Ama Carmen 13: Educando a la abogada
Carmen convoca a Catalina para someterla en el hotel, lugar en el que el Ama planea que la abogada rompa el contrato que la mandó y se entregue totalmente
Carmen estuvo contenta durante todo el día, la noche anterior había llamado a Catalina, su sumisa a prueba y a la cual iba a tratar de convencer para que se hiciera cargo del divorcio por un módico precio: cero euros.
La muchacha, que sabía que en su contrato no ponía nada de eso, ya había preparado una sesión con la que tenía intención de doblegar la voluntad de su más reciente sumisa. Vanesa y Gema nada más escucharon sus intenciones se enojaron, ya que pensaban que iba a ser Sara la encargada de llevar el divorcio, ya que desde que Catalina había mandado un contrato lleno de exigencias para Carmen, la pequeña sumisa abogada no era bien recibida entre las siervas más antiguas.
- No hace falta que contrate a esa- dijo Vanesa en tono despectivo- es más, no creo que merezca ni una sola sesión con usted, tendría que cobrársela, por zorra, después de cómo salió la última vez estoy segura de que pagaría lo que fuera.
- Creo que Vanesa lleva razón, Ama- dijo Gema- esa abogada se cree que tiene la sartén por el mango, pero se la nota muy necesitada, si no lo estuviese no vendría hasta aquí.
- ¿Creéis que soy tonta y no me he dado cuenta?- preguntó Carmen con media sonrisa ante lo que las dos sumisas agacharon la cabeza avergonzadas- Sé que esa zorrita piensa que esto es algo pasajero y que con un par de sesiones se la pasará, lo divertido va a ser cuando su cuerpecito se vuelva más y más lujurioso y necesite más dominación para sentirse bien, será entonces cuando me suplique entregarse enteramente a mí y cuando yo ponga mis condiciones.
Gema y Vanesa sonrieron encantadas al oírlo, las dos sumisas de mayor antigüedad en ningún momento habían tolerado los desplantes que la más novata había echo a la Dominante, poniéndola exigencias. Por ese motivo la perspectiva de ver a la altiva Catalina, con la cabeza gacha y obedeciendo todos los designios del Ama hacía felices a las dos esclavas.
- ¿Y sabe cuando llegará?- preguntó Vanesa.
- No lo sé exactamente- dijo la Dominante- antes de venir tiene que pasar por un sex-shop para comprar algunas cosas que la he encargado, ya sabéis que en el contrato especifica que debe dar el visto bueno a los juguetes sexuales, y como los que tenemos aquí son bastante limitados… Supongo que estará por aquí a media tarde.
- Eso quita mucho factor sorpresa- comentó Gema.
- Es lo que pide en su contrato, ella misma lo redactó, si las cosas me salen como tengo planeadas ella misma romperá el contrato hoy mismo- aseguró confiada, haciendo que se dibujase una sonrisa en el rostro de sus dos sumisas.
Carmen hizo un día totalmente normal, con sus dos compañeras de piso y con Irma y su hijo, al cual su madre le había dicho que su padre se había marchado sin decirle nada por motivos de trabajo. La joven Ama actuó con normalidad hasta que mientras comían en el restaurante del hotel su móvil comenzó a sonar.
- ¿Diga?- dijo la Dominante que no tenía registrado el número.
- ¿Señorita Carmen?
- Sí, soy yo- aseguró con firmeza.
- Le llamo porque su amiga la señorita Catalina acaba de ingresar en el hotel, en la habitación 621- dijo el recepcionista.
- Muchas gracias- dijo Carmen sonriendo y mirando a Gema- luego irá Gema a pagarte esta información.
Carmen, pese a que sabía que Gema la adoraba, también sabía que su sumisa le gustaba tener relaciones hombres de vez en cuando, motivo por el que Carmen había prometido una cita con su joven y deportista sumisa a cambio de ser avisada de la llegada de su abogada-sumisa. Gema sonrió vivamente cuando escuchó de boca de su Dueña que había utilizado su atractivo para conseguir algo, y que no había necesitado de valerse de Vanesa, lo cual fue una inyección de autoestima para Gema, que se alegró aún más cuando Carmen le comunicó que el chico que al que había sobornado era el recepcionista que a su gusto era el más atractivo.
Una vez terminó de comer Carmen se levantó de la mesa para dirigirse de nuevo al hotel al encuentro de Catalina. La Dominante no esperaba que su cuarta sumisa llegase al menos hasta media tarde, ya que la joven Ama le había dicho que ni se le ocurriese presentarse allí sin llevar los juguetes sexuales que le había encargado puesto que si no la sesión quedaría cancelada.
Carmen, que había llamado el día anterior a la abogada, sabía de lo necesitada que estaba esta. La joven Ama había disfrutado de la conversación de principio a fin: desde que esta comenzó tartamudeando, pasando por que la obligó con arrogancia a que se dirigiese a ella como Ama, la insultó en repetidas ocasiones sin recibir siquiera una petición de que no la llamase zorrita o putita, y finalmente y para asegurase de lo ansiosa que estaba le obligó a que se llamase a si misma perra.
Carmen pasó por su habitación para coger una bolsa con algunos artículos sexuales que tenía intención de utilizar si los que Catalina había adquirido no se adecuaban a una sesión que satisficiese a ambas, aunque estaba convencida de que la abogada saldría muy satisfecha, ya que después de alejarse de ella durante una semana y unos pocos días había pasado lo que deseaba que ocurriese: los deseos de ser dominada de Catalina la habían carcomido de tal forma que se había desplazado a Castellón en tan solo unas pocas horas.
La joven Ama sonrió cuando vio unas pequeñas ojeras bajo los grandes ojos verdes de su sumisa, que se abrieron deseosos del primer contacto con su Ama desde hacía casi dos semanas.
- ¿Ha dormido mal mi putita?- preguntó Carmen agarrando la barbilla de su sumisa para que la mirase a los ojos.
- Un poco Ama- contestó en voz baja- Me costó conciliar el sueño después de su llamada.
- Ya me imagino, estarías ansiosa por tu segunda sesión- conjeturó Carmen.
- Sí Ama- dijo con la mirada baja.
- Ve desnudándote mientras miro que me has traído.
La sumisa, sin poner ninguna queja comenzó a quitarse la camiseta blanca de tirantes y los vaqueros cortos que había llevado durante el viaje. Carmen sonrió para sí, realmente estaba muy necesitada la joven abogada, la chica que tenía ante ella no se parecía en nada a con la que había tratado en su primer encuentro, ni la que había redactado el exigente contrato con montones de clausulas días atrás. Carmen estaba convencida de que aquel contrato había sido escrito como máximo un par de días después de la sesión en la que participaron Carmen, Vanesa, Susana y la propia sumisa, con lo que sus deseos sexuales estaban muy calmados y con lo que pudo escribir con cabeza fría el contrato. Pero las cosas habían cambiado radicalmente después de tenerla abandonada durante casi dos semanas.
Carmen, que sabía que cuanto más deseosa estuviese Catalina, mas fácil sería de adiestrar, la ignoró por completo cuando esta estuvo totalmente desnuda, y sacó los juguetes sexuales de la bolsa: dos consoladores, uno grande de unos 25 centímetros de color rosa y bastante grueso y otro de no más de 15 finito y del mismo color, ideal para sexo anal, también había un par de pinzas cuyas puntas estaban acolchadas para que el dolor no fuese excesivo y también había una cuerda, bastante gruesa perfecta para hacer toda clase de ataduras.
- Con esto nos podemos divertir un rato- dijo Carmen acercándose a la sumisa, a la cual sacaba casi una cabeza.
Con la intención de ir calentando a la desnuda sumisa comenzó por sobar los medianos y firmes pechos de esta, los cuales estaban coronados por unos pezones oscuros y picudos que Carmen se apresuró a chupar, para sentir su dureza y morderlos con suavidad, ante lo que la sumisa no contuvo sus gemidos.
Una vez empapada en saliva aquella zona del cuerpo de su sumisa, la Dominante usó sus manos para estrujar con fuerza las duras nalgas de la rubia y juguetear con el ano de esta, primero, y después para comprobar que el pequeño sexo de labios gruesos y clítoris duro como una roca estaba ya a tope de excitación. Pero Carmen se separó de golpe en cuanto sintió como los labios de Catalina comenzaron a besar su cuello con suavidad.
- ¡La que dirige la relación soy yo, perra!- dijo Carmen mirándola fijamente y viendo la sorpresa en el rostro de Catalina- ¿O solo hay que respetar el contrato cuando a ti te conviene?
- No Ama, lo siento, me dejé llevar- dijo temerosa de que aquella falta pudiese acabar con la sesión.
- Arrodíllate y discúlpate como corresponde- ordenó Carmen.
Catalina, que comprendía que si no se hubiese dejado llevar habría seguido recibiendo placer por parte de su Ama, clavó sus rodillas en el suelo e inclinó la cabeza hasta que sus labios quedaron sobre los deditos de los pies de su Ama, que llevaba unos zapatos en los que estos quedaban al aire. Carmen disfrutó de las súplicas que la abogada utilizó para ser perdonada, hasta que finalmente accedió a perdonarla al tiempo que la ordenaba que la descalzase.
Una vez liberó a su Dueña de sus zapatos, Catalina permaneció arrodillada con la cabeza casi en el suelo esperando a que Carmen le diese la orden de que se incorporase, pero en lugar de eso se encontró con la planta del pie derecho de la Dominante apoyado sobre su nuca haciendo que para incorporarse tuviese que forcejear, situación que no pasaba por la cabeza de la sumisa.
- Esta es tu posición natural, zorrita- dijo Carmen sintiéndose poderosa- todo el tiempo que no estás en esta posición ante mí, es porque yo te lo permito.
- Sí Ama se lo agradezco- dijo la sumisa con la frente pagada al suelo- la prometo que no la volveré a fallar.
- Así lo espero- dijo Carmen con firmeza- ahora en pie.
Catalina se levantó del suelo ayudándose por sus brazos y se dejó hacer cuando Carmen se colocó a su espalda para atar los brazos de esta con la cuerda que la sumisa había llevado. La joven Ama, que ya tenía mucha experiencia en ataduras sabía que no necesitaba atarla con fuerza para dejar totalmente inutilizados los delgados brazos de la abogada.
Una vez atada Carmen tumbó a la sumisa sobre la cama para que esta se relajase. La Dominante, comenzó por acariciarla suavemente las piernas para subir poco a poco al duro, suave y redondo trasero de la sumisa, el cual dio un par de azotes antes de separar sus nalgas, dejando el ano que estas ocultaban al alcance de Carmen, que comenzó a juguetear con él hundiendo lentamente su dedo índice en él.
La sumisa arqueó con fuerza su espalda y forcejeó un poco, forcejeo que a Carmen le fue muy fácil parar, tan solo posando su mano libre sobre la nuca de la sumisa, cuya cara quedó hundida sobre la almohada de la cama, de lado para que no se ahogase.
- Te voy a meter el consolador anal- dijo Carmen con voz suave- ¿estás preparada?
- Sí Ama por favor hágalo- dijo la sumisa ansiosa.
El Ama estiró su mano derecha par agarrar el dildo más pequeño que Catalina había llevado hasta allí, para apuntarlo sobre el ano, ligeramente abierto porque los dedos de Carmen ya se habían encargado de dilatarlo. Carmen quedó un poco sorprendida ante la facilidad con la que se hundió aquel consolador en el ano de la sumisa, pero tan solo se lo hizo saber dándola un par de fuertes azotes en las nalgas y acariciando la cabeza.
- Eres una buena perrita- le dijo- tienes un culito tragón y un coño muy mojado- dijo la Dominante metiendo la mano entre las piernas de su sumisa para sacarla empapada en fluidos y llevarla a la cara de esta- ya llevamos dos juguetes puestos, ahora les toca a las pinzas, ¿donde te gustaría que las pusiese?
- Donde usted quiera, Ama- dijo la sumisa- no me lo pregunte.
- Lo siento encanto, pero el contrato lo dice muy claro en la clausula h, debes expresar tu deseo a seguir. Como verás me he estudiado a fondo el contrato- dijo Carmen sonriendo cogiendo las pinzas.
- Póngamelas donde quiera, donde considere, Ama- dijo la sumisa ansiosa.
Carmen, sonriente al ver como lo escrito no era tan valioso para su sumisa como para respetarlo cuando estaba tan excitada, agarró de la cintura a Catalina y la dio la vuelta sobre la cama para llegar a sus pechos y besarlos y lamerlos con suavidad ante lo que la sumisa gimió de placer como una loca.
La Dominante, que no deseaba pinzarla hasta estar muy excitada esperó pacientemente hasta que sintió los duros pezones de Catalina en su boca con una dureza increíble, momento que aprovechó para enganchar las pinzas de puntas acolchadas en los pechos de la chica, que gimió de gusto.
- Ya solo nos queda un juguetito- dijo Carmen sonriendo mostrando en gran consolador rosa, con el que tenía intención de hurgar la vagina de su nueva sumisa- pero si lo quieres dentro vas a tener que suplicar.
- Le suplico que me folle con ese consolador, Ama- dijo la sumisa mirando con deseo a su Dueña y al dildo que había adquirido, alternativamente.
- Vamos, puedes hacerlo mejor.
- Soy una perra muy caliente mi Ama, por favor la suplico que folle mi coño de perra viciosa hasta hacerme correr- dijo elevando el tono de voz y provocando la sonrisa de su Ama.
- Ves, eso está mucho mejor- dijo Carmen con una sonrisa- aunque realmente habría preferido que hubieses traído un arnés para que te hubiese podido follar yo misma- dijo acercándose a la bolsa que ella había llevado- mira, como este.
Catalina abrió exageradamente los ojos cuando vio el consolador de correas que tenía ante ella, se trataba de un dildo del mismo tamaño que el que ella había seleccionado, pero este tenía infinidad de pinchitos y muescas que tenían la cualidad de adaptarse a las mojadas paredes vaginales, causando un placer mucho mayor.
- Te imaginas todos esos pinchitos dentro de ti causándote toda clase de sensaciones- dijo Carmen acariciando con mimo el falo una vez quedó en ropa interior ante su sumisa.
- Métamelo Ama, por favor- suplicó la chica.
Carmen aceptó la sugerencia de su sumisa y se quitó las braguitas para ponerse el arnés rápidamente, al tiempo que Catalina separaba sus piernas todo lo que la era posible para recibir aquel falo sin dificultades.
El Ama apoyó la punta de aquel poderoso arnés sobre el rosado sexo de la chica, que empapó la zona que la rozó en tan solo unos segundos. Carmen miró fijamente en rostro de excitación de su presa y la sonrió, sonrisa que en el rostro de Catalina estaba mezclada con el deseo. Gesto que se desvaneció de la cara de la sumisa cuando Carmen se separó de ella al tiempo que se echaba una mano a la frente.
- Lo siento cielo- dijo Carmen- hemos estado a punto de violar tu contrato. Clausula K, cualquier uso de juguetes sexuales tiene que ser consensuado con anterioridad, y los que hemos consensuado son los tuyos- dijo Carmen sonriendo ligeramente al ver el rostro de incredulidad de la misma.
- No me importa Ama, fólleme con eso, por favor.
- Lo siento preciosa, pero no puedo hacerlo, me gusta respetar los contratos que firmo- dijo la chica desprendiéndose del arnés y cogiendo el consolador que Catalina había llevado.
La sumisa recibió el pene de plástico sin placer casi, cuando había llegado a aquel hotel su sexo estaba empapado deseando que su Dominante la follase con aquello, pero después de ver con lo que contaba Carmen la parecía un juguete de lo más aburrido, con lo que pese a que Carmen se ocupó de moverlo con energía el punto de excitación de Catalina no subió tanto como esperaba.
- Deberías de haber elegido un consolador mejor que este, no parece que lo goces mucho- dijo Carmen.
- Después de ver el que tiene usted y que no quiere usar conmigo, este me parece pequeño- dijo la sumisa un tanto apenada.
- ¿Qué te parece si llamo a Vanesa? A mi sumisa de pechos enormes, la vez que tuvimos la sesión no la quitaste los ojos de encima- comentó Carmen sonriendo.
- Sí Ama- dijo Catalina encantada de poder compensar la perdida del prodigioso arnés de Carmen por una de las excitantes sumisas de la Dominante.
Carmen sacó su teléfono móvil de su bolso y fingió marcar el número de teléfono de su sumisa, para a continuación comenzar a hablar.
- Vanesa anda súbete a la habitación de Catalina, que te necesito para calentarla- Carmen miró a su sumisa para guiñarla un ojo para indicarla que todo iba bien, para poco a poco ir tornando su rostro un poco más serio- es verdad, llevas razón, gracias por recordármelo- Carmen colgó el teléfono y miró a su sumisa- Lo siento Cata, pero en una de las clausulas, concretamente en la c.3, mi sumisa tiene muy buena memoria, dice que no se aceptan terceras personas en nuestras prácticas.
- Pero sus sumisas están exentas de eso- dijo mirando con el enfado a Carmen.
- Lo siento encanto, pero eso no lo especificas en el contrato.
- ¡Estás haciendo esto para joderme!- dijo furiosa mirando a Carmen con fijeza, mirada que Carmen devolvió y se aproximó a ella con rapidez.
La sumisa, que estaba atada se asustó de lo que podría hacer Carmen con ella, era algo más grandes y fuerte que ella, con lo que no podría repeler ninguna agresión, pero para su sorpresa lo único que hizo la Dominante fue darle la vuelta y comenzar a desatarla.
- Se acabó el juego- dijo el Ama- el contrato lo has hecho tú y ni siquiera con eso estás de acuerdo con las prácticas- dijo Carmen comenzando a vestirse una vez la desato.
- No… no se vaya por favor- dijo la sumisa colocándose ante ella viendo que sus posibilidades de sentir la Dominación en sus carnes comenzaban a evaporarse por aquella impulsiva reacción- solo es que me frustré, por favor deme otra oportunidad- dijo la chica suplicante.
- Vale- dijo Carmen mirándola fijamente- convénceme de que estás arrepentida de verdad.
Catalina, que estaba en un importante estado de nerviosismo ya que sabía que de lo que dijese en aquel momento dependería su futuro con su Ama, la miró suplicante con sus ojos verdes.
- Piensa en lo bien que lo has pasado las dos veces que nos hemos encontrado, con los orgasmos que te he dado- comenzó Carmen a hablar- y piensa en que no volverás a sentir mis manos tocándote o mi lengua y labios acariciando tu cuerpo, piensa también que no volverás a recibir la dominación física y psicológica que te doy y la que, por mucho que quieras engañarte, te has vuelto adicta- Carmen comenzó a ver como la sumisa, al ver como la chica que tanto placer le había proporcionado se alejaba de ella, comenzó a sollozar y caer algunas lágrimas rodando por sus mejillas- y también piensa lo mucho que te costará encontrar un Ama que te dé lo mismo que yo te he dado, que esté cerca de tu entorno y en la que puedas confiar…
Carmen no pudo seguir dándole cosas en que pensar, ya que Catalina se lanzó sobre ella para abrazarla con fuerza, pegando su cara al hombro desnudo de Carmen, sollozando como una cría. La joven Ama, satisfecha por saber que pese a lo dura que se ponía Catalina, cuando no estaba excitada, era una sumisa que la necesitaba mucho, sonrió y acarició media melena de pelo rubio de abogada, que permaneció sollozando sobre su Dueña durante unos minutos.
- ¿Por qué me pediste tantas cosas en el contrato si lo que deseabas era una Dominación más dura e imprevisible?- preguntó Carmen cuando consideró que Catalina se había calmado lo suficiente como para contestar.
- Es que… tenía miedo… de que me hiciera cosas que no me gustasen- dijo la chica entre sollozos aún con los ojos llorosos.
- Quiero que redactes un nuevo contrato, con menos restricciones, quiero que lo escriba la sumisa que hay dentro de ti, no la abogada analítica que me mandó el último.
- Sí Ama- dijo la sumisa viendo que su falta iba a ser perdonada.
- ¿Podemos dar por roto el contrato anterior?- preguntó Carmen con una sonrisa besando con suavidad los labios de su nueva sumisa.
- Desde luego Ama.
- ¡Que bien!- dijo Carmen encantada con las respuesta- ahora ve al baño a limpiarte la cara un poco y vístete.
Catalina al oír aquello se resistió un poco, no quería salir de aquella habitación sin que su Ama le hubiese dado una buena sesión, pero Carmen había dejado bien claro quien mandaba y la abogada había comprendido que para conseguir placer tendría que transitar por la senda que su Dueña le marcase, con lo que entró en el lavabo con su ropa.
Carmen, en cuanto la sumisa cerró la puerta del baño, abrió la maleta de la abogada y cogió una prenda al azar, en concreto la parte de arriba de un biquini de escasas dimensiones y de color rojo intenso. Una vez con ella en la mano Carmen salió al balcón que daba a la playa y tiró la prenda hacia abajo, observando bien la trayectoria y viendo como esta se colaba en al balcón del tercer piso que estaba bajo el suyo.
La joven Ama esperó pacientemente a que su nueva sumisa saliese del baño para contarla lo que acababa de hacer, encontrándose con el rostro sorprendido de esta, que se amplificó más aún cuando le ordenó ir a buscarlo.
- Si Ama- dijo la sumisa diligente acercándose a la puerta, pero Carmen la llamó de nuevo a su lado.
- Pero como vamos a salir de la casa te tengo que poner collar, como la perrita que eres, no querría que me multasen- dijo mientras sacaba de su bolsa un collar de cuero con una placa de color plateado en el que se leía claramente “Cata, perra de Carmen” y por la parte de atrás había otra plaquita fina y alargada en la que se leía, “si me pierdo llamen al XXX XXX XXX”- póntelo- ordenó Carmen sin usar un tono excesivamente imperativo.
Catalina, con las manos temblorosas agarró el collar y se lo enfundó en el cuello. La chica no se lo apretó con mucha fuerza y el collar quedó en la parte más baja de su cuello, situación que a Carmen le valió.
La joven Ama, orgullosa de salir con Catalina totalmente domada, y dispuesta a hacer cosas que estaban fuera de su contrato, caminó con firmeza hasta el ascensor, lugar en el que una mujer personal del hotel no pudo evitar fijarse en el collar que la abogada llevaba. Catalina, avergonzada colocó su mano sobre la chapa, pero Carmen no dudó en darla un manotazo para que no tapase nada.
- Debes llevar ese collar con orgullo- le reprendió Carmen ante la sorpresa de la empleada del hotel y el sobresaliente sonrojo de la sumisa- la mujer seguramente no había visto una cosa así nunca, dila lo que pone- Catalina se paralizó al oír aquello, pero el ver el gesto severo de Carmen obedeció.
- Pone: Cata, perra de Carmen- dijo roja como un tomate, mirando al suelo pero en un tono lo suficientemente audible como para que en el rostro de la mujer se viese la sorpresa.
- Las dos somos lesbianas y a ella le va un poco el rollo duro, pero no se preocupe, no vamos a montar ningún espectáculo en su hotel- dijo Carmen a la mujer sonriendo, no le importaba en absoluto hablar de sus inclinaciones sexuales con gente a la que seguramente no volvería a ver, muy al contrario, le gustaba dejar en evidencia a Catalina por haber tratado de ocultar la chapa- Si vuelves a tapar la chapita la vergüenza que acabas de pasar no será nada comparado con lo que te haré- dijo Carmen en un susurro en cuando abandonaron el ascensor.
Las dos chicas caminaron con calma hasta la habitación 312, quedando Carmen al lado de la 311 para dejar sola a su sumisa y ver como se las ingeniaba para recuperar su parte superior del biquini.
Catalina, temerosa, estiró el brazo para oprimir el timbre de la habitación y respiró agitadamente hasta que la puerta se abrió, de detrás de ella apareció un hombre alto, de más de 60 años que miró a la chica de arriba a bajo.
- Disculpe, creo que se me ha caído la parte de arriba de mi biquini en su terraza- dijo Catalina con la cara roja como un tomate- sería tan amable de devolvérmelo.
- Desde luego- dijo el hombre cerrando la puerta para ir a por la prenda solicitada. Carmen desde la distancia levantó el pulgar a su sumisa- aquí tienes- dijo el hombre inclinándose un poco hacia la chica para leer la placa- Cata.
- Mu- muchas gracias- dijo la chica tartamudeando un poco y recogiendo su prenda de ropa para salir rápidamente en la dirección en la que estaba su Dueña que para reconfortarla le acarició el costado para atraerla hacia sí.
- Muy buena perrita- dijo Carmen dándola un sonoro beso en su sonrojada mejilla- creo que te mereces un premio.
- Muchas gracias Ama- dijo la sumisa ansiosa de poder recibir u nuevo orgasmo de su Dueña.
Subieron en el ascensor rápidamente, en aquella ocasión solas, pero Carmen se paró en la planta 4, en la que estaba su habitación.
- El premio te lo daré esta noche, iré a buscarte para llevarte a la habitación de Vanesa y Gema- dijo la Dominante acercándose hasta que sus labios quedaron a centímetros de la oreja de la abogada- No te toques hasta entonces y me encargaré de hacerte chorrear por aquí- susurró posando su mano entre las piernas de la sumisa.
- Sí Ama- dijo la sumisa jadeando, quedando paralizada en el ascensor viendo como las puertas se cerraban ante ella, perdiendo de vista a la chica por la que estaba haciendo toda clase de cosas que semanas atrás siquiera habría imaginado hacer por nadie.
Continuará…
Agradeceré comentarios y sugerencias tanto por aquí como por mi correo fantasias1987@hotmail.com