Amigo de mi marido
Compañero y amigo de confianza de hacia algunos años . Era un chico amable, trabajador, servicial, y simpático, además se había separado solo hacia unos meses por lo que cada dos por tres estaba en casa con mi marido o viendo el futbol, o simplemente tomarse unas cervezas hablando de sus cosas mientras yo a rato los acompañaba y me tomaba una cervecita y fumaba un cigarro y a ratos me iba a mi cuarto a ver la tele.
Por aquella época mi marido tenia un compañero de trabajo, Hugo se llamaba, compañero y amigo de confianza de hacia algunos años . Era un chico amable, trabajador, servicial, y simpático, además se había separado solo hacia unos meses por lo que cada dos por tres estaba en casa con mi marido o viendo el futbol, o simplemente tomarse unas cervezas hablando de sus cosas mientras yo a rato los acompañaba y me tomaba una cervecita y fumaba un cigarro y a ratos me iba a mi cuarto a ver la tele.
Yo soy muy extrovertida y no me cuesta nada hablar pero pronto observe que me miraba con bastante descaro. Resultaba muy evidente que me comía con los ojos, pero mi marido no se daba ni cuenta, confiaba plenamente en él, como digo, tanto como para abrirle las puertas de casa.
Al principio estaba confundida, ciertamente era un chico amable y cariñoso pero por lo que a mí se refería, tenía que andar con cuidado pues estaba demasiado pendiente de mi escote. Me sentía incómoda pues pensaba que si en algún momento mi marido se daba cuenta de la situación podría enfadarse y acabar con esa amistad, pero lo cierto es que o no se daba cuenta o no quería darse cuenta, por lo que poco a poco me fui relajando y dejando de estar a la defensiva y aunque al principio marqué distancias con él, finalmente yo también me rendí y le trate como un buen amigo.
Cierto día por la tarde noche me envió una invitación al Facebook, yo se lo dije a mi marido:
-Mira Paco me acaba de enviar una petición de amistad tu amigo Hugo
-Aceptalo yo lo tengo también, desdén que se separo anda mas aburrió que una mona, haber si le presentas alguna amiga y le alegra las noches jaja -me dijo en broma
Pronto comenzó a enviarme mensajes primero inocentes y sin mala intención y después de unas semanas camuflado en la confianza pasaron a ser confidencias y alguna que otra confesiones que lógicamente oculte a mi marido,y despertaban en mí esas sensaciones de juventud ya olvidadas, en las que el flirteo disimulado iba tanteando el terreno antes de pasar a mayores. Y mi marido a lo suyo. Al final el tiempo me a demostrado que no se le puede dar tanta confianza a un tío porque al final entiende que una le esta tirando los trastos, la confianza da asco ¿no? Me sale con esto entre una conversación bastante larga de facebook…
-Que suerte tiene Paco – me dice
-Suerte ¿porque?
-Te digo en confianza cada vez que te veo me das morbo Belén -me confeso
-jajaja morbo como chiquillo ¿me vas a decir que te gusto ahora?
-Hombre y a quien no jaja no le vayas a decir nada a Paco de esto eeeee
-No joe, ¿que quiere que se enfade? Tranquilo -le dije y a partir de este momento comenzamos a mirarnos de forma diferente
Una mañana en quemi marido se fue a trabajar solo porque su compañero supuestamente estaba enfermo y se quedaba en la cama, según le explicó por teléfono. Mientras mi marido arrancaba el coche y se iba a trabajar, pensaba que estaba tardando mucho en escribirme. Y dicho y hecho. No pasaron ni quince minutos que recibo el primer mensaje..
-¿Me invitas a un café? -no me dio ni tiempo a responder, el timbre de la puerta sonó.
Abrí la puerta y nos quedamos mirándonos en silencio. Un silencio que hablaba por si solo y que contenía a duras penas todos esos deseos y fantasías que habían rondado por nuestras cabezas tanto tiempo. Me aparté de la puerta permitiéndole el acceso a la casa. Estaba nerviosa y muy excitada. Tan excitada que mis pezones se marcaban dibujando un evidente relieve sobre mi vestido, situación que no le pasó desapercibida, clavando fijamente su mirada en ellos y en mi escote. Lo primero que me dijo era que estaba muy guapa y alabó el esplendor de mis formas. Casi me ruboricé. Me cogió la mano y me sentó junto a él en el sofá. Me miró a los ojos y me sonrió. Paso su mano por mi rostro con infinita ternura haciéndome sentir una princesa y la deslizó suavemente hasta mi pecho haciéndolo presa de sus caricias. Dejó caer los tirantes de mi vestido hasta descubrirme y sus ojos reflejaron el deseo tantas veces contenido y que al que ahora podía entregarse libremente. Su boca buscó mis pechos, cálida y húmeda al igual que mi sexo ansioso por ser descubierto y explorado hasta sus más recónditos rincones. Le sujetaba la cabeza mientras mordisqueaba mis pezones haciéndome emitir leves quejidos de placer. Sus manos entretanto recorrían mis muslos en busca de mi sexo, explícito y dispuesto para recibirle. Sentí sus dedos sobre mi pubis y de forma instintiva abrí las piernas para facilitarle el camino. Un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba abajo cuando sus dedos encontraron el camino entre mis labios y se introdujeron levemente en mi vagina. Durante unos minutos permanecí entregada a sus caricias que demostraban una habilidad. Su boca abandonó mis pechos y arrodillándose frente a mí se acercó lentamente hasta mi sexo mientras cruzábamos una mirada lasciva y cómplice. Cuando sentí por fin su lengua en mi clítoris, la excitación me desbordó y no pude contener unos gemidos de placer inhabituales en mí. La cabeza me daba vueltas mientras Hugo se entregaba con dedicación practicándome un cunilingus maravilloso. Sentía que de seguir así pronto alcanzaría un orgasmo que se intuía como el más intenso en muchos años. Mi respiración cada vez más agitada y las sensaciones cada vez más placenteras fueron el preludió de una explosión que partiendo desde mi sexo, recorrió todo mi cuerpo erizándome el vello y haciéndome gritar de placer como nunca antes lo había hecho. La generosidad y entrega de aquel hombre me llevo a alcanzar el séptimo cielo.
Exhausta y todavía temblorosa, fui cogida en brazos y obsequiada con un cálido beso que me transmitía el sabor de mi propio orgasmo, respondiendo a su beso como agradecimiento a esos labios y a esa lengua que tanto me habían hecho disfrutar. Con la misma suavidad con la que me había cogido me depositó en la cama. Él permaneció de pie, mirándome semidesnuda con el vestido arrebullado en la cintura y mi sexo expuesto y provocador ante sus ojos.
Se desabrocho el pantalón dejándolo caer hasta sus pies, mostrando como por debajo del slip su portentosa virilidad pugnaba por liberarse de aquella efímera prisión. Me incorporé y acaricié con las manos aquel palpitante pene repleto de excitación. Cuando por fin lo liberé y lo tuve entre mis manos, sentí como un estremecimiento le recorría su cuerpo desatando todo el deseo reprimido y tantas veces soñado. Lentamente lo fui acogiendo en mi boca deslizándolo entre mis labios y acariciándolo con la lengua mientras me lo introducía. Continué rítmicamente chupando su pene, entrando y saliendo cada vez más profundamente de mi boca, logrando que abandonase su pasividad pasando ser él quien empujaba para controlar el ritmo y la intensidad de la felación. Me cogía de la cabeza intentando forzar al máximo la penetración, tanto que tuve que retirarme para no vomitarle encima. Visiblemente excitado me dio la vuelta y me colocó a cuatro patas sobre la cama. Antes de que pudiese reaccionar ya me la había metido hasta el fondo. La sensación fue brutal, perfectamente lubricada por mis flujos sus embestidas entraban hasta el fondo de mi sexo haciéndome perder el sentido por momentos. Sus manos tiraban de mis caderas mientras me penetraba una y otra vez, salvajemente, con una furia animal como nunca antes me habían follado. El chico educado y amable se había convertido en un autentico semental fuera de control que no paraba de metérmela una y otra vez con todas sus fuerzas.
Abandonada al placer casi olvidé que no se había puesto condón y que de no poner remedio terminaría corriéndose dentro irremediablemente. En buen momento le advertí de que no lo hiciera ya que tras sacarla me giró, la colocó entre mis pechos e inmediatamente eyaculó una espectacular corrida, descargando todo su semen en un interminable y gozoso orgasmo.
Esa mañana le dimos rienda suelta a todas esas fantasías reprimidas que no nos habíamos atrevido a realizar hasta ese momento. A pesar de haber engañado a mi marido no me sentía culpable, al contrario, me sentía feliz porque había podido revivir sensaciones olvidadas desde hace ya bastantes años.
Nuestro querido Hugo superó en solo una mañana ese estado febril que le impidió ir a trabajar, acudiendo por la mañana a su puesto de trabajo, lo que fue motivo de satisfacción para mi marido.