Ama Carmen 6: Visita a Ama Sonia.

Carmen visita junto a sus sumisas la finca de Ama Sonia, dueña de una importante finca en la que adiestra a una serie de pony-girls entre las que está una conocida con la que Carmen tiene que ajustar cuentas

Nota del autor: Tanto Ama Sonia como toda la finca en la que se desarrollarán los siguientes capítulos ya está descrita entre los capítulos 7 y 10 de la saga "La decisión de Carmen" por si a alguno le apetece refrescar antes de leer este.

Espero que les agrade el relato.

-          ¡Gran trabajo, putita!- dijo Carmen sonriendo a su maestra apoyando los pies sobre la mesa del despacho de esta, mientras ojeaba la hoja escrita a mano en la que especificaba las preguntas más posibles que podían caerla en uno de los exámenes de una materia ajena a Irma.

-          Gracias Ama- contestó la mujer feliz de haber logrado en reconocimiento de su Dueña.

-          La pena va a ser que no te voy a poder recompensar por ello este fin de semana- dijo Carmen- esta misma tarde salgo junto a Vanesa y Gema hacia Valencia, a visitar una finca de ponis- dijo Carmen con una sonrisa pícara.

-          No se preocupe mi Ama, sabré esperarla, que esté contenta con mi esfuerzo me hace sentir bien- dijo humildemente la mujer.

Carmen al oír aquello se levantó de la silla y se colocó a la espalda de la profesora, para con una mano palpar el seno derecho de esta y apretarlo, mientras que con la otra mano retiraba unos mechones de pelo del cuello de la esclava para besarlo.

-          Verte tan entregada a mí me pone caliente zorrita- le dijo en un susurro, notando como la mujer se estremecía bajo sus caricias.

-          ¡Tómeme aquí Ama, se lo ruego!- dijo la sumisa con la respiración agitada.

-          Te has portado muy bien y te lo mereces, pero no tengo tiempo ahora-dijo Carmen alejándose de su profesora-sumisa y viendo la cara de frustración de esta- Si te invitase a venir con nosotras, ¿podrías?, me gustaría que nos acompañases y conocieses más gente que está metida en este mundillo.

-          Me encantaría Ama, ¿pero a que hora saldrán?- preguntó la sumisa, que pese a que tenía el fin de semana libre no estaba segura de poder justificarlo ante su marido.

-          A más tardar a las 5, te esperaremos hasta esa hora en mi piso- dijo Carmen encaminándose a la puerta- y no lleves mucho equipaje, no te hará falta- dijo con una sonrisa antes de abandonar el despacho de Irma.

Tal y como el Ama le había dicho a su sumisa, Carmen esperó en su piso hasta las 5 de la tarde, viendo como Gema y Vanesa se encargaban de hacer su equipaje. Las dos sumisas se habían vestido con ropa de lo más normal, luciendo Vanesa unos vaqueros, con una camiseta blanca de manga costa y una blusa y Gema con lo mismo, salvo que en lugar de los vaqueros llevaba una falda larga de colores vivos.  Carmen por el contrario, y para diferenciarse de sus sumisas, se había decantado por un vestido largo, ligeramente escotado de color azul intenso.

La Dominante no pudo menos que esbozar una sonrisa cuando escuchó el timbre de la puerta de su casa a tan solo tres minutos del final del plazo que le había dado a Irma. Allí estaba, la más madura de sus sumisas, vistiendo un vestido largo de colores oscuros, bastante más vulgar que el de su Ama, resoplando ligeramente debido al cansancio de cargar con una pequeña maleta.

-          Que bien que hayas venido Irma, vamos para abajo, que nosotras ya estamos listas- Irma sonrió y con fuerzas renovadas volvió a recoger su pequeña maleta para entrar en el ascensor junto a su Ama y sus dos compañeras esclavas.

Pese a que la distancia hasta Valencia no era muy superior a los 250 kilómetros Carmen ordenó a Vanesa que lo hiciese con calma, parando cada hora y sin exceder ni una sola vez el límite de velocidad, con lo que llegaron a la finca de Ama Sonia cuando estaba a punto de anochecer.

Carmen se estiró cuando Vanesa aparcó el coche, había llegado al mismo lugar que cuando Ama Sara la llevó allí por primera vez, aún recordaba el nerviosismo que había sentido aquel día y la sorpresa que se había llevado cuando había visto los carros tirados por mujeres que fueron a recibirlas. Pero aquello ya formaba parte de su pasado de sumisa.

La chica, como Dominante que era salió del coche y telefoneó a Ama Sonia, para informarla de su llegada. La Dueña de la finca descolgó el teléfono al segundo tono y a juzgar por el tono entusiasta que esta utilizó, Carmen intuyó que estaba encantada de recibirla.

-          Vendrán a recogernos en unos minutos, ir sacando el equipaje del coche- ordenó Carmen a sus sumisas que rápidamente se arremolinaron en la parte de atrás del automóvil.

Carmen se sentó sobre el capó del vehículo después de pasar un par de veces la mano por él para asegurarse de que su hermoso vestido no se vería ensuciado. La chica, que veía que cada vez había menos visibilidad, trató de agudizar la vista esperando ver en el horizonte alguna silueta, pero no fue necesario esforzarse tanto ya que después de unos minutos un total de seis focos luminosos se fueron acercando poco a poco a las recién llegadas.

La joven Dominante dio orden a Vanesa de que arrancase el motor del coche y pusiera las luces para que su anfitriona las encontrase con mayor facilidad, pudiendo así Carmen ver sin problemas los tres carros tirados por mujeres que se aproximaban a su posición.

-          ¡Carmen!- dijo Sonia, una mujer de mediana estatura, piel clara, pelo castaño claro y que lucía un vestido muy escotado en el que destacaban sus generosos pechos- que alegría tenerte por aquí de nuevo- dijo bajándose del carro y acercándose a su invitada para darla un par de besos en las mejillas.

-          El placer es mío, has sido muy amable en invitarme este fin de semana, Sonia- dijo la chica sonriendo.

-          Para nada mujer, desde el día que Sara te trajo aquí como sumisa supe que serías una amistad de lo más interesante- dijo alzando la cabeza y viendo a las tres sumisa de Carmen- vaya Carmencita, en muy poco tiempo te has montado un harem- dijo sonriendo- ¿me permites?- preguntó acercándose a las sumisas.

-          Adelante- dijo Carmen.

-          Las tienes livianitas- dijo agarrando a Gema de las caderas y subiendo poco a poco hasta palpar sus pechos- tetudas- dijo poniendo una palma en cada seno de Vanesa- y maduritas- comentó la mujer metiendo mano a la sonrojada Irma que pese a la vergüenza no retiró la vista de la mujer que la estaba sobando- he pensado que las sumisas pueden ir en ese carro- dijo señalando el carro más ancho, del que tiraban dos chicas jóvenes de complexión normal, vestidas con la indumentaria habitual de las ponis de Sonia: botas altas, negras y de cuero hasta la rodilla, una especie de braguita, también de cuero, que Carmen sabía que servía para mantener un vibrador dentro de ellas, un corsé negro que las cubría la parte baja del torso dejando sus pechos desnudos y alzados, y para terminar una pinza de presión en cada pezón que estaba unida a una campanita.

-          Nosotras podíamos haber ido en el mismo carro- dijo Carmen al ver que lógicamente al quedar dos montaras más cada una iría en una. Sonia sonrió.

-          Sí esa era mi primera idea, pero alguien insistió en darte tu primer paseo como Ama- dijo señalando su montura.

Carmen, se acercó para ver de quien se trataba. La Dominante supuso que podía ser Nuria, la chica que junto a Vanesa y Gema la habían humillado meses atrás, en un vano intento de suavizar el castigo que sin duda se iba a llevar, Carmen llevaba mucho tiempo pensando la venganza más adecuada para aquella musculosa judoca que había abusado de ella y no tenía intención de perdonarla sus afrentas. Pero para su sorpresa no era Nuria sino Ana.

-          Buenas noches Ama Carmen- dijo la poni inclinándose para mostrar sus respetos- será un placer llevarla a su destino.

Carmen sintió alegría y excitación al ver a la que en su primera visita fuera su guía, Ana físicamente estaba impecable, tal y como la recordaba de la última vez que la vio, cuando fue a visitar a Ama Sara con la intención de castigar y llevarse a Nuria con ella. La mujer, que había pasado los 30 años, lucía unos brazos y piernas fuertes amén de unos senos medianos y firmes y unos abdominales bastante bien definidos que en aquel momento Carmen no podía ver por el corsé pero que conocía de primera mano.

-          ¿No me digas que te han degradado?- dijo Carmen un poco sorprendida acariciando la media melena de pelo negro que lucía Ana.

-          No Ama- dijo la poni provocando de nuevo la excitación de la Dominante, como le gustaba oírlo de boca de Ana- pedí expresamente poder darla su primer trayecto como Ama, no fue fácil, otras yeguas también se ofrecieron voluntarias, pero al ser capataz tuve prioridad , Ama- explicó la sumisa.

-          Eso me halaga- dijo Carmen acariciando los hombros de Ana para colocarse lentamente en el asiento de su carruaje individual, para a continuación agarrar con la mano derecha una fusta larga que había sobre el asiento y con la izquierda una correa que rodeaba el torso de la sumisa y que servía a modo de freno.

A Carmen le resultó tan fácil que Ana iniciase la carrera que la llevaría a la casa de Ama Sonia, como cuando en sus días de adiestradora le había resultado que lo hiciesen las chicas que compartía con Ana.

La Dominante, pese a estar muy satisfecha con el rendimiento de su poni se divirtió un poco guiándola, tirando un par de veces de la correa para que disminuyese la velocidad y no separarse del carro de Ama Sonia y dándola algún que otro fustazo suave en sus costados para que girase un poco a la derecha o a la izquierda.

Cuando llegaron al centro de la finca, donde se hallaba la casona en la que vivía Ama Sonia y los establos en los que domesticaba a los ponis, la anfitriona le dijo que ya había cenado, pero que las cocinas y sus criadas estaban disponibles a la hora que ella necesitase. Carmen asintió contenta y le ofreció también a sus sumisas para lo que ella necesitase.

-          Si me lo permites voy a pasar un ratito con Ana- dijo Carmen a Sonia.

-          Desde luego, siéntete libre de divertirte con mis monturas- dijo mientras Carmen encantada con la respuesta espoleó a Ana para que corriese hasta los establos.

La Dominante quedó maravillada ante la excepcional resistencia de Ana, que apenas jadeaba un poco después de haber cargado con su carro durante a aproximadamente un par de kilómetros sin descanso.

La chica, para que la sumisa no sufriese ningún percance la desató las correas que mantenían sus brazos detrás de la espalda, para así tardar mucho menos en quitarla las botas, el corsé y las braguitas que llevaban adherido un dildo de un palmo de largo pero de un grosor bastante importante.

-          No me extraña que fueras tan contenta- dijo Carmen sonriendo mientras sacaba  el consolador con flecos, que servía de cola a la poni, del ano de la sumisa- pese a que no has sudado mucho seguro que te irá bien una ducha- dijo encaminándose a la entrada de los establos, donde sabía que había una toma de agua y una manguera.

La musculosa sumisa, para que Carmen no tuviese problemas a la hora de acercarla con el chorro donde ella desease, colocó sus manos sobre su nuca. El Ama ni siquiera tuvo necesidad de decir ni una palabra para que Ana se moviese, con los gestos de su mano izquierda era más que suficiente para que la sumisa lo comprendiese y obedeciese.

Durante unos minutos Carmen se divirtió empapando a Ana, la cual se mostraba igual o más encantada que la invitada de su Ama cuando sentía como el chorro de agua se centraba en su sexo, en su ano, en sus firmes senos, en sus marcados abdominales…

Carmen tiró la manguera cuando consideró que Ana estaba lo suficientemente limpia y comenzó a quitarse la ropa ante la atenta mirada de lo pony-girl, quedando esta un poco frustrada cuando vio que la Dominante se dejaba su sujetador y braguitas.

-          No querría mancharme el vestido- dijo Carmen una vez lo hubo dejando el vestido en el carro en el que había montado minutos antes, acercándose lentamente a la sumisa y comenzando a acariciar el duro abdomen de esta para bajar disimuladamente al empapado sexo de Ana- estás muy mojada, Anita, pensé que esta ducha te relajaría un poco.

Carmen, sabedora de lo efectivas que eran sus caricias, no dudó en sobar los duros y marrones pezones de Ana, separar las firmen nalgas de la mujer para estimular su pequeño y sensible ano, acercar sus labios al rostro de la sumisa para dejarlos a escasos centímetros de los de la poni…

-          ¿No te me vas a lanzar como una loba?- preguntó Carmen divertida ya que sabía que lo único que retenía en aquel momento a Ana era que Carmen ya no era una sumisa como ella, sino una autentica Dominante.

-          ¿Me lo permite Ama?- preguntó Ana deseosa de escuchar una respuesta afirmativa. La Dominante acarició de nuevo el sexo de la Adiestradora de ponis, acercó sus labios lentamente a los de la sumisa y la dijo:

-          No, no te lo permito, Anita- dijo Carmen sonriendo- se nota a la legua que te pone caliente que sea yo la que te someta y no quiero que esta sensación se te diluya tan rápidamente- le susurró al oído, apoyando su barbilla sobre el hombro derecho de la sumisa y mordiéndola con delicadeza el lóbulo de su oreja- ¿Por qué te pone cachonda que precisamente sea yo la que te use? Porque no me creo que con todos los Amos y Amas te pase lo mismo.

-          Llevo deseando saber como doma desde que Ama Sonia me dijo que Ama Sara la había liberado, Ama Carmen- dijo la poni entre jadeos.

-          Te has fijado que curioso- comentó Carmen- me has traído corriendo en ese carro y no te has fatigado apenas y ahora que he comenzando a tocarte en serio jadeas como una perrita.

-          Sí Ama, es que a correr estoy muy acostumbrada, a ser tocada por manos tan expertas no, Señora- dijo Ana respirando agitada mientras Carmen se metía la mano debajo de sus braguitas, para acariciar su sexo y pasar sus dedos empapados de fluidos por el rostro de la sumisa.

-          Te haré una confesión- dijo Carmen de nuevo susurrando- el saber que tengo la habilidad de hacer estremecerse a una mujer tan fuerte y de apariencia tan impasible como tú, a mí también me pone muy excitada.

Carmen, que sabía que la sumisa no le tocaría si no recibía el permiso de la Dominante, disfrutó acariciando el cuerpo de Ana y llevándola al límite de su resistencia y convirtiendo los ligeros jadeos en sonidos más constantes y de mayor volumen.

El Ama, que recordaba el cuerpo de Ana como si lo hubiese explorado el día anterior, no dudó en usar esa información para calentar el cuerpo de la sumisa usando las técnicas que sabía que más le agradaba, pero sin apenas tocarla el sexo para que esta no llegase al orgasmo.

-          Por favor Ama, se lo ruego, me tiene muy caliente… déjeme correrme- pidió la sumisa cuando Carmen había aprisionado uno de sus duros pezones con los dientes.

-          No sé, no sé- dijo Carmen divertida soltando el pezón de la sumisa y dando unas ligeras palmadas sobre el empapado sexo de Ana- Se me ocurre una cosa que me da morbo hacer y que me puedes ayudar.

-          Lo que sea Ama- dijo Ana sedienta de sexo.

-          ¿Hay algún arnés en los establos?

-          Sí Ama- respondió Ana rápidamente.

-          Estupendo, cógeme en brazos y llévame hasta allí.

Ana, sabiendo que seguramente si lo hacía tendría su orgasmo más cerca, se inclinó y pasó un brazo por detrás de las rodillas de Carmen y el otro por detrás de su espalda, para poseída por el deseo levantarla en vilo sin ningún problema.

La Dominante, sorprendida por la fuerza de la sumisa, se agarró con fuerza al cuello de esta, para sentirse un poco más segura, reacción ante la que Ana comenzó a caminar más despacio hasta detenerse delante de un armario de madera, el cual abrió después de dejar a Carmen en el suelo para mostrarla los artículos que había allí.

-          Elija que el desee, Ama- dijo Ana mostrando la variedad de arneses que guardaba la segunda balda.

-          Este me gusta- dijo el Ama agarrando uno de correas de cuero marrones y un dildo de cerca de 20 centímetros, no excesivamente grueso pero que tenía unos relieves que estaba segura de que harían las delicias de las dos- póntelo.

Ana quedó sorprendida ante la petición, pero aún así no puso en duda la orden de la que en aquel momento era su Dominante. La sumisa gimió de gusto cuando sintió penetrar su sexo por la parte del arnés que la correspondía, excitación que aumentó cuando vio como Carmen se desprendía de su ropa interior, no pudiendo evitar clavar su vista en su sexo depilado de labios medianos y rosados y en sus pechos firmes y bronceados.

-          Me apetece que me folles estando tú de pie y sosteniéndome en vilo- dijo Carmen mirando fijamente a Ana- ¿serás capaz?

-          Sí Ama, seguro que sí- aseguró la sumisa no acercándose hasta que Carmen le hizo un gesto con la cabeza para que procediese.

Ana cuidadosamente cogió a Carmen, la cual puso de su parte para que la sumisa pudiese levantarla con facilidad, de tal modo que el sexo de Carmen quedó pegado al duro abdomen de la esclava, que agarraba con fuerza las nalgas de la Dominante para que esta no cayese.

Obediente a todas las órdenes que Carmen iba profiriendo, Ana dejó caer poco a poco el cuerpo de Carmen, hasta que el arnés que la sumisa se había enfundado penetró por completo a la Dominante que soltó un gemido de placer para a continuación indicar a Ana que comenzase a moverse con delicadeza.

Pese a que el cuerpo le pedí a la sumisa descargar toda la tensión sexual que Carmen le había producido, Ana obedeció con diligencia las órdenes del Ama que la mordía la oreja con suavidad para reprenderla cada vez que consideraba que iba demasiado rápido.

-          ¿Necesitas mucho el orgasmo, Anita?- preguntó Carmen pasando uno de sus dedos sobre los labios de la sumisa para a continuación darla un beso en los labios.

-          Sí Ama, he estado una semana en castidad esperándola con la esperanza de que tuviera a bien darme un orgasmo y que el placer se viese incrementado por la semana en castidad- dijo la sumisa entre jadeos después de recibir el largo beso de su Dueña en aquel momento.

-          Sabes muy bien como hacer sentir especial a un Ama ¿verdad?- preguntó Carmen sonriendo sabiendo que todo lo que le acababa de decir era verdad- por eso voy a ser buena contigo y te voy a dar un minuto para que me folles como a ti te guste, teniendo permiso para correrte.

-          ¿De verdad Ama Carmen?- preguntó sin poder creer la suerte que tenía.

-          Sí, podrás hacerlo, pero si me hacer daño tendrás que parar y te quedarás sin orgasmo- aseguró la Dominante.

-          No le haré daño, se lo aseguro, Ama- dijo Ana convencida.

-          Bueno, pues tu minuto comienza… ¡ya!

Ana, nerviosa porque sabía que un minuto se pasaba muy rápido comenzó a mover sus caderas con delicadeza, para ir aumentando el ritmo de manera progresiva y siempre anteponiendo la seguridad de Carmen.

La Dominante, que quería hacer saber a la sumisa que estaba bien la forma en la que estaba penetrándola y moviéndola, acercó su boca al fuerte cuello de Ana para morderlo con suavidad y besarlo, ante lo que la sumisa se vio con licencia de ir un poco más allá.

Carmen comenzó a gemir de placer y a mover sus caderas en el mismo instante en que escuchó como la sumisa no podía contenerse más y soltaba toda clase de exclamaciones con las que hacía saber a la Dominante que estaba muy cerca del orgasmo.

El Ama, que era perfectamente consciente de que el minuto que había concedido a la sumisa había expirado, no le dijo nada ya que consideraba que ya había atrasado lo suficiente el orgasmo de Ana y que esta había hecho méritos más que suficientes como para obtenerlo.

Después de unos minutos en los que las fuerzas de Ana no parecían decrecer la Dominante notó como el cuerpo de la que le sostenía comenzaba a sufrir ligeros espasmos al tiempo que le flojeaban las piernas, señal inequívoca de que había llegado al orgasmo.

-          Tienes un aguante increíble- dijo Carmen contenta una vez llegó al orgasmo, buscando los labios de Ana para besarlos de nuevo.

-          Muchas gracias por el orgasmo Ama y por el minuto tan largo que me ha dado para conseguirlo- dijo la sumisa un poco fatigada tras el esfuerzo.

Ana, pese a estar mucho más fatigada que la Dominante, no dudó en salir corriendo a por la ropa de Carmen, que había quedado en el carro. El Ama agradeció aquel gesto dando una caricia al rostro de la sumisa y a continuación salieron juntas al exterior.

-          ¡Cuidado con la manguera, que va a salir un Ama!- anunció Ana, que iba totalmente desnuda pero que no parecía importarla, antes de salir al exterior, ya que se oía el ruido de agua saliendo a presión.

Tan pronto como dejó de escucharse el sonido de agua en movimiento Carmen y Ana salieron, encontrándose la escena a la que la Dominante ya había asistido en su visita anterior: un grupito de cinco chicas, totalmente desnudas, de complexión delgada y en aquel momento empapadas, estaban justo en frente de una de las criadas de Ama Sonia, la cual mantenía en su mano derecha la manguera con la que Carmen había lavado a Ana.

-          Lo siento Señora, no sabía que estuviese dentro- dijo la criada inclinándose para mostrar su arrepentimiento.

-          No tiene importancia- dijo Carmen sin prestarla atención y clavando la vista en las pony-girls, especialmente en Nuria a la que se acercó lentamente.

Pese a que habían pasado muchos meses desde la última vez que la vio, Carmen reconoció a Nuria que también había reconocido a la Dominante y que por ese motivo mantenía la cabeza baja.

A Carmen que tan solo la había visto una vez no le pareció que el cuerpo de la muchacha hubiese cambiado demasiado, era una chica de mediana estatura, piel bronceada, pechos firmes, brazos, piernas y abdominales bien definidos, aunque no tanto como los de Ana… lo único que le dio la sensación de que había cambiado en Nuria era su pelo que estaba algo más corto y desde luego su actitud hacia ella.

-          No sabes cuanto me alegro de reencontrarme contigo, Nuria- dijo Carmen sonriendo sabiéndose en una situación de ventaja sobre ella- así podremos zanjar algunas cuentas pendientes.

-          Lo siento mucho- dijo la sumisa esperando así aplacar los deseos de venganza de Carmen, ante lo que esta rió.

-          El arrepentirse está bien, y me agrada que lo hagas, pero sabes que no será suficiente- dijo Carmen sonriendo con malicia al tiempo que agarraba la barbilla de la sumisa para mirarla fijamente a los ojos- confió en poder cobrarme lo que me debes este fin de semana, pero aún no he decidido ni cuando ni como, pero aún así estate preparada- mintió Carmen ya que la Dominante lo sabía pero deseaba crear incertidumbre en la sumisa.

Carmen sin decir ni una sola palabra más se dio la vuelta para ir encontrarse con Ama Sonia, tenía que conocer las condiciones bajo las que Nuria estaba, para así no solo castigarla físicamente sino también poder divertirse amenazándola con desmoronar aquel estilo de vida al que ya parecía haberse acostumbrado.

Tan solo tardaron un par de minutos en llegar a la residencia de Ama Sonia, donde una criada amablemente le indicó que la siguiese.

-          Yo si me lo permite iré a vestirme e iré a cenar con el resto de capataces, supongo que tendrá mucho que hablar con Ama Sonia- dijo Ana no moviéndose hasta recibir el asentimiento con la cabeza de Carmen.

-          Le voy a pedir a tu Ama que me preste una habitación grande en la que poder jugar con mis sumisas. Si te apetece pasarte, y Ama Sonia te da permiso, estaremos encantadas de que participes en la orgía- dijo guiñado un ojo a Ana y provocando la sonrisa de esta.

-          Muchas gracias Ama, la pediré permiso a Ama Sonia.

Sin decir más la sumisa comenzó a subir rápidamente las escaleras en dirección al segundo piso y la Dominante caminó con paso tranquilo detrás de la criada que la indicaba el camino…

Continuará…

Agradeceré comentarios y sugerencia tanto por aquí como por mi correo fantasias1987@hotmail.com

PD: para recordar las motivaciones que mueven a Carmen en esta venganza recomiendo releer el capítulo 11 de la decisión de Carmen.