Alta cocina

Sonó el teléfono mientras estaba desayunando. Era mi cuñada que me dijo que estaba de viaje y que se iba a pasar por mi ciudad. La invité que se quedara a comer a lo que ella aceptó gustosamente.

ALTA COCINA

Sonó el teléfono mientras estaba desayunando. Era mi cuñada que me dijo que estaba de viaje y que se iba a pasar por mi ciudad. La invité que se quedara a comer a lo que ella aceptó gustosamente. Cuando colgué el teléfono me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. Traté de pensar qué podía preparar para comer, pero la idea de comer con Laura en casa, solos los dos, me bloqueaba porque mi cuñada me pone mucho. No es que ella sea ningún bellezón, pero a mí me excita mucho. Por fin me puse manos a la obra. Preparé una crema de calabacín y saqué del congelador unos filetes de ternera para hacer cuando llegara ella.

Ya tenía la crema hecha y mi excitación seguía creciendo, así que sin más, me bajé los pantalones en la cocina y me puse a hacerme una paja pensando en Laura. Mientras me la meneaba me vino una idea a la cabeza: echar el semen en la cremita para dárselo luego a ella. No, no podía hacer eso. Notaría algo raro y si lo descubre me moriría de vergüenza. Pero era tal el punto de excitación que tenía, que mientras pensaba todo esto me vino el orgasmo y descargué toda mi leche en la crema que más tarde daría a mi cuñada para comer. Lo moví corriendo y el color blanco del semen se iba mezclando con el amarillo de la crema e iba desapareciendo despacio hasta que al final desapareció todo. Lo intenté probar para ver si se notaba, pero al acercármelo a la boca, me dio una arcada que no fui capaz de probarlo. Recemos porque no se dé cuenta, pensé.

Al mediodía se presentó Laura en casa y después de hablar un buen rato preparé la mesa para comer. Nos sentamos y le pregunté:

¿Te gusta la crema de calabacín?

Sí, es muy sana y nutritiva- respondió.

Pues eso es lo que he preparado aunque no sé si te gustará, ya sabes que la cocina no es mi fuerte.

Seguro que sí, ya verás.

Le serví su plato y puse el mío también. Abrimos una botella de vino y sin más empezamos a comer.

¿Qué tal?- le dije.

Está muy buena, aunque

¿Qué pasa?- exclamé alarmado.

No lo sé, es un sabor como muy familiar pero no tengo ni idea de qué es.

Yo me estaba empezando a poner nervioso pero me excitaba mucho verla saborear de esa manera la crema. Claro, yo pensaba que lo que estaba saboreando era mi semen. Por fin estaba probando mi leche después de soñarlo un montón de veces, aunque no así exactamente. Tenía una erección de caballo y me tenía que levantar a por los filetes. ¿Cómo lo haría? Esperé dos o tres minutos pero nada, aquello no bajaba así que me armé de valor y me levanté intentando disimular, aunque creo que Laura se percató de todo. Llevé los filetes a la mesa y la dije que me disculpara un momento. Ella me dijo que no me preocupara.

Llegué al baño y me bajé los pantalones para meneármela y así poder estar relajado en lo que quedaba de comida. Necesitaba hacerlo rápido para no hacerla esperar, pero en ese momento se abrió la puerta. Claro, con las prisas se me olvidó cerrar.

¿Te ocurre algo?- dijo ella sonriendo pícaramente.

Y allí estaba yo, con mi polla en la mano, tiesa como un palo.

  • Lo siento – me intenté subir los pantalones como pude pero ella me tocó en el hombro y me dijo:

  • No te preocupes, puedes terminar lo que estabas haciendo. ¿Te importa que me quede?

  • Me da mucha vergüenza – contesté.

  • Es que me hace mucha ilusión, te he imaginado así un montón de veces – dijo.

O sea, que ella también fantasea conmigo, pensé. Bueno, pues eso me tranquilizó y me puse a cascarme la paja delante de ella. Ella se agachó para no perder detalle. Y yo allí dale que dale, con la cara de Laura a un palmo de mi polla que estaba a punto de reventar.

  • ¡Un momento! – me dijo.

Y desapareció. Yo me quedé helado, inmóvil. Sin saber qué hacer. Pero antes de que me diera tiempo a reaccionar allí estaba ella delante de mi con su segundo plato en la mano. Sí, el de los filetes. Entonces me dijo:

  • ¿No querrás que desperdiciemos esa salsa tuya? Es que los filetes se han quedado algo secos.

Y sin más, me cogió la polla en su mano y empezó a menearla afanosamente. Me miró a los ojos y me dijo:

  • Venga Paco, quiero esa salsita para mis filetes.

Yo no me lo creía, no cabía en mí. Era una situación que ni en lo más recóndito de mis fantasías me hubiera imaginado.

Estaba a punto de estallar y ella me lo notó. Con la otra mano colocó el plato de los filetes debajo y allí me ordeñó hasta dejarme seco. Me rebozó la polla contra los filetes para así extender bien el semen por toda la carne.

Muy bien, cuñado.

Nos fuimos a la mesa y ella se comió los filetes con mi salsa saboreándolos despacio mientras me miraba a los ojos y me contaba las veces que había fantaseado conmigo.

Terminamos la comida y me dijo que se tenía que ir.

  • He disfrutado muchísimo la comida. – me dijo – Vendré más días para que me sorprendas con otros platos, pero siempre aderezados con ese ingrediente que está más rico que cualquier condimento de alta cocina.