Ama negra para zorra blanca

continuación de una fusta para Elena. Despues de ser flagelada en el garage la esposa del arquitecto Organvidez es entregada como esclava de su criada mulata que pasa a ser la señora de la casa y disponer de la zorra blanca a su antojo.

AMA NEGRA PARA ZORRA BLANCA II

Virginia contempló con detenimiento el minucioso trabajo del cuero en la piel de Elena.

Se recreó con orgullo en el resultado de su trabajo. Aquellas nalgas blancas y espectaculares de la señora, habían sido marcadas en su totalidad con una maestría encomiable, presentando unas marcas limpias y bellas que hacían enormemente deseables la ancas de aquella hembra penitenciada. Sus muslos presentaban las señales apropiadas del castigo, así como su espalda. Las tetas que ahora acariciaba y apretaba habían recibido la dosis justa de látigo para no estropearse. Elena lloraba y toda ella olía a sudor, lágrimas y latigo.

Virginia se acercó al arquitecto y procedió a liberarlo del automóvil.

Espero que el amo esté complacido.

Mucho – asintió excitado el joven, mientras se deleitaba con las huellas en el cuerpo desnudo de su esposa del tremendo correctivo.

Elena – se dirigió a la castigada- eres una esclava, como ahora de verdad sabes.

Mantendremos las apariencias lógicamente pero a partir de las diez Virginia ocupará tu lugar en la casa y en mi cama. Ella es tu nueva ama y como tal le debes obediencia y servidumbre. Aceptas verdad ¿

Sí –asintió Elena con la cabeza mientras Virginia se encargaba de liberarla.

A los pies de tu ama perra – ordenó la mulata con energía- lame mis botas.

La sudorosa y amoratada zorra flagelada se apresuró a cumplir la orden asumiendo su estrenada condición en aquel hogar.

Así me gusta blanquita, tengo muchos planes para ti y para mi placer, necesitas mucha educación y enseñanza algo que yo personalmente y el látigo nos encargaremos de solucionar.

Elena fue conducida a la habitación y obligada a arrodillarse a los pies del lecho conyugal, alli tuvo que observar el amplio despliegue en las artes amatorias de la centroamericana y su marido. Los dos la ignoraron completamente en todo momento, a pesar de que la legítima ardía en deseos sexuales que no fueron complacidos.

Una vez rendidos por la pasión los amantes se durmieron sin permitir a la esclava otra cama que el suelo y otra manta que su desnudez y sus cadenas.

El deseo del arquitecto Orgánvidez una vez expresado se convirtió en ley. Excepto los días que recibían visitas de familiares, amigos o conocidos o tenían compromisos que le obligaban a salir de casa, el mandato del señor de la casa se cumplía rigurosamente. Era sonar las diez campanadas en el reloj de pared del salón y la señora Elena se encontrara en el lugar de la casa que fuera y estuviera haciendo lo que estuviera, se descalzaba y se despojaba de toda su ropa para una vez revestida de la desnudez más absoluta dirigirse a cuatro patas en busca de su ama negra. Esta tirando del pelo de la aristocrática hembra la conducía al cuarto de servicio, donde le tenía preparada la vestimenta, propia de su condición, adecuada a las tareas y uso que se hubiera programado para la hermosa perra aquella noche.

Siempre había dispuesto para Elena un calzado con tacones de vértigo y unas medias. Aparte había días que la indumentaria solo se completaba con un exiguo delantal que dejaba descubierto culo y espalda y por supuesto las tetas. Otras veces el vestuario era el propio de una doncella de película porno, con traje cortísimo y escotadísimo. Otras veces había corsets de cuero, trajes de latex y otras simplemente nada más que los tacones y las medias.

Elena no compartía el lecho de sus amos nada más que cuando ellos la solicitaban, siendo la mayoría de las veces Virginia quien lo hacía, las noches en que el señor estaba de viaje por razones de trabajo. La señora de Organvidez aprendió a complacer a su Poderosa Negritud , tratamiento que recibía la mulata, no sólo con su lengua sino con todo su cuerpo. Al capricho de la dominicana recibió severas azotainas en los fantásticos globos de su trasero y probó a discreción un látigo corto en su privilegiado coño de señorita bien.

En ocasiones su marido la follaba , casi siempre por atrás, recalcando que su culo era la única parte de su cuerpo digna de su polla. Y casi siempre era después de que el deseo del arquitecto estallará al contemplar las marcas de los azotes en sus nalgas.

Juan , Elena es mía ¿.- preguntó una noche la dominicana.

Claro, ya lo sabes.

Quiero que la follen- dijo resueltamente la negra como si lo hubiera estado tramando largo tiempo.

Traéla y la follaré.- respondió el arquitecto.

Tú no. Quiero que sea follada por otros hombres y delante tuya.

Estas loca – respondió Juan Organvidez asustado aunque invadido por una morbosa excitación.

Si es mía puedo entregarla. Te negaras ¿

El joven esposo dudó pero termino accediendo.

Es tuya que sea como tu quieres.

Se imaginó a su joven y deseable esposa ofrecida al taladro de los penes de otros hombres, presentada y sacrificada por Virginia al deseo salvaje e ilimitado de otros machos. Sintió un escalofrío y al mismo tiempo su miembro se empinó.

Continuará.