Amanece, que no es poco

Despues de la fiesta, empieza lo mejor.

Me subi al auto sabiendo lo que iba a hacer con èl. Estaba muy excitada y algo alcoholizada, eran las 5 de la mañana y desde hacia mas de una hora que la franela me habìa empezado a humedecer toda. Tuve que insistir en rechazarlo porque habia querido avanzarme dentro del boliche. Mucha mano, mucho beso caliente y una que no es de fierro, asi que en cuanto la cosa se puso mas densa, acepté salir del boliche con él rumbo a otra parte.

Me despedí de mis amigas que me desearon suerte y subí a su auto.

Condujo hasta una playa desierta. El mar, de noche, era insinuante, no había nadie mas que nosotros, el auto era cómodo y los asientos, mullidos.

Me besó muy largamente, excitado como estaba. Le puse la mano entre las piernas y comprobé lo que ya había sentido, en tantas veces que me había apoyado: estaba listo para hacerme lo que yo quisiera.

Le bajé el cierre del pantalón, mientras el me tocaba los pechos.

Hurgué dentro de su slip, saqué su miembro parado y separándome de él, me incliné para besárselo.

Olía muy rico, con un perfume suave. Le besé la punta, húmeda y redonda. Se lo envolví con los labios, me detuve, lo solté y mientras él me acariciaba el cabello, le desabotoné el broche del pantalón, el levantó las caderas y le bajé el jean hasta las rodillas, junto con el slip.

Tenía la verga dura, parada en todo su esplendor.

Puse mis dedos entre sus muslos abiertos , con la palma cubriéndole los testículos y el tronco de la pija rozándome hasta la mitad del antebrazo.

Se la empecé a chupar despacio, desde la cabeza hasta la mitad de su tamaño, todo dentro de mi boca.

Presioné con los labios alrededor de su tamaño, chupé y lamí desde abajo hacia arriba, me entretuve con la cabeza de esa verga deliciosa hasta que el me hizo detener.

Me incorporé, limpiándome los labios.

Se quitó el pantalón y el slip y se quedó en remera.

Echó hacia atrás mi asiento y el suyo, me recosté de mi lado, de espaldas me subí la mini hasta la cintura y me bajé la bombacha.

Puse una pierna sobre el torpedo del auto y la otra en el apoyabrazos de la puerta. El se acomodó entre mis piernas abiertas, se sostuvo con ambas manos, le tomé el pene con una mano y lo dirigí hacia la abertura mojada de mi vagina.

Me penetró con rudeza.

Sentí como su tamaño se deslizaba con fuerza entre los labios de mi vulva. Apreté los dientes y cerré los ojos.

Empezó a moverse. Hacia delante y atrás, haciendo chirriar el asiento y sacándome gemidos con cada empellón.

Se echó sobre mi. Todo su tamaño estaba dentro de mi abertura, forzándomela, empujando.

Puse una pierna alrededor de su cintura. Hundí mis dedos en su espalda, por debajo de la remera. Lo besé en el cuello y creo haberlo mordido en el hombro, cuando en uno de sus empellones, me metió la verga hasta la base dentro de mi vagina.

Sentía como la hacia pulsar dentro de mi. Parecía crecerle cada vez mas, hundida hasta los testículos entre mis piernas.

Me dijo que estaba por venirse, en lo mejor de sus movimientos.

Se retiró. Resoplaba, agitado, con la verga dura y mojada contra mi vientre. Se contuvo, jadeando.

Se incorporó, se sentó en su asiento y me pidió que pasáramos  al de atrás.

Me saqué la mini y la remera, me desabroché el corpiño y me quedé desnuda.

Contoneándome me pasé al asiento trasero.

El termino de desnudarse y se pasó también.

Hundió su cara entre mis muslos y empezó a lamerme la concha.

Recostada contra el asiento, apreté su rostro entre mis muslos abiertos, sintiendo su boca y su lengua en toda mi vagina. Me chupaba, me lamía, me mordía despacio los labios de la vulva, metía su lengua en mi abertura, apretaba mis muslos…

Puso su lengua en mi clítoris de una manera única.

Le pedí que se detuviera. No quería que acabara tan rápido.

Levantó la cabeza y me besó en la boca. Tenía un sabor ùnico, de mi, de él, todo junto.

Se sentó a mi lado.

Me arrodillé contra el respaldo, dándole la espalda, en el medio del asiento, con la cabeza apoyada en la luneta, las piernas separadas y todo lo que quisiera de mi, a su disposición.

Se arrodilló detrás de mi. Separó mis rodillas con las suyas, acomodó la verga tiesa entre los labios de mi vulva, puso sus manos en el respaldo y me penetró.

Me entro toda, hasta la base. Sentí su pubis contra mi cola, su tamaño insertando en mi vagina, su aliento en la cuello y los vellos de mi nuca erizándose.

Empezó a moverse, aplastándome contra el asiento, una y otra vez.

La pija me hacía gemir de placer. Se movía muy bien, bamboleando las caderas, de lado a lado, arrancándome gemidos ahogados que empañaban los vidrios del auto. Mi concha lo contenía todo en su estrechez, frotando los labios de la vulva con su tamaño.

Puso las dos manos en mis caderas y se apretó mas contra mi. Eché el cuerpo hacia atrás, su pecho se juntó con mi espalda, mis rodillas flexionadas y todo el dentro de mi.

Empecé a sentir las contracciones del orgasmo. Me ayudé con los dedos de una mano, tocándome el clítoris, abriendo los dedos y guiando su verga hacia mi concha. Era tremendo sentirlo tan adentro. Acabé una vez, entre jadeos y temblores. Me pulsaba la argolla, empapada por él y por mi. El seguía dándome, cada vez con mas fuerza. Yo no podía resistirme a sus embates, profundos, intensos.

De pronto se detuvo. Respiró hondo en mi cuello, me besó en el hombro, sacó la verga de mi vagina y comenzó a meneársela entre mis glúteos.

La deslizaba entre la línea de mi cola, presionaba en mi orificio pequeño y sensible, pasaba hacia la vagina y volvía a subir, suave, con la punta de la verga.

Me empaló de nuevo. Esta vez fue mas violento.

Hundí los dedos en el respaldo del asiento, apreté los dientes, aplasté lacara en la luneta y me entregué a su orgasmo.

El semen salía en un chorro, la verga tiesa, su tamaño otra vez dentro de mi hasta la base.

Me mordió en el cuello. Pulsaba, la leche le salía de la verga y quedaba toda dentro de mi concha.

Empujó y empujó hasta que no tuvo mas nada adentro.

Yo apretaba los músculos de la pelvis, envolviéndole la pija, tensa, estremeciéndome en cada palpitar.

Se echó contra mi espalda, sus manos me abrazaron por el vientre, sus dedos se deslizaron a mi vulva y me acariciaron lentamente.

Nos quedamos inmóviles.

El semen me goteaba por los muslos, manchando el asiento.

Se retiró, se sentó a mi lado, me di la vuelta y me senté sobre sus piernas, mi espalda contra su pecho, sus manos en mis senos desnudos, su boca en mi cuello, mi nuca y mis hombros.

Amanecía.

Me limpié un poco con un pañuelo de papel, me puse la bombacha y la mini, cuidando de no mancharla, me puse la remera y guardé el corpiño en mi cartera.

Se vistió rápido, puso en marcha el auto y me llevó hasta la puerta de mi casa. Le di mi número de teléfono.

Tal vez volveríamos a vernos otro día.