Alumna y Profesora - Después de Clases 3
Lamento no ser perfecta, bruja insufrible.
+ Te veo cerca y lejos a la vez, pensé que era un buen momento para hacerlo bien […] +
El teatro en la Edad Media y el Renacimiento no es mi fuerte, cualquiera al leer mi ensayo podría adivinar fácilmente que me he dedicado a estudiar el desarrollo de la tragedia a partir del siglo XIX y eso me hace sospechar que la profesora Prado planeo esa prueba exclusivamente para mí ¿esa mujer leyó mi ensayo? No sé si sentirme orgullosa u ofuscada.
Leo una pregunta más para la que no tengo respuestas, estudié mucho, enserio me esforcé, pero mis horarios no son muy amables, me toma dos horas llegar a esta exclusiva zona de la ciudad, debo levantarme a 4 a.m. y luego correr a tomar el subterráneo para moverme de una clase a otra, cuando finalmente estoy en mi departamento, si se le puede llamar de esa forma a la mohosa habitación que rento en un viejo edificio, ya pasan de las 9 p.m. apenas y duermo cuatro horas al día, y seguramente nada de eso es excusa para Prado.
Estudié historia del arte sosteniéndome a un tubo en los vagones del metro, supongo que no lograré sacar esta prueba a menos que ocurra un milagro.
Veo el reloj de mi móvil, pasan de las ocho y el sepulcral silencio en el pasillo de afuera me avisa que la mayoría de los alumnos se han marchado o terminan los trabajos del día en la biblioteca, la diferencia es que corren con la suerte de tener a un chofer privado que los lleva tranquilamente hacia sus cómodas y cálidas mansiones.
Supongo que no tiene sentido hacer esperar a la profesora Prado, debe tener mejores cosas que hacer y no quiero engañarme, esta prueba está más que perdida, será mejor que no le siga robando el tiempo.
Me levando tan desganada que no me doy cuenta que arrastro los pies hasta que ella aparta los ojos del libro que está leyendo para posarlos en mis piernas con una mueca de desaprobación.
Lamento no ser perfecta, bruja insufrible.
—Es todo —sueno agotada y lo estoy— gracias por su tiempo.
Pongo la hoja sobre es escritorio, si no sintiera este revoloteo en el estómago cuando la veo rendirme no sería tan complicado.
—Puedo retirarse señorita Cruz.
Supongo te voy a extrañar, bruja.
+ Es cierto que no soy perfecta en ningún caso, pero aprenderé […] +
Salgo de la sala más desanimada que cualquier otro día. Ya no te tortures Briana, como si hubieses tenido oportunidad con esa bruja. Muevo la cabeza apartando esas ideas, solo es una profesora, no tiene nada de especial.
En esta semana he coincidido con Sara, la presidenta estudiantil que conocí en mi primer día, un par de veces, y hemos almorzado juntas, en mi clase la mayoría me tratan como si tuviese la peste y me gusta pensar que es porque soy la chica nueva, pasando un tiempo se acostumbraran a mi y yo a ellos.
Entre más tiempo paso aquí más confirmo la ley de Murphy.
Empieza a llover. Genial.
Si algo puede salir mal, saldrá mal.
Me quito el horrible saco verde para ponerlo sobre mi cabeza, la estación del subterráneo está a quince manzanas y al parecer hoy me toca atravesarlas bajo una espantosa tormenta. El pesado tráfico de la noche hace más larga de lo necesaria mi travesía y estoy contemplando la posibilidad de comenzar a vivir bajo el puente mas cercano a Lixeth cuando un auto blanco se detiene enfrente, interrumpiendo mi camino.
De manera automática la ventanilla comienza a descender y unos grandes ojos azul grisáceo me observan desde el asiento del copiloto.
—Suba, ya —ordena con su habitual tono de bruja malhumorada y no tengo mucho tiempo ni para pensar, ni para rechazarla porque los autos detrás comienzan a hacer sonar el claxon apremiándonos.
—¿Cómo se le ocurre caminar bajo esta tormenta? —reclama como si hubiese tenido otra opción— a esta hora las calles se vuelven peligrosas, incluso estas.
—Intento ir rápido —es todo lo que se me ocurre responder, no creo que realmente le interese escuchar las tragedias de mi joven vida.
Prado me mira de reojo y no puedo evitar sentirme incomoda, estoy llenando de agua sucia los elegantes asientos de su auto, ¿Tengo que pagar esto?
No quiero pensar en eso ahora, estoy muriendo de frio y ella lo nota así que estira su mano para encender la calefacción y yo respiro un poco más aliviado sintiendo aún más fuerte ese aroma a menta y tabaco que tanto la caracterizan.
+ Rómpeme a pedazos si te sientes mal. Coge de mi mano para caminar […] +
—¿Dónde vive, señorita Cruz? —pregunta mi profesora concentra en el auto que lleva enfrente.
—Estoy a cinco manzanas, tomando el camino de la derecha.
Ella no dice nada más y se limita a conducir responsablemente sin dejarse distraer, tiempo que yo aprovecho para analizar disimuladamente su espacio. Una pequeña cruz de oro cuelga del retrovisor y se me hace extraño ver algo así en una mujer como ella, no parece ser religiosa y definitivamente el desastre de papeles esparcidos en los asientos de atrás tampoco parecen ser de su estilo, pero sobre el tablero reposa aquel libro que tenía en las manos durante mi prueba y un impulso me anima a estirar el brazo para tomarlo.
«Noche de reyes. William Shakespeare»
Al menos no hay encantamientos aquí, o eso creo.
En el libro puedo apreciar el desastre que mi profesara sabe disimular a la perfección, hay marcas por todos lados, anotaciones y páginas dobladas descuidadamente.
No puedo evitar una sonrisa y siento como se mueve en su lugar, notablemente incomoda, pero sin reprenderme por haber tomado el libro sin su permiso.
+ Rómpeme a pedazos si te sientes mal. Coge de mi mano para caminar +
—Es aquí —dejo el libro justo como lo tomé y señalo la calle donde está la estrada al metro.
—¿aquí? —pegunta extrañada aminorando la velocidad hasta detenerse.
—Sí, es el subterráneo —me humedezco el labio inferior sabiendo que debo agradecer rápido pues hay autos detrás— Gracias por el aventón, y lamento la prueba.
Tomo la manija para salir del auto, pero la puerta no cede.
—¿El subterráneo? —parece que acababa de descubrir una nueva palabra.
—Es como llego al departamen…
—Recuerdo haberle preguntado por su dirección —me interrumpe claramente molesta.
—Vivo demasiado lejos de aquí…
—Esa es otra pregunta que tampoco realicé —las llantas comienzan a girar de nuevo, ¿esto cuenta cómo secuestro? — por eso le fue tan mal en la prueba, no pone atención a lo que se le pregunta.
—No me preparé bien, por eso me fue mal.
¿Por qué le doy más importancia a eso que al hecho de que quizá me esta secuestrando?
—No sabe interpretar nada —me regaña— ha dejado la cabeza en aquel pueblo y su desempeño en todas las clases lo evidencia.
¿Por qué la bruja Prado me secuestraria? No tengo nada interesante.
—Van por mucho más adelantados que mi antigua universidad por eso debo ponerme al corriente en… —Veo que gira hacía en una dirección completamente contraía al departamento que ocupo—vivo al norte, por cierto.
—Tarde, señorita Cruz —me advierte concentrada de nuevo en el camino— vamos a mi casa. Debe cambiarse de ropa o se enfermará y tendrá una excusa más para no atender sus clases.
¿Ahora si puedo llamarlo secuestro?