Alumna y Profesora - Después de Clases 2

Inesperadamente sus manos se posan en el listón verde que cuelga de mi cuello y lo comienza a aflojar, puedo notar que desprende un ligero olor a tabaco y menta. Sus dedos moviéndose cerca de mi pecho me alteran la respiración y esto basta para que pruebe una vez más ante ella el desastre que soy

+ Recuerdo que al llegar ni me miraste, fui solo una más de cientos. Sin embargo, fueron tuyos los primeros voleteos [...] +

—¿Piensa continuar retrasando la clase? —cuestiona al ver que no me muevo.

Pero qué mujer tan insufrible.

Me dirijo con torpeza al único escritorio que veo libre bajo el escudriño de algunos curiosos que seguramente se preguntan qué demonios le hice a la bruja Prado.

—Dicen que la señorita Cruz es el promedio a superar a partir de ahora —explica y no entiendo bien que significa eso— claro si logra aprobar mi materia con cuatro meses de retraso.

Hay algunas risas furtivas de escepticismo y Prado me dirige una extraña mirada para luego ordenar.

—Resumen, Los orígenes del teatro —se cruza de brazos—señorita Morgan, puede iniciar —ordena dirigiéndose a una chica morena de cabello crespo— llegó la hora de sorprendernos, señorita Cruz. Empecemos con un ejercicio que involucra memoria, conocimiento e improvisación.

Arrugo la frente confundida, no tardo mucho en entender de qué va la actividad, pero eso no significa que lo hago bien. Prado me interrumpe cerca de diez veces, al parecer la regla es no titubear y yo estoy acostumbra a dudar hasta de mi nombre.

El ejercicio consiste en relatar un evento de la historia, uno empieza y el resto debe seguir, los datos aportados tienen que ser reales y debes contar con la capacidad de improvisación e inteligencia suficiente como para seguir con el resumen que tu compañero anterior deja pendiente.

Un verdadero suplicio tomando en cuenta que es mi primer día aquí y no estoy familiarizada en lo absoluto ni con su plan de estudios ni con esta forma de aprender.

Soy un desastre, Prado lo sabe y no pierde la oportunidad para decirlo en voz alta.

Al finalizar la clase estoy sudando más de la cuenta, el frizz en mi cabello delata cuantas veces le pasé la mano, desesperada y confundida, el desgaste mental es tanto que solo quiero llegar a mi cama y dormir por horas. Pero luego recuerdo que ya no tengo ni eso, mi cama. Rento un ruinoso departamento a dos horas de aquí porque es lo único que puedo pagar.

Si, definitivamente mi día se pondrá peor.

—Pueden retirarse —ordena la pelinegra— usted, señorita Cruz, se queda en su sitio.

+ Quiero que no dejes de estrujarme, sin que yo te diga nada [...] +

Dirá que soy un desastre y me enviará de regreso a casa, por algún motivo eso no me parece una tragedia.

—Es usted un desastre —declara acercándose a mi escritorio cuando ya todos se han marchado.

¿La bruja lee la mente? Esto da un poco de miedo.

—Lamento lo de esta mañana —balbuceo como tonta— el café... su ropa...

—Debería lamentar no articular correctamente —sentencia con firmeza— no contar con los conocimientos básicos de historia del arte, ya que se trata de la carretera que ha elegido —hace un gesto indicándome que me ponga de pie— debería lamentar que ni logra portar correctamente el uniforme en su primer día.

Inesperadamente sus manos se posan en el listón verde que cuelga de mi cuello y lo comienza a aflojar, puedo notar que desprende un ligero olor a tabaco y menta. Sus dedos moviéndose cerca de mi pecho me alteran la respiración y esto basta para que pruebe una vez más ante ella el desastre que soy, no puedo ni hablar.

+ Tengo sed, estoy tragando. No quiero no estar a tu lado [...] +

La elegancia y el cuidado con los que arregla el listón de mi cuello revelan que es una mujer perfeccionista.

Con razón la desespero.

—Gra... —me aclaro la garganta— Gracias profesora.

Intento sonar firme cuando ella termina de acomodarme el moño.

—Es usted una estudiante talentosa —declara sin alejarse y yo, aunque me tiemblan las piernas, sostengo su mirada— pero para aprobar mi materia necesita más que talento, señorita Cruz.

—Sé que debo estudiar...

—Pues hágalo —ordena— tiene una prueba conmigo el viernes y si no cumple mis expectativas solicitaré su cambio con otro profesor, exijo en mis estudiantes cierto nivel de compromiso al que la mayoría teme enfrentarse. ¿Usted tiene miedo, señorita Cruz?

La miro a los ojos, claro que tengo miedo, estoy temblando y me cuesta respirar. Pero algo me dice que todas esas emociones las provocan sus preciosos ojos azules y no el desconocer donde nació la idea del teatro.

+ Finjo que no sé, que no he sabido. Finjo que no me gusta estar contigo [...] +

Vamos Briana, concéntrate.

—Voy a mejorar —la seguridad en mi voz me toma por sorpresa.

—Honestamente espero que así sea —declara dando un paso atrás y cruzándose de brazos— puede ir a su siguiente clase.

Tomo mis cosas y escapo de ahí como si el diablo estuviese dentro.

¿Los nervios ante Prado son porque es mi primer día?

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