Amén

Un cura nuevo, mentiras, violación, venganza... no es lo que parece.

Hipocresía. Esa es la palabra que describe a los seres humanos. Desde pequeños comenzamos a esconder nuestros sentimientos o a mentir por gracia. Todo el mundo lo hace. Quien diga que no, esta mintiendo de nuevo. Es posible que sea una posibilidad de sobrevivir en esta vida, por eso es tan dura. Cuando era pequeño, vivía en un pueblo de Sevilla, era de pocos habitantes, y no había secretos para nadie. Ya que entre nosotros cotilleábamos hasta lo más recóndito que encontrábamos. Cuando cumplí los siete años, mi madre, que es muy creyente, comenzó a llevarme a la iglesia del pueblo donde iban todos, excepto los hombres mayores que iban a la huerta o las señoras que no se encontraban muy bien. O en mi caso, los mas, pequeños, pero ese día iba a ver lo que nunca había visto, y realmente me habían contado que era una experiencia muy bonita de ver, la gente como cantaba alegres canciones, y como escuchaban al uníoslo a un señor con sotana, muy sabio, contar historias de un hombre que hacia cosas muy buenas por los demás.

Cuando llegamos a la puerta de la Iglesia, amigos de mi familia me pellizcaban de las mejillas diciéndome de qué mayor estaba, que pronto haría la primera comunión. Cuando entre dentro, me entro un gran cosquilleo, ya que tenía ganas de ver que me esperaba. Estuve realmente aburrido durante una hora escuchando a un viejo miope, leyendo un libro muy aburrido. Cuando salimos, mi madre me llevo donde el viejo para presentarme. Estuvieron hablando de la tal comunión un rato, y el viejo me miraba sonriente. Cuando nos fuimos mi madre me dijo que el año próximo haría la comunión junto a otros niños de mi edad.

Al de un año comencé la catequesis que era peor que ir a la Iglesia ya que aquí o estabas atento o te daban una reprimenda por no escuchar. La cuestión es que conocí a mis todavía amigos David y Carlos. Cuando acababan las clases siempre salíamos a correr por ahí para olvidarnos de la clase y la repipi de la profesora. Siempre estábamos jugando con nuestras cosas. Un día oímos que el cura del pueblo tenía una enfermedad y que no podría dar muchas misas. Así que pronto llego alguien que le sustituyera. A los tres nos entro una gran curiosidad de quien seria. Estábamos deseando que llegará el domingo para ir a misa y descubrir al nuevo cura. Entramos los tres, como si fuésemos unidos por una cuerda y nos sentamos en uno de los bancos delanteros para observar mejor. Cuando comenzó la misa, entro el "nuevo".

Un tío de unos veintisiete años, de gran altura, fornido, con cabello rizado, corto y moreno, de tez tostada y cálida, con grandes ojos marrones oscuros, y una amplia sonrisa protegida por una perilla bajo sus finos labios. Un palpitar comenzó a brotar dentro de mi pecho, y un gran mariposeo en mi estomago, acompañado por una boca medio abierta. Toda la misa lo observe, como movía sus manos, oía su voz suave penetrante a la vez, hacia que no supiera que me ocurriese esos momentos. Después de ese día iba cada domingo a escuchar el pesado sermón que en su boca parecía un dulce deshaciéndose en mis adentros. Incluso asistí al funeral del anterior cura para poder verle a él. Pero el mejor día fue el de mi comunión, que antes de comenzar nos comento que a partir de ese día compartiríamos algo con él, recibir el cuerpo de Cristo. Yo no recibí el cuerpo de Cristo, sino el de él propio cura, que acerca su mano a mi boca para depositar el trozo de galleta, que mantuve durante largo rato en mi paladar.

Los años siguientes, David, Carlos y yo, con nuestros ya catorce años, pasábamos la tarde hablando de juegos y de chicas, y alguna que otra vez nos hacíamos una manuela, cosa que agradecía, porque me encantaba ver tan hermosas pollas, cerca de mi, ver como eyaculaban cerca de mi me ponía mas bravo. También solía masturbarme pensando en el cura: Oscar, el cuerpo del deseo. Un día estando en misa, observe que el monaguillo que lo acompañaba ya no estaba allí, a lo que me dio una gran ilusión. Cuando se acabo, me dirigí hacia el altar para ayudar a Oscar, quien sorprendido me dijo si quería ser su ayudante o monaguillo, a lo que rápidamente ya sabes lo que respondí. Cada Domingo esperaba una hora antes para preparar lo necesario, para dar la misa. Colocaba todo perfectamente para que Oscar se fijase en mi trabajo. Él siempre me lo agradecía revolviéndome la cabeza o un golpecito en la espalda.

Los años siguieron pasando, y por fin había conseguido un titulo de mecánica, el que me permitió trabajar en el taller de mi padre. Tenía veinte años recién cumplidos, y aún continuaba yendo a la misa, admirando a aquel ángel caído del cielo. Ya no era el monaguillo pero lo deseaba tanto, que quería siempre cerca de él. Aún seguía saliendo con mis dos amigos de infancia, a quienes les llevaba en coche a pueblos donde se encontraban las discotecas. David tenía ya novia, y rara vez le veíamos ya sin ella. Carlos en cambio estaba igual que yo. Solamente días después entendería porque.

Caminando por la plaza, me encontré con Oscar, quien comenzó una agradable charla conmigo:

Hola Ricardo, ¿qué tal? – me pregunto apoyando su mano derecha en mi hombro izquierda.

Muy bien gracias – dije mientras me encogía.

Ayer no te vi por misa, pensé que te enfermaste o algo – y me miro con su fantástica sonrisa.

Es que tuve algo de resaca, usted ya sabe... – y mirándole con cara de cordero me volvió a sonreír.

¡Divina juventud! – exclamo con su grave voz. – Por cierto el sábado voy a preparar una cena para los parroquianos del pueblo, ¿me ayudarías a prepararla? – me miro con una cara tierna y bajo sus grandes cejas unos ojos destellantes color miel, hacían que mi estomago saltaría de lado a lado.

Por supuesto, no lo dude, pero le advierto que soy muy malo en la cocina – y me eche a reír.

Tranquilo, yo preparare lo más caliente – oír eso, me produjo un cosquilleo por la oreja que siguió bajando hasta llegar debajo de mi ombligo.

Estaba deseando ya, que llegase el sábado, para poder estar a solas con el pecado tan cerca. Me masturbe durante esa semana pensando en cosas que jamás pasaría. Sentir sus grandes manos recorriendo todo mi cuerpo desnudo al calor de su deseo, abrazados con gran fuerza, uniendo nuestros labios cálidos deseándose mutuamente, mientras nuestros sexos, se rozarían en cuerpo y alma. Quería que mis pensamientos se harían realidad.

Por fin llego aquel deseado día, esperado como agua de Mayo. Durante la tarde estuve buscando ropa cómoda pero que me aria sentir guapo frente aquel Divo. Al final decidí que unos vaqueros ajustados oscuros y una camiseta de manga larga de lycra, seria estupendo para lucir mi cuerpo frente al "cura". Cogí unas zapatillas que usaba solamente cuando iba a Sevilla. Cuando llegaron las seis decidí ir saliendo para llegar pronto y poder estar más tiempo junto a Oscar.

Cuando llegue a la Iglesia, estaba completamente vacía, por lo que decidí mirar por todos los rincones, pero allí no había nadie. Entonces se me ocurrió pasar por la casa de Oscar para ver si estaba listo y con un poco de suerte ver como en la intimidad, dentro de sus cuatro paredes. Enseguida comencé la marcha, pareciendo la imagen del lobo acosando a la abuelita de caperucita. Enseguida llegue, pero me di cuenta que en la entrada de su casa, estaba una bicicleta apoyada. Aquella bicicleta azul metalizada me resultaba tan conocida... Carlos estaba dentro.

Estaba claro que Carlos, estaba detrás de aquel hombre, ya que tenía varias pruebas: no tenía novia; iba a misa incluso más que yo; un día lo vi hablar después de misa diciendo que quería confesarse. Yo jamás me había confesado puesto que si llego a mencionar al propio cura que me atrae me manda al infierno a través de correo instantáneo. Entonces muy hábilmente me colé por la parte trasera, sin hacer casi ruido, y asome mi cabeza para observar por aquella ventana donde ya había observado antes a aquel hombre. Esta vez no estaba leyendo un libro o escribiendo sus cosas... ¡había tumbado a Carlos en su sofá verde, con los pantalones abajo y le lamía muy suave su enorme y dura polla! En ese momento hubiera entrado a la casa y les hubiera golpeado con un bate de béisbol, pero estaba tan petrificado que me quede observándolos.

Carlos entrecerraba los ojos, mientras se lamía los labios, y Oscar de rodillas, mamaba esa verga que dura como una roca apuntaba hacia el techo. El cura movía como loco su cabeza sacando y metiendo el nabo de aquel muchacho con gran habilidad dándole uno de los mejores placeres carnales. Note que mi polla comenzaba a dar pequeños golpes bajo mis pantalones que, al ser tan ajustados se notaba un pequeño bulto que se iba haciendo más grande. Como estaba en una zona donde no pasaba nadie y había un gran muro detrás de mí, me baje los pantalones dejando libre mi tesoro. Mis pelotas empezaron a ponerse más grandes, y empecé a rozar mi mano contra la piel suave de mi sexo. Sacando suavemente mi capullo lo ensalive echando un lapo y comencé suavemente a moverle hacia los lados y metiendo y sacando con mucha delicadeza mi enorme capullo. Veía aquella escena en la que un hombre de treinta y nueve años, muy bueno grande, fuerte, con grandes manos, movía en su boca como se comía aquella vergota. Vi como metía un dedo por el ano de mi colega, haciendo que este, se retorciera de un dolor pasajero, ya que después pedía que le metiese otro más. Oscar, era muy obediente y le hacía todo lo que pedía. Yo seguí mi masturbación mientras veía aquel espectáculo. Pero estaba tan sumamente caliente que me corrí demasiado rápido y grite: ¡DIOS!

Carlos abrió rápidamente los ojos y se levanto tan rápido como pudo a la vez que Oscar, giraba la cabeza, con gran cara de susto y salió de casa para cogerme hipso facto. De los nervios me caí al suelo con los pantalones en los tobillos. Oscar me levanto, mientras susurraba: "rápido entra conmigo dentro". Me subió los pantalones como pudo y ya dentro vi a Carlos como se vestía mas relajadamente. Oscar me sentó en el sofá libre y Carlos comenzó a hablarme:

¿Qué hacías ahí fuera? - pregunto aún con cara de miedo.

Creo que es evidente – tenia el culo dolorido, y el pantalón al ser tan ajustado me hacia mas daño.

Eso esta mal... muy mal... - Oscar no paraba de dar vueltas alrededor de sí mismo mientras miraba al suelo – Carlos ve a casa, que nadie más sospeche – le susurro al oído pensando que no lo escuchaba, acto seguido Carlos desapareció.

¿Por qué has venido tan temprano? – empezó a maldecir y yo muy tranquilo lo miraba, porque ese lado tan salvaje me daba más morbo - ¿Y ahora que voy a hacer contigo? ¿Sabes que si vas diciendo esto por ahí me echarían de la Iglesia? -.

¿Sí? – me pregunte en voz alta.

Por supuesto... la Iglesia no acepta el sexo, y menos entre hombres -.

En ese momento, mi mente retorcida tuvo una brillante e inmejorable idea. Quería darme besos a mí mismo, por haber tenido tal idea, ni yo mismo creía que me había salido bien ese jaque al rey. Mire de arriba abajo a Oscar. Vestía todo de negro, con su famoso alzacuellos blanco. Su cabello rizado me volvía loco, mientras que el se paro frente a mi pensativo con cara de terror.

¿Qué haces? – y se quedo mirando con su hermosa faz.

Estaba pensando... - y me fui acercando a él – que tu y yo podríamos llegar a un acuerdo, por supuesto a cambio de mi silencio -.

Por supuesto, ¿pero cual es el precio? – y se sentó rápidamente a mi lado - ¿Quieres dinero? Te daré lo poco que tengo – tras decir eso, se levanto para acercar su cartera de la mesa.

¿No eres muy tenaz verdad? – como si se hubiera congelado, Oscar se paro en seco – me estaba masturbando mientras le comías la polla a mi querido amigo Carlos -.

Veo tus intenciones... – y se giro suavemente para esta vez ver una cara de Oscar desconocida por mí. Serio, labios mordidos por una fila de blancos dientes, ojos entrecerrados, manos en las caderas... puro morbo - ¿quieres sexo conmigo verdad? -.

¡Por fin te aplicas! – grite medio aliviado – llevo detrás desde que murió aquel vejestorio y apareciste tu. Iba a misa solo para verte a ti. ¿Y para que? Para que te vayas con el seboso de Carlos – me enfurecía poco a poco con mis palabras – Me e machacado en el gimnasio para que quizás podrías fijarte en mi – acto seguido me arranque la camiseta - ¿ves? Todo esto por ti ´-.

Oscar me observo. Miraba ahora mi cuerpo de hombre, que con tanto0 esfuerzo había logrado en esas maquinas del gimnasio. No tenia ningún vello por el cuerpo, y me había aplicado un gel después de la ducha que olía bastante fuerte.

Has crecido mucho desde la comunión – dijo mientras posaba una de sus manos en mi pecho.

Y eso que no has visto todo lo demás -.

No tengo intención -.

Muy bien entonces no tendré problemas de ir donde los demás a contar lo que e visto esta tarde – y rápidamente recogí la camiseta, e hice que me marchaba – bueno, te veré en el infierno -.

¡Esta bien! – grito Oscar cerrándome el paso – no es que no quiera follar contigo es que no quiero que Carlos sepa lo que va a ocurrir, lo quiero -.

Vaya me sorprende tu manera de hablar... – respondí – en cuanto a Carlos, no pasa nada, de aquí no saldrá ni mu.

Agarre a Oscar dándole un gran abrazo, notando que debajo de su traje algo brincaba contra mí. Él no hacia nada, pero cogí sus manos llevándolas hacia mi culo, encima de mis vaqueros sentía su calor, sin movimiento. Empecé a provocarlo, moviendo las caderas. Mi torso desnudo palpitaba con fuerza. Levante levemente la cara y observe que Oscar comenzaba un silencioso llanto.

¡Eres un hijo de puta! – grite empujándolo – eres lo peor de este mundo... ¡yo te quiero! -.

Pero yo no – y bajo la cara.

¿Sabes? Si no follas conmigo ahora te juro que... – me quede pensativo – te juro que mato a Carlos. Tu decides.

¿Qué?, ¡Estas loco! – y se acerco a mí y estando casi a punto de besarnos – No te atreverías a eso.

Nunca juraría en vano, ¿no es pecado? – y alejándome dando la espalda a Oscar empecé a reírme.

Acto seguido, sentí como la gran mano de Oscar me agarraba del hombro dándome la vuelta, y con su mano libre dándome un gran tortazo dejándome en el suelo, sentado, saboreando el sabor de la sangre que me había provocado aquel golpe.

¿Quieres sexo? – y quitándose de mala manera los pantalones Oscar se acerco a mí tumbándome boca abajo, como si yo seria de juguete - ¡Lo tendrás! -.

Sentía las fuertes manos del cura en mis vaqueros que iban desapareciendo alrededor de mis piernas dejándome desnudo, y sentí que metía uno de sus dedo0s lubricados por su propia saliva dentro de mi ano. Un gran dolor se apodero de mí, pero no pude gritar porque el muy cabrón me había tapado la boca con su otra mano. Empezó a mover su dedo de dentro a fuera con gran fuerza y sin piedad. Empecé a llorar por el dolor que me estaba causando. Sentí otros dos dedos que acompañaban al tercero. Estubo un gran rato jugando hasta que por fin los saco dejándome reposar.

¿Te ha gustado? – pregunto con una voz ronca.

Me haces daño quítate de encima, por favor – grite.

No perdona esto es lo que te has buscado – y como si nada comenzó.

Sentí como algo enorme se acercaba a mi pequeño ano dilatado. Era tan grande que quise escurrirme, pero esta vez Oscar me había agarrado de las muñecas, dejando a mi indefenso culo a merced de su polla. Notaba el calor que desprendía ese nabo, que poco a poco se abría paso en mi ano. El dolor era desgarrador, y casi ni podía gritar.

Dentro de poco sentirás placer – gimió Oscar en mi oído – Aguanta un poco más.

Cierto era, que según pasaba ese dolor era más placentero el fuerte vaivén de aquel hombre. Tenía mi culo ardiente por el esfuerzo de aguantar ese trabajo. Oscar respiraba cada vez más fuerte, y sus embestidas era cada vez más fuertes. Cada vez notaba mas o menos el tamaño real de aquel pene. No era muy normal, era demasiado grande. Ya casi ni sentía el culo de los grandes golpes que recibía en mis intestinos, así que me deje hacer y sentía que me movía cada vez que Oscar me embestía meciéndome esa polla hasta el fondo. Note que me estaba corriendo y ni siquiera lo disfrute, solo quería salir corriendo, pero no podía ya que aquel animal no me dejaría escapar.

¿Te gusta verdad? – seguía gimiendo Oscar – Me alegro porque esta noche té quedas aquí -.

No podía creerlo, esa noche me iba a quedar con el hombre de mi vida, y no quería, había descubierto que simplemente no lo era. Siguió media hora follandome en varias posturas hasta que cuando se iba a correr postro su verga frente mi cara dejándome verla por primera vez. Era de unos veintidós centímetros gruesa con las venas marcadas y un gran capullo rojo. Me obligo a tragármela pero casi no podía así que me la metió hasta donde pudo. Sentí que su leche venia caliente, y mientras me follaba la boca, la lefa caía por los lados de mi boca, ya que no podía tragarme esa cantidad. Oscar lo culmino besándome en la boca dándome un suave mordisco en el labio superior. Dejándome en el suelo tirado, se levanto llamo a mi casa y dijo que esa noche la pasaría con mis amigos en casa de Carlos. Después llamo a Carlos para que lo cubriese. Esa noche me llego a violar cuatro veces más.

Un año después, en ese pueblo, me mude y se había oído, que un cura violó a un muchacho de su parroquia, pero que ya no podía pagar su crimen ya que había muerto en un accidente de trafico, "alguien" lo había atropellado y se había dado a la fuga.

No respaldo a las mentiras, pero después de lo que me paso, las prefiero, además la venganza sabe dulce sobre todo si lo haces muy lento.