Amigo Virtual (I)

Conoce un chico con el que hace muy buena amistad... un día quedan en la vida real y...

Todo empezó en un chat, me conectaba cada día alrededor de una hora más o menos, de manera que coincidía con Gorka, un chico del norte, estupendo y fácil de conversación. A lo largo del tiempo acabamos entablando una muy buena amistad, nos contábamos todo lo que nos sucedía día a día, lo bueno, lo malo y lo peor; yo le mandé, en una ocasión, una foto mía para que supiera como soy, pero yo no tenía ninguna de él, así que para mi era un conocido anónimo.

Algunas veces quedábamos para conectarnos por la noche, aprovechando la tarifa plana y poder conversar más tiempo, en ocasiones las charlas tomaban un color y un tono distinto, quizás un poco más acaloradas, la confianza empezaba a dar sus frutos. Me atraía mucho, pero en el fondo no sabía quien era y todo quedaba en una auto satisfacción delante del ordenador.

Debido a mi trabajo, me propusieron ir un fin de semana a la playa de La Concha, en San Sebastián, para ver unos solares que la empresa había comprado y poder construir apartamentos en primera línea de mar. Me pareció una oportunidad fantástica, tanto a nivel profesional, como personal ya que ese viaje me brindaba la oportunidad de conocer a Gorka en persona.

En cuanto pude conecté con él y le expliqué todo lo sucedido, el fin de semana siguiente nos conoceríamos, estaba impaciente por saber como era mi amigo y amante virtual, él también estaba contento y nervioso.

El último e-mail que me mandó decía: -Nos vemos mañana a las 13.30 para comer, te parece? Quedamos en el solar, no te preocupes yo te reconoceré.

Mi estómago estaba como cerrado y mi corazón palpitaba rápido, todo a causa de la emoción y la intriga de conocerlo, me preguntaba continuamente como seria, y por fin llegó el anhelado día.

Me alojé en un modesto pero acogedor hotel, en el centro de la ciudad y salí hacia la playa, para ver y crear un proyecto sobre los nuevos apartamentos, la mañana se me hizo interminable, deseaba que llegara la hora de la cita.

Cerca de la una y cuarto, se fueron el resto de arquitectos e ingenieros que me acompañaron para darme las explicaciones pertinentes y allí me quedé sola, a la expectativa mientras encendía un cigarro observaba a la gente de alrededor, como buscando una cara conocida, y fue entonces, cuando alguien posó su mano en mi hombro y pronunció mi nombre: -Lara?

Me giré y ante mí estaba él, Gorka, Dios que atractivo, jamás me lo hubiera imaginado, alto y fuerte, de cabello oscuro y tez morena, enormes ojos grises tras unas pequeñas y rectangulares gafas de pasta negra y una sonrisa encantadora, con dos hoyuelos a cada lado de la cara, no podía creer que eso me estuviera pasando a mi. Llevaba puesto un abrigo marrón hasta casi los tobillos y una bufanda a cuadros, el cabello lo llevaba despeinado a causa del tremendo viento que hacía por esa zona.

Le di un abrazo y dos besos me cogió del brazo y nos fuimos paseando hasta el restaurante, donde comimos un delicioso pescado, bebimos vino a raudales y un magnífico café entre risas y temas variados de conversación.

El se dedicaba a la construcción y diseño de páginas web, un loco de la informática. Me invitó a su casa para enseñarme sus últimas creaciones y poder aportar una opinión objetiva. Vivía en el casco antiguo de la ciudad, en un viejo piso reformado, de techos muy altos y exquisita decoración, todo muy ordenado y limpio, me invitó a entrar a su despacho, donde tenía ciento y un trastos, revistas de informática y su herramienta de trabajo, un Pc.

Después de un largo rato debatiendo sobre gustos y opiniones decidimos pasar al salón a tomar un refresco, pues ya era media tarde, nos sentamos en el sofá y seguimos conversando animadamente entre sorbo y trago, aparecieron temas un poco más comprometidos, como los que teníamos en el chat, al principio me avergonzaba pero poco a poco iba cogiendo la confianza que tenía con el a través de la red y el ambiente estaba cogiendo temperatura.

Acabó toda su bebida y cogió un cubito de hielo que quedaba en el fondo del vaso y se lo metió en la boca, lo chupaba con delicadeza y entre dejaba ver su lengua acariciar el trozo de hielo, no podía evitar mirar sus labios húmedos y su lengua jugando, me estaba entrando calor y sin darme cuenta sacaba la lengua para humedecer mis labios, mi respiración empezaba a estar más agitada, cosa que él pudo apreciar sin ningún pormenor. Se sacó el cubito de la boca y lo cogió con los dedos, empezó a pasármelo por los labios y por la lengua, yo no me opuse a las caricias heladas que me estaba ofreciendo, me pasaba el hielo por la cara, la barbilla y el cuello mientras su boca se fundía con la mía y una disputa entre lenguas empezaba, el hielo se deshacía entre sus dedos y gotas de agua fría resbalaban por el escote de mi camisa hasta llegar a mis pechos calientes y duros.

Me besaba el cuello como queriendo recoger el hielo fundido, me desabrochó los botones uno por uno, despacio hasta que asomaron mis generosas tetas apretadas dentro del sujetador, las cuales no perdió ocasión para besarlas igualmente mientras me iba despojando del resto de ropa, igualmente hacía yo con él, procuraba quitarle tantas prendas como él a mi, en pocos minutos nos quedamos los dos desnudos sobre el sofá.

Me tendió allí y sin dejar de besarme cogió el cubito que había en mi vaso, y me acariciaba con él alrededor de mis pezones a punto de estallar, con la lengua recogía las gotas que corrían a través de mi piel caliente, mi espalda se arqueaba de placer, mientras él seguía bajando el hielo por mi abdomen hasta llegar a mi raja, con sus dedos me abrió los labios y ante él estaba mi clítoris ardiente y rojo como un fresón, intentando apagar el calor con el hielo, sin conseguirlo, siguió pasándolo por mi sexo, lo retiraba y posaba su boca caliente en él, esa sensación de frío-calor me causaba espasmos de placer y le pedí que no parara. El hielo se acabó de fundir junto con el jugo que mi cuerpo desprendía a causa del orgasmo que estaba teniendo.

Cuando recuperé el aliento, me incorporé y me arrodillé ante el, en una posición sumisa, para coger su verga y chuparla con la misma delicadeza que él había hecho conmigo, la pude saborear toda desde el principio hasta el final, pasaba mi lengua por su punta húmeda y la recorría hasta que la tenía en lo más profundo de mi boca, la solté y le pedí que me follara como nunca me habían follado.

Me coloqué a horcajadas encima suyo y agarré su cipote y me lo metí entero, mientras danzaba con un saca-mete sobre él, con movimientos circulares, mientras el posaba sus manos en mis caderas acompañando los sensuales movimientos.

Fue una corrida increíblemente placentera, donde los dos disfrutamos en el más amplio sentido.

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