Amanda
La levanté sujetándola de la cintura y la senté sobre el escritorio, acaricié sus muslos subiendo poco a poco hasta encontrarme con sus bragas. Le acaricié la ardiente papaya que ya tenía completamente mojadas las bragas.
Amanda es una morena de cabello oscuro, largo hasta la mitad de la espalda y lacio, ojos oscuros, ceja tupida y una hermosa carita en su conjunto. De alegre carácter y siempre perfectamente arreglada cuando llega a clases. Desde la primera vez que entró en mi aula le puse el ojo encima, pues es del tipo de mujer que me fascina.
Yo soy profesor de historia, tengo 45 años y soy alto, elegante por lo que comentan las chicas en el colegio. Mi cuerpo se conserva perfectamente en forma gracias a una rigurosa hora diaria de ejercicio. Amanda no sería la primera chica que cayera en mis redes y la táctica era siempre la misma: Invitarlas a tomar un café y posiblemente otra cosita más, presionar un poco con sus calificaciones y en fin, estar lo más cerca posible de ellas el mayor tiempo.
La chica cayó redondita a los primeros meses y la táctica empezó, las invitaciones se fueron haciendo más frecuentes y por fin una tarde la invité a mi casa, así podríamos "estudiar" sin ser interrumpidos.
Cuando Amanda entró a mi departamento se veía espléndida, traía puesta una blusa de color claro y de tela delgadita que dejaba apreciar perfectamente su figura, una minifalda de mezclilla que dejaba apreciar el hermoso color moreno de sus piernas. Y unas chanclas que dejaban a la vista sus hermosos pies.
Lo primero fue comenzar a poner a tono las cosas, enseguida le invité algo de tomar y ella sin falsas vergüenzas pidió una cuba. Obviamente que la cargué un poquito para comenzar a preparar el escenario. Yo me bebí una cerveza y así comenzó la sesión de estudio.
En realidad ella iba bien en la clase, y como pretexto puse un concurso que se llevaría acabo un par de semanas más tarde y el cual obviamente queríamos ganar como colegio. Entonces Amanda tenía que reforzar sus conocimientos y que mejor en la intimidad de la casa de su profesor. Nos fuimos al estudio y entre plática y plática comenzamos a beber, sin que Amanda se percatara le volvía a llenar el vaso cada que lo veía medio vació.
La chica ya se encontraba un poco mareada cuando comencé a tocar sus hombros pretextando darle un masaje. Su cuello era delicado y suave lo mismo que sus delicados hombros, mis manos se movían muy suavemente por sobre su blusa. Estaba logrando mi objetivo y lo notaba en los movimientos lentos que ella hacía mientras permanecía completamente en silencio.
Decidí dar un nuevo paso y mis dedos bajaron por el frente un poco más de lo debido, seguí el contorno que dibujaba sobre su piel el sostén y llegué a rozar el inició de sus senos, ella se tensó un poco y comenzó a respirar aceleradamente pero sin prohibir ninguno de mis movimientos, entonces supe que ya la tenía donde quería. Continué moviendo mis manos por toda la zona pero aun sin sobrepasarme, solamente rozando un poco y dejando que la calentura subiera un poco en ella. Amanda cerró sus ojos y reclino muy levemente la cabeza hacia un lado, la cosa estaba hecha.
Ahora tenía que trabajar más cauta, pero a la vez más profundamente. Mis dedos buscaron el cuello de la blusa y se introdujeron muy delicadamente por este, su piel ardiente estaba ya a mi alcance y muy suavemente las yemas la rozaban procurando que cara caricia fuera una nueva experiencia para la chica. Bajé muy lentamente rozando el tirante del sostén y por fin llegué al inició de sus senos, esta vez avancé más decididamente sintiendo la firme protuberancia.
¡Qué suaves manos profesor! gimió.
Sin contestarle me aproximé a su cuello y comencé a depositar leves y suaves besos apenas rozando con mis labios, bajé lentamente desde el cuello hasta el hombro que ya asomaba. La piel de Amanda se erizó y fue este el momento en que comencé a usar mi lengua, volví a subir por su suave piel hasta llegar a su oído. Mis manos ya se encontraban para entonces completamente sobre los senos de la jovencita, los amasaba y apretaba muy delicadamente.
Hice que ella se pusiera de pie y la besé en los labios, la respuesta de la joven Amanda no se hizo esperar y de inmediato me entregó su lengua. Nos enfrascamos en una poderosa lucha de lenguas que se prolongó por espacio de unos diez minutos. Pero durante este tiempo no solamente nos habíamos estado besando, la chica audazmente me comenzó a tocar la entrepierna y pudo sentir la dureza de mi enojado miembro que pugnaba por salir de su encierro. Yo había podido quitarle la blusa y ahora acariciaba esa cálida espalda y metía los dedos por debajo de la minifalda, acariciando así las bien formadas nalgas de la joven.
La levanté sujetándola de la cintura y la senté sobre el escritorio, acaricié sus muslos subiendo poco a poco hasta encontrarme con sus bragas. Le acaricié la ardiente papaya que ya tenía completamente mojadas las bragas. Busqué por los costados hasta encontrar el elástico de la húmeda prenda y jalé de estas. Ella cerró un poco los muslos y medio se levantó para permitir la salida de la prenda, me volví a colocar después entre sus piernas y le toqué su entrepierna, la tenía completamente rasurada y sus abultados labios anidaron mis dedos rápidamente. Hurgué entre las apretadas y húmedas paredes de su concha logrando meterle un dedo, suavemente comencé a moverlo de adentro para afuera en la encharcada vagina de la chica.
Mientras que me ocupaba en estas tareas ella se apoderó con sus delicadas manos de mi cinturón y rápidamente esté salía despedido por los aires. Abrió el cierre del pantalón y curiosa metió la mano para buscar la herramienta, se topó con el calzón y luchó unos segundos con él hasta conseguir su objetivo. Sentí como la mano de Amanda se apoderaba de mi grueso tronco y con suavidad lo comenzó a manipular con movimientos cortos. Luego de unos minutos sacó la mano y desabrochó el seguro del pantalón, dejó que el peso de la prenda lo hiciera caer y bajó mis calzoncillos hasta dejármelos en los muslos. Su mano ágilmente se apoderó de mi erguido instrumento y sujetándolo desde la base comenzó una suave y lenta masturbación.
¡Qué grande lo tiene, profesor! dijo inocentemente.
¡Veo que no es la primera vez que tienes uno en tus manos!
¡Claro que no! dijo riéndose levemente.
Amanda comenzó a tener un orgasmo unos instantes después, colocó sus manos sobre el escritorio y echó para atrás sus cuerpo dejándome un poco más de espacio para terminar de manipular su conchita. Los jugos escurrieron por las nalgas de la chica y mojaron el escritorio.
¿Me dejas que te penetre?
¡Sí! dijo ella levemente.
Me separé de la chica y enseguida me comencé a desnudar completamente, zapatos, camisa, pantalón, calzoncillos y calcetines volaron. Ella se quedó mirándome cuando quedé completamente desnudo, mi verga se balanceaba justamente frente a sus piernas abiertas.
¡Espere, profesor! dijo.
Bajó del escritorio y lentamente se fue desnudando para mí, primero que quitó la blusa y siguió el brasier, sus aureolas eran de un color oscurito, sus pezones gorditos y largos estaban completamente erectos. No dejó de mirarme a los ojos mientras que las prendas iban desapareciendo de su morena piel. Las bragas ya se las había sacado yo, así que siguió con las chanclas y segundos después se levantaba para comenzar a bajar muy lentamente su minifalda. Pude apreciar su hermosa rajadita completamente depilada mostrando en la parte alta un poco de su clítoris. No pude evitar pasar mi mano por la suave concha de la chica y ella me sonrió cuando lo hice.
¡Sus caricias son exquisitas! me dijo.
Ya estábamos completamente desnudos los dos, ella estiró su mano para sujetar mi garrote y movió la piel hacia atrás para descubrir la cabeza que se encontraba un poco oculta. La dejé que manipulara mi arma a su antojo y ella no reparó en hacerlo. Sin avisar siquiera la chica se hincó y comenzó a mamármelo. Sus labios comenzaron a mimar la cabeza dulcemente y con desesperante lentitud se fue devorando el sensible glande. Su lengua trabajaba por dentro proporcionándome deliciosas sensaciones que me volvían loco. Sujeté su cabellera oscura pero sin empujar, solamente acariciando sus cabellos, dejándola que trabajara a su ritmo. La chica se tragó completamente todo el largo de mi herramienta y comenzó un suave movimiento de mete-saca que me estaba llevando hasta el éxtasis.
¡Espera! dije sintiendo que estaba próximo a venirme.
¡Adelante, profesor! dijo la chica sacándose de la boca la verga.
Amanda siguió mamándome de esa deliciosa manera y yo respirando aceleradamente traté de contenerme lo más posible para alargar las sensaciones. Sentí como mi verga se hincó a su máximo y ella lo notó, tragó completamente el palo rozando con su nariz la pelambrera, sus labios se apretaban contra la superficie del tronco y su lengua trabajaba por dentro acariciándome la base del mismo. No pude más, tras un gemido solté una potente descarga de leche que Amanda no dejó escapar, la chica se comenzó a tragar cada disparo de semen que yo le daba. Fue una venida increíble y nunca me hubiese llegado a imaginar que una muchachita como ella lo supiera hacer tan profesionalmente.
Por fin la chica se separó de mí garrote cuando dejé de eyacular y comencé a perder la dureza. Levantándose se colocó frente a mí limpiándose la boca con el dorso de la mano.
¡Cuanta leche traía!
¿Te puedo preguntar algo?
¡Lo que guste!
¿Quién te enseñó a hacerlo de esta manera?
¡Después se lo digo, profesor! dijo ella y se le marcó una leve sonrisa.
Tomándome de la mano la chica me preguntó en donde quedaba la habitación, le indiqué el camino y ella precediéndome me llevó hasta allá. Al llegar ella me tendió en la cama y vio que mi verga estaba completamente flácida recostada sobre uno de mis muslos. Amanda se hincó sobre mis rodillas y reclinando su cuerpo hacia el frente comenzó a mamármela de nueva cuenta. Su boca tan tierna y dulce comenzó a hacer el milagro de levantar ese aguado tronco, de vez en vez levantaba la cabeza y echaba para atrás su lacia cabellera oscura para permitirme ver perfectamente como se tragaba todo mi instrumental.
Me veía a los ojos mientras me la chupaba de esa deliciosa manera y separándose por unos segundos de mi cuerpo me dijo algo que me excitó completamente:
¡A papá le gusta que lo deje ver como se la chupo!
Creo que en mi cara se dibujó la perplejidad y ella me sonrió y continuó comiéndose todo mi tronco. Con su mano manejaba mi tranca para dirigirla a uno u otro lado y chuparla o lamerla según se le antojara. Cuando miró que la barra de carne en su mano se encontraba completamente erecta entonces se fue acomodando y con mi cuerpo entre sus piernas sujetó la verga con la mano y lentamente fue dejándose caer, la punta de mi nabo se enterró entre sus labios y muy despacio se fue penetrando ella sola; el calor de su vagina era increíblemente delicioso, su humedad todavía más. Por fin después de unos segundos la verga le llegaba hasta el fondo de sus entrañas y ella gemía de satisfacción.
¡Qué larga! dijo entre gemidos.
Sus caderas se comenzaron a mover despacio y sentí como sus músculos me apretaban la tranca de una manera que nunca antes había podido experimentar. Los movimientos de la jovencita eran suaves y pausados y en cada uno me apretaba de una manera diferente la macana.
¿Es verdad lo que me dijiste? le pregunté entre jadeos.
¿lo de mi papá? respondió con otra pregunta.
¡Si, eso!
¡Sí, es verdad!
¿Tú se la mamas a tu padre?
¡El me enseño como hacérselo!
¿Pero como fue?
¿No, cree profesor, que deberíamos de dejar eso para después?
Sí, perdón... ¡Tienes razón!
Ella continuó moviendo su cuerpo sobre el mío y yo me apoderé de sus hermosas tetas, levantando la cabeza comencé a chupárselas, mi lengua se paseaba por los pezones y las aureolas mientras que estrujaba con mis manos la masa de suave y caliente carne.
La chica siguió moviendo sus caderas de una suculenta manera hasta que entre gemidos y movimientos más lentos logró alcanzar un orgasmo.
¡Ho!... ¡Sí!... ¡Qué rico!... ¡Así, así!
Sus jugos me mojaron toda la verga y me empaparon también los pelos, ella no paró de moverse hasta que su orgasmo menguó y quedó tendida contra mi pecho. Acaricie, su espalda y bajé lentamente hasta llegar a esas deliciosas y bien formaditas nalgas, mi verga la sentía profundamente enterrada en esa latente panochita que me apretaba deliciosamente.
Prácticamente hasta estos momentos ella me había cogido y no al revés, era momento de tomar la iniciativa y dejarle sentir la potencia de mi arma. Me levanté acomodándola en la cama para que quedara boca arriba, su hermoso cuerpo lucia increíblemente joven y de un color moreno muy hermoso.
Metí entonces mis manos por detrás de sus rodillas y jalé a la chica hasta que quedó a la orilla de la cama, su vagina se abría perfectamente, inclinando un poco mi cuerpo apunté la gruesa cabeza de mi pene y la penetré, comencé a bombearla rítmicamente y sin pausas, la penetraba hasta lo más profundo dejando que chocara mi vientre contra el suyo. Ella jadeaba y comenzó a apretarse sus senos y pellizcarse los pezones, me imaginé por un momento como su padre al que solo conocía de vista se la cogía. Mi verga siguió entrando y saliendo de esa apretada concha sin pausas y logré hacerla tener un nuevo orgasmo que ella sin titubeos gritó a los cuatro vientos. Después de que cesó su orgasmo la dejé completamente enterrada en las profundidades de su cuerpo y esperé unos segundos.
¡Métamela por el culo, profesor!
La petición me enardeció y no lo dudé ni dos segundos, saqué mi verga de la vaporosa y chorreante panocha de Amanda y fui hasta mi tocador. Busqué en uno de los cajones un frasco de vaselina y regresé hasta donde había dejado a la chica. La encontré ya preparada, estaba de pie frente a la cama y cuando llegué hasta ella se empinó, sus hermosas nalgas quedaron completamente a mi disposición y sin dudarlo me acomodé detrás de ella, embarré perfectamente mi verga con la vaselina y sujetándome de las suaves caderas de la chica apunté contra su ano la gruesa verga. Lentamente comencé a hacer presión con mi glande en el arrugado y cerrado agujerito. La carne se fue abriendo muy despacio y Amanda ayudándome un poco se abrió los cachetes de las nalgas con las manos. Sentí cómo avanzó el glande al interior de la apretada gruta, pocos segundos después la cabeza completa se perdía en ese rico ano que apretaba de manera extraordinaria mi grueso instrumento. Seguí empujando y mirando como mi verga desaparecía dentro de la caliente y estrecha cavidad trasera de Amanda. La estuve bombeando muy lentamente para impedir que yo me viniera, ya que hube recuperado un poco el control comencé a empujar más intensamente mientras que ella gemía y pedía más. Le acariciaba el cabello y la espalda, los costados y luego las tetas, ella tomó una de mis manos para llevar mis dedos a su boca y chuparlos como si fuera un pene. Yo no dejaba de sentir como su esfínter apretaba con toda la fuerza mi grueso tronco.
¡Qué rico culo tienes Amanda!
¿Le gusta?
¡Claro que sí!
Seguí empujando en su delicioso ano sintiendo como me exprimía inmisericordemente y como lo disfrutaba. Amanda jadeaba y sus caderas se comenzaron a mover circularmente, cosa que desde mi posición se apreciaba deliciosa y además así se sentía.
Amanda se comenzó a venir entonces nuevamente y yo aceleré las embestidas sintiendo también como se me inflamaban las bolas. El primer disparo fue tan intenso que sentí como toda la piel se me erizaba, la leche de mi verga fue depositada en lo más profundo de su lindo culo y ella lo sintió.
¡Ho!... ¡Me los está echando!... ¡Qué delicia!... ¡Más, más!
Yo bombee hasta que la última gota de mi semen quedó dentro de la apretada gruta trasera de Amanda, cuando le saqué mi garrote aún un poco erecto vi como su ano estaba completamente abierto y escurriendo con los jugos que la habían regado en lo más hondo de su gruta. La chica sin esperar más se sentó en la cama y me pidió acercarme. Tomó mi ahora flácido instrumento y lo lamió hasta dejarlo completamente reluciente con su saliva.
Luego nos quedamos recostados, platicando unos minutos. Amanda me contó como su padre la había iniciado en el sexo y como ahora ella era amante de él. Su madre no sabía nada y de vez en cuando ella lo hacía por fuera con algún hombre que le gustara. Ella desde el primer momento había sabido que yo le gustaba y obviamente yo le había gustado. Sabía también de mis intenciones y ella lo deseaba, así que nunca hubo ningún reparo en mis invitaciones a salir.
Ahora después de su padre yo soy el segundo amante de la hermosa y ardiente morenita.
FIN