirándole las enormes tetas que escondía tras sus camisetas.

Una tarde, estando vagueando en casa, frente al ordenador y hablando con gente por el Messenger, se conectó Laura y comenzamos a hablar:

  • Oye, ¿Qué haces? ¿Estás ligando otra vez en los chats esos? – preguntó.
  • No, estoy hablando con Javi del partido del Real Madrid de ayer – respondí.
  • Pues dile que tienes cosas que hacer, y vente para mi casa, anda.
  • Estoy cansado, Laura. Hoy no tengo ganas de hacer nada.
  • Que tonto eres. Aquí estoy yo sola aburrida. Ven para hablar un rato. Si quieres, aquí nos vemos.
  • Bueno, no creo que vaya.

No dijo más nada. Se desconecto. Sabía que cuando hacía eso, es que estaba enfadada. Seguí hablando con mi amigo y de pronto, este también se marchó. Había quedado con la novia.

Me tumbé un rato en la cama. ¡Qué aburrimiento, dios! Me levanté, me vestí y cogí el coche en el garaje. ¡Mi coche! Joder, me encanta mi nuevo coche. Un W Polo GTI. Mi padre me abaló, y yo lo pago. Me encanta. Fui a casa de Laura, que queda como a 10 minutos de la mía. Aparqué por fuera. El Seat León de Goretti estaba aparcado dentro de la verja de la casa de Laura. Seguro que la avisó también como a mí. Toqué el timbre tras cerrar mi coche.

Amalia, la madre de Laura cogió el telefonillo. ¡ que raro, si ella nunca lo coje!, pensé

  • Hola, doña Amalia, soy Ian, Rosmen, ¿está Laura? - pregunté.
  • Hola mi niño – ella siempre tan risueña y encantadora – sí, sube, que está con Goretti en su habitación.

Abrió la verja de la entrada y yo la cerré al entrar. Subí los grandes escalones de la entrada de la casa. Odiaba subir esos escalones. Son casi interminables. Cuando casi estaba del todo arriba, la madre de Laura me abrió la puerta.

  • Hoy no está Marta – me dijo sin preguntarle nada.

Marta era la mujer de servicio que trabajaba para ella. Llevaba una porrada de años trabajando para su familia, y doñaa Amalia se portaba muy bien con la sirvienta.

  • Entra y sube que estará en su habitación.
  • Gracias.

Subí por las escaleras de medio caracol. ¡Dios, esa casa tenía más escaleras que el Vaticano!

Toqué la puerta del cuarto de Laura, pero nadie respondió. Abrí con cuidado y no había nadie dentro. Ropa sobre la cama, como siempre, y libros tirados en el suelo. ¡Esta niña siempre igual!

Bajé de nuevo al salón. Doña Amalia estaba recostada en el sofá.

  • Arriba no hay nadie, doña.
  • Pues entonces estarán en la piscina, Rosmen. – contestó sin mirarme.
  • Ok. Voy a ver. Gracias de nuevo.

Salí por la cocina hacia el jardín. Me gustaba la enorme casa de Laura, sobre todo, porque la mía era pequeña. Crucé la zona de barbacoas y tampoco había nadie en la piscina. Sobre las hamacas, dos toallas tumbadas.

  • ¡Laura, donde estas! – grité.

Nadie contesto. ¡Pues por aquí deben estar!, pensé. Cogí el móvil y marqué el número de Laura. El móvil sonó junto a las hamacas.

  • Donde coño estarán estas muchachas – pensé en voz alta.

Me di la vuelta, y vi la casita de invitados, como llamaba Laura a una casita de madera que tenían en el fondo del jardín, rodeada de muchos arbustos. Recuerdo que Laura cuando llegaba bebida las noches de fiesta, siempre se quedaba allí para no ser pillada por sus padres borracha. Me acerqué y miré por una de las ventanas.

  • ¡Joder! ¿pero qué coño es………..?

Me quedé anonadado con lo que estaba viendo. Laura permanecía acostada sobre la cama de matrimonio de la casita. Entre sus piernas abiertas, el cuerpo de Goretti, que tenía la cabeza metida en la entrepierna de Laura. Ambas desnudas. Dios, no me lo podía creer. El bulto de mi pantalón creció al instante.

Me quedé paralizado, pero enseguida reaccioné y me puse de espaldas a la pared, pegado a la ventana, mirando la piscina.

¡Joder, que fuerte! Pensé. Pero la excitación y el morbo del momento me indujeron a volver a mirar. Desde allí las veía de espaldas a mí, sobre todo, a la que estaba chupando entre las piernas de Laura.

Me moví sigilosamente hasta la parte lateral de la cabañita de madera. Allí, tras sortear unos arbustos con picos, pude ver con mas detalles a mis dos amigas mejor.

Laura se retorcía de placer con la lengua de su mejor amiga entre las piernas. Se amasaba sus tetas de talla 90 y gemía. Le importaba poco que su madre la oyese si aparecía por el jardín. Goretti, mientras tanto, se afanaba en hacerlo bien. Parece que genial. Laura gritó mientras apretaba fuerte sus tetas con sus propias manos, llegando a un generoso orgasmo.

Goretti se levantó de entre las piernas de su amiga. Se acostó sobre ésta y comenzaron ambas a besarse, babosamente y muy apasionadamente. Había una mezcla de todo eso en sus besos y sus caricias. De repente, Laura cogió algo de la mesilla de noche. Una polla enorme de plástico acariciaba la espalda de Goretti sujeta a la mano de Laura. La primera se separó de su amiga y cogiendo la polla de plástico en la mano, se la insertó en el coño de Laura. Ésta gritó un poco y se relajó hasta que Goretti avivó el ritmo de penetración de tan grande monstruosidad en la vagina de mi amiga. Creo que no tardó ni 5 minutos en tener nuevamente otro orgasmo, agarrándose fuerte a las sabanas de la gran cama. Goretti sacó el falo plástico del coño de su amiga y lo apartó sobre la cama. Se sentó entre las piernas de Laura y juntó su coño con el coño corrido de su amiguita. Comenzó a moverse, con gran felicidad para ambas, pues sus caras la denotaban.

Mientras todo esto sucedía, yo me había estado tocando sobre el pantalón. Me dolía mucho la polla y los huevos, y tuve que sacármela del pantalón para descargar. Con una mano apoyado sobre la pared de la casita de madera y la otra en mi polla, y sin perder detalle de la escena de aquella habitación, me pajeé dejando un gran reguero de leche sobre el césped y algo sobre la pared de madera. Fue entonces cuando me encontré satisfecho del todo.

No me había dado cuenta, pero las chicas habían terminado su juego, y se estaban poniendo el tanga Laura y la braguita brasileña del bikini Goretti. Luego, ayudándose, se ponían ambas la parte superior de sus trajes de baño.

Salí corriendo clavándome algún pico de los arbustos, para sentarme en una de las hamacas a la espera de que aparecieran mis amigas.

Cuando aparecieron, me puse de pie.

  • ¿dónde estaban? – pregunté gritando desde lejos.

Se acercaban riéndose y hablando entre ellas.

  • Estábamos hablando allí tumbadas en la cama, Rosmen. ¿por qué no fuiste a decir que estabas aquí? – dijo Laura sonriéndome.
  • Pues porque no sabía dónde estaban, mi niña – respondí mintiendo.
  • Pues ya estamos aquí – argumento Goretti. – vamos a bañarnos. Tengo calor.
  • Sí, ven Rosmen, vamos a meternos al agua.

Me quedé sentado en la hamaca. Todavía no creía que mis amigas se lo montaran, y yo sin saberlo. ¿desde cuando llevarían haciendo? ¿lo habrían hecho alguna vez o era la primera? Pero lo que más me llamó la atención y no me quitaba de la cabeza era: ¿Cuándo coño compraron una polla de esas plásticas de semejante tamaño?

Al parecer, Laura no me contaba todo como yo creía, y Goretti seguí guardando secretos como nadie. Eso era evidente.

  • Rosmen, ¿qué te pasó en la pierna? Tienes sangre – preguntó Laura.

Sus palabras me sacaron del trance de pensamientos en el que estaba sumergido.

  • Nada, me di antes con la puerta del coche – mentí nuevamente – voy a lavarme a la ducha.

Me lavé un poco la sangre que emanaba de mi rodilla y me quité la camiseta. Me tiré al agua y se senté con mis amigas como si no hubiese visto nada y hablamos de cosas como siempre.

FIN…..