Amiga... ¿me prestas a tu novio? 3 (FINAL)

Al final todos los caminos llevan a entender qué merece la pena y qué no

La cabeza me daba vueltas. Sonia acababa de tirarme, metafóricamente, un piano en la cabeza.

-¿Cómo que embarazada? Se supone que tomas pastillas.

-Si, Javi, tomo pastillas, todos los días.

-Puede que te hayas saltado alguna y…

-Todos los putos días.- Alzó la voz y una lágrima caía por su rostro.

Yo me callé, no quería empeorar la situación. Ella miraba el test de embarazo que tenía en su mano. Decidí romper el hielo:

-Bueno, tengo entendido que hay un margen de error.

-Pues vaya unos cojones, tengo entendido que el margen de error es de un dos por ciento. Joder, no quería decírtelo así. Perdona, pero estoy un poco asustada. ¿Qué vamos a hacer.

Que estaba asustada no me lo tenía que jurar, yo también estaba aterrorizado, me acerqué a ella, que seguía sentada en el taburete alto de la cocina, la rodeé con mis brazos y hundió su cabeza entre mi pecho y mi abdomen. No emitía sonidos, pero noté como se estaba aguantando los sollozos, si me estaba mintiendo era muy buena. Yo no tenía ni idea de qué decirle, iba a hacer lo más cobarde.

-No quiero escurrir el bulto, Sonia, pero en realidad la mayor parte de la decisión es tuya.

-No me jodas, Javi. Si mis padres se enteran de que me deshago del crío me matan.

Se separó de mí y me miró con rostro serio y ojos rojos llorosos.

-Viven en el quinto coño, no se tienen por qué enterar. La cosa es si quieres tu.

-¿Y tu, machote?¿Quieres tirar media vida por la borda para cambiar pañales?¿O me vas a hacer como a Laura y te vas con otra? Al menos yo te soy fiel.

Por un momento me había olvidado de aquello. Pero volvió a mi cabeza el mulato empotrándose a Laura.

-Tu lo sabías, ¿verdad?

-¿El qué?

-Dime que tu no has organizado todo esto para joderme. Que sabías que la otra me ponía los cuernos y que se le has devuelto.

-Javi, yo no…

-No me mientas. - Grité.

-Sé que Laura te es infiel, pero no sé nada de ningún mulato.

-¿Cómo?

-A ver, cálmate, no quería hacerte daño, pero Laura alguna noche que hemos salido ha sido un poco zorrón. Me dijo que ni lo volvería a hacer, no esperaba que se llevase a nadie a casa, habitualmente eran tonterías cuando salíamos de fiesta.

-Es decir, que cuando me decía que se quedaba aquí a dormir contigo era que me estaba afilando los cuernos.

-¿Aquí?¿Quedarse a dormir?¿Me ha metido a mi en sus mierdas?

-Ahora me vas a decir que no sabes nada.

Levanté la mano para que no siguiera. Veía como las lágrimas caían de sus ojos, pero me había mentido, en ese momento llegué a la conclusión de que las dos me habían utilizado llegando a un punto de no retorno. No quería oír más, me levanté y me fui de su casa.

Bajé al garaje, cogí el coche y vagué sin rumbo fijo, quería alejarme de todo.

Conduje un buen rato hasta que llegué a un bar abierto en un lugar que ni conocía. Me senté en la barra y pedí una cerveza, después de bebérmela de un trago pedí otra. La camarera, una mujer de unos cincuenta años, bajita y algo rechoncha, me observó tomarme la tercera.

-¿Mala noche?

-Y que lo digas, si te cuento mi vida ni me creerías.

La mujer sacó una botella de whisky y un vaso de chupito, lo llenó y me lo ofreció.

-Si la cosa es mala esto va mejor. Invita la casa.

Cogí el vaso, lo alcé en señal de agradecimiento y me lo bebí de un trago, sentí el líquido quemarme la lengua y la garganta. Ella me observaba, creo que esperaría a que después de ese trago me marchase, puesto que, mirando un poco alrededor, vi que el bar estaba vacío, había una fregona cruzada a la entrada de los aseos y una escoba con el recogedor lleno a mi lado. Esa mujer estaba a punto de cerrar y yo estaba ahí tocando las narices. Me di cuenta de que me daba igual, saqué un billete de la cartera, lo puse en la barra y le indiqué que volviera a llenar el vaso.

-Mi novia me pone los cuernos con cualquiera y mi otra novia está preñada.

La mujer me miró con unos ojos como platos mientras llenaba el vaso. El alcohol me había hecho hablar más de la cuenta. Me bebí el segundo vaso y lo golpeé en la barra al dejarlo caer.

-A ver, una cuernos y otra embarazada. Pero a una de las dos le eres infiel con la otra claramente.

-A la de los cuernos. Son amigas además.

-Hijo, en que follón andas metido… ¿Qué vas a hacer ahora?

-Ahora beber, que me acabo de enterar de las dos noticias.

-Yo tengo que cerrar, no creo que sea el lugar en el que vas a seguir bebiendo.

Saqué otro billete, más grande y le dije que volviera a llenar el vaso y que se quedase el cambio. Ella miró el dinero y dejó la botella sobre la barra, yo me serví otro vaso y me lo bebí de un trago. Notaba ya la cabeza pesada, apoyé la cabeza sobre la barra y cerré un momento los ojos.

-Bueno, va, ya te has bebido otro. A casa.

-Al coche más bien, voy medio pedo y además en cada casa hay una.

Ella siguió con sus cosas, cerraba la caja registradora cuando la puerta sonó, alguien llamaba y ella voceó que ya estaba cerrado, seguramente vieron que alguien seguía en la barra y pensaron que podían tomarse la última, raro un domingo a las 2 de la mañana. Yo ya había mandado un mensaje al trabajo de que me encontraba mal y que no iría al día siguiente. La mujer me miró y extendió su mano, tenía un mando pequeño en ella y al apretar un botón la persiana comenzó a bajar.

-Ahora cuando termine te vas, pero no quiero que sigan incordiando. Si te quieres ir antes me avisas y te abro.

Ella siguió a lo suyo y yo continué bebiendo. La cabeza ya me pesaba. Al de un rato la mujer volvió, ya solo quedaban encendidas las luces de alrededor de la barra. Se puso delante de mi, se notaban los años en su cara y su cuerpo, a pesar de todo tenía un escote increíble, me imaginé unas tetas enormes y mi polla comenzó a cobrar vida. Ella, ajena a mis pensamientos lascivos puso otro vaso en la barra, se sirvió un trago y se lo bebió. Me contó que se llamaba Sara, que tenía cincuenta y dos años, separada y con un hijo que ya había hecho su vida, nadie la esperaba en casa, pero que estaba agotada. Continuamos charlando mientras el contenido de la botella desaparecía,  yo cada vez tenía más calor y ya no pensaba en los marrones que me esperaban.

-Pues es una pena que no haya nadie esperándote, eres muy atractiva.

Ella se sonrojó y miró hacia abajo. Decía que ya no tenía edad para tonterías. Se sirvió otro trago y, tras bebérselo abrió su bolso, sacó una pitillera, se encendió un cigarrillo y me ofreció uno, yo dejé de fumar después de la universidad, así que lo rechacé. Ella me miró desde su lado de la barra, se inclinó hacia mi, acercando su escote y me dijo con cara golosa:

-¿Te parezco atractiva?

-Mucho.

-¿Tanto como para comerme el coño?

Se acercó un poco más, yo no podía estar más borracho y más cachondo, me aproximó a ella y le comí los morros, sabía a alcohol y tabaco, su lengua se mezclaba con la mía, era un beso baboso que me estaba poniendo muy duro, en ese momento noté como un golpe en el hombro, no le di mayor importancia y le indiqué que se sentara en la barra, ella lo cogió al vuelo, metió las manos bajo su minifalda de plástico y se quitó las bragas, las tiro al suelo y de un salto se subió a la barra. Sara se sentó frente a mi y separó sus piernas mostrando un coño enorme con una mata de pelo negro increíble.

No lo dudé, ahí sentado en el taburete hundí mi cara entre sus piernas, le metí la lengua en ese coño encharcado y caliente, ella me sujetaba la cabeza para que no me separase de su entrepierna mientras seguía gimiendo.

Los pelillos me hacían cosquillas en la lengua y la barbilla, su coño estaba salado debido a una acumulación de sudor, pero era una delicia, gemía como una loca corriéndose una y otra vez. Como seguía apresado con su mano yo continué con la comida de coño hasta que, de repente, gritando, me soltó y me alejó de ella. Un chorro de líquido salió disparado de su interior y mojó la barra y parte del suelo.

-Vaya, ahora me vas a hacer fregar de nuevo.

-Son cosas que pasan.

-Si, pues me vas a follar aquí a cambio.

Me bajé los pantalones, subí a la barra y me coloqué sobre ella, volví a notar esa sensación en el hombro de nuevo, aunque la ignoré. Me di cuenta de un detalle.

-¿Condones?

-Menopausia, cariño, el mejor anticonceptivo.

La sonreí y le metí el rabo de un solo golpe, ella lanzó un alarido, mezcla de dolor y placer, jadeaba con cada embestida que le daba, sus tetas se salieron de la camiseta y aproveché para estrujárselas un poco mientras me la follaba, la empotrada sin piedad, sin cariño ni nada, era solamente un animal, a ella parecía encantarle eso. Continué hasta que me corrí dentro y ella me rodeaba con sus gorditas piernas.

De pronto me dio un tortazo.

-Eh, ya. Vamos, que ya es hora.

-¿Cómo?

-Arriba que tengo que cerrar.

Levanté la cara de la barra, desorientado, Sara, la camarera, se encontraba al otro lado de la barra, completamente vestida, con cara de pocos amigos.

-No entiendo por qué bebéis si no tenéis aguante.

Miré a mi lado, la botella seguía medio llena. Había soñado los últimos acontecimientos, no me lo podía creer.

-Llevo un rato dándote golpecitos en el brazo a ver si te espabilas, pero me tienes hasta la seta, que yo tengo casa a la que ir.

-Si, si, perdona.

Me incorporé y me bajé del taburete. Lo hice demasiado rápido y mi cabeza pagó las consecuencias, me dio un leve mareo, todo me daba vueltas, acababa de soñar que me follaba a la mujer que tenía delante, y por la cara que tenía no creo que eso fuera una opción. Me dirigí hacia la puerta, la cual seguía abierta, no había bajado la persiana en ningún momento y me giré.

-Buenas noches, Sara, perdona las molestias y gracias.

-¿Quién es Sara? Yo me llamo Gloria, anda vete a casa que tienes mucho que arreglar.

Yo ya hacía rato que no entendía nada, fui al coche en piloto automático, notaba mi polla dura apretada contra mi pantalón, recuerdo de ese sueño tan vívido que acababa de tener. Monté en el coche y me di cuenta de que no estaba en condiciones de conducir. Reclinado el asiento y cerré los ojos.

Cuando desperté estaba saliendo el sol. Ya me encontraba mucho mejor, pero tenía la lengua como el esparto y la garganta seca, puto whisky. Encendí el móvil, me entró un chorro de mensajes, tenía varios mensajes de Sonia y decenas de avisos de llamada de ella, sólo uno de Laura. Esta vez si que mandé un mensaje al trabajo y les dije que había pasado muy mala noche y que ni podría ir. Arranqué el motor y me dirigí a casa de Sonia.

Por el camino fui pensando qué le iba a decir, cómo íbamos a abordar el problema, estaba claro que, con todo, ya no había vuelta atrás, pasara lo que pasase. Cuando llegué a su casa, ella se encontraba sentada en la cocina, con los ojos rojos de sueño y de llorar toda la noche, ni aunque lo negase la podría creer porque era más que evidente. Me miró sin decir una palabra. La abracé fuerte y le di un beso en la frente.

-Perdóname por comportarme como un capullo.

Ella rompió a llorar entre mis brazos.

-Estaba muy preocupada, ya sé que todo ha sido muy violento, pero no me vuelvas a hacer esto. No sabía si te había pasado algo, encima tenías el móvil apagado. He pensado que haremos lo que digas, pero no te vayas.

-No me voy a ir. Y no tienes que hacer nada que no quieras.

-Me refiero a que…

-Ya sé a qué te refieres. Podemos tenerlo.

Ella siguió llorando, yo ya no sabía si seguía siendo de tristeza, o alegría, egoístamente solo quería irme a dormir, cosa que a ella tampoco le vendría mal. La tomé de la mano y, sin decir nada, fuimos al dormitorio, nos desvestimos, nos metimos en la cama y nos quedamos los dos dormidos a la vez.

Cuando me desperté ya era mediodía, entraba luz por las rendijas de la persiana, Sonia no estaba, oía su voz en la cocina, me levanté y fui a ver qué pasaba. Cuando la vi estaba de pie en el salón con el móvil en la mano, me miraba sonriente, pero una sombra de preocupación recorría su mirada.

-…No, Laura, no puedes venir aquí, te lo avisé, al final ha pasado lo que tenía que pasar… no, que no, que el ya no quiere estar contigo… que no, en serio. Joder, ha colgado, Laura viene para acá.

-Pues que venga.

-No es buena idea, le he contado que estás aquí y ha sacado sus propias conclusiones.

-Tampoco es que se equivoque.

A mi ya todo me daba igual, la boca me sabía a alcohol pastoso, solo quería mear y tomarme un café. Fui al baño a hacer lo primero, mientras la cápsula de café se iba preparando.

Ni cinco minutos llevaba con el café cuando sonó el timbre, Sonia abrió la puerta y apareció Laura con una expresión furiosa en la cara, no tenía la cara demacrada de una persona que llevara toda la noche en vela como nosotros, tenía pinta de estar bien descansada. Se abalanzó sobre Sonia y le dio un tortazo.

-Zorra traidora, creía que eras mi amiga.

Fui allí y le sujeté la mano.

-Y yo creía que eras quien debía serme fiel a mi. Ella lleva conmigo una temporada corta, y por lo que se tu llevas poniéndome los cuernos más de un año.

El rostro de Laura se quedó congelado, como si no supiera por dónde salir de aquello. Yo continué.

-Vamos a hacer esto fácil, yo sacaré mis cosas de tu casa, porque a partir de ahora es tu casa, tienes de sobra para pagar el alquiler. También he bloqueado la cuenta hasta que el banco haga la división y te quedas con todo. A mi me dejas en paz, a Sonia la dejas en paz, no vuelvas a tocarla y todos felices.

-¿En serio vas a tirar todo lo que teníamos por esta mojigata muerta de hambre?

-Lo que voy a tirar es una relación que no me conviene con una mala persona y me quedo con alguien que me quiere de verdad. Imagino que tu amigo el moreno seguirá durmiendo en la cama que pagué yo. Laura, déjalo estar. En serio, hemos hecho todos cosas mal, pero tú tienes otro lugar en este pequeño ranking.

-Pasa hoy, porque para mañana habré cambiado la cerradura, todo lo tuyo que quede dentro será para tirar a la basura.

Laura se marchó dando un portazo, miré a Sonia, tenía la mejilla roja, ella decía que se encontraba bien, pero yo sabía que le dolía y que, a parte, estaba dolida con la actitud de Laura.

Esa misma tarde fui a mi casa, no había nadie, metí toda la ropa en bolsas, mi portátil, unos libros y cuatro cosas más que tenía, metí mi juego de llaves en el buzón y me fui de ese lugar para no volver la vista atrás.

Por lo demás la semana transcurrió tranquila, fui a trabajar, cancele todo lo que tenía con Laura, acompañé al médico a Sonia para ver qué teníamos que ir haciendo en esos primeros momentos, ella también volvió al trabajo y hacíamos vida de pareja normal sin tener que escondernos.

El sábado decidimos que era buena idea presentarla a mis padres. Hacía un día precioso, Sonia se levantó pronto para arreglarse y causar una buena impresión, como decía ella.

-Les encantarás.

-Después podríamos…

-¿Qué?

-Desde que te has enterado del embarazo no me has hecho nada y ando canina.

-Cuando volvamos lo hablamos, que te tengo ganas, pensé que no querrías por lo tuyo.

-Venga va, luego te doy lo tuyo.

Ella me dio un beso y nos fuimos para el coche. Sonia llevaba un vestido de flores y sandalias, las cuales se quitó en cuanto entró para dejar los pies sobre el salpicadero. El viaje transcurrió tranquilo, ella iba en silencio viendo el paisaje, sonreía como hacía una semana. En el fondo estaba preocupado porque ella lo había pasado mal y en parte me sentía responsable, por eso ni me había atrevido a sugerirle sexo.

Tres cuartos de hora después nos adentramos en el pueblo de mi familia, era un pueblo pequeño,  casi como el de Sonia pero en el interior. Allí se vivía del ganado y de la tierra, era una zona rural muy bonita, Sonia de vez en cuando me pedía que frenase para sacar fotos del paisaje.

Llegamos a casa, se trataba de una casa con terrenos, no era muy grande, pero era todo lo contrario a la gran urbe y un piso, por eso a mi siempre me había gustado.

Mi madre estaba en la puerta esperando. Nos bajamos, mi madre me abrazó y le presenté a Sonia, antes de que acabara de presentársela mi madre ya le estaba dando besos y achuchones. Mi padre apareció detrás, me dio la mano y después se presentó a Sonia también efusivamente.

Mi madre le preguntó a Sonia si quería un café y se marcharon las dos hacia el interior parloteo parloteando como si se conocieran de toda la vida, eran el hambre y las ganas de comer. Yo me quedé a solas con mi padre, lo acompañé al cobertizo de las herramientas. Ese lugar, con el paso de los años había pasado de ser mi cuarto de juegos y trastadas a ser el de mi padre, sofá tele, nevera, un escritorio… parecía el laboratorio secreto del malo de las películas. Me senté en el sofá y esperé a que mi padre me acercase una cerveza, el se sentó en el escritorio directamente.

-Así que ahora vienes con una chica que no es la de siempre y encima preñada.

-Papá, que es una persona, no una de tus vacas.

-Me gusta, no te preocupes, la acabo de conocer, pero sólo con verte a ti desde que sales con ella, me cae bien. La otra te tenía amargado y ya si me dices que era así de suelta…

-Mamá te lo ha contado.

-Tu madre me lo cuenta todo, hijo, lo importante en una relación es la comunicación. Eso, la confianza y el respeto.

-Creo que ya soy un poco mayor para esa conversación.

-Si, pero ahora vas a ser padre, tus prioridades tienen que cambiar. No te olvides que esta chica es fruto de una infidelidad, pero ahora es la madre de tu hijo.

-No lo había pensado así.

-Pues deberías, tu piensa que yo vengo de otra época, tu madre siempre fue “la otra” para mis padres, quiero que sepas que Sonia para nosotros es tu novia o lo que consideres que sea, nosotros te vamos a apoyar si eres feliz.

-Espera, mamá y tu…

-Si, solo que ella no estaba embarazada, tu llegaste años después. El ser un picaflor lo habrás heredado de mi.

-Surgió.

-Eso mismo me dije yo, pero tienes que tener las ideas claras. Parece buena chica, la otra sabes perfectamente que no nos gustaba demasiado, y más desde que empezó a acapararte y alejarte de nosotros. No estás con ella, puedo decírtelo claramente sin hacerte daño.

Terminamos la cerveza en silencio, todo muy normal, bebíamos cerveza a las diez de la mañana habiendo hablado de que mi padre había sido infiel a quien fuera con mi madre, si, todo muy normal.

Cuando volvamos a casa mi madre y Sonia estaban sentadas en la cocina con dos tazas vacías en la mesa, se reían hablando, Sonia tenía el móvil en la mano, al parecer le estaba enseñando fotos de la boda de su hermano. Cuando habían terminado de despellejarme mi padre decidió que era buena idea dar una vuelta para que Sonia viera el lugar, ella se mostró encantada.

Los cuatro paseamos por el campo, mi padre le fue enseñando cómo era todo eso cuando tenía un montón de vacas y ovejas, desde que se jubiló dejó un puñado para el y el resto las había vendido, Sonia observaba el campo, a veces le comentaba las similitudes con su pueblo de origen. Al de un rato mi madre dijo que iba a ir empezando a preparar la comida, Sonia se ofreció a ayudarla, mi madre le dijo que disfrutase de las vistas. Quien si se fue con ella fue mi padre, dejándonos solos en el prado.

Sonia sonreía, ahora volvía a parecer igual de feliz que antes de ese pequeño tropezón que tuvimos.

-Tus padres son encantadores, tu madre es genial.

-Ya te dije que te iban a gustar. A ellos les gustas.

Ella me dio un beso cuando ya mis padres habían desaparecido de la vista. Me abrazó y se quedó allí un rato.

-Joder, me estoy meando.

-¿Y? Estás en el campo.

-También es verdad. Pero los pañuelos están en el bolso, que está en la cocina.

-No se, chica, usa las bragas para sacarte.

-Que burro eres.

-Lo digo en serio, total, para una vez que usas, que se te pierdan en el campo tampoco es la gran cosa.

-Pero con esta mierda de vestido se nota si no llevo.

-Son mis padres, no van a fijarse en esas cosas.

Sonia finalmente se acercó a un árbol, se quitó las bragas, se levantó el vestido y se acuclilló. Vi su cara de alivio cuando un chorro dorado brotó de su coño formando un pequeño charco humeante bajo ella. Con su braga a modo de toallita se secó y la dejó entre la hierba fuera de la vista.

Seguimos paseando hasta que nos apoyamos en una cerca para ver el paisaje. Yo aproveché para acariciarle el culo.

-Eh, no te aproveches de que no llevo bragas para meterme mano.

-¿Yo? Para nada.

-Ni que fuera la primera vez.

-¿Que no llevas bragas o que te meto mano?

-Ambas.

Sonrió pícaramente y yo metí la mano bajo su vestido, acariciando la suave y firme piel de su culo, no me cansaba de hacerlo. Sonia siguió mirando al campo, como si lo que yo hacía fuera algo completamente ajeno a ella. Mi mano se deslizó entre sus nalgas, a la raja de su duro culo. Con mi dedo corazón fui acariciando su hoyito, ella gimió con cierto nerviosismo. Yo le siseé que estuviera tranquila, que no había nadie a un kilómetro a la redonda salvo las vacas pastando, ella asintió y echó el culo un poco más para atrás para que sus nalgas se abriesen y me facilitase las caricias cada vez más internas, la yema de mi dedo ya había entrado por su culo.

-Luego cuando te lo hago yo te quejas que no lubrico y te raspa.

Saqué mi dedo de su ojete y se lo metí en la boca, ella chupó con gusto y ganas, lo babeó bien. Cuando ya vi que mi dedo goteaba hilillos de babas volví a metérselo, entró solo, sin esfuerzo. Le di vueltas y empecé un suave mete saca, Sonia gimió suavemente, le encantaba que usara su culo como juguete, cuando mi dedo se acomodó de sobra introduje el índice también y seguí con la operación. Sonia se aferraba a la cerca de madera y gemía conteniéndose para que nadie la oyera.

Mientras mi mano derecha exploraba su culo, mi mano izquierda desabrochó mis pantalones y sacó mi polla dura como una piedra, escupí en la palma de mi mano y embadurné mi rabo de saliva, repetí la jugada un par de veces más y me coloqué tras ella.

-Ya era hora de sentir tu polla en mi culo.

Le di un beso en la mejilla y tomé mi rabo con la mano derecha, lo coloqué a la entrada de su ojete y empecé a presionar, el glande desapareció al momento, el tronco tardó un poco más, aunque fue entrando suavemente. Me detuve cuando mis huevos quedaron pegados a su coño. Saqué mi polla con suavidad hasta que casi se salió y la volví a meter, solo para marcar camino, ella gimió al sentir mi rabo entrar y salir con suavidad.

Me escupí en la mano y embadurné de saliva mi rabo para no hacerle daño, su culo aceptaba bien mi rabo, así que aumenté el ritmo. La enculada que le daba pasó de ser suave a una follada a ritmo normal. Sonia bajaba la cabeza y cerraba los ojos con fuerza, apretó los dientes con una expresión de dolor y placer, yo volví a agarrar sus caderas y la atraía hacia mi y la alejaba, a la par que mi cadera se acoplaba y desacoplaba de su culo. Mi ritmo fue aumentando hasta convertirse en una follada salvaje, Sonia pasó su mano derecha a su coño, se lo flotaba con fuerza, mientras su cuerpo vibraba frenéticamente, gemía y jadeaba mientras pedía que no parase.

Sentí cómo se corría cuando su cuerpo se tensó del todo para, en segundos, quedar completamente relajado. En nada mi semen irrumpió en su interior y empecé a boquear para recuperar el aliento. A Sonia le fallaron las piernas y acabó desplomándose de rodillas en el suelo, de espaldas a mi, echó la cabeza hacia atrás y me miró.

-¿Te has quedado a gusto?

-Si, ¿y tu?

Ella sonrió, se acercó a mi rabo y con tres lametadas limpió los restos de semen de mi polla. Me agaché un poco y la besé con ternura. Ella me miró a los ojos y simplemente dijo:

-Te quiero.

-Lo sé, yo también te quiero.

Después de ese fugaz momento de romanticismo la ayudé a levantarse, dio unos pasos, le temblaban tanto las piernas que parecía un cervatillo recién nacido. Vi el grupo de lefa que había quedado en el suelo, muestra de que el relleno se le estaba saliendo.

Sonia se recolocó el vestido y seguimos paseando un rato. Cuando se iba acercando la hora de comer fuimos para mi casa.

-En cuanto lleguemos tengo que ir al baño.

-¿Estás bien?

-Tengo los muslos llenos de semen, es lo que pasa cuando mi novio me folla y me deja sin bragas.

El comentario me hizo muchísima gracia, pero me quedé un poco sorprendido con lo de “mi novio”, claro, no lo habíamos hablado así abiertamente, pero ya no tenía que andar pidiendo novios prestados a nadie, ya era una realidad, íbamos como cualquier pareja a casa de los padres de uno a comer, eso le otorgaba cierta notoriedad a la relación.

Cuando llegamos, Sonia se excusó y se fue al baño como prometió, después cominos todos tranquilamente hablando de cosas varias. Ya después del postre, mi madre entró a saco con cierto tema propio de madres:

-Bueno, vais a tener un bebé y eso, supongo que habréis pensado en la boda también.

Tosí el sorbo de café que acababa de tomar, Sonia se me quedó mirando y mi padre se reía a carcajadas. Mi madre era muy clásica en ese aspecto, para mí, que aún estaba procesando todo, era todo muy precipitado como para ponernos a hablar de esos temas.

Sonia guardó silencio, así que yo salí al paso.

-A ver, tienes razón, no te preocupes, que cuando hablemos, primero entre nosotros, serás la primera en saberlo.

Mi madre pareció satisfecha con la respuesta y lo dejó estar. La tarde transcurrió con calma y, después de la merienda, decidimos que iba siendo hora de volver a casa, mis padres dijeron que podíamos quedarnos a cenar y dormir, yo les dije que otro día, que mi habitación no tenía hueco para los dos en una cama tan pequeña y que no estaba dispuesto a que mi madre durmiera en mi cama y mi padre en el sofá porque nos cedieron su habitación.

El viaje de vuelta fue tranquilo con las luces del atardecer. Sonia iba callada, yo concentrado en la carretera. Al de un rato la oí suspirar, miré a mi derecha y ahí estaba con la falda del vestido levantada masturbándose mientras seguía mirando por la ventanilla.

-¿Qué haces?

-Tocarme, me he acordado de lo de antes y me he puesto cachonda. ¿Pasa algo?

Yo seguí conduciendo, mirando a la carretera oyéndola gemir hasta que se le sumó ese sonido acuoso de coño corrido. Ella paró de tocarse y noté su mano sobando mi paquete. A veces me sorprendía su capacidad para parecer una mosquita muerta y otras era la más guarra del pueblo.

-Para.

-Ni que fuera la primera vez.

-Ya, pero estoy muy guarro, como sigas te voy a reventar

Ella siguió sobando.

-Para, o voy a reventarte.

-Qué miedo te tengo.

Cuando ella dijo eso vi un camino de que se abría a la derecha que llevaba a una zona arbolada, tras un vistazo rápido observé que no había nadie y que parecía que hacía tiempo que nadie pasaba por allí, giré el volante y me metí por ahí. El coche botaba y brincaba con los baches, a unos pocos metros el sendero giraba y quedaba entre unos árboles, desde allí no se veía la carretera, saqué el vehículo del camino y eché el freno de mano.

-Sal del coche.

Ella obedeció mientras yo también me apeaba. Fuera le indiqué que se acercase a mi. Sonia se puso delante del coche, donde yo estaba. La agarré con firmeza y empecé a comerte los morros, ella metió su lengua en mi boca mientras me agarraba la cabeza, yo iba sobando sus tetas, intenté sacárselas por su escote pero el vestido no daba, me resigné a tocárselas por encima de la tela. Sonia se restregaba sobre mi entrepierna, yo ya no pude más y puse mis manos sobre la costura del escote, noté como separaba su boca dos milímetros de la mía y susurraba entre jadeos.

-No, no, no…

No pudo decir mucho más, mis manos se separaron con sendos tramos de vestido bien sujetos en un tirón muy fuerte, su escote se desgarró hasta la altura del ombligo. Ella me miró con cara de loba, dejó caer los jirones de tela al suelo y quedó completamente desnuda ante mi, volví a besarla, esta vez acariciando su piel desnuda.

Puse la mano sobre el capó, estaba algo caliente, pero me servía, la cogí por las nalgas y la posé sobre él. Me desabroché el pantalón y mi rabo completamente duro salió como un resorte.

-¿Sin preliminares?

-Ya te los has hecho tú solita.

Le hinqué la polla en el coño con fuerza, ella soltó un grito. Le tapé la boca con la mano y comencé a embestirla de forma frenética, ella gemía como podía, puesto que decidí continuar con la mano ahí, sentía como mi palma se llenaba de babas mientras respiraba entrecortada.

Estuve dándole un buen rato sin cesar el ritmo hasta que noté que ya me venía, Sonia estaba roja intentando coger aire solo por la nariz, sentía su sudor en mi mano. Sus jadeos quedaban apagados en su garganta, puesto que no salían. Finalmente me corrí dentro y retiré la mano, Sonia cogió aire y tosió un poco. Cuando recuperó el aliento me agarró, me besó y dijo:

-A pesar de que estás loco te quiero muchísimo.

-Te has comportado como te has comportado y te has llevado lo tuyo en consecuencia.

-¿Y ahora qué?

Señaló su vestido fino de verano destrozado en el suelo. Saqué mi polla y fui a la parte trasera del coche, cogí una sudadera que tenía en el maletero y volví donde ella estaba, seguía ahí subida con las piernas temblorosas abiertas, un hilo considerable de semen caía de si enrojecido coño y mancha manchaba la chapa del coche.

Sonia se bajó, cogió la sudadera y se la puso, le llegaba hasta los muslos, así que quedaba tapada a pesar de ir desnuda.

Nos montamos de nuevo en el coche, lo saqué del camino de tierra y reemprendimos la marcha. Saltó el piloto de la reserva, no me había acordado de repostar antes de salir por la mañana, de repente se me ocurrió una idea un poco cruel, Sonia era muy guarra, pero solo conmigo, con el resto del mundo era muy vergonzosa. Llegamos a una gasolinera, le di dinero y le indiqué que fuese a pagar mientras yo llenaba el depósito.

-¿Estás loco? Ni de coña me bajo.

-Ni que fuera la primera vez que pagas mientras le echo.

-Coño, pero no así, que solo llevo esta puta sudadera.

-No seas vaga y hazlo, luego en casa te como el coño.

-Que no, que se me ve todo.

-Venga, deja de quejarte.

Sonia se bajó de mala gana, mientras yo hacía lo mismo y me dirigía al surtidor. La vi caminar lentamente para que no se le subiera la sudadera, se veía que trataba de actuar con naturalidad, pero temblaba como una hoja al viento. Algo de lo que no se había dado cuenta era de que hasta que ni terminase ella no podía pagar.

Cuando hube terminado de llenar el depósito coloqué la manguera y me metí en el coche, miré hacia la puerta, Sonia salió caminando deprisa y del interior se veía a un cincuentón gordo empotrado en el cristal mirándola babeando desde el puesto del cajero. Sonia se subió al coche roja como un tomate.

-La madre que te parió.

-La has conocido hace un rato.

-Joder, que no dejaba de mirarme.

-Bueno, así te das cuenta de que eres más atractiva de lo que crees.

-El pavo se pensará que soy puta o algo.

-Que piense lo que le salga de los cojones.

Arranqué y puse el coche en dirección a casa de Sonia. Sonia seguía con rostro nervioso mirando por la ventanilla.

-Relájate, que ya llegamos.

-Es que… joder, mira que ideas tienes.

-Admite que te ha gustado que te miren.

-Cállate, gilipollas.

-Le habrás dejado con ganas de ver lo de debajo, le has dado material para paja, éste se la pela con la grabación de seguridad.

-¿Con la qué?

Se tapó la cara con las manos, yo acaricié su muslo, sentía su piel caliente bajo las yemas de los dedos, me aventuré a subir a su entrepierna, estaba empapada.

-Serás zorra, me echas la bronca y vienes cachonda.

-Joder, Javi, ya vale.

-Admítelo, te ha gustado que un baboso te mire.

Ella me miró a los ojos y después agachó la cabeza.

-Bueno, puede que me haya puesto un poco el hecho de que me viera así.

Yo me reí y seguí avanzando por las calles vacías, la noche nos había dado caza, las únicas luces que quedaban eran las de las farolas de las aceras. Llegamos, pulsé el botoncito del mando y nos adentramos en el garaje. Aparqué en mi parcela correspondiente y nos fuimos al ascensor. Sonia miraba en todas direcciones desde antes de bajarse del coche, argumentaba que ahí sí que la conocían como para andarse con historias. Llamé al ascensor y, mientras esperábamos, me acerqué a ella y comencé a besar su cuello, a lamerlo y hacerle pequeñas succiones, eso le encantaba y la desarmaba completamente y los dos lo sabíamos. En pocos segundos ella me agarraba de la cabeza y me acariciaba el pelo mientras se dejaba hacer. Acaricié su coño mientras seguía con lo mío, Sonia estaba en trance, completamente sometida a mi. El ascensor llegó, aunque nosotros lo ignoramos completamente.

-Me prometiste que me ibas a comer el coño.

Dicho y hecho, me arrodillé en el frío suelo y ella se colocó con la espalda en la jamba de la entrada del ascensor, elevó su pie izquierdo hasta dejarlo a la altura de su cadera apoyada en la jambas contraria dejándome su goteante coño completamente accesible.

A medida que me acercaba noté el aroma a coño corrido y sudado, esos olores que evocan sexo y guarrerías y que nos vuelven locos a todos. Saqué la lengua y di lametadas caninas sobre los labios de la vagina de Sonia, ella gimió, el gemido sonó por todo el aparcamiento por el eco que se producía, yo me empecé a reír y ella levantó aún más la sudadera hasta poder hacerla bola y morder una mordaza improvisada con ella.

Yo seguí lamiendo y besuqueando sus labios vaginales mientras le metía un dedo suave, la luz automática del techo se apagó y yo decidí no volver a encenderla, estaba muy ocupado . Sonia tembló cuando me puse a succionar su clítoris, no tardó mucho en correrse, yo seguí a lo mío mientras ella trataba de respirar. Lamía y succionaba su clítoris de forma alterna mientras mi dedo entraba y salía con buena velocidad del interior de su coño. Sonia se corrió de nuevo cuando oímos el mecanismo de la puerta del exterior abrirse, significaba que un coche iba a entrar, Sonia encendió la luz, se quitó la bola de tela de la boca y volvió a pulsar el botón del ascensor en segundos. Como no lo había cogido nadie, el ascensor ya estaba ahí, se abrieron las puertas y Sonia se lanzó al interior, yo la seguí más lentamente, puesto que seguía de rodillas y me desplace así, ella me dijo que dejara de hacer el bobo y me levantase, pero yo la ignoré. Una vez dentro pulsó el botón y, antes de que las puertas se cerrasen yo volví a mi tarea, aunque como me daba la espalda en vez de coño comencé a lamerle el culo, me daba igual, me encantaba comérselo todo.

Separé sus nalgas y directamente le metí la lengua en el ojete, ella se masturbaba el coño de mientras, jadeaba de gusto mientras se corría de nuevo con esa acción doble a sus partes bajas. El ascensor era muy lento, pero entretenidos como estábamos no nos enteramos ni del viaje. Cuando las puertas se abrieron me levanté y saqué las llaves de mi bolsillo, fui a la puerta y abrí a toda prisa, cuando ya lo había  conseguido Sonia salió corriendo del ascensor y se metió en casa para evitar que hubiera alguien en la mirilla, puesto que tenía la sudadera a la altura de la cintura y no perdió ni un segundo en bajarla, ya que quien hubiera abajo llamaría al ascensor en breve. Cerré la puerta en cuanto pasé y eché la llave, me giré y vi la sudadera en el suelo y las sandalias me marcaban el camino, se había ido al dormitorio, si la ropa estaba ahí, ella estaba desnuda esperándome. Ni corto ni perezoso me deshice de toda mi ropa y la dejé echa una bola en el sofá.  Cuando llegué a la habitación Sonia estaba tumbada boca arriba en la cama mirándome.

-¿Hace un 69?

Yo me coloqué sobre ella dejando mi polla sobre su rostro y volví a comerle el coño con ganas. Ella succionó mi rabo mientras le lamía el clítoris y le atacaba con el dedo su cavidad vaginal. Sonia se corría mientras trataba de seguir el ritmo de su mamada. Llevábamos un rato así cuando noté su dedo pugnando por entrar en mi culo, relajé, en la medida de lo posible el esfínter para facilitarle la entrada, sentí cómo, a la par que mamaba, su dedo me acariciaba la próstata, tuve que dejar de comerle el coño porque ya no conseguí concentrarme en la tarea, pero seguí frotando su botoncito con los dedos. Su furiosa mamada con el complemento de masturbación dactilar de mi puerta trasera hizo que el orgasmo llegase pronto, masturbé su coño hasta que no pude más, al menos conseguí que se corriera de nuevo antes de llenar su boca de leche caliente y espesa. Sonia se tragó todo mi semen. Me quité de encima y me desplomé en la cama. Ni me di la vuelta, lo que yo veía eran solo sus pies.

-¿Te ha gustado?

-Tenemos que hacer esto más a menudo.

-¿Pasearte en pelotas?

-Me refiero al conjunto.

-Ya, luego me dices que los desconocidos van a pensar que eres puta, cuando te encanta que lo piensen.

-Bueno, en cierto modo lo soy, soy tu puta.

Me di la vuelta y la besé. Sonia me abrazó y se quedó ahí un rato, yo le acariciaba el pelo mientras pensaba en cómo habíamos llegado hasta ahí, hasta ese momento. Me preguntaba si Laura seguiría zorreando o si había recapacitado, en el fondo me daba igual, había descubierto que amaba a otra mujer, era feliz con ella y encima tenía a mi hijo creciendo en su interior.

-Te quiero.

Ella sonrió tímidamente y me besó con cariño. Permanecimos así un rato hasta que oí un ruido en la tripa de Sonia, yo también tenía hambre,  me levanté y pensé en algo rápido. Para cuando Sonia apareció en la cocina yo ya tenía unos sándwiches medio preparados. Ella se sentó y esperó a que terminase, después me senté a su lado y cenamos completamente desnudos hablando de tonterías sin ninguna trascendencia.

El suelo estaba frío, así que Sonia puso los pies sobre la mesa, yo no tuve más remedio que hacerle cosquillas acariciando la planta de un pie para tocarle las narices, ella se reía hasta que me pidió que parase.

-Estate quieto que me estoy poniendo tonta.

Dicho esto cambie la estrategia, cogí su pie y me lo acerqué, con la lengua recorrí desde su talón hasta el dedo gordo. Sonia cerró los ojos y abrió la boca para soltar un largo suspiro, metí ese dedo en mi boca y lo acaricié con la punta de la lengua,  Sonia gemía de placer, solté ese dedo y seguí con los otros más pequeños, iba alternando hasta que terminé con toda su puntera en mi boca, al ser de pies pequeños no tenía problema, sabían a ella con un ligero toque de sudor del día, nunca lo había hecho, pero me di cuenta de lo que me había estado perdiendo, y por la cara que tenía ella me daba la impresión de que le ocurría lo mismo, estuve así un rato, hasta que su otro pie me dio un toque en la mejilla, capté el mensaje y procedí a hacer lo mismo con ese otro pie, me saqué uno de la boca y comencé a lamer el otro. Ella se tocaba el coño con suavidad mientras gozaba del placer de sus pies. Estiró la otra mano y me acarició suavemente los huevos, hacia arriba y abajo con las yemas de sus dedos. Mi polla ya pedía guerra de nuevo, a pesar de que ya empezaba a acusar el cansancio y el uso del día.

Solté su pie y le dije que mejor acabábamos en la cama, Sonia pareció estar de acuerdo, porque se levantó de un salto y me acompañó al dormitorio.

Una vez en la habitación Sonia saltó sobre la cama boca abajo, apoyó sur rodillas en el colchón elevando las caderas y dejándome su culo en pompa al borde de la cama, estiró la mano, alcanzó la almohada y la uso para apoyar su cabeza. Yo agarré sus caderas y acerqué mi erecto miembro a la entrada de su coño, mi rabo entró sin tener que dirigirlo, su coño estaba tan abierto y encharcado que no me hizo falta apuntar ni esfuerzo para entrar. Empecé un mete saca suave, ella resoplaba a medida que eso pasaba, Sonia movía sus caderas para otorgarnos más placer mientras yo iba aumentando el ritmo. En un rato estaba dándole duro y le di un azote en el culo para entonarla más. La follada aumentó a un ritmo brutal, yo ya no daba más de mí, la follé sin cariño, solo era un animal dándole duro a otro. Sonia tenía la cabeza empotrada en la almohada gimiendo, en pocos segundos nos corrimos a la par entre jadeos y resoplidos. Completamente extenuados nos tumbamos en la cama, una enrojecida Sonia me abrazó y nos quedamos dormidos al instante.

Nuestra vida continuó igual hasta que nació Eva, nuestra hija, una niña preciosa, que por suerte había salido a su madre. Un año y medio después nos casamos en una bonita iglesia de mi pueblo, decidimos enviarle una invitación a Laura, de la que ya no supimos nada, tampoco contestó, era cosa de Sonia, puesto que habían sido amigas muchos años. Cuando Eva tenía cuatro años tuvimos a nuestro segundo hijo, David, éste sí que lo habíamos buscado. Evidentemente nuestra activa vida sexual se había reducido por nuestras obligaciones, pero siempre sacábamos algún momento, sobre todo cuando los críos se quedaban con mis padres o se iban con los de Sonia. Nos gusta follar como animales y la intención se mi mujer es que eso no decaiga, quiere que en el futuro seamos como aquella pareja de viejos que follaban sin pudor y sin perder la pasión en una playa nudista.

Y todo por pedirle prestado el novio a una amiga para crear una ficción en una boda, qué cosas…