Álvarez, paga tus deudas

Esto es lo que puede ocurrir cuando no se pagan las deudas.

-Date la vuelta.

-...

-¡Joder, menudos pantalones de guarra que se gasta la niña! ¿Cuántos años tiene esta?

-Diecinueve -Respondió el padre, acobardado.

-Pues tiene el mejor culo de todo Madrid. Sinceramente, Álvarez, y te lo digo de hombre a hombre, si mi hija de diecinueve años tuviese semejantes glúteos, jamás la dejaría salir así a la calle.

-¡Eso es porque eres un machista!

-¡Tú caya, tetona, que como me toques mucho los huevos igual tu padre paga las consecuencias! ¿Esta es la pequeña?

-Sí. Norma, por favor... no nos causes más problemas.

-¡Problemas nos has dado tú! ¿No ves en qué situación estamos por tu culpa? Con mi hermana enseñando el culo y mamá con esa nariz de cerdo...

-¿Y cuántos años tiene la tetona?

-¡Tengo dieciocho!

-Le he preguntado a tu padre. Y -dirigiéndose a él-, por cierto, Álvarez, cuando me contestes por una u otra hazlo refiriéndote a "mi hija la tetona! o "mi hija la del culo de Diosa". Así me enteraré mejor.

-Tiene dieciocho. Es decir, mi hija la... -tragó saliva ante la mirada acusadora de su hija Norma-, mi hija la tetona tiene dieciocho años.

-¡Pues menudas peras se carga la muy puerca! Lástima que no tenga el culo de la otra. Te sobran un par de quilitos, ¿eh, golfa?

-Eres un...

-¡Por favor, Norma, ya basta! -gritó el padre-. Esto no es un juego, joder... tú no tienes ni idea de lo que esta gente le ha hecho a Juan Luis.

-Vaya, vaya, parece que las noticias vuelan. Sí, el bueno de Pérez no pagaba y tuvo que venir la putilla que se trajinaba a salvarle los cojones. Literalmente. ¿Pero tendremos que llegar a eso también con ellas?

-No, de verdad, voy a pagar. No lo tengo todo, pero...

-Empiezan los peros... ¡Dayron!

-Mande, jefe.

-Ve quitándote los pantalones.

-¡No! ¡Por favor! Escuche... lo tengo casi todo, no necesito más que un par de días, no les haga nada a ellas.

-¿A ellas? No sé de quiénes me hablas.

-A mí mujer y a mis hijas.

-¿Te refieres a la cerda, la tetona y la del culo de Diosa?

-Sí...

-Entonces, por asegurarme, no quieres que Dayron le rompa el culo a esta, ¿es así?

-Sí...

-Pues dilo, vamos. Dilo como es debido.

Aquel pobre diablo pareció entender. Con la frente perlada de un sudor frío y la voz quebrada, pronunció:

-Por favor, no haga usted que Dayron le... en fin, el de por...

-Le rompa.

-Eso, le rompa el culo a mi hija la del culo de Diosa.

-Entonces, ¿prefieres que Dayron preñe a tu hija la tetona?

-¡No! No, es decir, por favor, que Dayron tampoco preñe a mi hija la tetona.

-Bien, entonces tampoco querrás que la cerdita de tu mujer, oink, oink, tenga que mamársela al mulato.

-No, por favor, no hagáis que la cerda de mi esposa se la tenga que chupar.

-Bien, veo que nos vamos entendiendo, Álvarez, y la teoría está muy bien, pero yo me muevo más por hechos. Está el hecho de que la guarrona de tu hija la del culo de Diosa me la está poniendo muy tiesa, y en otras circunstancias usaría el dinero que me debes para irme de putas y vaciar así mis huevos de este calentón, pero como tú no tienes el dinero...

-Pero tengo una parte, una parte suficiente para que usted...

-Si vuelves a interrumpirme, Álvarez, le digo al mulato que te la corte y te la meta en la boca a ver si así te callas. ¿Está claro?

-Sí, señor. Perdón.

-Decía que sin mi dinero no puedo irme de putas. ¿Ves acaso lógico, Álvarez, que yo deba aguantarme con el dolor de huevos que la guarrona de tu hija me ha provocado con esos pantalones de calientapollas, que teniendo ese culo en ningún caso debería ponerse salvo que quiera que le rompan el ojete, y que deba quedarme sin desahogo por culpa de que encima su padre no me paga lo que me debe? ¿Es eso justo?

-No. Es decir, no es justo, pero si se me permite decirlo...

-Adelante.

-En fin, creo que tampoco es justo que mi hija...

-¿Cuál de las dos?

-No es justo que mi hija la del culo de Diosa deba pagar por una deuda de su padre de la que no tiene culpa alguna.

-Pero tiene la culpa de vestirse así con ese culo, ¿cierto?

-...

-¡¿CIERTO?!

-Sí, es verdad. De hecho yo mismo le digo siempre que vista más recatada, pero a veces las muchachas no hacen caso y...

-Y mis cojones, Álvarez. La niña... ¿cómo te llamas, zorra?

-Paula, señor -respondió sumisa y todavía de espaldas, ofreciendo la lujuriosa imagen de su torneado trasero.

-Date la vuelta, Paulita, puedes dejar de ofrecerme el culo mientras te hablo.

-De acuerdo, muchas gracias.

-Bien, Paula, ¿quieres ayudar a tu padre? Seguro que una putita como tú ya ha entregado alguna vez el culo. ¿No es verdad?

-...

-¡Contesta o muelo a palos a tu viejo, zorra!

-¡No les sigas el juego, Pau! -Inrtervino su hermana.

-Vaya, parece que la tetona no aprende a estar callada. Dayron, márcale la cara.

-A sus órdenes.

-¡No, por favor, dejadla! -la madre se interpuso entre el enorme mulato que ya sacaba una navaja automática y su hija-. No lo volverá a hacer... es una malcriada y tiene mucho genio, pero no se merece eso -la mujer rogaba entre sollozos.

-Entiendo que como madre, cerdita, te duela. Pero a los hijos hay que educarlos, hay que tener mano dura con ellos. En todo caso, haremos una cosa, ya que todo el mundo merece una segunda oportunidad. Te arrodillarás a hacerle una mamada a Dayron y, salvo que la niña se vuelva a poner impertinente, olvidaremos este feo episodio.

-Muchas gracias, de verdad.

-Mamá... lo siento...

-No pasa nada, Norma. Pero desde ahora obedece a esta gente. Hazme caso, tu padre me contó lo que le sucedió a su amigo y su pareja... esto no es ninguna broma.

Acto seguido, ante el desencajado rostro de su marido y sus dos hijas, aquella mujer madura, una cuarentona pijita de buen cuerpo, se arrodilló y empezó a trabajar el enorme miembro del mulato.

-De vez en cuando, entre chupada y chupada, me gustaría oírte decir "oink", ¿es posible?

-Sí, señor. Por supuesto.

-¿Cómo?

-Sí, oink, señor. Esta cerda, oink, le trabajará la polla a Dayron, oink, soltando gruñidos como la cerda que, oink, es.

-Así da gusto, joder. Debéis aprender de vuestra madre. Aquí nadie os obliga a nada, pero si queréis que vuestro padre salga de esta, debéis colaborar como la familia unida que sois. En fin, Paula, sigamos contigo. Te preguntaba si alguna vez te han dado por el culo.

-No, señor.

-No me gustaría que me mintieses, pues entonces podría ponerme muy violento y ocurrírseme, no sé, obligarte a chupársela a tu viejo. Entonces, y dado que cuando te penetre analmente sabré diferenciar muy bien un ojete estrechito y virgen de uno ya trabajado, lo mejor es que me digas la verdad. ¡Que no te dé vergüenza reconocer lo puerca que eres delante de tu padre, niña! Lo que debería avergonzarte, en todo caso, es el ser tan guarra y no el que se sepa -se carcajeó-. Repetiré la pregunta. ¿Alguna vez te han dado por culo, zorra?

-Ehhmm... -tragó saliva-: sí.

-¿Perdón? No te he oído.

-Sí, señor. Me han dado por... por el culo.

-Ves, ya me lo parecía. Si es que con ese culo de Diosa y vistiendo pantalones así tenías que ser una guarrona de primera. ¿Y te parecería bonito entregar el culo al primer cazurro que te encuentras de marcha y te paga dos cubatas y no ofrecérmelo a mí para salvar los huevos de tu padre? Porque, no sé si lo sabes, pero en principio a tu padre veníamos a cortarle los huevos. ¿No es así, Álvarez? ¿No te dijimos que si hoy no teníamos la pasta vendríamos a cortarte los cojones?

-Sí, señor, así es. Pero, no sé si podría decir algo...

-Adelante.

-Le pediría por favor que no le diese por el culo a mi hija... la del culo de Diosa. Aunque sea al precio de mis cojones.

-¡Bravo! ¡Qué emocionante, joder! ¡Esto sí es un padre! El problema es que ella me ha calentado mucho la polla con esos pantalones marca-culos, por lo que ahora ella también está en cierto modo en deuda conmigo. En todo caso, le haré a tu hija una buena oferta y será ella la que decida. -Se aclaró la voz antes de continuar-: Paula, qué prefieres: ¿hacerme una buena mamada hasta dejarme seco por haber sido tan puta de calentarme así la polla -repentinamente se la sacó y mostró su polla bien tiesa a la joven- y que le cortemos los cojoncetes a papá por moroso, o acaso prefieres, ya que te pones a expiar tus propios pecados, de paso ofrecerme el culo y salvarle los huevos a papi?

-Prefiero... pre... -la joven no era capaz de articular palabra.

-Tranquila, zorrita, tómate tu tiempo.

-Prefiero salvar a mi padre -dijo finalmente de un tirón.

-¿Salvar el qué de tu padre?

-Prefiero salvar los huevos de mi padre.

-Del pufero de tu padre.

-Del putero de mi padre.

-Del putero no, Paulita -se rió-, "pufero". Es un pufero, un moroso... aunque, bien pensado -se rió de nuevo-, tal vez también sea un putero.

-Vamos, empieza a pajearme, Paulita. Sécate las lágrimas, que me cortas todo el rollo, y preocúpate de que quede satisfecho para salvar a tu viejo.

La muchacha obedeció, enjugó sus lágrimas con el dorso de su mano y, a partir de ahí, se dispuso a dar placer a aquel hombre con la única idea de que todo terminase lo antes posible.

-¿Así le gusta?

-Sí, eso es. Vas por buen camino, furcia. Pero pélamela hasta el fondo.

-¿Así?

-Mmmm, sí, joder. La machacas que da gusto. ¿Eres también una buena comepollas?

-Sí, lo soy.

-¿La hija mayor del morosete es una comepollas?

-Sí, señor, lo soy. Verá como queda satisfecho.

-Vamos, estoy deseando comprobarlo. Cómemela un poco antes de entregarme el ojete.

Paula se arrodilló ante la desolada mirada de su padre, quien a duras penas logró ahogar sus náuseas. Unos metros más allá el enorme mulato recibía, cómodamente sentado en el sofá de cuero en que Álvarez veía habitualmente los partidos de su Real Madrid, la devota mamada de la sometida esposa, quien se esforzaba al máximo por llevar al éxtasis a aquel hombre y saldar así la insolencia de su hija mejor.

-Slurppp, smuassshhhh.

-Así da gusto, joder, qué buena boca tiene tu niña, Álvarez. Oye, Dayron, ¿la cerda de la madre también la mama bien?

-Sí, jefe. Una mamona de primera. Debe ser de familia.

-Es un poco injusto que la tetona, con lo mal que se ha portado, sea precisamente la que sale indemne.

-Yo se la mamaré de nuevo por mi hermana si es necesario, ella no sabe hacerlo así de bien.

-Vaya, Paula, otro gesto noble en la familia. Está bien que quieras proteger a tu hermana, pero tú, aunque también tienes un buen par de tetas, no llegas a su nivel. Nuria, ¿qué te parece si ayudas a mami con el mulato? ¿Le haces una cubanita a él, o prefieres hacérsela a papá?

Con una indisimulada cara de asco, pero sin atreverse a rechistar por temor a las consecuencias, aquella niña de dieciocho años recién cumplidos, pero con unas tetas descomunales, se quitó el top y las dejó libres. Acto seguido, Dayron empezó a empujar su miembro entre aquellas berzas, mientras la madre se veía obligada a comerle desde atrás sus enormes cojones. Para completar el cuadro, Paula hubo de darse la vuelta y ofrecer sus jeans elastizados, para quedarse así en tanga ante su macho.

-Joder, Pau, menudo ojete te gastas. ¡Dios! Espera, así, eso es, aparta el tanga... te la voy a ... uffff... te la voy a meter, ya casi está dentro la cabeza... oohhhh, DIOS. ¡Te voy a empujar hasta romperte ese culo de Diosa que tienes, joder!

-Ahhmm -la joven ahogó un grito agudo.

-¿Te gusta cómo te está montando tu macho, golfa?

-Sí, ahmm, me gusta...

-¡Completa la frase, puerca, o pongo a tu padre en mi lugar!

-Me encanta cómo me está montando mi macho. Me encanta que me... ¡ahhhm, que me den por el culooo!

-Dios, me estoy follando el puto mejor culo de todo Madrid. ¡Gracias, Álvarez!

-De... nada -dijo el hombre, absolutamente abatido, temeroso de complicar las cosas con su silencio.

-¡Me voy a correr enseguida, joder, tienes un culo que me vuelve loco, Pau!

-Disfrútelo, señor, es todo, ahh, suyooo.

Entre tanto, Dayron estaba a punto de correrse. Norma lo pajeaba con sus tetas, machacándosela entre aquellas hermosas ubres, mientras su madre esperaba al momento oportuno para adelantarse y recibir la corrida del mulato en su rostro, no fuera que aquel desgraciado quisiese vaciarse en la boca de su hija o incluso en su coño.

-¡Jefe, me voy a correr!

-¡Yo tampoco aguantaré mucho, joder! ¡Hazlo en la boca de la niña, hay que alimentarla!

-¡No, por favor! -gritó la madre.

-Tranquila, cerdita, no creo que tu hija se vaya a atragantar por un poco de lefa. A saber cuantas veces le han vaciado los huevos en la garganta sus rolletes del instituto.

-¿A la hija, entonces? -quiso confirmar el mulato.

-¡Sí, joder! ¿No me has oído?

Mientras, Paula meneaba su trasero en círculos, ordeñando literalmente con su ojete la polla del macho que la montaba, quien había empezado a correrse como un animal.

-¡¡¡¡OOOOOOOOOH!!!! ¡Dios, Paula, DIOOOOS! ¡Así, joderrrrrrr!

Casi a la par, la pobre Norma recibía en su boca de mamona de dieciocho años la corrida abundante de su maromo. Nada más tragarla, su madre se dispuso a limpiar el miembro de aquel gorila, intentando evitar así una última injesta de lefa a su pequeña. Por su parte, el jefe retiraba el miembro todavía erecto del culo de Paula, quien a una señal se arrodillaba a darle un buen repaso a aquella polla hasta dejarla absolutamente impecable.

-Bueno, bueno, bueno. Álvarez, qué bocas tienen tus muchachas. Y esta en concreto... uf, menudo culo. La verdad, Paulita, tienes un ojete que engancha y sabes cómo moverlo. Estoy deseando que tu padre no pueda reunir la pasta para volver a follármelo.

-¿Me dará entonces un plazo mayor?

-Sí, Álvarez, por supuesto. ¿Acaso somos unos monstruos? Mañana sobre las cinco nos pasamos de nuevo.

-¿Mañana?

-¿Te va mal, Álvarez, acaso tienes planes?

-No, es decir, lo que sucede es que...

-Que igual no tienes todo el dinero.

-Eso es.

-Por eso no te preocupes, que si estas tres putitas se muestran así de serviciales podrás tener otra nueva prórroga -se carcajeó a pleno pulmón.

-Está bien.

-¿Está bien?

-Perdón, quería decir gracias, señor.

-De acuerdo. Ahora, chicas, toca despedirse. Me gustaría que supieseis hacerlo como merece un hombre tan comprensivo como yo lo he sido con vuestro padre.

Al oír aquello, Paula se acercó a aquel hombre y, cuando llegó a su altura, se arrodilló ante él nuevamente.

-Le agradezco que haya permitido que mi padre conserve sus cojones, y como muestra de agradecimiento le ofrezco estos pantalones de guarra calientapollas que hoy llevaba puestos.

-Joder, Paula... -bajó la voz, y acercó los labios al oído de la muchacha-. Sabes cómo enloquecer a un hombre -le susurró-, si algún día necesitas algo no dudes en contactarme. En fin -dijo de nuevo en voz alta y mirando a Álvarez, con los pantalones de su hija en la mano-, mañana nos vemos. Te convendría reunir la pasta.

¿Continuará? De vuestros votos y comentarios depende.

Gracias por leerme.