Amante Eterno
Existe en el universo una fuerza con un poder tal que es capaz de crearlo todo, es una energía que constantemente late y muta arrasando con todo lo perecedero y creando momentos eternos. Es la fuerza proveniente de los deseos latentes de la humanidad, es la Libido universal concentrada en un instante único. Esta energía un día visitó a Fabrizio mientras dormía, lo conocía desde siempre como conoce a esos seres especialmente elegidos para la voluptuosidad. A esos que en ciertos momentos de la vida, se les despierta un desenfrenado deseo por vivir los placeres del amor.
Amante eterno
Existe en el universo una fuerza con un poder tal que es capaz de crearlo todo, es una energía que constantemente late y muta arrasando con todo lo perecedero y creando momentos eternos. Es la fuerza proveniente de los deseos latentes de la humanidad, es la Libido universal concentrada en un instante único.
Esta energía un día visitó a Fabrizio mientras dormía, lo conocía desde siempre como conoce a esos seres especialmente elegidos para la voluptuosidad. A esos que en ciertos momentos de la vida, se les despierta un desenfrenado deseo por vivir los placeres del amor. Allí estuvo por horas observando como Fabrizio navegaba por las olas de sus sueños y se sumergió en ellos invadiendo el subconsciente del muchacho. Se enamoró de ese chico sensible y sensual, adoró su delicada piel, sus labios finos, sus manos suaves, ese casi femenino trasero, las piernas fuertes y delgadas. Undió su nariz en los cabellos largos de Fabrizio acarició el pecho apenas salpicado por débiles vellos y descubrió como se erizaban las tetillas ante la suave caricia. Se sintió fascinada por la dualidad del chico. Lo vio en sus sueños vestido como una bella damita con lencería fina, con maquillaje y perfumes dulces. También lo vio con su cuerpo de hombre espléndido amando a hombres y mujeres; entregándose al arrebato de diferentes clases de orgasmos, el de la entrega absoluta y el de la posesión aterciopelada.
El poder universal completamente seducido por ese pequeño ser producto de su creación que era Fabrizio, decidió obsequiarle la posibilidad de vivir en plenitud su bisexualidad, pudiendo escapar al juicio opresivo de los demás.
Cuando Fabrizio despertó supo instintivamente que no estaba solo; sintió una caricia efervescente que lo acarició desde la ingle hasta el cuello. Intentó fijar la vista pero eso que estaba acariciándolo resplandecía de un modo tal que sus ojos no podían hacer foco. Cambiaba constantemente de colores y de rostros. Cuando Fabrizio intentó hablar un dedo hirviente y luminoso se posó en su boca deteniendo las palabras.
-No digas nada adorado- una voz incierta le hablaba y su cuerpo sentía como si un terremoto lo arrasara.
-Te amo tanto querido- la Libido Universal le decía a su elegido desde hoy tu y yo somos uno, te dejo este obsequio, a partir de hoy tu cuerpo solo te dará satisfacciones y a través de ellas gozaré contigo. Disfrútalo plenamente.
Fabrizio supo que ya no era el mismo. Que su cuerpo había sido invadido por la magia, sentía un cosquilleo en la piel y la sangre hirviendo. Recorrió su pecho con las manos y bajó hasta su entrepierna, acarició los vellos que rodeaban su falo, bajó hasta los huevitos pellizcándolos despacito, tironeando delicadamente de la piel que los cubre. Apoyó su mano derecha sobre la verga que comenzaba a despertarse dando saltitos ante las suaves caricias y la mano izquierda se detuvo sobre una de sus tetillas apretando apenas el pezón. Permaneció saboreando su cuerpo de hombre durante varios minutos y cerró los ojos dejando que a su mente llegaran recuerdos varios para quedarse inmovilizado en el recuerdo de su último encuentro con Matías. Volvió a sentir la lengua del chico en sus pezoncitos, los dedos traviesos estimulándole la cola y comenzó a sentirse una chica. Pudo sentir como el cosquilleo aumentaba convirtiéndose en vibración. Sintió como bajo la mamo izquierda el pecho crecía inflándose, redondeándose, llenándole la mano. Y bajo su mano derecha la pija se encogía convirtiéndose en un pequeño botoncito, donde todas las sensaciones que normalmente estaban dispersas por la superficie del glande se habían concentrado en un único punto.
No podía creer la maravilla de lo que estaba viviendo, apretar esa teta suya le provocaba un placer doble. El que sentía su mano ante aquel objeto suave, algo blando y redondo que cedía dócil a su masaje devolviéndole un pezón que se endurecía sabrosamente. Y el placer experimentado desde el pecho mismo que ante ese ser estrujado se estremecía con un sutil y agradable dolor. Pero las sensaciones más extrañas y placenteras le llegaban desde lo que había sido su pene y ahora latía erecto en forma de clítoris, fue difícil para su mente masculina asimilar la concentración de placer y descubrió como una presión excesiva solo lograba que toda sensación se evaporara; mientras que un sutil roce lograba que fluidos tibios le bañaran los dedos. Buscó con sus dedos la entrada de la vagina y la encontró mojada y caliente los hundió allí para sentirse invadido por sí mismo, acariciándose por dentro, descubriendo cómo lo apretado comenzaba a ceder ante el vaivén de su mano. Estaba agitado, sentía cómo el placer crecía en su vientre y como su mano se llenaba de flujos espesos. Intuitivamente apoyó dos dedos en el clítoris que hinchado suplicaba ser tocado. Aumentando y disminuyendo presión y ritmo se detuvo allí hasta comenzar a sentir como su cuerpo se desvanecía y todo su sistema sensitivo vibraba al compás de su tacto. El espasmo en su pelvis lo convulsionó obsequiándole el primer orgasmo femenino de su vida. La eléctrica caricia le recorrió el cuerpo alojándose en la nuca para explotar de golpe arrancándole un grito agudo.
Respiraba profundo mientras sus músculos intentaban aflojarse, así estuvo durante varios minutos buscando comprender las emociones que se acumulaban en su cabeza y en su corazón. Era una chica. Acarició sus muslos que eran blandos y redondeados, subió por su vientre, esa piel de terciopelo no era la de él y si lo era. Era una chica. Lloró de alegría por su sexo nuevo, ese sexo que estrenaba, ese sexo deliciosamente caliente y sensitivo, ese sexo que tenía para usar a su voluntad. Era una chica sin serlo.
Se levantó y con las piernas aún temblándole caminó hasta el espejo. Se observó detenidamente.
-Hermosa- se dijo a sí mismo.
Era el mismo Fabrizio, con ese rostro de ángel asexuado de ojos grandes y dulces. Su cuerpo delgado estaba decorado por pechos que caían redondos como gotas de agua, sus piernas largas se redondeaban formando unas caderas armónicas con su delicada figura. Se veía a sí mismo convertido en mujer y su ser hombre se miraba como a una fruta apetecible y deseable. Se excito con su propia imagen. Ante la excitación comenzó a percibir nuevamente como el cosquilleo por su piel aumentaba hasta convertirse en vibración. Vio como sus pechos eran reabsorbidos por su cuerpo, para volver a convertirse en sus tetillas de muchacho y como su vagina volvía convertirse en un espléndido y erecto pene listo para la acción.
Fabrizio se convirtió en un ser mágico que comenzaría a disfrutar de ese magnífico don de ser hombre o ser mujer según el contexto y no podía negar que disfrutaba de ambos estados por igual. Amaba a las mujeres, se deleitaba saboreando esas pieles suaves y perfumadas, le volaba la cabeza enredar sus dedos por esos cabellos largos y sedosos, las mujeres eran para el una maravillosa obra de arte que uno debía saber apreciar, y vaya que lo hacía.
Su propia sensibilidad se exacerbaba ante la presencia de esos cuerpos hermosamente redondeados con músculos apenas tensos. Y ante esas vocecitas que parecían ahogarse por los arrebatos de placer, para convertirse en el canto más delicioso del universo. Se sentía pleno cuando la totalidad de su miembro era abrazado por el calor húmedo y acolchonadito que le brindaban las delicadas conchitas. Siempre había sido un amante sensible y atento, pero desde que pudo sentir en su propia carne las explosivas sensaciones de una mujer, disfrutaba de un modo completamente diferente del sexo con ellas. Y ellas lo disfrutaban muchísimo más. Fabrizio conocía el punto exacto de delicadeza y rudeza que necesitaba una chica para gozar.
Y amaba de modo adictivo que su sensual sutileza se encontrara con brazos fuertes y hoscos. Con pechos velludos, con rostros y voces ásperas. Sentía que toda sensibilidad se potenciaba cuando lo rodeaban los brazos de un tipo; amaba sentir como apoyaban esas pijas gruesas y palpitantes sobre su trasero. Y ahora que podía ser una pequeña mujercita cuando lo quisiera, estaba habilitado para estar con cualquier hombre que le gustara en el momento que lo deseara.
Su adorado Matías recibió el obsequio de inaugurar el cuerpo femenino de Fabrizio. Cuando llegó a la casa de éste, el tapado que llevaba disimulaba sus curvas. El chico lo miró un poco extrañado porque sus rasgos sus un poco femeninos se veían sutilmente acentuados.
- Que lindo estás- le dijo y lo beso en la boca. No pudo evitar saborear sus labios, se sentían más suaves que de costumbre.
Para el resto del mundo no había dudas sobre la masculinidad de Matías, deportista, fornido y bravucón, se movía por la vida como un verdadero macho. Sin embargo Fabrizio había sido para él, el único amigo incondicional desde la infancia, el único que lo acompañó en los momentos más difíciles, con quien compartió penas y alegrías. Juntos vivieron el despertar de su sexualidad y fueron cómplices en múltiples juegos sexuales, tanto fue así que no existió nunca timidez ni secretos entre ellos. Matías aceptó la delicadeza de Fabricio casi sin darse cuenta que no se parecía al resto de los muchachos y fue entre juegos de y confidencias que se volvieron inseparables. Ese mismo cariño de amigos se convirtió en atracción mutua. Matías adoraba la sensibilidad de Fabrizio y éste la fuerza agresiva de Matías, se complementaban de tal modo que no tardaron en experimentarse mutuamente en los placeres de la carne.
Esa noche Matías notaba algo distinto en Fabrizio, pero no supo qué era hasta que estuvieron adentro. Éste dejó caer el tapado. Matías se quedó viéndolo llevaba unos jeans que se le ajustaban a la cadera, insinuando unas curvas que Matías nunca había visto en su amigo; la remera justa y escotada dejaba ver el inicio de unas tetitas redonditas. Con la boca abierta se acercó y apoyó ambas manos en la cintura de Fabrizio, la tenía marcada. Quiso hablar y las palabras no le salieron. Fabrizio se abalanzó comiéndole la boca con labios, lengua y dientes. Matías sintió con el abrazo esos pechos ni duros ni blandos apoyarse en su tórax, la incertidumbre que le generó ésto hizo que alejara suavemente a Fabrizio, éste automáticamente se quitó la remera dejando sus hermosas tetas nuevas a la vista de su amigo.
-Son de verdad tocalas- dijo.
Matías apoyó cada mano en una teta y apretó suavemente sonriendo.
-¿No son hermosas?- preguntó Fabrizio.
Matías seguía sin poder hablar, solo le acariciaba las tetas cambiando la intensidad de la caricia constantemente, hasta que ya no le alcanzó con las manos y quiso sentir esos pezoncitos duros en su boca. Los recorrió con la lengua y los succionó suavemente.
Fabrizio sentía como el deseo se le escapaba del cuerpo transformado en un flujo tibio que comenzaba a lubricarle la entrepierna. Matías arrastró una de sus manos por el vientre de Fabricio dejándose sorprender por esa piel tersa y lisa, la deslizó por debajo del jean haciendo que los botones se desprendieran. Cuando su mano se coló bajo la tanga descubrió una conchita caliente y mojada. Levantó la vista y se incorporó mirándolo, sin dejar de friccionar esa flor lubricada y le dijo:
¡Sos una chica!
Soy una chica y quiero que me cojas.
Se besaron rabiosamente arrancando toda la ropa que les quedaba puesta, mordisquearon cada uno de sus centímetros, lamieron cada hueco, Matías se deleitó extensamente en esa vagina apretada y hambrienta.
Fabrizio sentía como la lengua de su amigo lo lamía abarcándolo entero y perdiéndose dentro le desprendía jugos y gemidos, sintió una punzante concentración de sensaciones cuando Matías se obstinó en succionarle el clítoris, le costó definirlo, era una especie de presión en la que se mezclaba placer y dolor, intentó apartarlo pero este le sostuvo las caderas muy fuerte y aceleró las lamidas y succiones, el orgasmo lo alcanzó casi como a la fuerza electrificándolo por completo, ablandándole el cuerpo y el alma. Matías se apartó empuñando la pija que brillaba producto de la excitación incontrolable que lo poseía. Apoyó la punta en el botoncito hinchado y sensible de Fabrizio y frotándolo suavemente recorrió toda la entrada empapando el falo erecto en los flujos y saliva que descansaban en los labios de la conchita de su amigo. Fabrizio lo miró con los ojos aún perdidos en las emociones que le provocó el orgasmo.
- Cojeme- dijo con el aliento cortado- te quiero adentro mío
Matías se undió profundamente disfrutando de una sensación abrasadora y suave que le rodeó la verga y le produjo un escalofrío de placer que le recorrió la espina dorsal instándosele bajo la cabeza. Cojieron como desalmados, disfrutando cada embestida, cada grito, cada orgasmo hasta quedarse dormidos.
Al amanecer Matías se encontró con Fabrizio tal como siempre lo había visto, su amigo de siempre. El que se ganaba a las chicas por su simpatía y dulzura escondidas en un muchacho común. El mismo tipo que se cojía a las conchitas más ricas del barrio tenía el don de transformarse en el dueño del tajito más rico que había probado.
Fabrizio estaba destinado para una vida única. El amante eterno de esa Libido Universal que se esconde en cada uno de los mortales, esa fuerza que se apodera de los individuos cuando se entregan al placer.
Así vivió su vida abrazado por la lujuria, reencontrándose con su más fiel enamorada que se reencarnaba en cada piel y cada beso que Fabrizio disfrutaba.