Amantes furtivos

La historia de una pareja que se conoció en un chat y acabaron haciendo realidad las fantasías que en varias ocasiones tanto les habían excitado.

AMANTES FURTIVOS

Era lunes, así que Manolo jugó su habitual partido de fútbol sala. Después la revitalizadora ducha y tras una breve conversación con los amigos, aquella noche no se dirigió, como solía hacer, a la habitual cena en bar donde solían reunirse tras el partido. Su coche tomó un rumbo diferente, justo al desviarse del camino al bar, una extraña sensación recorrió su cuerpo y una maraña de nervios se instaló en su estómago. Sabía que no debería de ir, pero el morbo, la curiosidad, las ganas de aventura y de hacer algo diferente, le hicieron continuar con el nuevo rumbo que llevaba en dirección a algo desconocido.

Esa noche Marta salía del trabajo con los nervios a flor de piel, creía que todo el mundo la observaba tomar una dirección diferente a la que era habitual. Incluso dudó, al poner el pie en la calle, si seguía adelante con aquello que tanto la alteraba. Pero había algo que en su interior la empujaba a acudir al encuentro con aquel hombre. Sentía una atracción hacia él que jamás hubiese creído posible, pero aquellas palabras y aquellas conversaciones tan dulces, agradables y excitantes, le habían hecho experimentar sensaciones que nunca había sentido. Ansiaba sentir en su piel las caricias, en sus labios los besos, en sus oídos los susurros y en su cuerpo los abrazos, que tantas veces había imaginado mientras leía las frases que surgían en la pantalla de su ordenador.

Manolo recorrió los 40 kms. casi sin darse cuenta, su mente estuvo entretenida en imaginar lo que podría suceder. De pronto apareció el cartel del autovía que indicaba la salida que debía tomar para llegar a su destino. Y unos pocos kilómetros más le situaron en el lugar indicado cinco minutos antes de las once de la noche. Pasados 10 minutos, divisó la silueta de una mujer caminando en dirección al mismo lugar donde él tenía previsto acudir. Se escuchaba el ritmo que marcaban los zapatos de aquella joven mujer, en aquel silencioso lugar. Al acercarse, las luces de las farolas permitieron al hombre observarla, comprobando que su imaginación no había estado muy equivocada, parecía personificarse la imagen que había forjado su mente en aquella alta mujer de cabellos oscuros, con paso que intentaba ser firme, pero sin poder evitar totalmente que se le adivinase cierto nerviosismo. La mujer ataviada con falda por las rodillas y chaqueta, al ver el coche que se ajustaba a la descripción que ella conocía, se quedó parada, le dio un vuelco el corazón quedándose inmovilizada momentáneamente y en vez de continuar en la dirección que llevaba, se encaminó hacia él. Marta solo había dado unos pasos en su dirección cuando se detuvo y con una seña indicó que se dirigiese al lugar por donde ella había venido. Al pasar a su lado, hizo otro gesto para que no detuviese el automóvil. En ese instante sus miradas se cruzaron y hubo un instante en que todo pareció detenerse al verse de cerca, un lapsus de tiempo que grabó sus rostros en sus retinas. Llegó al lugar indicado, en una solitaria calle, bajó del coche y se dirigió a su encuentro. Ella no paraba de mirar en todas direcciones, se le notaba el nerviosismo en sus movimientos. Se pararon frente a frente, mirándose fijamente.

Eres Marta, supongo – dijo él.

Sí. Y tú Manolo, ¿no? – replicó ella.

Por fin puedo verte, que ganas tenía – prosiguió el hombre, recorriendo con la mirada el cuerpo de la mujer.

Yo también tenía ganas de verte en persona – dijo y su mirada hizo lo propio repasando el físico del hombre.

En ese instante el hombre moreno y de mirada pícara acercó su mejilla a la de la guapa mujer para besarla formalmente, a lo que ella respondió de igual modo, pero haciéndose evidente la tensión que aquella situación le provocaba. Al besar sus mejillas el perfume femenino le embriagó profundamente, cerrando los ojos un instante para que esa sensación quedase grabada.

¡mmm…! Me gusta tu perfume – le susurró tras besar su segunda mejilla, manteniendo un breve instante mi cara junto a la suya.

Gracias, me alegro de que así sea, al menos ya sé que hay algo que te gusta; – dijo separándose de él y volviendo a mirar en todas direcciones – ¿te importaría si nos vamos de aquí? Este pueblo es pequeño, nos conocemos casi todos y tú ya sabes lo que pasa.

Una vez en el coche, él preguntó dónde podían a charlar un rato, a lo que ella contestó que arrancase y se pusiese en marcha por aquella calle que llevaba fuera del pueblo. Tras unos instantes de no saber que decir y de varias miradas, comenzaron a conversar. Tras unos pocos kilómetros circulando por aquella carretera.

¿Dónde vamos por aquí? – pregunté.

Por aquí …… no sé, pero tú sigue y así continuamos charlando. No tengo mucho tiempo y realmente no me apetece tomar nada, solo quería verte y charlar contigo. Ya te diré por donde tienes que girar para regresar. – contestó ella.

Pues para charlar tampoco es necesario ir a ningún sitio – dicho esto, apareció un camino de tierra a la derecha el cual tomó con un rápido giro del volante -. Aquí parece que estamos lo suficiente lejos y también parece un lugar discreto. – y sin que a ella le diese tiempo a reaccionar ni a decir nada paró el coche tras unos arbustos a un lado del camino.

No es exactamente el lugar donde yo quería ir, aquí parece estar demasiado solitario y oscuro. Ya sabes lo que te dije, solo vernos y charlar.

Vale, vale …. – dijo mientras encendía la luz del interior del automóvil – pero me apetece verte bien de cerca, además no va a suceder nada que tú no quieras.

Se quedaron mirándose fijamente, luego ella giró su cabeza mirando al frente. La punta de un dedo masculino acarició el perfil que el rostro femenino dibujaba en el oscuro fondo de la noche sobre el campo suavemente iluminado por la creciente luna. Ella cerró los ojos al sentir el roce con sus pestañas, dejando en su rostro un placentero gesto, que mantuvo inmóvil mientras el dedo continuaba dibujando su perfil, escalando su nariz, descendiendo hasta sus cálidos y sensuales labios, girando después en la curva de su barbilla para terminar en su cuello, lo que produjo que se le tensasen los músculos ante la incertidumbre del siguiente trazo que dibujaría aquel dedo en su descendiente recorrido.

El cerrar los ojos le transportó al paraíso de los sentidos, concentrándose en disfrutar de aquellas tan esperadas caricias, que en tantas ocasiones había disfrutado ante el ordenador y luego en solitarios momentos en los cuales su mente la había llevado a tener los momentos más placenteros de su vida.

Acabó su inmovilidad en el ansiado momento en que sintió unos labios posarse sobre los suyos, suavemente, dejando que sus sentidos absorbiesen la magia de aquel momento. Su boca se fue abriendo lentamente, permitiendo que sus alientos se mezclasen sin apenas salir al exterior. Fue un movimiento de la boca de la mujer el que invitó a aquellos atrevidos labios a culminar plenamente aquel ansiado primer beso. Permitiendo que así comenzasen a saborearse como tantas veces habían imaginado. No tardó la lengua del atractivo y grato acompañante en salir deslizándose entre sus dientes, en busca de la que, aunque no lo manifestase, le recibía con gran ansia, tanta o más que el hombre mostraba. El contacto de sus lenguas fue el detonante que dio origen a la explosión de una contenida pasión que ambos llevaban reprimida por sus respectivos matrimonios. Las lenguas incrementaban el ritmo de sus húmedas caricias, haciendo que la excitación fuese invadiendo el resto de sus cuerpos. Las delicadas manos, con finos dedos culminados en cuidadas y rojas uñas, comenzaron a acariciarle la espalda y la nuca. Él a su vez posó una mano sobre la falda que cubría su muslo, acariciándole sobre la prenda. Ella no tardó en sentir como ascendía lentamente acariciando su costado hasta llegar a la altura de su axila, en donde detuvo su movimiento. La mente de Manolo se bloqueó momentáneamente ante la posibilidad de ser rechazado, pero sin poder evitarlo, instintivamente, sus dedos se dirigieron a aquello que tantas ganas tenía de acariciar. Su mano se posó lentamente sobre uno de los pechos de la chica, apenas rozándolo, como si intentase tocarlo sin que ella se diese cuenta, intentando ser lo más discreto posible para no ser rechazado. Una sensación de alivio recorrió el cuerpo del hombre al no ser rechazado.

La mano incrementó la presión haciéndose notar y los dedos rodearon aquél redondo pecho acariciándolo por encima de la camisa. Sin haber separado los labios, el beso incrementó la pasión con la que ambos disfrutaban del placer de saborear el fruto prohibido. No tardaron mucho los inquietos dedos masculinos en buscar los botones de la camisa, soltando el que cerraba su escote. Y prosiguiendo con su lento movimiento, la atrevida mano se posó sobre la tela de encaje del sujetador, dejando que sus dedos acariciasen el borde de la prenda y entrasen en contacto con aquella suave piel. Las yemas de los dedos recorrieron varias veces la frontera entre la tela y la piel, hasta que en uno de esos movimientos se deslizaron bajo la prenda, sintiendo plenamente el placer del tacto de aquella suave piel. Sin dar tiempo a pensarlo, los dedos se dirigieron a su pezón, que parecía esperar ávidamente el contacto, excitado, erguido, endurecido y sensibilizado aguardaba ese momento. Al quedar atrapado entre los dedos provocó en ella un pequeño gemido y le dio un mordisquito en los labios que continuaban con aquel largo beso. Esto pareció hacerla despertar del sueño que estaba viviendo y tomar conciencia de lo que sucedía.

Él sintió como la mano de Marta apartaba la suya de aquel cálido pecho que tan placenteramente acariciaba, apartándola hasta dejarla encima de su pierna. Sus labios también se separaron y ella con un gesto un tanto angustiado cerró sus ojos y tragó saliva antes de poder articular palabra.

No puedo, Manolo, no puedo….., mi marido……, ¡joder, esto no está bien!, pero…., nada, nada, no puede ser – diciendo esto, abrió la puerta y bajó del coche cerrándola tras de sí, apartándose un paso del coche y con los brazos cruzados, quedó mirando a la luna en su fase creciente.

Tras unos instantes en que él quedó observándola, bajó del coche y se acercó a ella situándose a su espalda posando sus manos en las caderas de la chica.

Lo siento no he podido evitarlo. Tantas veces he imaginado tenerte en mis brazos ……., tantas ganas tenía de que llegase este momento……., tan excitante es esta situación y con tanta pasión nos besábamos, que me dejé llevar. – le hablaba él al oído -. Además de que realmente me gustas, ahora que te he visto, eres mucho más hermosa de lo que imaginaba. Me siento tan atraído por ti que me he dejado llevar por lo que tanto ansío.

Ella se apartó suspirando profundamente, y se dirigió a la parte trasera del vehículo, dándole vueltas a lo que estaba sucedieno en el interior de su cabeza, debatiéndose entre lo que el cuerpo le pedía de una forma que jamás había experimentado y lo que ella había grabado en su mente, lo que se había prometido no hacer. Sentía la humedad en su entrepierna, en su interior algo reclamaba que continuase con aquello, parecía como si una parte de su ser estuviese incompleta y acabase de encontrar la pieza que encajaba en el hueco que había descubierto. Sabía que si continuaba escuchando aquellas palabras, sucumbiría, pero no encontraba las fuerzas necesarias para rechazar a Manolo. Sus entrañas le pedían a gritos que le aceptase, que se dejase llevar, que se relajase y disfrutase al máximo del placer que tanto ansiaba sentir de ese hombre. Mientras mantenía este debate en su mente, consiguió eludir otro ataque que habían comenzado los labios del pícaro moreno sobre su cuello.

Al ser rechazado de nuevo, un poco frustrado, Manolo abrió el portón trasero del automóvil, tipo ranchera, que daba acceso al amplio maletero.

Bueno pues nada, como tú quieras. – dijo mientras se sentaba en el borde del maletero – Aquí sentado espero, nos marchamos cuando tú digas. Aunque esto no es lo que yo esperaba de esta cita. Había imaginado tantas cosas, esperaba hacer realidad tantas sensaciones, creía que se haría realidad uno de mis sueños. Dentro del coche creía estar dentro de una de nuestras aventuras virtuales, no sabía si era mi imaginación quien te besaba, dudaba si realmente mis manos te tocaban o era una creación de mi mente, había perdido la noción del tiempo y del espacio, en tus brazos me sentía cual burbuja de jabón llevada por la brisa. Pero tus pensamientos han sido como el insecto traidor que inesperadamente la hace desaparecer dejándote con la vista perdida en el horizonte, privándote de ella.

¿A caso crees que yo no había imaginado? – replicó la mujer girándose, respondiendo al impulso que no podía reprimir provocado por las palabras escuchadas y que la volvían a subir al tren del deseo y la pasión en el que aquel hombre la esperaba con el brazo extendido – Aun queda jabón para volver a hacer otra burbuja.

Diciendo esto se aproximó al hombre extendiendo sus brazos y al cogerse de las manos, sintió como recorría su cuerpo una sensación de tranquilidad y de paz que hizo desaparecer de su mente cualquier cosa que pudiera perturbar aquel momento. Se situó entre sus piernas y mirando el rostro a penas iluminado por la cómplice luna, que con su ténue luz se asomaba para poder verles y contemplarles como mirón que no aparta la vista de la pareja de amantes, le cogió por la cabeza y la aplastó contra su vientre un instante dejando que se alejasen los últimos prejuicios antes de entregarse por completo y dejarse llevar. Quería sentirse plenamente deseada y que las sensaciones de placer la invadiesen hasta aturdirla.

Se sentó sobre las piernas de hombre y fue ella quien le besó con fuerza. Sin tardar un instante su pecho volvió a sentir la excitante presión de la mano que unos minutos antes la había abandonado. Unas pocas caricias dieron paso a que aquellos ágiles dedos soltasen todos los botones de la camisa y a que el sujetador fuese soltado por los que acariciaban su espalda. Sintió como la mano abarcaba una de sus turgentes tetas y acariciaba su contorno provocando que su pezón fuese endureciéndose e inevitablemente se irguiese entre los dedos que avivaban su excitación. Sus bocas se separaron y la del hombre buscó entre las prendas de la mujer, como hambriento recién nacido, el pecho que satisfaría su apetito. Al encontrarlo, fue la lengua quien se encargó de comenzar con las sensuales caricias seguida por los labios, mientras la ropa dejaba al descubierto el hermoso torso de la mujer. Comenzaba a sentir el placer que ansiaba, unos apasionados labios succionándole un pezón, unos hábiles dedos acariciándole el otro y unas excitantes caricias recorriendo su espalda. Sentía unas electrizantes descargas de placer que recorrían su cuerpo y le hacían abandonarse en aquel sueño de gozo y placer que estaba viviendo y que comenzaba a manifestarse con una húmeda excitación.

Sintió como el hombre la empujaba, invitándola a tumbarse en el enmoquetado piso del maletero. De un vistazo comprobó que era suficiente espacioso para estar cómodos y con un ligero movimiento se desprendió de las prendas que colgaban de sus hombros. Lentamente y sin separar los labios, la espalda de la mujer fue cayendo hasta reposar sobre la moqueta junto al hombre que fue girándose hasta quedar de costado apoyándose en con una de sus manos y con la otra sobre el vientre femenino que poco a poco fue despojándose de los nervios que unos momentos antes le habían anudado el estómago y que ahora comenzaba a relajarse, entregándose a disfrutar del placer que comenzaba a sentir.

En ese momento, al comprender que estaba a punto de conseguir aquello que tantas veces había imaginado, le tembló el pulso y sintió como sus dedos se paralizaron un instante sobre aquella suave piel. Pero fue un fugaz lapsus imperceptible por su hasta ahora ciberamante. Los dedos comenzaron a dibujar interminables curvas y círculos sobre el cuerpo de la mujer que cada vez se encontraba más lejos del pudoroso comportamiento que casi le hace desistir y rechazar aquello que estaba comenzando a saborear. Las caricias fueron ascendiendo, recorriendo los surcos de sus costillas hasta encontrarse de nuevo con los excitados pechos que esperaban con ansia volver a sentirse acogidos por aquella mano en la que encajaban a la perfección. Un dedo dio varias vueltas alrededor de aquellos sonrosados flanes recubiertos de tan suave piel y cubiertos en su cima por una achocolatada aureola culminada con una deliciosa y oscura guinda. Los excitantes dibujos culminaron con un movimiento que parecía un intento por desarroscar aquella apetecible guinda, consiguiendo con ello arrancar el primer gemido del interior de la hermosa mujer. Manolo al percatarse de esto, abandonó los labios que tan apasionadamente besaba, dedicando ahora sus besos a recorrer el rostro de Marta. Ella sentía ese delicado tacto tan sensual sobre su nariz, sobre sus ojos y sus cejas, al rozar sus pestañas una excitante sensación volvió a recorrerla. Intentó abrazar al hombre y echarlo sobre si, pero él mantuvo su posición continuando con su recorrido, excitándola de una forma que jamás había experimentado. Aquellos suaves besos acompañados por los hábiles dedos la hacían subir al cielo. Poco a poco los labios descendían, los dedos habían conseguido excitar sus pezones de una forma que jamás habían experimentado, nunca habían estado tan erguidos y duros. No tardaron mucho en recibir las húmedas y cálidas caricias de aquella boca que tanto ansiaba volver a mamar de ellos. Al introducir aquella guinda entre los labios, comenzó a succionar suavemente y a jugar con ellos en el interior de la húmeda cavidad, lo que provocó que tuviese que apretar sus ojos y labios para ahogar otro gemido y soportar aquella excitación.

Ella ya se encontraba completamente entregada a disfrutar del placer que aquel hombre le estaba proporcionando. Con sus manos comenzó a acariciar el cabello de su amante, suavemente, deslizando la punta de sus uñas por el cuero cabelludo, correspondiéndole de algún modo a sus divinas caricias. Sintió como la mano del hombre dejaba libre su pecho para que su boca se saciase y se deslizaba por su vientre hasta encontrarse con la cinturilla de la falda. Luego por encima de la prenda buscó su entrepierna y al sentirse sobre el sexo femenino presionó levemente, frotándolo un par de veces. Continuó con las caricias sobre la falda por el muslo hasta llegar a entrar en contacto de nuevo con la piel femenina, para ascender acariciando la parte interna de aquellas tan bien torneadas piernas. Ella casi inconscientemente fue separando sus piernas a medida que la mano recorría aquellos interminables muslos. Su cuerpo estaba tenso en aquel momento, esperando con ansiedad el contacto con su entrepierna de aquella mano, que la tenía al límite, teniendo que reprimir el impulso de empujarla ella misma hasta su calenturiento y mojado sexo. Pero ya tenía fijado su destino, el camino que había emprendido le llevaba inexorablemente al lugar donde convergían sus piernas tan bien hechas. La espera casi la volvía loca, las caricias en sus muslos y en sus pezones la tenían al borde del orgasmo, sintió como la mano se retiraba de debajo de su falda.

mmm, noo, Manolo, continúa, sigue por favor, no pares ahora. – dijo ella, al notar que la mano que tanto ansiaba por sentir sobre sus braguitas abandonaba la tarea.

Ssssss! – replicó él separando la boca de sus pezones.

Comenzó a recorrer con la lengua el contorno de sus pechos y lamiendo centímetro a centímetro su vientre hasta llegar a su ombligo, mientras su mano soltó el cierre de la falda. Al sentir las caricias de la lengua en el céntrico agujerito, encogió el vientre, movimiento que la hábil mano aprovechó para colarse por debajo de la barrera de tela que anteriormente le había prohibido el paso. Aquello dejó paralizada a la chica, un instante, sin respirar, esperando la ansiada caricia. La mano se introdujo sin apenas tocarla, situándose encima de su monte de venus para descender y con la palma bien extendida posarse sobre aquellas mojadas braguitas, notando el mullido colchón de vello sobre el que se había dejado caer, sintiendo bajo su dedo corazón el surco que se formaba en el centro de la prenda. Esto la hizo soltar otro gemido y relajó un poco sus músculos. La respiración de la mujer se agitaba paulatinamente con los movimientos de la mano, que no tardó mucho en deslizarse bajo la fina tela de la braguita. Él ansiaba también sentir el contacto del vello púbico, retrasaba el momento, se deleitaba con la tensión del momento pero ya necesitaba el húmedo encuentro. Sus dedos acariciaban los ensortijados vellos hasta deslizarse por aquella húmeda y cálida hendidura. Hundió un dedo lentamente a lo largo de la excitada vagina, proporcionándole a la chica una sensación que la hizo arquear la espalda y soltar un pequeño bufido. Ella metió su mano como pudo hasta la entrepierna del hombre, buscando el duro bulto que se había formado, apretándolo entre sus dedos. Pero no pudo concentrarse en ello, las caricias que el hombre le dispensaba le nublaban la mente. Sentía como se deslizaba el dedo entre los labios de su sexo introduciéndose en su ardiente cueva, sus pechos volvían a ser devorados por aquella apasionada boca, el placer que le producían aquellas caricias la estaban llevando al borde del orgasmo. Hacía mucho tiempo que no sentía nada igual, el morbo del sexo a escondidas, de que un hombre urgase en su intimidad de aquella manera la tenía fuera de sí.

Manolo se percató del estado de la mujer y volvió a descender con sus besos por el vientre de la mujer, con suaves movimientos descendió del vehículo y situándose entre las piernas de la mujer que colgaban por la parte trasera, con un poco de ayuda terminó por despojarla de la falda y las braguitas quedando completamente desnuda ante sus ojos. Se recreó un instante contemplándola, luego se inclinó sobre ella volviendo a besar su vientre, descendiendo en línea recta por su ombligo hasta el vello que ocultaba aquella fruta de la pasión. Marta ardía de ganas de disfrutar, de que la hiciese gozar. Pronto sintió como metía la cabeza entre sus piernas y con gran ansia, las abrió completamente, ofreciéndole aquel delicioso manjar recubierto por la viscosa salsa de la excitación femenina. Al sentir el contacto de boca con los sonrosados labios vaginales, ya no pudo reprimir sus gemidos, los cuales fueron como el pistoletazo de salida en una carrera, una oleada de placer comenzó a inundarla. La lengua recorría su vagina, lamía el clítoris, se introducía una y otra vez provocándole innumerables gemidos. Sentía como la boca del hombre saboreaba su fruto prohibido.

mmmmm, Manolo, me estás volviendo loca, ssssss, ya no aguanto, ah, aah, ayy, sssiiiii, sii…..

Ella ya no podía más, estaba llegando al clímax. De su garganta surgían descontrolados sonidos hasta arquear por completo su espalda y agarrándole por los cabellos, acabó con un orgasmo como no recordaba haber tenido jamás. Sin soltarle acabó de jadear, reposó su espalda sobre la moqueta y relajó sus músculos mientras terminaban de recorrerla los últimos latigazos de placer que aquella lengua continuaba proporcionándole. Tiró levemente de la negra cabellera que tenía entre sus piernas, invitándole a que compartiese con ella el sabor del néctar que embadurnaba aquella boca. Petición que fue satisfecha sin reparo alguno, dándole a probar el sabor de su orgasmo.

Manolo, que se había recostado a su lado, sintió las manos de la chica buscando el duro abulto que había surgido bajo los pantalones. Tras acariciarlo un par de veces, Marta se giró poniéndose de costado, dejando al chico boca arriba. Quien tras una sutil insinuación se quitó rápidamente la camiseta, dejando al descubierto el velludo pecho que no tardó en comenzar a recibir acaricias y a besos. Ella dirigió sus caricias a los pequeños pezoncitos que rápidamente se irguieron. Sus labios siguieron a los dedos consiguiendo que el hombre suspirase al sentir su contacto. Aquellos labios se apoderaron de sus pezones iniciando en él la sinfonía de placer que ella comenzaba a dirigir. Sintió como una mano descendía deslizándose por su vientre hasta llegar a su pantalón, soltándole el cinturón y los botones que lo sujetaban. La mano acarició su bajo vientre y se introdujo bajo el slip, posándose sobre la tensa piel de aquel erecto miembro. Notó el suave tacto con que ella lo acariciaba, recorriéndolo en toda su longitud hasta llegar a los testículos, a los que dedicó varias caricias. Volvieron sus dedos a recorrer el vástago hasta llegar a su enrojecida y abultada punta, dando varias vueltas por su contorno. Estas caricias le proporcionaba un placer extraordinario, haciendo que el pene alcanzase su máxima vigorosidad. Ella se puso de rodillas y descendió por el mismo camino recorrido por la mano hasta llegar junto al rojo capullo. Posó sus labios sobre el y le dio un beso, al que siguieron otros recorriendo el excitado miembro y acabando sobre los hinchados testículos. Deshizo el camino de besos ahora recorriéndolo con la lengua que al llegar al glande, al igual que habían hecho los dedos, dio varias vueltas alrededor. Cerró sus labios y los colocó sobre la punta, presionando levemente permitió que se deslizase hacia el interior de su boca. La sensación de aquella penetración bucal le hizo emitir un largo gemido. Su ahora húmeda verga salía de la boca y era rodeada por los dedos de la mano que comenzaba a masturbarla, la sensación era maravillosa, la mano deslizándose de arriba abajo con los labios y la lengua devoraban lo que en cada viaje quedaba al descubierto. Ella sentía como se hinchaban las venas bajo su mano, lo que la llevaba a presionar más y aumentar la velocidad. Pronto la excitación hizo que los músculos del hombre se pusiesen rígidos, le comenzaban a llegar oleadas de placer que le hacían comenzar a gemir. Ella al ver que pronto llegaría su orgasmo intentó parar.

Ahora no pares tú, mmmm…., sigue, sigue tú, me gusta mucho como lo haces, quiero acabar así, me encanta, mmmmmmm

Llevó sus manos a la cabeza de la chica y comenzó a acariciarle el cabello, mientras ella incrementó el ritmo de su mamada. Sintió como le recorría el cuerpo una gran oleada de placer y un gran espasmo convulsionó su cuerpo llevándole al orgasmo que acabó con una gran eyaculación que ella dejó brotar de aquella fuente del placer. Ella continuó con sus masajes mientras veía salir a borbotones el blanco líquido seminal que estaba extrayendo entre placenteras convulsiones a su furtivo amante, hasta que salió la última gota y notó el último espasmo. Luego dio un beso en la punta recogiendo algo del viscoso líquido y se lo ofreció en los labios fundiéndose en un prolongado beso.

Manolo sentía la agradable sensación del peso de aquella mujer con la que estaba haciendo realidad el sueño erótico que últimamente ocupaba la mayoría de sus noches. Ahora la tenía encima de él deleitándole con un maravilloso beso acompañado por el excitante roce de sus cuerpos desnudos.

Unos escasos minutos de relax les permitió recomponerse. Hasta hacer más evidentes las caricias. Sus manos acariciaban la espalda de la chica, descendiendo hasta el trasero para luego volver a ascender hasta su nuca. Ella respondía a estas caricias frotándose contra él, presionando sobre su pene que había quedado semierecto y con sus movimientos estaba consiguiendo que no acabase del todo su erección y volviese a retomar su vigorosidad. Ella quería sentir como volvía a crecer la virilidad del hombre. Incorporándose se sentó sobre su vientre, arrodillada sobre el piso y con las manos apoyadas a ambos lados de la cabeza del hombre. Descendió frotando su sexo contra el vientre masculino en dirección de aquel ariete que la apuntaba amenazadoramente excitado. Sintió el contacto con el pene que sirvió de guía, quedando a lo largo de su ardiente coño, atrapado por el beso de aquellos húmedos y calientes labios vaginales. En esa postura comenzó a mover sus caderas sintiendo como resbalaba su lubricado sexo a lo largo de aquella verga que comenzaba a producirle el placer que tanto deseaba disfrutar. Las manos de él se apoderaron de sus tetas que penduleaban provocadoramente al ritmo de los suaves movimientos que sus caderas. Cuando sintió que la excitación comenzaba a apoderarse de sus movimientos y comprobó que el pene estaba preparado. Deslizó una mano hasta cogerlo, levantándose un poco y colocando aquel mástil de ardiente músculo en posición vertical. Ella guió la punta del miembro hasta la entrada de su vagina, descendiendo lentamente hasta sentir el contacto entre ambos sexos. El movimiento se detuvo un instante, en el cual sus miradas se dijeron las ganas que ambos tenían de sentirse el uno dentro de la otra. Sin parpadear ni respirar fue dejándose caer lentamente empalándose en aquél ardiente vástago. Sintiendo como se abría camino en sus cálidas entrañas en un recorrido de inmenso placer. Ambos sentían como sus sexos les proporcionaban un aluvión de maravillosas sensaciones con cada movimiento que realizaban. Ella comenzó a marcar un pausado trote, disfrutando del contacto con el ariete que tenía incrustado en su útero.

El trote fue aumentando el ritmo hasta llegar a un galope maravilloso. Sus gemidos confirmaban que estaban gozando plenamente, dejándolos salir libremente por sus gargantas. Tras la intensa galopada, antes de que la excitación le llevase al orgasmo, Manolo invitó a Marta a ponerse a cuatro patas, a lo que ella aceptó encantada. El se puso de pie en el exterior del vehículo y ella se arrodilló en el borde ofreciéndole una bonita panorámica de su trasero. Colocó su excitadísimo pene en la vagina y con la punta frotó varias veces el mojado clítoris de la chica, hasta que en uno de estos movimientos se introdujo por la resbaladiza gruta del placer que ávida esperaba su entrada. Empujó y se metió entero hasta llegar a los testículos. Con todo el miembro embutido en aquel cálido receptáculo comenzó a mover la cadera haciendo que el pene acariciase las entrañas de la mujer que no pudo reprimirse volviendo a gemir de placer. Luego comenzó con el movimiento de entrar y salir de aquella vagina que parecía derretirse con el frotamiento. La excitación estaba llegando al límite para ambos, Manolo incrementaba el ritmo y la fuerza de sus embites, en algunos de ellos presionaba con tal fuerza que parecía querer meterse por completo por aquel sexo que le estaba volviendo loco. Pronto sintió como comenzaba a recorrerle el cuerpo los latigazos de placer previos a la eyaculación mientras escuchaba jadear a Marta de una forma tan evidente que denunciaba el orgasmo que estaba disfrutando. Cosa que sucedió acompañada de una oleada de convulsiones y fuertes gemidos que la dejaron totalmente fuera de sí, jadeando descontroladamente, lo que provocó que Manolo no aguantase más y llegase al límite. Agarró con fuerza las caderas de la chica propinándole un tremendo, fabuloso y estremecedor embite, quedándose incrustado en su interior mientras recorría su cuerpo de nuevo la oleada de sensaciones y agradables convulsiones que le hicieron llegar a un maravilloso orgasmo, que le llevó a acabar eyaculando en el cálido interior. La chica apretaba los músculos de su vagina para no dejar que se saliese aquel miembro que tanto placer le había proporcionado y que tanto había deseado.

mmmmmm.... me quedaría aquí toda la noche, dentro de ti.

Si, Manolo, no la saques, quiero tenerte dentro de mí hasta el infinito.

Quedaron así durante unos instantes hasta que el pene perdió su vigorosidad y se salió de su agradable cobijo. Entonces Manolo se tendió junto a ella, que al notar el roce de su piel se dejó caer, quedando sus rostros de frente rozando sus narices. Mantenían una mirada de ternura y satisfacción que tras unos instantes dibujó una sonrisa en sus rostros.

¿Estás bien? – preguntó él.

Sí, maravillosamente. Mejor de lo que creía, he disfrutado mucho. No estaba segura de poder hacerlo, pensaba que no sería capaz de entregarme sin ningún pudor. Lo he hecho y además de disfrutar con el placer que me has dado he disfrutado dándote placer.

¿Entonces no te arrepientes, verdad?

Ahora mismo no. Me ha gustado y no ha sucedido nada que perjudique a nadie. – dijo con una sonrisa.

Dio un beso en los labios del chico y mientras buscaba su ropa dijo que era hora de irse, era tarde y lo mejor que podían hacer era dejarlo así antes de ponerse a darle vueltas al asunto. Había estado muy bien, dejaba un grato sabor de boca y así quedaba la puerta abierta a una próxima vez.