Amenazado por mi prima y su novio 2
Segunda parte. Aquí empieza realmente mi sumisión y cada vez se va volviendo más humillante para mi. Sin darme completa cuenta cada vez me hago más putita...
Mi prima se me quedó mirando.
- Un segundo. Te voy a añadir un par de cosas — dijo entre risas.
Se me acercó y empezó a echarme espuma de afeitar en los pelitos de verga, por las piernas y el resto del cuerpo allá donde tuviera pelo.
- Quedate quieto, que voy a rasurarte. Quiero que seas lo más femenina posible. ¿Sabes? Ya que vas a ser una nena te voy a empezar a tratar como tal — rió.
Yo, excitado, tragué saliva algo nervioso. Permanecí inmóvil mientras me afeitaba. Ella me agarraba fuerte la pija mientras rasuraba. Notaba la mano sosteniendo mi verga y esta sacaba gotas de semen. Mi verga pedía a gritos ser mamada y masturbada, pero nada de eso sucedió.
María terminó de rasurar, me limpió y me colocó otra vez la ropa. Para mi sorpresa trajo un cinturón de castidad parecido al que tenía en una de las fotos que me enseñó antes, pero este era rosa. María rió.
- Para que no puedas darte placer sin nuestro permiso. No es necesario que diga lo que pasa sino obedeces ¿verdad?
Asentí tímidamente.
Ella sonrió satisfecha y tras soltar un “bien”, me puso el cinturón.
- La llave está bien escondida. Como te vea buscarla... Aunque no creo que lo hagas. — me dijo ella.
Después de aquello ya estaba listo ¿o debería decir lista? Para bajar abajo. Allí tuve que fregar, limpiar y demás tareas. De vez en cuando María o Juan venían a mí, me hacían arrodillar y se meaban en mi boca o cagaban. Me tuve que tragar todos los excrementos.
Era asqueroso pero me excitaba. Juan me dejó beber agua tras tragar lo suyo, pero María no. Finalmente llegó la hora del almuerzo. Por fortuna, llevaba viviendo tres años solo y sabía cocinar bien. Hice salchichas acompañadas por huevos fritos y de postre plátano. Yo sabía que aquello era una burla más hacia mí. Me arrodillé y esperé hasta que ellos acabaron de comer. Mientras en tanto María me daba patadas a mi verga o lo hacía Juan. En otras ocasiones debía lamer y besar el miembro de Juan o mamarlo. Se le notaba excitado pero supe que se estaba conteniendo para después.
- Bueno — dijo María. —Ahora vas a lamer los platos hasta dejarlos limpios mientras yo te traigo tu almuerzo.
María se fue y yo me quedé con Juan lamiendo los platos mientras él se reía y decía “que mariquita estas hecha”. Al poco de terminar de lamer vino María, dejándome sorprendido: traía en cada mano cuatro condones llenos de leche. Ella rió al ver mi cara de perplejidad. Puso los condones sobre la mesa y luego me enseñó dos.
- Estos dos son de mi chico — le guiñó un ojo. Luego me enseñó otros dos. — Este de la izquierda es de Luis, el farmacéutico. Por cierto es el mismo que te Hackeo el PC — rió. —Y el de la derecha es el de Carlos, el de la perfumería. Ya sabes, son amigos de mi novio, por tanto míos. También comparten las ganas de usarte como putita. El resto de condones son algunos de Juan y de esos dos también, pero esos te lo dejo a la imaginación. Igual hasta aprendes a diferenciarlos.
Rió más fuerte aún.
Me daba vergüenza aunque también excitación tragar esa leche. No quería hacerlo pero sabía que pasaría. Abrí la boca cuando ella me lo ordenó y ella, entre risas, me echó el semen en la lengua. Se aseguró que me lo había tragado. Se sentía espesa, no sabría decir si sabía a algo. Así lo hice con dos condones. Para el tercero me lo metió entero en la boca y me obligó a mascarlo como chicle hasta sacar toda la leche. Ella se tocaba por debajo de las braguitas y aquello me excitaba más. Además se mordía el labio inferior y se tocaba un pecho sin cesar.
- Me encanta, cada vez eres mas puta — comentó ella complacida.
Cuando saqué la leche me quitó el condón, me puso el culo en pompa y me lo metió en el ano. Ella se paró para olerme.
- Aún hueles a nena.
Me dio una cachetada, rieron y luego ella puso el contenido del siguiente condón en la verga de Juan, así como otro más. Tuve que lamerlo con la lengua, el glande, tronco y huevos. Ya hecho, le di un beso tímido a su verga, desde huevos, hasta glande y viceversa. Ya solo quedaban tres condones. Ella se colocó dos en sus pechos. Tras lamer sus pechos, me bajó las braguitas hasta las rodillas y me echó en las braguitas el semen. Ellos rieron y María me subió las braguitas.
- Espera tengo un condón más guardado arriba, que se me ha olvidado — dijo ella.
Esperé impaciente mientras ella subía. Escuché pasos acelerados y supe que estaba corriendo. Tenía la boca llena y decía algo que no hacía falta que entendiera. Me arrodillé, abrí la boquita como una buena zorra y mi linda primita escupió el semen de la boca suya a la mía. Me escupió los restos que pudo y los que no los tragó. Tragué.
Pasadas las ya habituales risas y burlas, subimos arriba al baño de nuevo. Allí me pusieron un pantalón de chándal, una camiseta rosa, me pintaron las uñas de rosa y me quitaron la peluca. Me pusieron mas colonia de Minnie para evitar que el olor se fuera en las mismas partes donde antes me las había echado.
- Que... ¿Qué es esto? — Pregunté confuso.
- Vamos a ir al gimnasio bonita — me dijo Juan. — Por desgracia no puedes ir vestida de chica, así que te hemos puesto ropa de chico pero esa camiseta rosa... bueno, cualquiera puede dudar. No es ilegal ponerte colonia de niña así que, aunque se rían de ti nadie nos va a denunciar ¿verdad? — Aquella pregunta era una advertencia.
- Digamos que cuando vayas, la excusa que vas a dar TÚ si te preguntan es que te has vuelto mas afeminado. Y por cierto si en la calle preguntan... eres gay — dijo mi prima.
- Yo no...
- ¿Qué dices? ¿Qué quieres que publique las fotos en Internet? — Me amenazó ella.
Derrotado, bajé la cabeza.
- Obedeceré.
Ella sonrió.
- Y tanto que sí dulce nenita. Y tanto que sí. Más te vale. Mmm, voy a tener que buscarte un novio pronto para aparentar. Hasta la fecha, te “presto” el mío.
Juan no dio señas de molestarse por eso.
Juan se vistió también de sport. Me pusieron botines rosas y salimos a la calle, de camino al coche que nos llevaría al gimnasio. He de aclarar, que seguía llevando el top bajo la camisa y las braguitas. Con cada paso la cara se ponía más y más roja. Juan llevaba a la espalda una mochila con ropa y perfume para mí.
Tragué saliva, nerviosa.