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Un instructor de equitación y una mujer... interesante combinación.
Ese día tenías la intención de pedirle a tu monitor de equitación una clase especial. Siempre te atrajo esa imagen salvaje de una mujer montando a un caballo desnudo, sin montura, solo tu cuerpo y el del animal, casi fundidos en uno, como si de un mítico centauro se tratara.
Así que directamente, y sin darle opción a que se negara, le pediste que la clase de ese día fuera distinta y especial:
- Quiero montar sin silla, quiero que me enseñes a montar a pelo….. ¿se dice así?
- Si…así se dice – contestó tu instructor - pero de todas maneras y como veo que tu decisión es firme, debo advertirte que no es tan fácil y que se requiere de un auténtico control del cuerpo, y de unas piernas bien fuertes para poder mantenerte, ya que en este caso son sobre todo tus piernas las que te mantienen pegado al animal. Además, hoy no has venido vestida de la manera más apropiada.
En efecto, ese día no llevabas tus habituales pantalones de montar, ya que no te había dado tiempo de cambiarte y llevabas una falda amplia y una blusa anudada sobre el vientre, con un generoso escote. Decididamente, no era la ropa más apropiada. De todas maneras, sabías que cuando te propones algo, pocas veces consiguen apartarte de tu objetivo, y hoy no iba a ser uno de esos días.
- ¿No te parecen suficientemente fuertes estas piernas para sujetarme? – le preguntaste mientras subías tu falda hasta casi mostrar tu ropa interior. Enseguida notaste el nerviosismo y la mirada nada profesional que el instructor le echó a tus piernas. No apartaba la mirada de ellas, mientras mantenías tu falda bien subida, al tiempo que entreabrías las piernas para dejarle contemplar tus abductores, realmente fuertes. Te aseguro que cuando aprieto las piernas, me agarro muy bien, y no es fácil escaparse de ellas.
- Sí….parecen suficientemente fuertes – aunque nunca se sabe.
- Comprueba cómo se endurecen – dijiste mientras cogiste su mano y las dejaste cuidadosamente sobre tus muslos, al tiempo que las deslizabas sobre la pierna.
Notaste su turbación, y su excitación. Además, su mirada también había reparado en tu blanca blusa y en lo fina que era, de manera de dejaba traslucir suavemente tus oscuros pezones. El instructor se notaba que se estaba poniendo realmente nervioso, sobre todo por sus continuos carraspeos y su inquieta mirada por todo tu cuerpo. Era un hombre joven, realmente atlético, que mostraba una envidiable forma física, moreno, y tirando a guapo, aunque realmente, se podía decir que tenía unos rasgos bastante normales, por lo que no había duda que su encanto provenía de su bien formado cuerpo.
- Lo que ya sabes que no será cómodo es que no lleves sujetador – te dijo tu instructor.
- ¿Tanto se nota? ¿No podremos dar la clase? La blusa la llevo fuertemente atada y creo que se moverán poco – dijiste al tiempo que balanceabas sensualmente tu cuerpo haciendo que tu cuerpo cobrase movimiento y traspasándolo sensualmente a tu pecho.
- Bueno, comencemos la clase, entonces. Para aprender a montar a pelo, montaremos los dos juntos, para así asegurarme que no sufres ningún resbalón, al menos la primera parte de la clase, hasta que vayamos comprobando cómo te desenvuelves sobre el lomo desnudo del caballo.
- Te aseguro que sobre un cuerpo desnudo sé cómo comportarme, te lo puedo garantizar – respondiste sabiendo que tus palabras iban directamente hacia un delicado terreno.
De un fácil salto, se colocó sobre el lomo del caballo, dándote la mano para que te subieras delante de él. Tu llevabas una falda amplia bastante clara, mientras que la blusa era totalmente blanca y realmente fina, dejando traslucir tu cuerpo, y dejando claramente marcados tus pechos y tus pezones.
Tu instructor llevaba unos pantalones vaqueros ajustados y una camisa tan solo abotonada en la parte central, dejando semiabierto su pecho y también quedándose abierta por su parte inferior, sin meter por el pantalón. Ambos cuerpos se acomodaron al del caballo. Tu instructor llevaba su pecho totalmente pegado a tu espalda y sentías su fuerte cuerpo pegado a ti, lo que unido al movimiento del caballo, al calor, la humedad que la piel del caballo te hacía sentir en las piernas, hicieron que poco a poco, fueras sintiendo esa excitación tan irreprimible, que se iba apoderando de ti. A veces, el movimiento del caballo y de tu cuerpo ajustado a él, hacía sentirte tan excitada por el roce del caballo en tu sexo, que tenias que cerrar los ojos y dejarte llevar, escapándosete algún suspiro de deseo.
De momento, la clase iba bien, y poco a poco, tus manos iban dominando al caballo a través de sus crines, desde donde le transmitías las órdenes al equino. Poco a poco iba obedeciendo, y apretabas tus manos agarrando fuertemente las crines del caballo, mientras tus manos, a su vez, eran fuertemente sujetadas por las del monitor. Eso hacía que te tuviera totalmente abrazada, rodeada y estrechada entre sus brazos.
Ibais caminando por campo abierto, sin ningún tipo de problema, si bien la velocidad todavía no era ni siquiera apreciable, puesto que no habíais pasado del suave paseo y aún no habíais llegado al trote suave, pero por una vez, el caballo no respondió a tus órdenes, ya que se dirigió directamente a una zona de arboleda contraria al sendero que tú querías seguir, de manera que tuvisteis que agacharos para esquivar algunas ramas bajas que casi os hacen caer del caballo, si bien, la camisa del monitor sufrió un leve percance al quedar colgada de una rama, aunque eso sí, sin haber sufrido ninguna herida la piel que la camisa cubría.
Ahora os encaminasteis de nuevo al sendero, sintiendo ahora su pecho desnudo contra tu espalda, al tiempo que tu excitación iba en aumento. Su piel debido al simple esfuerzo de mantenerse erguido sobre el caballo apretando fuertemente las piernas contra el animal, estaba comenzando a sudar, al igual que tu cuerpo, y sobre todo, el estar ambos cuerpos en contacto hacía incrementar aun más la temperatura. Poco a poco ibas sintiendo en tu culo el contacto con su abultada zona genital, notando cómo él también estaba sintiendo esa excitación del momento. Como ibas cogiendo confianza en confianza en la monta a pelo, dirigiste el caballo hacia un pequeño riachuelo que cruzaba ese campo, andando tranquilamente a lo largo de él, hasta que con los pies, el monitor le imprimió un poco más de trote.
- Creo que es la mejor zona para comprobar cómo te agarras si pones al animal al trote, porque de caerte, será menos doloroso el golpe, así que aprieta bien las piernas y sujétate a las crines, que yo te sujetaré también si veo peligrar tu integridad.
El trotar sobre el agua hacía salpicar sobre vuestros cuerpos el agua del riachuelo. Era agradable dada la temperatura de la tarde y la de vuestros cuerpos, aunque con el agua, tu blusa estaba empapándose, haciendo aún más visibles tus pechos, y tu falda, bastante remangada, también se estaba empapando. El trote hacía, además, que tu excitación siguiera aumentando y en un momento en el que estabas demasiado pendiente de lo pegado de vuestros cuerpos y aflojaste un poco las piernas… tu cuerpo osciló de un lado a otro, no pudiendo sujetarte completamente el monitor, pero suavizando el descenso de tu cuerpo, con lo que en lugar de caerte del caballo, acabaste descendiendo suavemente, sin poder ponerte de pie debido a lo irregular del fondo, acabando prácticamente tumbada y sumergida sobre el lecho del riachuelo.
El monitor paró el caballo y descendió rápidamente para preguntarte si te encontrabas bien. Tu imagen era tremendamente sensual. Llevabas toda la ropa tan pegada al cuerpo, que prácticamente se podía decir que no llevabas, de lo pegada que estaba a tu cuerpo, y de lo transparente que el agua la había vuelto. Tenías los pezones totalmente marcados y se notaba lo duros que estaban. Te sujetó fuertemente del suelo y te levantó entre tus brazos mientras tu no hacías otra cosa que mirarlo a los ojos mientras tus brazos lo habían rodeado completamente por el cuello.
- ¿Te encuentras bien? – te preguntó suavemente casi al oído.
- Nunca estuve mejor – gracias por sujetarme tan fuertemente, pero si quieres puedes soltarme en el suelo, creo que puedo caminar.
- Perdón, no pretendía ser atrevido.
- No, no… no lo has sido, has sido encantador, como siempre. Ahora creo que deberíamos volver, ¿no?.... creo que mi clase ha terminado y tendrás alguna otra alumna por enseñar.
- No… hoy ya no tengo mas clases… aunque sí…deberíamos volver.
El trayecto de vuelta fue aun más dulce, porque notabas el fresco agua de tu ropa contrastando con el cálido pecho del monitor, al tiempo que seguías recostada levemente sobre su pecho, mientras avanzabais camino de la cuadra.
Al llegar, el caballo se metió directamente hasta la cuadra, en lugar de esperar como siempre en la zona donde solías desmontar, pues está la plataforma con la altura adecuada para no tener ningún problema. Así que tuvisteis que desmontar dentro de la cuadra. Primero lo hizo él, y te tendió los brazos para sujetarte y bajarte directamente, sin esperar a ningún movimiento por tu parte. Tu, al tiempo de descender, le mirabas fijamente a los ojos, y en ese momento, no sabes muy bien cómo, no logró compensar el peso de tu cuerpo y acabasteis los dos tumbados sobre un montón de paja suelta junto al pesebre donde estaba la paja del caballo.
Caíste sobre él, tenía el pecho desnudo y tu falda acabó totalmente subida, de manera que notabas su abultado paquete entre tus piernas, rozándose con tus bragas y sintiendo ese calor de su sexo contra el tuyo. No pudisteis reprimiros y os besasteis apasionadamente, mientras sus manos arrancaron los botones de tu blusa, al quitar el nudo que sobre tu barriga tenía y tirar fuertemente de ambos lados abriéndola y dejando tus pechos libres, para poder lanzarse a devorarlos sin parar… Su agitada y nerviosa boca iba de uno a otro, extrayendo el placer que en cada uno de tus pechos se escondía. Los lamía, los mordía con los labios, los chupaba… los empapaba de saliva para luego recogerla de nuevo con su lengua haciéndote sentir como nadie había hecho solo concentrándose en tu pecho. Mientras, tu sexo no paraba de frotarse con el abultado paquete, pero no podías esperar más sin liberarlo de la prisión del pantalón, así que fuiste besando su cuello, su pecho, su vientre, hasta que llegaste al borde del pantalón y entonces, antes de abrir su cremallera, mordiste aquel bulto, sintiendo su dureza entre tus dientes, y haciendo de esa mordida la mejor medida de su calibre. Realmente iba a llenarte de gozo, de carne, de calor… era increíble el diámetro que ese bocado había calculado, así que ansiosa por liberarlo y poder sentirla dentro de tu boca, quitaste su cinturón, desabrochaste aquel botón y deslizaste la cremallera, hasta encontrar su bóxer negro, ajustado, marcando con una enorme silueta toda la magnitud de su sexo. Era enorme, grueso, y sobre todo, duro. No recordabas haber sentido antes esa dureza tan extrema en un miembro.
Lo contemplaste cuando su ropa interior lo dejó escapar, y te quedaste casi sin respiración, pero te lanzaste sobre él devorándolo, lamiéndolo, chupándolo, saboreando cada gota de placer que poco a poco iba brotando de semejante miembro.
Estabas tan totalmente entregada que no te habías parado a pensar lo excitante del momento y como nunca antes, te habías dejado llevar de esa manera por un instinto tan salvaje, tan sexual. Querías hacerlo tuyo y que te hiciera suya.
Tu boca lamia lentamente su gorda y colorada cabeza, mientras tus manos lo acariciaban y lo agarraban haciendo en esos movimientos de subida y bajada, una leve torsión sobre la piel que lo recubría en ese movimiento de vaivén sobre su miembro.
Dejabas caer gruesas gotas de tu saliva sobre la punta de su miembro, para luego esparcirla con tus manos, y volver a engullirla en tu boca, sin dejarla reposar ni un solo segundo. Luego fue descendiendo tu lengua por su miembro hasta que encontró la redondez de sus testículos y comenzaste a chuparlos, y a lamerlos, dejando resbalar tu lengua por ellos y metiendo alternativamente cada uno de ellos en tu boca con pequeños movimientos de tu lengua cuando lo sentías llenar tu boca, haciendo que se estremeciera de placer, al tiempo que tus manos no cesaban de proporcionarle ese masaje en su grueso y duro miembro. No parabas de lamer, de acariciar con tus labios, semejante verga, como si no quisieras dejarla escapar de tu boca, aunque sentías que otra parte de tu cuerpo también la reclamaba.
Lo oías gemir de placer, y tú querías sentir ese mismo placer, así que le cogiste de las manos y le ayudaste a incorporarse mientras tú te despojabas de tu blusa abierta y la falda. Tenías tan solo un pequeño tanga que tapaba no por completo tu sexo. De tanta agitación, saltos, movimientos y giros sobre ese pajar, tu tanga se había metido entre tus labios, dejándolos escapar por ambos lados, al tiempo que notabas la humedad que eso le había proporcionado, mezcla del agua anterior, con tus cálidos jugos que no notabas no parabas de segregar.
Estaba tumbado sobre ti y querías sentirlo dentro, pero él tenía pensado antes regalarte una maravillosa sesión de sexo oral, como agradecimiento al tiempo que tú le habías dedicado, así que poco a poco, fue subiendo por tus piernas con su boca, lamiendo esa delicada piel que lo acercaba cada vez más a tu sexo, hambriento de carne, deseoso de ser penetrado y atravesado por él. Poco a poco se acercaba más, y fue hundiendo su boca sobre ese tanga, sentías su lengua a través del tejido de tu tanga en tu sexo, no pudiendo reprimir un grito de placer, al sentir su blanda pero firme caricia sobre tu clítoris. Apartó el tanga y se dedicó a lamer rápida, pero suavemente tu clítoris, al tiempo que poco a poco iba palpando tus labios y separándolos con sus hábiles dedos. No podías suponer que unas manos acostumbradas a cuerdas, monturas, cintas, palas y utensilios de limpieza de los animales, pudieran tener esa delicadeza acariciando un cuerpo de mujer, y siguió pasando su lengua por ese surco que habían dejado tus labios al separarse, hasta conducirlo a la entrada de tu vagina. Pero no se quedó esperando que le dieran permiso para entrar….., no…. su lengua penetró directa pero delicadamente, moviéndola en redondo, sintiendo esa cálida caricia en el primer tramo de tus paredes vaginales, haciendo que tus manos fueran a sujetar esa cabeza para que no cesaran sus movimientos en esa parte, cosa que no hizo. Su lengua se movía vigorosamente, como si tuviera una musculación especial, haciéndose notar dentro de tu vagina de esa manera. No parabas de pedirle que siguiera, que no parara, mientras una de tus manos no paraba de pellizcarte y acariciarte tus pezones, que duros y hermosos, reclamaban su parte de atención y placer, contribuyendo a tu excitación y goce.
Durante no sabes cuanto tiempo estuvo dándote placer con su boca, al tiempo que sus manos no paraban de tocar y apretar fuertemente tu culo contra su boca, para así poder hacer más presión contra tu sexo, y su lengua penetraba cada vez, un poquito mas en tu vagina, si bien se ayudaba alguna vez de algún dedo que penetraba suavemente acompañando alguna blanda caricia sobre tu clítoris. Desde luego, era toda una experiencia sentir esa experta boca sobre tu sexo. Alternaba pequeños chupetones sobre tu clítoris, con una amplia boca que acababa abarcando todo tu sexo, desde tu clítoris hasta mucho más de la entrada de la vagina, notabas su boca casi en la entrada de tu ano, rozándola también con sus labios, lamiendo de arriba abajo toda esa porción de piel, de tu cuerpo, incrementando el placer a cada lametón.
Ya no podías mas, así que tuviste que pedírselo porque él parecía querer demorar aquel momento mucho más tiempo de lo que tu cuerpo estaba dispuesta a hacerlo, así que te sorprendió cuando escuchaste salir de tu boca:
- Fóllame ya, que no puedo esperar más para sentir tu polla dentro de mí, fóllame con fuerza, como si te fuera la vida en ello, destrózame con tu miembro.
Entonces, sin saber bien cómo, te sentiste volar en el aire, sujeta por sus fuertes brazos, mientras él se sentaba en esa silla que encajada perfectamente sobre el bajo muro donde suele descansar, debías haber usado en tu clase sobre el animal que montasteis, pero que ahora iba a ser ocupada para otra tarea mucho más placentera. Él estaba sentado sobre la montura, mientras que tú te dejaste caer sobre su cuerpo, sintiendo su dura verga entre tus piernas, y las abriste totalmente mientras colocabas su vigoroso miembro en tu sexo, primero acariciando con él tu clítoris, moviéndolo a lo largo de tus labios hasta colocarlo en la entrada de tu vagina para, con los pies levemente apoyados sobre el suelo, subir lo justo para dejarte caer sobre él, sintiendo cómo te inundaba de ese placer y calor que tu cuerpo llevaba tanto rato demandando, y dejando escapar un grito ahogado con un gemido, que evidenciaba todo el estallido de placer que estabas sintiendo. Ese trayecto, desde que tu cuerpo sintió cómo se abría para él, hasta que definitivamente dejó de avanzar, pareció durar milésimas de segundos, y al mismo tiempo, ser eterno, porque perdiste la noción de tu propio cuerpo al sentirte tan llena y tan inundada de esa carne que te había llegado hasta lo más profundo de tus entrañas. No podías creer que tanto placer fuera físico. Estabas como mareada, en una estado mental que no te permitía más que querer sentir esa sensación otra vez, así que esta vez, no fueron tus pies, sino tus manos las que se agarraron a una gran arandela de hierro que colgaba de una cadena del techo, para que tu cuerpo se izara y así su miembro pudiera ir recobrando la efímera libertad que tú estabas dispuesta a quitarle, encerrándolo de nuevo en la divina cárcel de tu cuerpo, así que cuando apenas hubo salido de él, te dejaste caer, esta vez mas violentamente sobre su miembro, penetrándote igual de llena que antes, pero mucho más intensamente, repitiendo esos movimientos al tiempo que él apretaba fuertemente su manos sobre tu culo, acariciándolo y manoseándolo, a veces suavemente, y otras más vigorosamente, mezclando sensualidad y brutalidad, de una manera tan sutil que no sabías que parte preferías, pero ambas las disfrutabas por igual.
Definitivamente, te lanzaste en busca del orgasmo, así que los movimientos ya dejaron de ser tan planificados como estaban siendo en esa danza de elevación y abandono sobre la dura polla de tu instructor, para empezar un movimiento de tu pelvis contra el cuerpo de tu amante monitor, que se había colocado un poco más incorporado, de manera que ese movimiento tuyo, hacía que su penetración fuera casi igual de profunda que antes, pero más continuada, acercándote cada vez más a ese momento sublime del éxtasis, ayudado por sus fuertes brazos, ya que en el movimiento de acercamiento de tu cuerpo contra el suyo, penetrándote completamente, él empujaba tu culo para incrementar la embestida, haciendo además ese roce tan delicioso contra tu clítoris al tener tu las piernas totalmente abiertas y estar rodeando con tus brazos el cuello del monitor. Ya no estabas lejos del orgasmo, y a pesar de estar al alcance de tu mano, no querías tocarlo aun, no querías renunciar a dejar de sentir con la intensidad que estabas sintiendo. Sin duda alguna, estaba siendo el mejor polvo de tu vida, incluso encontrabas romanticismo en cada escena, en cada momento, en cada rincón de aquella cuadra. Decididamente, no pudiste reprimirte más, sobre todo porque notabas cómo él estaba a punto de correrse, lo notabas en sus movimientos, acelerando el ritmo de sus brazos para acrecentar el ritmo de tus embestidas sobre su sexo, así que te abandonaste para poder gozarlo juntos, y sin darte cuenta, estabas gritando sin poder reprimirlo al tiempo que brotaban lágrimas de tus ojos:
- Yaaaaaaaaaaa………. aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa………… sssssssiiiiiiii……….
No podías parar de emitir esos sonidos, cuando sin darte cuenta de lo que pasaba, te cogió entre sus brazos colocándote sobre la silla como colocan a los muertos sobre la montura en las películas del oeste, con la diferencia de que tú estabas aún muy viva, y antes de poder decir nada, estaba empujando con su verga sobre tu empapado coño, haciéndose instantáneamente hueco en tu húmeda y colorada vagina, empezando un movimiento tan rápido que no podías dar crédito, y haciendo que tu orgasmo se alargara increíblemente haciéndote gritar de nuevo, sin poder parar, estallando entonces él en un orgasmo que te hizo sentir con los chorros de calor que tu coño estaba recibiendo en lo más profundo de ti.