Alumna y Profesora - Después de Clases

—Tócame el coño, profesora Prado, estoy muy mojada —pido jadeando y siento como sus uñas se clavan en mi trasero.

Su mano sube y baja por mi muslo mientras siento su cuerpo sobre el mío. Estamos en el sofá y me encuentro acostada disfrutando de sus besos. La falda del uniforme se me ha subido y mi respiración agitada evidencia mi excitación.

—Deberíamos irnos antes de que sea más tarde —dice en voz baja mientras sus labios bajan a mi cuello y atrapa entre sus labios el lóbulo de mi oreja arrancándome un débil gemido.

Pongo mis manos en sus pechos, siento esas formas que se ocultan detrás de su blusa y aprieto con fuerza queriendo que mi mano abarque lo más posible, esto ocasiona que vuelva a mi boca y comienza a explorar dentro de mi falda, pero sin llegar a mi intimidad que ya late necesitando de atención.

Su lengua accede a mi boca, se encuentra con la mía y ambas se exploran eróticamente de principio a fin, no tiene ganas de pensar en las reglas y yo quiero aprovecharme de eso.

—Te quiero arriba —ordena con voz ronca.

Repentinamente su mano abandona mi muslo y siento que ambas ejercen presión en mi cintura y me atraen hacia arriba, cuando puedo darme cuenta se ha sentado y me acomoda a horcajadas sobre ella, obligándome a separar más las rodillas para que mi intimidad choque contra su cuerpo y eso lleva la excitación al mil.

Ni siquiera necesito una orden, comienzo a mover mis caderas mientras que sus labios arrollan los míos y sus manos ahora se posas firmes en mis nalgas.

Por momentos creo que voy a perder el control, quitarme la ropa y exigir que sus dedos me lleven a la gloria, pero por algún motivo prefiero estas chispas que arden y enloquecen. Descubro que a ella le gusta el mismo juego, repentinamente interrumpe el beso y echa la cabeza hacía atrás presionando mis glúteos para que continúen con el vaivén sobre ella.

—Desabróchate la blusa —dice mirando mis pechos y humedeciendo sus labios con la punta de su lengua— hazlo lento.

Le sonrío con malicia entendiendo su orden y sin dejar que mis caderas se detengan me coloco las manos en ambos pechos, juego con ellos un poco y con mis dedos índice y pulgar simulo apretarme los pezones, lo que provoca que ella vuelva a asomar su lengua.

—Vamos nena, quiero verlos —pide danzo un azote con su palma a mi nalga derecha.

La miro atenta y desprendo un botón y luego otro, lo hago lento dejando que mis manos jueguen con la ropa y con mi piel, provocándola más.

—¿Le gusta lo que ve, profesora Prado?

Echo atrás la cabeza y me desprendo por completo de la blusa, dejando que mi torso solamente se encuentre cubierto por la fina tela de un bralette de encaje color blando.

—Estas muy buena —se inclina sobre mis pechos y comienza a besar el inicio de los mismos, siento su lengua recorrerlos y mis pezones se endurecen, pero ella parece no tener prisa por bajar y jugar entre chispas comienza a volverse una tortura.

—Vamos a la habitación —pido, ya sin controlar el movimiento urgente de mis caderas.

—¿Qué tiene en mente, señorita Cruz? —vuelve a la tarea de morder, lamer y jugar en mis labios.

—Quiero hacerlo —pido con la respiración agitada.

—Sea más específica —su voz ronca resulta excitante.

¿Enserio? Nunca he tenido sexo de esta forma, no soy tan atrevida, y puedo adivinar lo que Prado está exigiendo saber, quiere detalles, igual que en clases.

Pongo mis manos en su cuello, la obligo a echa la cabeza hacia atrás y me adueño de su boca posesivamente.

—Tócame el coño, profesora Prado, estoy muy mojada —pido jadeando y siento como sus uñas se clavan en mi trasero.

—Así me gusta —su mano se mueve bajo mi falda— no te detengas nena, disfruta de lo que estás pidiendo.

Siento su dedo deslizarse por toda la extensión de mi vagina sobre mi ropa interior.

—Estas empapada —dice despacio haciendo mis bragas a un lado— debes estar muy rica— su dedo se cuela un poco recogiendo mis jugos y luego lo saca para lamerlo— realmente lo está, señorita Cruz.

Vuelve a meter sus dedos dentro de mí, pero permanecen inmóviles y entonces entiendo lo que quiere y vuelvo a menearme ahora sintiendo su mano, controlando que tanto entran sus dedos, llevándolos a las partes más necesitadas y dejando que solo mis caderas me guíen al placer.

No sé en qué momento Prado comienza a moverlos, pero no pasa mucho hasta que el orgasmo comienza a crecer dentro de mí y pronto lo libero, es tan intenso que provoca una sacudida en mi cuerpo y cuando abro los ojos mi bruja se lame los dedos con una sonrisa satisfecha.

—Ahora sí, vamos a la cama.

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