Amar en Madrid

El chico que siempre estuve esperando apareció en mi vida...

Amigo lector:

Antes de que comiences a leer este relato, me gustaría advertirte un par de cosas.

En primer lugar, no soy escritor. Si en algún momento mi prosa o estilo narrativo (o cómo diablos se diga) ofende a tus ojos, te pido disculpas.

En segundo lugar, este relato no es el típico relato cachondo con sexo explícito. Me he concentrado más en la parte  emocional que en la parte sexual. Si buscas un relato pornográfico y muy explícito, no sé si éste sea el que estás buscando.

Dicho ésto, procedo a contarles mi historia.

Supongamos que mi nombre es Javier (ese no es mi verdadero nombre). Tengo 25 años y se podría decir que soy un chico muy normal. Vengo de una familia muy conservadora, soy buen estudiante, no tengo problemas con nadie y  poseo muchos y buenos amigos (todo esto sí es verdadero). Soy alto (1.90 metros), de pelo castaño, de contextura normal (con la malvada panza de tomar cerveza) y dientes bonitos (jeje mi gran orgullo). Visto casual y no me afeito el cuerpo. De hecho, no me gustan los chicos que se depilan el cuerpo…me resulta antinatural

En fin, un chico común y corriente excepto por  un “pequeño” detalle: soy gay. Como muchos otros chicos en mi situación, no puedo admitir mi condición abiertamente. Mi familia jamás lo entendería, y mis mejores amigos no están listos para asimilar que a Javi (yo), el estudiante ejemplar, le gustan los chicos. Absolutamente nadie sabía de mis preferencias sexuales.

En fin, toda una putada. A veces cuando me iba a dormir, sentía una soledad desgarradora. Sentía que a pesar de estar rodeado de gente que me quería, estaba más solo e incomprendido que nunca.  Muchas veces me acostaba y mi almohada se convertía en la única testigo de mis lágrimas…Lágrimas de rabia, de impotencia, de tristeza

Tantas veces imaginé conocer a un chico especial que estuviera en mi misma situación y que me rescatara de esa soledad que cada día se volvía más insoportable. Lo que no sabía, es que ese chico pronto entraría en mi vida.

Me encontraba en Madrid realizando unos estudios de postgrado. Como vengo de una ciudad pequeña, me llamó la atención lo liberales que eran los madrileños en cuanto a la gente gay. Los chicos pueden ir tomados de la mano por la calle sin que nadie les diga nada (en la mayoría de los casos al menos). En fin, sentí que en esta gran ciudad podía estar más relajado y andar más a mis aires sin estar tan pendiente de lo que la gente pudiera llegar a pensar.

Una noche salí con unos amigos a tomar unas copas por el centro. Por supuesto que estos amigos no estaban al tanto de mi inclinación sexual. Yo empecé a beber desmesuradamente, y a eso de las 3 de la mañana, mis amigos dijeron que era tarde y estaban cansados. Decidimos irnos a dormir cada uno a su casa. Cuando nos despedimos, yo estaba demasiado mareado y ebrio como para irme a dormir. Una vez que mis amigos se fueron, decidí irme de fiesta yo solo.

Mi mente inmediatamente pensó en Chueca, el barrio gay de Madrid. En ese momento no me importaba, puesto que estaba solo y no había nadie allí que pudiera verme. Caminé hasta Chueca y entré en la primer discoteca que vi. Honestamente, en ese momento estaba tan caliente que pensé que me iba a tirar al primer chico que se me cruzara por delante.

Entré al bar y seguí bebiendo. Me puse muy borracho…Lo curioso es que no pasó nada. Un par de chicos se me acercaron, pero en el momento en que la cosa pasaba a más, yo me daba vuelta y me iba. Aparentemente, no estaba tan cachondo (o no era tan valiente) como yo pensaba.

Alrededor de las 6, cortaron la música y todos nos tuvimos que ir. Todavía faltaban unos minutos para que abriera el Metro, así que decidí esperar en una plaza. Estaba sentado solo en un banco, muy mareado y odiándome a mí mismo por ser tan patético y cobarde. De repente aparece otro chico y se sienta al lado mío.

Yo lo miré. El me miró. Los dos sonreímos tímidamente. Él debió haber visto algo en mi expresión, ya que me preguntó:

  • Mala noche, no?

  • Uff, ni que lo digas…la peor – dije yo.

  • Vienes seguido por aquí?

  • La verdad que no…tú?

  • Tampoco….es que mis amigos no saben que soy gay. Cómo te llamas?

  • Javi, y tú?

  • Joaquín.

(“Joaquín”, un nombre que recodaré el resto de mis días).

En este momento, el chico ocupó absolutamente toda mi atención. Lo miré mejor. Era obvio que estaba pasado de copas, como yo. Cuando se sentó a mi lado, no le presté mucha atención, pero ahora que lo miraba con más detalle me di cuenta que tenía unos ojos café increíbles.

Ante su comentario sobre su homosexualidad oculta, yo no supe muy bien qué decir. Seguimos hablando de trivialidades hasta que me preguntó si yo conocía algún “after hour”. Le dije que no, y me propuso buscar alguno. Algo en mi interior me dijo que no podía dejar pasar tal oportunidad, así que sin pensarlo dos veces le dije que sí.

Comenzamos a caminar, hablando cosas sin importancia, hasta que nos dimos cuenta que no había bares abiertos alrededor. Mientras caminábamos, los dos nos tambaleábamos a causa del alcohol. En un  momento, él casi pierde el equilibrio y yo lo tuve que sostener. Ese segundo que mi mano rozó su brazo para sostenerlo, bastó para que el corazón se me subiera a la boca.

En ese momento, los dos sentíamos atracción mutua y sabíamos lo que iba a pasar. Sin previo aviso, me agarró el brazo, me metió en un portal y me partió la boca de un beso. Fue un beso apasionado, desesperado, animal, húmedo…las lenguas arremetían frenéticamente. En ese momento, tal vez por el alcohol, no me percaté totalmente de lo que estaba haciendo, pero me entregué totalmente a ese beso pasional. Lo abrazaba, él me abrazaba, nuestros cuerpos se juntaron y con mi lengua pude recorrer cada rincón de su boca.

No sé exactamente cuánto duró el beso, pero en algún momento, pasó un coche por nuestro lado y los dos frenamos instantáneamente. Seguimos caminando hasta Gran Vía. Sabíamos que era tarde y debíamos despedirnos.

Cuando tuvimos que decir adiós, me pidió de la forma más amable que se puedan imaginar, si podía darle mi móvil. El cuerpo me temblaba entero, pero no dudé un solo segundo en darle mi número de teléfono. Él me dio el suyo, y debido a los nervios, al alcohol y a toda la gente que pasaba a nuestro lado, nos dijimos adiós tímidamente.

Al día siguiente, me desperté tardísimo. Me dolía la cabeza y mi estómago rugía y se quejaba del ajetreo que le había dado la noche anterior. A pesar de la resaca, recordaba perfectamente lo que había sucedido después de la disco, y mi cuerpo entero se estremecía cuando pensaba en Joaquín y ese beso épico que nos habíamos dado. “No va a llamar, estaba borracho”, pensaba yo, aunque cada fibra de mi ser deseaba que lo hiciera. No soy de los que se enamoran rápidamente, pero hubo algo en Joaquín que fue único…una conexión que ni siquiera trataré de explicar porque no puedo…simplemente sabía que tenía que volver a verlo.

A eso de las 6 de la tarde, mi móvil sonó. El corazón me dio un brinco gigantesco cuando vi que era Joaquín.

  • Hola? – dije yo tímidamente.

  • Hola Javi, soy Joaquín…te acuerdas de mí?

  • Claro que te recuerdo!

Su voz también denotaba nervios, y pareciera que había estado meditando mucho antes de llamarme. Seguimos hablando y me dijo si tenía ganas de ir al cine. Inmediatamente respondí que sí. No podía creer que en apenas unas horas iba a reencontrarme con este chico misterioso que había despertado en mi una curiosidad y unos deseos de conocerle mejor inmensos.

Nos encontramos en un lugar céntrico. Yo llegué tarde, y empecé a recorrer nervioso con la vista a toda la gente que pasaba. De repente, lo vi. Estaba sentado en las escaleras de un edificio. Me acuerdo que cuando lo vi en ese momento, mi corazón se llenó de una alegría y una expectación que no puedo describir con palabras. Tenía ganas de ir corriendo hasta él y darle un abrazo.

Nuevamente, nos saludamos tímidamente. Era la primera cita gay para ambos. Cuando vi sus nervios, la manera en que se sonrojó y tartamudeaba, pensé que era el niño más bello que Dios había hecho. Me lo quería comer.

En este momento, he decido acortar la historia para no hacerla tan larga. Sólo queda decir que el cine estuvo genial, aunque ni siquiera presté atención a la película. Sólo pensaba en el chico tenía al lado mío…en ese momento existí sólo para él.

Luego del cine, fuimos a tomar unas copas. El se mostraba interesado por mí. Me preguntaba todo sobre mi vida, todos los pequeños detalles…y yo igual. Resultó que no sólo teníamos una conexión física, sino que además emocional. Fue increíble.

Después de darle muchas vueltas, se las ingenió para decirme que su compañera de piso estaba fuera, así que teníamos el piso para nosotros solos…El pobre estaba nervioso, y no sabía cómo pedirme que fuera a pasar la noche con él. Por primera vez en mi vida me armé de valor, y decidí irme con Joaquín, pensando que tal vez, esa noche no me iría a la cama solo y miserable.

Primero pasamos por mi piso, para que pudiera recoger algunas cosas mías (cepillo de dientes, preservativos jeje...etc), y nos fuimos.

Me ahorraré los detalles, y directamente les diré que de alguna manera terminamos en su habitación abrazados escuchando música. La canción que sonaba en la radio era “Me gustaría” de Mistercometa. Jamás me gustó esa canción, pero ahora no puedo dejar de escucharla y evocar recuerdos.

Tras el abrazo más dulce y reconfortante del mundo, empezamos a besarnos. A comparación de la noche anterior, este beso fue más romántico. Empezamos sólo a besarnos los labios lentamente, para luego jugar con las lenguas lentamente. Terminamos en un beso salvaje comiéndonos la boca mutuamente. En ese momento no aguantaba más, y me fui a por todas.

Me senté en su cama, de manera que mi boca estaba a la altura de su ombligo. Empecé a besarlo todo. Lentamente le desabroché el pantalón y se lo bajé hasta las rodillas. Empecé a besarle la polla por arriba de los calzoncillos. Estaba durísima. Instintivamente, le bajé los calzoncillos y sin pensarlo dos veces me metí todo el miembro en la boca. El sabor, el olor, la situación, la música, su mano en mi cabeza guiándome…todo en conjunto hizo que casi me desmayara de placer.

Luego él me devolvió el favor. Me tumbó en la cama, me desvistió lentamente y empezó a chupármela. Lo único que podía hacer en ese momento era agradecerle a Dios por estar vivo y disfrutar de semejante placer.

Después vino el momento más increíble. Los dos totalmente desnudos y acostados, nos enrollamos en un abrazo interminable. Nos besábamos, mientras nuestras manos recorrían mutuamente  cada rincón nuestros cuerpos…cuerpos calientes, que sudaban y temblaban por los nervios de la primera vez.

Lamento defraudarlos pero no hubo penetración. Los dos sabíamos que ya habría tiempo para experimentar en la cama, pues ambos sabíamos que estábamos empezando algo que iba a durar un buen tiempo.

En un momento, Joaquín me dijo que se corría, y volví a chupar. Se corrió en mi boca y me tragué absolutamente todo. En la radio sonaba “Bleeding love” de Leona Lewis. Otra canción que aborrecía , y que ahora amo.

Después de limpiarnos nos volvimos a abrazar, esta vez en paz y sin nervios. Nos quedamos abrazados hasta que nos dormimos. Por primera vez en mi vida, dormí sin sueños incómodos.

Al día siguiente, cuando desperté, Joaquín ya estaba en la cocina preparando el desayuno. Siempre que amanecí a en la casa de una chica después de haber tenido sexo con ella, me sentía horriblemente incómodo y con urgencia de salir corriendo. Esta vez era distinto

Me duché, lavé los dientes, etc; y fui a su encuentro. Él estaba sin camiseta y preparando tostadas. Esa imagen de él hace que me tiemble todo el cuerpo. En ese momento me di cuenta que Joaquín sería alguien a quien podía llegar a querer de verdad. Ese pensamiento era hermoso y doloroso a la vez. Ahí fue cuando entendí esa frase que alguien dijo: “Te quiero tanto que duele”.

Desayunamos, hablamos, nos miramos. Lamentablemente llegó el momento de despedirnos. Nos dimos un abrazo y un beso muy largo, que sin embargo pareció durar dos segundos. Quedamos en que nos veríamos más tarde ese mismo día, ya que ninguno de los dos podría aguantar sin vernos en unas cuantas horas.  (Aquellos que realmente han conectado con alguien, saben bien a lo que me refiero).

Salí de su piso y comencé a caminar. Caminé por calles de Madrid en las que había caminado muchas veces y sin embargo, todos los detalles me parecían increíbles y hermosos: los árboles, la gente, los olores, el cielo…todo. Sentí una paz y felicidad interior que jamás imaginé que podría sentir. No tenía la necesidad de gritar a los cuatro vientos lo que acaba de pasar, puesto que era nuestro secreto….el secreto mío y de Joaquín. Habíamos comenzado una historia que pertenecía solamente a nosotros dos y a nadie más. A la mierda la gente que nos rodeaba, y al diablo con lo que pensaran nuestras familias. Teníamos un secreto precioso que era asunto de nosotros dos….Y DE NADIE MÁS.

En ese momento, mientras caminaba, me di cuenta de que Madrid jamás había estado tan bella.