Amante de mi madre
La constancia y el amor nos lleva a realizar cosas inceibles, la realidad de este relato lo confirma
Amante de mi madre
Este relato es totalmente real, son las vivencias de un amigo que un dia me lo confeso.
Me llamo Tomás (19), vivo con mi familia, mi padre Pedro (54) que es médico, mi madre Lucia (41) y mi hermana Hebe(14), en una confortable casa, de un barrio privado.
No puedo especificar la época que comencé a sentir algo hacia mi madre, que lentamente se fue convirtiendo en una obsesión, que a pesar de intentar borrar esos pensamientos lascivos hacia ella, día a día parecían acrecentarse.
Salía mi madre del baño, aparentemente después de ducharse, y la toalla corta que envolvía su cuerpo dejaba ver gran parte de sus pomposos glúteos, algo que sin desearlo me provocó una cierta excitación.
Ella no se había percatado de mi presencia, pero esos breves segundos fueron suficiente para alterar mis hormonas. Si bien traté de olvidar ese momento, mi mente traía esa imagen cada tanto, tratando a escondidas de ver alguna parte de su cuerpo..
A medida que fui creciendo, mi atracción hacia ella se iba incrementando, llegándola a tomarla por atrás, abrazándola, besando su cuello, y apoyar mi miembro sobre su apetecible trasero. Notando como se alegraba cuando manifestaba mis caricias hacia ella, algo que se fue haciendo, bastante frecuente.
En una oportunidad en que íbamos a casa de unos parientes para fin de año, con otros allegados, nos obligo a viajar algo apretados, mi madre se sentó sobre mis rodillas, el movimiento del vehículo, sumado al contacto de sus glúteos, no pude contener, una erección, que en determinado momento giró su cabeza, mirándome como si se diese cuenta de mi reacción.
Algo avergonzado por mi proceder traté de aplacarme, aunque no me era demasiado fácil, y menos al notar que mi madre no hacia objeción. Mis abrazos mañaneros, se fueron incrementando, apoyando mi pelvis contra sus glúteos, que a través de mi fino pantaloncito de dormir, no me cabían dudas que percibiera. Traté de ir conquistándola trayéndole flores, o sus chocolates favoritos, o algún perfume de su agrado, algo que mi padre no hacía., mi estado de excitación.
En una oportunidad fuimos a una fiesta, mi madre, mi hermana y yo, mi padre no sé por qué motivo no quiso concurrir, realmente estaba muy feliz algo que me alegraba, hasta llegamos a bailar, en donde nuestros cuerpos parecían fusionarse, que por supuesto mi erección fue inmediata, que sin ningún reparo la apoyé sobre su cuerpo, cerca de su monte de Venus, dada nuestra diferencia de altura.
Agache mi cabeza para que mi mejilla tocase la suya, mientras bailábamos esa melodía propia para enamorados. Al llegar a la mesa mi hermana comenta:
“ Parecían enamorados”, sonriéndole ante su ocurrencia, mientras observaba como se le enrojecían los pómulos a mi madre.
Todo continúo igual, abrazándola fuertemente durante la mañana al ir a desayunar, con un deseo loco, de apoderarme de sus pechos apretujándolos fuertemente, levantar su camisón para acariciar sus pomposos glúteos, hasta desnudarla totalmente en la cocina para luego poder fusionar nuestros cuerpos.
Mi apetito sexual hacia mi madre, se hacía cada día más intenso, era algo imposible de contenerme, terminado masturbándome aplacando ese deseo incontenible.
No sabía cómo continuar, dar un paso más, sabía en que culminaría eso, lo más posible el rechazo, algo que sería más que lógico, tener una relación incestuosa, y menos, vista por nuestro culto religioso tan cerrado y ortodoxo.
Aquella mañana, al levantarme como todos los días, mi madre estaba preparando el desayuno, me acerque a ella, abrazándola como todos los días, con mi rígido falo apoyado sobre sus glúteos, que comenzó a mover activando mas mi excitación, varios minutos permanecimos así, hasta que oímos los pasos en la escalera, de mi hermana, dando por finalizado nuestro vivaz encuentro.
Esa noche mientras recordaba ese momento, frotándome contra su trasero, estaba ya, dispuesto a practicar una masturbación, de repente escuché que tocaron la puerta casi silenciosamente, me levante abruptamente de la cama, preguntando quien era, cuando me responde:
“Soy mamá, necesito hablar contigo”
Acomodé mi pants, abriendo la puerta para que entrase, vestida con su bata de satín negra, cruzada de brazos, agachando la mirada, sentándose en el borde de mi cama, haciendo lo mismo quedándome cerca de ella.
Comenzó a decir:
“Eso que sucedió, no tendría que haber ocurrido, no entiendo que me pasó, no era correcto, fue mi culpa, tuve que haberlo evitado”
Y así continúo hablando, traté de calmarla, que no era su culpa, hasta que termine contándole mis sentimientos, desde ese día que miré su hermoso culo húmedo saliendo del baño, cada vez que la abrazaba, como se fue incrementando mi deseo por ella, por su cuerpo, como me obsesioné perdidamente por su hermoso trasero.
Cómo intenté espiarla a escondidas, tratando de verla desnuda o en ropa interior, cómo comencé a tomar intimas prendas sucias, para masturbarme con ellas oliéndola o frotándola en mi miembro, como en todo ése tiempo transcurrido dejé de mirarla como mi madre para verla cómo una mujer.
Ella se mantenía en silencio, mientras que yo seguía desahogando todos mis sentimientos, estaba yo liberando toda esa opresión dentro de mí, le estaba desnudando mi ser, en ese momento no podía detenerme, por más que lo quisiera, ya me creía todo un pervertido, todo un depravado sexual, pero no había marcha atrás.
No sé porqué, pero no dejaba de hablar, sentía esa extraña necesidad de contarle todo, de explicarle mi sentir, al abrazarla fuertemente dejando su asombrosa energía apoderarse de mi cuerpo, disfrutando del roce de su perlada piel sobre la mía.
Se me habían agotado las palabras, había desahogado todo de mi, todo estaba dicho, seguía mirando yo el piso, guardé silencio, ella no decía nada, seguía totalmente callada, alcé un poco la mirada tratando de mirar su reacción, ella estaba con los ojos cerrados, la cabeza la tenía baja, sus manos las tenía sobre sus piernas juntas, apretándolas, deseando poseerla en ese preciso instante.
Ella abrió sus ojos mientras yo la miraba con amor y deseo, in decir ni una palabra, no podía interpretar su silencio, no podía interpretar su mirada, cuándo ella de repente bajó la mirada hasta mi entrepierna, fijando esos bellos ojos sobre la reciente erección, todo eso me estaba incitando aun más, no sé pero esa sensación de incertidumbre, de morbo, de lo prohibido, mientras la tela del pants, delataba mi estado.
Cuándo siento la mano de mi Madre posarse sobre mi pierna, y con una dulce y cautivante voz, me dice:
“Nadie me había dicho tantas hermosas palabras, nadie me había hablado así, nadie me hablo con tanto sentimiento”
Cuando de pronto siento su mano sobré mi miembro, dando yo un pequeño brinco de sorpresa, ella comenzó a sobar sobre el pants mi miembro, no podía creerlo, y estaba sucediendo, mientras mi erección estaba a full, bajando mi prenda, para tomar mi palpitante falo, sin saber cómo reaccionar.
Entonces ella aun frotando mi erecto pene, en un tono susurrante excesivamente sensual, me dice:
“No hagas nada
Se levantó, para arrodillarse frente a mí, me quitó el pants, tomó con sus dos manos mí punzante miembro, cerró sus ojos dando comienzo a un sublime movimiento de sube y baja con sus dos manos, oprimiendo a la vez mi tronco cada vez que volvía a subir, soltándolo un poco cuándo bajaba, instantáneamente yo me eché para atrás sosteniéndome con mis codos, mirando a mi Madre como masturbaba mi pene, tanta excitación por sus manos frotándolo con erotismo.
Trataba de no expulsar mi liquido ante tan anhelada fantasía, en mi mente no cabía lo que estaba realmente sucediendo, estaba ahí ella, mi Madre masturbándome en la madrugada, con mi padre durmiendo a unos metros, y mi hermana aún más cerca, me dejé llevar cerrando los ojos, disfrutando de ese único momento.
Tratando de poner mi mente en blanco cuándo comencé a sentir una extraña sensación de un roce áspero y húmedo, abriendo mis ojos mi hermosa Madre comenzó a lamer la punta de mi glande, queriendo yo retorcerme ante tanta excitación. Comenzó a engullir mi miembro, succionándolo con tremenda demencia, lo seguía frotando a la vez cada vez más fuerte, más frenéticamente, lo sorbía vigorosamente, con devoción, estaba yo por explotar cuándo de pronto ella se levantó apresuradamente saliendo de mi habitación para entrar al baño.
Pasaron unos cuantos minutos para que ella saliera sin mirarme, sin hablarme, ignorándome por completo, noté que estaba sollozando, traté de detenerla tomándola por la mano, zafándose ella de mi, apresurándose a entrar en su habitación a paso acelerado.
No entendí nada de lo sucedido, posiblemente se arrepintió, al tratar de hacerle sexo oral a su propio hijo, tal vez la excitación, el momento tomaron posesión de sus impulsos y al entrar en razón le causó repugnancia.
A la mañana traté de abrazarla como todos los días, que de una manera sorprendente, me evitó, traté de hablarle, pero la llegada de mi hermana cortó mi intención.
Su rechazo hacia mi persona, se fue incrementando, tampoco podía concretar un dialogo, o tener una explicación, aunque la más factible seria que se avergonzó de su actuación. Traté de no afectarla, me mantuve expectante a su futura reacción, sin intentar una explicación, hasta tenía decidido irme de casa, hasta mi padre percibió mi estado, preguntándole a mi madre que me sucedía.
Los días pasaban sin tener una aclaración, realmente era una situación muy poco grata, evitándonos mutuamente, esa mañana nos estuve presente, regresando bastante entrada la noche, mientras todos dormían, me acosté, desnudándome a fin de aplacar mi excitación masturbándome, cuando oí la voz de mi padre, posiblemente algún paciente requería su presencia, pasaron algunos minutos cuando escuché un leve llamado a mi puerta como aquella vez, pregunté quién era, con una voz susurrante oigo:
“Necesito hablar contigo”
Rápidamente me coloqué unas bermudas y una camiseta, acomodando nuevamente cualquier rastro de lo que hacía para disponerme a abrirle la puerta, ella estaba con su acostumbrada bata de satén negra, con la cabeza baja entró rápidamente para sentarse en el mismo lugar de la vez pasada, diciéndome ella de una manera seria, ven a sentarte.
En una manera sobria y discreta, me comentó que mi padre debía ver a un paciente de urgencia, y se me hizo una buena oportunidad para hablar contigo, no me esperaba que ella hiciese eso, creía ya, que no hablaríamos mas sobre el tema.
Cuando comenzó a hablar aún en tono mesurado y susurrante:
“Quiero que esto termine sin dañarnos más, me lastima ya no verte, cómo te alejas, me lastima mucho no hablarte, pero como te lo dije eso que pasó estuvo muy mal”
Sintiéndome culpable de lo acontecido, no debí actuar como una mujerzuela necesitada, no soy así, tú eres mi hijo y todos estos días me he sentido tan culpable por eso.
Por eso salí corriendo, para llorar por lo que te había hecho, no dormí pensando en lo que pasó, lloraba por el daño que le estaba haciendo a mi familia.
Me di cuenta cómo cambiaba tu actitud conmigo, pero no lo creía porque eres mi hijo, pero me daba cuenta cómo me mirabas, no quise aceptarlo, pero de cierta manera muy en el fondo me sentía halagada. No quería creerlo, hasta ese día en el auto, cuando sentí tu erección y mi excitación, pero me agradó, a pesar de ser mi hijo”
Me confesó, que mi Padre dejó de tocarla mucho antes de que mi hermana naciera, además que él siempre ha estado muy ausente en el sexo, lamentablemente ha sido el único hombre en su vida, y por su manera de ser, le ha sido decepcionante desde el primer día, careciendo de ese romanticismo lleno de besos y caricias.
Dedicándose a sus hijos y el hogar para compensar ese vacío que se había producido.
Yo no podía de dejar de escuchar cada una de sus palabras, acostumbrándose a su falta de sexo, para continuar diciéndome:
“Hasta qué empezaste a mirarme tan diferente, cómo mirabas mis pompas, sintiéndome halagada, como si fuera yo especial para ti, todos los días me observabas, así me hiciste sentir deseada por primera vez “
Su voz, se atenuaba aún más en ése momento me estaba abriendo su corazón, descargando esa contención de cosas que cargaba hacia más de 20 años. Continuó diciéndome:
“Tú me hiciste sentir como nunca, algo que desconocía, me sentí tan deseada, tan valorada, tan protegida, tan querida, al mirarte cómo me consientes, cómo eres tan atento conmigo, cómo me tratas cómo toda una mujer, volviéndome a sentir viva”.
“Nunca imaginé provocar todo eso en un hombre, fue un gran error, mucho menos con mi hijo, pero me excitaba escucharte, me excité tanto al mirar tu erección que perdí la cabeza, para llegar a tocarlo, excitándome aun más por ver tu reacción. Te miré como un hombre, era inmenso comparado al de tu padre, tan grueso, se veía imponente con su erección que cerré los ojos, sin pensar en nada, pero estaba tan excitada por poder tocarlo, que te empecé a masturbar, excitándome aun más por tenerlo en mis manos, que sin pensarlo, sentí la necesidad de llevarlo a mi boca, hasta que mi cuerpo se convulsionó, obteniendo mi primer orgasmo, en el momento, que me avergüenzo por mi actitud hacia ti”
Mi madre continúo hablando, descargándose, tratando de negar lo sucedido, disculpándose con lagrimas en los ojos, pidiéndome que por el bien de la familia, terminásemos con esto.
Interrumpí ese instante para decirle mi sincero sentir, era ahora o nunca, explicándole que no era un error, que era un sentimiento mutuo, que la deseaba igual que ella conmigo, que no debíamos de reprimir.
Mi madre guardó silencio, cerrando sus bellos ojos, aun lágrimas tambaleantes sobre sus pestañas, a lo cual totalmente decidido le decía esto, porqué reprimirlo?, porqué olvidarlo?, por qué negarse a este sentimiento nuestro, sí nadie tiene por qué saberlo, sería nuestro secreto.
Así permanecí hablándole, enmudeciendo ante mis palabras, estaba sumamente sonrojada, se notaba inquieta, nerviosa, sudorosa, ella permaneció en silencio sin aún abrir sus ojos, sin hacer nada, los dos nos quedamos callados escuchando nuestras aceleradas respiraciones, noté ligeramente que ella se mordía suavemente el labio inferior, su pecho se expandía y contraía a ritmo acelerado.
Tomé su mano dulcemente, plantando un tierno beso sobre ella, su rostro comenzó a enrojecerse, sin dejar de mirarnos, la volví a besar sutilmente llevándomela al rostro para acariciarla con mi mejilla, me acerqué aún más a ella sin recibir su rechazo, notándola callada y extasiada, estaba yo nervioso por lo que hacía, pero sabía que era el momento adecuado.
Entonces llevé su mano a apoyarla sobre mi erecto miembro, su ojos se abrieron con asombro por lo que hacía, le acariciaba yo su mano por encima de mi abultado miembro, de pronto lo apretó de la misma manera que aquella vez comenzando a frotarlo por encima de la delgada tela, ya no había dudas, se confirmaba nuestro deseo..
Súbitamente me levanté parándome frente ella, para su sorpresa me hinqué ante a sus pies, comencé a acariciar sus tersos tobillos, tratando de evitar de ir elevándolas, mientras me decía:
“No, está por llegar tu padre ” pero haciendo caso omiso, continúe tocando sus muslos, intentando cerrar sus piernas, mientras continuaba tratando de separarlas, hasta que con voz susurrante le digo:
“Déjate llevar, cierra tu mente” mientras lograba separar sus extremidades acariciando su entrepierna, percibiendo esa tensión que poco a poco fue perdiendo resistencia, acostándose sobre mi cama, como aceptando mis caricias.
Su respiración se fue haciendo más intensa, mientras trataba de no desperdiciar un segundo, levante su camisón, hasta dejarla hasta la cintura, sin dejar de acariciar su entrepierna, abriéndolas ante mi paso por esa fracción.
Estaba dispuesto a efectuarle sexo oral a mi Madre, siguiendo acariciando ese sector pasando mis dedos por sus labios vaginales, oyendo unos tímidos gemidos,
algo perturbada por ese nuevo acontecimiento.
Proseguí para llegar a mi objetivo, noté una mancha que se ampliaba en su trusa, algo que me excitaba, saber al estado que estaba poniendo a mi propia madre, cuando tome su prenda intima para ir desplazándola sutilmente
Intentando detener mi proceder, pero cediendo inmediatamente ante mi continuidad, hasta quitarla para oler su prenda.
Comencé a tocar levemente su grieta, totalmente húmeda, apenas podía ver claramente su sexo, por la escasa luz, mientras mi madre, se cubría su rostro, mientras comencé a lamer su ingle, rosando con la punta de la lengua sus gruesos labios inferiores, que al pasar mi dedo por su abertura parecía afluir mayor cantidad de fluyo.
Fue en ese momento que metí mi cabeza entre sus piernas, percibiendo ese sabor especial de sus vertientes flujos, introduciendo mi lengua en esa divina cavidad, mientras mi madre se arqueaba de una manera esquizofrénica, intentando contener esos gemidos de placer.
Mis dedos comprimían sus glúteos, mientras mi lengua activaba su clítoris, de una manera ávida e incesante, llevándola a un estado de total paroxismo.
Cuando mis dientes mordisqueaban sus labios vaginales como su clítoris, se colocó la almohada sobre su cara para contener esos gritos de efusión, al jugar mi dedo con su ano, alterándola aun mucho mas. Fue en ese momento que su cuerpo parecía convulsionarse, ahogando sus exaltados gemidos de placer.
Como un niño con juguete nuevo continúe, saciando mi deseo alterando con todo mi ser esa excitación que mi madre, jamás había percibido.
Totalmente extenuada se volcó sobre mi lecho, tratando de aplacar su agitada respiración, Cuando en ese momento intente quitarle su única prenda, mientras acariciaba su rostro, de repente se escuchó que se abría la cochera, mi padre había regresado, rápidamente nos incorporamos, apresuradamente cruzamos nuestras miradas sin salir una sola palabra de nuestras bocas, ella salió de prisa acomodándose su bata y camisón, yo me percataba que había olvidado ella su trusa sobre la cama.
Me acerqué a escuchar que le decía, pero como siempre mi padre desvalorizado sus acciones, diciéndole:
“Que haces despierta?, te dije que no tardaba, para que me esperas, vete a dormir”, mi Madre nerviosamente cómo que trataba de explicarle porqué seguía despierta, pero igual que siempre, mi Padre no le dio importancia, sin darle mucha atención, evadiéndola para mejor apresurarse a ir a dormir.
Los escuche entrar a su recámara, y alucinado por lo sucedido, aun con el sabor de ella en la boca, rememorando cada detalle, me masturbé dos veces seguidas tan placenteramente, con ella en mi pensamiento, con su trusa sobre mi nariz