Ama Carmen 21: El regalo de Ama Sonia.

Después de dos semanas Carmen termina de adiestrar a las sumisas en la bisexualidad, pero antes de marcharse ama Sonia la entregará un presente

Carmen salió de su dormitorio con una sonrisa en el rostro, aquel era el último día en la finca de Ama Sonia, y pese a que se había mantenido en contacto con sus sumisas para asegurarse que todo marchaba bien bajo el dominio de Gema, la muchacha estaba deseosa de regresar para poder someter a sus cuatro sumisas oficiales.

Cuando llegó al cuarto del grupo de sumisas a las que había adiestrado hasta el día anterior, la chica se encontró con Ana manteniéndolas vigiladas mientras estas se ponían sus ropas de gala para recibir a sus Amos, que irían en breves momentos a recogerlas.

-         Vamos, no seas tan severa, Ana- le dijo Carmen colocándose a la espalda de su sumisa y acariciándola su marcado abdomen, para ir subiendo poco a poco hasta llevar sus manos hasta sus pechos, sobándolos suavemente por encima de su camiseta de tirantes- Ya se han convertido en buenas perritas, no harán nada que pueda defraudar a sus Amos después de tanto esfuerzo.

-         Sí Ama Carmen, lleva razón, lo siento- dijo Ana con la voz ligeramente quebrada, al no ser capaz de resistirse a las caricias de su joven Ama.

Después de que todas las sumisas desayunasen, Carmen las indicó que la siguieran, obedeciendo todas al momento y formando una fila a su espalda para seguir el ritmo que el Ama marcaba.

Carmen vio en algunas sumisas el impulso de lanzarse sobre sus Amos cuando vieron que estaban todos reunidos en una de las elegantes salas de la casona de Ama Sonia, pero todas se retuvieron con la sola mirada férrea de Ana, para que mantuvieran la compostura.

Los Amos, al ver el regreso de todas sus sumisas, se levantaron de sus cómodos asientos para acariciar y conversar con sus esclavas, deseosos de saber si habían logrado convertirse a la bisexualidad, todas tenían a su Amo al lado salvo Laura, la sumisa que se había apuntado a aquel “curso”, por su propia voluntad.

-         ¿Quieres que te presente a alguno de estos Amos?- le preguntó Carmen acercándose a la sumisa independiente- Con tus cualidades seguro que te podrías ir con cualquiera de ellos.

-         No Ama, gracias- dijo la sumisa halagada por las palabras de su instructora- para entregarme a un Amo, o gracias a usted a una Ama, necesito conocerle muy bien.

-         Claro, es normal- dijo Carmen.

-         ¿Podría saber donde vive usted, Ama?

-         Yo soy de Madrid- respondió la Dominante, viendo como aquella respuesta ponía un poco triste a la sumisa, pero no tardó en disimularlo.

-         Si algún día pasa por Zaragoza no dude en visitarme, la recibiré como se merece- dijo Laura.

-         Gracias, te tomo la palabra, si tienes muchos deseos de ser sometida y no encuentras a nadie cerca para darte lo que te mereces, yo también te recibiré encantada- dijo Carmen sonriendo afablemente.

Durante la siguiente hora y media, los Amos se dedicaron a asegurarse de lo efectivo que había sido el curso que acababan de finalizar sus sumisas, ordenándolas tener sexo entre ellas. Carmen se sintió orgullosa al ver que ni una sola de sus alumnas dudó en el momento de la verdad y no mostraron ni un poco de pudor al besarse ante las miradas excitadas de sus Amos, tanto fue así que todos aquellos Amos, antes de marcharse con sus sumisas se detuvieron uno por uno para felicitar a la “profesora” por su tan bien desempeñada labor.

Las sumisas también se despidieron de la chica que las había llevado a las bisexualidad, algunas de forma más efusiva, como fue el caso de Betty, la sumisa mulata que besó sus labios con pasión, con consentimiento previo de Carmen, y otras que hicieron que el Ama se emocionase un poco al ver como Shui no podía contener unas lágrimas al separarse de Carmen: el separase de la chica que la había abierto aquel nuevo mundo de posibilidades de sexo lésbico hizo que no pudiese evitar exteriorizar sus emociones.

Carmen se sintió satisfecha cuando se despidió de todas ellas para dirigirse, de mano de Ama Sonia, al despacho de esta: por fin iba a cobrar por sus servicios de Ama Adiestradora.

A Carmen le sorprendió que Ana la siguiese detrás cuando entraron en el lujoso despacho de la mujer, que contaba con un elegante escritorio con ordenador, los suelos de mármol cubiertos por un una alfombra de color rojo aterciopelado, estanterías repletas de lustrosos libros, una ventana a su espalda que daba a los establos, por la entraba una gran cantidad de luz natural.

-         Has hecho un trabajo colosal, Carmen- dijo Sonia inclinándose, mostrando generosamente el escote que formaban sus grandes pechos- y aquí tienes la recompensa- dijo poniendo sobre la mesa un sobre abultado, Carmen lo abrió y sonrió al ver el montón de billetes que había en su interior.

-         Para cualquier otro trabajo de estos no tienes más que llamarme- dijo Carmen satisfecha de poder ganar tanto dinero con algo que disfrutaba haciendo tanto, como era Dominar.

-         ¿Te gustaría dar sesiones en tu ciudad?- preguntó Sonia, provocando la curiosidad de Carmen- Como ya sabes esta finca tiene bastante fama en el mundillo de la Dominación- dijo la mujer sonriendo a su invitada- pero está un poco alejada del centro, con lo que tengo a una gran clientela de sumisas y sumisos por todo el país, y por supuesto en Madrid está uno de los focos más importantes.

-         Eso suena bien, ¿pero que clase de clientas tienes allí?- preguntó Carmen curiosa por la oferta.

-         De todo, si también aceptases dominar a hombres sacarías un montón de dinero, pero tranquila tengo a varias mujeres por allí también, que estoy segura de que quedarán prendadas de ti. ¿Quieres que las ponga en contacto contigo?

-         Sí- dijo Carmen automáticamente- pero no sé, tengo que sacar mis estudios adelante ¿Cuánto tiempo me ocuparía este trabajillo?- preguntó Carmen con media sonrisa.

-         Lo que tú quisieras, pero con una sesión por semana te sacarías un buen sueldo- dijo la dueña de la finca- esas sumisas son de clase media alta, pagan muy bien.

-         Puedes informarlas sobre mí entonces- dijo Carmen, contenta de poder conseguir dinero por si misma, sin tener que usar a Gema, Vanesa e Irma por webcam- Es realmente un placer venir a esta finca Sonia, siempre salgo muy contenta.- Sonia sonrió ante el comentario.

-         Y más contenta que vas a salir. Ana me ha confesado que desea que seas su Ama.

Carmen quedó callada unos instantes, sorprendida ante lo repentino de la noticia, desde luego que sabía que Ana estaba loca por ella, pero en ningún momento esperaba que la musculosa sumisa de Ama Sonia se atreviese a pedir su libertad para marcharse con ella, y mucho menos sin siquiera haberlo hablado antes. Carmen se giró para ver la cara de su sumisa, pero sus miradas no llegaron a cruzarse, ya que Ana miraba los pies de la joven.

-         ¿Por qué no me lo dijiste, Ana?- dijo Carmen- Yo no sabía nada de esto- dijo mirando a Sonia, pero el ver el rostro ligeramente risueño de la mujer hizo que Carmen se relajase, ya que no percibía que se avecinase una situación tensa.

-         Tranquila Carmen, esto era un pacto que teníamos nosotras, si encontraba un Ama a la que desease más que a mí yo sería la primera en saberlo- explicó la mujer mientras se acercaba a Ana- Como ya habrás visto esta perra, pese a tener 10 años más que tú, tiene muchas energía que gastar a lo largo del día, y yo soy una mujer ocupada con lo que no puedo disfrutarla tanto como me gustaría, tengo demasiadas sumisas que supervisar- explicó- ¿Te gustaría quedártela?

Carmen se imaginó con 5 sumisas a sus pies, la deliciosa y fortachona Ana, la dotada Vanesa, la madurita Irma, la insegura Gema y la pequeña abogada, Catalina. Pero aquella fantasía no tardó el desaparecer de su cabeza, si ya la costaba bastante compatibilizar sesiones, estudios y visitar a su familia con cuatro sumisas, no quería ni imaginar lo que sería aquello con 5 y además las nuevas sesiones que tendría que dar a las sumisas que Sonia le acababa de ofrecer.

-         Me encantaría tenerla a mis pies- dijo Carmen, pese a todos los contras que en aquel momento se agolpaban en su cabeza- pero no me parece bien que me la lleve así, creo que deberíamos darla una sesión las dos juntas ¿Qué te parece, Sonia? ¿Tienes tiempo?- Sonia miró su reloj calculando el tiempo que tenía, acabando por sonreír.

-         Creo que le puedo dedicar a esto 30 minutos- dijo encaminándose a la puerta para no perder ni un segundo.

Carmen la siguió excitada, estaba tan solo a 30 minutos de incorporar a una nueva sumisa a su harem, y no era una sumisa cualquiera, era Ana, una de las mejores sumisas que había conocido, y casi seguro la más disciplinada.

Cuando entraron en la sala de castigos, lugar que Carmen se encargó de cerrar con llave para que nadie las molestase, Sonia no mostró ni el más mínimo pudor y se quitó la blusa que llevaba y la falda, quedando en ropa interior ante su invitada y ante Ana, que no se desnudó de manera integral hasta que Sonia no se lo ordenó.

Carmen en un principio no esperaba desnudarse de manera tan rápida, pero al ver a su anfitriona en ropa interior y a Ana ya totalmente desnuda, decidió quitarse la ropa para acercarse a Sonia.

Pese a que la mujer ya estaba a punto de alcanzar los 50 años, tenía una figura de lo más sugerente, con caderas anchas, piernas largas, piel suave, seguramente cuidada por alguna de sus sumisas a diario, y unos pechos más que sobresaliente, que apenas eran abarcados por el sujetador negro que llevaba.

-         Ya veo porque se quiere ir contigo esta perra- dijo Sonia examinando a Carmen de arriba a bajo, la chica, satisfecha de su estilizado cuerpo colocó sus manos detrás de la cabeza para que la viese bien y dio una vuelta completa- Vaya cuerpazo tienes, bonita.

-         Gracias, yo cuando llegue a tu edad me conformaré con estar la mitad de lo bien que estás tú- dijo Carmen acercándose a la mujer, dando de lado a Ana de forma deliberada.

-         Llegarás mucho mejor que yo, estoy segura de eso- dijo la mujer acercándose a Carmen para pegar sus enormes y suaves pechos sobre los pequeños y firmes senos de la muchacha.

A partir de ahí las manos de las dos comenzaron a examinar el cuerpo de la otra, no tardando también en intervenir sus bocas, chupando y mordiendo suavemente sus hermosos cuerpo, que Ana observaba frustrada, deseando que la dejasen intervenir también.

Carmen la dedicaba alguna mirada disimulada, para que supiera que estaba pendiente de ella, pero que si bien aquello era cierto, también lo era que no la iba a permitir gozar con facilidad: de momento tan solo tendría que conformarse con mirar los cuerpos, ya desnudos del todo, de su Ama y de su futura Dominante.

Al parecer Sonia disfrutaba tanto como Carmen, viendo como Ana observaba la escena, deseosa de intervenir, pero paralizada por los buenos modales y autocontrol que su Ama en su día le había enseñado.

Carmen, para que el deseo de la sumisa fuese aún mayor, se inclinó ligeramente para agarrar los sobresalientes pechos de Sonia, para posarlos entre sus manos y estrujarlos con fuerza, provocando los gemidos de esta y dejando las marcas rojizas de sus dedos sobre la pálida piel.

Sonia, un poco dolorida por aquella forma de ser tratada llevó sus manos a las muñecas de Carmen, para que se contuviese un poco, pero al notar los labios de la joven sobre su gran pezón derecho, de color marrón y totalmente erecto, hizo que gimiese de gusto y se olvidase del pequeño dolor que estaba sintiendo.

La anfitriona recibió extasiada las lamidas de su anfitriona, para a continuación hacer un gesto a Ana para que se acercase. Carmen, que estaba solo centrada en los pechos de su amante madura, pudo sentir como el torso de Ana se colaba entre sus piernas, para pegar su cara al sexo de Sonia, quedando el de Carmen sobre la coronilla de Ana, notando unas agradables y excitantes cosquillas.

Después de unos agradables minutos así, en los que Sonia se fue adaptando a la habilidosa lengua de su joven invitada, esta también se dedicó a darla besos y caricias por todo su cuerpo, estimulando sus medianos y firmes pechos para ir bajando poco a poco hasta su vagina, en la que se entretuvo un buen rato.

Carmen quedó agradablemente complacida por las habilidades orales de la mujer, por un momento había pensado que al tener a tantas sumisas a su cargo, y llevar tanto tiempo poco Ama, Sonia podía haberse vuelto perezosa a la hora de dar placer.

-         Vamos a colgarla del techo- dijo Sonia una vez se hubo levantado del suelo, para susurrarla esto al oído a Carmen.

Carmen, que nunca había colgado a nadie de aquella forma, se acercó a Sonia, curiosa por saber como se hacía aquello. Ana, al oír de boca de su Ama lo que la iban a hacer se mostró encantada y siguió a las dos Dominantes hasta la zona de la sala de donde colgaban algunas cadenas.

Sonia, que lógicamente llevaba la voz cantante en aquella situación, fue la que se acercó al lugar en el que estaban las poleas para hacer caer cuatro de aquellas cadenas finalizadas en grilletes de cuero.

Carmen al verlos caer se ocupó de abrocharlos con fuerza en torno a las muñecas y los tobillos de la musculosa sumisa, que tan pronto estuvo atada del todo vio como Sonia iba girando los mecanismos que poco a poco hacían que se encontrase más arriba, hasta que Sonia finalmente detuvo su ascenso cuando el torso de Ana quedó a la altura de las cinturas de las Amas, quedando sus pies y brazos, de los que estaba colgada, algo más arriba.

-         Ahora esta fuertota sumisa, está totalmente a nuestra merced, por eso la encanta que la cuelguen así- explicó Sonia haciendo que Ana girase sobre si misma un par de veces, para después soltarla y que girase en sentido contrario- La gusta estar fuerte para complacer a su Ama, pero también la gusta sentirse indefensa ante su Dueña cuando esta lo desea.

Carmen no tardó en darse cuenta de que Sonia llevaba razón, y que en aquella postura podría abusar de Ana tanto como desease, sin que esta pudiese hacer nada para defenderse, más que removerse un poco.

Sonia se dirigió a la pared en la que estaban las fustas para hacerse con una y acercarse de nuevo a la sumisa colgada, mientras que Carmen se decantó por unas pocas pinzas de presión, algunas con dientes pequeños que harían que el dolor de la sumisa fuese un poco mayor.

Carmen se acomodó debajo del torso de Ana, sentada mirando hacia arriba para decirse donde clavaría las primeras pinzas. Ya que la situación era un poco incómoda para estimular los pequeños y marrones pezones de los fuertes pechos de Ana, Carmen se decantó por tan solo acariciarlos suavemente, mientras comenzaba a escuchar la música de fondo de los fustazos sobre la espalda de Ana, que se movía suavemente tras cada golpe.

Tal y como esperaba, tan solo con aquellos roces los pezones de la sumisa se pudieron duros y picudos, lo que hizo mucho más fácil aprisionarlos entre las pinzas de pequeños dientecillos.

Como era lógico, después de aquello, y con Sonia golpeándola la espalda y las nalgas con la fusta, Ana gemía suavemente de dolor, pero aquel dolor se convirtió en placer cuando la fusta de Sonia finalmente aterrizó sobre el depilado y empapado sexo de la sumisa, pero no cayó sobre la sensible zona golpeando, sino acariciando su vagina.

Carmen la dejó gozar de aquella situación durante unos instantes, hasta que finalmente decidió que de momento no quería que llegase tan lejos, y agarró otra pinza, esta sin dientecillos, para aprisionar con ella el rosado, pequeño, y en aquel momento duro, clítoris de la sumisa.

La joven Ama comprobó como era cierto lo fácil que era de manejar Ana en aquella situación, y a diferencia de cuando no estaba colgada, que se dejaba hacer todo lo que Carmen deseaba, en aquella ocasión aunque la sumisa hubiese querido oponer resistencia el haberla hecho rendirse habría sido tan fácil como modificar la posición de la cadenas con las poleas.

La estampa de ver al poderoso cuerpo de Ana, colgado del techo mediante cadenas, siendo tratado y golpeado como un simple trozo de carne, hizo que el instinto sádico de Carmen aflorase, como tenía por costumbre hacer de vez en cuando, y acercarse a la sumisa para poner pesos en las pinzas que apretaban los pezones de la esclava.

Al ver que las primeras dos pesas eran demasiado ligeras como para hacer siquiera soltar un quejido de la sumisa, Carmen no dudó agarrar las más grandes que vio, engancharlas mediante una cadenas a las pinzas y mantenerlas en vilo para soltarlas en cualquier momento.

-         Estás tan solo a minutos de ser mía – dijo Carmen sonriendo acercando sus labios a la carita sudorosa de Ana que trataba de mostrarse fuerte ante los intensos fustazos de Sonia la estaba propinando-¿imaginaste hace un año que esto podría acabar así entre nosotras?

-         No Ama, ha cambiado mucho en un año- dijo la sumisa mirándola ansiosa de sentir los labios de su Dominante.

-         ¿Para mejor o para peor?- preguntó Carmen.

-         Para mejor Ama, ha desarrollado un carácter increíble- dijo excitada.

-         Anda, dame un besito.

Ana, contenta con la invitación, se estiró todo lo que pudo hasta que llegó a plantar sus suaves labios sobre los de Carmen que rápidamente introdujo su lengua en la boca de la sumisa, para controlar aquel beso.

La joven Ama espero paciente hasta que notó que Ana parecía haber olvidado las pesas que aún sostenía en sus manos, momento que aprovechó para soltarlas de golpe, haciendo que cayesen y pegasen un violento tirón de sus pezones. Carmen sabía que pese a tener su lengua dentro de la boca de Ana esta no la mordería, ni siquiera sin querer, Ana tenía un fabuloso autocontrol y lo demostró cuando paralizó su lengua y soltó un suave quejido que Carmen disfrutó desde el inicio hasta el fin.

-         Creo que ha llegado el momento en que la gocemos un poco- dijo Sonia soltando la fusta un poco sudorosa- ¿Cómo te apetece que lo hagamos, Carmen?

-         No sé…- dijo pensando un poco, una vez se hubo separado de Ana, para con el pie hacer que se balanceasen los pesos que colgaban de los pechos de la sumisa- ¿Qué te parece si la penetras con arnés a modo de despedida mientras a mi me da la primera lamida como su nueva Ama?- sugirió.

-         Me parece una buena forma de que comience su nueva etapa- dijo Sonia satisfecha- ¿Me eliges un arnés?

Carmen se dio la vuelta y caminó hasta el armario en el que estaban aquella clase de juguete, finalmente, después de pensarlo por unos segundos, sacó un montón de correas de cuero, en las que estaba liado un consolador de grandes dimensiones de color negro. Carmen se acercó a Sonia acariciándolo y notando la gran cantidad de relieves que había por toda su superficie, hasta que finalmente se arrodilló y lamió suavemente el sexo depilado de Sonia.

La dueña de la casa gimió de forma exagerada, mientras que Ana observaba entre envidiosa y excitada la forma en la que su Ama y su futura Dominante gozaban, mientras ella esperaba colgada y sin poder hacer nada, lo que estas deseasen hacerla.

Una vez Carmen hubo enfundado el arnés a Sonia esta sonrió y lo metió en la boca de Ana, a la que trató con mucha más rudeza de lo que había hecho con su anterior lamedora, pero Carmen vio que lejos de desagradar a Ana, aquello la encantaba, y prueba de ello era que su sexo estaba cada vez más mojado, listo para ser penetrado.

-         Es una pena que ya esté marcada- dijo Carmen acariciando la nalga sobre la que estaban las iniciales de Ama Sonia, una “SV” de color rosado que era evidente que se habían hecho a fuego ya hacía bastante tiempo.

-         Seguro que con el tiempo a ti te dejará hacerla otra marca así- dijo Sonia moviendo sus caderas y llegado cada vez mas lejos en arnés dentro de la boca de Ana.

-         No, tiene un cuerpo bonito, no quiero marcarla así- dijo Carmen a la que no le agradaba la idea, pese a que sabía que Ana estaría encantada de hacerlo para reforzar su sumisión.- Teniendo su mente marcada es suficiente.

-         Sí, llevas razón, yo tampoco quería hacérselo al principio, pero se puso muy pesada- dijo sacando el dildo chorreando saliva y caminando con rapidez para llegar a la zona en la que estaba Carmen- pero ya sabes, si en algún momento cambias de idea no tienes más que decírmelo y te prestaré los útiles que necesites.

-         Lo tomaré en cuenta- dijo Carmen colocándose delante de Ana, para agarrarla fuerte de los pelos mientras que sentía como la lengua de la sumisa se metía entre sus piernas buscando su caliente sexo.

Carmen se deshizo de placer mientras observaba como Sonia embestía con fuerza sobre la vagina de Ana, que se había tragado en tan solo dos empujones el grueso arnés que Carmen había enfundando a la penetradora.

La joven Ama, viendo que aquellos violentos balanceos hacían que el sexo oral que estaba recibiendo fuese de menor calidad decidió agarrar a Ana por los hombros para que a la vez que podía seguir recibiendo las penetraciones de Sonia, también se pudiese centrar en complacer a su futura Ama.

Carmen, que sabía de lo mucho que Ana adoraba las ideas de crueldad moderada que a veces se la ocurrían, usando su pie derecho se dedicó a balancear las pesas que colgaban de sus pezones, por medio de pinzas, provocando que, unido a los surcos rojizos que estaba apareciendo sobre su musculosa espalda debido a los arañazos de Sonia, el cuerpo de Ana sufriese dolor por muchas zonas a la vez.

Los gemidos comenzaron a hacerse cada vez más audibles por la sala, encargándose las dos Amas, de que cada vez que Ana gemía de placer, transformar aquellos sonidos en quejidos de dolor, ya fuese tirándola del pelo, mordiéndola, arañándola o apretando con un poco más de fuerza la pinza de presión que atormentaba su clítoris.

Finalmente, después de sentir la lengua de Ana, que cada vez conocía mejor su cuerpo, Carmen acabó por llegar al orgasmo la primera, dejando salir toda su excitación acompañada de un largo gemido de placer y agarrando a Ana por la nuca para restregar su sexo con dureza sobre toda la cara de la sumisa, llegando desde su barbilla hasta su frente media docena de veces. La sumisa durante ese tiempo no dejó de mantener la lengua fuera, deseosa de poder tragar todos los fluidos de su Ama, que la fueran posibles.

-         Que adorable estás así, Ana- le dijo Carmen mientras se sentaba en el suelo para observarla cara a cara; la sumisa tenía en el rostro un gesto de placer que hacía evidente que pronto llegaría al orgasmo.

-         Gracias Ama- dijo la sumisa respirando agitadamente, mientras se volvía a balancear con mas violencia debido a que yo no tenía a Carmen para sostenerla y contrarrestar las penetraciones de Sonia, y debido a que la propia Sonia estaba embistiéndola con más fuerza viendo como se acercaba su inminente orgasmo.

Tal y como Carmen imaginaba, desde su posición pudo ver como las piernas de Sonia flojeaban cuando el orgasmo se apoderaba de su cuerpo. Carmen sonrió amablemente a Ana, que había aguantado muy bien sin llegar ella al orgasmo antes que sus Amas, aun siendo penetrada por aquel arnés tan delicioso. La joven Ama premió a la sumisa acariciándola las mejillas y dándola un beso en los labios.

-         Creo que ha sido esta una buena despedida, Ana- dijo Sonia caminando lentamente hasta colocarse delante de la sumisa.

-         Sí Ama Sonia, ha sido un placer servirla durante tanto tiempo. Muchas gracias por todo y por haberme entregado a Ama Carmen tan fácilmente, espero en el futuro poder servirla si mi Ama tiene a bien prestarme a usted- dijo Ana entre jadeos.

-         Por supuesto que sí- dijo Carmen para que no quedaran dudas- ahora ha llegado el momento de que tú también llegues al orgasmos, Ana ¿quieres quedarte a verlo, Sonia?

-         Desde luego, seguro que será digno de ver- dijo la mujer tomando asiento en el trono que había en la sala.

Carmen caminó despacio hasta colocarse en entre las piernas de Ana y comprobar los excepcionalmente húmeda que estaba. La joven Ama disfrutaba demorándose a la hora de dar placer a Ana, solía esperar a estar ella sexualmente satisfecha para así poder prolongar un poco más la incertidumbre del orgasmo de la sumisa.

Lo primero que hizo fue plantar su mano sobre el sexo de Ana, frotándolo suavemente al tiempo que iba retirando la pinza que en aquel momento aprisionaba su zona más sensible. Carmen se encargó de mimar aquella zona con sus dedos primero y con su lengua después para que Ana se recuperase antes del dolor y así poder llevarla al orgasmo, o dejarla tan cerca como ella desease.

Ana gimió como loca cuando notó la lengua de Carmen hundiéndose en su sexo, provocando la sorpresa de la sumisa que no estaba acostumbrada a recibir lamidas así por parte de Carmen, sorpresa que se vio incrementada cuando la joven Ama separó las nalgas duras de Ana para meter su lengua entre las y lamer el ano de la sumisa.

Carmen escuchó como Ana la llamaba en un susurro, pero decidió ignorarla, sabía que esta le diría que no la lamiese ahí, que era un lugar muy sucio para un Ama, pero después de ignorarla tras los primeros dos intentos de comunicarse con ella, Ana se rindió y se dejó llevar por los placeres que la hábil lengua de Carmen se afanaba en proporcionarla.

Ana soltó un ligero gemido de disgusto cuando notó que la húmeda lengua de Carmen salía de su trasero y esta no volvía a su sexo, preocupándose aún más cuando ya ni siquiera sintió las manos de la Dominante sobre su sudoroso y colgado cuerpo.

La sumisa pegó un respingo cuando notó los cabellos de Carmen sobre su abdomen, su nueva Ama se había sentado en el suelo, debajo de ella, para esperar allí unos segundos hasta que finalmente se decantó por colocarse de tal forma de que con su mano derecha alcanzaba al sexo de la sumisa y con la otra tenía acceso a sus pechos, para mover las pesas que colgaban de sus pezones, pudiéndola proporcionar así placer y dolor a la vez.

Cuando menos se lo esperó, Carmen usó su mano derecha para frotar con fuerza la vagina de Ana, sabiendo de lo excitada que estaba, mientras que usaba su otra mano para ir dando suaves tirones de las pesas que colgaban de los pezones de Ana, pezones que pese a la presión seguían manteniéndose duros.

-         Ama, ¿Me puedo correr?- preguntó Ana jadeando después de tan solo un minuto desde que Carmen comenzó a frotarla.

-         Cuando quieras, mi perrita- dijo la Dominante volviéndose más enérgica a la hora de frotar, desenganchando las pesas de los pezones de Ana y decidiendo que la sumisa no sufriría más por el momento.

Tal y como entraba en los planes de Carmen, Ana soltó un violento chorro de fluidos que salió disparado, llegando algunas gotas a aterrizar a más allá de tres metros de distancia. La joven Ama se sintió satisfecha al ver la forma en la que la sumisa se convulsionaba y la acarició con cariño el abdomen hasta que este finalmente volvió hacer sus movimientos habituales con la respiración aún bastante agitada.

-         Vaya chorro la has hecho soltar- dijo Sonia mientras que ella y Carmen se iban vistiendo, aún sin descolgar a Ana.

-         Sí, ahora lo limpiará todo- dijo Carmen.

-         No, déjalo, ahora mando a una de mis sumisas para que limpie esto y la descuelgue, será mejor que te dé los números de contacto de las sumisas que te dije. Si no lo hago ahora seguro que se me olvida.

-         Claro- dijo Carmen sonriendo sabiendo que aquello solo era una escusa para dejar a Ana colgada un rato más, con la incertidumbre de cuando y quien iría a descolgarla.

Carmen salió detrás de Sonia después de escuchar por enésima vez como Ana, aún extasiada por el orgasmo que acababa de recibir, daba las gracias a las dos Amas.

Continuará…

Agradeceré comentarios y sugerencias tanto por aquí como por mi correo fantasias1987@hotmail.com