Amigas y amantes

Lorena era una buena amiga nos reuníamos de ves en cuando !!!!!!!!!!!!!!!!

AMIGAS Y AMANTES

Lorena era una buena amiga, nos reuníamos de vez en cuando para hacer las compras o cenar. Teníamos muchas cosas en común, ambas casadas,ella con hijos y ante todo el mundo un par de respetables amas de casa, con un trabajo fuera del hogar, en resumen esposas y madre ejemplar o al menos eso pensábamos la una de la otra. Un sábado de tantos me invitó a quedarme en su casa pues su esposo e hijos se habían ido a pasar el fin de semana a casa de su suegra con la cual Lorena no se levaba muy bien. Cuando llegué a eso de las 6 de la tarde me abrió la puerta envuelta en una frazada y sin arreglar.

Marcela: ¿Hola amiguita, y esa facha?

Lorena: Tuve que decirle a mi esposo que estaba indispuesta para que no insistiera en que fuera con ellos, pero dame 15 minutos y estoy lista.

Marcela: ¿Qué tenés pensado?

Lorena: Un tipo de la oficina me recomendó un sitio estupendo.

Marcela: Listo amiga, mientras te arreglás me vas contando.

Media hora después salimos en su coche como un par de adolescentes traviesas a pesar sus treinta y mis Treinta y seis años. Ella llevaba puesto una blusa blanca sin corpiño, excesivamente escotada, que realzaba tanto el tono bronceado de su piel como sus generosas tetas y unos pantaloncitos cortos que se metían magníficamente por la raya de su hermoso culo. Yo lucía un poco más formal con mi vestidito negro de una pieza sin corpiño también. En todo caso ambas estábamos liadísimas, la blanca y la morena en busca de un poco de diversión esa noche de solteras. Esa noche no éramos nosotras y lo mejor era que entre las dos había una complicidad especial por primera vez en varios meses de amistad. Nos sentamos en la barra y unas copas después nos estábamos haciendo confidencias que nunca nos habíamos atrevido a hacernos.

Lorena: Si supieras Marcela, hay cosas de mi vida que no le he contado ni a mi mejor amiga, cosas que si alguien divulgara me acabarían la vida, mi matrimonio, todo.

Marcela: Todos tenemos nuestro lado oscuro Lorena y no creo que sea tan malo. Te propongo un trato, vos me contás lo tuyo y yo te lo mío.

Lorena: Hasta hace un par de meses no se me había ocurrido serle infiel a mi marido pero conocí un hombre que me hizo descubrir la puta que hay dentro de mí.

Marcela: ¿Querés decir que tu amante te llevó a hacer otras cositas?

Lorena: Si, pero contame vos primero como quedamos. ¿Le metiste los cuernos a tu marido?

Marcela: Si, con un par de amigos suyos me acosté algunas veces.

Lorena: ¿Quienes son? ¿Los conozco?

Marcela: No creo, ambos fueron compañeros de la universidad, uno de ellos nuestro padrino de matrimonio, y el tuyo ¿quien es?

Lorena: Mi vecino Pablo, aunque ahora esta preso.

Al escuchar estas palabras palidecí.

Marcela: No puede ser… ¿vos de casualidad publicás relatos en una página de Internet?

Ella bastante asombrada asintió con la cabeza.

Marcela: Entonces no me cuentes nada porque ya lo se todo, publicás tus relatos bajo el nick de Lorena y las historias de lo que hiciste harían palidecer a cualquiera.

Lorena: Bueno, ya lo sabés todo, salvo algunos detalles esa ha sido la historia de mi vida reciente.

Marcela: Lo curioso de todo este asunto es que yo publico mis relatos en la misma página, el mundo es un pañuelo.

Lorena: Jajaja, no puede ser, y ¿cual es tu nombre de escritora?

Marcela: Horny.

Lorena: Si, alguna vez leí un relato tuyo, sobre una experiencia con una mujer en tu infancia si mal no recuerdo. Por cierto me excitó bastante.

Marcela: De modo que ambas hemos tenido que ver con mujeres y no fuimos precisamente unas santas, y pensar que estábamos llenas de pudores. Creo que a partir de hoy nuestra amistad se fortalecerá.

Lorena: Estoy segura de eso.

Dijo esto mirándome por encima del vaso de una manera que nunca antes había hecho lo cual provocó en mí un estremecimiento bastante particular. A decir verdad esta mujer está demasiado buena como para dejarla pasar por alto aunque me considerara heterosexual. Se me pasó por la cabeza que una probadita de concha no me volvería lesbiana de un momento a otro.

Marcela: Es curioso que a través de nuestros relatos nos conozcamos un poco y en persona nunca nos hayamos atrevido a contarnos nada, somos un par de tontas.

Lorena: Si, pero ahora podemos recuperar el tiempo perdido.

Y volvió a mirarme de ese modo extraño solo que esta vez más intensamente y yo tuve que bajar la mirada. No tenía escapatoria, esa noche iba a ser memorable.

Marcela: Y decime,  Lorena, de las cosas que no has hecho cual te gustaría hacer, ¿qué fantasía no resuelta tenés? A lo mejor yo te podría ayudar de alguna manera.

Lorena: Una de mis fantasías es ser violada de manera abrupta y sin contemplaciones en algún callejón solitario pero no veo como podrías ayudarme.

Marcela: No creo que sea muy difícil hacer realidad esa fantasía, cualquier hombre se sentiría feliz de pegarte una cogidita, en cualquier parte, aunque por lo que veo no ofrecerías mucha resistencia.

Lorena: Tenés razón, técnicamente no sería una violación sino un buen polvo con un desconocido.

Marcela: Esa es una de mis fantasías, hacerlo con una persona que acabo de conocer y que no volveré a ver. Eso me haría entregar con una pasión ilimitada. También quisiera repetir mi experiencia con mujeres.

Al caer en la cuenta de lo que había dicho me avergoncé un poco, ya que sonó casi como a una insinuación dada las circunstancias.

Seguimos conversando y riéndonos un rato ajenas a las miradas de un hombre que nos observaba más insistentemente que los demás. Estaba con un amigo que yacía borracho acostado sobre la mesa y por todo entretenimiento se dedicó a observar parte de la noche a las dos hermosas mujeres solitarias de la barra.

Finalmente pagamos y salimos. Ya afuera ella me tomó de la mano y me guió hasta la parte trasera del local. Allí había un pequeño parque, poco iluminado, por donde no pasaba casi nadie a esa hora. Lorena tomó la iniciativa todo el tiempo y eso me gustó por ser la primera vez que estábamos juntas, ya tendría tiempo para reivindicarme con ella. Me recostó contra un árbol y comenzó a besarme el cuello suavemente mientras me acariciaba ambas tetas sin reparo alguno. Yo me desinhibí un poco y bajé mis manos por su hermosa espalda desnuda hasta llegar al pantaloncito. No me detuve allí y metí ambas manos dentro del mismo apretándole las nalgas y pegando su pubis al mío. Cuando esto ocurrió ambas soltamos un pequeño gemido y nuestras bocas se juntaron ansiosas. Continuamos tocándonos por encima de la ropa y moviendo nuestras caderas sin dejar de besarnos.

Duramos así por espacio de unos diez minutos hasta que fuimos interrumpidas por el hombre del bar, el que nos estuvo observando. Con un amenazante movimiento de cabeza que no daba lugar a dudas nos ordenó subirnos a su coche y a acurrucarnos en la parte trasera. Cualquier otra mujer en nuestro lugar habría gritado o pataleado pero nosotras estábamos tan calientes por nuestros toqueteos y por la conversación que habíamos tenido previamente que no pusimos ningún reparo. Al contrario, en el interior del vehículo no dejamos de acariciarnos excitadas aún mas por el peligro que corríamos.

Minutos después el hombre estacionaba en un hotel de las afueras de la ciudad y nos ordenaba bajar. En este momento lo observé un poco mejor, era moreno, de ojos marrones, no sobresalía por su estatura ni por ser muy atractivo pero si por su virilidad. Lorena y yo temblábamos un poco a pesar que estaba ocurriendo algo que ambas deseábamos desde tiempo atrás.

El hombre nos condujo hasta una habitación donde nos hizo entrar y cerró la puerta tras de sí. Nos ordenó desvestirnos cosa que hicimos sin demora. Observó con deleite que Lorena no llevaba ropa interior y yo apenas una diminuta bombacha, la cual cayó al suelo al lado del vestidito. El se desvistió también, pero se sentó en un sillón, no se abalanzó sobre ninguna como pensé inicialmente. Aparentemente no estaba armado y eso me tranquilizó.

Ajenas al hombre que nos miraba y ordenaba desde el sillón, con Lorena nos dedicamos a contemplar nuestros cuerpos desnudos. Sus tetas parecían esculpidas, eran una maravilla de la naturaleza, solo deseaba posar mis labios en ellas y besarlas una por una, concentrándome en cada pezón, pasar mis manos por su piel desnuda y acariciarla como si fuera terciopelo. Juntamos nuestros cuerpos y nuestros pezones se tocaron. El hombre apenas tuvo que ordenarnos hacer algo pues nosotras estábamos más que calientes por recorrer nuestros cuerpos por completo. Nos acostamos una encima de la otra haciendo el 69. Lorena llevaba su conchita afeitada, con una pequeña mata de pelo encima de la cueva. Yo lo tenía completamente salvaje y natural, peludita pero suave. Sin demora comenzamos a lamernos las chuchitas mutuamente empleando para ello nuestra lengua y abundante saliva. No puedo precisar que me excitaba más, si probar la concha de Lorena o lo que ella me estaba haciendo en la mía o el sentirme observada por el desconocido que tenía la pija a punto de reventar y se la sacudía en el sillón. Mi lengua se enredaba en la pequeña mata de pelo castaño de mi amiga y sus abundantes fluidos me tenían completamente empapada. Con ambas manos la tenía agarrada por las caderas para acercarla más a mí. Ella por su parte me lamía sin tregua metiendo su lengua lo más profundamente posible dentro de mi cueva y frotando los labios vaginales con los suyos.

De repente Lorena que estaba encima levantó su carita bañada de mis fluidos y le dijo al fulano si no quería unirse a la fiesta o si sólo pensaba observar, o si había tenido agallas para traernos a ambas “a la fuerza” pero no para darnos pija a las dos por todos nuestros orificios hasta que pidiéramos clemencia. El ni corto ni perezoso se acercó a Lorena por detrás y sin contemplación alguna le clavó la poronga por el culo pensando con esto darle un pequeño escarmiento, pero esta pequeña puta tenía el culo más que acostumbrado a que le dieran toda la verga posible, es más, le encantaba que la cojan por el culo. Yo continuaba debajo de Lorena y ante mis ojos tenía un bello espectáculo, su cuevita completamente abierta, húmeda y sonrosada y su culito embestido por una verga de mediano tamaño, gorda y venosa. Las bolas del hombre casi chocaban contra mi cara momento en el cual aprovechaba para darle unas cuantas lamidas, sin descuidar ni un centímetro de la concha de Lorena.

Entre el desconocido y yo logramos hacerla acabar un par de veces entre gemidos y suspiros entrecortados y el hombre no se quedó atrás, acabando  en el culo de Lorena para su deleite y al ir sacando la verga se iban escurriendo unas cuantas gotas de semen que caían en mi boca completamente abierta. No bien ella se hubo despegado de la verga del tipo se dio vuelta y se la lamió agradecida hasta que se la dejó limpia y reluciente, minutos después lista de nuevo para la acción. Esta vez me tocó a mí disfrutar un poco más de la pija del individuo,  cuando la tuvo completamente dura se acercó a mí.

Me la metió por la vulva húmeda la cual ofreció poca resistencia ya que hacía rato estaba esperando algo de pija. Se movía como un poseído encima mío,  mientras Lorena por su parte, me hacía ver las estrellas chupándome las tetas. Su lengua peleaba con mis pezones primero uno, luego el otro, absorbiéndolos con sus labios gruesos y húmedos. Con una de mis manos alcancé el clítoris de Lorena para darle una masajeada para agradecerle sus favores razón por la cual los tres llegamos casi al tiempo a la cima del éxtasis. Nos tumbamos en la cama exhaustos, el hombre en el centro con la poronga recostada en una de sus piernas y mirada de satisfacción. Nosotras con el pelo revuelto y la cara tostada untada de todos los fluidos corporales imaginados.

Aún así se veía hermosa y le acaricié el rostro pasando mi brazo por el pecho del hombre ni su nombre sabíamos lo cual hacía más interesante nuestra experiencia. Minutos después me coloqué de rodillas en medio de los dos y comencé a masturbarlos, al principio lentamente para que entraran en calor y luego aumenté la velocidad. Hubiera querido ser un pulpo en ese momento para poder acariciarlos en otros lugares simultáneamente pero esto no fue necesario porque comenzaron a acariciarse y a besarse aún acostados mientras yo continuaba subiendo y bajando mi mano derecha por el pedazo del tipo y metiendo dos o tres dedos de mi mano izquierda por la cálida cueva de Lorena. Ambos parecían un par de ranas, con las piernas completamente abiertas, excitados gimiendo y con ganas de cambiar de posición. El hombre tomó la iniciativa y se puso de rodillas indicándonos que nos colocáramos ambas en cuatro patas, una al lado de la otra. Comenzó entonces a darnos pija en forma, metiéndole la verga a una y luego a la otra mientras nosotras nos tocábamos. Minutos después nos regaló la leche tibia en nuestros traseros, la cual esparció abundantemente hasta donde alcanzó.

Después de esto nos vestimos y le pedimos al hombre que nos llevara de nuevo al bar para buscar el coche de Lorena. Durante el camino nos dijo que éramos unas hembras en todo el sentido de la palabra, las mejores putas que había tenido en mucho tiempo y que sería un placer repetir. Nosotras le hicimos saber que lo de esa noche con él se quedaba así, que no nos interesaba ni siquiera saber su nombre. Nos despedimos del hombre y salimos rápidamente cuidando que no nos siguiera. Al llegar a su casa nos metimos desnudas en su cama y pasamos la noche abrazadas y dándonos besitos. Ese día Lorena se convirtió no sólo en mi mejor amiga sino en mi amante y confidente y yo en la suya.

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