Amante de mi madre 2

Tantas emociones vividas en esa mágica madrugada, me impidieron dormir al menos unos minutos, ansiosamente estaba esperando, la hora de su despertar, aún con el sabor suyo impregnado entre mis labios, deseoso de tenerla, poseerla, con la seguridad que no existía ningún impedimento, ante a lo acontecido unas horas antes. Me encontraba esperando a que fuese a la cocina, para poder abrazarle, cuando de pronto, antes de lo esperado, la escuché bajar las escaleras, apresuradamente, observé que nadie me viera, siguiéndola, ahí estaba ella, la mujer de mis deseos. La tomé por detrás dando discretos besos a su cuello, recibiéndolos sin oposición alguna, diciéndome, ya te esperaba, esas palabras incrementaban mi notable erección, entonces le susurré a su oído:

Amante de mi madre 2

Tantas emociones vividas en esa mágica madrugada, me impidieron dormir al menos unos minutos, ansiosamente estaba esperando, la hora de su despertar, aún con el sabor suyo impregnado entre mis labios, deseoso de tenerla, poseerla, con la seguridad que no existía ningún impedimento, ante a lo acontecido unas horas antes.

Me encontraba esperando a que fuese a la cocina, para poder abrazarle, cuando de pronto, antes de lo esperado, la escuché bajar las escaleras, apresuradamente, observé que nadie me viera, siguiéndola, ahí estaba ella, la mujer de mis deseos.

La tomé por detrás dando discretos besos a su cuello, recibiéndolos sin oposición alguna, diciéndome, ya te esperaba, esas palabras incrementaban mi notable erección, entonces le susurré a su oído:

Puedo tocar tus senos?, apoyando su cabeza, dio como por entendido lo que deseaba, mientras mis ansiosa manos, se introdujeron bajo su camisón, tomaron sus cálidos pechos, en una sutil caricia, estremeciéndose ante mi contacto,  paseando mis dedos por sus erectos pezones, juntando más nuestros cuerpos hasta llegar al punto de estar restregando mi inflamado trozo de carne entre el surco de su suculento trasero.

Donde los gemidos de mi madre, delataban su estado hormonal, pegándose aun mucho más,  levantando su delgada bata, bajando su calzón, apoyando mi rígido  miembro, mientras acariciaba su abdomen, poniéndola en un estado de total paroxismo. Advirtiéndome con susurros que pronto bajaría el resto de la familia.

Cuando al oír los pasos de mi hermana, apresuradamente nos separamos fingiendo hacer otras cosas ante su llegada.

Mientras desayunábamos, miraba a los ojos de mi madre, captando un brillo distinto, más alegres y vivaz, mirándome de una manera cómplice, por lo que habíamos hecho y por lo que se avecinaba.

Hasta que finalizamos el desayuno, siguiendo la acostumbrada rutina, ellos subían para terminar de alistarse, dejándonos solos, acercándose para decirme:

“No vayas a clases, te espero aquí, veinte minutos después que se vayan”

Mi sangre parecía hervir ante sus palabras, mi corazón latía aceleradamente sin control, mi pensamiento solo se enfocó en una cosa. Me encaminé rápidamente a terminar de alistarme para inmediatamente estar listo, al saber que siempre mi Padre, lleva a mi hermana a la escuela, para continuar a su consultorio. Salí antes de lo habitual, esperando cerca de casa, la salida de ellos, previamente compré unas rosas, para agasajarla, a mi llegada. Apenas vi que se fueron, regrese, entrando por la puerta trasera, la busqué en la cocina, cuando oigo su voz, que me dice sensualmente:

“Estoy arriba” , apresuradamente subí las escaleras, casi corriendo, cuando su voz sale de mi habitación, indicando donde estaba.

Nerviosamente me dispuse a abrir la puerta, mi corazón latía descontrolado, cuando la vi parada junto a mi cama, donde el olor a las velas aromáticas inundaba la habitación,   vestía una larga bata de color vino, pero era mi gran sorpresa mirar mi cama cubierta de sus pétalos de rosas rojas.

Nuestras miradas se quedaron fijamente cautivadas, entonces apresuradamente yo le entregué ése ramo de rosas rojas, besándome en la frente, cuando abre su bata para descubrir en cuerpo desnudo de mi madre.

Me paralizó por completo mirarla así, comenzó a deslizar sensualmente su bata dejando descubiertos sus terciopelados hombros, lentamente la dejó caer al piso, quedando completamente solo su piel a mis atónicos ojos, devorándola visualmente de una manera lasciva.

.Sus senos, pequeñas montañas rebosantes, con sus erectos pezones, que expresaban  el estado de mi madre, su ombligo, para finalizar en lo profundo de su árido monte vaginal.

Una potente erección tomaba posesión de mi miembro, me causaba dolor tenerlo cautivo bajo el pantalón, notando a través de mi prenda mi ferviente estado.

De una manera casi ceremonial comenzó a desnudarme, hasta quitar mi ultima prenda quedando al descubierto, mi rígido pene, mientras lo observaba de una manera lujuriosa. Donde madre e hijo observaban los cuerpos desnudos, deseándose como  hombre y mujer.

Tomé su rostro acariciándolo, cuando acerqué mi boca para besar sus labios,  apasionadamente, pero ella me detuvo, diciéndome, no, en los labios no, no en la boca, aun no puedo hacerlo, me desconcertó un poco esa reacción suya, pero no me impidió seguir disfrutando al plasmar mis besos sobre su cuello.

Soltando eróticos sonidos inclinando su cabeza para darme su cuello entero, tomándola con mis manos por sus caderas, la pegué a mi cuerpo, besando y lamiendo su cuello, y oprimiendo mis dedos sus opulentos glúteos, tomando todo su cuerpo, acariciando su vagina, impregnada en sus propios flujos.

Lentamente con cierto temor, acariciaba cada centímetro  de su piel,  conteniéndome de tener una inesperada eyaculación, hasta que la alcé para depositarla sobre la cama, besando su cuerpo.

Succionando sus erguidos y abotonados pezones, sin dejar de acariciar su acuoso sexo, apoyando sus manos sobre mi nuca, oprimiéndola sobre sus pechos, para deleitarse con mis ávidos chupes, que parecía aumentar su voluptuosidad.

El comportamiento de mi madre era cada vez más sensual, entregándose totalmente y deleitándose con algo que nunca había experimentado, continuándome afanando, no solo para disfrutar de ella, sino llevarla a un estado de paroxismo.

En ése preciso momento ya no sabía qué hacer, no sabía cómo proseguir, pero creo que hice lo correcto, al  alzar sus piernas frente a mí,  con sus diminutos pies sobre mi pecho, mirándome con una sonrisa tierna en su rostro mientras soltaba un poco, la rigidez de su cuerpo. Besando su entrepierna hasta llegar a su sexo, arduo de ser lamido, prosiguiendo humedeciéndose, inhalando.

Mientras mi madre gozaba ampliamente ese contacto oral, que la alteraba enormemente,  mi lengua lamía con tesitura su abultado clítoris mientras mi dedo le acariciaba con absoluto morbo su punto G, gimiendo como gata en celo. Para tomar mi virilidad y ponerla a la entrada de su deseoso sexo,

Madre e Hijo en ése momento,  éramos una Mujer y un Hombre dispuestos a entregarnos por completo, dispuestos a hacer el amor eterno.

La enrojecida punta de mi virilidad delicadamente se introducía en sus adentros, nuestras miradas estaban entrelazadas, mirándonos con amor, mirándonos con pasión, mirándonos con ternura, mirándonos con excitación, lentamente, poco a poco, me iba despojando de mi virginidad dentro de ella, de mi propia Madre, Oh!!, extraordinaria sensación repleta de múltiples emociones.

Hacía casi  veinte años salía de ella, y ahora estaba entrando nuevamente en ella, se abría paso mi inflamada virilidad en sus adentros, pasmados gemidos se entrecortaban en su boca, mientras le besaba delicadamente por debajo de su oreja, me abrumaba el intenso calor de sus entrañas, abrazándome con empeño ella se aferraba a mi espalda, mientras seguía introduciéndola  casi por completo.

Sintiendo su paredes amoldarse a mi miembro, soltaba mi cuerpo entrando casi totalmente en la profundidad de su útero, produciendo un largo y erótico gemido, acariciando mi nuca con suavidad.

No dejaba de gemir ante mi ardua penetración, entraba y salía, metiendo y sacando en un voluptuoso vaivén, siguiendo el sensual compás brindando un extraño y seductor erotismo en ese prohibido coito.

No paraba de penetrarla con ahínco, sin dejar de besarla por donde era factible, de pronto le dije al oído:

“Quieres hacerlo en otra posición?”

Respondiéndome:

“No sé, lo que tú quieras, no soy muy ducha en este tema”

Apenas terminó de decirlo, que la sujete por la cintura para voltearme de espalda quedando ella sobre mí, que con una pícara y coqueta sonrisa me miraba sensualmente, sujete mi virilidad por su base colocándola en la entrada de su femineidad, diciéndole:

“Siéntate y cabálgame

Dejándose introducir nuevamente, para comenzar a efectuar un sube y baja, sintiendo mi pene rozar las paredes de su útero, mientras sus tetas se agitaban al unísono de sus movimientos, era encantador ver a mi madre disfrutar de ese coito prohibido. Para comenzar a galoparme con soltura, gimiendo ante ese contacto, que se fue aumentando a medida que nuestra excitación se iba  incrementando.

Cuando comenzó convulsionando su cuerpo entero, apretaba sus músculos vaginales con recelo, agitándose ahogando su respiración, su blanca secreción vaginal ya escurría por nuestros sexos, creando hilos de placer por mis abultados testículos, ella ya tenía fuertes espasmos claros ante el inminente orgasmo sobre su ser, mientras le comentaba:

“Ya, estoy a punto” Respondiéndome:

Hazlo, hazlo dentro, hazlo dentro de mí”

Descargando mi esperma contenida, mientras movía su trasero, intentando   sacar los últimos brotes de mi ser, nos abrazábamos, fundiendo la mirada una en otra, respirando apresuradamente. Dejándose mi madre caer de espalda a mi lado, sudorosos,  agobiados, extasiados, fatigados en exceso, sin culpas, sin remordimientos, sin decirnos nada, hasta quedarnos dormidos.

Cerca de la hora nos despertamos, volviendo a abrazarnos y tocar nuestros cuerpos desnudos,  donde mi inmediata erección, llevó a mi madre a acariciar mi miembro, y besarlo suavemente, que después de una serie de juegos previos, nos llevó a una  nueva copulación, esta vez no tan tensionada, donde se percibía como que dejábamos de lado, ese cierto reparo de la primera vez.

A partir de ese día nuestra relación se fue incrementando, la presencia de mi padre y hermana, dificultaba nuestros encuentros, aunque siempre encontrábamos algún momento. A veces mi madre venia cerca de la madrugada a mi cama, o lo hacíamos en el sector del lavadero, cada tanto trataba de tener sexo anal, aunque se resistía a ser penetrada por ese lugar.

Mi madre a veces pasaba a mi lado para decirme, “te quiero dentro mío” , donde apenas oía esas palabras, era inmediato sentir la rigidez de mi miembro. Comenzamos a tener una serie de posiciones, que en cuatro era la que mas practicábamos, mi madre se había convertido en una verdadera hembra sedienta de sexo, en que pasábamos de una tierno coito a un salvaje apareamiento, estaba sorprendido en la transformación que había experimentado, mi madre, era algo increíble.

Cuando surgió el covid19, nuestro contacto se limito bastante, no por temor en contagiarnos, sino la presencia del resto de la familia, que lo manteníamos durante todo el día.

Pero cada tanto lográbamos tener nuestro amoroso encuentro, bastante cortos, pero lo suficiente para tener nuestro contacto sexual.

Nunca pensamos en que nos reportaría la vida, por el momento no hablábamos sobre el tema, trataba de tener a mi madre o mi amante lo mas feliz que podía regalándole flores, chocolates o algún libro que le gustase.

Pero durante esos días de pandemia, mi padre tenía que viajar, proponiendo de que lo hiciésemos todos, eran unos pocos días, mi hermana estaba muy entusiasmada, pero mi madre y yo decidimos no hacerlo, fue algo reciproco, en parte fue por virus, pero mucho más podernos quedar solos. Algo que nos entusiasmo muchísimo, por supuesto que sin dar a entender esa alegría inesperada.

Nuestras miradas se cruzaron, delatando ese brillo en los ojos de felicidad, pasando por nuestra mente una espacie de libertad, para poder continuando con nuestros prohibidos encuentros.

Días más tarde partieron mi padre y hermana, quedándonos solos, con la idea de no desperdiciar ni un segundo, de ese inesperado y oportunisimo “ obsequio”

Después de cenar con velas una exquisita comida, nos dirigimos al dormitorio de mi madre, donde estaba totalmente perfumada, estrenando unas sabanas que tenia de hacia mucho, después de desvestirnos, quedando nuestros cuerpos desnudos,  apreciándolos por ambas partes.

Esa noche intenté besar sus labios, que prontamente se posaron en los míos, en donde nuestras lenguas se fueron contactando, de una manera incontenible y desesperante, su cuerpo se erizaba totalmente como si ese fuese nuestro primer contacto.

Nunca creí que la voluptuosidad de mi madre se expresase de esa manera incontenible y salvaje, me encantaba ese descontrol en que su cuerpo, que delataba abiertamente ese estado de total ardor, sin ningún tipo de tapujos.

Lo repetimos un par de veces más hasta que nos dormimos profundamente, cuando me desperté eran más de las 10:30 am, mi madre no estaba en la cama, bajé desnudo hasta la cocina mientras mi madre preparaba el desayuno, con esa bata transparente que revelaba su desnudo cuerpo, al verlo no pude evitar una erección.

Me acerqué silenciosamente, abrazándola, ante su sorpresa, abriendo su bata tomando sus pechos, erizándose rápidamente sus pezones. Acaricie su abdomen apoyando su espalda sobre mi pecho, después de unos minutos, fui abriendo su  bata, hasta que la quité deslizándose hasta quedar entre sus pies.

Por primera vez pude desnudarla en la cocina, sin la presencia de mi padre y mi hermana, apoyé mi erecto miembro entre sus glúteos, acariciándola, tocando sus puntos más eróticos, haciéndole alterar su sensible piel.

La hice inclinar sobre la mesada, agachándome, separando sus posaderas lamiendo su  orificio anal, hasta que comenzó a gemir de una manera incontrolable, sorprendiéndome, día a día, como mi madre se había transformado en una mujer tan sensual, con su propio hijo, a pesar de llevar más de tres meses en tener relaciones, siempre había algo distinto en cada uno de esos encuentros.

Esta vez la terminé sentando sobre la mesada, levanté sus piernas apoyándolas sobre mis hombros, su rostro revelaba su estado de total de total exaltación, sus ojos brillaban sin dejar de mirar mi rostro.

Esta vez volví a insistir de hacerlo analmente, algo que deseaba, pero se negaba a efectuarlo, coloqué la punta de mi glande en su ano, mientras nos  besábamos y acariciaba cada centímetro de su tersa piel.

Erizándose rápidamente sus pezones, efectuando un suave empuje sobre su abertura anal, exclamando como si le afectase, continué con mi juego, decidido a cumplimentar mi deseo, mientras ante cada empellón podía  detectar como brotaba la humedad de su vagina, acelerándose su respiración.

Poco a poco fui introduciendo mi erecto falo, en su conducto rectal, ante gemidos de goce o  dolencia, pero me mantuve firme en mi intensión, sintiendo como mi miembro era abrazado por la membrana intestinal. Sin dejar que mi pelvis tocaba sus glúteos, hasta sentir como se iba amoldaba a mi verga, sintiéndola como la oprimía por medio de su conducto.

La dejé un rato casi totalmente introducida, mientras acariciaba sus pechos, y nos besábamos apasionadamente, hasta que en un ultimo empellón deposite íntegramente mi falo en su conducto, exhalando un leve grito de dolor o sorpresa. Sin esperar demasiado comencé a bombear su recto, ante continuas exclamaciones de placer de mi madre.

Me enloquecía ver como su cuerpo se estremecía ante mis impetuosos y continuos embates, mientras sus tetas se agitaban al unísono de mis locos movimientos, viendo como sus pezones se atiesaban.

Después de un rato, quité mi aparato, observando cómo estaba de dilatado su ano, que a pesar de parecerme una inmoralidad hacia mi madre, mi excitación se acrecentó.

La acomodé contra la mesa, reclinándola boca abajo sobre su superficie, separando sus piernas, para introducirle impetuosamente mi verga, efectuando un apasionado coito rectal, apoyando mi pelvis contra sus apetitosos  glúteos, una y otra vez, oyéndola gemir como una gata en total e incontenible celo.

Hasta que después de varios minutos descargue con total intensidad mis flujos sementales.

Caí sobre su espalda sudorosa, quedándonos un buen rato en esa posición mientras nuestras fuerzas retornaban a nuestros agotados cuerpos. Aún nos quedaba más de tres días para aprovecharlos al máximo.