Alta política
La vida para Lucas era sencilla y fácil, trabajo, una mujer que lo amaba y funa amante a la que romper el culo. Por desgracia, la política entró en su vida.
Acto 0: el de aquello que no une.
Salió del juzgado muero de cansancio. Miró su móvil y sonrió maliciosamente. A los pocos minutos llegó a un hotel mal iluminado para aquellas horas de la noche. Subió a una habitación sin preguntar en recepción y entró en una habitación entreabierta.
Ni siquiera saludó cuando vio que su presa ya estaba preparada. Se acercó a la cama y tocó los senos de aquella mujer atada. Bajó las manos hasta llegar al sexo de la mujer y sacó el vibrador que estaba en su interior.
Después se quitó la ropa con calma, sabedor que aquella mujer no le veía. Acercó su duro pene envuelto en un preservativo y comenzó a invadir el culo de la sumisa con calma.
Cuando terminó se puso su ropa y fotografió a aquella desconocida mujer. Tenía que volver a casa y, con suerte, follar a su novia.
Acto I: el de la llamada que lo tuerce todo.
Pocas veces puedo dormir tan satisfecho. Sé que estaba durmiendo y que quería seguir en la cama. Todavía estaba cansado de la noche anterior, me molestaba el cuello de los mordiscos y mi miembro estaba en reposo tras la acción doble de la noche anterior. Por primera vez en mi vida era feliz. Me gusta pensar que Sofía estaba a mi lado tan agotada y satisfecha como yo.
Ese estado de paz lo rompió un sonido estridente, propio de un instrumento tan oscuro e indeseable como mi móvil del trabajo. Yo estaba tan dormido que ni pensé en cogerlo, pero desafortunadamente Sofía era incapaz de ignorar una llamada.
Sin abrir los ojos supe cómo se levantó, sus pies descalzos deslizándose por el suelo, la puerta abrirse y el sonido del móvil acercarse a mí. Me vi obligado a abrir los ojos, aunque solo era capaz de ver sus pechos moverse a mi dirección:
-Es tu jefe, cógelo.- Me tendió el teléfono y lo cogí de mala gana.
Lo desbloqueé y esperé oír las malas noticias:
-¿Si?-
-Buenos días, Lucas tengo que pedirte un favor. Vas de número 17 en la lista de Madrid. Sé que es precipitado, pero me hace falta para rellenar. No vas a salir elegido con ese número, es un mero trámite. Nos vemos el lunes.-
No entendí a qué se refería. Esos números no podían ser de mi trabajo.
-Espera, ¿qué números?-
-Anda que te hace falta un café. La lista al Congreso, necesito relleno para que no se me cuelen idiotas.-
-Oye, yo paso de la política. Busca a otro.-
-No puede ser, la envié anoche. Tranquilo un 17 por Madrid no sale ni en mil años.-
-No, no- Me había colgado.
Tiré el móvil contra la pared e intenté seguir durmiendo esperando que fuese un mal sueño. Sofía subió a la cama por su lado y me balanceó para que se lo contase. No pude ignorarla y le relaté lo que me había dicho mi jefe.
Inexplicablemente le gustó lo que había oído. Era imposible que aquello fuese real y a ella le entusiasmó. Posiblemente le hacía feliz la idea de la política o pensase que así me molestaba un poco. Lo único cierto es que no me gustaba ese mundo.
Empezó a hablarme de cosas de esas, de encuestas, de campañas... Los periodistas saben de esas cosas, yo solo miraba a sus preciosas tetas moverse al ritmo de su voz. Quedé hipnotizado como un virgen en su primera vez.
-Cari, ¿me escuchas? Tengo la cara más arriba.- Cruzó sus manos estropeándome las vistas.
-Me da igual la política. Solo quiero una vida tranquila a tu lado.-
Mis palabras la enternecieron y me besó en la mejilla. Quise besarla yo, pero me empujó contra la cama.
-Tienes ganas de más, joder solo piensas en lo mismo.-
-La culpa es del trabajo. Tengo que aprovechar los findes.-
-Pues yo voy a aprovechar para ir a yoga.- Cogió ropa del cajón y se metió en el baño dejándome plantado y con mi pene saludando hacia el techo.
Me di la vuelta y pude conciliar de nuevo el sueño. Me daba igual todo si podía dormir un rato más. Cuando Sofía salió de la ducha yo estaba durmiendo. Me besó en la frente y salió con cuidado para no despertarme. Aquel día era el principio de nuestra nueva vida, pero ambos estábamos distraídos, ella con su clase de yoga e ir de compras después, yo con el trabajo y mi sueño crónico.
Acto II: el de un mal polvo y un descuido contable.
La vida para Alfredo se torció demasiado rápido. En aquel momento estaba en su despacho, fumando un habano mientras su secretaria lamía su miembro debajo de la mesa. Él casi ni le prestaba atención, sintiéndose demasiado importante como para mirar a su secretaria. Ella se sentía sucia, pero lo hacía para proteger su trabajo. El sexo no era un precio excesivo y le daban el suficiente salario como para olvidar el asco y la humillación.
Cuando Alfredo terminó su puro le dio una palmada en el hombro a su asistenta. Ella, obediente, se puso contra la mesa esperando que le penetrara el pene de su jefe. Según iba entrando en su culo empezó a protestar, Alfredo la ignoró hasta que se dio cuenta que sus protestas no eran por la penetración. Antes de poder reaccionar, escuchó las palabras que arruinaron toda su vida:
-Alfredo García Fernández de la Vega y López queda arrestado por malversación contra la hacienda pública, alzamiento de bienes y corrupción. Por favor, vístase.-
Aquello fue en sus propias palabras un descuido contable. Las imágenes en las que enculaba a su secretaria un descuido marital. El escándalo una invención. A los pocos días fue suspendido del partido y convocado un congreso extraordinario. Pasaron demasiadas cosas para llegar a ese punto, lo más probable es que no hiciera nada para evitarlo y el dinero ya no estaba a salvo ni en Suiza. Esa noche, él durmió la primera noche en el calabozo de muchas.
La próxima persona que se sentaría en esa silla estaba en otra muy parecida, también de cuero, revisando la facturación del bufete que había fundado y ahora administraba su joven pupilo. No era el plan ideal para ninguno de los dos hacer aquello, pero era necesario para ambos. En esas horas en las que se registraban todas las oficinas del partido, estos dos hombres estaban revisando asientos y comentando casos. Posiblemente los últimos de las carreras de ambos.
Acto III: el de un aniversario y una tragedia griega.
El 10 de junio era nuestro aniversario. Necesitaba hacerlo bien porque temía que estuviese dejando morir nuestra relación. Poco a poco mi trabajo había invadido mi tiempo hasta arrinconar nuestra relación a un minúsculo espacio que se podría resumir en llegar a casa mientras ella dormía e irme antes.
Llegué a casa a las 5 de la tarde y apague los teléfonos. Aproveché para ducharme con calma y elegir la ropa. Revisé que tenía los regalos envueltos y me eché mucho perfume. La esperé mientras ojeaba un libro y recordaba aquel placer oculto al que llamaba lectura. Sin duda, aquel libro era de mis favoritos, aunque hacía años que no lo abría.
Por la ventana del balcón la vi atravesar la calle, con su abrigo rojo destacaba sobre el resto de personas. Era una amazona atravesando un campo de batalla. Enseguida abrió la puerta de abajo, y un minuto después, la puerta de casa.
Se quedó sorprendida de verme, quizás mi la sorpresa de verme en casa un no domingo fue el mejor regalo que podía darle. Nos besamos con toda la ternura posible. No pude decirle feliz aniversario cuando me dijo que se tenía que ir.
-Pero, he comprado champagne y voy a cocinar para ti.- Me había roto todos mis esquemas.
-Cariño, te quiero más que a nada. Tengo que ir a la sede de tu partido para cubrir el resultado.-
-Ganará la vieja. Escribe la crónica desde aquí.-
-Tengo que ir.- Me miró de arriba a abajo y cambió de plan. -¿Por qué no te vienes conmigo, cenamos algo fuera y venimos a follar?-
No fui capaz de decirle que no. Nunca era capaz de contradecir su buen juicio. Fuimos a la sede del partido con el que había concurrido a las elecciones, aunque nunca había entrado en aquel edificio. Estaba abarrotado, pero nos abrimos paso gracias al carnet de la prensa. Me senté entre los periodistas y esperé que aquello no se alargara demasiado.
En cierta forma, me no me era ajena aquella votación. Competían el que había sido mi jefe toda la vida, Manuel del Bosque, contra una vieja arpía de la política, Ángeles Buero. Era patente la tensión porque ambos se odiaban y no lo ocultaban. Se podría decir que era una de esas situaciones en las que cada uno lucha en su trinchera. Yo estaba algo dividido, por una parte le debía a Manuel toda mi vida laboral, pero por otra, deseaba que perdiera y volviera a dirigir el bufete que yo custodiaba.
El único disfrute que tenía era acariciar la mano de Sofía mientras ella tomaba notas e intentaba obtener más información. Pensaba en lo que podría haber hecho en casa, en cocinar de nuevo y en el sexo salvaje que promueven este tipo de días. También pensaba en el libro y la pulsera que se había quedado detrás del sofá. Me sentía un auténtico idiota rodeado de los plumillas. Era el único que no quería saber el ganador, solo quería que acabara todo lo relacionado con la política. Tal era mi aburrimiento que encendí el móvil y me puse a perder el tiempo, casi echando de menos mi oficina.
Cuando salió el presidente interino del partido se hizo el silencio. Era impresionante verlo en acción. Aquel viejo director de orquesta había sido el encargado de capitanear el partido liberal hasta una nueva etapa. Todavía pesaba la losa de la corrupción del anterior líder, y aún más, la imagen en la que enculaba a su secretaria.
Queridos ciudadanos, estimados periodistas, queridos compañeros como dicen en mi pueblo, el pescado está vendido. Ya no queda más que oír el resultado, felicitar al ganador y que me despida de este atril para siempre. Permitidme que os diga que esto es un fracaso colectivo, porque nunca se debe dar que un dirigente no esté a la altura de sus altos deberos con la sociedad. Me pidieron que me encargara del timón mientras se elegía a un capitán y eso he hecho. Quiero pedir perdón por no haber lo hecho mejor, porque todos debemos optar a la excelencia. Dicho este adiós, solo me queda dar las gracias a mis compañeros por la campaña tan limpia que han hecho y desearle a mi nuevo capitán toda la suerte del mundo. Dicho esto, la persona que nos ha de dirigir a nuevos horizontes y guardar y hacer guardar nuestros ideales es: Manuel del Bosque.
Se hizo un aplauso enorme que destruyó poco a poco mi calma. Sería más tiempo el gerente del bufete y eso me causó vértigo. Agradecí la mano de Sofía que me ató a la cordura que empezaba a perderse en el salón.
La candidata perdedora no salía al atril y los periodistas empezaban a lanzar preguntas al aire de difícil pregunta. El viejo presidente volvió a salir para pedir calma y decir que había que esperar un momento por temas organizativos. Pasó más de una hora sin que nadie saliera, hasta que Manuel salió a dar el discurso de la victoria y dar por concluido el acto.
Tras una decepcionante cena en un burguer, Sofía y yo volvimos a casa con ganas de olvidar nuestro aniversario. Ninguno de los dos tenía ganas de sexo, ni se lo mencioné. Ambos sabíamos que aquella victoria por dos puntos haría desaparecer nuestro tiempo juntos.
Aquel sábado desperté solo en la cama. Una parte de mi temió que se hubiera ido para siempre. Tuve esa estúpida necesidad de buscarla, de saber que todavía éramos un algo juntos. Afortunadamente, ella estaba en el salón con su esterilla de yoga. Me quedé mirándola hacer una postura, embelesado con el culo que le marcaban aquellas mallas de licra. Permanecí en silencio, disfrutando de su cuerpo como se tensaba en aquella posición.
-Ha llamado tu jefe. Dice que tiene que hablar contigo.-
No le respondí. No quería saber nada de todo aquello.
-Cari, ¿me estás oyendo?-
-No quiero saber nada del trabajo. Este fin de semana voy a dedicarlo a ti y solo a ti.-
-¿Eso quiere decir qué no le vas a llamar? Me ha insistido mucho, puede que sea importante.- Se levantó y se quedaron sus labios a pocos centímetros de los míos.- Vas llamarlo porque eres muy responsable, después te vas a quitar la ropa porque te voy a esperar en la ducha.
-Puedo cambiar el orden.-
-No, porque después de la ducha vamos a ir a la cama y no sería apropiado llamar a un líder político mientras te como la polla.-
Se fue en dirección a la ducha y yo cogí el móvil de empresa y le llamé. Sonaron los tonos de rigor hasta que lo cogió.
-Buenos días. Enhorabuena por la victoria.-
-Gracias Lucas. ¿Podemos vernos hoy?-
-Hoy va a ser imposible, tengo que hacer una cosa fuera.- Lo oí resoplar.
-Mira, hijo. No te voy a mentir. El bufete necesita dos socios en activo y no puedo ayudarte, ni tú puedes seguir este ritmo. Voy a cerrarlo.- Quise llorar, pero contuve el llanto.
-¿No lo he hecho bien?-
-Llevas un bufete con una secretaria y tres becarios. Eres el mejor, pero no puedo dejarte que pierdas tu vida y mi nombre así. El lunes veremos el papeleo.-
El muy cabrón me colgó. Me vi parado, con una hipoteca que empezaría a ser un problema y mucho miedo por todos lados. Opté por la solución más fácil: el silencio.
Me quité el bóxer y me fui al baño. Entre el vapor pude ver la figura de Sofía y fui directo. La besé y pasé mis brazos por debajo de los suyos. Pasé mis manos por su espalda mientras nuestras lenguas bailaban, hasta que mis manos alcanzaron sus nalgas. Las agarré y la empujé más sobre mí, notando como sus pezones se habían endurecido. No pude resistir la tentación de morderlos. Por su parte agarró mi polla y la masturbó suavemente.
-¿Qué te ha dicho tu jefe?-
-Va a cerrar el bufete.- Volví a besarla y acaricié sus labios vaginales.- De igual todo. Ahora solo estamos tu y yo.
Me agaché y pasó con calma mis dedos por si vagina. Empecé a chupar mis dedos y a meterlos, hasta que me agarró la cabeza y empujó mi lengua hacia su interior. Empecé a chupar con ansia, recordando el dulce sabor de su interior y regodeándome de cada parte. Sus gemidos iban a más, en especial cuando mordí su clítoris. Lo repetí varias veces, hasta que sus piernas se tensaron, sus manos me tiraban del pelo y noté su humedad en mi boca.
-Te aviso que le voy a coger el gusto a esto.-
Me levanté y apagué la ducha. Tenía muchas cosas que decirle, tanto que opté por no decir nada.
-Has perdido algo de forma cariño. Antes estabas mejor.-
Agarró la grasa que sobraba de mi abdomen. Me sentí avergonzado, parecía que ya no le gustaba. Pasó las manos por mi cuerpo hasta que alcanzó mi polla. La masajeó con cuidado hasta que gemí.
Condujo mi polla hasta su vagina y la dejó en la entrada, con mi capullo casi dentro. Entendí el mensaje y la empecé a penetrar mientras la empujaba contra la mampara. Ella mordió mi cuello y se agarró a este con sus manos, mientras sus pernas hicieron una pinza en mi cintura. En esta posición podía penetrarla más a fondo, haciendo cada vez estuviese más caliente.
Finalmente, no pude reprimir más mi corrida y acabé en su interior mientras ella mordió mi cuello e hizo lo mismo. Casi no podía recuperar la respiración tras aquel orgasmo.
-Si cariño, mañana salgo a correr.-
Acto IV: el de inventarse una salida.
María de los Ángeles Buero Saavedra no era una perdedora. Había conseguido todo lo que se había propuesto hasta que su suerte de perdió. Ella, destinada a ser ministra o presidenta, ahora era una perdedora que tenía que encontrar una forma de sobrevivir.
Toda su vida estaba encauzada para tener el poder y pensó mucho en cómo mantenerlo. Su única opción era un pacto para salvarse, aunque sabía que el pacto de hoy era la derrota del mañana. Miró el retrato de Margaret Thatcher que siempre la había acompañado y quise romperlo en mil pedazos. Su reflejo la había llevado a la derrota.
Necesitaba una nueva inspiración, un alguien que guiara sus pasos hacia el nuevo amanecer en el que ella volviera a ganar. Tras mucho pensar lo encontró, su salvación. Para ganar tenía que ser la líder de algo: una revolución.
Acto V: el de un tren vacío.
La tarde del 12 de junio no se correspondía con un domingo por la tarde en una redacción. Por azares del destino, había cambiado el panorama político nacional con el movimiento menos esperado de todos.
Una mesa de negociación y una espantada de afiliados y políticos. El mayor escándalo del año, algo que hacía que encular a una secretaria fuera lo anecdótico. Ángeles Buero había anunciado que dejaba a los liberales y formaba una plataforma que se iba a fusionar con los socialdemócratas. Ella había perdido las primarias y había dejado el partido con su marcha herido de muerte. Las crónicas se amontonaban en las mesas de los redactores, los teléfonos estaban echando humo... Toda la redacción llena, excepto una mesa que permanecía vacía. La mesa de Sofía. Sofía no había contestado al teléfono, ni al e-mail. Ella estaba incomunicada.
Lo que no sabían en la redacción es que estaba jugando con un tren a escala que me había regalado por el aniversario. Tras un sábado de sexo recordamos que teníamos cosas olvidadas como los regalos.
Como recientemente parado, estaba con el subidón de endorfinas del sexo y estaba en el suelo del salón con mi tren de juguete. Sofía, por su parte, estaba ayudándome con aquella maravilla ferroviaria.
No habíamos hablado de mi trabajo porque no era necesario. Estábamos viciados el uno con el otro, volviendo a vivir cómo cuando nos conocimos. Posiblemente aquel tren era una metáfora de la niñez de nuestra relación perdida y ambos nos prometimos que no íbamos a perder aquel tren.
Por azares del destino, tuve la mala suerte de darle sin querer al mando a distancia de la televisión y que se pusiera en marcha. Estaba la noticia en los rótulos de todas las cadenas, y Sofía por espíritu profesional no pudo evitar verlo. Trágicamente tuvo que abandonar el tren de casa para marcharse a su redacción.
Quise decirle que no se fuera, que se quedara en nuestro bunker. Tan solo le dije una obviedad impropia de mi:
-Cariño, vístete.-
Acto VI: el de el general Espartero, el general Prim y Evita Perón.
La mayor vergüenza de un hombre de su edad era llorar como una niña a la que le han robado su juguete. A Manuel del Bosque le acababa de pasar casi lo mismo. Había perdido en la victoria, su mayor ambición se había partido en mil pedazos como un cristal quebradizo.
Estaba al mando de un partido del que habían dejado unas tristes veinte actas en el Congreso y algunas autonomías repartidas. Era un mal comienzo, en especial porque ya no tenía a políticos a su lado. Él era el ganador de las bases y el aparato estaba camino de la integración con los socialdemócratas.
Estaba en el bufete que iba a cerrar, deambulando por las oficinas en las que había pasado toda su vida. Se sentía un doble fracasado por la política y por cerrar su pequeño negocio. Lo había dejado al cargo de Lucas, su pupilo, sin embargo, ahora no podía seguir esto abierto si él estaba en la primera línea. Pensó mucho en aquel chico, al que irremediablemente debería dejar fuera de su negocio por el bien de la política.
Entró en el despacho de Lucas sabiendo que le había destrozado con su llamada telefónica. Posiblemente la cobardía era una de sus virtudes políticas y un defecto humano. Miró en la estantería, entre tomos legales, algunas imágenes pegadas en un corcho. Había una foto en la que estaba con una mujer rubia, de esas con mirada felina y mucho carácter. También había recortes de prensa y algunos retratos antiguos. Reconoció a Juan Prim y Prats, a Baldomero Espartero y a Evita Perón. Al resto no lo conocía, pero supo que serian gente importante.
En aquella habitación estaba la vida de un hombre al que él había construido y decidió que no lo dejaría caer. Al fin y al cabo, era como un hijo y no lo iba a abandonar tan fácilmente.
Acto VII: el de miedos, cine clásico y una promesa de una mamada muy húmeda.
Prometí a Sofía que saldría a correr para bajar de peso. No bajé de peso por el deporte, sino porque era incapaz de mantener en mi estómago la comida. Pensé que era algo pasajero, pero acabó siendo algo crónico.
Según el médico era ansiedad. Supongo que era la ansiedad de no tener trabajo, de que se acabarían mis ahorros para pagar la hipoteca, sentirme como un inútil, la idea de Sofía de tener hijos... Al fin y al cabo, el todo es más que la suma de las partes.
Intenté buscar algo que me devolviese mi viejo yo, pero mi carta de presentación era Manuel del Bosque y su maldito partido hundido en la miseria. Me llamó varias veces para decirme si necesitaba algo, lo que quería en el fondo era sondearme para que le ayudara en el congreso. No quería saber nada de la política, mi vida era el derecho. Era, porque ahora no era nada.
El 12 de diciembre ya estaba claro que el partido Liberal estaba hundido en el fondo. Todo lo que sabíamos de él era la corrupción de su antiguo líder y los trásfugas. Todo era una noticia mala y otra peor, dentro de un ciclo vicioso. Ese día habían abandonad el acta otros dos diputados y la lista de Madrid llegó hasta mi.
Tenía la oportunidad de ser diputado, aguantar el año que quedaba hasta las generales y ganar algo de dinero. EL problema era que me aterrorizaba todo aquello, las cámaras, las tertulias, los debates vacíos... Yo no estaba hecho para la política.
Pasé esa tarde mirando una película demasiado vieja para que nadie la recordara: ¿Qué fue de Baby Jane? Era un duelo interpretativo entre Joan Crawford y Betty Davies en el que cada una de esas viejas estrellas demostraba, plano a plano, la diferencia entre actuar y ser un personaje de tele5.
Esas dos actrices me acompañaron esa tarde y cuando Sofía volvió del trabajo se sentó a mi lado sin decir una sola palabra. Ella quería que aceptara la política como un mal menor, aún sabiendo que lo odiaba. Ella odiaba más verme consumirme, ya incapaz hasta de comer.
Según los ojos de Joan Crawford se apagaron, los de Sofía se llenaron de valor. Quería que volviera al campo de batalla, aunque no fuese mi medio.
-Cari, tienes que aceptar el acta. Ambos sabemos que es lo mejor para ti.- Agarró mi mano con la suya, creando una atmósfera de intimidad en el sofá.
-No me gusta la política.-
-Pues finge. Tienes que hacer como en la película esta. Usa tu odio a tu favor, conviértete en lo que haga falta.- Apretó más su mano.
-Menudo diputado más patético voy a ser. Allí se sentó Alberti, Gutiérrez Mellado, Espartero, Sagasta... Es mejor que no lo acepte.- Me levanté del sofá y salí al balcón.
Ella me agarró por la cintura y apoyó su cabeza en mi hombro. Estaba tan agobiado y desesperado que no quería ni seguir hablando con ella.
-El día que te conocí no me gustaste. Me fijé en ti por unos apuntes que le vi a Rosa. Nunca lo olvidaré, ese discurso en el que hablabas de una ley de asilo hablando de El mundo de ayer de Zweig. Eres el mejor para ese trabajo porque lo odias y todo lo que te hace bueno es eso. Piensas que esos no saben quién es Zweig o Cioran. Necesitas salir de estas cuatro paredes.-
-¿Por qué es todo tan complicado?-
-Porque las cosas fáciles te aburren. Mira el lado bueno de las cosas, será escandaloso cuando te haga mamadas a cambio de entrevistas.-
Me giré la besé con todas mis fuerzas. En el fondo estaba más que agradecido por tenerla en mi vida. Nunca se lo había dicho, pero yo me fijé en ella antes. Era una fuerza de la naturaleza que podía ponerlo todo en marcha, mi impulso vital.
-Ves, a todos los hombres se os convence con un mamada húmeda.- Callé ante esa innegable verdad y seguí besándola.
Nos fuimos al salón desprendiéndonos de la ropa. Toda esa ansiedad se fue disipando según la excitación se iba abriendo paso. Estábamos sumergidos en el sexo y no vimos que acabábamos de poner otro clavo en lo que quedaba de nuestras antiguas vidas.
Todo me dio igual cuando me empujó contra el sofá y se puso encima a besarme, recorriendo el camino de mi boca a mi pene de ida y vuelta, mientras mis manos acariciaban sus pechos. El contacto de su lengua con mi cuerpo me hacía estremecerme, en especial, cuando rozaba mi húmedo miembro.
Se cansó pronto del juego y guió mi miembro a su coño y empezó a cabalgarme con sus dotes de amazona. Mi hinchada polla entraba y salía a su voluntad, sintiendo el calor y la humedad que emanaban de ambos. quise cambiar de posición, pero me cogió de las manos impidiéndomelo y aceleró el ritmo hasta llegar a un orgasmo que debieron oir todos los vecinos. Se quedó sobre mi mientras recuperaba el aliento.
-¿Me dejas seguir por detrás?- Era una práctica que pocas veces hacíamos.
-Hazlo en la cara.-
Cumpliendo sus órdenes me puse en pie y me pajeé cerca de su cara. Ella me miraba con sus ojos de felina, esperando mi leche. No pude aguantar esa mirada y acabé con un trallazo en su barbilla y varios en sus pechos.
Acto VIII: El de Zweig y el café
Aquella tarde estaba muy aburrido, tanto que hasta me hubiera gustado ver un documental de La 2. La vida es así, y a veces, acabas en un Starbucks terminado un artículo sobre una tontería de política. Me puse el canal parlamentario para seguir la sesión y seguí escribiendo, dándole sorbos a mi expresso y pensando más en tomarlo en Nueva York que en Madrid.
Por casualidades del destino, era el primer día de los nuevos diputados liberales, una especie en peligro de extinción. A uno de ellos lo habían nombrado portavoz adjunto, un puesto raro, aunque teniendo en cuenta el camino que llevaba el partido, solo estaría en ese puesto por lealtad al líder.
Quise verle la cara, por respeto ya que lo iba a poner a caldo en mi próximo artículo. Me pareció un tipo algo raro, con pinta de nervioso , un traje oscuro y una corbata roja que llamaba a la vista. Posiblemente duraría dos días para irse con Ángeles Buero, pero merecía la pena mirar su primera intervención para rellenar artículo.
Se levantó para interpelar al presidente del Gobierno, un primer estreno duro. Le di toda la voz que pude:
-Muchas gracias señora presidenta. Señor Presidente en el artículo cuarto, punto 3 de la Ley textualmente pone que "es un derecho mantener la patria como un principio imperturbable de las gentes de España por encima de cualquier otro aspecto. Estando la patria por encima de todo". En el punto 4 del mismo artículo: "se considera amor a la patria como un principio fundamental de la más alta instancia, estando su demostración de obligado cumplimiento ante la autoridad." Estos puntos suponen que las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado pueden pedir muestras de amor a España. Mi pregunta es: ¿cómo se demuestra el amor a la patria? Llevará la policía una bandera para que se bese al pasar por una calle, carnet de patriota o tararear el himno... A mi grupo parlamentario le preocupa el auge de este nacionalismo inútil que nos recuerda a etapas oscuras de la historia. Así pues: ¿Cree el señor Presidente que estos puntos deben pertenecer a una reforma parcial de la Ley de emprendedores?-
El presidente recordó los casos de corrupción y las desbandadas en el partido.
-Señor Presidente, ¿qué tiene que ver la corrupción con el ultranacionalismo idiota de sus socios? ¿No cree que hay principios que no se deben manchar por el poder? Permítame que le recomiendo que lea a Stephen Zweig, quien acabó en un exilio forzoso mientras su amada Europa ardía por ideas semejantes a las que refleja esta Ley.-
El debate acabó así y me gustó mucho. Un poco de historia, una pizca del debate y tenía mi artículo terminado: "Un novato liberal lucha contra nacionalismos."
Seguí intrigado por aquel tipo, parecía tan poco político que me encantó. Pensé en hacerle un perfil y empecé a investigar.
Su vida laboral era sencilla: abogado en el bufete del presidente del partido. Así que busqué su vida personal con pocos resultados. Una página de twitter semivacía, un linkedin aburrido y un instagram sin fotos. Lo único que encontré fue que sonrió al palco en su promesa de la Constitución. Estaba un matrimonio mayor, al que supuse sus padres y una chica que me sonaba de algo. Amplié la foto y caí en la cuenta, el nuevo salía con Sofía Henares de EL País. El perfil empezó a tomar forma y pedí número de Sofía. Había encontrado una mina.
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Acto IX: el de la mala uva y una mamada.
Salí del Congreso rodeado de periodistas. No sabía que decirles y le di vueltas mientras se ponían en círculo a mi alrededor.
-Diputado, cuando quiera.- Se hizo un silencio sobrecogedor.
-Buenos días. Soy Lucas González y voy a ser portavoz adjunto del grupo liberal. En primer lugar, quiero decir que tengo un carácter complicado y algunas veces puede que les trate algo mal. Perdónenme por adelantado.- Sus risas me pusieron más nervioso.- En segundo lugar, sepan que no estoy acostumbrado a estas cosas. Tendran que dejar que me ponga al día. Dicho esto: si tienen alguna pregunta que sea de uno en uno.
-¿Es cierto que compara la nueva Ley con el Nazismo?-
-No he dicho que sea una ley nazi, solo digo que me parece una ley nacionalista y estúpida que nos distrae de cualquier horizonte de progreso.-
-¿No es de progreso una Ley de emprendedores?-
-Una que dice tantas idioteces como esta solo puede entorpecer. Miren, artículo 6: un emprendedor debe mirar por y para su patria. Con esto no paga las cuotas, ni consigue clientes, ni tiene dinero para ir al Mercadona.-
-¿Cree que el presidente leerá lo que ha recomendado?-
-Me gustaría pensar que todo el mundo leerá o ha leído a Zweig.-
-¿Recomienda a algún escritor patrio?-
-Me gusta Eduardo Mendoza, Javier Marías, Sergio del Molino, Rosa Montero...-
Aquello siguió un buen rato. supe después qué se permiten tres preguntas y y les dejé más de treinta. Aquella novatada me hizo llegar tarde a comer a casa, lo que me trajo buenos recuerdos. Por la tarde acudí a una comisión de esas que no valen para nada sobre infraestructuras. Afortunadamente no me dormí. La siguiente era de la televisión pública. Cuando tomé la palabra me salté el guión del partido y pregunté sobre la renovación de El Ministerio del Tiempo, sobre la temporada fantasma de Los Misterios de Laura...
Cuando llegué a casa tenía visita. Sentado en la mesa del comedor me esperaba Manuel con cara de pocos amigos. Sofía estaba muy sonriente, por lo que pensé que no sería lo más malo.
-¿Crees que esto es un juego? Tengo que llevar este partido a flote y mi portavoz adjunto se pasa las directrices por el forro de los cojones. Te paso lo que tienes que decir al presidente y tú le dices inculto a la cara. Tienes que ir a una comisión y preguntas por tu serie favorita. Les das mil explicaciones a periodistas y ya hay una mosca cojonera pidiéndome a mí que hable de ti.- Su cara pasaba del rojo al morado.
-Sabes que digo y escribo lo que pienso. Me conoces desde que salí de la universidad. No quiero este trabajo, no me gusta, pero si he de hacerlo lo haré a mi modo. Si quieres un loro te firmo mi dimisión.-
-Tienes los santos cojones de amenazarme con dimitir. mira hijo, esto no es un juzgado en el que tienes que ganar, esto de basa en prevalecer. Gobiernan los conservadores con apoyo de los ultras. La oposición son verdes y socialdemócratas. Los liberales somos la veleta y apoyamos la estabilidad conservadora y el progreso socialdemócrata. Esas son las putas normas de esto. Ese tipo tiene que darnos poder si queremos sobrevivir y tú le dices inculto y nazi en los medios.-
-Si te haces una copia barata de ese meapilas, cogerán el original.-
-Me voy. Puedes hacer lo que quieres. Este partido está hundido y yo demasiado cansado de esta mierda. Ojalá ese idiota hubiera tenido la polla dentro de los pantalones y la mano más corta.- Miró a Sofía que nos observaba con atención.- Perdona los gritos querida. Gracias por el café.-
Se fue dando un portazo y miré a Sofía pidiéndole su opinión:
-Cari, eres el peor político del mundo. Se nota que te aburren los sermones, piensas por tu cuenta y crees en lo que dices.-
-Menudo consuelo.-
-Lo mejor es que me da igual. Tú lo has dicho, son todos políticos perfectos, repeinados y sin ideas. A ti te está la camisa estrecha, se ve que tus gafas están torcidas y sucias, sudas mucho... Te voy a decir lo peor- Me temí cualquier cosa.
-Me ha gustado lo que has dicho y hecho. Eres auténtico y me gustas mucho. Eres el tipo que cita a Zweig.- Se metió debajo de la mesa.- Y a ese tipo de debo una mamada húmeda.
Sacó mi polla del pantalón y me recosté en la silla dejándola hacer. Supuse que era la erótica del poder aquel arrebato. Recordé una gran frase: "Dejarse llevar, suena demasiado bien. "
Acto X: el de un mal tipo y otro dudoso.
-Eres un puto gilipollas. No tienes ni puta idea de lo que estás haciendo. Esto es una mierda...-
Los gritos se propagaban por toda la oficina sin que nadie se diera cuenta del punto que había alcanzado aquello. Posiblemente estaban todos acostumbrados a aquella atmósfera y todos estaban inmunizados ante los gritos y las malas maneras.
En esta ocasión el cabreo provenía de unos sondeos de intención de voto que confirmaban que la labor parlamentara estaba fracasando. El líder culpaba claramente a los liberales y su nuevo portavoz, con el que cada vez más debatía con mal resultado.
Apoyaban al gobierno a cambio de apoyo para sus propuestas de ley, pero los ácidos comentarios del liberal hacía que cada vez más los conservadores se alejaran de las posiciones ultra.
Hicieron un gabinete para cambiar aquella situación y decidieron hacer lo que fuera necesario para hundir a aquel nuevo rival que los estaba destrozando.
Acto XI: El de el vómito, un archidemonio y un cabreo tremendo.
El 23 de diciembre de ese año deseé más que nunca no haber entrado en política. Estaba en el peor momento de mi vida y no era capaz ni siquiera de levantarme del. Sin duda, había alcanzado eso que le dicen tocar fondo, tanto de forma figurada, como literal.
Por primera vez en años, Sofía no estaba a mi lado. La entendía perfectamente, yo también hubiera huido de todo esto. Por la ventana de mi balcón veía a una muchedumbre de periodistas esperándome. ¿Qué se supone que he de decir? Siento haber dicho que son unos ultranacionalistas rancios, siento que sean tan hijos de puta como para sobar un historial médico de hace ocho años, siento que me deje Sofía una carta y huya de mi lado...
Volvía a estar en baño vomitando, expulsando el contenido de mi estómago con la esperanza que parara aquella maldición. Quería llorar e ir a partirle la cara a aquellos nazis hijos de puta. Sabía que tendría el móvil lleno de llamadas, pero no estaba de humor para contestar ninguna de ellas.
Era una situación que quería solucionar por mí mismo, porque al que más afectaba era a mí de forma directa. En cierta manera el partido se lavaba las manos sabiamente, sabedores que aquel era un asunto privado y tenían razón. ¿Qué hay más personal que eso?
Quise decirle a Sofía que no me importaba aquella basura, pero ella sabría que le estaba mintiendo. Conocía mi deseo de ser padre, aunque comprendía de cierta manera lo que había pasado. No estaba dispuesto a que le afectaran más a ella que a mí mis actos en política.
Intenté tomar la perspectiva más fría posible, pensando que aquello no era más que una provocación barata, destinada a que luchara en el barro intelectual en el que tan bien se movían. Pensé en darle un puñetazo en el Congreso, pero lo deseché por pudor democrático. También pensé en dimitir, pero no les iba a dar ese gusto.
Me levanté de aquella humillante posición y entré en la ducha con dificultad. Deseé con todas mis fuerzas que se me apareciese la idea brillante para ganar esa patética guerra. No sabía cómo se luchaba en aquel campo, solo conocía los juzgados y las oficinas.
Salí de la ducha y fui directo a vestirme. Solo faltaba una foto desnudo en los periódicos. Quise tomar ideas y busqué en las tertulias televisivas si trataban el asunto. Casi todos decián "nauseabundo" o "falto de ética". En aquel fango nadie se metía, era repugnante para cualquier persona con un poco de educación.
Pensé en buscar algún antecedente, pero no sabía qué hacer. Las opciones clásicas eran comunicados, entrevistas o ruedas de prensa. Reflexioné acerca de estas cuestiones sin éxito, ninguna era lo suficientemente buena.
Así que me tomé el resto de la mañana en darle vueltas, en buscar una pieza que lo resolviera todo. Finalmente, tomé la mejor decisión, fingir que no había pasado nada y hacer vida normal. La cuestión personal me preocupaba más, en especial, por Sofía. Necesitaba hablar con ella más que nunca.
Tenía mensajes de apoyo y llamadas en el teléfono pero busqué su contacto. Tenía un mensaje de ella: "Lo siento mucho. Estoy con mis padres. Si quieres dejarme, lo entenderé."
Yo solo le contesté: "Ok. Te quiero."
Salí con las llaves del coche en la mano para buscarla. Tenía que decirle lo que pensaba, necesitaba que fuese en directo. Cuando abrí el portal recordé a los periodistas. No había preparado nada.
-Buenos días.-
-Diputado, alguna declaración sobre la publicación.-
-No, la noticia se explica sola. Me gustaría que se hablara de argumentos e ideas, no entro en esa basura.
-¿Usted sabía lo del aborto?-
-No voy a entrar en esto. La persona más importante de mi vida está sufriendo por algo que solo nos incumbe a nosotros, quien quiera circos que los busque en otro sitio. No voy a contraatacar bajando al fango.-
Salí a buscar a Sofía. Era lo único que me importaba.
Acto XII: el de ese señor llamado Willy Wonka.
Estaba harto de aquellas canciones horrorosas que tarareaban mis nietos sin parar. Hubiera matado por algo serio, por un noticiario o por algo en lo que no cantasen. Odiaba a aquellos duendecillos que solo pensaban en el chocolate.
Me fui a mi despacho huyendo de aquella estupidez de película. Tenía que decidirme en las listas de nuevo, sabedor que el mejor político que tenía en mis filas nunca repetiría. Le habían arruinado la vida y yo era responsable en parte de aquello.
Mi castigo debería ser retirarme y dejarlo todo. Vivir aguantando esas canciones y navegar por ese mar de chocolate alejado de todo lo que alguna vez me había gustado. Reflexioné sobre qué hacer, sobre cómo compensar a mi hijo de no sangre...
Acto XIII: el Soledades, Galerías y otros poemas.
Hay una cosa que tienen en común Antonio Machado y The Black Keys. Ambos nunca fallan. Algo así como que un corazón roto es ciego. En mi caso, la ceguera era más que pronunciada, solo pensaba en Sofía, y ella, huía de mi. Era mi penitencia por haber dicho lo que pensaba.
Pasaba muchas horas entre el poeta y la banda de rock, buscando un alivio que apenas llegaba. Estaba más aislado que nunca hasta que alguien entró en casa de nuevo.
Entró Manuel acompañado de Sofía. Recordé esas escenas de Cómo conocí a vuestra madre de las intervenciones. Pensé en tirarme por el balcón antes de aguantar eso.
-Muchacho, he hablado con esta dama y tenemos una oferta que no podrás rechazar.- El tono grave de mi jefe de partido me hizo pensar en lo peor.
-La referencia mafiosa es cosa tuya, no- Miré a Sofía que tenía los dientes apretados.
-Quiero una venganza a lo mafioso por lo que nos han hecho.- Dijo en un tono sereno.- Vamos a hacerte presidente.
-Tenemos el partido en ruinas, por si no os acordáis.-
Acto XIV: el de una cosa llamada pragmatismo.
Sofía acariciaba el tomo del libro sin abrirlo. Sabía, al igual que le pasaba a su compañero, que aquel libro era más importante que todo lo demás y no se debía abrir. Tenerlo entre las manos le daba la fortaleza que necesitaba para explicarle algo a Lucas que nunca le hubiera dicho y ahora sabía todo el país.
-Eso que pasó fue antes de vivir juntos. Apenas te conocía, tenía miedo y pensé que era la mejor opción.- Las lágrimas empezaron a caer por su rostro.
Lucas seguía mirándola en silencio. No sabía que se dice en esas circunstancias. Nadie le había dicho como uno se comporta así.
-Dime algo joder- Sofía necesitaba que le contestara, o al menos, le gritase.
-Hay una canción italiana, algo antigua, que se puso de moda en el confinamiento. Dice algo como hagamos como que todo va bien. Si has venido es porque te importo.-
-¿Quieres fingir que no ha pasado nada?-
Lucas se quedó callado. Recordó sus numerosas charlas sobre tener hijos, las horas innumerables juntos y el hecho de que nunca se lo dijo. Pesaba más el silencio que el acto. También recordó la estupidez de ser candidato, la frase de El Padrino, que llevaba esa camisa roja que le marcaba las tetas...
-¿Tienes una idea mejor?-
-Quiero resarcirte. Necesito que no seas mejor que yo.-
-Segunda fila. Cuarto libro. Con eso soy mucho peor que tú.-
Sofía vio aquella foto y lo entendió todo. En aquel tiempo no se quedaba hasta tan tarde trabajando. Por eso sacaba dinero en efectivo y no usaba las tarjetas.
Irónicamente, el anterior líder liberal compartía con la nueva estrella del partido el gusto por follar culos de putas. Entre un llanto demoledor, Sofía supo que él era peor.-
Acto XV: el de el Rey, la lealtad y el enemigo de mi enemigo.
La suma era clara. Si hacen falta 176 votos, juntos tenían de sobra.
-¿Por qué crees que voy a darte mis votos gratis?-
-Porque si no me los das, me los darán los conservadores.-
-Compartamos gobierno.-
-Programa de gobierno. Yo soy el presidente y mi equipo es solo mío.-
-Acepto. Montamos mesa para hacer el programa. Quiero ser socio preferente, los asientos de CGPJ y negociación de la posición europea.-
-Hecho.-
Cuando salió de jurar el cargo ante el Rey se encerró en su despacho. Entró una señora rubia acompañada de un tipo de pelo blanco que cojeaba. A las dos horas, salieron con una lista que se pasó a una secretaria que empezó a hacer llamadas.
Aquel lunes por la tarde, el nuevo presidente del Gobierno entró en aquella sala de prensa llena de periodistas. Habían muchas apuestas por el nuevo gabinete, pero nadie dijo nada hasta que se situó en el atril.
Buenas tardes, voy a anunciar los cargos ministeriales y algunas secretarias de estado. La estructura del gabinete es Presidente, vicepresidente y 14 ministerios...