Amanda, mi primera sumisa (4)
Cenando en un restaurante.
El asador era precioso, incluso el amo se quedó admirado por la belleza de los detalles. Toda la sala era de madera, con preciosos grabados en forma de escudos y figuras. El encargado de llevar a la gente a la mesa les pidió el nombre al que la tenían reservado. Pero antes de que dijesen nada una voz sonó desde la mitad de la sala.
Princesa, venid por aquí. Juan yo me encargo-
¿Qué tal reina? Me habías dicho que tu restaurante nuevo era bonito, pero no me esperaba que lo fuese tanto.-
Me alegra que te guste, me dijiste que querías una mesa discreta verdad?-
Si-
Te he guardado uno de los reservados, me imaginé que vendrías con una chica, pero no me imaginé que fuese tan guapa-
Perdón, soy un mal educado. Ignacio esta es Amanda, una . Amiga-
Encantado-dijeron los dos al unísono.
Les acompañó a su mesa y se despidió de ellos por unos momentos, mientras iba a la cocina para hablar con el cocinero. La mesa estaba situada en otra habitación, para darle más intimidad una cortina tapaba toda visibilidad desde fuera, pero por dentro se podía ver lo que pasaba fuera. Para llamar al camarero había un botón. Se acomodaron en los asientos uno al lado del otro.
Llegó el camarero con una botella de vino que les había elegido Ignacio. No se molestaron ni en catarla, si la había elegido Ignacio sería deliciosa. Directamente se sirvieron. El camarero se despidió diciendo que en un momento vendrían a cogerles nota.
Quien entró fue el propio dueño que se sentó con ellos y les sugirió unos cuantos platos que le había recomendado el propio jefe de cocina. Eligieron varios de los platos recomendados junto a unos entrantes.
Cuando se volvieron a quedar solos la susurró al oído. Y la colocó algo en las manos.
- Ponte esto sierva-
Le había dejado unas bolas, pero no eran normales. De cada una de las bolas salía un cable hasta un mando que tenía su amo. Ella le miró con los ojos abiertos como platos. Se fue a levantar para ir al servicio, pero con un gesto la indicó que lo debía hacer allí mismo. Ella se llevó las manos a su entrepierna y empezó a tocarse hasta que estuvo bien lubricada. En ese momento vieron como se acercaba el camarero con los entrantes, se detuvo hasta que se hubo marchado y se introdujo las bolas.
Siguieron comiendo tranquilamente charlando tranquilamente. De vez en cuando su amo pulsaba el botón del mando y las bolas empezaban a vibrar provocándola gran placer. La mayoría de las veces que lo hacía era justo cuando se iba a meter algo a la boca, en esos momentos se quedaba con el tenedor a medio camino y cerraba los ojos de placer. Para cuando llegaron al postre estaba tremendamente mojada.
Cuando llegaron a los postres la dijo que si quería se podía quitar las bolas, pero para su sorpresa ella dijo que no quería quitárselas.
- Te has vuelto una auténtica viciosa.-
Ella solo asintió y se puso un poco roja. En las copas despidieron al camarero para estar un poco tranquilo. Cuando se fue se bajó la cremallera del pantalón y saco la verga. Ella se le quedó mirando esperando a ver si le daba alguna orden. Pero no lo hizo, solo se encogió de hombros, dándola a entender que no era una orden solo debía hacerlo si ella quería y le apetecía. Se quedó quieta durante unos instantes, era la primera vez que le dejaba decidir de esa manera. Por supuesto siempre había tenido la opción de irse, ya que su amo nunca ataba las cadenas con cerradura, por lo menos cuando no la estaba utilizando. Aunque podía elegir y no había sido una orden no estaba del todo segura si eso era una prueba que la ponía su amo. No sabía porqué pero eso la excitaba, sin darse cuenta decidió demostrarle que era su sumisa, en todo momento, para ser usada en cualquier lugar, o era por la excitación simplemente de hacer lo que deseara. No podía asegurar cual era su sentimiento. Pero disfrutaba con ello, y no estaba segura de cual era el motivo. Se inclinó hasta tocar con sus labios la punta de su miembro, pasó dulcemente su lengua por toda su longitud y se la fue introduciendo en la boca. Decidió que esta era la primera vez que lo hacía como mujer, no como sumisa y quería que fuera especial para los dos. Él accionó otra vez el consolador mientras ella seguía chupando su miembro.
Al rato la agarró por el cabello y la hizo mirarle.
¿Y si seguimos en otro sitio? No en la casa rural, sino en otro sitio, como "amigos"-
Volvamos a la casa amo r. Estoy ansiosa por seguir siendo tu sumisa amo r-
El intervalo entre amo y la R había sido demasiado prolongado, como queriendo retarle a llevársela y usarla. Pagaron y se fueron a la casa rural, por el camino aprovecharon para tocarse todo lo que pudieron. Pero al llegar a la casa todo cambió, de pronto ella se quedó quieta y con la cabeza baja como una buena sumisa. El también se quedó quieto, no había esperado ese comportamiento, o era lo que esperaba? Ya no estaba segura.
- Quitate el jersey ¡Ahora!-
Se quitó el jersey dejado su piel al descubierto. Sus senos mostraban unos perfectos pezones aun un poco hinchados por la excitación. En su cuello estaba el collar que siempre debía llevar en presencia de su amo. Vio como cogía la cadena con la que la ataba siempre y se la colocó en el collar de sumisa.
- De rodillas-
Empezó a caminar en dirección a la planta de arriba. Ella le siguió manteniéndose pegada a los pies de su amo. La llevó hasta la habitación numero 7 y la ordenó tumbarse boca arriba en una mesa de madera con esposas en cada esquina. La ató y la colocó una venda en los ojos. Sintió como el salía de la sala y volvía a los pocos minutos. Escuchó como encendía un mechero. Sintió como colocaba algo al lado de su cuerpo, algo que desprendía cierta cantidad de calor, posiblemente una vela. Su amo la rodeo con unas veinte velas.
De pronto dejó de escucharle, sentía como daba vueltas a su alrededor, y entonces sintió como algo líquido y caliente caía sobre su vientre. No pudo evitar un gritito de dolor y de sorpresa.
No quiero ni un gritito mas ¿Esta claro?-
Si amo-
Le metió dos dedos en el coño mientras seguía dejando caer alguna gotita de cera sobre su cuerpo. La cera no quemaba tanto como la había parecido en la primera ocasión, la verdad es que la mezcla de dolor y placer de su entrepierna la estaba excitando mucho. Su conejo ya estaba totalmente húmedo, con lo que su amo decidió cambiar sus dedos por algo de unos seis centímetros de diámetro. Se lo introdujo como unos 18 centímetros, muy suavemente, dejándola disfrutar de cada centímetro que entraba en sus entrañas.
Sus jugos empezaban a resbalar de su raja a su ano, sintió como su amo le introducía otro objeto de las mismas características por el ano. En su cara se dibujó un gesto de puro placer. ¿Cómo podía disfrutar tanto siendo utilizada de esa manera? No lo sabía, pero la excitaba muchísimo, el simple hecho de ser usada por su amo de esas maneras hacía que su entrepierna se humedeciera al máximo.
De pronto comenzó a golpearla en los muslos, no muy fuerte, pero lo suficiente como para que su piel empezase a arder.
¿Sabes porque estas recibiendo este castigo putita?-
Si amo, he sido mala y merecía un castigo.-
Muy bien, ha sido una falta leve, así que no estoy siendo muy duro contigo. Las velas que estoy usando son las que menos queman, así que no se te ocurra volver a hacerlo o sabrás lo que es el dolor. Aquí quien manda soy yo ¿Esta claro?-
-Si amo-
Siguió con su pequeña tortura durante varios minutos más. Cuando termino limpió con agua y esponja toda la cera que había vertido sobre ella. Ella agradeció las caricias de su amo con un leve ronroneo. Al terminar la soltó las piernas y se las ató junto a sus manos, dejándola con el culo en totalmente expuesto.
Escuchó como su amo se subía a la mesa. Sintió como la sacaba el objeto de su vagina y lo sustituía por sus dedos. Percibió el calor del aliento de su amo sobre su clítoris. Su lengua empezó a rozar su raja de arriba abajo para terminar centrándose en su clítoris. De sus labios se escapó un gemido, con lo que recibió una sonora palmada en el culo. Tras lo que permaneció callada mientras disfrutaba de las caricias de su amo. Este empezó a mover lo que tenía introducido en su ano, su lengua se movió mucho más rápido sobre su pepita arrancándola más gemidos de placer. Volvió a ser palmeada por su amo, pero la daba igual, con cada una de ellas solo conseguía que esta se excitase más, así que no paro de gemir.
Su amo se daba cuenta de que esto la gustaba, asi que no entendía porque lo seguía haciendo en vez de castigarla. Se termino corriendo entre suspiros y jadeos llenando los dedos y la cara de su amo con sus flujos. Este le retiró el objeto de su ano de un solo golpe haciendo que esta diese un pequeño gritito de sorpresa. La desató y sin quitarla la venda la guió hasta la habitación donde dormían.
- Puedes dormir sobre la cama, yo estaré en el salón, cuando te levantes ven a verme. Aunque puede que decida usarte antes. Cuando salga puedes quitarte la venda de los ojos.-
Dicho esto salió de la habitación y la dejó sola. Ella se quitó la venda y se tumbo en la cama. Sus manos acariciaron sus nalgas, aun un poco calientes y doloridas por las palmadas de su amo. No terminaba de entender porque su amo la había dado tal placer sin recibir nada a cambio. Puede que el simple hecho de darla placer le bastase, o que fuese un premio por sus decisiones a lo largo de la comida. Se durmió mientras se las masajeaba y recordaba el placer que le había dado su amo.
Si queréis que continúe escribiendo esta saga por favor hacédmelo saber. Gracias por vuestras valoraciones y por la gente que me anima a continuar con esta saga dedicada a mi sierva.