Amiga - luego amante
Tenía una compañera de colegio con la que me entendía muy bien. Éramos compañeras desde 9º y nunca había sucedido nada entre las dos. Dormíamos juntas, viajábamos a la finca juntas, pero nunca había pasado nada. Un día....
Amiga, Ahora Amante.
Tenía una compañera de colegio con la que me entendía muy bien. Éramos compañeras desde 9º y nunca había sucedido nada entre las dos. Dormíamos juntas, viajábamos a la finca juntas, pero nunca había pasado nada. Un día, ya en 11º, teníamos que hacer un trabajo de química para el martes. Era un puente y sus padres se iban para la finca. Nos quedamos solas en su casa desde el sábado para hacer el trabajo juntas. La empleada salió el sábado en la tarde y como a las 3 p.m. nos preparábamos para comenzar. Nos fuimos hacia la sala, una sala grande y alfombrada. Pusimos todo en el piso y comenzamos a chismorrear un poco antes de empezar. Me comenzó a hacer reír con las cosas que decía, siempre lo hace.
Al verme así me empezó a hacerme cosquillas en la cintura, porque sabe que no las aguanto, para hacerme reventar de la risa. Yo estaba boca abajo en la alfombra y ella se sentó en mis piernas haciéndome cosquillas en la cintura. Para que dejara de hacerme cosquillas giré y entonces quedé de espaldas con ella sentada sobre mi vientre. Entonces sucedió algo extraño. Nos quedamos mirando un rato largo. Yo le agarré la mano y fue como un corrientazo. Ella se inclinó sobre mí, lentamente, hacia mi boca y me besó. No sabía ni qué hacer. Temblaba, no sé si de emoción o de terror. Pero no pude evitarlo y le respondí a ese beso acercándola más a mí, rodeándola con un brazo. Empezamos a acariciarnos con las lenguas, besándonos como por 20 minutos. Era espectacular. Ella es hermosa, flaca, con un cuerpo genial. Estábamos muy excitadas las dos.
Sin dejar de besarme suavemente, me quitó los brazos de su cuello, los estiró y empezó a desabotonarme la camisa. No traía sostén (casi nunca los uso, porque mis senos no son demasiado grandes y hago suficiente ejercicio como para mantenerlos firmes) y a besarme entre los senos. Yo estaba comenzando a gemir (no puedo quedarme callada), lo que la excitaba mucho, y empezó, ahora sí, a besarme los senos, a acariciarlos, a morder suavemente los pezones. Y, sin dejar de besarlos, comenzó a quitarme los jeans. Yo me dejaba hacer lo que ella quisiera. Me sentía en el paraíso aunque no dejaba de estar muy nerviosa. Cuando me quitó los jeans, yo estaba casi desnuda, con la camisa a medio quitar y en tanga. ¡Sonó el teléfono! Casi nos da un ataque. Ella, rápidamente y con la voz agitada, contestó. Eran sus padres, que llamaban de la finca para preguntar cómo estábamos. Su mamá le preguntó por qué estaba tan agitada y ella le contestó que estaba en la cocina y que había salido corriendo a contestar.
Después, cuando colgó, hubo un silencio. Ella estaba arrodillada de espaldas a mí frente a la mesita del teléfono, respirando agitadamente. Desde que empezó todo había sido ella quien había tomado la iniciativa, y parece que se sentía un poco mal por todo lo que estaba pasando. Yo me acerqué por su espalda y comencé a abrazarla y a besarle el cuello. Estaba demasiado excitada como para dejar todo así. Ella descansó y me sonrío (me encanta su sonrisa, tiene una dentadura espectacular) y me apretó los brazos contra su pecho. Así, por la espalda, comencé a desabrocharle la camisa, se la quité y también le desabroché el sostén. Le agarré los senos, más grandes que los míos, y seguí besándola en el cuello. Luego me separé de ella y me acosté de espaldas en la alfombra, como invitándola a que se acercara a mí.
Ella se paró frente a mí, con las piernas separadas, y comenzó a quitarse los jeans. Cuando se los quitó, se arrodilló, se acostó sobre mí y me dio un beso. Fue el beso más espectacular que jamás nadie me había dado, nadie. Estaba como drogada, me sentía flotando. Comenzó a besarme en el cuello, los senos, jugando con los pezones, humedeciendo los dedos y acariciándolos, metiendo la lengua en mi ombligo hasta que llegó al vientre, hasta mis tangas, y, sin dejar de acariciarme, con los dientes, comenzó a bajar las tangas hasta que me las quitó y me dejó completamente desnuda, con la piernas separadas, de espaldas en la alfombra. Y, casi sin dejarme reaccionar, prácticamente se abalanzó sobre mi vagina. Sentí como si me hubiesen dado una descarga eléctrica en todo el cuerpo. Introdujo su lengua dentro de mí hasta donde pudo.
Creo que jamás había estado tan mojada, tan lubricada. Sentía cómo bajaban chorros por mi vagina. Creo que demoré como 30 segundos en tener un orgasmo. Estaba prácticamente gritando. Después del orgasmo, ella siguió besándome y acariciándome con su lengua. Hice que girara y colocara sus rodillas al lado de mi cabeza. Le quité sus tangas y acerqué su vagina hacia mí. Yo fui menos lanzada pero parece que la excité mucho más. Comencé a besarla en los muslos y alrededor de la vagina, acercándome lentamente a sus labios. Empecé a lamerla como si me comiera un helado. Fue una sensación muy extraña porque nunca había sentido un olor que no fuera mi propio olor.
Se parecían pero a la vez eran diferentes. Era como una explosión de sensaciones. Sus líquidos eran menos densos que los míos y más abundantes, y tenían un sabor dulce y suave a la vez. Estaba fascinada. Sus vellos eran ligeramente rubios y muy delgados. Ella es muy rubia, rubia natural. Estuvimos haciéndonos caricias mutuas como por 30 minutos o más. Gemíamos, nos masturbábamos mutuamente con nuestras lenguas, teníamos orgasmos (yo tuve 3 y ella 2, me dijo), nos reíamos y hacíamos comentarios acerca de nuestras partes. Era genial. Cuando ya estábamos un poco cansadas, recogimos las ropas y subimos a su alcoba en el segundo piso, a dormir un poco y a conversar sobre lo que había pasado. Calentamos el agua para darnos un duchazo antes de dormir. Estábamos entre apenadas y emocionadas con todo. Yo le dije que era lo más hermoso que me había pasado en toda la vida, que jamás había hecho el amor y que consideraba que era la mejor experiencia que había tenido.
Ella se puso a llorar y yo también. Era un cuadro muy divertido: dos chicas abrazadas, desnudas y llorando. Nos besamos un rato largo, pusimos música y, aún desnudas, nos sentamos en la cama. Ella me abrazaba, me acariciaba los senos y decía que me quería muchísimo, que ojalá esta experiencia no nos fuera a separar. Yo me reía y le decía que no fuera tonta, que nada de eso iba a pasar. Después nos dimos el duchazo. ¡Qué duchazo! Nos restregábamos mutuamente, nos reíamos como dos niñas explorando sus cuerpos... Después de la ducha nos fuimos a la cama a dormir. Jamás había dormido tan bien. Hoy día seguimos siendo las mejores amigas. Ella está casada, pero no dejamos de vernos y la quiero como a nadie en el mundo. Es maravillosa. Cuando podemos, recordamos todos esos momentos.