Álvarez, paga tus deudas III

El dinero no termina de reunirse, y las cosas se ponen feas.

-Así que todavía no has reunido la pasta, ¿eh, morosete?

-Así es, señor, pero esta vez falta muy poco. Apenas...

-No es necesario que me rompas la cabeza, Álvarez. Confiamos en ti plenamente y sabemos que pagarás. ¿Dónde están las chicas? Nos gustaría empezar con la juerga.

-Están en la casa, señor, tal y como usted nos pidió, pero al estar el dinero casi al completo...

-¿No vas a dejar que me encule a la señora Cerda y las putitas de tus hijas? ¿Es eso?

-No, es decir...

-Anda, diles que bajen. Estáis tardando más de la cuenta en reunir el dinero y habrá que daros una buena lección.

-Por favor, escuche...

-Dayron, bájalas tú. Las tres en tanga, top y tacones. Pónmelas bien guapas.

-A sus órdenes, jefe.

-Ruso, encárgate de que el moroso sepa quien manda. Hoy sí que se va a quedar sin huevos.

Acto seguido el Ruso esposó al pobre Álvarez, quien pugnaba con todas sus fuerzas al ver que aquel delincuente sacaba la navaja y empezaba a desabrocharle los pantalones.

-¡Por favor! -El grito de Paula retumbó en toda la casa. La muchacha lucía un ajustado top y un tanga de encaje. A su lado estaban su madre y su hermana. Esta última con un top a reventar que a duras penas contenía el empuje de sus dos enormes tetazas.

-No, Paula. Se acabaron las prerrogativas. Hoy tu padre va a perder los huevos.

-Escuche, se lo suplico -la joven se arrodilló a los pies del jefe-, haré lo que sea... ¡lo que sea! Pero no le haga eso...

-Chúpasela.

-¿Cómo?

-He dicho que se la mames. Quiero que le regales a tu viejo la mejor de tus mamadas, Paulita. Solo así permitiré que conserve sus cojones.

-Paula, déjalo, por favor -Álvarez sollozaba mientras se dirigía a su hija-, no vale la pena. Es mejor que me castren que tener que pasar por esto.

-Venga, Paula, a qué esperas. O se la chupas o se queda sin cojones. Al fin y al cabo, ¿qué más da un rabo más o menos con todos los que te has comido en tu vida, puerca?

-No sé por qué me tratas así -lo tuteaba-, después de todo cuanto me he esforzado estos últimos días por darte placer. Pensé que significaba algo para ti...

-No cuela, guarra. Únicamente sucede que estás acostubrada a obtener de los hombres lo que quieres gracias a ese culo de Diosa y tus artes de mamona, pero realmente te importa una mierda todo lo que no sea salirte con la tuya. Además, te estás tomando demasiadas confianzas. El otro día me tuteaste durante el polvo, y eso pase, pero ahora no te lo consiento. Tu hermana pagará por ello. ¡Dayron!

-Mande, jefe.

-Acércame a la tetona. ¡Joder, Norma! ¡Pedazo balones de baloncesto que te cargas, eh! -Se las magreó con saña sobre el top-. ¿Al final te tomaste la píldorita del día después?

-No hizo falta -respondió altiva-, tomo la píldora.

-Ah, así que no había riesgo de preñarte. Si es que sois tan putas... apenas 18 recién cumplidos y ya tomando la píldora que poderte abrir de piernas con cualquiera, ¿verdad?

-...

-Responde cuando te hablo, tetona. O te marco la cara ahora mismo.

-Sí.

-Sí, qué.

-Sí, tomo la píldora para abrirme de piernas ante quien me da la gana.

-Ante cualquiera, porque eres una facilona.

-Ante cualquiera, porque soy una mujer libre del siglo XXI.

-¡Dayron! Espósala contra el radiador.

-¡A sus órdenes!

-Bien, se acabaron las gilipolleces. -El jefe estaba verdaderamente alterado, era evidente que no bromeaba-. Álvarez, encula a tu hija la tetona por insolente. Y que no tenga que repetirlo o le desgracio la cara y la convierto en un orco de por vida.

Sin otro remedio el pobre Álvarez debió acercarse a su hija menor, quien pugnaba por soltarse las esposas del radiador.

-Elena, mámasela a tu marido. Pónsela bien dura para que encule a vuestra hija. Si en un minuto no la está empotrando como un animal, la desgracio a ella.

Poco después, ante el llanto silencioso de Elena, quien había cumplido su parte con creces usando su boca de mamona, el bueno de Álvarez empezó a sodomizar a su hija Norma, cuyas enormes tetas rebotaban adelante y atrás mientras tomaba por el culo contra el radiador.

-¡Eso es, Álvarez! ¡Dale bien por culo, joder! ¡Ves, así se educa a una hija! Primero le enseñas la importancia de pagar las deudas y ahora también a no contestar mal a sus mayores. ¡Bravo!

Álvarez enculó a su propia hija con rabia, intentando terminar de una vez con la situación. Ella entre tanto se mordía la lengua para no responder a las burlas de sus captores.

-Míralo por el lado bueno, Álvarez, antes de perder los cojones le desvirgas el culo a tu hija la tetona. ¡Un último servicio a la patria! Eso sí, avisa antes de correrte.

-Me... me voy a correr -dijo, tímidamente al cabo de unos instantes.

-Bien, pues retírala del ojete de la tetona. De correrse nada, no tienes permiso. Cerda, quiero que me la mames como se la mamaste a él hace un momento, tienes una boca que vuelve loco a cualquiera.

La pobre Elena, sin demorarse un segundo, se arrodilló y procedió a practicarle al cabecilla una mamada de campeonato.

-Joder, hoy estás superando incluso a Paulita. Ohhhh, eso es, puerca. Esa boca se ha trabajado muchas pollas o se ha mantenido fiel al pufero.

-Muchas, señor -dijo, probablemente procurando excitarlo al máximo-. Esta boca de slurpppp mamona ha trabajado todas las pollas que sgruuup ha podido. La de mi jefe, la de algún compañero de trabajo smuasshh de mi marido...

-Ohhh, joder, eso es, cerda. Ya me parecía a mí. Se nota que ohh que tienes muuucha, joder, muchaa ohh práctica -apenas aguantaba el ritmo de aquella cuarentona chupapollas de ojazos de gata.

-Jefe, ¿le importa si el Ruso y yo nos jodemos a Pau? Hoy parece que usted va bien servido con la madre.

-De acuerdo, Dayron. Pero que a ti te pajee y solo se la mame al Ruso.

-Me gustaría mamársela también a Dayron, señor -Paula había hablado en tono desafiante.

El jefe retiró momentáneamente la polla de la boca de su madre y se acercó a Paula con el miembro erecto.

-Te gustan los pollones, ¿eh, guarra?

-Sí, me satisfacen más. -Definitivamente estaba retando a aquel hombre.

-Bien, entonces la protección que te he dado estos días ha terminado. Se la mamarás al cubano, pero te voy a dejar bien claro de quién es este culo -la palmeó con fuerza en los glúteos.

A continuación, el jefe volvió a junto Elena, quien sumisa y arrodillada esperaba que aquel hombre alojase de nuevo el miembro en su boca. Ella acabó el trabajo con dedicación, y justo cuando sintió que no aguantaría más sin correrse (había recibido una espectacular mamada mientras veía la boca de Paula trabajar el pollón de aquel mulato) le dijo algo al Ruso en el oído. Después se corrió en la cara de Elena, quien quedó literalmente bañada en lefa y le limpió con los labios el capullo hasta dejarlo seco y reluciente. Instantes después, Paula recibía en su rostro la corrida de Dayron, a quien se la había machacado como una pajera de primera. Fue entonces cuando el Ruso se acercó a la chimenea de los Álvarez, puso un hierro entre las llamas hasta dejarlo al rojo vivo, y se lo entregó a su jefe.

-Ahora, Pau, te voy a marcar el culo. Así cada vez que te bajes tus pantalones de guarrona y lo entregues, cuando tu macho de turno te pregunte que te ha pasado en él, recordarás quién es y será su único dueño.

¿Continuará? Comentad, por favor.

Gracias por leerme.