Alumna castiga a profesor

Los inicios de Celeste, la madre de Alba donde castigará a su profesor de gimnasia.

Las clases resultaban algo aburridas para Celeste quien sacaba notas altas debido a su inteligencia. Era muy popular y sobretodo, deseada tanto por hombres como mujeres quienes volteaban a verla ya que los pantalones que llevaba siempre eran tan ajustados y apretados que marcaban bien sus firmes nalgas.

Tenía el pelo largo, rubio y unos ojos claros. Su estatura era mediana y sus tetas captaban las miradas de los jóvenes quienes en ocasiones se iban al baño a masturbarse porque no aguantaban las duras erecciones. Ella lo sabía perfectamente y aprovechaba eso para calentar al personal.

—Menudo culo tiene la jodida—escuchaba a veces.

—Si, la metes ahí y seguro que se te derrite la polla—alguno que otro se ajustaba el paquete.

Las clases de gimnasia empezaron para ella, el nuevo profesor aquel año era Fausto. Un hombre de mediana altura, pelo rapado y fuerte musculatura. En los vestuarios decían que era un baboso.

—Joder, siempre nos toca el peor—Laren se cambiaba la camiseta para ponerse la de gimnasia dejando su precioso sostén al descubierto.

Celeste aprovechó ese momento para manosear a su amiga y besarla en el cuello mientras las otras reían aunque también se metían mano o le tocaban el culo a la de al lado.

—Basta Celeste—dijo dejando salir un gemido mientras la joven llevaba su mano a sus bragas.

—Mira como te has puesto—susurró mientras le mordía el lóbulo de la oreja.

Unos golpes en la puerta hicieron que cesasen todas sus meteduras de mano.

—¡Salid ya que la clase empieza!—escucharon al profesor desde el otro lado.

—Luego terminaré lo empezado—Celeste le dio un cachetazo a su amiga que se mordió el labio por la acción.

Celeste notaba como el profesor se comía a sus amigas con la mirada mientras daban la vuelta de calentamiento. No solo eso sino que a veces soltaba algún comentario fuera de lugar o se ajustaba el pene. Este se marcaba debido a que portaba unos leggins de color blanco, dejando ver que estaba bien dotado.

Eran muy agobiantes para ella, una cosa eran los del pasillo y otra un profesor. Pero la cosa culminó cuando aprovechaba los estiramientos para ''enseñar'' a las chicas como debían realizar el ejercicio. Celeste notó como no solo acariciaba sus brazos o piernas, sino que su polla rozaba con su culo, podía captar la dureza de aquel falo.

En el vestuario empezaban a estar hartas y se duchaban un par de veces, como si aquello pudiera quitarles la suciedad.

—Esto tiene que terminar—pensó Celeste.

Se duchó la última para quedarse a solas con el profesor. Algunas incluso se marchaban a casa llorando porque se sentían humilladas o con ansiedad por lo sucedido.

Se vistió de la manera más provocativa posible, con un pantalón tan ajustado y una camiseta que dejaba su vientre al descubierto. Además, al no llevar bragas, sus labios se marcaban muy bien. Fausto entró al vestuario pensando que no quedaba nadie y que se habían dejado la luz encendida. Era muy estricto con las normas.

—Ah, eres tú. ¿Se puede saber porqué narices tardáis tanto en ducharos?—preguntó con tono gruñón.

—Lo siento, me tenía que quitar la suciedad y sudor de mi cuerpo—contestó dulcemente mientras recorría su cuerpo con la mano.

Luego, dando a este la espalda, levantó el pie para ponerlo en el banco y hacer como si se atase los cordones. Fausto al ver como se marcaba su vagina se puso más duro que una roca y fue hasta ella.

—¿Te has hecho mucho daño antes?—le acarició la pierna. Celeste lo había fingido para poder tener más confianza con él.

Le empezó a acariciar todo el muslo, sentía la respiración de este en el cuello y sus gestos sexys hicieron que le agarrase de las tetas.

—Oh profesor, es usted todo un pervertido—dijo dejándose hacer.

—Menuda putita estás hecha—le sobaba por encima de la camiseta y pronto la subió dejando al descubierto sus preciosos pechos que se movían hacia arriba y hacia abajo.

—¿Qué va a hacerme?, mi mamá dice que solo puede hacerlo mi novio y no tengo—comentó en un tono inocente.

—Te voy a enseñar lo que es el placer—le empezó a comer las tetas como sino hubiera un mañana. Celeste dejaba escapar gemidos que solo incrementaban la dureza de su pene.

Parecía un niño pequeño comiendo aquellas tetas mientras Celeste le agarraba de la cabeza para hacer fuerza. El pene de Fausto se restregaba con el suelo deseando meterla. Tras un rato, se puso de pie, la joven sentada en un banco respiraba.

En ese momento, vio como Fausto se bajaba el pantalón dejando su dura, gran y larga polla sobre unos huevos bien gordos frente a su cara. Estiró su prepucio que era largo y ocultaba su glande. Celeste enseguida se lo metió en la boca sin decir nada.

—Ohhh dios mío...—Celeste le succionaba con tanta fuerza y ganas la polla que el cuerpo entero del hombre se estremecía para todos lados. Apenas había empezado y ya tenía ganas de inundar esa boca con su leche.

—¿Le gusta profe?—la sacó unos segundos mientras le hacia una paja con las manos igual de placentera.

—¡Joder sí, voy a llenarte esa boquita!—contestó.

Celeste agarró la base del escroto aprovechando el momento, pero no hizo mucha fuerza, solo la necesaria para evitar que se corriera. Él al verlo le preguntó que hacia.

—Confié en mí, le sacaré tanta leche que le encantará—le lanzó un beso para acto seguido abrir la boca y sacar la lengua.

—La muy puta lo pide a gritos—pensó.

Ella continuó un buen rato masturbando tanto con sus manos como con su boca la polla del profesor quien sentía que estaba a punto de estallar. Sentía una necesidad de descargar increíbles pero la mano de la joven lo evitaba.

—Y ahora el toque final—dijo dejando de hacerlo y agarrando su zapatilla para quitar el cordón.

Fausto tumbado en el banco, estaba ido y no veía casi nada, solamente a la joven atar su escroto. Fue a decir algo porque sintió que algo iba mal pero vio que Celeste se desnudaba por completo dejando su linda vagina al descubierto y sin ningún pelo. Ella se sentó encima suya y comenzó a meterla despacio y pronto entró de golpe originando unos gemidos en ambos.

—Quiero correrme...necesito...correrme—dijo este.

—Shhh mi niño, pronto te correrás—dijo ella poniendo el dedo en la boca—si haces lo que digo, te dejaré follarme todo el curso, después de cada clase, ¿te parece?—preguntó guiñando un ojo.

—Sí.

La joven cabalgaba su polla mientras sus tetas volaban al viento ante la mirada de Fausto que estaba cachondo perdido y viendo las caderas de la joven menearse. Su polla estaba tan al límite que solo deseaba eyacular ya. Sus grandes huevos estaban aún más gordos, deseando vaciarse pero el cordón lo impedía.

—Venga que ya estamos llegando—dijo Celeste.

Tenía que reconocer que tenía una enorme polla y que sabía usarla. Finalmente, tras unos minutos más agobiantes que placenteros, llevó la mano al cordón, lo desató y en ese momento dio un empujón hacia abajo con sus caderas que hicieron que el hombre llegase al mayor orgasmo de su vida. Ella no quería quedar preñada así que en ese momento se quitó de encima pero acabó cubierta de semen por todas sus tetas.

—Ha sido...increíble—dijo el hombre exhausto y sin fuerzas.

Celeste se limpió todo y comenzó a hacer lo que más deseaba. Amarró usando los cordones en los dedos del hombre al banco y una cuerda que sacó de la taquilla. Fausto apenas se pudo dar cuenta porque su mente y cuerpo estaban en otro mundo.

—¿Qué mierdas?—preguntó al verse atado—¡oye puta suéltame!—gritó.

—Voy a darme una ducha para que tu amigo se recupere y vuelvo.

Haciendo caso omiso de sus gritos, se dio una larga ducha para quitarse todo el pegajoso semen. Allí nadie le escucharía porque estaba en una zona alejada y encima insonorizada para no molestar afuera.

Al salir, aún seguía chillando y se colocó a su lado en el banco, sentada todavía desnuda y algo mojada.

—Eres un pervertido y encima has hecho cosas malas con las alumnas—dijo con una voz ya no tan inocente.

—Será mejor que—plaf, un manotazo.

—Mira, no tengo tiempo ya que se ha hecho más tarde de lo que pensé. Quería hacerte sufrir mucho y lentamente, pero lo haré rápido—su sonrisa maliciosa le dio mala espina al hombre.

Rebuscó entre sus cosas y encontró algo, al verlo, Fausto no comprendió que quería hacer pero pronto lo iba a descubrir. Con una mano, destapó el bote blanco que llevaba en la mano y con la otra estiró el prepucio de este abriendo como si fuera algo parecido a un embudo ya que su glande quedaba a unos pocos centímetros más abajo.

—Disfruta—dijo sonriente.

Vertió el líquido transparente dentro de este y Fausto sintió algo frío que le hizo cosquillas en su glande. Luego, la joven cerró el prepucio e hizo presión unos segundos. Al cabo de un rato, Fausto ya recuperado del todo y con la mente más clara, supo lo que había hecho la joven pero para entonces ya era muy tarde.

—No, no habrás sido capaz de echar...

—Superglue—dijo ella sonriente—creo que ya no podrás usar tu amigo...nunca...nunca...nunca más—estaba feliz.

Los ojos de Fausto se abrieron de par en par. Celeste intentaba abrir el prepucio pero estaba pegado por dentro haciendo que fuera imposible, encima a su glande.

—Espero que hayas disfrutado mucho de mí. ¿Estás contento?—él lloraba y deseaba que solo fuera una pesadilla.

Al mirar su reloj, se dio cuenta de que llegaba tarde a casa y sus padres se iban a preocupar.

—Bueno, tengo que irme pero antes un buen regalito—dijo haciendo que se sentase sobre el banco haciendo malabares con las cuerdas para que no se soltase. Aunque le bastó con un par de golpes en los huevos para dejarle sin resistencia.

Sus huevos colgaban muy abajo de su cuerpo y del banco, estos bancos eran algo bajitos y pronto iban a ser sustituidos por las quejas.

—Bien, vamos a ello—dijo sonriente y saliendo con un cubo.

—¿Qué vas a hacer?—preguntó lastimado y sin fuerzas—no, no, no...¡eso no!.

Celeste colocó un cubo grande de agua hirviendo y no dudo en meter sus testículos en este haciendo que sintiera un horrible dolor. Estaba tan maniatado que le resultaba imposible mover cualquier parte de su cuerpo, de tal manera, que sus huevos quedarían dentro del cubo aunque él hiciera cualquier intento de moverse o quitarse. Los gritos eran aullidos y Celeste no dudó en sacar fotos mientras veía aquella imagen. Sus huevos poniéndose rojos como tomates y su pene con el prepucio pegado dentro y encogido por el dolor. Era gracioso ver moverse la polla de aquella manera.

—Adiós—dijo ya vestida y cerrando lentamente la puerta del vestuario dejando allí a Fausto aullando de dolor.

Al día siguiente anunciaron que el profesor Fausto se encontraba hospitalizado, no dijeron el porque pero Celeste lo sabía y era sonriente. El siguiente profesor era también hombre pero todo lo contrario, ayudaba a las chicas y estaban muy a gusto con él.

Celeste continuaba en el vestuario metiendo mano a sus amigas y no dudaba en masturbarse en casa pensando en Fausto. Había sido un gran placer y su mejor profesor hasta ese momento.

—¿Y qué hago ahora?—se preguntó tumbada y aburrida sobre la cama—miró el reloj y luego su ropa de gimnasia. Una sonrisa se le dibujó en el rostro—¿y si le hago una visita en el hospital a Fausto?.

¿Continuara?.

Espero que les haya gustado mucho este relato y si quieren saber más de Celeste, no duden en decírmelo así como también ideas ;)