Amante y luego tu
Dice un buen autor que si quieres hablar con una mujer no hay que escucharla, hay que mirarla, y tu mirada me dice eso
Amante y luego tu
"no era locura cuando pensé que escribir lo era, locura era pensar eso, pues eso, es mi vida"
Danii2 _ Espero les guste
Dos golpecitos, suaves y sutiles, no puedo preguntar, como siempre ¿Quién podrá ser? No, esta vez no por que sé quien es, aunque la verdad no lo sé del todo.
Una última mirada en el espejo, y me siento satisfecha, no porque crea que soy sexi, aunque en realidad y dejando la maldita modestia a un lado, lo soy, no porque lo crea, es por que lo soy, me siento así, pero no ando mirándome en un espejo para confirmarlo, solo para mostrarme decente, necesito acción, necesito…
De nuevo toca, el mismo toque, otros dos golpes pero esta vez más rápidos, pueda ser que se enoje o se termine yendo y eso definitivamente no puede suceder.
Abro, y entonces todo comienza como el primer día en el que dejé de ser una niña.
Ah, me enamoro cada vez que la veo, lena
A ver, ya es hora de cambiar de tema cada día al salir de la escuela, no?
Si no fuera así, juraría que podría hablar de otra cosa
Así como?
Así
Es bonita, pero tampoco para que te impresiones
Así, perfecta.
-Mierda! – se cubrió los ojos avergonzada y bajó su cabeza
-¿Entras? – le pregunté, aún sin comprender, no sé quien tenía más vergüenza, si ella por ser prepago, o yo por tener que pagarle a alguien para que se acueste conmigo
-Lo siento – Me miró por fin, pero que bonita seguía esta mujer
-¿Qué?
-Me voy
-Por qué? – pregunté aún señalando mi mano hacia adentro para que pasara
-no puedo estar acá
-¿por qué?
-¿Cómo porqué?
-Por que soy yo, o por que soy mujer
Suspiró – Entra, por favor – le pedí
-Quéjate si quieres, pero no puedo
-no va a pasar nada si te doy asco o algo por el estilo – no podía comprender
-Ja – dijo con sarcasmo – y hablas de asco… - suspiró de nuevo y miró hacia abajo – eres de lo más decente con lo que me cruzo
-¿Cuál es el problema entonces?
-¡Que te conozco! – dijo dramática –
-¿Sabes mi nombre? – le pregunté sabiendo la respuesta
-estudiamos en la escuela – evadió mi pregunta intentando recordar
-yo sé el tuyo, pero tu no el mío, lo que realmente responde en contra a lo que dijiste, no me conoces, estudiamos juntas – realmente no era tan segura al hablar con una mujer, tampoco era que no supiera como tratar a una, era solo que ser yo la que tenía el dinero para pagar me ponía en un nivel superior – Ahora, pasa que los vecinos comenzaran a hablar
Miró alrededor y pasó por fin
Ya no sabía que decir y a ella realmente se le veía la incomodidad – puedo hacer una pregunta
-¿Qué?
-Si se supone que trabajas en esto… no estás en riesgo de que más de una persona te reconozca?
-Si… pero no cuando es primer día – se rió para ella misma – estoy podrida en la suerte, no crees?
-ni tanto ¿Sabes? – Soné tranquilizadora – no sé nada de tu vida, la última vez que supe de ti fue el día antes de graduarnos, nunca llegaste a la ceremonia
-Problemas – resumió la explicación – luego fui por el cartón
-seguís igual de bonita – miró mi pequeño lugar y luego sonrió en agradecimiento
-y, ahora… debo cobrarte
-¿Cobrarme? – pregunté divertida
-Si – contestó a la defensiva, como desde el primer momento en que me vio –
-cuanto cobras?
-Debes saberlo… sino, no hubieras llamado…
-la verdad no sé, sólo pedí a alguien, y apareciste
-¿no sabias que era yo?
-No
-eres igual de rara
Y entonces recordé a la antigua Lola… - seguimos igual las dos entonces
-también soy rara? – se cruzó de piernas y se tiró a reír
-no, rara no, pero sí cruel
-te duele que te diga así?
-no, ahora no, soy fuerte. – se quedó mirándome – quieres algo de tomar?
-Vamos al grano, sí?
-por que estás tan molesta? Tomemos algo y luego hacemos algo…
No dijo nada más, busqué una botella de whisky, y serví dos copas, caminé despacio pero creí desmayarme en el camino, no sé si todavía seguía soñando, pues estaba esperando mucho para este día. No con ella, pero si con una mujer.
Me acerqué de nuevo y le di la copa – cuantos años tienes ya?
-Veinticuatro – contestó – vos, a que te dedicas?
-Publicidad
-Siempre supe que eras así
-¿Así, como? ¿Rara? – Dije sarcástica y entonces sentí que realmente no me sentía tan nerviosa, me sentía ofendida, ella era la que se estaba prostituyendo y seguía con su arrogancia de mierda que siempre me impidió acercarme – por que supongo, que ser lesbiana, debe ser muy raro en tu mundo ¿no?
-Que sabes tú de mi mundo? – tomó hasta el fondo y cerró sus ojos mientras agitó su garganta
-lo que me muestras
-deja de filosofar conmigo… - intentó recordar de nuevo mi nombre y no pudo
-Martina – le extendí mi mano – Olvidemos que fuiste la niña odiosa y tonta y popular de la escuela y yo fui “rara” como dices tú
Sonrió arrogante – puedes darme otra copa?
-toma esta – le brindé la mía
-no tienes que embriagarme para disfrutar de mi – soltó menospreciándose
-no tengo que embriagarte para disfrutarte porque por eso pago, no? – dije en su mismo tono
Se levantó, y con sus ojos oscuros me miró de la manera menos encantadora, no sabía realmente por que estaba tan enojada, no era mi culpa que en su primer día se encontrara conmigo. No era mi culpa que en mi primera vez, me tocara con ella.
Se sentó sobre mis piernas, me acomodé sobre el espaldar del sofá y me hice agua al pensar en un beso de esos labios rojos y relativamente pequeños. De inmediato se bajó, recuperó su “sentido” por así llamarlo y se hizo a mi lado.
No era exactamente que yo quisiera fingir serenidad cuando eso era lo último que existía en ese momento, los nervios habían pasado tan rápido como cuando llegaron antes de verla e incluso cuando la vi parada en la puerta de mi casa, ahora sólo quería burlarme, o de alguna manera vengarme… no era que me hubiera hecho algo en el pasado, pero su sola presencia que aparentaba tanto orgullo y soberbia me molestaba, quizás, aunque me costara admitirlo, porque por esos dos amigos suyos, nunca pude, así lo intentara, acercarme a hablarle.
-sólo digo que siempre supe que eras lesbiana
-No me digas… - comenté, sin prestarle la importancia que se merecía su afirmación
-siempre te gustó estar con más mujeres que con hombres
-Eso no dice nada – tomé otra copa, y ella me siguió – muchas mujeres prefieren eso, ya que la mayoría opinamos que estar con ellos nos resta inteligencia – encogí mis hombros, pensando en todos los hombres menos en mi buen amigo Homero
-no sólo era eso – cambió su posición y se ubicó mejor apoyando su brazo sobre el sofá, entonces aprecié sus piernas, llevaba un short, de tela delgada pero fina, de color oscuro, unos tacones en un tamaño considerable, no eran exageradamente altos pero demostraban elegancia con su tamaño – era la manera en la que mirabas a las mujeres – expresó, clavándome esa mirada acusadora y traviesa con la que sus ojos negros me apuntaban directo, se alborotó el cabello y me pidió otra copa más, entonces decidí traer la botella y servir otra ronda de nuevo – era la manera en la que me mirabas a mí – concluyó triunfadora
-Eras hermosa, obviamente me gustabas – admití
-Me di cuenta, yo lo sabía, me divertía cada vez que pasaba cerca de ti y te ponías nerviosa, sin saber que hacer – sonrió y mi corazón aceleró, que carajos le pasaba – porque nunca me hablaste?
-¿Por qué tenía que hacerlo?
-Pues – tocó mi pierna derecha, y por fin me dejó ver, entre tanto maquillaje y miradas burlonas, una tristeza que se asomaba cada vez que me tocaba – yo te gustaba
-¿y?
-¿Cómo, y?
-que me gustaras no quería decir que quisiera algo contigo
-no le encuentro lógica
-La lógica – le respondí, separándome un poco – es que tú eras tonta – y llamé su atención – demasiado plástica para mi gusto
-Eso lo dicen todas las personas envidiosas de otras – abrió comillas con sus dedos – “lo importante es la belleza interior! Pff – pronunció, tomando otro poco
-Yo creo en esa frase, y no te tengo envidia
-sí que la tienes – afirmó, en un tono retador – por eso me hablas de ese modo, a mí me molesta que mi primera vez en este trabajo tenga que ver a un conocido – dijo, con menosprecio – pero y ¿tu? Tienes que pagar para que alguien se acueste contigo.
La miré, tragué saliva y rogué por dentro no caer por culpa de sus palabras – no pago para que alguien se acueste conmigo
-Ah, no? – preguntó, respondiéndose al mismo tiempo – que hago yo aquí entonces? –
-No quiero involucrar sentimientos
-¿Qué significa eso?
-No tengo que darte explicaciones, si así vas a comenzar – negué con mi cabeza – iniciaste mal cariño
-¡no me digas que tengo que hacer! –
-Solo te estoy aclarando Lola, que aquí la que paga soy yo
-Púdrete – se levantó, justo se había acomodado tan bien que al levantarse tan de prisa no se acomodó bien su tacón derecho y su pie se dobló, me apuré a detenerla antes de que se cayera y en el afán de que con su orgullo no quería dejarse ayudar, me empujó bruscamente y la caída terminé siendo yo, me lastimé la espalda al chocar con la mesa en la que estaba la botella.
-Lo Siento! – se apuró a decir, intentando ayudarme
-Vete
Se quedó en silencio, quise levantarme pero no pude, extendió su mano y me miró arrepentida – ven, te ayudo – susurró, acepté su ayuda y me ubiqué sobre el asiento
-Uch
-¿duele?
-Vete -
Nuestros ojos se cruzaron, si no fuera así, sería la mujer perfecta, por que físicamente, no tenía ningún maldito defecto. – fue mi culpa… Martina
-En serio? – llamé a mi sarcasmo
-Déjame
-yo puedo sola, vete de mi casa
-No
-Pero mujer ¡quién te entiende! – dije casi en grito
Sintiendo mi cuerpo caliente y a punto de estallar pero del enojo, primero actúa groseramente, me hace caer cuando solo intento ayudarla y ahora que la echo dice que no
-Lo siento…
Y reí
-¿Cuál es la maldita risa? – dijo, ya sentada de nuevo y tocando su cabello desesperada
-no eres capaz de pedir perdón?
-Dije que lo siento
-a eso me refiero
-mira – respiró – intento disculparme a mi manera – explicó
-¿Por qué estás tan molesta conmigo?
El silencio se apoderó del momento, cogió la botella y bebió hasta que su garganta no pudo resistir más – Eso es un desastre
-¿Qué lo es?
-No me ves? – se levantó, se dio la vuelta para que yo la mirara – crees que me siento satisfecha de prepago? – Se retiró su chaqueta de cuero y me dejó ver su cintura pequeña, cubierta por un blusón de un color rosa claro – es un maldito infierno, no quería – se rindió, quebrantando su voz – no quiero acostarme con nadie por plata
-¿por qué lo haces entonces?
-tengo una familia a quien mantener
-¿ya tienes hijos?
-No, pero sí una madre y una abuela enferma
-y no buscaste algo más?
-Martina, todos te ven con este cuerpo y lo único que quieren es acostarse contigo, trabajo? Si he buscado, mi profesión es comunicación social, Pero en la empresa en la que estaba antes cambiaron de administración y llegó otro señor que me estaba poniendo a trabajar catorce horas diarias por un pago que no me estaba alcanzando ni para transportarme… y en este tiempo he sobrevivido con la liquidación de los años que he trabajado pero el dinero se acaba, a donde he ido o no hay trabajo o si hay, requiere también acostarme con viejos asquerosos y morbosos… y…
-Entiendo – interrumpí por que no podía hablar más
-Una amiga me habló de esto… me dijo que pagaban demasiado bien y eso me iba a dar para ahorrar algo mientras conseguía algo mejor
-tu mamá lo sabe?
-No
-tranquilízate – soné conciliadora – debe ser… pesado esto
-tenía mucho miedo de ver con quien me tocaba hoy… es mi primer día
-¿tienes novio?
-no tengo que responder eso
-Ok, perdón
-Necesito la plata Martina, hagámoslo rápido
-Siempre eres así?
-¿cómo?
-ibas bien
-a eso no vine?
-sí, pero yo no quiero acostarme contigo
-¿Por qué?
-Porque no - me gustaba demasiado para hacerlo, se suponía que en esto, lo último que iba a pasar era involucrar sentimientos, además, no quería que me recordara por ser la primera persona en su expediente de recuerdos malos.
-no me jodas ahora, ya te pedí disculpas, necesito la plata
Me levanté, su mirada me siguió hasta que mi cuerpo se perdió hasta mi habitación, saqué el dinero suficiente para pagarle por su trabajo y por una propina – sí así debía llamarlo por causarme un terrible dolor en mi espalda – toma – extendí mi mano para darle la plata
-¿Qué?
-Es plata
-yo sé que es plata, donde quieres que nos quedemos, acá o en el cuarto?
-toma esto y vete
-No, hagámoslo y me voy
-ya te dije que no me voy acostar contigo
-no te voy a recibir eso
-¿por qué?
-no te conté mis problemas para causar lástima
-no te tengo lástima
-entonces no me des limosnas
Suspiré, intentar algo con ella era imposible – ya te has quedado el tiempo suficiente para cobrar por tu compañía
-¿bromeas?
-¿Qué le ves de chiste a lo que digo?
-sólo te he causado…
-Toma esto, y vete.
-No lo voy a aceptar, deja de ser rogada, tú quieres y yo… - se quedó en silencio
-¿tu también?
-yo tengo que trabajar
-¿quieres?
-Es mi trabajo
-¿quieres? – le repetí
Me quitó la plata y se levantó, sin embargo, el whisky ya había dejado estragos, estaba desubicada y su maquillaje se había regado cuando lloró – Maldita sea
-¿Qué?
-Estoy borracha
-Pasa tu borrachera acá y cuando te sientas mejor, te vas
-¿Quién te crees tú? La hermana Laura… o…
-mira, para ser una santa me falta demasiado, así que deja las ironías conmigo, solo soy persona, si no quieres quedarte, ahí está la puerta, si quieres quedarte, lo puedes hacer
-¿y tu?
-yo me voy acostar, también estoy mareada – caminé hacia mi habitación, dejando casi que a una desconocida en situación de borrachera, necesitada de plata en la sala de mi casa, pero no me importaba, por que necesitaba un momento para mirarme en el espejo y preguntarme por qué no había sido capaz de acostarme con ella, por que me daba tanto miedo y tanta vergüenza, por que verla y hablarle me quitaba seguridad, por que me gustaba tanto pero sentía cierto desagrado, por qué no la trataba como se merecía y a cambio le regalaba mi dinero.
ll
Miré mi celular, Angie me había llamado dos veces en toda la tarde, terminar con ella no me tenía feliz, pero si tranquila. Estar al lado de una persona que solo demuestra interés económico y personal, es lo mismo que estar solo, Pero si es extraño no tenerla a mi lado, no pasar mi tarde con ella, no tenerla acá.
¿Martina? – escuché su voz, miré la hora y recién había pasado las siete de la noche
-¿Seguís aquí? – pregunté, reacomodándome y organizándome mi cabello antes de verla
-Si. ¿Puedo seguir?
-Pasa – dije, y entonces la vi igual de ebria que como estaba
-dejaste casi toda la botella
-y vos te la acabaste – bromeé y por primera vez sonreímos las dos
-te la pagaré – lo dijo en promesa – algún día, cuando tenga el dinero, pero lo haré
-no te la estoy cobrando
-pero era tuya – se adentró un poco más y visualizó la habitación – me gusta la decoración de tu hogar
-Gracias
-quería demostrarte algo – se tuvo un poco de las paredes para llegar a mi cama y se sentó a mirarme
-Cuéntame
-perdóname por ser or… - se enredó al hablar – orgullosa, grosera, irónica y cruel con mis palabras, lo siento de verdad
-Lo sé
-que sabes?
-que lo sientes
-te lo estoy diciendo
-uno puede decir mucha mierda – sonrió – pero tus ojos nunca mienten
-no me digas… - se acercó más a mi – que te dicen mis ojos?
-De hecho mucho – susurré, atreviéndome a tocar su cabello y acaricié el lado derecho de su rostro – por ejemplo, que mueres por besarme – rosé sus labios
-no lo creo – respiró sobre mi cara
-dice un buen autor que si quieres hablar con una mujer no hay que escucharla, hay que mirarla, y tu mirada me dice eso, y también me dice que lo sientes de verdad
-te has portado bien conmigo, y tienes razón, eres persona, a veces se me olvida eso y deshumanizo a los demás
-¿tienes hambre?
-tengo sueño – contestó
-¿vas a acostarte?
-Contigo – jugó
-¿Conmigo?
-Ajam… - sacó su lengua, y sutilmente humedeció mis labios
-no te cosa acostarte con alguien que consideras rara?
-debe ser excitante – susurró
Coloqué mis manos sobre su cintura y la atraje hacia a mi – tu lo eres – dije en voz baja, y me enrede entre sus labios, sus besos sabían a tequila, no podía definir que era lo me pasaba en ese momento, me sentía feliz, la deseaba demasiado, era de esas mujeres que solo ves en la televisión y en las películas extranjeras, de esas mujeres que solo ves al lado de tipos de plata y de camionetas que cuestan millones y millones, de esas mujeres que a cualquiera le puede gustar…
No podía tener labios mas suaves ni mas perfectos, no podía besar mejor, tenía algo que me encantaba, era una sensación casi obsesionante, abrasó mi cuello con sus manos, y se ubicó sobre mis piernas – quiero acostarme contigo – dijo excitada, casi sin poder hablar
-¿has hecho el amor alguna vez? – me separé y le pregunté
-Si – besó de nuevo mis labios – por que preguntas eso?
-¿si entendiste la pregunta?
-¿Qué si he hecho el amor? Pensó y luego me miró -Si – repitió
-¿hablas de sexo o amor?
-viste por que pienso que eres rara – sonrió
-¿Qué tiene de raro mi pregunta?
-el amor no existe. – me miró y quiso besarme – Eso responde tu pregunta?
-si existe Lola – tomé su rostro entre mis manos – yo soy el amor – mencioné, levantando su blusón de material delicado, y dejándola semi desnuda ante mis ojos.