AMAR EN EL INVIERNO DE LA VIDA. Capítulo 2º
Él tenía setenta y un años, ella, cincuenta y cinco... Se conocieron de pura casualidad... Y se enamoraron...
CAPÍTULO 2º
De nuevo fue pasando el tiempo, los días y las semanas, y la relación de ellos retornó a las verdes praderas del entendimiento entre ellos… Cierto que los “pichoncito” y los “pichurrín” no regresaron, pero sí retornó el “mi corazón” que ella le dedicaba a él cada día… Sí; cada día cuando se despedían; y los “muack” de ella, y los “Muuuaaaaaccccckkkk” de él, a renglón seguido… Y las buenas noches de él, cuando a la noche cerraban, con esas imágenes con mensajes cargados de amor, de cariño, con corazoncitos y tal… Y los corazoncitos de los “emoticones” del Facebook… Y, un día, a ella se le ocurrió llamarle “Mi Romeo”, y él la respondió diciéndola “Mi Julieta”… Y los nombres de los famosos amantes, se hicieron habituales en sus conversaciones del chat… Él, de todas formas, le remachaba la gran diferencia de edad que entre ellos dos existía, dieciséis años, a lo que ella le contestaba que también su padre había sido bastante mayor que su madre… ¡Dieciocho años mayor, nada menos!
Incluso, en una ocasión, ella se puso un tanto “picante” con él… En cierto sentido, que conste. Fue una noche en que ella le preguntó si su “parienta” no aparecía, alguna que otra vez, por la habitación donde él dormía en busca de algún “cariñito” que otro, a lo que él respondió
- ¡Ni por soñación!... ¡Anda y que no se quedó más ancha que larga cuando yo hice las de “Villadiego” ( irse, marcharse de un sitio ) de nuestro conyuga dormitorio!... Más pancha se quedó que todas las cosas
Y no se sabe muy bien cómo salió a relucir lo del “canario” de él, constatando ella, que er “probe pajarico” años hacía que pasó a mejor vida… Vamos, que, a esas alturas, muerto y enterrado “er probecico” suyo de él… ¡Qué se le va a hacer!… Ya lo decían los romanos, que eran esos señores tan sesudos que sus parrafadas aparecen en las actuales, aunque no lo demande el guión(1) “Sic transit gloria mundi” que, traducido al “cristiano” viene a ser: “Así pasa la mundana gloria”
Por finales, él no sabía ya a qué carta quedarse; ella parecía, de día en día, animarle a que la siguiera queriendo, amando, pero él cada día las tenía menos consigo. Le había dicho que le calculaba entre los cincuenta y ocho y los sesenta, quedándose en verdad, corto, respecto a los años que él, realmente, creía que tenía ella, sesenta y dos, mínimos, cuando no sesenta y cuatro, por aquello de que ella se casara con 22-24 años, edad más normal que los 18-20 que le confesó; y eso, una diferencia en años, de entre siete y nueve años, podía asumirla, pero dieciséis… Así que un día, una noche, tras cortar con ella, le envió un mensaje a su correo electrónico ha en estos términos:
“Mi amor. Que te amo, que me tienes loquito, bien lo sabes; así, tuve esperanzas, ilusiones, de que tú y yo, algún día, fuéramos bastante más que amigos… Ilusiones de tenerte como mujer…mi mujer… De tener, ser mío, ese cuerpo tuyo que nunca he visto, nunca he podido admirar, pero que sé no hay en el mundo, ni ha habido, ni habrá, exquisitez, delicia, semejante…
Pero eso fue sólo hasta que supe la edad que en verdad tienes, pus desde entonces me digo: Dentro de unos años diez, doce, tú tendrás 65-67 años, bien llevados, que activa eres, andas, te mueves… Yo, más de 80… Y mal llevados, que no hay manera de que deje el “fumete”… ¿Qué pasaría entonces? Que tú, joven aún en muchos aspectos, a tirar del carro de un viejo decrépito, que ya no podrá ni con su alma… No, cariño; eso no puedo permitirlo… Te quiero demasiado para consentir tal cosa…
Así que, pienso, mejor olvidarnos de tales quimeras, lo mismo tú que yo; tomemos lo que tenemos, esta relación tan bonita que nos une. Y si tú encuentras otro hombre que te pueda dar todo el cariño que yo te tengo, no seas tonta… Déjame a mí y no le dejes escapar…
Pasaron tres, cuatro días sin noticias de ella; entraba en su muro del “Face”, pegando esos textos, esas fotos, esas citas ajenas, tan hondas, tan delicadas, tan sensibles, tan d la hondura, delicadeza y sensibilidad de ella misma, pero sin asomar la nariz por el “chat”, al menos, en lo que a él tocaba. Hasta que al cuarto, quinto día, le envió un mensaje al “chat”: “Te he enviado algo a tu correo. Ábrelo y ya me dirás qué te parece
Y a él le faltó tiempo para entrar en su correo electrónico; se topó, en principio, con un mensaje que decía: “A ver si te gusta esto”… Y, al momento, una foto: Ella, en biquini, andando por la playa, bordeando el mar… Apenas acababa de admirar esa foto, cuando le llegó un nuevo correo: Otra foto, ésta en el cuarto de baño; evidentemente se la había tomado sentada en el inodoro, pues el objetivo se centraba en los femeninos pies, apoyados en el borde del bidet… Unos pies de mujer perfectos, preciosos, cuidadísimos, realzada su belleza por esmeradísima manicura, y una leyenda: “¿Son suficientemente bellos para ti?... Y es que, meses antes, ella le dijo que le gustaban los hombres con pies bonitos y bien cuidados, a lo que él respondió que adoraba los pies de mujer bonitos… Que, para él, esos pies eran casi un fetiche…
Pero ya la monda fueron las fotos que, cadenciosa, lentamente, empezaron a llegarle… Sólo le hubiera faltado el fondo musical de una de esas bandas de striptease… Tales fotos estaban, todas, tomadas en el cuarto de baño, y por temporizador automático: La primera, era su integral desnudo, la segunda, un primer plano de sus senos… ¡Y qué primer plano!... A todo detalle, sosteniéndoselos un tanto… Pero es que la tercera tenía “tela”… Pero “tela” en cantidad… Otro primer plano. ¡Y qué primer plano, también!... Pero de lo más femenino de su femenino ser de mujer… Su más femenina intimidad, abierta por sus dedos de par en par… Y como corolario, un mensaje
“¿Te gusta lo que te envío?... A lo mejor, hasta piensas que soy un poco pendón, por esas fotos…la última, sobre todo… Pero te equivocarías; no soy pendona… Simplemente, te quiero… Te amo; sí, te amo…como tú me amas a mí… Y, lo único que he hecho, ha sido mostrarte lo que es tuyo. Tuyo, amor, tuyo… Todo tuyo, porque yo te lo doy…te lo ofrendo. Porque quiero, deseo, amarte y que me ames… Que disfrutes de mí y yo de ti… Y no tengas miedo… “No tengas miedo a mi juventud”… A mi “juventud” de 55 años, ja, ja, ja… Todo lo arreglaremos, cariño; lo arreglaremos entre los dos… Amor, yo no sé lo que es ser amada por un hombre, ni tú lo que es el amor de una mujer, porque lo que hemos tenido tanto tú como yo… Y tenemos derecho, amor; tenemos derecho a amarnos… A ser dichosos… A hacernos felices, tú a mí, yo a ti… Y no te preocupes de nada más… A lo que dices que algún día tendré que cuidarte, te digo que cuidaremos el uno del otro… Yo de ti, tú de mí… Y juntos, saldremos adelante
Apenas acababa de leer la notita, cuando ella le saltó al chat del Facebook
- ¿Has visto las fotos…has leído lo que te he escrito?
- ¡Estás loca!... ¿Cómo se te ocurre enviarme eso?
- Ja, ja, ja… Para encelarte… Para que veas lo que guardo para ti… ¿O crees que soy un pendón desorejado?
- Sólo creo que estás “chalupa” ( loco/loca ) perdida… Pero, ¿hablas en serio?... ¿Y tu pareja? ¿Qué pasa con él?... Decías que si, por mi culpa, le pasaba algo grave, me odiarías…
- Pues que a él no le amo…pero a ti sí… Tendrá que aguantarse… Comprenderlo… Pero tú y yo nos queremos…nos amamos… Ya te lo decía… Tenemos derecho a ser dichosos… A que también el sol salga para nosotros… Si me faltaba algo para decidirme a quererte, fueron esas palabritas tan bonitas que me escribiste… Tan llenas de cariño… Rezumando tanto…tantísimo amor…
- Pero amor… ¡Es una locura, de todas formas!... Cariño… ¿Es que ya no te acuerdas de lo del “canario”, como tú dices?…
Lo del “canario” se refería a su masculinidad, que de años ha, lo ocho o diez, no se ponía en razones ni equivocándose… Secuelas de una diabetes que, ¡vaya por Dios!, en nada más le afectaba… Sólo en dejarle, funcionalmente, un poco bastante “caponcete”, pues en nada más le había afectado…
- Me acuerdo de todo… De lo del “canario” también… Te lo decía antes, con las fotos… “Todo lo arreglaremos”… Sí, cariño: Lo arreglaremos todo…entre los dos, amándonos, queriéndonos, lo solucionaremos todo… Podremos disfrutar de nuestro amor… Hacernos felices, dichosos… Tú a mí, yo a ti… O es que no tenemos manos… No tenemos boca…lengua, labios, con que darnos amor… Con lo que amarnos…darnos placer…hacernos dichosos… Tú a mí, yo a ti… Cariño, cariño, amor mío, vida mía… Lo importante es eso, amarnos, querernos... Y lo demás, vendrá por añadidura… Haremos que el “canario” “cante”, alegre…contento…
Y a él ya no le quedaron razones para oponerse a toda esa dicha que ella le ofrecía, pero solicitando de ella cuatro meses de gracia para solventar sus asuntos en Madrid, comenzando por su separación marital, y ella le concedió ciento veinte días… ¡Y ni uno más!, que al ciento veintiuno le esperaba, sin falta, en el aeropuerto de Málaga… Aunque fuera en “gayumbos”, ( calzoncillos ) si a tal estado lo redujera la “parienta”, pues las “parientas” son la repera en “abecicleto” en lo tocante al bolsillo cuando su “pariente” le suelta aquello de “Abur nena; y que te vaya de “cajón” de mico”
En la mañana del mismísimo día siguiente, ella volvió a escribirle al “chat”
- Amor; he pasado la noche en una pensión, pues ayer me largué de casa con mis cosas… No podía seguir con él, después de comprometerme contigo, así que se lo planté, recogí mis cosas y me largué de casa… Pobrecillo; hasta se me echó a llorar cuando se lo dije… Llamé a una hermana suya, de Zaragoza, como él… ¡Ja, ja, ja!... ¡Solterona y jubilada ya! Hoy vendrá a buscarlo para llevárselo a allá, a Zaragoza… Me parece que, en su decisión de acogerle, pesó bastante el hecho de que él tenga, aquí, dos pisos… ¡Y libres de cargas, que los pagó al “taca-taca”! ( al contado ) ¡Ja, ja, ja!...
A decir verdad, él tuvo algún problema en su casa cuando planteó eso de irse con otra mujer, pues a su “tierna costilla” más bien que lo de que él se quedara o se largara con viento fresco y la “lagarta” que fuera, la traía algo así como al pairo, pero ojo con tocarle, cuánto más, llevarse, un céntimo más allá de lo que entonces hubiera en sus pantalones, que con las cosas de comer no se juega… Y con la “pasta”, menos aún… Pero es que, el septuagenario mancebo tampoco era tonto, y bien sabía con quién se jugaba las “perras”(2), por lo que, antes de plantear el asunto al “consejo familiar”, con la mamá y los tres “rorros”, por más que ya maduritos, convocados al “pleno”, dejó las cuantas, corriente y de ahorros, más limpias que la patena, por lo que a su “santa” se le pudiera ocurrir, que no faltaba más que tuviera que salir “pitando” con una mano atrás, otra adelante, y la calle “pa” correr… Por finales, y aunque su hija se puso en plan “gata rabiosa”, queriendo arañar a su padre hasta sacarle los ojos al enterarse que, el muy “cabrito”, se había echado una “prójima” con la que pretendía largarse dejando a su “momó” con tres palmos de narices, los dos chicos, aunque también echando las muelas con papá por el “entuerto” inferido a su “dulce” “momó”, juzgaron que eso de dejarlo ciego sería “pasarse” un pelín, se impuso la cordura, plantándose un par de días más tarde la familia en pleno, papá, mamá, los tres “nenes” y las dos nueras, fartabe más, ante un notario, formalizando el acuerdo de “partir peras” papá y mamá: Ella se quedaba con el piso y él con los dineros en efectivo y hasta luego… Que te vaya bonito y tal, y tal, y tal…
Así llegó el centésimo vigésimo primer día, el 121, con el hombre descendiendo por la escala del avión que, desde Madrid, le condujera al aeródromo malagueño, y la mujer esperándole a la puerta de salida de “Llegadas Nacionales”, toda nerviosa, anhelante por verle. Se vieron al fin; por finales, estaban allí los dos, uno frente al otro, mirándose embelesados… El momento tan soñado de conocerse, verse al natural por primera vez en su vida, había llegado… Y allí estaban, frente a frente, pero separados… Muy poquito, algunos centímetros sólo, pero distantes en tales centímetros. Parecía que algo invisible se empeñaba en que no se unieran en ese abrazo, ese beso, tan esperados, tan deseados, por los dos… Y es que, al final, cuando por fin estaban casi juntos, una inexplicable timidez se apoderó de los dos, inmovilizándolos… Impidiéndoles dar ese paso tan ansiado que les fundiera en uno solo
Fue él quien primero pareció salir de tal “impasse”, extendiendo ambas manos hacia ella, en tanto la mujer enviaba las suyas al encuentro de las del ser querido. Se cogieron pues de las manos, sonriéndose mutuamente, el uno a la otra, pero todavía algo indecisos a seguir más para adelante
- ¡Qué bella eres, Dios mío!... Más; mucho más que en las fotos…
- ¿De verdad te gusto?... ¿De verdad me encuentras guapa?... ¿No…no te defraudo un poco?... Creo que en las fotos salgo mejor de lo que en realidad soy…
- De ninguna de las maneras… ¡Eres bellísima, mi amor!… Bellísima… Bellísima…
Ella amplió su sonrisa hasta casi reír, con lo que el rostro se le iluminó como si un potente chorro de luz la enfocara
- ¡Gracias por tus palabras!... Eso es lo que quiero, ¿sabes?... Gustarte… Hacerte muy, muy dichoso… Tú…tú también me gustas mucho… Eres muy guapo…muy guapo… Más que en las fotos…
¡Mentira cochina!, pues él era consciente del “careto” que tenía, que más que cara parecía un culo… Pero, bien se dice, que el amor es ciego y ella estaba enamorada de aquél hombre que, aunque acabara de verlo en persona por vez primera en su vida, realmente, le conocía, y muy bien, de bastante antes… Sabía cómo era, conocía bien su alma… Ese alma que la había enamorado hasta las cachas… Lo mismo que él conocía, y de maravilla, el alma de ella; el alma bella, grande, que le sorbió el seso
Por fin reunió él el valor suficiente como para tomar entre sus manos el rostro de ella, para besarla suave, levemente, en las mejillas, mientras ella hacía lo propio con él… Besito de él, besito de ella… Y vuelta a empezar… La mujer había llevado sus manos a los masculinos hombros, en tanto él la tenía abrazada por la cintura… Se miraron, sonrientes, un momento, para enseguida él buscar los labios de ella en un beso leve, tierno, dulce, al que ella respondió al segundo de igual manera… Y así siguieron esos besos llenos de amor, de dulzura, aunque tampoco exentos de sentida pasión que, poquito a poquito, de beso en beso fue creciendo en apasionados ardores cuando sus bocas se abrieron para dejar que sus lenguas se buscaran con sensual, erótica, fruición, mientras sus pelvis buscaban encontrarse, acariciarse. A fin se separaron, con ella, cómicamente, abanicándose el rostro con las manos…
- ¡Uff!... ¡Qué sofocos, Señor; qué sofocos!
- Sí; qué calorines, Señor, qué calorines… Ja, ja, ja…
- Sí, sí… Ya lo creo… Es que en Málaga, de la noche a la mañana, hacen unos “calores”… Ja, ja, ja. Anda cariño; coge los bártulos y vámonos para casa
Bajaron al aparcamiento y se metieron en el coche de ella, un Citroën Saxo de algunos años ya
- Creo que no te lo he dicho, pero me compré un coche. Tiene ya unos cuantos años, pero aún “tira” bien…
Llegaron a casa, y ella se la fue mostrando, ilusionada, presumiendo de sus dotes de “ama de casa” al amueblarlo y decorarlo con lámparas, cortinas y demás… Le llevó habitación tras habitación, aunque poco había que enseñar: Recibidor, cocina, salón con terraza, ni grande ni pequeña, corto pasillo, con cuarto de baño a mano izquierda y dormitorio a la derecha… Y, a decir verdad, qué más habitaciones necesitarían ellos… Mientras hacía de “cicerone”, mostrándole a él el piso, ella se había mostrado, locuaz, parlanchina, diríase que en exceso, ocultando, dominando así, la alta nerviosidad que la embargaba, hasta que entraron en el dormitorio, primorosamente acondicionado, donde se notaba que ella había puesto mayor interés en hacerlo agradable, acogedor, si ello era posible. Ya allí, se juntó a él, mimosa, diciéndole
- ¿Te gusta, amor?... ¿Te gusta nuestro nidito?...
- Divino; casi tan divino como tú eres
Y le ronroneó como una gatita cuando se besaron; se separaron, se miraron… Y los colores, con una extraña sensación de calor en las mejillas, les saltaron al rostro… Sabían perfectamente lo que vendría al instante… Y lo deseaban… Lo deseaban los dos como jamás desearan nada antes… Pero resulta que, en verdad, acababan de conocerse, les faltaba la confianza de tratarse un tiempo antes de llegar a “eso”… Y, resultaba, que los dos eran de la vieja escuela… Aquella que retrata esa vieja canción de revista musical: “La española cuando besa/ es que besa de verdad/ y a ninguna le interesa/ besar por frivolidad”… Pero al momento, los dos rompieron a reír, apercibidos de lo ridículo de la situación, se tomaron de la mano y juntos anduvieron hacia la cama, como amantes enamorados
Y fue entonces, cuando, desnudos ya, en la cama, ella lanzó aquél grito de suprema sorpresa
- ¡Dios mío!... ¿Qué es esto?... ¿Qué ha pasado?
Él se echó a reír ante la reacción de ella
- Mi amor; no pensarías que iba a venir a ti como un “capón”…un eunuco… No pasa nada de particular; simplemente, recurrí a la cirugía para solucionar el problema del “canario”; una prótesis que le “anima” en los momentos oportunos…
Sí; hasta ahí había llegado el amor de él hacia ella… Bueno, también hacia sí mismo, que su parte tendría en la conyugal relación, enteramente normalizada mediante el tal “remedio”… Pero también había llegado más lejos, que por algo le pidió esos cuatro meses de gracia: Él, aparte del problema del “canario”, tenía otro, no menos importante, que así mismo le impedía mantener una relación normal hombre-mujer: Su casi absoluta carencia de resuello. Por su adicción al tabaco, se ahogaba con sólo dar cuatro pasos; y eso hizo que se apoltronara en casa, sin moverse apenas; era la pescadilla que se muerde la cola: No andaba, porque se asfixiaba, y se asfixiaba porque no andaba. Y así, sin apenas resuello, capacidad para respirar, tampoco se puede amar a una mujer, porque en nada la asfixia sobreviene y el esfuerzo físico se hace imposible… No se da la “talla” mínima para llevarla relación a buen fin… Él era de esas personas, fumadoras, que dicen “Yo no puedo dejarlo”, pero resulta que no es que no se pueda, sino que, realmente, no se quiere; hasta entonces, él no había tenido una razón lo suficientemente sólida para decidirse , querer de verdad dejar de fumar, pero desde que decidió ir con ella, esa razón sí la tuvo… Y dejó de fumar por amor a esa mujer… Para poder amarla.
Pero es que también quiso recuperar parte de las energías perdidas por su inactividad de ya cinco años; de meses antes, cuando comenzó a concebir la esperanza de llegar algún día a convivir con aquella mujer, había empezado a andar regularmente, dos-tres días semanales, una hora, hora y pico diaria, pero ahora fueron los siete días de la semana andando, entre dos horas y media y tres horas diarias; hasta volvió a correr. Le costó horrores, pues empezaba y al momento, se quedaba sin “fuelle”, clavado en el sitio, sin fuerzas ni para arrancar… Pero, de nuevo, fue su empeño, su voluntad de correr, lo que se impuso. Sacando fuerzas de flaqueza, de donde no las había, tiraba de sí mismo, en esfuerzos dantescos casi sobrehumanos, pero lo logró, consiguiendo estar corriendo, para cuando emprendió viaje hacia ella, entre treinta y cuarenta minutos consecutivos. En fin, que era un hombre nuevo el que llegó aquella mañana al aeropuerto de Málaga… Un hombre activo, rejuvenecido, capaz… Y todo, en aras de un amor “como no hay otro igual”…
Aquél fue su primer día…sus primeros momentos de amor, amándose una vez, y otra, y otra… No fue sino las horas transcurridas sin meter nada en el estómago que a eso de las cinco y bastante de la tarde impuso treguas en su amoroso combate, cuerpo a cuerpo, pero apenas dieron buena cuenta del refrigerio, de nuevo al pisito, a la cama, en busca del tiempo perdido… Volvieron a establecer un somero “armisticio” para cenar y, aprisa y corriendo, de nuevo al “tajo”, que lo que es haberlas, ganas habíalas para para un tren… Y, como dice una canción de sabina, “desnudos, al amanecer, los encontró la luna”
Podría decirse que ese su primer día, su primera tarde, su primera noche, de amor, fue inolvidable, de imperecedera memoria, pero sería tremenda inexactitud afirmarlo, pues no fue, no fueron, más que el primero de los días, la primera de las tardes y noches que desde entonces, hace ya tres años, vienen repitiéndose, mañanas, tardes, noches, como aquellas primeras… Con el mismo cariño, el mismo amor, el mismo ardor, la misma encendida pasión de entonces… Aunque puede que tampoco esto sea tan exacto, pues el amor que se tienen, el ardor, la pasión, que gobierna sus amorosos encuentros se engrandece, reafirma y enciende más, y más y más cada día
Ella, a lo que él le dijera de que tendría que cuidarle, ser su enfermera, si alguna vez él fuera a ella, le había dicho que se cuidarían los dos, mutuamente, él de ella, ella de él; y así fue desde el primer día de su marital unión, pero con un matiz: Ella no padecía graves trastornos, aunque tampoco los años habían sido inanes, que no en balde pasan, pero en forma mínima; algo de artritis reumatoide, pero con poca incidencia, más aún, por la agradecida climatología d la Costa del Sol, cálida y poco lluviosa, ideal pues para hacer tolerables estos males; en cambio él sí que tenía cosas de más envergadura, aunque bien llevadas, bien tratadas, tampoco presentaban graves problemas: Su diabetes, que ni al grado de la insulino-dependencia había llegado, por suerte; y su bronquitis por el tabaquismo. En fin, que aunque ella se cuidara, y muy mucho, de él, tampoco era estar de guardia a su cabecera; simplemente, se cuidaba de que siguiera la dieta adecuada, sin permitirle salirse de ella ni un milímetro, y que anduviera cada día, hasta entre tres y cuatro horas diarias, entre mañana y la tarde, lo mismo por la diabetes como por lo de la bronquitis… Le decía, entre mimosa y un tanto burlona
- Mi amor; es que me tienes que durar… Y en buenas condiciones de “uso”… Porque, a ver qué iba a hacer yo sin tu “cosita juguetona”... ¡Ja, ja, ja!...
FIN DEL RELATO
NOTAS AL TEXTO
- Por lo que las actrices españolas decían allá por cuando se empezaron a ver en las pantallas del cine español de posguerra las primeras “domingas” femeninas en todo su apogeo: “Yo, sólo me desnudo ante la cámara por exigencias de guión”, a lo que se puso de moda un chiste, referido a que, de la más absoluta pacatez sexual a lo de “todo el monte se convirtió en orégano”, con lo que pocas “pelis” españolas de la época, primera mitad de los 70, carecían de su señora despelotada, viniera o no viniera a cuento; tal chite decía: “Pues yo me desnudo, aunque no lo exija el guión”… Aquí pues, lo uso en sustitución a “aunque no venga a cuento”
- “Perras”= pesetas; dinero en general. Proviene d las antiguas monedas de 5 y 10 céntimos de peseta, comúnmente conocidas como “perra chica” y “perra gorda”. Lo de llamar “perras” a estas monedas proviene de sus primeras emisiones, 1870, al aparecer en su anverso un león rampante sosteniendo el escudo de España; este león, la verdad, es que era raro, y la gente lo confundió con un perro; y de ahí, el llamar “perras” a estas monedas fraccionarias de la peseta…