Amara, los orígenes de una puta
Conoce a Amara, un pasado brutal donde se descubre porqué es tan guarra y puta....
Amara sabía que lo iba a hacer muy bien, al fin y al cabo la habían entrenado durante años, para ser la mejor zorra.
Acababa de cruzar las luces de neón de aquel club, aunque no era un club cualquiera, pues allí iba lo más selecto de su ciudad y ella tenía que ser el centro de atención de las personas que allí acudieran, sin importar el sexo que tuvieran, eso sí, ella tenía que estar dispuesta y abierta a todas las peticiones que allí la hicieran.
Tenía que ser una mezcla entre dama y puta, algo que ella sabía que iba a manejar a la perfección. Ya se había encargado bien su padre de enseñarla.
Su madre había fallecido siendo muy pequeña y apenas la recordaba, se había criado con su padrastro, que no era exactamente la persona que la convenía. Su verdadero padre jamás lo conoció pues el no quiso hacerse cargo de ella en el embarazo de su madre.
Dos años después su madre se casó, y al poco de hacerlo una grave enfermedad la arrebató la vida y así aquella niña quedó a manos de aquel hombre. La muerte de la madre, le dejó sumido en una gran depresión y acabó siendo borracho y ludópata. Él fue la primera persona que abusó de ella.
Ella empezó a florecer y ya con apenas catorce años, su paso de niña a mujer se hacía cada día más evidente. Su padrastro, en la partida que celebraba en su casa los miércoles, se la ofrecía a sus amigos, cuan trofeo en aquellas noche de borracheras y póker.
Sus pechos emergían como un pequeño volcán bajo los pliegues de su camisa, su cara de niña, con aquellos grandes ojos color canela y miel, se mezclaba con las miradas babosas y las manos de aquellos hombres, ansiosos de tocar aquel cuerpo de niña transformándose en una hembra deseada por todos.
Anhelaban tocar aquellos pechos que recién despertaban a la vida, aquel sexo virginal, casi desnudo de vello. Su padrastro la colocaba en el centro de la mesa, era el primero en tocarla, en desabrochar su camisa, mostrar sus pechos, besar y pellizcar aquellos incipientes pezones. Levantaba su falda y aquellas braguitas de algodón de encaje se ensuciaban y mojaban con las caricias de aquellos hombres.
El que ganaba la partida se llevaba el premio de ser el primero en sobetear y abusar de Amara, la solían tumbar en la mesa y empezaban a besar sus labios, que previamente su padrastro había pintado de rojo. A ellos les excitaba mucho verla así y disfrutaban del espectáculo.
Cuando el primero había concluido, los demás metían sus sucios miembros uno tras otro. Aquellos alientos apestosos de alcohol, se proyectaban sobre ella.
Las primeras veces decía: Papá, no les dejes tocarme..
A lo que él se acercaba acariciando su mejilla, diciéndola que tenía que ser buena, que tenía que portarse bien con sus amigos o la pegaría con el cinturón. Y ella por miedo al principio y por costumbre después, se entregaba a un juego sucio de sexo y alcohol.
Había aprendido bien a dar lo mejor de ella a los hombres. Su boca, era fuente inagotable de placer y por eso su amiga la había llevado hasta ese lugar.
Lujo, mucho lujo para empezar a vivir bien.
Cruzó el umbral de la puerta despacio y con soltura, ella era simplemente bella, una belleza salvaje que se desbordaba por cada poro de su piel.
Apenas tenía diecinueve años recién cumplidos, su larga melena morena resbalaba graciosamente entre sus senos, que se dibujaban bajo un vestido rojo ajustado que resaltaba su esbelta figura. Con sus zapatos de aguja a juego, iba caminando despacio, dejándose ver. Era alta, con unos labios carnosos que hacía casi imposible no quererlos probar.
Ella sabía que iba a ser especial. No iba a ser fácil entre tantas otras chicas que allí se reunían, pero sabía que podría llegar y conquistar con su mirada intensa azulada que reflejaba el cielo en todo su esplendor.
Su amiga la llevó una copa y en seguida las miradas se centraron en ella. Era tan espectacular como deseada, sintió como algunos hombres ya la desnudaban.
Ella era pura sensualidad convertida en mujer. A pesar de todo lo sufrido, de todo lo vivido, ahora era más bella y más segura de sí misma y de lo que quería. Por supuesto que quería seguir estudiando y eso la forzaba a trabajar, pero por fin su suerte había cambiado y ese local era el puente hacia una vida de lujo y de tranquilidad.
Acercó la copa a sus labios, y mientras saboreaba aquel exquisito champagne, empezó a recordar cómo había empezado todo.
Nunca pensó en que acabaría en aquel lugar.
Pero allí estaba, decidida, llena de fuerza interior y a demostrar hasta donde podía llegar como puta, al fin y al cabo había aprendido rápido. Sus lecciones de vida fueron tan desgarradoras como lectivas y aunque fuera en ese mundo de la prostitución, ella estaba dispuesta a ser la mejor.
Aún recordaba la noche en la que conoció a Mark. Fue un disparo a sus ojos y una dosis de adrenalina para su cuerpo. Amara, que acababa de cumplir sus diecisiete años se enamoró de aquel hombre que la miraba con dulzura y que la regalaba falsas promesas solo por conseguir aquel precioso y joven trofeo.
Una noche ella le entrego su cuerpo y su alma. Él solo gozaba mirándola desde lo alto mientras ella, desnuda y de rodillas, acariciaba con su lengua su pene erecto y deseoso de inundar su boca con fuerza.
Amara sentía su placer, y recorría con sus labios, con su lengua, aquel pene tan erecto, tan duro, tan grande que casi la dejaba sin aliento. La embestía con fuerza, con un deseo insaciable de poseer aquella niña que se creía una mujer.
Sintió cada vez mas como sucumbía a su boca y Mark acabó descargando salvajemente su blanca leche, derramándola sobre su boca, su garganta se inundó de aquel esperma que también se iba resbalando por la comisura de sus labios. Ella lo deleitó con un inmenso placer.
Aquella escena mojó sus bragas. Amara deseaba que la penetrase, pero sin decir nada y sin apenas cuenta Mark, se abrochó el pantalón, se dio media vuelta y ya no le volvió a ver.
Se sintió sucia, lloró de rabia desnuda tirada en el suelo de aquella habitación de hotel donde iban a pasar su primera noche. Tardó horas en poder vestirse y marcharse de allí.
Después de pasarlo mal unos días, su mirada cambió, se volvió más fría que cuando su padrastro jugaba con ella.
Por un momento sus pensamientos casi la hacen perderse y marcharse corriendo de aquel lugar de prostitución.
Eran tantos los hombres que la habían usado, que decidió quedarse. Volvió a acercar la copa en sus labios y dibujó una sonrisa.
Amara sabía que era una gran puta y aquella noche, sería la primera de muchas noches, su leyenda acababa de comenzar.