Amenazado por mi prima y su novio

Mi prima me llama una mañana a su casa. Para cuando llego, me muestran unas fotos muy comprometidas y no tengo más remedio que acatar sus chantajes...

Eran las diez y media de la mañana cuando llegué al chalet donde mi prima vivía junto a su novio, un hombre alto, de al menos uno ochenta y cinco, calvo, con perilla y de piel del color del chocolate.

Llamé al timbre y me abrió mi preciosa primita. Se llama María y tiene apenas veinticinco años aunque casi no se le nota. Iba vestida con una faldita rosa, un mini top blanco de Hello Kitty e iba descalza. Su cabello negro le colgaba suelto por la cintura. Antes de que pudiera pronunciar por completo la palabra “Hola”, ella me agarró de la muñeca, cerró la puerta de un portazo y me llevó hacia el sofá del salón donde estaba su novio, vestido solamente con unos pantalones negros e iba descalzo también. Entonces María encendió el televisor y enseguida empecé a sonrojarme en cuanto me percaté qué había allí.

Se trataban de varias fotos mías bastante comprometedoras: En una salía yo completamente desnudo salvo por un cinturón de castidad que yo mismo me había impuesto, por el cual se me salían las bolitas. Llevaba peluca de mujer, un dedo en la boca y otro en el ano tratando de parecer sexy. Me hallaba tumbado en la cama de mi dormitorio y tenía restos de semen míos en mi barriguita. Enseguida puso otra foto, donde salía yo mamando verga de un chico. Ese chico era un ex compañero de clase gay al que convencí para tener sexo. No es que yo sea gay, pero siempre me ha parecido interesante el sexo con hombres. En otra foto salía yo lamiendo semen de unas braguitas.

Y fue enseñando varias más hasta que, en silencio, apagó la tele y sacó un pen. Antes de que yo dijera nada, ella dijo:

  • Bueno, como verás, tengo bastantes fotos comprometedoras tuyas. Digamos que un amigo mío Hacker logró colarse en tu PC y entregármelas. Tiene varias copias, así como muchos amigos y amigas mías. Así que no te conviene rechistar. Mi chico y yo buscábamos algo con lo que chantajearte para que fueras nuestra putita y mira que me encuentro — sonrió.

Por un momento me quedé sin habla, luego dije indignado:

  • No me puedo creer que tú...
  • Pues créelo — me recomendó mi prima — porque a partir de ahora y hasta que nos aburramos de ti, vas a ser nuestro juguete, nuestra nena, nuestro WC y nuestra perrita y todo lo que queramos. Quizá algunos amigos míos quieran abusar de ti. Y si no lo haces... Pues mandaremos las fotos por Internet, y se las daremos a tus padres, a los míos, a tu ex novia... Y serás el hazmerreír. Pero no creo que haga falta amenazarte ¿verdad? ¡En verdad te encantan estas cosas!

Técnicamente, podría haber dejado que las mandara, pues sería detenida. Pero María me conocía bien. La idea, aunque humillante, degradante, indignante y aterradora, me atraía y excitaba. Además, desde siempre he sido muy sumiso y miedoso.

  • Vale... lo haré.
  • ¿Y?

La miré sin comprender. Rápidamente ella se me acercó y me dio una bofetada de izquierda a derecha.

  • Somos tus dueños. A partir de ahora, nos dirás sí ama o amo ¿ENTENDIDO? — gritó.
  • Sí... Ama — dije un poco sobresaltado por su cambio de humor.

Su cuerpo se relajó considerablemente y sonrió.

  • Muy bien — dijo satisfecha. — Pues lo primero que vas a hacer es convertirte en lo que eres: Una putita. Y para ello vas a ir al cuarto de baño de arriba y en nuestra presencia te bañaremos y vestiremos adecuadamente. Por supuesto te pondremos también desodorante de chica y colonia de nena. Vas a estar ridícula — rió con maldad.

Aquello me dio una sacudida de excitación involuntaria. Sin darme cuenta, mi verga de 15 cm ya estaba dura.

Ella lo notó y rió.

  • Desnúdate aquí mismo — ordenó.

Su voz no admitía réplica y yo sabía que no podía rechistar. Así pues, me la fui quitando lentamente, tratando de atrasar lo inevitable. Más que molestarla, parecía divertirla todo aquello. Juan, el novio de María, también reía entre dientes. Una vez completamente desnudado, ambos rieron fuertemente.

  • Menuda mierda de polla tienes ahí — rió ella. — No me malinterpretes, no es que sea muy pequeña, pero la verdad, ya podría ser más grande.

Y rió más fuerte aún.

  • Anda para arriba — me dice.

Había estado lo suficiente en esa casa como para reconocer cada esquina. Subí los peldaños y entré al baño que estaba a la izquierda del pasillo. Una vez en él, vi la ropa que estaba apoyada en la tapa del Váter. Se me cayó la cara de vergüenza y excitación al mismo tiempo.

Se trataba de unas braguitas de Minnie Mouse color Fucsia y de un mini top blanco con corazones. Así mismo había una peluca negra y pendientes de Hello Kitty.

  • Vas a ser nuestra nenita — explicó traviesa María.

Entré en la bañera con Juan y María, quienes se habían quitado la ropa y estaban totalmente desnudos. La verga de su novio tenía cerca de dieciocho centímetros semi erecta. Ella rió al verme viéndola.

  • Tranquila nena, que vas a tener tiempo de gozar muchas pijas.

Y dicho eso encendió la ducha. Mientras María me enjugaba, sentí las manos de Juan por todo mi cuerpo. Manos, piernas, barriga. Me metió dedos en el culo. Uno, dos, hasta tres. Sacaba y metía como si fuera una verga. Tuve que lamerle los dedos para limpiarselos ante las risas de ambos. Luego procedió a masajearme la ya erecta verga. Lo masturbó un poco, arriba, abajo, haciéndome gemir y produciendo más risas. Paró tras unos tres minutos, me pareció. Asomaba leche por mi verga enjabonada. María me enjuagó y entonces me ordenó enjabonarlos a los dos. Ella paró el agua. Empecé por mi prima.

Con la esponja y, por órdenes suyas, comencé primero con las piernas, estando yo arrodillado y teniendo una vista excelente de su sexo.

  • No me mires la vagina, puta — me espetó, dándome una bofetada.

Obedecí, guardando en mi interior el recuerdo de su concha perfectamente depilada. Pasé a sus brazos, de estos a su panza y espalda. Ella puso su culito en pompa, rozándolo con mi verga. Me contuve de penetrarla, pues me imaginaba que pasaría. Mi pito se endureció más. Tras las risas, me dijo María:

  • ¿A que esperas zorra de mierda? ¡Enjabona!

Me apresuré a hacerlo escuchando más risas. Tenía la cara como un tomate y un torrente de excitación me recorría. Quería tener sexo, masturbarme. Tras aquello ella me arrebató la esponja y se echó chorreones de jabón sobre los pechos, que recorrieron su panza. Ella rió al ver mi cara de salido.

  • Ahora vas a enjabonar a mi novio putita. Y vas a usar las manos para ello. Procura obedecer o ya sabes...

Sin decir nada, cogí el gel y me eché jabón en las manos. Me di la vuelta, donde estaba su chico y, siguiendo sus indicaciones, enjaboné primero sus fuertes brazos musculados del gimnasio. Él y yo íbamos al mismo gimnasio y habíamos hablado amistosamente. Quien me iba a decir que acabaría desnudo delante de él, tratado de nena y enjabonándole. Su verga ya estaba erecta y mediría al menos veinticinco centímetros, no lo tengo muy claro.

Tras eso, enjaboné las piernas y la espalda, seguido de su culo. No pude meterle dedos, ya que me dijo que eso era “de mariquitas como yo”, así que solo lo enjaboné superficialmente. Luego pasé las manos por sus pectorales y barriga hasta llegar a la verga. Tuve que arrodillarme y hacerle una paja mientras enjabonaba. Cuando consideraron que estaba bien enjabonado, me ordenaron parar.

  • Muy bien — dijo María riéndose. — Ahora nos vas a limpiar. Con tu lengua.

Tardé unos segundos en comprender lo que quería decir.

  • Pero... podría intoxi...
  • No te vas a intoxicar — me aseguró ella. — Y como no obedezcas rápido me voy a Internet y publico todo ¿ENTENDIDO?
  • Si.

Guantazo.

  • Sí, ama — me corrigió ella.
  • Sí, ama — repetí.

Ella sonrió.

  • Bien. Pues al tajo. YA.

Sin más opción, empecé a lamer primero los pies de mi primita, siguiendo por piernas, barriga y todo lo demás. Le lamí la raja del culo, sin meterle la lengua en el ano y lamí su concha. Luego pude lamer sus tetas. Dentro de lo malo, al menos pude lamer algo que me gustaba.

Luego me tocó Juan. Empecé por los pies, brazos y espalda, luego por sus pectorales y barriga y seguí por su culito. Lo lamí pero no pude meterle la lengua en la raja. Finalmente tuve que hacerle una mamada. Me metí su verga en mi boca. Casi no me cabía pero él me obligó a mamar hasta el fondo, empujando mi cabeza, dándome arcadas. Ellos reían. Cuando acabé, tenía la polla impoluta y con restos de semen. Mi boca sabía a jabón y leche. Solo me quedaba lamer sus testículos. Me sacaron de la bañera, me enjuagaron la boca y tras escupir todo rastro de jabón y agua, María dijo:

  • Ahora nos vas a vestir tu. A los dos.

Empecé como hasta ahora, por María. Le puse unas lindas braguitas rojas, tacones y nada más. A Juan le coloqué unos Bóxer y vaqueros, así como una camiseta blanca. Tras aquello, yo me tuve que poner las braguitas de Minnie, el top y los pendientes. No necesitaban agujero. Después de aquello me puse el desodorante y la peluca. Me tuve que perfumar con colonia de niña (era de Minnie también por lo que vi) el cuello, el pelo, la raja del culo y mi verga (solo tronco).

Ellos rieron fuertemente.

— Ahora ya estás lista para las cosas que tenemos pensadas para ti, dulce nenita — me dijo mi prima.