Ama Carmen 24: Cerrando el círculo (Fin).
Después de varios meses desde que Irma quedó embarazada, la situación de Carmen y sus cinco sumisas se estabiliza
Los siguientes meses fueron algo intensos para Carmen y sus sumisas, la noticia del embarazo de Irma fue un auténtico bombazo entre ellas y las sumisas procuraban tener un cuidado muy especial con Irma, como si pensaran que por estar embarazada se fuese a romper.
Carmen trataba de espantar aquella percepción azotando con intensidad el trasero o la espalda de Irma cada vez que esta se equivocaba, mordiendo con saña sus enormes pechos (hinchados por el embarazo hasta unos límites que Carmen no podía creer) que en aquel momento contaban con unos pezones grandes y marrones tremendamente fáciles de atrapar entre sus dientes, u ordenándola que se arrodillase a sus pies para que la masajease con su lengua o manos.
Irma correspondía a todo este tratamiento con un gran agradecimiento hacia su Ama, ya que al parecer, el embarazo no había hecho otra cosa más que multiplicar los deseos de la sumisa de ser abusada por su joven y atractiva Dueña, ante la mirada de Vanesa y Gema que no podían creerse que Carmen siguiese tratando a Irma con tanta naturalidad.
Por el contrario Ana, que era mucho más experimentada que sus compañeras y había tratado con más de una sumisa embarazada, trataba la situación con tanta naturalidad como Carmen. La joven Ama no había dudado en aprovecharse de su experiencia como Capataz en la granja de Ama Sonia, y preguntar a Ana sobre técnicas que podría usar sobre una mujer embarazada, logrando siempre valiosas informaciones.
- La fiesta es esta noche- le dijo Carmen sonriendo a Irma mientras veía como la viciosa embarazada se metía su pie en la boca para complacer aún mejor a su Ama- ¿estás segura de que quieres asistir en tu estado?
- Sí Ama, sé que cuidará bien de mí- dijo la sumisa, que ya había confirmado a su Dueña su asistencia.
- Perfecto- dijo Carmen satisfecha de que Irma no hubiese cambiado de idea. La joven Ama estaba convencida de que su esclava se llevaría muchas atenciones de los Amos y Amas asistentes debido a lo inusual de su estado.
Al tener ni más ni menos que cinco sumisas a su cargo, Carmen tuvo que indicar a Gema y a Catalina que fuesen con su amante, Ama Sara, ya que en el coche tan solo había lugar para que tres sumisas y Carmen pudiesen desplazarse de forma cómoda hasta la casa en la que se celebraría la fiesta de aquel mes.
Carmen había dado total libertad a sus sumisas para que vistiesen como quisieran, ya que tan solo permanecerían vestidas unos minutos en la casa antes, de cómo buenas esclavas, ser desnudadas para alegrar la vista de los y las Dominantes. Aun así todas las sumisas habían seleccionado sus mejores galas, salvo Irma, que por razones obvias, llevaba un vestido de premamá de colores vivos.
Carmen aparcó su coche junto al de Sara, que había llegado unos instantes antes y ya estaba fuera, esperando con Susana, Catalina y Gema, estas dos últimas se acercaron a Carmen para entrar junto a ella a la fiestas y que todos supieran a quien pertenecían, por si no era suficiente muestra los collares de color rosa que llevaban firmemente apretados a sus cuellos, con una placa brillante en el que estaba su nombre y el de su propietaria.
Tal y como Carmen había pronosticado, todos los Dominantes de la sala, y más de un sumiso, clavaron su vista en Irma en cuanto se quitó la ropa, para apreciar los drásticos cambios que su cuerpo había sufrido después de casi 7 meses de embarazo, especialmente los que se referían a su prominente barriga y sus hinchados pechos.
Algunos Dominantes, especialmente hombres, no pudieron resistirse a acercarse para sopesar los hermosos pechos de la embarazada, y dar fe de que eran tan pesados como parecían, eran tan suaves como imaginaban y sabían tan bien como esperaban, aunque esto último Carmen lo cortó rápido cuando vio el gesto de desagrado en el rostro de Irma al tener a dos hombres succionando de sus pezones.
- No es para chupar, que luego yo pongo los labios ahí- dijo Carmen tratando de sonar afable mientras invitada a los hombres a que dejaran a su sumisas.
- Déjamela follar, Carmen- le pidió sin rodeo alguno uno de los hombres que aún tenía los labios húmedos después de chupar los pechos de Irma. Era un hombre de unos 50 años, vestido de traje, delgado y semi-canoso. Carmen miró a su sumisa para ver qué opinaba, viendo como esta movía la cabeza, haciendo un evidente gesto de negación.
- Lo siento, pero esta preñadita es toda mía- dijo Carmen mientras quitaba la falda a Irma para que todos pudieran ver como bajo esta había un cinturón de castidad, de cuero, del que colgaban media docena de candados. Como era lógico Carmen no la tenía todo el día con él puesto, tan solo se lo había hecho poner pocas horas antes de la fiesta para que se acostumbrase a él.
Como era de esperar, la sugerente imagen de una mujer embarazada de varios meses, llevando tan solo un cinturón de castidad, hizo que los Amos, Amas, sumisos y sumisas de los alrededores se emocionaran y se acercasen de nuevo, provocando el sonrojo y la excitación de la que era el centro de todas esas miradas.
Carmen alzó la mirada en busca de Sara que no tardó en hacerla una señal para que se acercase. Carmen por supuesto hizo caso, seguida de sus sumisas, y detrás de estas, especialmente de Irma, caminaron una gran cantidad de los invitados a la fiesta.
La joven Ama quedó muy complacida con lo que estaba viendo, se trataba de un artilugio de madera, similar a una mesita, pero algo más alto y estrecho. En la parte de arriba había tres agujeros, uno más grandes en el centro y otros dos más estrechos a sus lados. Carmen sonrió muy complacida; el cepo estaba listo.
- Irma, acomódate ahí- dijo Carmen mientras manipulaba las bisagras que permitían que el cepo se abriese, para a continuación cerrar el cepo, con la cabeza y las manos de la sumisa encajadas en él, dándola una sensación de indefensión total. Carmen, viendo que podría ponerse ansiosa en cualquier momento, pasó sus manos por los costados de la sumisa para que estas acabasen sobre sus grandes e hinchados pechos, cuyos pezones acarició haciendo pequeños círculos- dime Irma ¿a quién prefieres atender, hombres, mujeres o te da lo mismo?
- Mujeres Ama- dijo la sumisa en un susurro, ya que sabía que tener cualquier clase de relación con un hombre podría suponerla estar varios días privada de contacto sexual con su Ama.
- ¡Ya habéis oído!- dijo Carmen elevando su tono de voz para que todas las mujeres de la sala la escuchasen- Todas aquellas Amas, o sumisas con autorización de sus Dominantes, podrán disfrutar esta noche de la lengua de mi sumisa preñada, últimamente está demasiado caliente y ni entre mis sumisas y yo somos capaces de calmar su deseo, a ver si teniéndola toda la noche lamiendo- dijo mientras sacaba un control remoto de su bolso para pulsarlo y que un ligero zumbido comenzase a oírse en el interior de la sumisas- y con ese juguetito vibrando dentro de ella, logramos calmarla.
Una oleada de mujeres avanzaron tratando de ser las primeras en probar aquella ávida lengua, mientras que Irma se movía suavemente tratando de disfrutar de la vibración de su interior, pero también sacando la lengua para afanarse en lamer el sexo que tenía delante, una vagina depilada de una chica joven y desnuda cuyo cuello estaba rodeado por un grueso collar de cuero negro, muestra evidente de que debía de haberse portado muy bien para que su Amo o Ama la estuviese permitiendo gozar de aquello.
- Asegúrate de que Irma está bien en todo momento y de que nadie se propasa con ella - le dijo Carmen a Ana antes de retirarse junto a Sara.
- Sí Ama, no se preocupe- dijo la musculosa sumisa clavando su vista en Irma y acercándose para asegurarse de que todo transcurría como debía.
- Que gran Ama eres, Carmen- le dijo Sara sonriendo- como cuidas de tu harem- Carmen rio ante el comentario.
- Carmen por favor déjame que me la folle- pidió de nuevo el mismo Amo que le había hecho la misma propuesta hacía tan solo unos minutos- te doy 1000 euros- dijo provocando que una sonrisa sarcástica apareciese en el rostro de la joven Ama.
- Ni aunque sean 10000 – contestó la muchacha sonriendo, desde hacía algunos meses Carmen cobraba mucho dinero de los tributos de una gran cantidad de sumisas, hasta hacía unos meses eran clientas de Ama Sonia, que contrataban sus servicios como Ama profesional. Pero aunque no hubiese contado con aquella inyección económica Carmen estaba segura de que tampoco se habría aprovechado de sus sumisas para sacar dinero de una forma tan descarada, pese a saber que todas ellas lo harían si Carmen se lo pidiese.
Carmen y Sara tomaron asiento en una mesa cercana a donde habían dejado a Irma, que ya había logrado complacer a la primera sumisa que había puesto su sexo a una distancia a la que la lengua de Irma podía complacerla.
Irma estaba realmente sexy con la cara cubierta de fluidos, pero eso poco parecía importar a la sumisa preñada, que siguió succionando del mojado y suave sexo de la sumisa hasta que esta fue retirada por su Amo, dando paso a una Ama de unos 30 años, alta rubio y delgada, que lucía un largo vestido rojo.
Esta Ama, a diferencia de la sumisa que la había precedido, no deseaba sentir la lengua de Irma entre sus piernas, sino en sus pies, para lo que usó a un alto y fornido esclavo de su propiedad, que se arrodilló para levantar las piernas de su Ama y que esta no tuviese que hacer ni el más mínimo esfuerzo para recibir el placer que la rápida y experta lengua de Irma era capaz de dar.
La sumisa, que acababa de recibir el orgasmo gracias a Irma, después de susurrarle algo al oído a su Amo e intercambiar unas pocas palabras con Ana, que estaba custodiando que nadie se propasase con su hermana sumisa, se arrodilló para comenzar a lamer la prominente barriga de la sumisa preñada, para acabar subiendo a sus hinchados pechos y provocar que Irma no pudiese contenerse y gimiese entre lamida y lamida, haciendo la situación aún más caliente de lo que Carmen había imaginado.
- Ten cuidado ahora con todas tus esclavas, Carmen- le avisó Sara rodeando a su amante con el brazo y posando su mano sobre el pecho derecho de la chica, en busca de su pequeño pezón, para atraparlo y acariciarlo suavemente- a la mínima que puedan se te van a quedar embarazadas para que las hagas estas cosas- dijo para acabar soltando una risita musical, a la que Carmen acompañó, ya que sabía que ninguna de sus sumisas haría una cosa así, sin antes consultárselo.
Carmen no podía creerse la resistencia que tenía su sumisa embarazada, pero la excitación la estaba dando unas ganas increíbles de lamer todo lo que la podían delante y apenas tardaba unos minutos en dejar satisfecha a cada culo, vagina, pies o pechos que se ponía al alcance de su boca.
El tono del rostro de Irma iba cambiando cada cierto tiempo, ya que era evidente cuando Irma se convulsionaba suavemente tras cada orgasmo, si Carmen no había contado mal, la combinación de estar desnuda expuestas delante de todos lamiendo a todas las que se la ponían por delante y sentir la vibración sobre su sexo habían provocado que alcanzara 3 orgasmos en la primera hora.
- Ama Carmen- dijo una sumisa mulata arrodillándose ante la mesa en la que Sara y Carmen continuaban con su animada charla. La sumisa en cuestión llevaba el pelo recogido en coleta para que pudiera verse bien su rostro.
- ¿Qué quieres sumisa?- preguntó Carmen mirándola desde la alturas.
- Mi Ama me ha dicho que si usted lo permite me dejará aliviar mi deseo con su esclava embarazada- dijo trabándose un poco ya que era evidente que no era ni española ni latina, tenía pinta de brasileña.
- Claro, porque no, te dará una buena lamida a tu coñito- dijo Carmen sintiéndose generosa.
- Bueno Ama… verá…-dijo la sumisa un poco avergonzada tocándose la entre piernas para que se la marcase un bulto y viese que pese a tener unos pechos exuberantes en lugar de vagina tenía pene.
- Vaya… estás muy bien hecha, no te lo había notado- dijo Carmen- pero esa boquita en la que planeas correrte es la que luego me complace a mí y a veces beso- le avisó Carmen mirándola con gravedad.
- Sí Ama, sé que es estricta en ese tema, pero llevo mucho sin eyacular, casi un mes- dijo la sumisa buscando la piedad de la Dominante.
- ¿Crees que eso nos importa? Debería hacer que tu Ama te castigara por contarnos estas cosas- dijo Sara mirando a la sumisa con firmeza- si estás en régimen de castidad es porque te lo mereces, así que no trates de ablandar a Carmen con tus cuentos- dijo Sara acercándose a Carmen para besarla con pasión para que la sumisa transexual mirase impotentes y envidiosa.
- Vamos Sara no seas tan cruel con nuestra amiga- dijo separando a Sara de ella para clavar sus ojos de nuevo en la sumisa- podrás eyacular, pero bajo varias condiciones.
- Sí Ama, lo que usted quiera- dijo la esclava esperanzada.
- ¿Ves la chica rubia que está allí?- dijo señalando a Vanesa.
- Sí Ama- dijo la sumisa esperanzada de poder acabar su castidad con una mujer hermosa como aquella.
- Eyacularás sobre cualquier parte de su cuerpo, pero antes tendrás que tener tu pene metido en la boca de mi sumisa embarazada durante 10 minutos, sin correrte- la sonrisa que había aparecido en el rostro de la brasileña con la primera parte de la propuesta despareció al oír la segunda, ya que había visto de cerca el entusiasmo que Irma ponía a sus lamidas- en el caso de que abandonaras o te corrieses en la boca de mi sumisa, aquella otra sumisa te sodomizará con lo que quiera y como quiera- dijo señalando a Ana, que mantenía toda su atención puesta que en Irma se encontrara bien.
- Acepto Ama- dijo la sumisa transexual alzando la cabeza, pudiendo ver Carmen la duda que había en su rostro.
Al ver a Carmen acercarse a la zona en la que Irma, sudorosa, lamía con deseo en ano de una sumisa que estaba extasiada de placer, la propia sumisa se retiró para dejar el sitio libre. Carmen la sonrió afablemente y la indicó que después podría continuar donde lo dejó, pero sin más preámbulos agarró la braguita de la sumisa brasileña y la arrancó de un tirón, provocando un gemido de dolor por parte de esta.
Tan solo con escuchar a su Ama, decir “procura esforzarte con esta”, Irma se metió la gran polla de la transexual en la boca, siendo esta tragada por completo. A Carmen no le sorprendió demasiado, ya que sabía lo profunda que podía ser la garganta de su sumisa más madura, en más de una ocasión había conseguido tragarse consoladores de 20 centímetros, de un grosor similar a la verga que en aquel momento estaba devorando, en la fase de lubricación.
Una vez se dio cuenta de que la transexual tenía más aguante de lo esperado, Carmen decidió adulterar un poco la apuesta y se acercó a Ana para informarla de que si lograba hacer que la sumisa a la que estaba lamiendo Irma se corriese, esta tendría total libertad para penetrarla. Carmen adoraba aquella situación de poder, en la que podía incluir dificultades adicionales a las sumisas, tanto a las suyas como a las de las demás, sabiendo que ninguna se atrevería a contradecir sus nuevas normas.
A Ana se le dibujó una sonrisa en el rostro y se colocó a la espalda de la transexual para comenzar a sobrarla sus grandes y suaves pechos, masajear sus hombros y espalda, restregar su duro y atlético cuerpo contra la espalda de la sumisa mientras llevaba sus manos a los testículos de esta para acariciarlos mientras la susurraba frases lascivas sobre lo que haría con ella en cuanto eyaculase.
Como era de esperar, la transexual tan solo pudo aguantar un par de minutos desde que Ana se colocó a su espalda, para acabar eyaculando con fuerza en la boca de Irma, que estaba tan deseosa de sexo que no dudó en tragar y succionar hasta la última gota de semen que salió de la gruesa y dura polla que tenía en su interior.
Pese a que Carmen tuvo ganas de castigar ella misma a aquella sumisa que había eyaculado en la boca de su esclava, se contuvo al ver el rostro de placer de Irma, que mirada para todos lados mientras tragaba, tratando de adivinar a quién y donde lamería después de la bella transexual.
- Ahora vas a ser toda mía, no vas a poder sentarte en una semana- le dijo Ana mientras tiraba del pelo a la brasileña, sonriendo mientras veía cada vez más cercano el momento de violar el estrecho y respingón culo que su Ama le había prometido.
La fiesta se alargó durante casi tres horas más, en las que Irma no dejó de lamer vaginas, culos y pies a todas aquellas Amas y sumisas que lo solicitaban. Las sumisas de Carmen estaban repartidas por las sala, disfrutando algunas y padeciendo otras en manos de diferentes Amas, lo que a Carmen no hacía más que calentarla mientras seguía jugueteando con Sara, no veía el momento de abandonar la fiesta para dar rienda suelta a su deseo con el cuerpo de su amante.
Por suerte la gente no tardó en comenzar a abandonar la fiesta, deteniéndose el Ama de la transexual a la que Ana aún no había dado su merecido, para informarla de los límites que tenía, y que le parecía justo que tuviese que padecer estando a las órdenes de Ana y de todo aquel que Carmen desease hasta que le fuese entregada de nuevo.
Cuando ya tan solo quedaron en aquel impresionante chalet, Carmen, Sara, las sumisas de ambas, y la transexual que sería el juguete de todas aquellas que lo pidiesen, Carmen dio orden a Vanesa, Gema y Catalina, que liberasen a Irma y se complaciesen mutuamente tanto como necesitasen durante la noche, dejando para Ana a la temerosa transexual, que después de haber eyaculado parecía haber comenzado a arrepentirse de aceptar el desafío de Ama Carmen.
Carmen se descalzó y corrió hacia el piso de arriba para lanzarse a la amplia cama de matrimonio que tenía el dormitorio principal que Sara había alquilado para aquella fiesta. Sara no tardó en alcanzarla y lanzarse también sobre ella para besarla con pasión mientras se arrancaban, la una a la otra, los vestidos.
- Domíname, Carmen- dijo Sara entre jadeos. Carmen sonrió la gusta llevar la iniciativa y la agarró con fuerza de los brazos para voltearla y quedar ella encima.
- ¿Hoy tomo yo la iniciativa, entonces?- preguntó la chica que normalmente se dejaba llevar por su madura amante.
- No- dijo Sara mirándola con decisión- me refiero a que quiero que me domines como lo haces con tus sumisas, quiero sentir sobre mí al Ama que he forjado.
- No puedo hacer eso Sara- dijo Carmen- tu eres un Ama, no puedo domarte así como así.
- Vamos Carmen, no vas a convertirte en mi Ama para siempre ni nada así- dijo Sara mirándola fijamente tratando de convencerla- solo quiero saborear la dominación que das.
Carmen la miró dudosa, la gustaba dominar a sus sumisas y a sumisas que no eran de su propiedad, pero nunca se había planteado domar a un Ama, y mucho menos a la que la había introducido en aquel mundo que tanto había enriquecido su vida tanto sexual como socialmente.
- De acuerdo- dijo Carmen sonriendo un poco y provocando que en el rostro de Sara apareciese una sonrisa pícara, como de niña que se sale con la suya- pero solo por esta noche- le avisó- ¡Desnúdate!- ordenó con autoridad y Sara rápidamente comenzó a quitarse el vestido y la ropa interior mientras que Carmen buscaba con la mirada objetos con los que poder domar a la que fuera su Ama.
Carmen no tardó encontrar en la mesilla de noche un látigo corto, unas esposas, un trozo de cuerda enroscado suficiente como para atar a Sara en alguna erótica postura, algunas pinzas… La joven Ama cerró el cajón sin coger nada de lo que había en el mismo para crear una mayor incertidumbre a Sara que ya estaba con las manos detrás de la cabeza, mostrando sus medianos y firmes pechos y con las piernas ligeramente separadas para que Carmen dispusiera de ella.
Carmen se acercó a su sorpresiva y eventual sumisa, con cuidado, apreciando como la tripita de Sara se hinchaba y se encogía por su agitada respiración, al parecer el tomar aquel puesto de sumisa ante su amante la producía una tremenda excitación.
La joven Ama colocó sus dos manos sobre el abdomen de Sara para notar como se llenaba de aire una y otra vez, para acabar llegando a sus pechos, pudiendo notar como su corazón latía desbocado.
- Llevas demasiado tiempo con sumisas como para no saber que cuando un Ama te dice que te desnudes es que quiere que te desnudes del todo- le susurró al oído mientras que con sus manos tiraba del elástico de las sexys braguitas rojas de Sara- ¿es que me estás provocando para que te castigue?- preguntó Carmen- y antes de contestar recuerda que una sumisa no debe mentir a su Ama.
- Sí Ama Carmen, lo siento- dijo Sara con la voz un poco quebrada por la excitación, provocando en el interior de Carmen un calor sin precedentes.
- Bien, creo que te voy a complacer- dijo Carmen colocándose delante de Sara, para primero clavar sus dientes con un poco más de fuerza que la habitual sobre su pecho de piel clara y suave, y después sonreírla de forma malvada- ponte en cuatro patas para tu Ama.
Sara se arrodilló sin dudarlo, apoyándose sobre sus manos y rodillas, como si de una perra se tratase, mientras que Carmen agarraba la cuerda que había en el la mesita de noche para rodear el cuello de Sara con ella.
Carmen, sintiéndose poderosa y excitada por aquella nueva situación de poder ante alguien que en el pasado la había dominado, agarró con firmeza el extremo de cuerda que la unía a Sara y tiró de ella para que la siguiese como una perrita.
La joven Ama caminó con decisión hacia las escaleras que conducían al piso inferior. Desde la posición en la que se encontraban ya se podían escuchar los gemidos de placer de todas las sumisas de Carmen y los reiterados quejidos de la transexual, que a juzgar por como gimoteaba aún no se había adaptado al arnés, sin lugar a dudas desproporcionado, que Ana habría seleccionado para castigarla.
Sara al ver lo que se proponía su Ama paró en seco, y pese a que notó como la cuerda rodeaba con algo más de fuerza su cuello, se mantuvo firme durante unos segundos hasta que Carmen finalmente dejó de tirar de ella, cuando ya estaban a solo a un par de pasos del inicio de las escaleras.
- ¿Qué pasa mi perrita?- preguntó Carmen acariciando la cabeza de Sara.
- No me haga bajar así, por favor Ama- pidió Sara mirándola suplicante, lo que hizo que el sexo de Carmen se calentara aún más.
- ¿Quieres que lo dejemos aquí?- preguntó Carmen estando convencida que de Sara deseaba continuar.
- No Ama, pero es que me da vergüenza que me vean así- dijo Sara entre temerosa de poder ser descubierta así por su sumisa y las sumisas de Carmen, y excitada al sentirse en manos de otra mujer.
- Está bien, te daré una oportunidad porque soy muy generosa, si quieres que no te haga bajar me lo tendrás que suplicar como una perrita.
- Por favor Ama Carmen…- pero Sara no pudo decir nada más ya que Carmen la pegó una fuerte bofetada en el rostro.
- Las perritas no hablan- dijo Carmen sonriendo al ver que su bofetada no solo no había enfadado a Sara, sino que había provocado que el rostro de la ahora sumisa se pusiera rojo de vergüenza y excitación- tendrás que darme las gracias como lo haría una perrita.
Sara, viendo que Carmen no la iba a hacer bajar al salón para que todas sus sumisas la viesen, se acercó gateando a los pies de Carmen para besarlos y lamerlos con pasión, haciendo sonreír a la Dominante que cada vez se sentía más cómoda en aquel papel con su amante.
Carmen, qua había estado muchos meses en el pasado bajo la cariñosa pero firme disciplina de su Ama, decidió dejar así a Sara durante unos minutos, no dándola ningún descanso, estaba segura de que Sara deseaba ser tratada como Carmen trataba a sus sumisas, y la joven Ama estaba cada vez más por la labor de dárselo.
- Buena perrita- dijo Carmen acuclillándose junto a Sara para que sus rostros quedaran a la misma altura, el esfuerzo de lamer sin descanso había congestionado un poco el rostro de Sara, pero aun así se la veía contenta- ahora vas a soltar un par de ladridos fuertes y me vas a lamer la carita para hacer las paces del todo- dijo mientras jugaba con el pelo de Sara.
La mujer, que sabía que a la mínima falta que cometiese, Carmen no dudaría en hacerla bajar para que la viesen el resto de sumisas, ladró un par de veces con una fuerza y entonación aguda que agradó a Carmen, que soltó a Sara del pelo para que esta se pudiese lanzar sobre el rostro de Carmen para lamerlo, dejando las mejillas y boca de la joven cubierta de saliva.
Carmen rio complacida mientras acarició los pechos de Sara, notando como los pezones de esta estaban mucho más duros y puntiagudos de lo que era habitual. La joven Ama habría ordenado a su amante que corriese hacia la habitación para no ser descubierta, pero al escuchar que en la planta de abajo los musicales gemidos de placer no se habían visto alterados por los ladridos de Sara decidió ordenar a Sara que se colocara en cuatro patas de nuevo.
Sara, que estaba siendo una sumisa de lo más competente, obedeció al instante. Carmen acarició la anatomía de su amante con las dos manos, comenzando por los pechos de esta, recorriendo lentamente sus costados hasta acabar en las duras y redondas nalgas de la mujer, a las que dio un par de fuertes y sonoros azotes dejándolas sensiblemente enrojecidas.
Sara no se giró para mirar a su eventual Ama, ni siquiera cuando escuchó el ruido que hacía el vestido de Carmen cuando esta se iba quitando el tanga rojo que había seleccionado para aquella noche. Sara se deshizo de placer cuando sintió como Carmen restregaba su tanga contra el excitado sexo de la mujer, sirviendo esto para que el torso de Sara apenas cayese en altura cuando Carmen tomó asiento sobre la espalda de la sumisa, a la altura de sus riñones.
Para que Sara viese que ella también estaba disfrutando mucho de aquello, la joven Ama se levantó el vestido para así apoyar su mojado sexo contra la espalda de la mujer, mientras que se inclinaba un poco para meter el empapado tanga en la boca de Sara y agarrarla de su largo pelo rojizo para usarlo a modo de riendas e indicarla que avanzase hacia la habitación.
Sara, que lógicamente no estaba acostumbrada a aquella clase de esfuerzos en sus encuentros con Carmen, no tardó en comenzar a jadear después de que Carmen la hiciese pasear durante unos minutos por los pasillos. A la joven Ama le agradaba el sentir la suave piel de la espalda de su amante bajo su sexo y decidió forzar a la que fuera su Ama hasta que esta comenzó a sudar por el cansancio.
Carmen, aprovechándose de la debilidad de Sara, la agarró del pelo mientras la tiraba con fuerza sobre la cama. La eventual sumisa, como era de esperar, no hizo absolutamente nada por tratar de revertir aquella situación, tan solo se movió sobresaltada cuando notó como Carmen la ponía las esposas y sus brazos quedaban por encima de su cabeza, encajada al cabecero.
La joven Ama sobó un poco los pechos de su amante, hasta que finalmente se decantó por atarlos con la cuerda que Sara había puesto a disposición de Carmen. La Dominante nunca se había imaginado que aquella situación se podría dar, pero una vez comprendió aquello como algo natural y esporádico, Carmen no pudo contenerse a la hora de probar con el cuerpo de Sara cosas que ni siquiera se había imaginado antes.
Apenas tardó un par de minutos en amarrar con fuerza los pechos de Sara, notando como estos poco a poco iban pasado de un color blanco a un tono ligeramente morado. Carmen sabía lo que dolía aquello, Sara no había atado muchas veces sus pechos, pero las pocas veces que lo había hecho habían provocado en Carmen bastante dolor, a medida que se iban hinchado Carmen notaba como si la fueran a explotar: ahora sería Sara la que lo experimentaría.
La Dominante quedó muy impresionada ante el aguante de Sara, que después de unos minutos tan solo había soltado algún ligero quejido de dolor cuando Carmen había apretado los hinchados pechos de Sara, la sumisa aún llevaba el tanga metido en la boca, con lo que lo único que hizo fue lanzar una mirada lastimera a su Dueña para que esta se apiadase de ella, consiguiéndolo, ya que Carmen llevó su mano derecha al sexo de la mujer para acariciarla y notar como la vagina de esta se iba lubricando más y más.
Carmen fue alternando las caricias sobre los labios vaginales y el hinchado clítoris de Sara con palmetadas con la mano abierta sobre aquel caliente sexo y algún que otro pellizco, ante los que Sara, pese a tener las piernas libres no hizo nada por tratar de evitarlos. Carmen no estaba segura de porque la mujer no cerraba las piernas, no sabía si era por temor a que Carmen se enfadase y la hiciese bajar ante la presencia de las demás sumisas, o bien porque de verdad estaba gozando con aquello.
Cuando los pechos de Sara ya estuvieron totalmente hinchados por la acumulación de sangre en ellos, Carmen sacó el tanga de la boca de la mujer y comenzó a lamerlos para escuchar los gemidos de placer de la Sara que miraba con deseo a su Dominante, por desgracia para ella Carmen de momento no tenía la menor intención por desatarla.
- Por favor quítame las esposas- pidió Sara mirando a Carmen, haciendo que la joven la mirase con un gesto de desaprobación y la diese un fuerte mordisco sobre uno de sus hinchados pezones, provocando un gemido de dolor de la mujer.
- ¿Ya no quieres jugar más a ser sumisa?- preguntó Carmen mirándola fijamente.
- Sí Ama, lo siento, por favor Ama Carmen desáteme, se lo ruego- dijo Sara con humildad haciendo que el sexo de la joven se mojase aún más, pero prefirió sonreírla.
- Estás tan caliente que por un momento has perdido hasta los modales básicos- dijo Carmen sonriendo mientras agarraba un par de pinza- y eso merece un castigo.
- Sí Ama Carmen- dijo la sumisa mirando a su Dómina.
- La verdad es que pensaba ponerte un par de bonitas pinzas en tus pezones después de desatarte los pechos, pero como has sido una perrita maleducada creo que lo voy a hacer antes de que se deshinche, ahora que están bien sensibles- dijo Carmen palpando los senos de Sara que estaban duros, suaves y ligeramente amoratados.
Sara, como buena Ama que era, sabía que contradecir a su Dominante en aquel momento tan solo la conduciría a un castigo más largo y doloroso, con lo que agachó la cabeza en señal de sumisión y aceptación del castigo.
Carmen se puso de pie sobre la cama y avanzó hasta donde estaba el rostro de su amante para dejarse caer lentamente sobre él y apoyar su empapado sexo sobre el rostro de Sara, que rápidamente comenzó a lamerlo. La joven Ama gimió de gusto, pero aquello no la hizo ser más clemente con Sara, y enganchó una pinza metálica en cada uno de los hipersensibles pezones de la mujer que se removió ligeramente entre las piernas de Carmen mientras que esta, con toda la parsimonia del mundo, comenzó a desatar los pechos de su sumisa, mientras gozaba de la frenética lengua de Sara que se movía a una velocidad increíble, ya que tenía la esperanza de ser liberada de su castigo si sorprendía su Ama con unas habilidades por encima de las de sus sumisas habituales.
A medida que los pechos de Sara fueron recuperando su tono inicial, la lengua de la eventual sumisa también comenzó a perder eficacia, cosa que Carmen no estaba dispuesta a tolerar, y para que Sara se diese cuenta de que iba en serio, agarró las dos pinzas entre sus dedos y comenzó a retorcerlas al tiempo que avisaba a Sara que si no era buena volvería ser atada como estaba antes.
A modo de disculpa, después de decir un ahogado “sí Ama”, Sara comenzó a lamer con la misma energía que había gastado cuando había estado sufriendo. Carmen también pudo apreciar como la sumisa estaba llevando su lengua mucho más allá de lo que esta le había exigido, ya que Sara se esforzaba por mover su lengua desde el estrecho ano de Carmen hasta el clítoris rosado e hinchado de su Ama.
Como Ama magnánima que era, Carmen acarició los pechos que tenía delante mientras que poco a poco se iba quitando el vestido para estar más cómoda. La joven Ama quedó más que complacida al ver que pese a solo sentir placer en aquel momento, Sara seguía lamiendo con intensidad, seguramente debido a que sabía que todo el placer que estaba percibiendo de su Ama podía tornarse en dolor si no cumplía con las expectativas de la que fuera su sumisa.
- Veo que ya estás muy mojada, Sara- comentó Carmen separando los labios vaginales de la mujer, dejando la cara de esta libre para que cogiese aire.
- Sí Ama, estoy muy caliente- dijo mirándola con la cara llena de fluidos y con una expresión de deseo.
Carmen se inclinó para quitar las esposas de las manos de Sara, quedando los pechos de la joven sobre el rostro de la mujer. La joven Ama se entretuvo unos segundos y restregó un poco sus senos por el rostro de su prisionera, ante lo que esta no hizo ni un solo intento por lamerlos, lo que frustró un poco a Carmen ya que no tendría excusa para castigarla un poco más, pero a la vez la agradó ya que Sara estaba totalmente rendida a ella.
- Tráeme algo con lo que penetrarte- dijo Carmen y Sara salió de la cama corriendo para llegar a un armario y regresar con un arnés de buenas proporciones, de color rosa brillante- y te recuerdo que esas manos las he liberado para mi placer, así que como te vea tocándote ya verás- avisó Carmen antes de que Sara pudiese caer en la tentación.
Sara clavó sus rodillas al pie de la cama para entregar el arnés a su Ama, ante lo que Carmen lo sujetó y puso un pie sobre el hombro de Carmen para empujarla y hacerla caer al suelo. Sara miró excitada a su Ama desde el suelo y no hizo nada por levantarse cuando vio como Carmen usaba su otro pie para tirarla del todo al suelo, boca arriba.
Carmen caminó alrededor del cuerpo de su amante con una sonrisa hasta que finalmente se decidió por plantar, con cuidado, sus dos pies sobre el torso de la mujer, uno sobre su estómago plano y el otro sobre sus medianos pechos.
La Dominante disfrutó del rostro de esfuerzo y excitación que Sara ponía cada vez que apoyaba todo su peso sobre alguna zona específica del cuerpo de la mujer, mientras se iba poniendo el arnés.
Para asegurarse de que las manos de Sara no hacían nada que no debiesen, Carmen la ordenó que se ocupase de agarrar sus piernas para darla una mayor estabilidad, ante lo que Sara sostuvo con fuerza en determinados momento las piernas de su Ama y las acarició cuando esta tenía los dos pies firmemente apoyados.
- Creo que ya está- dijo la joven Ama acariciando el grueso consolador rosa que salía del arnés, moviéndolo suavemente para que la parte que se había hundido en el interior de su vagina, que estaba plagado de toda clase relieves, la proporcionase un placer aún mayor.
Carmen paseó indecisa desde su posición actual hasta la cama en un par de ocasiones, tratando de decidir cómo se excitaría más: ordenando a Sara que lubricase su arnés de rodillas mientras ella estaba de pie mirándola desde las alturas, o sentada cómodamente en la cama.
Finalmente se decantó por la primera opción, no pudiendo resistirse a llevar su mano a la nuca de Sara para obligarla a que introdujese mucho más profundo el arnés en su boca de lo que estaba capacitada. Carmen sonrió a Sara para que siguiera esmerándose en lo que hacía, la agradaba mucho ver como el rostro de la mujer se iba enrojeciendo y los ruiditos que esta hacía cada vez que la gruesa punta del dildo golpeaba contra su garganta.
- Venga, sobre la cama en cuatro patas- ordenó Carmen cuando por tercera vez sacó el arnés de la boca de su amante, cayendo de este una buena cantidad de saliva al suelo, prueba suficiente para saber que estaba perfectamente lubricado- y no te muevas ni un poco, yo dirigiré el placer que te mereces, como vea que haces algo por tu cuenta pararé y te castigaré- le avistó Carmen mientras la tiraba del pelo para que mantuviera la cabeza erguida.
- Sí Ama Carmen- dijo Sara excitada, tensando todos sus músculos para intentar ajustarse a lo que Carmen estaba demandando.
Carmen apoyó sus manos sobre las tensas nalgas de Sara, mientras que lentamente acercaba la punta de su arnés al empapado sexo de la mujer. Como era de esperar no tuvo dificultad alguna para entra y con apenas media docena de embestidas el sexo de Sara se había tragado por completo el rosado dildo.
Para disfrutar de aquel momento un buen rato, Carmen penetró lentamente las primeras veces, comprobando como Sara seguía en tensión tratando de no hacer ningún movimiento para no enojar a su Ama, pero aunque los movimiento de Sara eran casi imperceptibles Carmen no dudó en calentarla el culo azotándola con sus manos cada vez que sentía que Sara se movía un poco hacia atrás en busca de su propio placer.
Carmen soltó una risita en cuanto vio como a Sara se la ponía la carne de gallina cuando Carmen posó sobre el ano de la mujer su dedo índice empapado en saliva, sabiendo ambas lo que iba a suceder después.
La joven Ama sabía que a su amante no le gustaba que la penetrasen por su agujero trasero, con lo que Carmen tan solo jugueteó unos segundos con aquel tan poco explorado agujero. Sara giró el cuello para mirar a Carmen suplicante, lo que hizo que Carmen tomase la decisión de actuar mientras dedicaba una sonrisa malvada a Sara, para introducir en el ano de esta su dedo índice de un solo golpe.
Carmen sintió un calor y excitación altísimo cuando vio como el rostro de Sara se contrajo en un gesto en el que se mezcló el dolor por la brusca entrada, pero también la sumisión a la que aquella noche se había entregado no poniendo ni una sola objeción a lo que Carmen acababa de hacerla.
- Nadie te permitió que te movieses- dijo Carmen con dureza.
- Lo siento Ama- dijo Sara, cuyo sexo lubricaba cada vez con más intensidad.
- Como castigo te voy a penetrar por este agujerito- dijo Carmen dando vueltas con su dedo en el ano de Sara para que fuese dilatando.
- Como desee, Ama- Carmen al oír aquello rio contenta.
- Así me gusta que te adaptes a tu situación- dijo Carmen escupiendo entre las nalgas de Sara para lubricarla un poco más mientras iba moviendo sus cadera- Como has sido buena te lo voy a lubricar bien, pero como hagas alguna tontería te lo meteré a lo bruto.
- Sí Ama, seré buena- aseguró Sara volviendo a poner rígidos sus músculos para solo recibir el placer que Carmen tuviese a bien darla.
La joven Ama, confiando en que Sara cumpliese con su palabra, y no se viese obligada a volver a parar para castigarla, comenzó a mover sus caderas con delicadeza mientras que con sus dedos seguía manipulando el estrecho ano de su amante.
Cada vez que la penetrada notaba un nuevo dedo en su agujero trasero soltaba un ligero gruñido, en un principio trató de ahogarlos por si esto pudiera suponerla un castigo por parte de Carmen, que no estaba dispuesta a ser más clemente con ella por el simple hecho de no ser una de sus sumisas habituales, pero al ver que no recibía castigo por aquello decidió acentuar sus quejidos cada vez que sentía como su Ama dilataba su ano.
Carmen estaba cada vez más impresionada con la elasticidad el pequeño agujero de su amante, ya que en tan solo unos minutos había pasado de apenas poder introducir sus dedo índice sin ejerces presión a poder meter con facilidad cuatro dedos.
Sara soltó un ligero gemido de protesta cuando notó como el arnés de Carmen abandonaba su sexo casi de golpe, mientras que la penetradora apoyaba sus manos sobre las caderas de Sara para ponerse de pie sobre la cama y apuntar el dildo, empapado de fluidos vaginales sobre el dilatado ano de la mujer.
Pese a que Carmen tuvo que forzar un poco para que el grueso arnés desapareciese entre las nalgas de Sara, esta no hizo ni el más mínimo movimiento, tan solo soltó algún quejido algo más agudo que los anteriores. La joven Ama quedó complacida con aquella muestra de esfuerzo por cumplir con sus órdenes, y por aquel motivo Carmen decidió recompensar a su eventual sumisa acariciándola los costados para acabar con sus manos en los medianos y firmes senos de Sara, que en aquel momento tenía los pezones durísimos.
- Como veo que eres una sumisa muy competente te voy a dejar que te toques tu misma mientras te penetro, pero deberás pedirme permiso antes de correrte.
- Sí Ama, gracias Ama- dijo Sara llevando su mano derecha a su sexo mientras pegaba su cara al edredón y levantaba el culo lo más posible para facilitar las penetraciones de Carmen.
Ver a Sara tan entregada hizo que la excitación de Carmen volviese a subir y se lanzase a penetrar aquel trasero de nalgas blancas, duras y suaves con una fuerza con la que nunca había penetrado a ninguna de sus sumisas.
Los muelles de la cama chirriaban cada vez que Carmen daba una de sus violentas embestidas, mientras que los gemidos de ambas poco a poco se iban acompasando. Carmen, que durante sus sesiones de sexo con sus sumisas tendía a castigarlas cuando estaba demasiado excitada, no pudo contenerse y clavó sus uñas sobre la espalda de Sara, para recorrerla desde los hombros hasta la parte baja de su espalda.
- No aguanto más Ama- dijo Sara entre jadeo- ¿me deja correrme?
- ¡Córrete, esclava!- ordenó con la voz quebrada mientras sentía como su cuerpo comenzaba a convulsionarse por el orgasmo que también a ella le estaba llegando.
Las dos mujeres se convulsionaron excitadas mientras que notaban como de sus sexos salía una cantidad inusualmente abundante de fluidos, hasta que finalmente Carmen se dio por vencida y se dejó caer sobre la espalda de Sara que aguantó, pese a lo agotada que estaba después de tanto esfuerzo, perfectamente el peso de Carmen.
La joven Ama tuvo las fuerzas justas para sacarse el arnés y tirarlo fuera de la cama, para después separar sus piernas y mostrar a Sara su empapado sexo, no tardando esta última en lanzarse sobre la vagina de Carmen para lamerla de arriba abajo.
Carmen acarició con cariño la cabeza de su amante que la miraba con deseo mientras mantenía su experta y habilidosa lengua en su caliente interior.
- ¿Te ha gustado como lo he hecho?- preguntó Carmen sonriendo.
- Mucho, me has puesto cachondísima- dijo Sara con la cara llena de fluidos- tendremos que repetir esto alguna noche, pero cambiando los papeles.
- Ya sabes que me puedes someter cuando quieras- dijo Carmen que pese a haberse adaptado muy bien a su posición de Ama aún sentía una gran excitación ante la idea de ser sumisa con Sara, aunque aquella noche había demostrado que también era muy capaz de adoptar un papel muy dominante con ella.
Con aquella relajante lengua en su interior, y después del desgaste físico que la había acarreado toda la actividad de aquella noche, Carmen, apenas sin darse cuenta cerró los ojos y cayó en un profundo y reparador sueño.
Fin.
Creo que está bien dejar aquí la historia de Carmen, sé que podría continuar con más historias y situaciones, pero creo que esta saga ya ha sido suficientemente explotada y quiero embarcarme en alguna otra saga con nuevos personajes.
Muchas gracias a tod@s los que me habías leído, desde los que me seguís desde el primer relato de la decisión de Carmen, hasta todos aquellos que me habías descubierto con las series ya comenzadas. Ha sido un placer escribir esta historia y recibir todas vuestras opiniones y sugerencias para hacer la historia más dinámica y morbosa. Espero que la próxima serie que escriba tenga tan buena aceptación como esta.
Para sugerencias o ideas para nuevos relatos mi correo es fantasias1987@hotmail.com