Amantes (4: Yana, tú y yo)

Quería hacerle un regalo especial y su fantasia era la mejor manera de hacerlo.

AMANTES (4: YANA, TÚ Y YO).

(Un regalo muy especial para alguien muy especial)

Estaba hojeando una revista cuando ví aquel anuncio, decía:

"ADM, hacemos realidad sus fantasías, llámenos, no le defraudaremos, usted nos indica lo que quiere y nosotros se lo conseguimos". Dudé unos segundos antes de llamar, pero buscaba algo especial que regalarte, además, me habías hablando cientos de veces de aquella fantasía y de lo fantástico que sería para ti tenernos a las dos en la misma cama. Así que pensé que aquella empresa del anuncio podía ayudarme. Llamé, nerviosa y a la expectativa, le expliqué a la chica que me atendió lo que quería y me dijo que me llamaría al día siguiente para ultimar los detalles. Efectivamente al día siguiente me llamaron, preparamos la cita, me indicaron el precio y un número de cuenta donde ingresar el dinero. En un par de días el regalo llegaría a tus manos. Esa misma noche mientras cenábamos en un elegante restaurante te desvelé el secreto regalo. Tus ojos se abrieron como platos al saberlo.

Estoy alucinado, petrificado. ¡Eres genial!. Te quiero princesa – dijiste estampándome un beso en los labios.

Después en casa me hiciste el amor apasionadamente. Estabas loco de contento.

El día ha llegado, son las cinco y no hago más que dar vueltas por la habitación de un lado a otro. Estoy nerviosa y de vez en cuando, me asaltan las dudas y el arrepentimiento. Pienso en si será o no buena idea, pero entonces, miro la revista que tienes con sus fotos en el cajón de la mesilla de noche, recuerdo tu cara de alegría al desvelarte la sorpresa y me convenzo de que debo seguir adelante. Dejo la revista en el cajón y me miro en el espejo del armario. Otra vez las dudas me asaltan, yo no tengo el cuerpo escultural que ella tiene, ni esa larga melena rubia, aunque debo reconocer que tampoco estoy mal y, además, mis ojos son tan azules como los de ella. Aunque en realidad a ti eso no te importa, no es mi cuerpo lo que más te atrae de mí, eso lo sé. Además y según tú tengo el sexappel suficiente para atraerte y volverte loco de excitación con sólo un gesto o una mirada. Y tenerte a mí y a ella, las dos juntas en una cama para ti sería lo máximo, un sueño perfecto. Por eso me decidí a hacer realidad ese sueño, pero sobre todo un sueño en el que yo, la mujer de tu vida, no puede faltar. Aún así, no puedo evitar las dudas.

De repente oigo la puerta abriéndose y salgo a tu encuentro, tu saludas alegremente:

  • ¡Hola cielo!

  • ¡Hola! – Te veo acercándote hacía mí con un hermoso ramo de rosas rojas.

Me lo ofreces y añades:

Gracias, princesa.

Lo cojo y huelo su intenso aroma. Me dirijo al comedor y busco un jarrón en el armario. Luego voy a la cocina para llenarlo de agua. Mientras arreglo las flores siento como te acercas a mí, pegas tu cuerpo al mío y siento tu sexo creciendo entre tus piernas. Besas mi cuello suavemente y deslizas tus manos hasta mis senos, los acaricias suavemente sobre la fina tela de la bata que uso para estar por casa.

  • ¿Estás segura de que quieres hacerlo? – Me interrogas otra vez, dudoso.

  • Sí – te respondo – completamente.

  • ¿Qué te vas a poner? – Me preguntas susurrando en mi oído mientras logras que me excite enormemente.

  • No lo sé.

  • ¿Puedo elegir por ti?

Afirmo con la cabeza, mientras tu mano se pierde por dentro de la bata y acaricia mi piel.

  • Ponte la blusa blanca, esa que se transparenta un poco y la falda estrecha que te queda como un guante, y sin nada debajo- añades.

Siento como mi sexo se humedece al pensar que iré desnuda bajo la ropa, aprieto mi cuerpo contra ti, mi deseo crece y te haría el amor ahí mismo, pero el tiempo apremia y en una hora tenemos que estar en el hotel. Las flores ya están listas y te suplico:

  • Venga, tenemos que arreglarnos ya o llegaremos tarde.

Te separas de mí. Me dirijo al comedor y dejo el jarrón sobre la mesa. Luego me dirijo hacía la habitación, tú me sigues y sé que observas mi culo contoneándose, así que muevo mis caderas más exageradamente para atraerte. Me encanta ponerte a mil, excitarte y llevarte hasta el límite.

En la habitación saco la ropa que me has indicado y la dejo sobre la cama, tú haces lo mismo con la ropa que te vas a poner: pantalones de pinzas, camisa blanca, corbata a juego y americana. Sabes que me gustas vestido con traje y corbata y me encanta quitártelo poco a poco cuando lo hacemos, por eso has elegido esas prendas. Cuando termino de vestirme te pregunto:

  • ¿Qué te parece?

Me observas de arriba a bajo (tú también has terminado de vestirte ya), tus ojos se detienen en mis senos. Mis pezones erectos se notan bajo la tela de la blusa. Te acercas a mí y me abrazas fuerte contra ti, me besas apasionadamente buscando mi lengua con la tuya, mientras con una mano deslizas la falda hacía arriba, aprietas mi nalga desnuda y luego dejas que tus dedos se pierdan entre los pliegues de mi húmedo sexo. Me estremezco sintiendo como hurgas en mi vulva e intentas penetrarme. Un gemido de placer escapa de mi garganta y mi mano busca tu sexo por encima de la tela del pantalón. Mi respiración se acelera y entonces veo el reloj de la mesilla, son las cinco y media. Trato de separarme de ti y te digo:

  • Deberíamos irnos o llegaremos tarde, son las cinco y media ya.

  • ¿De verdad quieres hacerlo? – Vuelves a preguntarme.

  • Ya te he dicho que sí – te respondo dándote un cariñoso beso en los labios.

Me sueltas y nos vamos. Cojo mi abrigo, el bolso y bajamos hasta el parking en el ascensor, donde te pregunto:

  • ¿Tú no estás nervioso?

  • Sí, un montón, pero ya verás como irá todo bien, mi niña – tratas de tranquilizarme aunque sé que estás tan o más nervioso que yo misma, por eso no has dejado de preguntarme en los últimos días si estoy segura que lo que voy a hacer.

Aprietas mi mano tratando de transmitirme calma. Llegamos al parking y subimos al coche. Por el camino no dejamos de mirarnos, sonreírnos y de vez en cuando, cada vez que paramos en un semáforo acaricias mi rodilla desnuda y asciendes por mi muslo, pero sin lograr ni una sola vez llegar al objetivo.

Llegamos al hotel y aparcas en el parking. Subimos a recepción y preguntamos por la habitación que me indicaron.

  • La Srta. Les está esperando en la suite – dice el recepcionista.

Subimos en el ascensor, ninguno de los dos puede ocultar el miedo y la ansiedad que nos causa está situación, pero sabemos que juntos y unidos todo será perfecto, nos damos cuenta de ello cuando nuestras miradas se cruzan. El ascensor se detiene y caminamos hacía la habitación indicada. Frente a la puerta te cojo fuertemente del brazo. Vuelves a preguntarme si estoy segura y vuelvo a repetirte que sí y entonces picas con los nudillos. Una voz en el interior dice:

  • Voy.

Nos miramos ambos, excitados, nerviosos. Llevas tú mano hasta la mía, que sigue apretándote y me dices:

  • Tranquila.

La puerta se abre y aparece ella, Yana Cova, con su rubia melena suelta, un precioso salto de cama azul y esos ojos azules y grandes. Te quedas parado, obnubilado, como si no te lo creyeras y exhalas un suspiro diciendo:

  • Yana.

Y ella te sonríe y dice:

  • Pasad.

Tengo que empujarte para que entres, ya que ante la sorpresa de tenerla frente a ti, no eres capaz de reaccionar.

Entramos sin soltarnos el uno del otro. Yana sonrie de nuevo, trata de hacer que te sientas cómodo.

  • Poneos cómodos – nos propone.

Nos quitamos el abrigo y ella, amablemente, lo recoge. Ha notado nuestro nerviosismo inmediatamente y mientras deja los abrigos en el perchero dice:

  • Tranquilos, ya veréis como nos lo pasamos bien. Venid conmigo – nos indica dirigiéndose hacía un pasillo.

La seguimos cogidos de la mano. Nos miramos expectantes, hasta que llegamos a una puerta que ella abre. Es la habitación, en la que nos hace entrar. Hay una gran cama de matrimonio, una tenue luz blanca y un tocador con su correspondiente silla. Entra tras nosotros y situándose entre ambos nos sujeta por la cintura y dice:

  • Bueno chicos, ya estamos aquí.

Acerca sus labios a los tuyos y me siento algo celosa al ver como su lengua entra en tu boca y la saborea. Cuando termina hace lo mismo conmigo, me besa, introduce su lengua en mi boca y rebusca mi lengua. Empiezo a sentirme excitada. Cuando nos separamos, Yana me coge de la mano y me lleva hasta la cama diciéndome:

  • Ven aquí preciosa, vamos a enseñarle a este guapo como se lo montan dos mujeres.

Al oír eso tu sexo se estremece y nos sonríes, te devuelvo la sonrisa con un gesto perverso en ella. Ambas nos arrodillamos sobre la cama, en el centro de esta justamente. Tú te sientas en la silla del tocador. Yana vuelve a besarme mientras me desabrocha la blusa blanca que tú me has pedido que me ponga para la ocasión. Cuando Yana ha terminado de desabrocharla, introduce sus manos por la abertura, las lleva hasta mis senos y los acaricia suavemente. Me estremezco e intento imitarla acariciando sus senos por encima del semitransparente salto de cama. Mi instinto me lleva a quitarle los tirantes y besar sus hombros desnudos, mientras ella desabrocha mi falda corta, baja la cremallera y la desliza por mis piernas hacía abajo. Me siento sobre la cama para que me la quite más cómodamente y entonces te observo. Estás ensimismado mirándonos, tocándote el paquete por encima de la tela del pantalón, mientras te muerdes el labio inferior, en tus ojos el deseo quema y te dan un atractivo distinto y seductor.

Nuestras miradas se cruzan y te pregunto:

  • ¿Qué tal, cariño?

  • Estoy en un sueño, mi sueño – respondes tú, como si de verdad estuvieras viviendo un sueño.

Ahora soy yo la que despoja a Yana de su ropa. Me sorprende la complicidad que en sólo unos minutos se ha creado entre nosotras. Desnudas ambas, nuestras manos acarician la piel de la otra a la vez que nuestros labios no dejan de besarse. Yana me hace acostar sobre la cama bocaarriba, se desliza hacía mis piernas y las abre mientras te mira traviesa. Siento como acerca su boca a mi sexo, me estremezco imaginando lo que seguirá. Su lengua se enreda en mi clítoris y empieza a lamerlo suavemente. Gimo y te observo, ahora te has bajado la cremallera del pantalón y tu mano juega dentro. Yana se esmera, moviendo su lengua de mi clítoris a mi vagina, la introduce dentro y la mueve como si fuera un pequeño pene. Todo mi cuerpo se eriza, mi espalda de arquea haciendo que mi sexo se pegue más a su boca y los gemidos son cada vez más fuertes. En pocos segundos alcanzo el primer orgasmo de la noche, tras el cual, Yana te indica que te acerques a nosotras. Lo haces y te quedas de pie junto a la cama. Nosotras nos acercamos a ti, sonrientes y juguetonas. Yana es quien toma la iniciativa y empieza a desabrocharte el botón del pantalón. Yo acerco mi boca a tus labios y te beso. Nos abrazamos y me susurras al oído:

  • Gracias por este sueño.

Desciendo hasta donde está Yana, frente a tus piernas, y la ayudo a quitarte los calzoncillos; despacio los deslizamos por tus piernas hasta el suelo. Tu sexo aparece altivo, erecto y vibrante. Por un segundo ambas nos quedamos paradas sin saber que hacer, hasta que yo cojo tu pene entre mis manos y se lo ofrezco a Yana. Ella acerca su boca y lo lame. Luego me cede a mí el honor y hago lo mismo, lamo tu glande como sé que a ti te gusta, mientras te miro a los ojos. Tú nos observas, adivino en tus ojos que no acabas de creer lo que está pasando. Hundes tu mano derecha en mi pelo y tiras de él, aprietas mi cabeza y veo que haces lo mismo con el pelo de Yana. Necesitas saber que esto está pasando de verdad, que es real esta situación en la que tienes a tu niña y la espléndida Yana lamiéndote la verga.

Tu cara de excitación es un poema para mis sentidos y me doy cuenta que eres feliz haciendo realidad esta fantasía. Seguimos ambas lamiendo tu verga alternativamente, luego nos repartimos el trabajo y mientras ella te lame los huevos yo lo hago con tu glande hasta que nos intercambiamos el lugar.

Seguidamente, Yana te hace tumbar sobre la cama. Acaricia tu pecho con sus manos y se sitúa sobre ti. Te besa apasionadamente, mientras yo me he situado entre tus piernas y sigo mamando tu verga, saboreándola como a mí me gusta. Yana sitúa su sexo sobre tu boca y veo como tu lengua empieza a lamer su clítoris. Esa visión me excita y me enerva, por eso me coloco sobre tu sexo, rozándolo con el mío, húmedo y excitado, contra él. Ambos nos estremecemos con ese contacto. Sujeto tu pene con la mano y restriego el glande por mis labios, mojándolo en mí humedad, tu empujas deseoso de penetrarme, así que no te hago esperar más. Guío el glande hasta la entrada de mi sexo y desciendo sobre él. Haces un alto en el cunilingus que le estás dando a Yana y suspiras. Luego sigues moviendo tu lengua sobre su sexo mientras ella gime excitada. Se gira para observarme. Y yo empiezo a moverme, a cabalgarte muy despacio sintiendo cada centímetro de tu polla entrando y saliendo de mí.

Yana al verme decide darse la vuelta. Su cuerpo desnudo queda a mi total disposición igual que el mío a la suya; así nuestras manos se pierden sobre la piel de la otra. Acaricio sus hombros, su cuello y nuestras bocas se unen en un apasionado beso mientras sus manos acarician mis caderas, y con una de ellas desciende hasta mí clítoris y muy suavemente, usando su dedo índice, empieza a acariciarlo marcando círculos de placer sobre él. Los gemidos de los tres se confunden inundando la habitación de un agradable sonido. Empiezo a convulsionarme, y acelero mis movimientos sobre ti. La unión de las caricias que Yana aplica sobre mi clítoris, y el placer que tu verga rozando las paredes de mi vagina me produce, hace que poco a poco, el éxtasis vaya naciendo entre mis piernas y se extienda insondable por todo mi cuerpo hasta hacerme explotar en un maravilloso orgasmo. También tú estás apunto de correrte, lo noto porque tú verga se hincha dentro de mí y empujas con fuerza una y otra vez, así que sigo cabalgándote hasta que siento como me llenas con tu blanco líquido. Yana también parece estar a punto de correrse, así que sin perder tiempo, y ambos perfectamente compenetramos, hacemos que se tumbe sobre la cama. Tú te sitúas entre sus piernas, mientras yo me dedico a lamer y acariciar sus hermosas tetas. Con la lengua, sigues el trabajo bucal que hace unos minutos le aplicabas a su jugoso sexo y ella cada vez gime más fuerte, se convulsiona y estremece, empujando su pelvis hacía tu boca. Hasta que sientes sus jugos llenando tu boca, ha llegado al éxtasis. La miro a los ojos, nuestras bocas se buscan por enésima vez y nos besamos. Luego te acercas a nosotras, y también la besas en los labios, luego me besas a mí y tras ese beso me susurras con una amplia sonrisa en tus labios:

  • Gracias, princesa.

Me siento feliz, porque tú también lo eres y nos abrazamos con fuerza. Luego rendidos nos quedamos los tres, acostados sobre la cama.

Despierto unos minutos más tarde, tú sigues a mi lado, pero Yana ya no está. Sólo una nota en la mesilla de noche me certifica que no ha sido un sueño. Cojo la tarjeta y la leo:

"ADM CLONACIÓN desea que el servicio ofrecido por YANA 585 haya sido de su agrado. Gracias por confiar en nuestros productos."

Siento que te mueves en la cama, te acercas a mí intentando abrazarme. Abres los ojos y me observas, luego preguntas:

  • ¿Ya se ha ido?.

  • Eso parece – te contesto enseñándote la tarjeta.

La coges y la lees, luego me miras sonriendo y me dices:

  • Gracias princesa, este ha sido el mejor regalo que me han hecho nunca. Lo que has hecho no tiene precio, cariño, te quiero – me abrazas con fuerza como si quisieras retenerme para siempre en tus brazos y yo te susurró al oído:

  • De nada.

Me besas y me abrazas con fuerza susurrando en mi oído:

  • Te quiero – repites- y sigo sin poder creer lo que has hecho por mí. Complacerme así es lo más bonito del mundo, sin condiciones, sin celos, dándome lo que me gusta, sin importarte nada más. Eres una verdadera princesa, mi princesita.

Me quedo muda, sin saber que decirte, acaricio tu mejilla. En tus ojos y como siempre, se refleja esa luz y ese color que me dan seguridad.

Justo en ese momento alguien llama a la puerta. Nos miramos sorprendidos ya que ninguno de los dos espera a nadie, pero tú sonríes pícaramente así que me levanto, me pongo tu americana para taparme y me dirijo a la puerta, tú me sigues y te levantas de la cama, desde la puerta de la habitación te quedas observándome, llego a la puerta y la abro, hay un chico del hotel con un ramo de rosas rojas, me lo ofrece diciendo:

  • Esto es para usted – y se va.

Cierro la puerta y te observo curiosa y sorprendida. Veo que las rosas llevan una tarjeta, la abro y la leo:

"Gracias, princesa, la próxima vez te toca a ti".

Y empiezo a pensar en esa fantasía, la mía, en como será....

Erotikakarenc (autora TR de TR)

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