Amanda, mi primera sumisa (3)

Como la sierva intenta complacer al máximo a su amo.

Se despertó tres horas más tarde, ya apenas le dolían las partes maltratadas anteriormente por su amo. Cuando se fue a levantar vio que aun estaba encadenada a la cama. Al lado de la cama había un plato para perros con comida. Se puso en el suelo a cuatro patas y empezó a comer directamente con la boca como si fuese un perro. Cuando terminó, se colocó en el suelo en posición de sumisa y esperó a que su amo volviese.

No tardó mucho. Cuando entró traía el neceser y estaba recién afeitado. Miró el cuenco de la comida y luego a ella. Al ver que tenía la cara sucia por haber comido directamente con la boca le sonrió con aprobación. Durante todo ese rato ella mantuvo la mirada en el suelo, como la buena sumisa que era.

Su amo se acercó a ella y cogiéndola por la barbilla la obligó a mirarle. Se perdió en los ojos marrones de su amo, era la primera vez que le miraba tan de cerca. Él la sonrió y la dio un tierno beso en los labios, fundiendo sus labios y sus lenguas en uno solo.

Cogió la cadena y la llevó al baño para que se duchase. Antes la dio permiso para hacer sus necesidades. Entró en la ducha y abrió el agua hasta dejarla en una temperatura agradable. Comenzó por limpiarse la cara y el pelo. Para terminar por el cuerpo, prestó mucha atención en sus partes más íntimas para que estuviesen bien limpias para cuando su amo quisiera utilizarla. En todo el rato que ella estuvo en la ducha su amo estuvo observándola, sin perderse el más mínimo detalle de cada movimiento que ella hacía. Cuando terminó la mandó ir a por el vestido que estaba en el jardín, permitiéndola ir de pie.

La siguió hasta la puerta que daba al jardín y le abrió la puerta. Fuera había una pareja tomando algo justo en el límite del bosque. Ella le miró pidiéndole que le dejase vestirse, pero lo único que hizo fue soltar la cadena del collar y dejarla únicamente con este puesto. Le ordenó que saliese a por el vestido sin taparse con las manos, y que cuando lo fuese a coger solo doblase la espalda mientras les enseñaba el culo a la pareja.

Salió de la casa completamente colorada por lo embarazosa de la situación. Al principio la pareja no se dio cuenta de su presencia, pero a mitad de camino se fijaron en ella. Se quedaron callados y la miraron, no de reojo, sino directamente. El vestido estaba apenas a veinte metros de donde ellos se habían parado a descansar. Cuando llegó junto al vestido lo recogió tal y como le había ordenado su amo. Se incorporó y sin mirarles volvió a la casa. Aunque había pasado mucha vergüenza su entrepierna se había humedecido un poco.

Cuando llegó a la puerta su amo la estaba esperando justo donde la pareja pudiese verle. Ella agachó la cabeza como muestra de sumisión e intentó meterse en la casa. Él la detuvo y volvió a besarla en la boca por segunda vez en el día, mientras sus manos presionaban sus nalgas. Solo en ese instante la permitió entrar cerrando la puerta detrás de ella.

Cuando llegaron al recibidor su amo la ordenó coger la llave de la habitación número 7. Al escucharle un escalofrío recorrió su espalda. Era el cuarto que tenía prohibido. ¿Qué nuevas torturas la tendría preparadas su amo? No lo sabía, ni la importaba, solo deseaba servir a su amo. Se dirigieron a la habitación. Cuando entraron su amo la dijo que éste era el único cuarto en el que tenía permiso para correrse cuando quisiera y las veces que pudiera mientras él no le dijese lo contrario.

Apenas había muebles en ese cuarto, solo una mesa de madera y una cama. En un lateral había un pequeño mueble donde una toalla tapaba lo que parecían diversos objetos. Su amo la ordeno colocarse en el centro de la habitación con las manos en la espalda. Cuando se colocó en el lugar indicado su amo la esposó las muñecas en la espalda y la colocó una mordaza con una bola de goma, la cual le dejaba con la boca abierta y sin poder decir palabra. En sus pies ató dos correas unidas entre sí por una barra de metal que hizo que no pudiera cerrar las piernas. Colgó una cuerda de una de las vigas de madera del techo y ató uno de los extremos a las esposas que tenía en las muñecas. Tiró del otro extremo obligándola a doblarse por la cintura y dejándola con los brazos separados de su espalda.

Estaba completamente inmovilizada. Su postura no era dolorosa pero tampoco la más cómoda, además en esa pose dejaba todos sus agujeros a disposición de su amo. Este la puso una máscara con una gran apertura en la parte de la boca. Vio como su amo sacaba un trípode y una cámara de vídeo. Agradeció que la máscara impidiese que fuera reconocida si alguien viese el vídeo.

Su amo se acercó a ella con dos consoladores en las manos, e introdujo uno en cada orificio que aun tenía libre lubricándolos antes para que entrasen con facilidad y sin dolor. Vio como cogía un mando y tras pulsar un botón ambos se ponían en marcha. Poco a poco se fue excitando provocando que sus jugos empezasen a resbalar por sus muslos hasta llegar al suelo formando un pequeño charco. De su boca salían unos pequeños hilos de saliva que la llegaban a la barbilla y de ahí al suelo, formando así un segundo charco.

Su amo se colocó delante de ella y le ordenó que levantase la cabeza para poder sacarla una foto. Ella así lo hizo, siguió fotografiándola desde todos los ángulos posibles, incluso se tumbó en el suelo debajo de ella para sacarla varias fotos. El que la estuviese fotografiando hacia que su entrepierna se humedeciese aun más de lo que ya de por sí lo hacían los consoladores que tenía introducidos.

Cuando dejó la cámara se colocó detrás de ella y le sacó los consoladores. Le introdujo el pene en la vagina y empezó a bombear. A los pocos minutos se estaba corriendo mientras de su boca salían amortiguados sonidos. En ese momento su amo cambió de agujero y se la metió por el culo. Comenzó a penetrarla despacio para ir subiendo poco a poco el ritmo mientras le daba de vez en cuando algún cachete en el culo. A ella le encantaba que la golpeara el culo mientras la penetraba, era algo que hacía que se excitara aun más. Tuvo uno, dos, tres orgasmos antes de que su amo eyaculase dentro de su culo.

Cuando se la sacó tenía el ano dolorido y palpitante por la duración de la penetración. Le volvió a colocar un consolador en su vagina y la dejó ahí con la cámara de vídeo mientras él salía del cuarto. Sentía como el semen de su amo empezaba a salirle del culo cuando su ano empezó a recuperar su tamaño natural. La iba resbalando hasta llegar al consolador, y desde ahí, mezclado con los jugos que ella desprendía de su vagina, se deslizaba hasta el suelo. Una hora mas tarde su amo volvió a la habitación. Durante ese tiempo había tenido varios orgasmos, se había dejado embriagar por la soledad y se había imaginado que era el rabo de su amo, y no el consolador lo que tenía en sus entrañas. Los charcos bajo ella eran muchísimo más grandes.

Se le notaba contento. Volvió a coger la cámara y gastó otros dos carretes sacándola fotos. Casi uno de ellos fue usado cuando la quitó la bola de la boca y le metió la verga en la boca. Mientras se la estaba chupando la soltó las manos, haciendo que esta cayera al suelo. Rápidamente se incorporó y se volvió a meter su dura verga en la boca. Esta vez se ayudó de las manos para darle un mayor placer a su amo. Durante el rato que había estado sola le había echado mucho de menos, y tal vez, si le daba placer como nunca, no la volvería a dejar sola. Su cabeza subía y bajaba a lo largo de su verga a una velocidad que mareaba. De vez en cuando se la sacaba de la boca y golpeaba con ella su lengua mientras le miraba con ojos de auténtico deseo. Cuando terminó en su boca ella lo tragó como si del más rico manjar se tratase.

Al terminar se la limpió completamente con la boca y se colocó otra vez en posición de sumisa. Su amo se quedó mirándola unos segundos, se colocó detrás de ella y le soltó las piernas de las correas. Le dio permiso para volver a ducharse mientras él esperaba en la sala, pero debía volver lo antes posible. En cinco minutos volvió a estar al lado de su amo.

Esta noche vamos a cenar fuera, he visto tu ropa y no me desagrada del todo, asi que puedes ponerte lo que quieras. Pero ten en cuenta que no vas a llevar ropa interior y que quiero que tus senos y entrepierna tengan un fácil acceso para mí. – La fue a despedir pero se quedó pensando unos segundos- Coge también un bolso-

Si amo.-

Subió a su cuarto y sacó toda su ropa. Con las órdenes que había recibido los pantalones vaqueros estaban descartados. Se decidió por una falda corta y un jersey de lana de cuello alto y blanco sin camisa debajo, asi evitaría que alguien viese la correa si su amo decidía no quitársela. En los pies coloco unos zapatos con poco tacón. Se perfumó un poco, cogió un bolso y bajó para recibir la aprobación de su amo.

Cuando llegó al salón su amo ya estaba vestido. Llevaba unos pantalones marrones con una camisa a rayas y unos zapatos en sus pies. La miró de arriba abajo y asintió en forma de aprobación.

Muy bien, ya que te has puesto cuello alto te dejaré la correa puesta para que no olvides quien es tu amo. Esta noche cenamos fuera, asi que debes comportarte como una amiga normal y corriente. Puedes ser tu misma y charlar conmigo de lo que quieras. Incluso puedes llevarme la contraria ya que debemos parecer una pareja de amigos normales. Solo has de obedecerme sin rechistar cuando al terminar la frase te llame sierva, o si te he dicho otra vez lo contrario. No recibirás castigo alguno por lo que hagas o digas mientras no te ordene algo como amo. ¿Has entendido?-

Si, amo.-

Desde este instante ya no debes referirte a mí de esa forma hasta que no te lo diga. Cada vez que quieras decirme algo te referirás a mí con algún apelativo cariñoso.-

Si, amo...r-

Ja ja ja, me gusta, vamos.- No se refería a ese tipo de apelativos, pero le gustaba la ironía.

Por cierto, estas preciosa-

Gracias.-

Se montaron en el coche y se alejaron de la casa en dirección a la civilización. Por el camino hablaron de temas normales. Llegaron a un asador y se bajaron del coche. Él cogió una chaqueta y la abrió la puerta para que saliera. Le ofreció su brazo para caminar y se dirigieron a la puerta del restaurante.