Amanda, en el taxi
Amanda se entrega a sus fantasías de humillación y sumisión con un taxista desconocido.
Para aquellos que aun no conozcáis a Amanda, dejad que os la presente.
Amanda es una joven barcelonesa normal y corriente, como cualquier otra chica de su edad. Cerca de los treinta, clase media, trabajo estable aunque aburrido... Amanda es morena de piel, ojos verdosos y tiene el pelo castaño, corto y liso, aunque le gusta cambiar de estilo con frecuencia. No es demasiado alta y puede tener algún kilo de más, pero se mantiene en forma con visitas regulares al gimnasio. Tiene los pechos pequeños pero un culo muy bonito. En conjunto, sin ser una gran belleza, Amanda es una chica resultona y agradable de ver y de tratar.
Sin embargo, Amanda tiene algo especial, algo que la convierte en protagonista de este relato. Un deseo que la consume por dentro y que muchos no dudarían en calificar de depravado y perverso.
La noche que os cuento, a mediados de verano, Amanda volvía a casa en taxi. Era viernes y había pasado la noche con las compañeras de la oficina, tomando unas copas en el puerto olímpico. Se habían puesto vestidos cortos y se habían maquillado para no desentonar en los locales más selectos de la zona, donde habían pasado un buen rato tomando copas y bailando, coqueteando también, pero sin excesos ya que todas tenían pareja estable.
Poco antes de las tres de la madrugada, decidieron dar por finalizada la noche y tras despedirse, Amanda paró un taxi para volver a casa. Ya lo tenía pensado. Le iba a costar un buen dinero, pero peor seria ser multada. Le dijo al taxista que se dirigiese a su población, en el extrarradio y que al llegar ya le indicaría. Iban a tardar más de media hora, así, que Amanda se sentó y cerró los ojos, relajándose. Estaba algo mareada y le zumbaban los oídos, por lo que el aire que entraba por la ventanilla era agradable.
No fue hasta un buen rato después que pensó que ni siquiera se había fijado en el conductor. ¿Como era? ¿Viejo? ¿Joven? No sabría decirlo. Sin moverse, entreabrió los ojos para estudiarle. Era un tipo que pasaba ya de los cincuenta, calvo por delante, solo con pelo sobre las orejas y en el cogote, con patillas blancas. Estaba gordo y vestía una camisa demasiado gruesa para el calor del verano. Seguro que tenia los dedos amarillos de fumar tabaco negro.
Amanda cerró los ojos de nuevo y entonces sucedió, como sucedía siempre, de repente. Se imaginó a si misma desnuda, en la misma posición, sobre el asiento sucio del coche, totalmente indefensa y expuesta a la mirada lasciva del taxista. Se imagino al taxista tocándola con sus manos sucias y ásperas, pellizcándolo los pezones y susurrándole "puta" al oído, restregando su polla vieja contra su piel.
Solo de pensarlo, Amanda se sintió muy excitada y cruzó las piernas, aunque segundos después las separó de nuevo, quizás un poco más de lo que debía. Abrió los ojos de nuevo y para su regocijo, comprobó que el taxista la estaba espiando por el retrovisor. Quizás por las copas que había tomado de más, Amanda empezó a preguntarse a si misma que le impedía hacer realidad sus fantasías. Al fin y al cabo, su pareja había salido y volvería a casa mucho mas tarde, nadie sabia donde estaba ni con quien y el taxista era un perfecto extraño que jamás volvería a cruzarse en su vida, así que, ¿porque no aventurarse? Lo peor que le podía pasar era que el taxista le pidiera que se vistiera de nuevo... Absorta como estaba en sus pensamientos, la voz del conductor la pillo por sorpresa
¿Le ocurre algo, señorita? preguntó.
Yo... no, nada - titubeó ella, para añadir - Tengo calor
Desnúdate, zorra - imaginó Amanda que le ordenaba el taxista, aunque en realidad este se limito a mantener silencio y subir un poco el aire acondicionado.
Empujada por la excitación, y obedeciendo a la voz que había imaginado, Amanda cerró los ojos y se bajó los tirantes del vestido, se pasó la prenda tras el trasero y lo dejo correr piernas abajo. "dios mío, ¿qué estoy haciendo?", se dijo a si misma. Pero ya no había vuelta atrás, así que se desabrochó el sujetador que dejó en el asiento y luego recostó la cabeza hacia atrás, con los brazos estirados al lado del cuerpo, desnuda salvo sus braguitas blancas en el asiento trasero de un viejo taxi. El rostro le ardía de vergüenza pero se sentía llena de deseo. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando, tras unos segundos de vacilación, la voz del taxista rompió el silencio de nuevo.
Las braguitas también.
Aliviada de que el taxista no la hubiera reprendido pero a la vez asustada de seguir adelante, Amanda se bajó las bragas que quedaron abandonadas a sus pies. Abrió los ojos. El taxista la devoraba con los ojos, sonriendo como un viejo pervertido. Éste deslizó la mano hacia atrás, manoseándole torpemente las piernas y los muslos pero sin poder alcanzar su sexo.
Te va la marcha, ¿verdad guarra? - dijo el taxista, que no daba crédito a su suerte.
Por respuesta, Amanda arqueó la espalda, sentándose en el borde del asiento para exponer su sexo a la mano del taxista, que empezó a sobarlo bruscamente y sin miramientos, intentando introducirle los dedos índice y medio
- Que puta eres - dijo el taxista, al comprobar que Amanda estaba húmeda por la excitación - Estas toda mojada.
Amanda dejó escapar un gemido y el corazón le empezó a latir con más fuerza cuando vio que el taxista empezaba a aminorar la marcha y salía de la autopista para acabar deteniéndose en una zona de descanso. No era mas que un aparcadero, sin gasolinera ni servicios y estaba desierto salvo por un único camión, que dejaron atrás. El taxi incluso se adentro un poco sobre la hierba, parando entre los árboles.
El taxista se desabrochó el cinturón de seguridad y volteó el cuerpo como pudo, con el rostro encendido por el deseo. Empezó a manosear a la chica precipitadamente, como si temiera que ella cambiara de opinión, estrujando sus pechos con sus manazas, mientras Amanda seguía con los brazos al lado del cuerpo, firmemente sujetos por unas ataduras que solo existían en su mente.
El taxista, impaciente, se desabrocho los pantalones y extrajo su polla, empezando a masturbarse de inmediato. Amanda pudo sentir el fuerte olor del miembro al que tan profundamente deseaba someterse. Con la mano libre, el taxista paso a pellizcar los pezones de Amanda y entonces intentó dar un paso más allá.
- Vamos niña, tócamela - dijo sacudiéndose la polla con la mano
Amanda, decidida a entregarse a la voluntad de ese don nadie, alargo la mano y agarró firmemente la polla del taxista. Este respiraba aceleradamente y se mordió los labios cuando la chica empezó a hacerle una paja. No podía creer lo que estaba pasando, pero decidió sacar partida. Esa putilla se había despelotado en el coche y se le estaba ofreciendo, por lo que una paja iba a ser un regalo muy pobre.
Decidido, salió del coche amarrándose los pantalones y tras asegurarse que no había moros en la costa, abrió la puerta trasera y se dejo caer junto a Amanda, que instintivamente se aparto de él.
- Ahora no te vas a hacer la tímida, ¿verdad? - dijo el taxista con una risa forzada - Vamos sigue con lo que estabas haciendo.
Amanda, sin mirarle a los ojos, volvió a coger la polla del taxista, dura como el granito. Era gorda y olía mal, seguramente por falta de higiene. El hombre jadeaba y se bajo los pantalones hasta las rodillas, para facilitar el trabajo de la muchacha. Mucho más cómodo, paso un brazo por los hombros de la chica, sobándole los pechos, los muslos y luego tiró de ella hacia si para poder agarrarle las nalgas.
- Que buena estas, zorra - dijo entre dientes - ¿te gusta? di, ¿Te gusta?
Amanda no respondió pero asintió con la cabeza. Así era su naturaleza, le gustaba humillarse de esa forma.
El taxista la agarró con la nuca y volvió a tirar de ella
-Házmelo con la boquita, anda.
Su mano era grande y firme y Amanda se dejo llevar por ella, doblando la espalda y bajando la cabeza hasta el regazo del hombre. Tenía una barriga enorme. Se detuvo con la polla del hombre a escasos milímetros de su boca entreabierta. "Voy a hacerlo" se dijo, " voy a hacer todo lo que me diga".
Acto seguido, se introdujo la polla vieja en la boca, con todos sus fluidos, envolviéndola con lengua y labios. El taxista empezó a jadear como un animal, ya que Amanda se estaba realmente esforzando, acariciándole los huevos y pajeándole mientras le mamaba la polla, con sus pequeños pechos bamboleándose suavemente. Amanda pudo notar, con un estremecimiento, como el hombre bajaba su mano hasta su culo y le propinaba un cachete.
- Lo haces mejor que una puta - dijo el taxista - Aunque empiezo a pensar que eso es lo que eres, una puta, ¿verdad?.
Amanda notó el efecto que aquella palabra tenia sobre ella, y se quitó la polla de la boca para recorrerla con la lengua en toda su longitud, mientras el hombre introducía un dedo en su cñono y luego, tras chapárselo, en el culo.
- Te gusta, ¿verdad?, se que te gusta
El taxista pensó que si Amanda seguía mamándole la polla de aquella manera, se correría y a su edad ya no tendría fuerzas para follársela, así que hizo que esta se detuviera.
-Tu que eres más ágil, abre la guantera y saca unos condones que tengo ahí. Voy a follarte.
Amanda, limpiándose con el dorso de la mano la saliva y la baba de la boca, así lo hizo, momento que aprovecho el taxista para darle otro azote en las nalgas, esta vez mas fuerte. La excitación la sacudió como un rayo de nuevo. Allí estaba, totalmente desnuda en un taxi, a punto de ser follada por un tipo de lo más desagradable.
Le puso el condón al viejo, preguntándose cuanto aguantaría y si seria capaz de proporcionarle placer. Esta vez, el taxista la sorprendió cuando abrió la puerta y salio, rodeando el taxi. Luego abrió la puerta de Amanda, indicándole con la mano que saliera.
- No voy a poder ahí dentro - dijo simplemente.
Ella dudó, pero salió del taxi. Pisó hierba, oyendo el escaso tráfico que corría a esas horas por la autopista a un centenar de metros. El taxi les hacia de barrera. No tuvo tiempo de nada mas, pues el taxista ya la volteaba sin miramientos, para follársela por detrás.
- Que culo tienes, joder
Ella tuvo que separar las piernas pues el taxista estaba impaciente por penetrarla y ya la embestía sin acertar. Amanda incluso tuvo que guiarle con la mano para facilitarle el trabajo. Estaba muy mojada, por lo que no costo demasiado, pero aun así el taxista no tuvo ninguna delicadeza, penetrándola hasta la base de la polla, con un gemido de victoria.
Amanda se agarro al capo del coche, arqueándose lascivamente, entornando los ojos. El taxista, con los pantalones por los tobillos, la tenia agarrada por la cintura y progresivamente iba acelerando el ritmo de sus embestidas. Gruñía de satisfacción como un puerco.
Al poco, la cogió del cuello otra vez y le indico que metiera la cabeza dentro del taxi, con las manos sobre el asiento.
-Quiero verte bien ese culo que tienes, zorrita, - dijo. - me gustaría follarlo
Amanda respondió con un gemido, doblada como estaba. Le sorprendió la fogosidad del viejo, que a cada embestida la empujaba dentro del taxi. Se mordió el labio cuando se corrió por primera vez.
- Eso es, gime.
Amanda gimió suavemente, pero el viejo le dio un cachete en el culo
- Más fuerte
Ella dejo escapar un gemido entrecortado
Eso, es. No pares - dijo el taxista, por lo que Amanda empezó a gemir cada vez que el la embestía, gemidos que se convirtieron en pequeños gritos de placer.
Eso es puta, eso es - murmuraba el taxista, que notaba que pronto iba a correrse. No sabía si seguir hasta el final, correrse sobre la chica o intentar sodomizarla, si se dejaba.
Consciente de que tal suerte no se repetiría quizás jamás, se detuvo y optó por lo último.
- Voy a follarte por el culo - dijo y se regocijó cuando ella no dijo nada. A Amanda el sexo anal no le era desconocido. Sabia que eso complacía a los hombres y a ella le gustaba complacer.
El taxista, que ya ni se acordaba de la última vez que había practicado la sodomía, escupió sobre el ano de Amanda. Falló en el primer intento, y su saliva cayó sobre la nalga de la muchacha, resbalando lentamente pierna abajo. Finalmente, apoyo la punta de la poya en el ano de Amanda y empezó a empujar. A la chica se le doblaron los brazos, reposando la cabeza sobre el asiento y mordiéndose el puño hasta que finalmente el taxista consiguió meterle la polla en el culo y empezó a follársela de tal manera.
-Si, joder, si. Gime como antes, puta, quiero oírte gemir
Ella empezó a gemir a la vez que empezaba a masturbarse. Placer, dolor, humillación, vergüenza...todo era una amalgama de sensaciones que la llevaron a correrse por segunda vez. En esta ocasión, el viejo se dio cuenta de los pequeños espasmos que le recorrían el cuerpo y ya no pudo aguantarse más. Aunque le hubiera gustado seguir follándose ese precioso culo, la agarró por los hombros y tiró de ella, que cayó de rodillas frente a él. Casi sin tiempo, se quitó el condón como pudo y empezó a descargar su leche sobre el rostro y cuerpo de Amanda en grandes chorretones. Amanda los recibió cerrando los ojos, sintiendo el semen caliente aterrizando en su cara y tetas.
Finalmente, el taxista acabo de correrse entre espasmos, sacudiendo la polla que empezó a restregar por la cara de Amanda, intentando metérsela de nuevo en la boca, cosa que ella aceptó.
Así estaban los dos, exhaustos, cuando alguien empezó a aplaudirles.