ALPHAS: El militar hetero

Me encontré con un hetero, militar, musculado y dominante. Eso cambio el rumbo de mi vida...

Siempre que tenía demasiada tensión en el trabajo, discutía con su mujer o sus dos niños pequeños le acrecentaban sus dolores de cabeza, cogía el móvil que solo utilizaba para sus escapadas extramatrimoniales y me mandaba un mensaje con la hora y el lugar.

Con el paso de las semanas aprendí a ser escrupulosamente puntual y estar dispuesto de todo lo que él pidiera, de lo contrario sabría que no disfrutaría de su enorme polla. Algunas veces ni podía tocarle, pero merecía la pena. Nunca he conocido nadie como él.

La primera vez que lo vi me impresionó sobremanera, a veces sigo soñando con esa primera imagen. Me hace correrme al minuto.

Sabía que era militar, pero tarde en conocer la mayoría de información que hoy tengo. Lo vi entrar en el hotel que él reservó y pagó. Yo esperé como me pidió, de rodillas y con un suspensorio negro en el borde de la cama.

Era un hombre autoritario y controlador, las pocas conversaciones que tuvimos antes de aquel encuentro, escuetas, me lo dejaron claro. No quiso enviarme foto completa, solo algunos retazos de su enorme cuerpo.

Cuando accedió a la habitación yo era un manojo de nervios, sobre todo por el miedo de que no fuera quien decía ser. Pero era él, mucho mejor de cómo lo había reconstruido en mi mente. Alto, muy alto. Su estatura alcanzaba el 1,93. Si ya desde mi  1,77 me sacaba 4 cabezas, a cuatro patas era ya un dios griego. Venía vestido con una camiseta verde oscura, ajustada a su cuerpo, tanto que se apreciaban todos los pliegues de su musculatura. El final de la manga corta apretaba su increíble brazo del que se apreciaban unas venas marcadas y gruesas que recorrían todo el brazo hasta su muñeca. Tanto el tríceps como el bíceps – nunca los había visto tan desarrollados- se veían tensos y muy duros, como recién torturados por una sesión intensa en el gimnasio. Y las manos, masculinas y grandes se ocultaron en los bolsillos al llegar frente a mi, mientras que el resto del cuerpo se mantenía congelado admirando a quien tenia delante, en suspensorio y a cuatro patas.

Me va a romper - pensé

El pantalón vaquero también ajustado a sus piernas mostraban dos muslos que cada uno eran más anchos que mi cabeza.

Subí un poco la cara, tímido, y mis ojos repasaron la parte alta de aquel increíble hombre. Me relajó ver que era muy guapo. Aparentaba la edad que me había dicho; 43. Tenía miedo de que eso me incomodara, pero no fue así. Sus ojos negros profundos, y de una seriedad que me heló la sangre, me miraban fijamente sin casi pestañear. Tenía una boca grande pero sexy, la barba le crecía de dos días y toda su cabeza estaba proporcionada a su tamaño. El pelo, más corto por los lados y algo más largo en el centro, lo tenía repeinado hacia atrás.

Entonces sonrió levemente y parte de su mandíbula blanca apareció ante mi. No fue una sonrisa fácil de descifrar, pero entendí que le gustaba lo que tenía ante sí. Su mandíbula prominente y cuadrada hacia juego con el resto de la cara, que también era muy masculina.

No habló. Dio un paso más y puso su paquete delante de mi cara, agarró con su mano derecha mi cuello y me forzó a mirar hacia arriba. Apretó un poco con sus dedos evitando que pudiera respirar de manera normal. Una sola de sus manos era como estar atado completamente. Abrí la boca emitiendo sonidos guturales de falta completa de aire. Clavó mi mirada verdosa en la suya negra durante unos eternos segundos.

-       Pu ede ser un castigo – dijo refiriéndose a su paquete, del que me había alejado con su masculina mano apretando un poco más en ese instante – o un premio – terminó diciendo serio unos segundos después quitando presión y soltándome el cuello antes de que volviera a caer a la posición de inicio – dependerá de ti.

Mi polla se puso dura al momento. No sé por qué. Bueno, porque tenia el hombre más grande y guapo que había visto en tiempo, porque encima era hetero y casado (y eso le daba un plus de morbo), porque era militar y muy masculino (y eso le daba dos pluses de morbo) y porque era un cabrón morboso (y eso le daba unos cuántos pluses más).

Siempre me había gustado ese punto morboso de dominación, para qué negarlo.

Asentí a su frase, no quería abrir la boca y cagarla, pero en ese momento deseaba ponerme de pie, tirarme a esa boca y comérsela mientras le sobaba entero. Pero eso hubiera hecho que no volviera a estar en su presencia, así que me limite a reprimirme y obedecer.

Se llevó una mano al bolsillo, y con la otra, agachó mi cabeza contra la cama dejando mi espalda inclinada con el culo en pompa. Algo sacó, y me ató las manos a la espalda con ello. Por el tacto en mis muñecas y por su sonido característico, deduje que era una brida de esas que solo se sueltan cortándolas con unas tijeras. La apretó fuerte para que se fijara a mis muñecas.

- Si mueves mucho las manos o intentas quitártela, con esos movimientos solo lograras que se ajusten más.

- Mmmm – no podía pronunciar palabra y no solo porque el peso de mi cuerpo, sin mis brazos para sostenerlo, me aplastaban la cara en la cama, sino porque su voz era grave, autoritaria,masculina y desprendía muchísima seguridad. Poco más érotico hay que una voz así…

- Tomaré eso como un “sí, señor” – contestó medio riendo .

Noté como colocaba otra brida. Con esta segunda unió la brida de mis muñecas a la goma alta de mi suspensorio. No tenía mucha efectividad, por como tenía las manos previamente atadas poco podría hacer, pero el efecto de notarme atado a mi propio suspensorio fue la razón por la que entendí que no estaba ante cualquier tipo duro, sino un morboso militar que le gustaba las cosas a su modo.

Gemí un poco para provocarle, y surtió efecto. Me levantó la cabeza con una sola mano y estampó mi cara contra su bragueta.

Madre mía… aquello no era normal. Notaba una polla muy gorda debajo de aquel vaquero. Intenté restregar mi cara para ubicar su principio y su fin, pero él me la condujo por donde quería. Era muy gorda, aunque la notaba flácida. No estaba dura del todo.

Saqué la lengua instintivamente para apreciar su forma y me llevé un doloroso golpe de su palma en mi culo. Tanto que la marca de su mano roja se mantuvo en mi glúteo bastante tiempo después de que se fuera. Cuando se fue y me recompuse lo primero que hice fue mirar la marca roja de su mano abarcando todo mi glúteo derecho aún persistiendo en la piel.

- Quieto – se limitó a decir.

Apenas hablaba, solo actuaba. Me volvió a bajar la cabeza a la cama y noté cómo se subió a ésta posicionándose detrás de mi culo.

Debió coger otras dos bridas. Y ató sendos tobillos a los laterales del suspensorio, en la cadera, justo por delante de la unión de la que nacían las dos tiras traseras. Eso hacia que tuviera los tobillos pegados a los laterales de mis glúteos e impedían dejarme sepáralos, ni estirar los pies, porque las dos gomas traseras no dejaban deslizar la brida hacia atrás. Me tenía con el culo en pompa, abierto e inmóvil. Me agarró por detrás, apoyando sus manos en mis pectorales definidos, pero infinitamente lejanos a los músculos de su pecho, y pegó mi espalda contra su torso. Me pasó un dedo por mis labios mientras notaba su olor a macho y su bulto enorme apretando mi culo.

- Cuatro pequeñas bridas y convierto a un niñato en mi juguete particular.

Mi corazón iba a mil. Y no diré que no tenia algo de miedo. No lo conocía y estaba indefenso.

- No todos se atreven a estar así y menos con un desconocido – dijo suave a mi odio, pero con aquella voz masculina que le identificaba.

- No soy cualquiera – dije intentando para parecer más convencido de lo que estaba.

Mi respuesta le debió gustar porque noté como su polla crecía un poco contra mi culo. Me besó el cuello y salió de la cama.

- Eso espero – dijo poniéndose frente a mi de nuevo.

Me había dejado sentado sobre mi culo con las rodillas en diagonal hacia los lados y las manos atrás, atadas. Si me movía caería hacia delante contra la cama.

Pude apreciar como un bulto bastante notable aparecía en los vaqueros. Se rascó la cabeza mientras me miraba y también vi cómo nacía un surco de sudor en aquella camiseta apretada en la zona de la axila.

Por fin un hombre de verdad – pensé

Bajó sus dos manos agarrándose la parte baja de la camiseta y con un movimiento seco y rápido se levantó la parte de la camiseta frontal hasta estirarla hacia arriba mostrando su abdomen, luego su pecho y después sus dos axilas peludas mientras la camiseta iba desplazándose brazos arriba hasta salir por sus muñecas y su cabeza. La camiseta la tiró a mi lado, en la cama, y pude apreciar su olor de hombre más intensamente. Y entonces, mientras bajaba sus dos enormes brazos visualicé su increíble cuerpo.

Sus pectorales eran grandes y gruesos, duros como piedras con dos pezones redondos y marrones. Le salía bello por todo el pectoral, pero nada en exceso, algo cuidado y muy masculino, La diferencia del pecho al abdomen era casi de dos dedos de grosor. El abdomen plano y grueso, con bello solo en el centro, una hilera que se perdía en el interior del pantalón separando hasta 8 onzas de abdominal que se podían contar a la perfección. Tenia varios lunares muy sexys en la zona baja del abdomen. Los hombros eran grandes y redondeados. Se diferenciaba perfectamente con curvas increíbles del tríceps y del bíceps. Claramente mucha ropa se la tendría que hacer a medida por el grosor de sus músculos.

Joder, nunca había visto un cuerpo tan masculino tan de cerca y eso hizo que mi precum empezara a humedecer el suspensorio al que estaba atado. Me dio un poco de vergüenza humedecerlo con tanto precum solo de ver su torso. Él estaba encantado con mi imagen y analizaba todos mis movimientos de ojos. Sabía dónde estaba mirando y cómo me estaba excitando su postura masculina e inmóvil frente a mi.

Entonces se acercó con dos pasos lentos. Quería quitarle ese pantalón, pero rápidamente cogió su camiseta y me la ató a la cabeza dejando la parte más olorosa del sudor de sus axilas frente a mi cara y atando con el final de las mangas aquel vendaje improvisado sobre la parte trasera de mi cabeza.

Lo apretó fuerte para que no se deslizara y dejé de ver aquel dios frente a mí. Solo seguía escuchando sus movimientos y siguiendo su rastro masculino con mi nariz entremezclado con el olor de su sudor en la camiseta.

- Abre la boca y mantenla abierta

Así lo hice, apreté la mandíbula manteniéndola separada y esperé con la polla tiesa dentro del suspensorio que me apretaba el capullo en el interior.

Entonces noté algo entrando en mi boca. Algo muy grueso, tal vez la polla más gruesa que me hubiera comido jamás, lo que hizo que tuviera que abrirla aún más para que cupiera. Noté un calor y un sabor a rabo muy fuertes que me hizo sacar otro hilo de precum, notando cómo humedecía aún más mi suspensorio negro.

Empezó empujando despacio lo que aproveché para saborear la parte más tersa que sería el glande, aprovechando a apretar los labios para que le diera mayor placer, pero que rápidamente tuve que aflojar ya que él, despacio pero impasible, quería seguir metiendo más rabo en mi boca. La abrí completamente hasta notar el tirón de mandíbulas que me alertaba que no podría abrirla mucho más, al menos no sin un buen entrenamiento, lo que dejo pasar más centímetros de grueso rabo- no sabía cuánto- pero hacia algunos centímetros que el desnivel del glande a la piel del resto del tronco del rabo había sobrepasado mis envías inferiores.

Me concentré en respirar por la nariz, ya que una gran cantidad de saliva se estaba acumulando en los laterales de mi boca, provocando, junto al inconmensurable rabo, ahogos continuos que intentaba también controlar. Apreté los puños a mi espalda y también los ojos. Como si todo eso fuera a ayudar a que, aquel pedazo de hombre megamusculado, tuviera más fácil el acceso a mi garganta. No pude saber cuánto estaba dentro cuando mi primer ahogo descontrolado me produjo tos. Si hubiera tenido las manos, le hubiera apartado por la sensación de dolor en la boca y de ahogo, pero era imposible moverlas, solo podía mover la cabeza hacia atrás intentando sacarla. Notaba cómo algunas lagrimas salían de mis ojos cerrados y tapados por su camiseta. Me eché más para atrás, aunque no lo suficiente para caerme de espaldas atado, pero sí lo justo para que el sacara todo el rabo de mi boca.

La cerré con alivio. Y tuve la sensación de amplitud, de que me había ampliado la capacidad muscular de mi mandíbula. Tenía la boca llena de saliva y algo de su precum. Parte de la saliva me babeaba por el labio hasta caer en el vació.

Le oí gruñir.

- Si ya te pones así por un cuarto de rabo… – dijo haciendo que todos mis músculos se tensarán. ¿Un cuarto? ¿Pero qué tenía ahí ese hombre?

- Lo siento… ufff es que… - temblaba - es demasiado gorda y…grande… nunca….

Me puso un dedo en mis labios para que me callara.

- Si os uso es para que hagáis lo que mi mujer no puede. Para chupar solo la punta ya está ella.  O aprendes o me busco quien pueda.

- Perdón, sí… lo haré…señor – dije recordando lo de antes - Solo necesito acostumbrarme y abrirme bien para ti.

Silencio.

Y tras el silencio noté movimiento. Un material rasgando con otro y un chasquido final. Y tras ello algo presionándome el cuello. Era de un material flexible y mediría unos poco centímetros de ancho. Debía ser su cinturón. Lo había rodeado por detrás de mi cuello y con un movimiento seco posterior a un rudo “abre”, empujó mi cuello a través del cinturón a su rabo. Debía estar tensándolo de los lados con sus musculados brazos, atrayendo mi cabeza a su polla sin él moverse. Choqué con su glande muy húmedo contra la comisura izquierda. Rectifiqué ayudado de su control y rápidamente limpié el liquido preseminal que le salía. Hizo un sonido de aprobación y abrí la boca completamente, creí que tal vez un poco más que la anterior vez, y allí entró, como un metro que accede al anden, un pedazo rabo duro en mi boca, tapando cualquier hueco entre mis incisivos, mientras volvía a generarse muchas babas en mí. Esta vez metió más polla de golpe. Y cuando chocó con lo que parecía ser el fondo de mi boca un sonido gutural de ahogarme y de polla contra campanilla salió de mi boca. No sé cuánto había metido, pero le debió parecer suficiente porque dio paso a movimientos continuados entre apretar el cinturón para meter polla y aflojar para que pudiera echar atrás la cabeza.

- Eso es, traga un autentico rabo – dijo bombeando mi cabeza contra su rabazo de olor a macho, sin dejar que el glande saliera completamente y apretando muy fuerte el cinto contra mi cuello cuando éste chocaba con el fondo de mi garganta.

Intenté concentrarme en mi respiración, en no morir ahogado, en no soltar una vomitona y en intentar descubrir cuántos centímetros de polla quedaban entre el golpe contra mi garganta y su abdomen. No logré ninguna. La respiración se me descontroló soltando aire por los pocos centímetros de hueco que habría en mi boca y eso me produjo un descontrol glótico que hizo que, golpe tras golpe a mi campanilla, un amago de vomito recorriera mi garganta. Suerte que en ese momento sacó su rabo y pude escupir lo que seguramente solo era saliva acumulada. Debió caer al suelo, pues oí el golpe del agua en el parqué del hotel. Estaba al filo de la cama.

- Mejor, mucho mejor

Volví a respirar normal intentando centrarme en ser mejor la siguiente, pero ésta no venía. Escuché un ruido que me parecía ser una paja. Debía estar masturbándose el rabo. Deseaba hacerlo yo, pero no dije nada y me quedé quieto. Él mandaba. Lo tenía claro. Yo intenté olisquear su olor a macho sudado y a rabo salivante.

- Saca la lengua , perro – dijo duro.

Así lo hice. Noté un hilo de preseminal cayendo en mi lengua. Después el contacto de su grande también en la lengua. Depositó el liquido acumulado y apartó aquel rico tacto de parte de su rabo de mi lengua.

-       Come

Degusté eso como si fuera ambrosía. Lo paladeé y me lo tragué y volví a sacar la lengua.

Me volvió a dar de comer su preseminal varias veces más, a medida que se acumulaba en su glande. Y mientras esperaba, atado, ciego, quieto y con la lengua fuera mientras así lo decidiera.

Después de un tiempo, no sé cuantos minutos pasaron. Volví a notar lo que estaba seguro de que era el cinturón de mi cuello. Me forzó rápidamente con su rabo otra vez de nuevo en mi boca.

- Aprieta fuerte con los labios – dijo muy excitado

Su voz estaba más acelerada de lo normal. ¿se iba a correr? Joder…. Uno de mis limites siempre había sido las preñadas y la lefa en la boca pero… ¿quien podría negarse? No solo porque la lefa de alguien así es casi de mala educación no tragarla, sino porque por la fuerza con la que me forzaba la boca para que mantuviera su rabo dentro…. No había escapatoria.

Noté su polla un poco más hinchada, más gruesa, y sobre todo, más dura y caliente. La noté contraerse y estirarse en mi boca. Mientras la relamía y la presionaba con mis labios él se masturbaba la parte de fuera. Y sin previo aviso, ni nada, allí apareció. El calor, el sabor y la textura de una corrida inmensa de semen que, disparada como proyectil, atravesó lo poco que quedaba de espacio en la boca contra la garganta.

¿Comérmela? Si fue directa a la tráquea. No hubo manera de mantenerla en la boca. Tan solo los últimos estertores de lefa que se dispersaron por mi lengua y mis dientes, dejándome un sabor amargo de su lefa por toda ella. Los chorros de semen habían ido directamente a mi estómago. Como un contendedor, su contenedor.

Sacó la polla de mi boca y gotearon semen y babas de su rabo y de mí.

Mientras me relamía con un calentón de narices se debió alejar al baño y noté sus pasos de vuelta con un nuevo olor a jabón.

Me quitó la camiseta, pero antes me obligó a cerrar los ojos.

-       No los abras. Sabrás cuándo hacerlo

Asentí. Rompió las bridas con algo afilado. ¿Una navaja suiza?... Era militar, todo podía ser. Aún libre, me mantuve en el sitio. Pasaron unos cuantos minutos y entonces escuché la puerta de la habitación abrirse y cerrarse. Me mantuve un rato más… ¿sería eso el “sabrás cuándo hacerlo”. Lo fue.

Abrí los ojos y la luz de la habitación me molestaba al comienzo. Las bridas rotas sobre la cama. Un charco de mis babas en la colcha y en el suelo, olor a sudor mío y suyo, y en el borde de la cama, frente a mi, una cartulina rectangular con un número de teléfono una hora, una fecha y una frase en letras mayúsculas, “cuando llegue la hora, llama”.