Ama Carmen 18: El grupo de sumisas.
Carmen se presenta ante el grupo de sumisas que tiene que adiestrar durante las siguientes dos semanas, un grupo con mujeres de todo tipo
Carmen fue despertada por el sol de primera hora de la mañana, dándola este directamente en los ojos y provocando que despertase un poco enfadada, pero el enfado de la pasó cuando estiró su brazo derecho y rodeó con él a la mujer que dormía a su lado: Sara. A la joven Ama le había parecido mal tener sexo aquella noche con Ana y volver a dejarla frustrada, con lo que había decidido no volver a encontrarse con ella hasta la mañana siguiente, cuando esta la guiase a la habitación en la que dormían y residían las siete sumisas a las que debía adiestrar durante las siguientes dos semanas.
- Creo que es un buen grupo para adiestrar- le dijo Sonia sonriendo a Carmen vivamente mientras que desayunaba acompañada de Sara, y otro par de hombres y mujeres Dominantes.
- Sí, ya leí la información sobre cada una de ellas, para saber hasta donde puedo llegar, sus Amos son muy permisivos- dijo Carmen deseando comenzar a moldear a las sumisas a su cargo.
- Seguro que lo harás muy bien- aseguró Sonia de nuevo confiando ciegamente en la Dominante más joven de la mesa.
Carmen, pese a que estaba deseando levantarse de la mesa, esperó pacientemente a que todos terminasen de desayunar, para a continuación levantarse y dar un suave beso en los labios de Sara, desearla un buen día y marcharse junto a Ana para que la guiase hasta la ubicación exacta de las sumisas.
- ¿Pasaste una buena noche, Anita?- preguntó Carmen mientras avanzaban por uno de los pasillos de la casa de Sonia.
- Un poco sola sin usted Ama- dijo la sumisa dejándose tocar por encima del pantalón corto deportivo que se ajustaba a las redondas y duras nalgas de la sumisa.
- Ya verás lo que te tengo preparado- dijo Carmen dándole misterio al asunto- me vas a ser de mucha utilidad en mi primer contacto con esas sumisas.
Ana, con una gran incertidumbre ya que no tenía ni idea de lo que su Ama pretendía hacer con ella, abrió la puerta de la habitación en la que estaban las siete alumnas de Carmen.
La sala en la que entraron estaba iluminada por una hilera de tubos fluorescentes que colgaban del techo y que iluminaba la habitación por completo, en la que había una decena de camas, junto a cada una de estas había una mesilla de noche, no había nada más en aquella habitación.
Las sumisas se sorprendieron ante aquella aparición y al reconocer a Ana rápidamente se colocaron cada una delante de su cama, vestidas con un camisón largo y blanco. La escena a Carmen le recordó a alguna película de militares en las que el general entraba en el barracón y los soldados se cuadraban ante él, aquella situación hizo a la joven Ama sentir un poder que la gustó mucho.
- ¡Mucha atención, esclavas!- dijo Ana elevando el tono de voz- Os presento a Ama Carmen, ella se encargará de adiestraros durante las próximas dos semanas.
- Sí, Señora Ana- dijeron todas a la vez y Carmen no dudó en avanzar para pasear un poco delante de aquellas sumisas.
- Veo mucha diversidad de edades por aquí- dijo Carmen mirando a una mujer que parecía haber pasados los 50 años que la miraba un poco extrañada por la juventud de la Dominante- Os voy a dejar una cosita muy clara para que no sufráis castigos innecesarios: sé que soy más joven que casi todas vosotras, pero aun así yo soy la que manda aquí, desde hoy hasta que salgáis de aquí siendo unas perritas bisexuales yo voy a ser vuestra Ama, y vais a obedecer sin rechistar siquiera un poco cualquier orden que quiera daros ¿está claro?
- Sí Ama Carmen- dijeron todas a la vez, algunas con más energía que otras.
- Bien, vamos a ver que tenemos por aquí, quiero que os presentéis para que os vaya conociendo, desnudaros completamente, tú comenzarás a presentarte- dijo clavando su mirada sobre la sumisa que tenía más cerca, una mujer de más de cuarenta años, de piel morena, pelo largo y castaño y curvas bastante generosas, especialmente las de sus pechos que pese a estar algo caídos tenían un buen aspecto.
- Sí Ama Carmen, yo me llamo Ágata, tengo 43 años, llevo 3 años como sumisa de mi marido y me ha inscrito a este curso para poder gozar más de mí- dijo la mujer rápidamente.
- Bien, ahora tú- ordenó señalando a la chica que estaba a su lado, una muchacha de pelo largo y negro, bastante alta, delgada y de curvas bastante escasas.
- Yo me llamo Noelia, tengo 23 años, tengo Amo desde hace año y medio y quiere hacerme bisexual para poder compartirme con su pareja, Ama Carmen- explicó la sumisa agachando la cabeza al final.
A Carmen, ya fuera por una cosa u otra, todas las sumisas a las que fue conociendo le fueron agradando. Le gustaba tener a Lola, una mujer madura, de 51 años, de cuerpo aún bastante apetecible (piel morena, pechos grandes, pelo largo y rubio…), totalmente a sus pies obedeciéndola como si fuera su jefa.
A la joven Ama también le agradaba tener a un par de sumisas de razas diferentes a la suya. Una joven de origen chino y 19 años de edad llamada Shui, era una chica de apariencia delicada, piel clara, pelo largo y negro y ojos rasgados que habían mirado con admiración a Carmen desde que había entrado, la chica confesó que estaba allí porque su Amo deseaba que los invitados a sus fiestas la usasen sexualmente, tanto hombres como mujeres.
La otra mujer de raza diferente a la suya era Betty, una hermosa cubana de raza negra, de 28 años, pelo largo, negro y rizado y unas curvas bastante pronunciadas, grandes pechos y caderas anchas. Aquella sumisa explicó a Carmen que llevaba dos años en España con un Amo y que este había insistido en que fuese adiestrada por un Ama.
Y finalmente estaban Susana y Laura, dos mujeres de 35 y 32 años respectivamente. La primera era una mujer de mediana estatura, pelo largo y rubio, cuerpo delgado y que según le contó a Carmen estaba allí por orden de su Amo.
La historia de Laura, que físicamente era muy similar a su amiga en el cuerpo, quizás un poco más voluptuosa que esta, dejó a Carmen impresionada, ya que de todas las que estaban allí aquella sumisa era la única que no tenía Dominante.
- ¿Y como es que has venido tu sola a la boca del lobo, corderita?- dijo Carmen acercándose a la sumisa para acariciarla los muslos, notando como esta se ponía nerviosa con aquel simple contacto.
- Desde hace algunos meses fantaseó con ser dominada por una mujer, Señora- explicó la desnuda sumisa mirando a la decidida Dominante con timidez. Carmen al ver aquella inseguridad en aquella sumisa la agarró de su larga melena de pelo legro y la hizo alzar la vista para mirarla fijamente.
- Te voy a domar como no te han domado nunca- aseguró Carmen con firmeza, para a continuación soltarla y dirigirse de nuevo al grupo- ¡Poneos los camisones y seguirme, el adiestramiento comienza ya!
Carmen abrió la marcha, seguida de cerca de Ana que no perdía ojo a las siete sumisas que la seguían. La joven Ama también se giraba de vez en cuando para ver el ánimo del grupo, alguna caminaban más decididas como era el caso de las sumisas más maduras y otras de forma más tímida, como la asiática, que parecía la más nerviosa de todas.
Todas las sumisas quedaron en total silencio cuando la joven Ama abrió la puerta de la sala de castigo, a la que echó un vistazo rápido. Junto con los establos en los que se preparaban a las ponys-girl aquel era el lugar de la casa de Sonia que más le gustaba, ya que tenía toda clase de artilugio para el sometimiento de sumisos y sumisas: cadenas colgando del techo para inmovilizar a los sometidos, toda clase de látigos, fustas, consoladores y demás juguetes sexuales…
- No os preocupéis, no os voy a martirizar hasta que os gusten las mujeres- dijo Carmen al ver los rostros asustados de algunas de las sumisas- no me gusta recurrir a esa clase de métodos, solo os castigaré físicamente si cometéis alguna falta que me enfade ¡Ana, ve a por los cinturones!- ordenó Carmen.
- Sí Ama- dijo la sumisa caminando rápidamente hasta un baúl que abrió de golpe para sacar de él cinturones de castidad de gran tamaño. Se trataban de artilugios similares a los arneses que Carmen se solía poner para penetrar a sus sumisas, pero a diferencia de estos los artilugios que Carmen estaba presentando tenía el dildo para que este quedase por dentro y entrase en las vaginas de sus alumnas.
- Vosotras desnudaros, ahora Ana irá poniéndoos los cinturones de castidad- dijo Carmen y rápidamente todas se pusieron a la tarea- como podéis ver todos tienen un candado bastante grande en la parte trasera, espero no encontrarme con ninguna listilla que trate de forzarlo, porque eso supondrá un castigo para la rebelde y sobrecargo al Amo de la perra indisciplinada- explicó Carmen y la mayoría asintió con la cabeza- en tu caso- dijo señalando a Laura- el castigo físico será el doble.
- ¿Por qué tienen que cobrar ese sobrecargo a nuestros Amos?- preguntó Lola, la sumisa más madura del grupo mirando a Carmen fijamente. La joven Ama caminó lentamente hasta colocarse junto a ella, cara a cara, para sin previo aviso cruzarla la cara de un sonoro bofetón.
Carmen miró desafiante a la sumisa, el pegar una bofetada así a una mujer que le doblaba la edad con amplitud la hacía sentir poderosa. Lola se quedó con la cara girada por unos segundos ante el silencio de todas sus compañeras y Carmen no dejó de mirarla fijamente hasta que finalmente la sumisa agachó la mirada.
- Como algunas o bien por vuestra edad avanzada- dijo mirando a Lola para humillarla delante del grupo- o quizás porque no prestáis suficiente atención, parecéis no entender bien- dijo mirando al resto del grupo- os lo voy a decir una segunda vez, desde hoy, hasta dentro de dos semanas soy vuestra Ama y como tal me vais a tratar, sino este tiempo se os va a hacer muy largo ¿Está claro?- dijo elevando la voz.
- Sí Ama Carmen- dijeron todas a la vez, incluso Lola, cuya mejilla izquierda había quedado enrojecida tras el golpe.
- Cuando alguna quiera hacerme una pregunta levantará la mano y no abrirá la boca hasta yo le dé permiso, como cuando ibais al cole- dijo Carmen volviendo a fijar sus ojos sobre los de Lola que miraba al suelo- aunque en ti lo comprendo, sumisa Lola, porque hace ya mucho de aquello ¿verdad?
- Sí Ama Carmen- dijo la sumisa con la cabeza gacha.
Carmen no se habría ensañado en la humillación sobre aquella sumisa si no hubiese sido porque desde el primer momento había sentido que aquella mujer no iba a tolerar de buen grado ser sometida por un Ama tan joven como Carmen y la joven Dominante no estaba dispuesta a darla ni una sola libertad.
- Parece que ya ha cogido manía a una alumna- le dijo Ana en un susurro una vez colocó los cinturones de castidad en todas las sumisas. Carmen rio el comentario.
- Luego le ira llorando a su Amo diciéndole que la profe la tiene manía- contestó Carmen y Ana soltó otra risita- De desnudándote Ana- le ordenó Carmen con una sonrisa, deseosa de comenzar la clase.
Ana al oír a la Dominante se quitó rápidamente los pantalones cortos que llevaba y el sujetador deportivo mostrando su atractivo y músculos cuerpo al resto de sumisas. Carmen observó atentamente la reacción de todas ellas, viendo como más de una miraba con envidia el fuerte cuerpo de Ana.
- Un pajarito me ha dicho que te gustan las cadenas, esclava- dijo Carmen agarrando del brazo a Ana y llevándola a la zona donde la cadena colgaban del techo.
- Sí Ama Carmen, el tacto el frio y duro hierro sobre mi cuerpo me gusta mucho Ama- explicó la sumisa.
Carmen, que había consultado a Sonia sobre los gustos de Ana para darla aquella misma mañana un orgasmo como consideraba que merecía, comenzó a tirar de las cadenas del techo para pones un grillete en cada mano de la sumisa, para a continuación, mediante las poleas que había a su derecha tensar el cuerpo de Ana hasta que esta quedó de puntillas.
La Dominante, una vez tuvo a Ana como deseaba colocó sus manos alrededor del torso de la sumisa y la acarició suavemente el abdomen para subir poco a poco hasta los medianos y duros pechos de la mujer, para acabar mordiéndola suavemente el cuello, ante lo que Ana gimió de gusto.
- Antes del placer tienes que sufrir un poco Ana, así que dime Ana ¿con que te gustaría que te castigara?
- Con látigo Ama- dijo la sumisa- de los que hay colgado en la pared el tercero por la derecha- pidió.
Carmen, haciendo caso a la petición de su esclava personal, caminó hasta la pared y cogió el látigo que le pedía, era bastante largo, aproximadamente un metro y medio de largo, con una empuñadura de cuero bastante gruesa de la que salían tres colas más finas e independientes que Carmen hizo restallar contra el suelo.
- ¿Segura que este no te hará mucho daño?- preguntó un poco preocupada por pasarse en el dolor con Ana, pero al ver el rostro ilusionado de la sumisa supo que podría aguantarlo.
- No Ama- aseguró la sumisa- La veo muy poderosa con el látigo, me gusta verla así Ama Carmen- dijo la esclava con la respiración un poco agitada.
- Muy bien, pues comencemos con el juego- Carmen se giró hacia las sumisas para mirarlas látigo en mano, todas observaron a la Dominante temerosas de que aquel temible látigo pudiese acabar martirizando sus carnes- Voy a comenzar a dar dolor a Ana, en cuanto deje de castigarla iréis todas hasta ella y la acariciaréis las zonas doloridas hasta que os ordene retiraros, ¿alguna duda?- la mano de la sumisa de raza negra se alzó.
- ¿Solo tenemos que acariciarla con las manos, Ama Carmen?- preguntó Betty una vez Carmen le otorgó la palabra.
- Como mínimo con las manos, tenéis libertad para besarla, chuparla, rozarla con vuestros cuerpos, pero me conformaré solo con manos- dijo Carmen- claro está que a las más cariñosas las trataré mejor. ¿alguna duda más?
Como ninguna contestó Carmen caminó látigo en mano hasta colocarse a la espalda de Ana. Primero movió el látigo lentamente para acariciar los costados de la sumisa y comprobar lo manejable que era. Carmen quedó complacida por lo manejable que era aquel látigo y no tardó en dar el primer golpe serio sobre el costado de Ana que soltó un gemido ahogado de dolor.
La joven Ama sintió una gran excitación en su interior al estar castigando la espalda y los costados de la musculosa sumisa a su cargo, que se retorcía suavemente tras cada golpe para finalmente regresar a su posición para recibir el siguiente golpe. Así lo hizo una y otra vez hasta que Carmen paró, cuando vio bastantes marcas rojizas en el cuerpo de Ana.
- Aliviar su dolor acariciándola, esclavas- ordenó Carmen elevando su tono de voz y todas las sumisas avanzaron para rodear a Ana y sobar el fuerte cuerpo de la sumisa castigada.
Ana gimió de placer al sentir siete pares de manos acariciando con delicadeza su maltratado cuerpo, mientras que Carmen observaba desde la distancia la evolución de la sumisas, que habían comenzado por acariciar los muslos y los costados de Ana y como poco a poco iban perdiendo la timidez y llevaban sus manos a los pechos y trasero de la sumisa personal de Carmen.
Cuando la Dominante consideró que los gemidos se estaban volviendo un poco excesivos, Carmen se quitó su blusa y sujetador quedando en toples ante sus alumnas, pero como estas estaban bastante ocupadas con su tarea no se percataron de nada hasta que Carmen las ordenó colocarse de nuevo lejos de Ana.
- ¿Los notas?- preguntó Carmen pegando sus redondos y suaves pechos sobre la espalda de Ana, mientras que apretaba los duros pezones de la sumisa con sus dedos- estoy un poco acalorada y me puse en toples ¿quieres elegir otro instrumento para que te azote por delante?
- No Ama- dijo la sumisa- puede azotarme por delante con ese látigo, lo maneja muy bien- dijo Ana excitada, excitación que se multiplicó cuando Carmen aprisionó su clítoris entre sus dedos.
- Muy bien, tu lo has pedido- dijo Carmen haciendo restallar el látigo en el suelo detrás de la sumisa para lentamente caminar para colocarse delante de la flagelada.
Carmen observó el cuerpo ya sudoroso de la sumisa, sudores provocados por la excitación de la situación y por los esfuerzos que había hecho para no gritar apenas ante los golpes. A la joven Ama le gustaba la faceta que estaba descubriendo que la sumisa, pese a que sabía que aquellos golpes la iban a doler más que los que acababa de recibir seguía en la misma posición, con las piernas separadas, con la respiración un poco agitada por la excitación y mirando deseosa a su Señora.
La Dominante, sin hacerse esperar, dio el primer latigazo sobre el duro y marcado abdomen de Ana que soltó un quejido de dolor ante el que la Dominante paró un instante para ver la reacción de Ana que sonrió y bajó la cabeza para ver la marca rojiza que le había quedado. Carmen, al ver el gozo de su sumisa con aquel trató prosiguió su tratamiento de látigo, acertando otra media docena de veces sobre su abdomen y otros cinco golpes en cada muslo.
Ana tan solo perdió la compostura en los dos últimos golpes, después de que Carmen diese un par de latigazos entre los labios vaginales de la esclava, que cerró las piernas durante un segundo pero que las abrió rápidamente por si su Ama deseaba proseguir castigándola aquella zona.
- Eres una esclava de mucho aguante- dijo Carmen satisfecha dejando el látigo entre las dientes de Ana para acariciarla suavemente su marcado abdomen- Vosotras- ordenó Carmen mirando al grupo de sumisas observadoras- venid a lamerla los golpes.
Todas las sumisas avanzaron tímidamente hasta el fuerte y sudoroso cuerpo de Ana. Fue un pequeño lio ya que casi todas se agacharon para lamer los maltratados muslos de Ana, pero al ver que no había sitio para todas, un par de ellas se incorporaron para lamer suavemente en abdomen de la sumisa.
Carmen no tardó en darse cuenta de que las sumisas más jóvenes parecían tener menos reparos que las más maduras a la hora de lamer el cuerpo de otra mujer, pero le gustó el esfuerzo que hacían tanto Ágata como Lola por lamer el musculoso cuerpo Ana.
La joven Ama comenzó a accionar los vibradores de todos los cinturones de las sumisas para que estas comenzasen a excitarse con lo que hacían y poco a poco se acercasen a zonas más íntimas de la sumisa personal de Carmen.
Pese a aquel estímulo Carmeno no vio apenas diferencias con lo que habían estado haciendo por el momento, pero no la importó y decidió darlas algo más de tiempo mientras que la joven Ama se colocaba un imponente arnés con un dildo de casi 25 centímetros, muy grueso, de color rosa y con toda clase de muescas.
Una vez preparada con aquel arnés con el que iba a hacer llegar al orgasmo a Ana, Carmen se dirigió a las poleas que accionaban las cadenas que caían del techo para hacer que estas bajasen y dejasen en cuerpo de Ana formando un ángulo recto entre su abdomen y sus piernas, inclinada para una buena penetración.
- Shui- dijo Carmen en voz alta y la sumisa asiática alzó la cabeza al oír su nombre- Ven a lubricar esto.
- Sí Ama Carmen.
La sumisa avanzó de rodillas hasta llegar a los pies de su Dueña durante aquellas dos semanas, y abrió la boca todo lo que la fue posible para tragar lo máximo posible de aquel falo rosado. Carmen disfrutó viendo como aquella esclava se forzaba más allá de sus límites y de sus rasgados ojillos saltaban lágrimas.
- Vosotras vais a ir lamiendo, una a una, primero la vagina de Ana, después uno de sus pechos y después el otro ¡formad una fila y comenzad!- ordenó Carmen mientras acariciaba los oscuros cabellos de su lamedora.
Las sumisas, obedientemente, se colocaron en fila y una a una comenzaron a chupar las zonas del cuerpo de Ana en el orden que Carmen les había indicado. Para que ninguna pasase su lengua solo de manera superficial por el cuerpo de Ana. Carmen fue dictando a las lamedoras cuando podían cambiar, con lo que todas y cada una de ellas saborearon el sexo de la sumisa, salvo Shui, a la que Carmen había visto más receptiva en lo que a la bisexualidad se refería y había decidido dejar que probase la vagina de Ana en otra ocasión.
Una vez todas pasaron por el cuerpo de Ana, Carmen se colocó delante de la encadenada sumisa y la tiró del pelo para que alzase la cabeza.
- Ahora te voy a follar como te mereces, perrita- dijo Carmen sonriendo mientras Ana asentía con la cabeza aún con el látigo entre los diente- pero pararé y te quedarás sin orgasmo si ese látigo cae de tu boca, ¿ha quedado claro?- la sumisa apretó con más fuerza sus dientes sobre el mango del látigo y asintió suavemente.
Antes de comenzar a penetrar el sexo de Ana, Carmen se acercó a las sumisas para darlas un orgasmo a todas ellas usando los dildos de sus cinturones de castidad. Todos los vibradores contaban con unos botones que regulaban la intensidad de la vibración y que estaban al alcance de las sumisas, pero todos aquellos niveles de vibración eran insuficientes para obtener un orgasmo, la única forma de llegar era introduciendo una llave y girándola para llegar a la máxima intensidad. Carmen estaba muy satisfecha con aquellos aparatos y pese a que la había costado mucho localizarlos se sentía muy contenta porque le daba un control total sobre aquellas sumisas.
Carmen se colocó a la espalda de Ana una vez giró las llaves dentro de los consoladores de todas las sumisa. Todas ellas no tardaron en comenzar a ponerse rojas por la excitación y a moverse suavemente, satisfechas con las sensaciones que sus cuerpos estaban experimentando.
Mientras tanto Carmen penetró suavemente el empapado y receptivo sexo de Ana, que tragó el arnés completo después de dos fuertes penetraciones en las que la sumisa gimió de gusto de forma ahogada ya que aprisionaba con sus dientes el látigo con todas sus fuerzas, para que este no cayese y su orgasmo desapareciese con él.
Carmen, para tomar un poco más de impulso en cada penetración, agarró a Ana por la cintura colocando sus pulgares sobre los riñones de la sumisa para darla una gotitas de dolor entre el inmenso placer que recibía embestida tras embestida.
A su alrededor los gemidos comenzaron a brotar de las sumisas, algunas observando la escena en la que Carmen penetraba a Ana y otras mirando su propio cuerpo y acariciando sus pechos con la intención de excitarse más aún y llegar al orgasmo antes de lo que hiciese la Dominante.
Tal y como Carmen imaginaba, Ana llegó al orgasmo mucho antes que la penetradora, aunque en aquella ocasión no se molestó, la sumisa no podía pedir permiso porque si lo hubiese hecho el látigo habría caído y Carmen la había castigado sin orgasmo.
La joven Ama disfrutó de los violentos espasmos de Ana, al recorrer su musculoso cuerpo una oleada de placer tan grande. Las cadenas que mantenían presos sus brazos tintinearon durante todo el orgasmo hasta que finalmente quedó rendida y agachó la cabeza agotada.
- Parece que has quedado muy satisfecha- dijo Carmen sacando su arnés del sexo de Ana- ¿Fue un orgasmo tan bueno como el que esperabas?- preguntó Carmen sacando el látigo de la boca de la sumisa.
- Sí Ama ha sido estupendo, pero ahora detenga a Lola por favor, no merece un orgasmo- dijo la sumisa jadeando.
Carmen, sin dudar ni por un instante de su sumisa personal se acercó a Lola e introdujo su llave en el cinturón de castidad de la sumisa para hacer que el vibrador se detuviese dejándola a las puertas del orgasmo.
La sumisa afectada miró sin comprender lo que sucedía mientras que Carmen quitaba los grilletes a Ana quedando esta libre rápidamente.
- Cuando me ha puesto su cara de zorra en mi vagina me ha mordido el clítoris fuerte- se quejó Ana una vez libre.
- ¿Segura que no ha sido un accidente?- preguntó Carmen tratando de no precipitarse- ¿Por qué la has mordido?
- Como vi que gozaba con el dolor pensé que la gustaría- dijo la sumisa, pero Carmen, tan solo supo por el tono que era mentira, sin lugar a dudas aquello era una muestra de rebeldía por parte del miembro de mayor edad del grupo.
- Tu no tienes que pensar en nada, estúpida- dijo Carmen mirándola fijamente pensando lo que haría con aquella mujer- dije que lamierais su cuerpo, nada de morder- Carmen se giró hacia el grupo de sumisas que miraban la escena curiosas por su desenlace- mira que no quería ponerme dura el primer día, pero creo que si no paro esto vamos a ir a peor. Trame grilletes y cadenas, Ana.
La sumisa rápidamente se dirigió a un pequeño armario del que sacó un montón de cadenas y cuatro grilletes ajustables que llevó entre sus musculosos brazos para dejarlos a los pies de Carmen.
Entre Carmen y Ana lograron apresar a Lola tal y como la joven Dominante quería: en cuatro patas, con grilletes en las muñecas y por encima de las rodillas todos ellos unidos por cadenas de hierro que hacían que fuese imposible que se pudiese incorporar.
- Como veo que te gusta morder te voy a convertir en la mascota del grupo- dijo Carmen a la sumisa rodeando el cuello de la mujer un collar grueso de cuero con pinchos que la hacía asemejarse aún más a una perra- pero tus dientes son peligrosos perrita, así que de momento vas a ir con la mordaza- comenzó la Dominante metiendo en la boca de la esclava una mordaza de bola de color rojo- ¿Alguna cosa más para esta perrita, Ana?- preguntó Carmen y la sumisa enseñó un consolador pequeño pero grueso con flecos al final.
- ¿Le gusta esta cola, Ama?- preguntó la sumisa.
- Me gusta mucho, métesela por detrás.
Ana sonrió al tener la libertad de penetrar el ano de aquella que le había mordido con fuerza su clítoris, y chupó sensiblemente en consolador, para después escupir entre las nalgas de la esclava y penetrarla sin ningún cuidado, con lo que Lola gimió con fuerza bajo la mordaza que la mantenía acallada.
- Ya te estás arrepintiendo de haber sido una perrita mala ¿a que si?- preguntó Carmen satisfecha al ver como una par de lágrimas de dolor habían salido de los ojos de la mujer madura- Dame la patita.
Lola, profundamente humillada, pero sabedora de que no hacerlo podría suponerla aún más dolor, levanto su brazo derecho para que Carmen lo cogiese y enfundase su mano en una bolsa de cuero de color negro, para a continuación hacer lo mismo con la otra mano.
- Creo que con esto es suficiente- dijo Carmen dándose la vuelta y tirando de la correa para que Lola la siguiente haciendo tintinear las cadenas- Desde hoy hasta que esta perra presente sus disculpas adecuadamente será la mascota del grupo- sin decir nada más la Dominante avanzó y entregó la cadena a de Lola a la primera sumisa que encontró, concretamente a Susana- Tener a una mascota es una responsabilidad, organizaos como queráis pero esa perrita no puede estar nunca sola.
- Sí Ama Carmen- dijeron todas a la vez.
- La trataréis como una perrita en todo momento, si hace algo mal la podéis dar algún castigo suave, la podréis quitar el bozal cuando queráis, pero ella no podrá hablar, tan solo ladrará como la perra que ha demostrado que es- dijo Carmen mirando con enfado a Lola- Cuando la llevéis a comer estará a los pies de la mesa y comerá lo que tengáis a bien darla, solo la daréis comida cuando lo pida como lo haría una perra, y siempre deberéis tirarla al suelo la comida, nunca se la meteréis en la boca ¿está claro?
- Sí Ama- dijeron todas de nuevo atentas a las órdenes a seguir.
- También os aviso de que como vea a alguna de vosotras poniéndola las cosas más fáciles de lo que esa perra se merece correréis una suerte aún peor que ella- dijo amenazadoramente viendo como todas las sumisas negaban con la cabeza gesto evidente de que ninguna se arriesgaría a un castigo de aquel nivel por ayudar a esa sumisa a la que apenas conocían- Ya podéis marcharos, si os necesito ya os llamaré por megafonía.
- Sí Ama Carmen- dijeron todas y el grupo salió caminando lentamente, seguido de Susana que se encargaba de guiar a Lola, dando tirones de la correa para que no se demorase.
- ¡Mi pobre Anita!- dijo Carmen acariciando la vagina de la sumisa- Perdona que no me haya dado cuenta antes.
- No fue culpa suya, Ama- dijo la sumisa restándole importancia al haber sido mordida, Carmen por su parte se arrodilló en el suelo y sacó su lengua para dar una suave lamida al dolorido clítoris de la sumisa.
- ¿Así mejor?- preguntó sonriendo.
- Mucho mejor, gracias Ama.
- Luego tienes trabajo Ana- le dijo la Dominante dando una nueva lamida al sexo de la sumisa- Quiero que te lleves el colchón de la cama de esa perra y la pongas una mantita para que duerma sobre ella, en el suelo, esta noche.
- Sí Ama, seguro que con eso mañana es una perrita mucho más dócil- aseguró Ana deshaciéndose de placer ante las habilidades orales de Carmen.
Continuará…
Agradeceré comentarios y sugerencias tanto por aquí como por mi correo fantasias1987@hotmail.com