ALPHAS: Reunión de machitos, segunda parte III-II

Ya estaba allí, el militar apunto de entrar en el piso. Los dos machitos que me acababan de follar intentando ocultar toda huella de sexo... y yo...yo acojonado por que me pudiera encontrar allí

Marcos, el chico pelirrojo que segundos antes me estaba reventando contra su estantería, se había sentado en el sofá controlando su respiración acelerada mientras soltaba el aire suavemente. Ahora, con camiseta de tirantes blanca y verde y unos pantalones cortos blancos, sin calcetines y con otra gorra – esta vez una negra con el signo de Adidas en la visera- esperaba mientras observaba que todo estuviera ordenado, sin muestras aparentes de mi presencia.

  • Métete en su cuarto ya- me dijo desde el sofá aún tenso. Obedecí cerrando la puerta al entrar. No quería cagarla y no poder quedar nunca con aquel impresionante macho.

Desde el aviso de Martí, el militar buenorro, de que se encontraba en el portal a que escuchara abrirse la puerta del piso, debieron pasar no más de 6 minutos. Rescataron un par de minutos excusándose en que tenían la música alta y que no habían escuchado el aviso, y pidiéndole que subiera por las escaleras ya que el ascensor venía haciendo un ruido raro desde la mañana y habían pedido no usarlo. Excusas baratas, pero la presión y la velocidad no ayudaban a pensar algo mejor. En esos 6 minutos, intentaron airear un poco la casa. Eran casi las 21 y el sol aún no daba tregua, así que el poco viento que entraba por los ventanales no refrescó suficiente el olor a sexo. O al menos eso me pareció a mí. Ambos se cambiaron de ropa. Aleix se colocó una camiseta ajustada y unos pantalones grises cortos de pijama con los que solía andar en casa. Lanzaron la ropa sucia a la habitación de Marcos y me dijeron que yo me escondiera en la de Aleix.

  • Ni un puto medio ruido – decía Marcos nervioso mientras se peinaba en el espejo antes de cascarse la gorra – si tienes ganas de estornudar aprietas el ojete y aguantas – dijo volviéndose a colocar por segunda vez la gorra.
  • Si por favor, mantente en silencio. Apaga el móvil por si suena, y no abras la puerta ni enciendas la luz hasta que nosotros te digamos, ¿vale? – dijo Aleix dándose cuenta de que aún los objetos de la balda que habían separado para follarme estaban dispuestos en las dos esquinas. Amontonados.

Así fue. Me metí en su cuarto cuando el enorme militar estaba ya casi al caer. Al cerrar, la oscuridad se hizo absoluta. Aleix debía haber bajado la persiana para que el cuarto se mantuviera frío, y solo una pequeña rendija de luz entraba por debajo de la puerta sin que ayudara a vislumbrar nada. Tendría que esperar a que mis ojos se adaptaran. Me senté en el suelo pegado a la puerta para oír lo que ocurría fuera. Mientras, el corazón no dejaba de latirme a mil por minuto.

Escuché cómo Aleix abría la puerta y se saludaba con el militar, pero hasta que los pasos se hicieron más nítidos y escuché movimiento en el salón no pude entender ni una sola palabra.

  • Hola, Señor – dijo la voz de Marcos mucho menos autoritaria de la que había usado conmigo.
  • He tenido que esperar 4 minutos abajo – dijo la que reconocí ser la voz del militar
  • Lo siento Señor – contestó Aleix - teníamos la música… y… - frenó un poco. Por lo que me contaron después, con aquel militar era mejor no mentir mucho. Detectaba las mentiras a leguas. Era mejor una versión corta sin muchos matices – lo sentimos – terminó repitiendo.
  • ¿Quieres algo de beber? – preguntó Marcos
  • Cerveza en botellín y fría – ordenó el militar.

Sospeché que fue Marcos el que se dirigió a por ella. Ya que la conversación siguió en el salón con Aleix.

  • Muéstramelos – dijo Martí, el militar, sin mencionar nada más. Escuché pasos que sospeché serían de Aleix. Se alejaron un poco. Ruido de un cajón cerrándose. Pasos volviendo a la posición de la que salieron.
  • Toma. Como te comenté está todo perfecto – volví a escuchar la voz de Aleix.
  • Muy bien – dijo el militar mientras escuchaba algún sonido bajo de papeles. Al segundo, recibió la cerveza que le entregaba Marcos tras un “aquí tienes Señor”. El militar continuó hablando tras uno segundos de silencio – ¿Hace cuánto se hizo la última?
  • Entré en su historial clínico – comenzó explicando Aleix. Entendí que hablaban de mí- Se ha hecho pruebas los últimos 2 años consecutivos. Hay un vació de otros dos años sin análisis y los anteriores tres años también están realizados. Todos negativos. Nada importante – terminó concluyendo de memoria mi historial médico.
  • ¿Le has dado las pastillas? – preguntó
  • Sí Señor, ya está encaminado como ordenaste.
  • ¿Y cómo va con el entrenamiento?
  • Le está costando, pero no va mal. Me comentó, cuando hablé con él, que ya podía tragarse más de la mitad. No le debe quedar mucho.

Marcos se mantenía en silencio. Supuestamente no me conocía aún. Y menos me había estado follando el culo como un empotrador violento minutos antes.

  • Tiene 7 días. Si en 7 días no es capaz de metérselo entero le dices que no estoy interesado. No tengo tanta paciencia como antes.
  • Pero señor creo que es una opción valiosa para que disfrutes de él, si pudieras darle al menos…
  • 7 días, ni uno más – le cortó el militar alzando un poco la voz – Y que cojones hacéis aún con la ropa. Fuera ya – chasqueó los dedos. No tengo toda la noche.

Escuché movimientos rápidos. Seguramente tanto Aleix como Marcos, frente a aquel militar, estaban desnudándose a toda prisa siguiendo las ordenes. Dos alphas, pensé, dos tíos súper buenos, masculinos, buenos cuerpos, de esos que en grinder ni te hablan si no estás a su altura. Ellos dos, allí estaban, seguramente nerviosos y algo tensos desnudándose a toda prisa porque el verdadero macho de aquel lugar había ordenado que estuvieran así. Pensé en la novia de marcos y en cómo me había tratado a mí. Se me puso dura de golpe. Otra vez.

  • Buenas perras, a cuatro, vamos – dijo volviendo a chasquear los dedos.

Mi imaginación estaba volando en aquella oscuridad. No solo por escuchar aquella voz tan, tan grave y masculina, sino por la imagen de aquellos dos a cuatro patas.

“Y me tenían fallándome boca y culo atravesando una estantería” pensé.

Pero, sobre todo, y por encima de esas dos cosas, mi imaginación voló por imaginarme ser el tercero a 4 patas allí, delante de aquel Dios. Quise erguirme y abrir un poco la puerta, suavemente, para poder ver algo, pero el miedo no me dejaba hacerlo.

  • No te he dicho que empieces – dijo la voz autoritaria de Martí, tras la que vino un sonido como de bofetada en toda la cara a uno de los dos – Hazlo tú – dijo como premio a quien no se había adelantado.

Estar allí y no poder ver ni disfrutar de aquello me estaba matando. Tenía la polla durísima, así que me la saqué y me empecé a pajear suavemente. Si lo hacía muy intenso me iba a correr después de aguantar la follada sin poder hacerlo.

Comencé a escuchar ruidos que no sabía muy bien de qué eran, hasta que de repente, lo que interpreté como una arcada, me confirmó lo que sospechaba. Uno de los dos estaba comiéndole el rabo al militar, mientras que el que se abalanzó estaría mirando cómo su compañero de piso se comía aquella enorme polla. Vino a mi cabeza el rabo que había imaginado que tenía, construyéndola a través del gusto y el tacto que tanto disfruté cuando me folló la boca con ella, y por el tamaño y el grosor del dildo que supuestamente simulaba sus dimensiones. Y claro, mi polla, cómo no, empezó a humedecer el capullo.

Oía constantes ahogos provenientes de una de las dos gargantas. Seguramente la tendría completamente dentro, atravesando aquel paladar blando del que me instruyó Aleix y llegando a la zona del principio de la faringe. La cual solo accedían las pollas más largas, y las bocas más entrenadas. Lo sonidos húmedos, sordos y entrecortados seguramente eran síntoma de aquello. Para eso se habían entrenado, para que el militar pudiera aprovecharse y disfrutar de dos bocas preparadas para albergar su pollón entero. Podía oír, de vez en cuando, alguna respiración más fuerte, que seguramente provendría de aquel Dios, que teniendo su enorme rabo atravesando la garganta de alguno de ellos, disfrutaba relajado de dos tíos dispuestos, entrenados y serviciales. Para alguien como él, esta clase de tíos estaban para lo que las tías no podían hacerle.

  • Sujeta mi cerveza, perro – volvió a ordenar Martí, que tras unos segundos corrigió diciendo: - No, no, con la mano no, con el culo. Te lubricas y aquí – escuché dos golpes en lo que creí que era el sillón de cuerpo blanco – piernas y culo arriba y cara contra el suelo. Como un buen reposa-vasos – terminó ordenando.
  • Sí señor – escuché decir a Marcos. Lo que deduje que era Aleix quien estaba trabajando hasta su garganta los 25 cm de perfecto rabo militar.

¿Reposa-vasos con el culo? ¿El cabrón pelirrojo? Lo siento mucho, pero mi polla babeante no podía permitirse no disfrutar de eso.

Me erguí un poco, y algo vacilante agarré la manilla de la puerta suavemente. Creo que tarde unos 2 o tres minutos en conseguir abrirla lo justo para crear una rendija enana de acceso al paraíso.

La luz, junto a los gemidos ahogados de la boca de Aleix tragándose el pollón, entraban ahora más nítidos por aquel hueco. Conseguido, pude relajarme notando lo húmeda que estaba mi espalda por la tensión. Igual de húmeda que mi polla, que seguía irremediablemente dura.

  • Perfecta zorra – dijo el Militar con energía. La voz ahora era más cercana. Y el sonido de un golpe de su mano contra el culo del pelirrojo mucho más intenso.

El rabo me dio un respingo de excitación, acerqué mi ojo derecho, cerrando el izquierdo, al hueco entre la puerta y el marco. El sofá no me quedaba de frente. Lo primero y que mejor podía ver era la mesa baja que estaba frente al sofá, ya que éste me quedaba a la izquierda y lo veía paralelo.

Entonces lo primero que pude observar era a Aleix, a cuatro patas en el suelo arqueando la espalda y manteniendo su culo elevado. Llevaba un suspensorio rojo que no tenía antes. Era de los mejores culazos que había visto yo en mi vida. En el otro lado, su cabeza estaba hundida entre las piernas hipermusculadas del militar. El muslo era tan ancho como la cabeza de Aleix. Sus pantalones estaban tirados al lado de su pie derecho, junto con unos bóxers de tela blancos. La cabeza de Aleix, entre aquellas dos columnas de músculos estaba empotrada intentando no ahogarse con la enorme polla que atravesaba toda la boca y parte de la zona superior de su garganta. No podía alcanzar a verlo bien, pero su frente no se separaba del abdomen del militar, así que el cabrón estaría aguantando sus 25 cm dentro.

Después de una tos y babas saliendo de los lados de la boca, Aleix levantó un poco la cabeza y pude observar parte del tronco; apenas unos 3 o 4 centímetros del grueso rabo del militar apareciendo de la boca del médico. Un chorreo de babas se deslizaba por el él hasta resbalar perdiéndose entre su cadera. Aleix empezó a mover su cabeza para follarse la garganta con esos 3-4 centímetros que tragaba y de los que se separaba en movimientos ascendentes y descendentes. Intenté moverme un poco para ascender por el cuerpo del militar, pero la oscuridad de la puerta me impedía ver más allá de su ombligo. La visión se cortaba ahí.

Entonces me centré en mirar tras de Aleix, pues Marcos, después de la palmada del militar en su culo ya estaba colocado con las manos y la cabeza apoyada en el suelo y sus piernas, apoyadas seguramente en el sofá – esa parte tampoco podía verla- elevaban su culo en el aire haciendo que su cuerpo estuviera en forma de tejado. Podía ver desde el culo hasta la cabeza de Maros, por encima de la perspectiva de la espalda encorvada de Aleix.

Entonces, una mano del militar, la izquierda, que sujetaba el botellín de cerveza, apareció en la poca perspectiva que tenía, colocando el culo del botellín semi-vacío encima del culo de marcos.

  • Ahora haz fuerza para mantenerte quieto

Entonces, mientras veía como Aleix se trabajaba el rabazo, la mano del militar agarró la botella por el cuello y empujando, empezó a abrir el culo de Marcos con el culo de la botella. Mi instinto me mandó la mano a mi rabo. Empecé a hacerme una paja recogiéndome el hilo de precum y autolubricándome.

Por la “facilidad” por la que empezó a entrar el culo de la botella en el ojal de Marcos, debía tener la combinación perfecta de mucho lubricante, con un culo bien trabajado para el pollón del militar.

  • Eso es perra, abre bien ese ojete blanquito, papi necesita un portabotellines – dijo serio mientras los primeros centímetros de la botella abrían el culo del pelirrojo, que gimiendo un poco de dolor mantenía su cuerpo con el culo elevado para no cabrear a su macho.
  • Si… ahh, sí mi Señor – dijo entre quejidos de dolor.

No podía verle la cara, me tapaba el cuerpo de Aleix a cuatro patas mamando rabo sin parar. Tampoco podía ver el ojete abierto, solo veía como la botella era tragada por un glúteo de perfil. Entonces me di cuenta de que Marcos se había puesto otro suspensorio, en su caso, la tira que apretaba el final de su nalga era blanco.

“- Una cosa básica: siempre lleva un suspensorio. Odia ver las pollas” Me dijo Aleix un par de horas después. Entendí por qué me exigió suspensorio cuando me citó en aquel hotel.

Los tres sonidos provenientes de aquellos pedazos de tíos se aunaban en un solo sonido muy excitante. Tanto, que mi polla tal vez escupía precum más de lo habitual. Los gemidos más graves, masculinos e intercalados eran los del militar, generados por la follada de boca que le estaban haciendo a su rabo. Los siguientes menos audibles, pero más repetidos y recubiertos de gemidos guturales eran los de Aleix, pues la enorme polla que abarcaba toda su boca apenas le dejaba hueco ni para emitir ruido natural. Y los últimos sonidos, grabes, continuados, pero algo más agudos por el dolor, eran los de Marcos, que gemía y se dolía de cómo en su ojete blanco, un militar le incrustaba una cerveza de Estrella Galicia.

Vi que ya había tragado medio culo del botellín, solo quedaba otro medio de la parte más gruesa y el cuello por donde la mano masculina de Martí la sujetaba.

  • Suficiente, buen mueble – dijo el militar soltando la cerveza y pegando un golpe con la mano abierta al glúteo contrario que no podía ver.

Al segundo la botella empezó a deslizarse hacia fuera y una mano rápida de Marcos, dejando sujeto su peso con su otra mano en el suelo y las piernas apoyadas en el sofá, agarró la cerveza para mantenerla dentro de su culo.

Así vi cómo las dos manos del militar agarraron la cabeza de Aleix para, sujetando desde su pelo, empezaba a moverlos arriba y abajo descubriendo más rabo a mi ojos, y volviéndolo a ocultar dentro de su boca.

  • Manos atrás, marica – dijo haciendo que Aleix las pusiera en su espalda y se sostuviera inclinándose con sus piernas mientras Martí follaba su boca a su ritmo. Un ritmo mucho más fuerte que Aleíx intentó aguantar durante varios minutos hasta que, lo que seguramente fue una arcada, hizo que empujara las manos de Martí hacia arriba.

Se soltó del amarré de sus manos y de la presión de la polla del militar, sacándosela de la boca después de casi 6 u 8 minutos dentro comiéndosela.

Y ahí la vi. Uno de los pollones más grandes que había visto en mi vida. Al menos de manera directa. Era un rabo increíblemente grande, unos 24 centímetros de un grosor nunca visto. De tamaño imponía una pasada, pero el grosor llamaba especialmente la atención. Una polla que no todos están capacitados para saber usar. Comprendí la desventaja de tener aquello. Pues un rabazo grande siempre atrae, pero el inconveniente de comérselo o dejarse follar por una cosa así es más fácil en la fantasía que en la puesta en práctica. Comprendí que obtener placer teniendo ese rabo era saber encontrar alguien a la altura de aquello. Y mas, si pasas de tener consideración en el otro y quieres follarlo como un macho empotrador… O te buscas bocas y culos bien trabajados… o te limitas a matarte a pajas.

Las babas recorrían toda la polla, desde el glande rojo y bien gordito, hasta donde terminaba éste con la corona y el cuello del prepucio. Seguían deslizando por el resto de la polla, que era de un color más oscurito. Blanco, pero de tono más moreno que los que estábamos allí. El tronco o cuerpo del pene era largo, muy largo, erguido y duro como una piedra, no de esas pollas largas que nada más sacarlas de la boca se vuelven flácidas. Era un hierro erguido que no temblaba. Además, estaba lleno de venas dorsales que ya pude disfrutar cuando se las comí, pues eran bastante pronunciadas, creando una sensación rugosa en la boca. Terminaba en unos buenos y grandes huevos, peluditos, que descansaban tersos, pero algo arrugados, en el borde del sofá.

  • Muy bien cachorro, muy bien ¿recuerdas cuando apenas te entraba la mitad? - dijo recogiendo las babas de su pollón con dos dedos y terminando por apretar el glande para recoger también las gotas de precum que salían de él. Se las metió en la boca de Aleix, quien las lamió con gusto
  • Si mi Señor, me alegro de que ahora puedas disfrutar de una mamada a tu altura– dijo Aleix orgulloso.

Ver a su compañero estar solo para sujetar su cerveza con el culo le daba aún más orgullo.

  • Tenía intención de reventaros esos culitos estrechos que tenéis, pero será la próxima; en una hora y cuarto entro a trabajar – dijo empujando con una mano la cabeza de Aleix para que la ladeara y lamiera con su lengua todo el tronco de arriba abajo. Así lo hizo. Con la otra mano agarró el cuello de la botella y de un tirón no muy brusco la sacó del culo de Marcos haciendo que este gimiera como para que se enterarán todos los del edificio, y haciendo que se desplomara en el suelo de la tensión.
  • Joder – dijo Marcos golpeando el suelo con el puño
  • No seas dramática y a comer – dijo el militar – Aún no he terminado contigo

Marcos se puso a cuatro patas como su compañero y ambos empezaron a sacar la lengua mientras las deslizaban por el tronco, combinando su sabor con las de la lengua del otro. Verlo así me puso muy cerdo.

Me giré e intenté enfocar los ojos en el cuarto de Aleix.

No veía mucho, pero detrás de la puerta pude apreciar lo que parecía ser un cubo blanco de plástico. Intuí que sería donde Aleix echaba la ropa sucia para luego llevarla a la lavadora. Y, voilà. Según abrí la tapa, allí había algunas prendas de su ropa. Entre ellas, metiendo un poco la mano, alcancé a apreciar con el tacto lo que parecían ser unos gayumbos. Saqué la mano, los acerqué al rayo de luz que entraba por la puerta, y pude apreciar un bóxer blanco. Calvin Klein. Me los llevé a la nariz y la polla me dio otro respingo de excitación.

  • Mmmmm – gemí sin emitir mucho sonido. Me salió del alma

Olían un poco a su sudor y tenían por la zona delantera algunas pequeñas manchas amarillentas. La oscuridad me ayudó a mitigar la vergüenza de verme oliendo un bóxer usado y restregármelo bien. Los cogí acercándolos a la zona delantera en mi mano y enseguida el precum humedeció aquella parte. Me envolví la polla con ellos empezando a pajearme y colocándome de nuevo en la visión de aquellos tres.

El ángulo de la puerta seguía sin dejarme ver al militar completamente. Solo su rabo tieso, sus piernas musculadas, un poco del principio de su abdomen, y los brazos desde los codos hacia las manos, estirados, sujetando con cada mano los pelos de sus dos perritos. Dos perritos que previamente me habían estado follando, y que ahora relamían el tronco enrome del militar mientras sus lenguas iban de arriba abajo, forzados por los dedos entrelazados en sus respectivos pelos.

  • A por la leche cabrones – dijo con entusiasmo y mucha virilidad aquel Dios.

Debió empujar fuerte de los pelos a Marcos al que le obligó a introducirse la polla en la boca. Soltó a Aleix, y ambas manos se pusieron en su cabeza, cubriendo con sus dedos de macho casi todo el perímetro de pelo. Empezó a empujar su cabeza bien fuerte con movimientos secos pero muy rápidos, obligando al pelirrojo a que perdiera el control de su movimiento y se viera envuelto por una vorágine de presión ascendente y descendente que solo provocaba una fuerte violada de su boca y faringe. Tosía, intentaba escupir las babas acumuladas, apoyaba sus manos en las piernas del militar como un gato indefenso intentando defenderse, pero nada. La violada de boca estaba siendo muy rápida y fuerte. Pataleaba, se estaba ahogando, las babas encharcaban toda su cara y según le metía todo el rabo y su flequillo tocaba el final, estrellándose contra su pubis, este peinado sexy y moderno pelirrojo se llenaba de aquel líquido viscoso que tampoco estaría exento de algo de precum de macho. Su cuerpo temblaba, se movía casi en estertores, la tos aumentaba, el descontrol de la respiración empezó a emitir un sonido agudo proveniente de su nariz, de la cual también empezaba a salir liquido – o eso creí ver desde lejos.

La única opción era intentar retirar las manos de su cabeza. Pero era casi imposible, primero por la fuerza del militar y después porque lo tenía completamente prohibido. Cuando su angustia por la fuerte y violenta violada de boca estaba llegando a cotas de asfixia, las aguerridas manos empujaron su cabeza hacia arriba, extrayendo la enorme y jugosa polla y mostrando un perfil completamente lleno de babas, precum y una tez roja a juego con lo que parecía ser unos ojos llorosos. Ni un segundo de espera ni media bocanada de aire pudo coger cuando las manos volvieron a agarrarle y le volvieron a clavar aquel rabazo chorreándote en la boca, entrando de golpe en ella y atravesando la zona que me era imposible a mi atravesar con el dildo. Volvieron a escucharse los gemidos de ahogo y desconsuelo. Miré mi rabo envuelto en el bóxer del médico: completamente dura. Vi el bulto de Aleix en el suspensorio: completamente dura. Completamente dura también estaba, lógicamente la polla del militar. Y allí, en el suspensorio del pobre chulito pelirrojo, un bulto flácido dejaba ver que no lo estaba pasando muy bien. Pero el hijo de puta aguantó como un campeón los otros dos minutos largos de violada de garganta, para soportar eso no valía cualquiera. Y yo no estaba preparado aún. El pelirrojo sí, porque tras sacar otra vez violentamente la polla de su boca, presentar una cara roja, húmeda, llorosa y asfixiada, respirar una bocanada de aire, recibir inmediatamente una hostia con aquella mano enorme cruzándole la cara y encajándosela más roja aún, y recibir un lapo directamente a su cara, la cual terminó de cubrir de saliva, éste, el machito pelirrojo, demostró estar a la altura de ser el objeto de aquel militar con un

  • Gracias, mi Señor

Volvió a juntar sus caras, pegando moflete con moflete. Las dos perras juntas.

  • Bocas abiertas perritas, viene vuestro premio – dijo antes de que ambos sacaran la lengua casi a la par.

Yo estaba a punto de correrme, y no era el único. El bóxer de Aleix que envolvía mi rabo estaba completamente húmedo de mi sudor, y me flipaba. Ver lo que vi termino de fliparme. El militar se levantó. Y por eso pude verlo entero, ahora si, un pedazo de hombre 10, alto como el solo, musculado como el solo y con un rabo como …. Como él solo. Ahora lo tenia a pocos metros completamente desnudo, cascándose el pollón babeante con la mano derecha a una velocidad alucinante, mientras ambos tíos estaban debajo del glande esperando a que abriera el grifo. Entones viendo aquella imagen perfecta un chorro de lefa salió de mi rabo estallando contra parte de la tela del bóxer de Aleix que lo presionaba. Intenté aguantar y correrme a la par que el militar, pero no pude aguantar. Cuando todo mi chorro de lefa se esparció por el bóxer blanco, entonces a los pocos segundos, un disparo de otra leche que no era la mía atravesó el espacio entre su glande y las bocas de sus alphas y golpeó con fuerza sobre todo en la lengua de Aleix, que hizo salpicar a su cara parte del contenido. También le salpicó a Marcos ese primer proyectil, que solo fue el aviso de los siguientes dos trallazos, con algo menos de cantidad que el primero, pero suficiente como para llenar su lengua y parte de la frente de lefa. Ambos se acercaron a su rabo para recoger los últimos disparos de leche, esos que alcanzan menos rango de distancia. Las dos lenguas se movían irregulares por el glande del militar hasta limpiarlo del todo. Entonces, podía tragar lo que habían dispuesto en sus bocas.

  • Hoy limpias tu – dijo el militar chasqueando los dedos delante de marcos.

Éste sacó la lengua de nuevo y lamió las zonas de la cara de Aleix donde aún quedaban restos, para luego tragárselos.

  • ¿Da su aprobación mi Señor? – dijo Marcos tras tragar
  • Podéis levantaros, buen trabajo – dijo el militar caminando hasta que se perdió de mi zona de visión.

Me eché para atrás por miedo al movimiento. Y al poner un pie para atrás en una de las maderas crujió. Me quedé inmóvil rezando para que no la hubiera oído…