Alumnos precoces

Desde el primer día me llamaron la atención varios y varias estudiantes, pues eran sumamente atractivos...

Alumnos precoces

Recién había egresado de la Universidad y me había encontrado formando parte de las estadísticas del desempleo, por lo que decidí aprovechar una oportunidad que se me presentó para dar clases de Física en una preparatoria particular. La docencia no me desagradaba y era una forma de mantenerme activo mientras encontraba un trabajo de tiempo completo.

Desde el primer día me llamaron la atención varios y varias estudiantes, pues eran sumamente atractivos. Poco a poco los fui conociendo y la mayoría me cayeron bastante bien, aunque con algunos tropiezos principalmente por los sistemas de calificación con el tiempo me tomaron confianza. El jefe de grupo se llamaba Isaac, era un chico alto, delgado, practicaba natación y se notaba en su complexión, él y su novia Ariadna, una chica rubia, flaquita, pero con un trasero redondito y bien paradito, fueron quienes me tomaron mayor confianza desde el inicio.

A principios de marzo de ese año, hubo una oleada de calor que era casi insoportable. Pero a la vez, generó un cambio radical en la vestimenta que usaban mis alumnos, ya que camisetas, shorts, bermudas eran las prendas mas usadas, y no faltaba alguna chica con minifalda, lo cual me agradaba bastante. No sé si fueron esas condiciones o el trato que ya tenía con mi grupo lo que me hizo notar el incremento de las relaciones que existían entre los miembros del grupo. Muchas ocasiones al llegar al salón descubrí a varias parejitas besándose y acariciándose más allá de lo permitido. Obviamente, les llamaba la atención pero sin exagerar, ya que los comprendía y por dentro me excitaba esa situación. Me excitaba ver el bulto que se les formaba al frente a algunos de los chicos y la manera en que trataban de disimular cuando me veían entrar. Y ni que decir de las chicas que se acomodaban la ropa interior a toda velocidad al sentirse descubiertas.

El último viernes, antes de salir a vacaciones de semana santa, organizaron una comida del grupo y me invitaron, pero me hicieron la observación de que sería también para celebrar el cumpleaños 18 de Ricardo y que en su casa tenía piscina, así que si quería podía llevar traje de baño. Ricardo era un chico que en lo personal consideraba el más atractivo del salón, era como de mi estatura y aunque tenía novia, había escuchado algunos comentarios sobre él, en los que se decía que era todo un semental no sólo con las chicas sino también con los chicos.

En fin, llegó el día de la comida y acudí a la cita para convivir con todos mis alumnos y también imaginando como lucirían algunos de ellos en traje de baño. Al llegar a la casa esperaba que hubiera algunos maestros y los padres de Ricardo, pero me encontré con que sólo habían llegado mis alumnos y ningún maestro.

  • Hola profe, sabíamos que no nos fallaría – me dijo Dulce mientras abría la puerta y dejaba a la vista su escultural cuerpo apenas cubierto por un bikini blanco.

  • Pues aquí estoy… ¿y los demás maestros? – pregunté mientras caminaba por el interior de la casa hacia el patio, buscando algún colega conocido.

  • Jajaja como cree que íbamos a invitar a los maestros… si se trata de pasarla bien – me contestó Ricardo, quien iba bajando por la escalera.

  • Ah… entonces… ¿cómo es que me invitaron a mi? – le respondí mientras admiraba el atlético cuerpo de Ricardo cubierto sólo por un pequeño y ceñido short rojo con vivos blancos a los costados.

  • Uy profe, pues usted no es como los otros… se parece más a nosotros – me respondió mientras salíamos al patio.

Al mirar hacia fuera casi pierdo el aliento. Ahí estaban casi todos mis alumnos en traje de baño. Todas las chicas usaban bikini, sin excepción, incluso dos que estaban un poco “llenitas” y debo admitir que sus traseros redondos lucían bastante bien en esos minúsculos calzoncitos, pero había un grupito de cuatro chicas que llamaron mi atención debido a que usaban los bikinis más pequeños que yo había visto y cuyos calzoncitos desaparecían entre sus nalguitas. Y de los chicos, que les puedo decir, la mayoría usaban traje de baño tipo pantaloneta, pero había algunos que usaban trajes de baño pequeñitos tipo bikini o minishort. Era como estar en el paraíso, pero Yo debía guardar la compostura aunque mi pene comenzaba a dar señales de vida.

  • ¿Quiere una cerveza, profe? – me ofreció Carlos, un chico moreno que en clase era sumamente reservado pero aquí se veía muy sociable, además de ser uno de los que usaban bikini y que lo lucían perfectamente, esa pequeña prenda de cuadros negros y blancos marcaba a la perfección la curvatura de sus nalguitas y ese paquete al frente que llamaba la atención de las chicas cuando lo veían pasar junto a ellas.

  • Sí, es lo mejor para este calorcito que hace – respondí mientras recibía la cerveza y admiraba su abdomen plano, bueno con las marcas de los músculos abdominales.

  • Sí, eso y un buen chapuzón en el agua… ¿Por qué no se pone su traje de baño? – preguntó alguien detrás de mi.

Al girarme para ver de quien se trataba me encontré con Isaac que acababa de llegar acompañado de su novia.

  • Pues es que no pensé que fuera en serio lo de la piscina, pero veo que me equivoqué… además Tú tampoco traes tu traje de baño – le respondí.

  • Claro que sí lo traigo, mire – me dijo mientras sacaba de la bolsa de sus pantalones una tanga azul cielo - ¡Oops! Me equivoqué, creo que este es el tuyo – dijo sonriendo mientras extendía la tanguita frente a Ariadna.

  • Dámela, me voy a cambiar – le respondió Ariadna arrebatándole la prenda un poco sonrojada.

  • Bueno yo también me voy a cambiar ¿y usted profe? ¿de verdad no trajo traje? – me dijo Isaac en tono dubitativo.

  • No, de verdad pensé que era broma – respondí.

  • Espéreme profe, ahorita le resolvemos su problema – dijo Isaac y se metió a la casa.

Yo me quedé charlando con algunos alumnos mientras me deleitaba la vista viendo esos cuerpos semidesnudos paseando frente a mi. Ya se habían formado algunas parejitas que se abrazaban y besaban alrededor de la piscina. En algunos chicos la excitación se hacía evidente. En particular me llamaba la atención Roberto, un chico al que se le dificultaba la materia, estaba un poco aislado mirando a sus compañeras al igual que Yo. Usaba un diminuto shortcito de lickra color guinda, era sumamente delgado aunque de brazos fuertes y abdomen marcadito, pero su estatura era sobresaliente y quizás eso hacía que el shortcito luciera más pequeño, y sobretodo era notorio que tenía una erección que se perfilaba perfectamente bajo la tela. De pronto volteó y notó que lo miraba, me sonrió y se dirigió hacia mi.

  • Hola profe ¿admirando el paisaje? – me preguntó Roberto dirigiendo su mirada a la piscina.

  • Sí, jejeje… se ve lindo el paisaje… - le respondí echando una rápida mirada al bulto que ya era más notorio.

  • Sí, el verde es vida… y Yo quiero vivir jajaja – sonrió haciendo referencia a Paola, una hermosa chica morenita de cabello rizado que usaba un bikini verde floreado.

  • Heyyy profe, ya le solucionamos su problema… venga para acá – no interrumpió Isaac desde la ventana del primer piso, haciéndome señas para que subiera.

Me disculpé con Roberto, no sin antes animarlo a que se acercara a la chica que le llamaba la atención.

Al subir a la habitación me encontré a Isaac ya vestido con su traje de baño, un bikini color naranja con un número “10” en la parte trasera, realzando sus vigorosas nalgas que parecían llenar a la perfección esa prenda.

  • Mire profe, Ricardo es mas o menos de su talla, así que seguro alguno de estos shorts que tiene le pueden quedar o si quiere este bikini, pero lo veo un poco chico ¿cómo ve? ¿se anima? – me preguntó mientras me mostraba los tres shorts y un bikini blanco excesivamente pequeño.

  • Yo creo que este está bien – le respondí seleccionando el short que vi mas largo.

  • No profe, mejor este que es amarillo le quedaría mejor – me sugirió mientras me daba un shortcito amarillo con vivos en color verde y que era el más cortito.

Por un momento dudé pero al asomarme por la ventana y ver a la mayoría luciendo tan sexys pues me animé a ponérmelo ante la mirada de Isaac, que no hizo el menor intento por salir de la habitación mientras me cambiaba y en varios momentos pude sentir su mirada mientras me despojaba de la ropa.

  • Órale profe, están chidos sus calzones – me dijo al verme sólo con los calzoncillos tipo slip que traía puestos.

  • Gracias… tu bikini se ve bien también… - le respondí y procedí a quitarme los calzones sin que Isaac me quitara la vista de encima, cosa que me hizo pensar que eso era precisamente lo que él quería ver, así que antes de ponerme el traje de baño me quedé unos instantes completamente desnudo delante de él extendiendo el shortcito y preguntando - ¿no crees que está muy chiquito?

  • No profe, seguro le queda bien… ande apúrese para bajar a la fiesta – me respondió y yo finalmente me puse el shortcito para bajar y reunirnos con el resto del grupo.

  • ¿¿¿¡¡¡Profe!!!??? Mmmmm ¿a qué hora sale por el pan? – exclamó Perla, una de las chicas más aplicadas de la clase al verme sólo con el shortcito y añadió dirigiéndose al chico que la acompañaba – a ver “Chiquilín” deberías ponerte un shortcito como el del “Profe”.

  • No, en ese shortcito no cabe esto, ¿verdad “Profe”? – y me sonrió apretándose el paquete que se le formaba al frente de la bermuda.

Yo sólo le sonreí y me uní a los que estaban en la piscina. La música y algunos juegos en la piscina hicieron que se animara la fiesta. Yo me sentía realmente a gusto, y aunque había cerveza todos estaban muy tranquilos, sin embargo, era evidente que algunas de las chicas estaban “más contentas”, como era el caso de Leticia que bailaba entre Enrique y José, dejando que estos le palmearan las deliciosas nalgas apenas cubiertas por un calzoncito tipo camuflaje, o Laura una chica bastante introvertida normalmente pero que estaba en la orilla de la piscina sobándole el paquete a su novio Marco por encima de la bermuda y animándolo a que le correspondiera de la misma manera mientras se besaban, pero él se veía un poco inseguro a la hora de posar sus dedos sobre el minúsculo calzoncito rosa que ella usaba.

  • Todos, vengan, ya vamos a partir el pastel – gritó Isaac para que nos acercáramos a la mesa donde habían colocado el pastel de Ricardo.

Todos nos pusimos alrededor y hasta las mañanitas le cantamos. Entonces vinieron los abrazos y uno por uno fuimos desfilando para felicitarlo, él gustoso recibía los abrazos y con algunas chicas aprovechaba cuando le sacaban la foto para posar sus manos sobre sus nalguitas. Cuando me tocó a mi, le dí su abrazo y me sujetó de la cadera para acercarme a él y sacarme la foto diciendo - ¡Hágase pa´ca profe! No tenga miedo, que no me lo voy a comer… por a hora jejeje.

La fiesta continuó y al caer la noche algunos de mis alumnos se comenzaron a retirar, y yo decidí que era tiempo de retirarme, así que subí a la recámara donde había dejado mi ropa. Al llegar a la puerta escuché algunas voces y gemidos que provenían del interior del cuarto y abrí un poco la puerta para ver de quien se trataba. Me llevé tremenda sorpresa al ver a Leticia completamente desnuda sobre la cama mamando la verga de Enrique, el ángulo me permitía apreciar sus nalguitas blancas, alcanzaba a a distinguir su culito y la rajita.

Entonces se escuchó otra voz y salió José del baño, completamente desnudo y con el pene en plena erección diciendo – miren, encontré vaselina y creo que nos puede ayudar – se acomodó detrás de Leticia y comenzó a untarle vaselina entre las nalgas a la chica y sin pensarlo mucho comenzó a penetrarla.

  • Ayyy… Pepe… por ahí nooooo… - gimió Leticia haciendo evidente que José le estaba metiendo la verga por el culo mientras Enrique le volvía a meter la verga por la boca.

No podía creer lo que estaba viendo, Leticia era una de las chicas mejor portadas en la clase y estaba cogiendo rico con aquellos dos chicos. Y José, ese chico que era tan tímido en la escuela, lucía tan sexy desnudo, tensando sus nalgas mientras se cogía a su compañera. Quizás de Enrique no me sorprendía, porque ya lo había sorprendido un par de veces en el salón metiéndole mano a dos de sus compañeras, pero aún así, verlo tendido boca arriba en la cama con su vergota recibiendo las caricias de Leticia era algo poco común. Sentía que el pequeño shortcito que traía puesto me quedaba aún mas ajustado y la razón era que estaba sumamente excitado. Miraba a esos tres alumnos y no podía evitar acariciarme la verga por encima del bañador. Por eso decidí retirarme sin hacer el menor ruido y esperar a que terminaran para poder entrar por mi ropa.

  • ¿Cómo ve a esas dos “Profe”? – me preguntó Roberto que estaba sentado en el jardín mirando a dos de sus compañeras que estaban acostadas a la orilla de la piscina.

  • Pues las veo un poco “tomadas”… creo que tomaron mucha cerveza ¿no? – le dije sabiendo de antemano que no se refería a eso.

  • No “Profe”, me refiero a que se ven ricas, sobretodo Paola, mire que ricas tetitas, la cinturita, esas piernas, luce tan sexy con ese bikini, mire nada mas como me tiene de sólo verla – me dijo apretándose el tremendo paquetote al frente de su shortcito.

  • ¿Y a poco no le has hablado? – le pregunté viendo que el chico estaba realmente embelezado mirando a Paola.

  • No, para nada, ni caso me ha hecho – respondió sin dejar de mirarla, pero Yo me percaté que ella de cuando en cuando volteaba hacia donde estábamos.

  • Ven, vamos a sacarlas a bailar, sirve que se les baja un poco la borrachera y platicas con ella – le dije jalándolo del brazo y notando nuevamente lo atractivo que era ese chico, tan alto y ese abdomen marcadito que me encantaba y ese tremendo paquetote que se le marcaba al frente de su shortcito. Hasta celoso de Paola me sentí por ser ella quien lo atraía.

  • Hola Bety… Paola… ¿cómo se sienten? ¿no quieren bailar un poco? – les pregunté esperando que respondieran afirmativamente.

  • Sí, yo sí quiero – respondió Paola poniéndose de inmediato de pie.

  • La música ya está dentro de la casa, que te parece si te adelantas con Roberto mientras convenzo a Bety – le sugerí a Paola quien aceptó y se fue con Roberto hacia el interior de la casa.

  • Ay Profe, ahora hasta de cupido la anda haciendo – me dijo Bety mientras se ponía de pie.

  • ¿¿¿Yoo??? ¿Por qué lo dices? – le dije sonriendo mientras admiraba a Bety, realmente tenía una figura agradable, su piel morena contrastaba con el color amarillo de su bikini, tenía un poco de “pancita” pero lucía muy sexy.

  • No se haga… Ese Roberto es un “pentonto”, mi amiguita le echó el ojo desde que lo vió en traje de baño y el bobo no entendió ni una de sus insinuaciones… pero dígame ¿vamos a bailar o no? – me interrogó colocando sus manos sobre mis hombros haciendo que se me erizara la piel al sentir la cercanía de ese cuerpo cálido.

  • Claro, vamos adentro – le respondí tomándola por la cintura pero encontré cierta resistencia.

  • No, mejor nos quedamos aquí, está mas fresco y yo tengo mucho calor ¿usted no? – me respondió acercando su cuerpo al mío, haciéndome sentir sus firmes senos contra mi pecho.

  • Pues sí, el calor es insoportable – le dije tratando de separarme un poco.

  • Parece que me tiene miedo, “Profe”… acérquese para bailar un poquito… coloque sus manos justo aqui – me dijo ella sujetándome por la cintura para atraerme hacia ella y enseguida guió mis manos hasta sus firmes y redondas nalguitas.

  • Bailas muy bien – le dije tratando de distraerme mientras sentía como repegaba su cuerpo al mío haciendo que mi excitación aumentara y haciendo que mi pene amenazara con escaparse por el elástico de la cintura del shortcito que usaba.

  • Está sudando mucho “Profe”… mejor vamos a refrescarnos en la piscina – y sin avisar me empujó hacia la piscina y enseguida se lanzó ella.

  • Malvada… vas a ver… - le dije y nadé hacia ella, quien reía por la broma al tiempo que escapaba de mi nadando.

  • Me rindo, me rindo jajaja… ¿qué me va a hacer? – me dijo al sentirse atrapada.

  • No lo sé, creo que te mereces unas nalgadas por ser una niña tan traviesa – le dije sabiendo que acababa de iniciar un juego muy peligroso, pues ella era mi alumna.

  • ¿Y usted me las va a dar? – me preguntó dándome la espalda y acomodándose en la orilla de la piscina, exhibiendo su hermoso trasero moreno apenas cubierto por el pequeño calzoncito amarillo.

  • No, te voy a acusar con tu mamá para que ella te las dé… mejor vamos a meternos – le dije en un momento de lucidez y tratando de evitar cualquier problema a futuro.

  • Profe, no quiero meterme, quiero que me dé esto – me dijo apretándome la verga por encima del shortcito sin la menor pena y añadió – me gusta el sexo anal y espero que a usted también le guste.

Su mirada profunda me tenía hipnotizado y no opuse la menor resistencia cuando ella me guió hacia la orilla de la piscina y con gran habilidad me despojó del shortcito para apoderarse de mi verga con sus labios. Era un exquisito placer sentir como me mamaba la verga, como la recorría con la lengua y la metía en su boca. Entonces decidí actuar, le pedí que se colocara sobre mi para hacer un “69”. Ni siquiera le quité el calzoncito, sólo lo hice a un lado para descubrir su rajita depilada, la admiré por unos instantes y comencé a lamerla, recorrí con la lengua los bordes mientras clavaba mi dedo pulgar en el agujerito de arriba, sí, en su culito el cual estaba bien apretadito. Ella gimió un poco pero siguió mamándome la verga. Enseguida comenzó a menear sus nalguitas respondiendo a las caricias de mi lengua y de mi dedo, así que no pude evitar palmearle las nalgas con la otra mano.

  • ¡Ay! “Profe”… que brusco… mmm… - gimió ella y me dijo señalando su coñito – sabe algo, soy virgencita de aquí y quiero seguir siendo virgen, pero dicen que mi culito es delicioso.

A esas alturas yo estaba tan excitado que no razonaba muy bien las cosas, así que le saqué el calzoncito y la coloqué “en cuatro” para tener acceso a sus nalguitas y sobretodo a ese culito que tan gentilmente me estaba ofreciendo. Ella instintivamente separó lo más que pudo sus piernas y con una mano tiró de una de sus nalguitas para ofrecerme su agujerito. No lo dudé mucho, sólo me acerqué y coloqué la cabeza de mi verga contra su culito y empujé. Contrario a lo que podría haber imaginado, mi pene comenzó a deslizarse entre sus nalguitas con gran facilidad. Me encantaba lo apretadita que estaba, así que la afiancé por la cintura y comencé a cogérmela a un ritmo semilento, disfrutando los apretones que me daba con sus nalgas en cada embestida. Ella gemía ligeramente pero el meneo de su trasero y la manera en que lo impulsaba hacia atrás buscando más verga eran signo inequívoco de que lo estaba disfrutando. Poco a poco fui acelerando el ritmo de mis embestidas mientras le palmeaba las nalgas hasta que no pude evitarlo y comencé a venirme en su interior. Ella arqueó su cuerpo al sentir como bañaba su culito y yo la abracé, apoderándome de sus tetitas suaves y firmes.

  • Ah “Profe”… que cogida me dio… venga – me dijo ella jalándome hacia la piscina donde nos besamos y abrazamos durante unos minutos.

  • Bety, no sabes cuanto he disfrutado lo que acabamos de hacer, sé que no debí hacerlo pero no me arrepiento – le confesé.

  • No se preocupe “Profe”, yo no voy a contarle a nadie, así que si usted tampoco lo cuenta será nuestro secreto, ahora páseme mi bikini y póngase su shortcito porque ya casi es hora de que pasen por mi – me ordenó ella y ambos nos pusimos las prendas para meternos a la casa.

Adentro, seguía la fiesta aunque ya eran menos los que quedaban, la mayoría ya se había retirado. Justo acabábamos de secarnos cuando llamaron a la puerta. Al abrir me encontré con una mujer escultural, vestía una blusa de licra color amarillo y un short verde, sus senos se erguían retadores amenazando con escapar por el amplio escote, la cintura estrecha y el abdomen plano hacían resaltar su trasero.

  • Hola, soy la mamá de Bety – me saludó y de inmediato reaccioné, tenía muchas facciones de la chica que me acababa de coger.

  • Hola, mucho gusto, yo soy profesor de Bety – la saludé y la invité a pasar.

  • Gracias, pero voy un poco retrasada, sólo le podría decir a Bety que ya nos vamos – me solicitó.

  • Claro, hey… Ricardo… dile a Bety que su mamá ya está aquí – le dije a Ricardo aprovechando que se había acercado para ver quien era.

  • ¿Y qué tal estuvo la fiesta? – me interrogó la señora y pude sentir su mirada recorriéndome de arriba abajo, y fue hasta ese momento que recordé que sólo vestía el pequeño traje de baño.

  • Estuvo muy bien, los chicos se divirtieron bastante y con este calor la piscina ayudó a refrescarnos – le respondí para justificar mi atuendo y añadí - ¿de verdad no quiere pasar a esperar a Bety?

  • No, gracias… mire ya viene – respondió ella mientras miraba hacia Bety que se dirigía hacia nosotros.

  • Mamá… ¿ya te estás ligando a mi profesor de Física? – le reclamó Bety y añadió en tono de regaño – ¿no encontraste una blusa mas escotada?

  • Así que usted es el famoso profesor de Física – me dijo la señora – me lo imaginaba más grande, como de mi edad... Bety habla mucho de usted, ojalá pueda venir a la casa a comer un día de estos.

  • ¿Famoso? ¿pues qué les has dicho a tus padres? – le pregunté a Bety.

  • Nada “Profe”, sólo que es el único maestro buena onda, pero ya nos tenemos que ir, ¿verdad, mamá? – respondió un poco apresurada.

  • Bueno, pues nos vamos y no olvide la invitación – se despidió la señora que era jalada por Bety. Al verlas de espaldas no pude evitar imaginar ese redondo trasero de la madre en la misma posición que momentos antes tuve al de su hija, esa idea hacía que mi pene comenzara a erguirse nuevamente.

Decidí que era hora de marcharme y volví a subir por mi ropa, pero al subir ví que Carlos estaba ligeramente inclinado mirando hacia el interior de la habitación por la puerta entreabierta. La posición en la que se encontraba me permitía admirar sus nalgas apenas cubiertas por el bañador. Hice un poco de ruido para que se percatara de mi presencia y reaccionó incorporándose de inmediato. Sonrió y me hizo señas de que me acercara en silencio.

Me asomé y nuevamente fui sorprendido por lo que ví. En la cama, tendido boca arriba estaba Isaac y su novia le mamaba con avidez la verga. Después de lo ocurrido hasta ese momento eso hubiera sido normal, pero lo que me sorprendía era que detrás de las nalgas de Ariadna estaba otra chica lamiéndole el culito y la rajita, no le veía la cara pero era la única chica que usaba bikini blanco, sí era Dulce quien se agazajaba con las nalguitas de la novia de Isaac.

Carlos ya tenía la verga fuera del bikini y realmente lucía vigorosa mientras la apretaba entre sus manos. Sentí deseos de liberar mi verga y acompañarlo en la masturbación, pero él volvió a hacerme señas para que lo siguiera en silencio. Avanzamos unos pasos y me indicó que me asomara en la siguiente puerta. Una pareja estaba en plena acción, desde la puerta se podía ver a la perfección un exquisito par de nalgas vigorosas que subían y bajaban una y otra vez, devorando una verga enorme. Sí, era un chico que estaba montado sobre otro, metiéndose la verga entre las nalgas con gran deleite. No podía distinguir quiénes eran, pero decidí que lo mejor era bajar y esperar a que terminaran para poder cambiarme. Así que Carlos y yo bajamos haciendo el menor ruido posible.

  • ¿Qué pasó “Profe”? ¿Por qué tan calladitos? – me interrogó Ricardo.

  • Es que no quisimos interrumpir – le respondí señalando hacia arriba.

  • ¿Siguen cogiendo? – me preguntó con naturalidad.

  • Sí, ya me iba a cambiar pero están ocupando la habitación donde dejé mi ropa – le respondí.

  • ¡Órale! ¿A poco ya se quiere ir? Si ya va a comenzar lo bueno – respondió Ricardo y añadió - ¿quiénes están cogiendo?

  • Pues en la primera están Isaac, Ariadna y Dulce… y en la otra no los reconcí – le respondí a Ricardo quien miró a todos los que estaban en la sala tratando de ver quien faltaba.

  • Creo que uno era el “Chiquilín”… pero al otro no lo reconocí – dijo Carlos.

  • ¿Al otro? Ese “Chiquilín” no perdona… jajaja – se rió Ricardo y se dirigió a la sala donde estaban los últimos alumnos así que lo seguimos para esperar a que bajaran los demás, para subir a cambiarnos.

  • Ya sólo quedábamos Perla, Paola, Roberto, Marco, Ricardo y Yo. Aparentemente Paola y Roberto habían congeniado bastante bien, estaban platicando animadamente sin hacerle caso a los demás. En cambio Perla se notaba un poco molesta, aunque no dejaba de verse sumamente atractiva con su bikini rojo.

  • ¿Qué te pasa? – le pregunté a Perla sentándome a su lado.

  • Nada, sólo que ya me aburrí de esperar a mi novio – me respondió mirándome a los ojos.

  • ¿Al “Chiquilín”? – le pregunté mientras la tomaba de la mano y la invitaba a bailar una rola tranquilita.

  • Sí, somos novios hace poco… y apenas hoy me enteré de sus “otros gustos” – me dijo con cierta molestia.

  • ¿A qué te refieres con “otros gustos”? – le pregunté imaginando a lo que se refería.

  • Pues a que Yo debería estar arriba con él disfrutando de su “cosota” y no Pepe – me respondió con cierta resignación y dando un paso atrás me preguntó mientras se palmeaba las nalguitas - ¿a ver “Profe”, no estoy mejor Yo que el pinche Pepe?

  • Esa pregunta ni se pregunta, ¿o no, “Profe”? – respondió Carlos abrazándola por detrás.

  • Hey… ¿qué pasó? ¿por qué le andas metiendo mano a mi vieja? – se escuchó una voz proveniente de las escaleras. Era el “Chiquilín” quien ya se había cambiado.

  • ¿Ya me puedo subir a cambiar? – le preguntó Perla a su novio.

  • Sí, apresúrate porque ya es tarde – le dijo palmeándole las nalgas.

  • No manches, wey, ¿como preferiste cogerte al Pepe en lugar de esas nalguitas? – le dijo Carlos mirando el meneo de cadera de Perla al subir las escaleras.

  • Pues neta el culito de ese wey está bien apretadito… pero sólo fue para probarlo… Perla es la dueña de estos treinta centímetros – respondió el “Chiquilín” apretándose el paquete.

Escuchar ese comentario me excitó sobremanera. No sabía si era cierto que tuviera una verga de ese tamaño, pero de algo estaba seguro, ese chico se acababa de coger a otro chico y una gran cantidad de recuerdos llegaron a mi mente. Y me preguntaba si Yo era un exagerado al sorprenderme con lo que había visto ese día, siendo que aparentemente todos mis alumnos parecían más abiertos en lo referente al sexo. Esas ideas giraban en mi mente cuando bajó Isaac con las dos chicas ya vestidos.

  • ¿Qué pasó? ¿Ya se terminó la fiesta? – preguntó Isaac con una sonrisa que denotaba lo satisfecho que estaba.

  • ¿Y quién me va a ayudar a recoger las cosas? – preguntó Ricardo dirigiéndose a todos.

  • Pues ya es tarde y voy a llevar a Dulce y Ariadna a sus casas – respondió de inmediato Isaac para deshacerse del posible compromiso.

  • Yo también tengo que llevar a Perla a su casa, ya es bien tarde y seguro nos va a tocar regaño – dijo el “Chiquilín” pero añadió – que te ayude Pepe, lo dejé bien cogido y seguro te va a pedir asilo, así que te puede echar la mano.

  • Si quieres Yo te ayudo – me ofrecí al ver que nadie quería ayudarle a Ricardo.

  • Como cree, “Profe”… - me respondió haciendo una pausa pero al ver todo lo que había que arreglar añadió – le acepto la ayuda por esta ocasión.

  • Yo también les ayudo – se ofreció Carlos justo en el momento que bajó Perla.

Todos se despidieron. Carlos, Ricardo y Yo comenzamos a acomodar las cosas y a levantar la basura. Al poco rato bajó José y comenzó a ayudarnos. Entre todos terminamos en poco tiempo, pero aún así ya era muy tarde. Por lo que Ricardo nos invitó a quedarnos. Sacó una botella de tequila y comenzamos a charlar sobre la fiesta.

  • Y a todo esto  ¿cómo se la pasó, “Profe”? – me preguntó Ricardo.

  • Bien, la verdad no pensé que fuera a pasármela tan bien – le respondí.

  • ¿Y que opina de lo que vió allá arriba? – me preguntó Carlos.

  • Pues nada, creo que no imaginé que fueran tan liberales – respondí con sinceridad.

  • Y Tú que onda Pepe, como es que te metiste con el “Chiquilín” – le preguntó Carlos.

  • Ni Yo lo sé… ¿ya vieron la pinche vergota que se carga? – respondió José haciendo señas con las manos indicando las dimensiones del miembro que le habían clavado.

  • Sí, ese wey calza bien grande, y le encanta coger por “Detroit”… la pobre Perla me contó que ya se la ha querido meter en su culito varias veces pero que no se la ha aguantado… y Dulce, ella terminó con él por lo mismo… - explicó Carlos.

  • Eso es cierto, yo lo conozco desde la secundaria y siempre terminaba por cogerse a algún machín porque las viejas no se la aguantan por detrás – añadió Ricardo.

  • Pues la neta coge bien rico, yo si me aventaba otro “round” con él – afirmó José con una sonrisa de oreja a oreja.

  • Y usted “Profe” ¿si se cogió a la vieja “santurrona”? – me interrogó Carlos.

  • ¿Yo? ¿A quién? – pregunté sin saber a quién se referían.

  • No se haga “Profe” que todos nos dimos cuenta que se quedó solito con Bety en la piscina – añadió Ricardo.

  • No, para nada, nos quedamos bailando afuera que estaba mas fresco – respondí lo más sereno que pude.

  • Esa vieja es bien cachonda pero no afloja – añadió José – y miren que tiene las nalgas bien ricas, ¿o no “Profe”?

  • Pues sí, su compañera es muy atractiva – respondí recordando los intensos momentos de placer que me había brindado.

  • ¿Y ustedes dos? ¿A poco se portaron muy bien? – les pregunté a Carlos y a Ricardo.

  • Pues mire como la tengo, “Profe”… se quedó lista para la acción pero me voy a tener que hacer una “chaqueta” para dormir tranquilo – respondió Carlos poniéndose de pié y apretándose el bulto que se formaba al frente del pequeño traje de baño. Fijé mi mirada en ese bulto que marcaban a la perfección los cuadritos negros y blancos perfilando su verga en plena erección. Pero no sólo Yo había fijado mi atención en ese punto, José, quien se encontraba a su lado y con el rostro a pocos centímetros de aquel paquetote, lo miraba con deleite, por lo que me animé a comentar:

  • Pues se ve que Pepe te haría el favor con gusto – sonreí.

  • ¿A poco sí? – interrogó Carlos mirando a José y acercándole el paquete a su rostro.

  • Pues si te animas te espero arriba – le respondió José acariciándole el paquete ligeramente y dirigiéndose a las escaleras.

  • Bueno, pues de todo hay que probar ¿no? – respondió Carlos sonriendo y siguió a José.

  • Pinche Pepe, es bien cogelón con las viejas pero le encanta la verga – sonrió Ricardo siguiendo con la mirada a la pareja.

  • ¿Y Tú? No me respondiste – volví a interrogar a Ricardo.

  • Pues nada “Profe”, no tuve acción… y no porque no quisiera… - me respondió y añadió – será mejor que nos vayamos a dormir.

  • Sí, ya es muy tarde, ¿en dónde me puedo quedar? – le pregunté.

  • Pues Pepe y Carlos se van a quedar en una habitación, usted puede quedarse en la otra y yo me quedo aquí en el sillón – me sugirió.

  • No, cómo crees, Yo me quedo aquí en el sillón – le respondí apenado.

  • No “Profe”, usted es mi invitado, venga, le digo donde están las cosas – me ordenó y se dirigió a la planta alta.

Yo lo seguí admirando ese hermoso cuerpo atlético apenas cubierto por el shortcito rojo y que me parecía sumamente sexy. Pasamos por la primera habitación y la puerta estaba cerrada pero algunos gemidos provenían del interior haciendo evidente que Carlos y José estaban disfrutando de los placeres carnales.

  • Mire “Profe” aquí esta el baño y la cama es bastante amplia, si quiere mas cobijas aquí hay – me indicó al entrar a la habitación desocupada y nuestras miradas se cruzaron por unos breves instantes. Me sentí extraño, hacía mucho que no sentía atracción por otro chico, pero Ricardo me había vuelto a despertar ese deseo. Tal vez la bebida, lo que había vivido y visto ese día me hizo dar el siguiente paso. Caminé hacia él y sin dudarlo lo besé. El contacto con sus labios me hizo vibrar, lo abracé y sentí su reacción, sus manos se posaron en mis nalgas y me atrajeron hacia él para restregar su paquete contra el mío. Fueron unos breves instantes pero que me parecieron una eternidad. De repente, él se separó de mi y se dirigió a la puerta. Pensé que me había equivocado y quise disculparme pero al voltear vi que él cerraba la puerta y me dirigía una mirada llena de lujuria mientras se despojaba de su shortcito.

  • Wow – exclamé al verlo completamente desnudo con su verga en completa erección apuntando hacia mi.

  • ¿Le gusta lo que ve, “Profe”? – me preguntó sonriendo y blandiendo su verga mientras se acercaba a mi para besarme.

Sus manos se movían con gran habilidad recorriendo mi cuerpo de arriba abajo. Pronto mi shortcito desapareció y me verga se restregaba contra la suya. Entonces se acostó en la cama boca arriba ofreciéndome su verga. Yo no me hice del rogar, de inmediato me acomodé sobre él para deleitarme con ese delicioso caramelo. Él me acariciaba las nalgas mientras Yo recorría con mi lengua toda la extensión de su verga, me encantaba lamer sus cojones. De pronto sentí que me clavaba un dedo en el culo. Yo gemí y él lo clavó más. Me jaló por la cadera para que me colocara sobre él y poder disfrutar de mi verga como Yo disfrutaba de la suya al tiempo que sus dedos hurgaban en mi culito.

  • Órale “Profe”, tiene el culito bien apretadito… ¿a poco es virgencito? – me preguntó.

  • No, para nada… sólo que ahh… hace mucho que no me cogen – le respondí y me giré para quedar sobre él y volver a besarlo.

  • Voy por cremita para que resbale mejor – me dijo y se bajó de la cama para ir por un tarro de crema al baño. No tardó mucho y enseguida me ordenó – arrodíllese aquí en la orillita.

Yo lo obedecí sin dudarlo. Me coloqué en cuatro, justo como había colocado a Bety horas antes. Ricardo fue muy cuidadoso al untarme la crema. Me dedeaba con gran habilidad hasta que ambos sentimos que había llegado el momento. Sentí como colocaba la cabezota de su verga contra la entrada de mi ansioso culito. Lo apoyó con mucho cuidado y empujó ligeramente. Los pliegues de mi culito se distendieron para dar paso a ese robusto miembro que poco a poco se posicionaba como un conquistador victorioso y no pude evitar impulsar mis nalgas hacia atrás para devorar por completo aquel delicioso pene.

  • ¡Ah! ¡”Profe”! ¡Que culito mas sabroso! – exclamó Ricardo al sentirse dueño de mi estrecho agujerito.

Divino placer. Hacía tanto que no disfrutaba de esa sensación de sentirse poseído por un macho. Pero ahora nuevamente estaba ahí, con un vigoroso y joven semental que metía y sacaba su verga de mi culito con gran habilidad. Me palmeaba las nalgas vigorosamente mientras Yo meneaba mis nalguitas como hacía tiempo no lo hacía. De pronto se detuvo y pensé que había llegado el momento de recibir su leche en mis entrañas pero no fue así. Él se detuvo sólo para cambiar de posición. Me colocó boca arriba con un par de almohadas debajo de mi cadera y separando mis piernas en todo lo alto volvió a ensartarme. En esa posición sentía que me penetraba con mayor profundidad mientras nuestras miradas se encontraban. A continuación bajó una de mis piernas, dejando la otra sobre su hombro mientras una de sus manos se apoderaba de mi verga para masturbarme mientras me taladraba vigorosamente. No me pude contener por mucho tiempo y comencé a venirme. Él disfrutaba plenamente los apretones de mi culito mientras me venía y entonces le tocó a mi culito recibir su leche tibia y abundante. Giramos sobre la cama y quedamos abrazados sin decir palabra alguna hasta quedarnos dormidos.

Ya estaba avanzada la mañana cuando me desperté entre los brazos de Ricardo. No había sido un sueño. Realmente había pasado la noche con uno de mis alumnos. Podía sentir el cuerpo tibio de mi joven amante pegado a mi espalda, y mejor aún, sentía contra mis nalgas su enorme y vigoroso pene en completa erección. Su respiración apacible me indicaba que aún estaba dormido, pero esa erección matinal me generaba demasiada excitación. Así que aprovechando la posición, guié cuidadosamente aquel miembro hasta la entrada de mi culito y me relajé. Sentí como aquel botón de carne dura penetraba mi agujerito, dilatándolo y haciéndome sentir nuevamente ese delicioso placer. No me la metí por completo, pero fácilmente había sido media verga la que tenía alojada entre mis nalgas. Durante algunos minutos me quedé quieto, sintiendo como palpitaba en mis entrañas aquel delicioso caramelo. Entonces impulsé ligeramente mis nalgas hacia él, buscando clavármela aún más.

  • Mmmm… “Profe”… me encanta su culito… - susurró a mi oído Ricardo.

Yo volteé y mis labios encontraron los suyos. Gemí al sentir como empujaba por completo su verga en mis entrañas. Fue una cogida deliciosa, me la metía toda vigorosamente y la extraía lentamente hasta la cabezota para volver a empujarla. Y como horas antes mi excitación se reflejaba en mi verga y él me la acariciaba sin dejar de besarme. Me sentía en las nubes cuando nuevamente sentí como respingaba su verga en mi culito, bañándolo con su leche.

  • Órale “Profe”… imaginaba que le gustaba la verga pero la verdad nunca pensé que meneara las nalgas tan rico – me dijo mientras se separaba de mi.

  • Pues Tú coges riquísimo, hacía mucho que no gozaba tanto – le respondí admirándolo ahí de pie, desnudo junto a la cama mientras hacía algunos estiramientos.

  • Venga “Profe”, vamos a bañarnos – me invitó mientras se metía al baño.

No lo dudé ni un instante. De inmediato me levanté y lo seguí. Ambos estábamos desnudos bajo la regadera bañándonos y enjabonándonos mutuamente. Cuando le di la espalda, él comenzó a tallarla y fue bajando poco a poco hasta llegar a mis nalgas. Entonces dejó de hacerlo. Volteé y él estaba de rodillas frente a mis nalgas, acariciándolas y separándolas para clavar su lengua entre ellas. Hacía mucho que no me lamían el culo y ese chico era un experto con la lengua. Me hacía estremecer de placer y él lo sabía. No tuve que pedirlo, él se acomodó nuevamente de pie y me penetró con gran facilidad. Nuevamente me estaba cogiendo, ahora bajo el chorro de agua. Esta vez lo hacía con más fuerza, haciéndome sentir completamente suyo mientras sentía una nueva descarga de leche en mi culito. Quizás no fue tan abundante pero fue deliciosa.

  • Eres todo un semental – le comenté mientras salíamos de la ducha.

  • Pues ya sabe “Profe”, cuando quiera verga sólo pídala, póngase este bikini y vamos a nadar – me respondió dándome un minúsculo traje de baño color rosa mientras él se ponía uno semejante pero de color azul.

Pasamos por la habitación de Carlos y José pero aún estaban dormidos así que nos dirigimos a la piscina. Nadamos un rato y de cuando en cuando aprovechábamos para acariciarnos y besarnos. Platicamos de cosas sin importancia hasta que llegaron Carlos y José. Carlos traía puesto su trajecito de baño pero José ya estaba vestido.

  • Ya me tengo que ir, nos vemos regresando de vacaciones – nos dijo José despidiéndose de mi y de Ricardo.

  • Vale, pásatela rico – le dijo Ricardo.

  • Descansa, porque creo que Carlos no te dejó descansar anoche – le sugerí intentando obtener algo de información.

  • Lo haré “Profe”, este cabrón no paró de cogerme en toda la noche, entre él y el “Chiquilín” me dejaron el culo lleno de leche – respondió dándole un apretón al paquete de Carlos y añadió – ahora si me despido.

Ricardo lo acompañó hasta la puerta mientras Carlos se metía a la piscina conmigo.

  • ¿Y qué tal te la pasaste? – interrogué a Carlos.

  • Uy “Profe” si le contara, el pinche Pepe tiene un culito delicioso, jamás imaginé que después de la cogida que le dio el “Chiquilín” tuviera el culito tan apretado – me respondió como si quisiera recordar cada momento de placer que le había brindado aquel chico.

  • Pues que bueno que te la pasaste bien – le respondí saliendo de la piscina y acostándome boca abajo en la orilla de la piscina.

  • Órale “Profe” y de dónde sacó ese calzoncito – me preguntó dirigiendo su mirada a mis nalgas.

  • Ah pues me lo prestó Ricardo pero creo que está muy chiquito – le respondí pasando mi mano por el borde del bikini.

  • Pues se le ve muy “chido” – sonrió y añadió - ¿quiere que le ponga bronceador en la espalda?

  • Hummm… sí, sería buena idea pero ¿dónde hay? – le respondí en tono de ingenuidad pero imaginando lo que pasaba por la mente de ese chico.

  • Usted no se preocupe – respondió y salió de la piscina a toda velocidad para meterse a la casa y casi chocar con Ricardo que venía de regreso.

  • ¿Qué le hizo a Carlos? ¿Por qué salió corriendo? – me preguntó Ricardo antes de lanzarse a la piscina.

  • Pues creo que iba a buscar un bronceador – le respondí sonriendo.

  • Ah vaya… así que lo dejo solo un momento y ya anda coqueteando con otro – me dijo Ricardo acercándose a la orilla para acariciar mis nalgas.

  • ¿Tú crees? – le pregunté levantando ligeramente mis nalguitas.

  • Pues aquí viene Carlitos, a ver que hace – sonrió y siguió nadando.

  • Listo “Profe” – me dijo Carlos arrodillándose a mi lado y mostrándome el bronceador.

  • Adelante, ponme un poco en la espalda – le solicité mirando de reojo a Ricardo.

Sabía que Ricardo disimuladamente miraba la escena mientras nadaba. Era evidente que sabía lo que pretendía Carlos y lo que pretendía Yo. Pero me daba curiosidad saber lo que estaría pensando. Las manos de Carlos se deslizaban en mi espalda desde los hombros hasta el borde del bikini.

  • Oiga “Profe”, está muy tenso, ¿me deja darle un masajito? – me preguntó apoyándose sobre mis hombros y colocándose a horcajadas sobre mi.

  • Sí, claro, me hace falta algo así – le dije levantando ligeramente mis nalgas contra el paquete que se le formaba al frente de su traje de baño. Ya era notoria su erección y sumamente agradable la sensación que me producía al restregarla contra mis nalgas.

  • Hey, hey, hey… mas respeto – gritó Ricardo arrojándonos agua.

  • Sólo le estoy dando un masajito al “Profe” que está muy tenso aquí y aquí – le respondió Carlos mientras apoyaba sus manos en mi espalda y su paquete contra mis nalgas.

  • ¿Qué pasó “Profe”? – me interrogó Ricardo – ¿sigue caliente?

  • Pues ve a Carlos, está mas tenso que Yo ¿o le quieres ayudar Tú? – le respondí.

  • No “Profe”, yo paso… pero después me toca – reclamó Ricardo.

  • Ya, ya, mejor vamos adentro los tres y vemos que hacemos – les sugerí y los tres nos dirigimos al cuarto en que había pasado la noche Carlos con José.

Yo me lancé a la cama y me quité el pequeño traje de baño. Carlos hizo lo mismo y se acomodó a mi lado, dejando al alcance de mi boca una verga hermosa, quizás no era la más larga pero tenía un grosor que me hacía imaginar lo placentero que sería tenerla dentro de mi.

  • ¡No mames, wey! – exclamó Ricardo al ver aquella verga gorda en completa erección.

  • Ándele “Profe”, dele una mamadita – me solicitó Carlos mientras Yo abría mis labios para comenzar a mamarle aquel delicioso pene.

  • Mejor voy por la cremita para que se lo jodan sabroso – dijo Ricardo dejándome disfrutar de la vergota de su compañero.

Enseguida sentí como Ricardo me separaba las nalgas y me untaba la crema en el culo metiendo sus dedos por completo y haciéndome gemir de placer mientras Yo hacía gemir a Carlos con las caricias de mis labios sobre su verga.

  • Bueno “Profe”, ahora dele una mamadita a la mía – exigió Ricardo acostándose a mi lado.

Yo lo obedecí de inmediato ante las sonrisas de complicidad de mis jóvenes amantes. Me acomodé entre las piernas de Ricardo y me apoderé de su verga, esa verga que tanto placer me había dado horas antes, mientras Carlos me hacía levantar ligeramente el trasero para acomodarme su robusto miembro entre las nalgas. Por algunos momentos restregó la cabezota contra mi culito. Deseaba sentirlo dentro de mi pero él no me clavaba, así que Yo mismo sujeté aquel pene e impulsé mis nalgas hacia atrás para meterlo. Fue un momento extraño, que me recordó la pérdida de mi virginidad por el placer mezclado con algo de dolor por el grosor de aquel delicioso miembro que poco a poco se iba alojando dentro de mi.

  • Ahhh… tiene el culito bien apretadito… mmmm – exclamó Carlos al clavarme por completo su delicioso pene.

  • Te lo dije, Yo me lo cogí toda la noche y me encanto lo estrecho que tiene su agujerito – explicó Ricardo deteniéndome por la nuca para evitar cualquier posible protesta.

Ahí estaba con esos dos adolescentes, disfrutando de sus juveniles vergas por delante y por detrás. Hacía mucho que no me encontraba en esa posición y me encantaba. Realmente no le estaba mamando la verga a Ricardo, él me estaba cogiendo por la boca mientras su compañero palmeaba vigorosamente mis nalgas mientras me enculaba a un ritmo delicioso. El grado de excitación hizo que Carlos llegara pronto al clímax, sentí como clavaba sus dedos en mis nalgas mientras su vergota me entraba hasta los cojones para depositar su tibia leche en mis entrañas.

  • ¡Oh! ¡”Profe”! – gimió Carlos al sacarme la verga y acostarse a un lado.

  • Ahora me toca – exclamó Ricardo y sin perder tiempo ocupó la posición que tenía su compañero haciéndome sentir nuevamente su verga abriéndose paso entre mis nalgas.

  • ¡Quién lo viera “Profe”! – dijo Carlos mientras veía como Ricardo me sodomizaba a placer y añadió – vamos a ser hermanos de leche, wey… jajaja.

Yo sólo gemía y me entregaba por completo a Ricardo. Ese chico era realmente especial y podía sentirlo mientras me ensartaba. Sabía que no era una simple cogida sino que parecía hacerlo con más pasión. Y cuando sentí respingar su pene en mi interior apreté las nalgas lo más fuerte que pude intentando retener aquel delicioso miembro en mi interior. Por algunos instantes nos quedamos quietos sin decir nada. Una extraña sensación de que había hecho algo incorrecto comenzó a invadirme.

  • Bueno, me tengo que ir – les dije intentando separarme de Ricardo, pero él lo impidió.

  • No, quédese otro rato – me pidió abrazándome con cierta ternura.

  • Yo también me tengo que ir – exclamó Carlos y se metió al baño.

  • De verdad me tengo que ir, Ricardo – le dije y él me sacó su pene.

  • Oiga “Profe”… no sé como decirlo… coger con usted ha sido algo muy especial… o sea, no me refiero a que sólo disfruté de su culito – dijo haciendo una interrupción.

  • No tienes que decirlo, para mi fue especial también pero creo que no se volverá a repetir… soy tu profesor y eso lo complica – le respondí.

  • Podemos tener una relación clandestina… nadie lo sabrá… lo prometo – me suplicó.

  • Creo que alguien más lo sabe – le dije mirando hacia el baño.

  • Por Carlos no se preocupe, no creo que diga nada – me respondió mientras nos dirigíamos al baño de la otra habitación.

La sesión de baño fue una sesión llena de besos y caricias. Pero era necesario que volviera a la realidad. Ese chico era un adolescente y era mi alumno. Las consecuencias eran aterradoras. Salimos, nos vestimos y fuimos a donde estaba Carlos.

  • Ya me voy… a ver cuando repetimos “Profe”… le voy a contar al “Chiquilín” lo rico que tiene su culito para que le de una buena cogida – me dijo Carlos haciendo que me preocupara un poco.

  • No, eso te quiero pedir… que lo que pasó quede entre nosotros – le pedí.

  • ¿Cómo? – respondió dubitativo.

  • Mira wey, lo que el “Profe” quiere decir es que puede tener problemas si alguien más se entera, así que no se lo debes contar a nadie ¿entiendes? – le espetó Ricardo.

  • Bueno “Profe”… yo no diré nada, pero prométame su culito cuando menos una vez mas… lo tiene bien rico – me respondió mientras se acercaba a palmearme las nalgas.

  • No, eso no lo puedo prometer, así que te pido que lo guardes en secreto – le insistí.

  • Bueno, bueno, está bien… no se preocupe, no le diré a nadie – me lo prometió y se despidió.

  • Bueno “Profe”… ya quedó arreglado… nadie más lo sabrá – me dijo Ricardo abrazándome en cuanto se cerró la puerta al salir Carlos.

  • Yo me tengo que ir – le dije pero él no me soltaba así que aproveché la cercanía para unir mis labios a los suyos y de inmediato reaccionó enroscando su lengua con la mía mientras sus manos se solazaban con mis nalgas haciéndome dudar sobre la decisión que acababa de tomar. Pero un momento de lucidez me hizo separarme de él y salir de su casa.

Pasaron las vacaciones y Yo me la pasé pensando en Ricardo y mi decisión. No sabía como lo podría ver en la escuela y contenerme. Pero al regresar a clases todo pareció volver a la normalidad. Claro que mi relación con los alumnos era de mayor confianza. De cuando en cuando encontraba las miradas de complicidad de Carlos y Ricardo, y ni hablar de la mirada de Bety. Sí, había olvidado a Bety pero ella continuamente me hacía notar su firme trasero vistiendo jeans ajustados y acercándose a mi con cierta frecuencia. Sin embargo, a pesar de esos detalles en general todo parecía normal, hasta que cierto día, Bety se quedó al final de la clase con Dulce.

  • Oiga “Profe”, ¿se acuerda de mi mamá? – me interrogó Bety.

  • ¿Tu mamá? Ah, sí, claro que la recuerdo, ella fue por ti el día de la fiesta – le respondí, recordando aquel sensual cuerpo, esas nalgas que superaban a las de su hijita.

  • Es que me pidió que le recordara que estaba invitado a comer a la casa y platicar, y quería saber cuando puede ir – me comentó.

  • Pues no lo sé, dile que ella ponga la fecha y con gusto iré – le dije y añadí – sólo que no sé de que quieran platicar tus padres.

  • Muy bien, mañana le digo que día – me dijo mientras giraba ligeramente dejando a la vista su trasero redondito enmarcado en esos jeans.

  • Bueno, en eso quedamos – le dije y ambas salieron del salón con un delicioso meneo al caminar haciéndome recordarlas como las había visto en la fiesta.

Al día siguiente ocurrió algo sumamente excitante. Desde que ví a Bety entrar al salón, llamó mi atención, traía una camisetita de lickra y una minifalda de mezclilla. Traté de evitar mirarla mientras daba la clase pero cuando me senté en el escritorio para atender preguntas no pude evitar mirarla, sobretodo porque estaba sentada en primera fila y con las piernas ligeramente separadas. En primera instancia eso me llamó la atención y no pude evitar dirigir la mirada hacia su entrepierna. Lo que vi hizo que mi verga respingara dentro de mi calzoncillo, noté que la chica no traía ropa interior. Ella sonrió al darse cuenta que me había percatado de ello. Yo seguí dando la clase pero no podía evitar mirar hacia ese coñito que se distinguía perfectamente depiladito. Al terminar la clase todos salieron menos ella.

  • Me dijo mi mamá que lo espera el viernes a comer – me dijo desde su banca, sonriendo y separando sus piernas mostrándome descaradamente su coñito.

  • Muy bien, puedes decirle que ahí estaré sin falta ¿a qué hora comen? – le pregunté tratando de evitar mirar su coñito.

  • A las tres en punto – me dijo ella levantándose de la banca.

  • Muy bien, ahí estaré – le respondí mientras miraba como se agachaba para recoger sus cosas dándome la espalda y permitiéndome admirar el nacimiento de sus exquisitas nalguitas y su coñito, y no pude evitar añadir – y por favor, usa ropa interior en mi clase.

  • Uy “Profe”… está bien, pero no se enoje – me respondió y con rapidez vi como sacó de su bolsa un pequeño calzoncito blanco y se lo puso a toda velocidad y se despidió diciendo – no lo olvide “Profe” el viernes a las 3… aquí está la dirección.

Esa niña me había excitado demasiado. Necesité de algunos minutos para que se me bajara la erección que me había provocado. Al llegar el viernes Bety me fue a buscar al salón de maestros a primera hora para recordarme la cita. Yo simplemente le confirmé mi asistencia y ella se retiró sin otro incidente.

Al salir de la escuela me dirigí a la casa de Bety, calculando llegar puntual. Toqué el timbre del departamento correspondiente y pregunté por Bety. La voz por el comunicador me interrogó - ¿quién es?

  • Soy el profesor de Bety – respondí y la puerta se abrió.

Subí al departamento que me habían apuntado. No había pensado muy bien sobre lo que podrían querer platicar los padres de Bety. Pero una idea loca pasaba por mi mente, quizás Bety les había contado lo ocurrido en la fiesta… pero no, eso era poco probable. Con esas ideas en la mente llegué hasta la puerta del departamento y llamé a la puerta.

  • Hola profesor, pase, póngase cómodo mientras termino de poner la mesa – me respondió la escultural mamá de Bety, quien traía puesto un corto vestido floreado que dejaba lucir sus piernas y parte de los firmes morenos muslos.

  • Si quiere le ayudo – me ofrecí siguiéndola hasta la cocina.

  • No, tu siéntate… perdón, usted siéntese y yo me encargo de todo – me dijo sonriendo y un poco apenada por tutearme.

  • No se preocupe, dígame donde están las cosas y yo pongo la mesa – le insistí.

  • Bueno, son estas que están aquí – me señaló hacia una mesita y me las llevé a la mesa del comedor.

  • Creo que faltan platos, sólo hay para dos personas – le comenté.

  • No, lo que pasa es que los fines de semana Bety se va a casa de su papá – me explicó.

  • Bueno, en ese caso ya está lista la mesa, ¿en que otra cosa le puedo ayudar? – le pregunté.

  • Creo que ya no falta nada, si quieres algo de beber puedes servirte lo que desees de la cantina – me dijo tuteándome nuevamente, así que decidí responderle igual.

  • ¿Puedo tutearte? – le pregunté y ella de inmediato respondió.

  • Claro, es que te ves muy joven y se me hace raro hablarte de “usted” – sonrió asomándose desde la ventana y añadió – me puedes servir un caballito de tequila, pro favor.

Serví dos caballitos y me dirigí a la cocina. Le ofrecí el suyo y le dije – Tú eres muy joven, Bety fácilmente podría pasar por una hermana menor.

  • Gracias, pero ya tengo mis añitos – me respondió y añadió – en cambio Tú sí que podrías ser su hermano mayor ¿qué edad tienes?, claro, si se puede saber.

  • Veinticinco – le respondí.

  • ¿Veinticinco? – sonrió y agregó – la verdad es que te ves más chavo.

  • ¿Tú crees? – la interrogué nuevamente.

  • Sí, sobretodo en traje de baño… - me respondió sonriendo y bebiendo lo que le quedaba de tequila.

  • ¿Otro? – le pregunté y ella asintió.

  • Ya está lista la comida, ¿me ayudas? – me pidió y yo le ayudé a llevar las charolas a la mesa.

Comimos y la charla resultó muy amena. Me explicó que se había separado del papá de Bety porque era muy celoso. Trabajaba llevando la contabilidad de algunas empresas. No tenía pareja. Le gustaba vestir sexy. Y mientras platicaba me parecía más atractiva. Pero cuando terminamos de comer pasamos a la sala para seguir la charla.

  • Bueno, ya te platiqué mucho de mi… ¿de ti que me cuentas? – me preguntó.

  • Pues no sé, ¿qué quieres saber? – le respondí.

  • Me da curiosidad saber si como profesor no te llaman la atención algunas de tus alumnas – me preguntó y por la expresión de mi rostro agregó – y no lo tomes a mal, sólo es curiosidad porque he visto como se visten Bety y muchas de sus compañeras.

  • Debo admitir que en ocasiones no puedo evitar mirarlas pero la razón me hace poner los pies en la tierra – le respondí y añadí – pero algunas veces es muy difícil.

  • ¿Y alguna se te ha declarado o insinuado? – me preguntó con gran curiosidad.

  • Pues sí, algunas – respondí sonriendo y recordando a su hijita – una hasta sin ropa interior entró a clases.

  • ¿¿¿Qué??? ¿Y qué hiciste? – me preguntó con insistencia.

  • Pues nada, al final de la clase le llamé la atención y le pedí que no lo volviera a hacer o tendría que reportarla – le respondí tajante.

  • Vaya, sí que son precoces las niñas hoy en día… ¿y a poco no te excitaste? – insistió.

  • Te mentiría si te dijera que no, pero prefiero tenerlo sólo como anécdota – le respondí.

  • ¿Y no tienes novia? – me preguntó cambiando el tema.

  • No, de momento no tengo – le respondí.

  • Eso debe hacerlo más difícil – me dijo sonriendo.

  • ¿No entiendo? – le respondí dubitativo.

  • Quiero decir que con esas chavitas y sus insinuaciones sería más fácil que te “desquitaras” con tu novia ¿no? – sonrió.

  • Jajaja… no lo había pensado – reí comprendiendo a lo que se refería.

  • Yo también he tenido que contenerme en algunas ocasiones – me dijo.

  • ¿De verdad? – le pregunté intentando imaginarla en esa posición.

  • Sí, por la culpa de Bety – sonrió.

  • ¿Por la culpa de Bety? – le pregunté nuevamente.

  • Sí, Bety ha tenido varios novios y creo que tenemos los mismos gustos jajaja – volvió a sonreir maliciosa.

  • ¿¿¿A poco te ha gustado alguno de sus novios??? – le pregunté con curiosidad.

  • ¿Alguno? Casi todos… y, modestia aparte, creo que mas de uno se ha sentido atraído por mi – sonrió poniéndose de pie y dándose una vuelta, como modelando su cuerpo.

  • Eso no me sorprendería… como te dije antes te ves muy joven y… no seas modesta, eres muy atractiva – le respondí sinceramente.

  • Gracias – sonrió nuevamente y se sentó nuevamente a mi lado, aunque más cerca – sabes algo, creo que le gustas a Bety.

  • ¿Cómo? – respondí un poco sorprendido de la tranquilidad con la que me lo dijo.

  • Pues sí, habla mucho de ti… dice que no eres como los otros chamaquitos que la pretenden – me explicó y añadió – y la verdad es que después de verte en ese shortcito y platicar contigo creo que comienzo a entenderla.

  • No, yo no lo creo, puede ser sólo un poco de admiración por su profesor – me apresuré a responder.

  • Pues sí, tal vez, pero en ese shortcito te veías muy sexy – insistió ella.

  • Gracias, pero la verdad es que ese día yo no llevaba traje de baño y uno de sus compañeros me prestó ese shortcito y tal vez por lo chiquito que estaba me veía así ¿no lo crees? – le respondí.

  • Hummm… puede ser… pero eso significaría que si yo me pongo un traje de baño pequeñito me vería más sexy ¿no? – me preguntó.

  • Pues a lo mejor – respondí y ella se levantó.

  • Tengo un bikini pequeñito pero la verdad no me atrevo a ponérmelo en público porque está muy chiquito, ¿me darías tu opinión de cómo se me ve? – me respondió y antes de que le respondiera se dirigió a una habitación.

Era evidente hacia dónde iba encaminado todo. Y Yo ansiaba que ocurriera. La imagen de esa mujer en traje de baño me excitaba y tenía una erección que comenzaba a molestarme bajo el calzoncillo. Mientras acomodaba mi pene de ladito para hacer más soportable la erección apareció ella. Realmente superaba mis expectativas. El pequeño bikini azul se ajustaba perfectamente a su cuerpo. Dos triángulos contenían sus tetas firmes, envolviéndolas y levantándolas ligeramente. Pero el calzoncito realmente la hacía lucir más sexy, las cintas a los lados parecían una invitación a tirar de ellas para exhibir lo poco que cubrían. Pero cuando me dio la espalda casi se me corta la respiración, el corte del calzoncito atravesaba la mitad de sus nalgas metiéndose entre ellas ligeramente.

  • ¿Y bien? ¿Qué opinas? – me preguntó dando un par de vueltas.

  • Uf… esa pregunta ni se pregunta… luces muy sexy – le respondí recorriendo su cuerpo de arriba abajo con la mirada admirándola sin restricción alguna.

  • Gracias – me sonrió y no me pude contener mas.

Me paré frente a ella y la besé sorpresivamente. Ella puso sus manos contra mi pecho como si intentara separarme de ella pero sin mucha fuerza. Respondió mi beso y mis manos de inmediato se posaron sobre sus nalgas. Estaban muy firmes y tersas. La atraje hacia mi para hacerla sentir mi erección y ella quiso separarse pero la sujeté con firmeza clavando mis dedos en sus nalgas mientras posaba mis labios en su cuello y en su pecho.

  • Ah… detente… no es correcto… ah… - de decía con su voz pero sus manos me habían abierto la camisa y ya hurgaban en mi bragueta.

  • Tienes razón… no es correcto… - le respondí y me alejé de ella.

  • ¿Qué haces? – me preguntó extrañada.

  • No es correcto… tenemos que estar iguales – le sonreí mientras me quedaba en calzoncillos y me volvía a aproximar a ella.

Ella sonrió y me dijo – te ves sexy en esos calzoncitos pero me estorban – y sin decir más se arrodilló frente a mi y me los quitó.

Mi verga chocó contra su rostro y ella levantó su mirada buscando la mía. Abrió su boca e introdujo la cabezota entre sus labios. Era delicioso sentir esa caricia. Recorría mi verga con su lengua y con sus labios iniciando una mamada exquisita. Una y otra vez se la metía en su boquita mientras Yo acariciaba sus mejillas.

  • Estás bien caliente – me dijo mientras me jalaba de la verga para llevarme a su habitación.

  • Jajaja pues Tú no te quedas atrás – le respondí abrazándola por la espalda y empujándola sobre la cama.

Prácticamente le arranqué el sostén de su bikini y comencé a besar aquellas tetas tibias y de piel suave, coronadas por morenos pezones que se mostraban erguidos. Bajé por su abdomen hasta llegar al calzoncito. Tiré de las cintillas a los costados y con los dientes arranqué aquella prenda dejando al descubierto un hermoso coño depilado.

  • ¡Cógeme! – me ordenó, pero no la obedecí, sino que me dediqué a recorrer su coñito con mi lengua hurgando en los alrededores mientras clavaba un dedo en su otro agujerito, sí, en esa posición tenía a mi alcance su culito y no podía desperdiciar la oportunidad de disfrutarlo.

Sólo se escuchaban sus gemidos mientras le comía el coño y le dedeaba su culito. Estaba lista para recibirme y Yo sabía que era el momento adecuado, así que me arrodillé entre sus piernas, sin más preámbulos acomodé la cabezota de mi verga contra su coñito y la sujeté por las nalgas para levantarla ligeramente. Sólo se escuchó un “Mmmm” largo y profundo al tiempo que mi pene invadía sus entrañas. Ella misma impulsó hacia arriba su cadera para que la penetración fuera más profunda y así iniciar el delicioso vaivén de la cogida.

  • Ay papacito que rica vergota – me dijo haciéndome sentir todo un garañón y obligándome a incrementar el ritmo de mis embestidas.

Colocando sus piernas sobre mis hombros sentía que llegaba más profundo y ella alcanzaba mis nalgas con sus manos atrayéndome hacia ella. Poco a poco ocurrió lo inevitable, ella arqueó su cuerpo como señal inequívoca de que se estaba viniendo y las contracciones al interior de su coñito aceleraron mi eyaculación. Ambos nos relajamos y quedé sobre ella, dejándole mi pene dentro de su coñito.

  • Fue maravilloso… - le dije sinceramente y nos besamos.

  • ¿Fue? Pero si apenas vamos empezando – exigió ella sonriendo y haciéndome girar para quedar boca arriba.

De inmediato se apoderó de mi pene que había perdido su rigidez y comenzó a mamarlo con delicadeza, dejando a mi alcance su coñito. La mezcla de mi leche con la suya escurriendo de su rajita me generaba una enorme excitación, así que comencé a recorrer sus labios vaginales con mi lengua mientras mis dedos hurgaban un poco más arriba, en su culito. Mi pene poco a poco volvió a estar listo para la acción así que ella se montó a horcajadas sobre mi y con gran habilidad guió mi verga hasta la entrada de su estrecho orificio anal. Empujé hacia arriba y entró la cabezota generándole un poco de dolor.

  • ¡Ayyy! Me duele – gimió ella y se lo saqué.

  • ¿Tienes cremita? – le pregunté y ella me señaló hacia el buró con una sonrisa.

  • Alcancé la crema y le pedí que se colocara a gatas mientras untaba crema en toda mi verga. Separé sus nalguitas y comencé a untarle la crema en el moreno agujero. Le metí un dedo y sentí como se estremeció. Entonces metí ambos pulgares para abrir el culito y coloqué la cabezota de mi pene contra el estrecho agujerito y se la meti separando al máximo sus nalgas.

  • ¡Ahhh! La siento enorme – gimió ella pero no la rechazó, sólo separó más sus piernas.

  • Me encanta tu culito… lo tienes bien apretadito… - le dije mientras continuaba la penetración.

Cuando se la metí por completo la sujeté por la cintura con firmeza y me dispuse a iniciar el mete y saca.

  • Espera, deja que me acostumbre… mmmm que rico se siente – gimió ella pero yo no podía esperar mucho así que a los pocos instantes comencé el mete y saca.

Así inició la enculada de la mamá de Bety. A mi mente volvían los recuerdos de la fiesta en la que su hijita había estado en la misma posición. Sin duda alguna lo estrecho del culito de la mamá me brindaba un placer diferente al que me brindó el culito de la hija. Sin embargo, no era necesario compararlas, sólo tenía que disfrutar ese agujerito y cogérmela sabroso. ¡Y así lo hice! Poco a poco nos fuimos acoplando y no podía evitar acariciar y palmearle sus nalgas morenas cada vez más fuerte.

  • Ah… así… papi… dámela toda – gemía ella.

Sus gemidos, su estrecho culito, sus nalgas, todo me excitaba. Y ella parecía disfrutar al máximo la enculada. Jugaba con sus dedos en su clítoris acelerando el momento del clímax. Nuevamente sentí como tensaba su cuerpo y se arqueaba. Sabía lo que estaba ocurriendo y aceleré el ritmo de mis embestidas. En pocos instantes fue inevitable y sin poderme contener comencé a venirme en su culo mientras ella contraía su esfínter anal.

  • Delicioso mmm – gemí desmadejándome sobre su cuerpo.

Así nos quedamos unos instantes y poco a poco mi pene fue perdiendo dureza y escapó de su culito. No dijimos nada por varios minutos. Ambos estábamos bañados en sudor. Había sido una cogida deliciosa. Y ella fue la primera en hablar.

  • Hacía tanto que no disfrutaba así – me dijo ella.

  • Yo no imaginé que tu culito fuera virgen – le respondí.

  • ¿Por qué lo dices? – me preguntó girándose hacia mi y buscando la mirada.

  • Pues… es que tienes unas nalguitas hermosas y sumamente apetecibles… y no imagino que alguien pudiera evitar pedirte el culito – traté de explicarle.

  • ¿Te gustan mis nalgas? La verdad es que mi marido además de celoso era muy conservador y creo que el sexo anal no era algo que él considerara bueno – me explicó.

  • Pues debo decir que se perdió de un placer exquisito – le respondí besándola y acariciando sus tetas.

  • Cierto, la verdad es que nunca imaginé lo placentero que es, ahora entiendo a Bety – me dijo perdiendo la mirada en el techo.

  • ¿Cómo? ¿Qué quieres decir con que ahora entiendes a Bety? – interrogué pensando que tal vez Bety le había contado lo nuestro.

  • Es que yo le he explicado miles de veces las posibles consecuencias de salir embarazada, y ella ha ideado la forma de evitar esa posibilidad y tener sexo con sus novios – me respondió ella sonriendo.

  • Entonces tiene relaciones sexuales por detrás – afirmé metiéndole un par de dedos en su coñito.

  • Tú debes saberlo mejor que nadie – me respondió mirándome fijamente a los ojos y añadió en tono incriminatorio – Tú la enculaste el día de la fiesta.

  • ¿Te molesta? – le pregunté sin dejar de acariciar su panochita.

  • No, me dijo que prácticamente ella te violó – sonrió y comenzó a acariciarme la verga.

  • Tal vez no debí hacerlo pero admito que no me arrepiento – le confesé mientras me colocaba nuevamente entre sus piernas.

  • Sé que es difícil resistirse a Bety y Tú lo hiciste – me dijo y añadió mientras guiaba mi verga hacia su coñito – me contó lo de los calzones… ahhh.

La penetré con suavidad y la besé. Comencé a cogérmela despacio y acomodé sus piernas sobre mis hombros. Me sentía sumamente excitado al saber que ella estaba enterada que me había cogido a su hija por el culo. Decidí tomar ventaja de la posición y saqué mi verga de su coño y la ensarté nuevamente por el culo.

  • Ahhh… - gimió ella y clavó sus uñas en mis nalgas atrayéndome hacia ella.

Ambos queríamos que ese momento se extendiera al máximo. Así que no aceleramos el ritmo, lo mantuvimos lento lo más que pudimos, pero ella hizo algo que desencadenó un nuevo orgasmo. Uno de sus dedos se clavó en mi culo y esa caricia me hizo estremecer al máximo. No pude evitar vaciarme de nuevo, no fue tan abundante pero fue igualmente placentera.

  • Sabes… también me contó lo que te hicieron dos de tus alumnos – me dijo sin sacarme el dedo del culo.

  • Tú lo sabes todo – le respondí y añadí una pregunta - ¿Te molesta lo que me

hicieron?

  • No, creo que no – me respondió haciéndome a un lado.

  • Ya es un poco tarde – le dije poniéndome de pie y buscando mi ropa añadí – tengo que irme, pero espero que podamos volver a vernos.

  • Claro que sí, viernes y sábados no está Bety – me dijo pero hizo una aclaración – quiero que sepas que sólo se trata de sexo.

  • Claro, será como tu quieras – le respondí ya estando vestido.

Ella me acompañó desnuda hasta la puerta y nos despedimos.

Salí de esa casa un poco confundido pero completamente satisfecho. Había sido una deliciosa sesión de sexo con la mamá de Bety y mejor aún, no tenía que ocultarle nada, porque ella lo sabía todo y estaba de acuerdo. Así que nada más podía pedir.

Varias veces visité a la mamá de Bety y todas las veces disfrutamos al máximo. Teníamos una relación de “sólo sexo sin compromiso” y ambos estábamos de acuerdo. Sin embargo, en la escuela me preocupaba la actitud de Bety, quien en repetidas ocasiones entraba a mi clase sin ropa interior y en alguna ocasión me llegó a preguntar si entre su mamá y Yo había algo. Y por otra parte Ricardo continuamente me hacía peticiones de que “repitiéramos”. El ciclo lectivo estaba por concluir y afortunadamente mis alumnos no tenían problemas académicos. Así que llegó por fin el periodo de exámenes y sin problemas todos ellos aprobaron con notas entre buenas y muy buenas. El ciclo había llegado a su fin y a mi me habían ofrecido trabajo de tiempo completo en una firma de ingeniería, se lo había comentado a Ricardo y este hizo algo inesperado el día que entregué calificaciones. Organizó una pequeña fiesta de despedida en el salón.

  • Bueno “Profe” espero que no se moleste – me dijo Ricardo mientras celebrábamos con pastel y refresco en el salón de clases.

  • No, por el contrario, ha sido un detalle muy especial que les agradezco a todos – le respondí en voz alta con sincero agradecimiento para todos, aunque en especial para Ricardo quien ese día en particular se veía muy sexy, pues había asistido sólo con una camiseta verde pegadita y un short deportivo color naranja.

Fue una breve celebración, pues varios de ellos debían ir a ver a otros maestros. Al final sólo nos quedamos Ricardo y Yo recogiendo la basura.

  • Siempre nos toca limpiar – dijo él y ambos reímos.

Terminamos pronto y él se ofreció para llevar la basura al contenedor mientras Yo ordenaba los papeles y listas que tenía que entregar en la dirección. Cuando regresó cerró la puerta tras de sí.

  • Bueno “Profe”, pues creo que es el momento de la despedida – me dijo con cierto tono de tristeza y colocándose al lado de mi silla.

  • No te pongas triste… - le respondí y volteé a verlo con sorpresa.

Mi sorpresa se debía a que justo a la altura de mi rostro estaba ese paquete a punto de reventar el shortcito naranja.

  • Una última vez “Profe”… por favor – me suplicó acercándome su paquetote.

  • Alguien puede vernos – le respondí acariciando levemente ese paquetote.

  • No se preocupe, la puerta está cerrada con seguro – me dijo seguro de sí mismo.

Muchas cosas pasaron por mi mente. Pero lo que sentía por ese chico me hizo ceder. Tiré del elástico de la cintura y ahí estaba, tan imponente y vigoroso como lo recordaba, palpitando y apuntando hacia su ombligo. No me importó que alguien nos viera. Simplemente llevé aquel delicioso caramelo a mi boca para mamarlo como se merecía. Me encantaba sentirlo contra mi paladar y después recorrerlo desde los cojones hasta la punta con mi lengua. Pensé que una mamada sin igual sería mi despedida de ese chico, pero estaba equivocado. Él tenía otros planes.

  • Párese “Profe” y apóyese contra el escritorio – me ordenó.

  • No, eso no, sólo la mamada – le dije pero lo obedecí.

Él, sonriendo, desabrochó mi cinturón y los pantalones para sacarme la camisa. Acarició mis nalgas y tiró de los pantalones hacia abajo con todo y calzones.

  • Tiene un traserito delicioso “Profe”… nunca lo voy a olvidar – me dijo mientras acomodaba su vergota contra mi indefenso agujerito.

  • Por favor, no lo hagas… nos pueden descubrir… ahhhh – gemí al sentir como su verga se abría paso entre mis nalgas, alojándose poco a poco en mi culito.

  • Usted no se preocupe por eso… sólo mueva sus nalguitas – me ordenó mientras iniciaba un delicioso mete y saca.

Recordaba lo delicioso que había sido nuestra primera sesión de sexo, pero esta lo superaba. Ser enculado por uno de mis alumnos en el salón de clase era algo sumamente excitante. No podía creer lo rico que sentía mientras Ricardo me sodomizaba vigorosamente. Metía y sacaba su verga totalmente. Lo único que tenía que hacer Yo era menear mi trasero al ritmo que él me imponía y disfrutarlo. Después de algunos minutos él me la sacó.

  • ¿Qué pasó? ¿Por qué te detienes? – le pregunté.

  • ¡Quítese los pantalones! ¡Pronto! Le tengo una sorpresa – me ordenó y Yo lo obedecí mientras se dirigía a la puerta y alcancé a escuchar que decía - ¡Pásale! ¡Rápido!

Mi sorpresa fue mayúscula al ver entrar al “Chiquilín” mientras Ricardo aseguraba la puerta de inmediato.

  • Hola “Profe” – me saludó el “Chiquilín” mientras caminaba hacia mi.

  • Ho…hola… - respondí el saludo tratando de cubrirme pero Ricardo intervino.

  • Mire “Profe”… quiero que este día sea inolvidable para usted… y este es mi regalo – dijo mientras apretaba el paquete descomunal al frente de los jeans del “Chiquilín”.

  • Pero… - intenté argumentar pero sólo tragué saliva al ver la descomunal verga del “Chiquilín”.

  • Usted no se preocupe “Profe”… nadie se ha quejado de mi verga… verá que rico lo pasamos – dijo quedando desnudo de la cintura para abajo.

  • Bueno “Profe” véngase con su papi y deme una buena mamada – me ordenó Ricardo sentándose al borde del escritorio y ofreciéndome su verga – y tu “Chiquilín” ponle cremita antes de cogértelo.

Quise voltear pero Ricardo me detuvo por la cabeza para que le siguiera mamando la verga. No sabía que pensar. Pero cuando sentí los dedos del “Chiquilín” hurgando en mi culito me estremecí. Sabía que la tenía muy grande y que me iba a doler a pesar de la cremita. Estaba nervioso y tenía cierto temor. Sentí la enorme cabezota de la verga de aquel chico contra mi culito y me quise arrepentir, pero era demasiado tarde, la cabezota ya se había alojado en mi interior. Sentí las manos grandes de ese adolescente apoderarse de mis nalguitas, separándolas al máximo mientras empujaba con firmeza su descomunal miembro. Contrario a lo que imaginaba, mi culito iba cediendo ante aquel embate. Sentía un poco de ardor pero era un ardor agradable. Casi no podía concentrarme en la mamada y por ello Ricardo había tomado la iniciativa de cogerme por la boca mientras su compañero me invadía hasta lo más profundo de mi ser. Nunca me había sentido tan “abierto”, pero me gustaba la sensación de tener aquel enorme pene palpitando en mi interior. Sentí cosquillear sus vellitos púbicos contra mis nalgas y supe que me la había metido por completo.

  • ¡Que apretadito! – exclamó el “Chiquilín” al sentirse dueño total de mi culito.

  • Cógetelo despacito, para que lo goce – le solicitó Ricardo sin detener su mete y saca de mi boca.

Yo levanté la mirada y vi su sonrisa. Quería agradecerle el delicioso regalo que me había dado pero no podía hablar con la boca llena. Por otro lado, el “Chiquilín” disfrutaba metiendo y sacando su vergota de mi culito a un ritmo semilento y yo le correspondía con ligeros apretones de mis nalgas haciendo que los tres disfrutáramos al máximo.

  • Ahora jódetelo rápido – le ordenó al “Chiquilín”.

El “Chiquilín” parecía estar esperando esa orden y entonces sentí las vigorosas embestidas de ese chico a un ritmo cada vez más rápido mientras me palmeaba las nalgas con fuerza. Sentía que me moría de placer. De pronto sentí como mi boca se llenaba con la leche de Ricardo y la tragué con deleite. Podía saborear cada lechazo que chocaba contra mi paladar. Y casi enseguida, con un empujón profundo dio inicio a la abundante eyaculación del “Chiquilín”. Esa vergota respingaba en mi interior arrojándome su leche.

  • ¡Ay wey! ¡Qué cogida más sabrosa! – exclamó el “Chiquilín” mientras extraía su verga de mi culito.

  • Fue deliciosa – respondí incorporándome y limpiando los restos de la leche de Ricardo en mis labios y apoderándome de la tremenda vergota que me acababa de brindar tanto placer por el culo.

  • ¿Qué le pareció mi regalito, “Profe”? – me interrogó Ricardo con una sonrisa de lado a lado.

  • Fue maravilloso – le dije mientras lo besaba sin soltarle la verga al “Chiquilín”.

  • Bueno, voy a vigilar – dijo el Chiquilín acomodándose la ropa y dejándonos solos nuevamente.

  • Sólo falta mi último regalo “Profe” – me dijo Ricardo mientras se apoyaba contra el escritorio en la misma manera que me había cogido – soy virgen y quiero darle ese regalito a usted para que no me olvide.

No lo podía creer. Ese chico me estaba ofreciendo su virginal culito. Era un regalo que no podía rechazar y tenía que hacerlo gozar. Así que tomando el tarro de crema comencé a untar con mis dedos en aquellos pliegues virginales. Estaba sumamente excitado y ello facilitó la introducción de mis dedos en su culito. Metí un par de dedos y lo hice gemir. No quería dañarlo así que sólo le dejé uno. Lo estuve dedeando un poco mientras me untaba un poco de crema en mi verga. Sabia que de cualquier manera algo de dolor debería haber, así que apliqué la misma técnica que con la mamá de Bety. Metí ambos pulgares y distendí los pliegues al máximo. Coloqué mi verga contra el virginal agujerito y presioné. Sólo se escuchó un “Ah” y mi verga comenzó a romper ese culito. Era sumamente estrecho, tal vez demasiado pero ambos estábamos excitados y no nos íbamos a detener. Poco a poco le introduje mi pene en su totalidad. Él volteó y me miró con ansiedad.

  • Ya está toda adentro… tienes un culito delicioso… sube tu rodilla - le dije y él obedeció subiendo su rodilla izquierda al escritorio.

En esa posición comencé a cogérmelo. En un delicioso vaivén que duró algunos minutos ambos fuimos alcanzando el máximo de excitación. Lo sujeté con firmeza por la cintura y en una embestida vigorosa y profunda consumamos la entrega. Mi verga comenzó a llenar su culito de leche. Con sorpresa descubrí que él también se había venido. Le saqué la verga y él se giró para besarme. Nos fundimos en un abrazo y sin decir palabra alguna él comenzó a vestirse.

  • Ha sido maravilloso conocerlo “Profe” – me dijo y sin decir más salió del salón.

Me quedé unos minutos limpiando los restos de nuestro encuentro. Me acomodé la ropa y salí de ese salón, para dirigirme a la dirección. Entregué mis papeles y listas de calificaciones. Me despedí y antes de salir dirigí una mirada a la escuela. Nunca volví por ahí. Pero los recuerdos son imborrables. Nunca olvidaré a esos alumnos precoces que tanto me hicieron gozar.