Amante de mi padre
Me llamo Carla, he sido hija única, por consiguiente, muy mimada y consentida, fundamentalmente por mi padre Carlos, que tenia 23 años cuando nací, al igual que mi madre, he tenido una infancia muy feliz, siempre he estado sobreprotegida.
Amante de mi padre.
Me llamo Carla, he sido hija única, por consiguiente, muy mimada y consentida, fundamentalmente por mi padre Carlos, que tenia 23 años cuando nací, al igual que mi madre, he tenido una infancia muy feliz, siempre he estado sobreprotegida.
Mi papi, así le digo habitualmente, fue de quien recibí el mayor cariño, no es que mi madre no me quisiese, pero no tengo dudas de que entre los dos prefería a mi padre.
Mi madre estaba algo celosa, se notaba, aunque trataba de disimularlo, pero mi padre era quien preparaba en desayuno, me llevaba a la escuela, me ayudaba con los deberes y me enseño a bailar, que lo hacíamos cuando teníamos la oportunidad de lucirnos, y montones de cosas más, que guardo en mis recuerdos.
Había una conexión entre ambos, creo que fuera de lo común, me encantaba sentarme sobre sus rodillas, mientras siempre tenia algún cuento o algo para entretenerme.
A los dieciocho años, tuve mi primer novio, mi padre fue bastante guardabosque conmigo, y creo que estaba celoso de mi pareja, pero siempre obtenía lo que pretendía, adulando a mi padre, con besos y caricias
A los veinte me quise casar, con este chico que daba la casualidad, se llamaba igual que mi papi, por supuesto se hizo una gran fiesta y me convertí en señora, el día de mi boda mi padre lloraba por el alejamiento de su hija.
Aunque habíamos conseguido una casa, a dos cuadras de la de mis padres, así que iba a almorzar, y lo pasaba mas en mi casa paterna que en la mía, por la noche cenaba con mi esposo, que se iba muy temprano a trabajar regresando cerca de la 7 pm.
Debo confesar que mi noche de bodas, no fue algo inolvidable, era virgen, no fue muy placentera, ni mi primera vez, ni las siguientes, digamos que no sentía gran excitación, no llegaba a tener ni un simple orgasmo, pero a pesar de eso, a los dos meses del casamiento, estaba embarazada.
Cuando hicimos participar a mis padres como a los de mi esposo, fue una alegría total, mi padre estaba más que eufórico ante la llegada de una nieta, dado que se conocía el sexo.
Me traía, de todo, la cuna, ropa, enceres, para su primera nieta, digamos que la felicidad que nos embargaba, había invadido nuestros hogares.
A pesar del embarazo, que según se dice, la mujer esta mas alterada durante el proceso de su estado de preñez, en mi caso no pasaba nada.
Todos los días iba a casa de mis padres, donde no dejaban de observar cómo iba creciendo mi panza, que recién para el quinto mes ya se hacía mucho más evidente.
Recuerdo que era un verano muy caluroso, andaba bastante livianita de ropa, luciendo totalmente despreocupada mi bella pancita, recibiendo halagos y hasta palabras bastante subidas de tono, por algún desubicado, que lo solo en hacer, era sonreírles
Esa tarde llegué a casa, mi padre estaba tomando una cerveza, bajo la sombra de la parra, apenas llegué me beso, acariciando mi panza, produciéndome un cierto cosquilleo de placer, viniéndome a mi mente, la primera vez, que vi desnudo a papi, algo que me produzco la misma sensación que me ocurría en ese momento. Por supuesto que jamás, lo mencioné y traté de olvidarlo, pero el estremecimiento fue muy similar al de esa oportunidad.
Superado ese momento, olvide el incidente, continuando hablando de cualquier cosa. Pero ese se repitió en otra oportunidad, y esa sensación me comenzaba a agradar, sin saber a ciencias cierta que sucedía.
Aunque comenzó a cautivarme esa sensación, que si bien no quería aceptar la realidad, cada vez que sucedía, pretendía mantener mas su mano en mi abdomen, sensación, que no me ocurría con mi esposo.
Era llegar a la casa de mis progenitores, para esperar las caricias de mi padre, que a veces apoyaba mi mano sobre la suya para prolongas ese contacto, por otro lado no recibía de mi esposo algo similar, era como que estaba volcando esas percepciones hacia mi padre.
El ser humano actúa de una manera extraña, pero la tentación es difícil de evitarla, por lo que me estaba sucediendo, sabiendo que era mi padre, no podía dejar de excitarme cada vez que sentía la palma de su mano. Hasta deseaba que tocase mis tetas y desplazarse por el monte de Venus hasta depositarla en mi vagina. Trataba de quitarme esa idea de la cabeza, pero me atraía, intentando no entrar en una loca fantasía.
Tampoco sabía o quería entregarme abiertamente, así que intentaba de disfrutar esos escasos minutos de placer. Una de esas tardes, decidí no llevar sostén, solo una camisa holgada, algo transparente desbrochada algo más abajo del crecimiento de mis pechos.
Estaba por ir a su casa, cuando vino mi padre, a casa esa tarde, algo que me llamó la atención, tomamos un café, mientras charlábamos, se acercó para acariciar mi panza, fue bastante prolongado, sentí su mano rozar la parte inferior de mis tetas, eso me incitó mis hormonas, sentí mojarme, me fui acurrucando a su cuerpo mientras las caricias se iban prolongando, cuando se levantó de improviso diciendo que tenía que irse. Noté que su pantalón mostraba estar más abultado que cuando llegó, en el momento que se incorporó del sillón..
Lamentablemente todo quedó en eso, no regreso a mi casa, solo iba a la suya y a veces me acariciaba, pero estaba presente mi madre. Así fueron transcurriendo los días, hasta que parí a Lucia, para alegría de todos, pero fundamentalmente para mi padre.
Ya había descartado mi intención, este nuevo advenimiento, me hizo olvidarlo, cuidar y amamantar a mi bebe, los quehaceres domésticos etc,etc, me fueron adsorbiendo mi tiempo. Ya había cumplido mis 22 años, el matrimonio no era lo que había idealizado antes de contraer enlace, era como hallarme en una encrucijada sin salida, no era feliz, además estaba bastante deprimida, solo cuando mi padre estaba a mi lado me sentía cobijada.
Una tarde vino, había finalizado de dar mi teta a la beba, la cambie, y la acosté, después de haberla tenido su abuelo un buen rato en brazos.
Realmente estaba malhumorada, más que nada porque perdía bastante leche, manchando las prendas, sumado a un montón de cosas. En momento que estaba hablando con mi papi, cuando me dice:
“Esta manchándose tu ropa, hija”
“Oh, ya estoy cansada de esto, recién puesta limpia, maldición” grité sobresaltada, y de muy mal talante, mientras me quitaba esa camisola, quedándome solo con mis bragas, sin importarme que estaba mi padre, en esa arrebato de impotencia, me largué a llorar, desconsoladamente.
Mi padre sorprendido, por mi reacción, además quedando mis tetas al aire, sin saber bien que hacer, me dice:
“Ven acá, hija”
Haciéndome sentar sobre sus rodillas, mientras me abrazaba y acariciaba mi cabeza, tratando de calmar mi rabieta. Cuando reaccioné ante esa situación, sentí una gran alegría, como un bálsamo de caricias que aplacaban mi mal estar, acurrucándome a mi padre, como cuando era chiquita, quien no dejaba de mimar mi espalda, tratando de apaciguarme, mientras mi corazón latía apresuradamente de la emoción. En el momento que me pregunta:
“Tienes algo para extraer tu leche?”
“Si, claro te gustaría hacerlo?”
“Bueno no era mi intención hacerlo, pero por supuesto me encantaría”
Me levante, y corrí a buscar el extractor de leche, explicándole cómo funcionaba, emocionada por lo que se avecinaba, así que me senté mientras me colocaba el extremo del extractor adosándolo a mi pezón.
Diciéndome en ese momento:
“Tienes unos hermosos pechos, hija”
“Gracias papi, me alegra que disfrutes de ellos, además estoy contenta de mostrártelos y te regocites con ellos”
Ese inesperado contacto, estaba lleno de una cierta ternura pero a su vez con gran parte de erotismo, que por supuesto me encantaba profundamente. Continuo con su labor, mientras no dejaba de observar mis senos, finalizó con uno para seguir con el otro, que por supuesto lo acaricio suavemente, produciéndome un excitante placer.
No pasó más nada, regresó a su casa, hasta que días después volvió a visitarme y me preguntó si necesitaba que me extrajese leche,
“Si papi, si quieres estoy lista para eso, parece que te gusto hacerlo”
Traje el aparato, y por supuesto me quité todo, solo quedándome con mis bragas, pero esta vez me senté en sus rodillas, antes de hacerlo vi como se producía su abultamiento. Estaba muy excitada, apenas apoyó el aparato, comencé a mojarme, la lenta succión de mi pecho estaba revolucionando mis hormonas, me recosté sobre mi padre, cuando su mano comenzó a acariciar mi abdomen, hasta llevarla a mi teta para oprimirla levemente, comenzando a gotear a medida que intensificaba su presión en ella.
La tensión y la alteración se iban haciendo dueña de la situación, cuando quitó el aparato para oprimirme mis tetas, que iban evacuando la leche que se fluía por mi piel.
Comenzó a besar mi cuello, sin dejar de tocar mi abdomen, bajando hasta mi monte de Venus, en el momento que como un susurro, le digo:
“Quieres que me mis bragas?”
Que por supuesto no me contestó, entendiendo que su silencio equivalía a un “SI”, así que la fui desplazando hasta que mi cuerpo desnudo quedó a la merced de mi padre, que no tardó en tocar mi sexo, percibiendo el sonido, que sus dedos producían, con el contacto de mi vagina segregada de flujo. Al sentir separar mis labios vaginales, incursionando sus dedos una y otra vez, por el borde de ellos, buscando mi clítoris, para rozar suavemente hasta lograr erizarlo, para oprimirlo levemente en cortos y apasionados intervalos.
Me movía sobre su pelvis, rosando su candente verga, a la vez que sus largos dedos se iban incrustando en su totalidad en el útero, de su amada hija, su pasión me avasallaba, entregándome en esa morbosa y prohibida correspondencia.
Me mantenía sobre sus rodillas, apresada por sus brazos, donde el extremo de ellos acosaba insaciablemente, a mis pechos y mi vagina, me arqueaba ante cada una de esas impetuosas presiones. Nunca había tenido una sensación tan, pero tan excitante, donde no dejaba de gemir ante los amagues de mi querido padre no dejaba de proporcionarme.
No solo había solo sensualidad en ese contacto, sino había amor y mucha ternura en ese profano acto, estaba dispuesta a entregarme de cuerpo y alma a mi padre, si él estaba dispuesto por supuesto.
Mientras inmersa en esos pensamiento, el arribo de un fuerte espasmo comenzó a vibrar en mi cuerpo, gimiendo como una gata en celo, quise girarme o tratar de manotear el miembro erecto de mi padre, pero no lo permitió, por consiguiente dejé que continuase alterando mi cuerpo hasta llevarme a una prolongada y exquisita convulsión, recostándome sobre el cuerpo de mi padre, .sin dejar de gemir abiertamente.
Apenas regresamos a la realidad, besé a mi padre, mientras le decía:
“Gracias, papi, me has hecho muy feliz”
“Hija, no está bien lo que hemos hecho, discúlpame, no sé que me paso”
Comprendí el bochorno de mi padre, así que traté de apaciguarlo, diciéndole que reconocía que fue un momento de locura, pero que fue un momento inolvidable que me habían encantado sus cálidas caricias, pero a pesar de mis palabras, no estaba totalmente conforme con lo sucedido.
Al levantarme, noté su camisa, manchada por mi leche y su pantalón también, aunque eso fue por otra cosa. No estaba arrepentido por lo ocurrido, solo que me dolía que mi padre se sintiese mal, por lo que hicimos.