Alma robada en la penumbra
Escrita por inspiración maligna resultando algo divino, jiji. Bastante melodrámatica y pegajosa historia de una jovencita. Hasta de lo malo puedes sacar cosas buenas
La noche asolaba las callejuelas de una ciudad de la costa este de España.
El taconeo de la chica resonaba por las paredes desconchadas del lugar, apenas la luz de la farola de la entrada del callejón iluminaba su camino. De golpe se paró y se escuchó la voz grave y potente de un hombre:
-¿No pensarías escaparte de mi?
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Sandra vivía con sus padres a pesar de tener más de 20 años y la carrera de historia del arte, ya que debido a la crisis que asolaba su país no estaba en condiciones de comprarse un piso, o en otras palabras, no está el horno para bollos.
Esa mañana no tenía nada de particular, como otra cualquiera iba a echar un par de currículums, tener otro par de entrevistas y apuntarse a unos cuantos cursos del INEM.
Salió de su casa muy decidida, habiendo dejado preparado el desayuno de sus padres, porque una cosa si que estaba totalmente clara para todos los que la conocían: Sandra era la persona más dulce y cariñosa del mundo.
Su primera parada fue para comprar un boleto de lotería, como cada mañana y el viejecito la saludo con afecto como siempre. Porque Sandra era una soñadora.
Pero está vez Sandra no miró la calle al cruzar y.....ruido de chirrido de ruedas contra el asfalto y un golpe seco seguidos de varios más y algún que otro grito fue lo último que escuchó.
Hasta que se despertó en el hospital. Sus padres preocupados sonreían con miradas llorosas y le decían palabras que no lograba escuchar.
Una enfermera les hizo salir fuera y poco a poco todo se fue calmando.
Un atractivo médico entró, no sabría decir cuanto tiempo después para hablar con ella:
-Buenos días Sandra, ¿cómo te encuentras?
-Bien, ¿qué me ha pasado?
-Soy el doctor Rodríguez, lamento tener que conocernos en estas circunstancias. Ibas cruzando la calle y un coche te golpeó...
Un silencio sepulcral invadió el lugar, Sandra no entendía nada, ¿por qué no continuaba el doctor?
-Doctor, continúe.
El doctor que era un joven rubio atractivo pero algo frío cambió de actitud totalmente, se sentó a su lado y con dulzura agarró sus manos para hablarle clavándole sus bellos ojos marrones.
- Sandra, el golpe te ha provocado un...- Sandra dejó de escuchar, había comprendido al intentar mover las piernas lo que el doctor trataba de explicarle, así que siguió con la mirada perdida hasta que el doctor acabó - no podrás volver a caminar, lo siento.
Las lágrimas salían de sus ojos amarillentos con resignación y sonrió al doctor.
-Gracias doctor- y sin saber porqué besó cariñosamente a aquel hombre que quedó algo desconcertado.
Pero entonces la puerta se abrió de golpe para dejar paso a alguien oscurecido por el contraluz.
-Lo lamento mucho..., se que mi dinero no le servirá de nada pero quiero hacer todo lo posible para que se recupere-dijo una voz grave de hombre.
Sandra se quedó anonadada sin entender que sucedía ni quien era aquel hombre, pero aquella voz le agradó, se hubiera pasado toda la vida escuchándola...
-Perdone señor pero no debe estar aquí, ya ha hecho bastante daño- intentó el doctor para que saliera aquel hombre.
-¿Quién es?
-Señorita, yo fui quien conducía y le hizo tener este terrible accidente- el hombre se fue acercando lentamente para dejar ver un rostro maduro pero con una belleza increíble, que en contraste con el joven médico hacía pensar en dos ángeles juntos en la tierra.
Sandra se sonrojó al pensar en ello y se preguntó a si misma si no se habría dado un golpe demasiado duro en la cabeza.
El hombre se arrodilló al lado de su cama y le cogió de las manos mientras el doctor miraba la escena al lado rojo de ira.
-Perdóneme, haré cuanto pueda para ayudarla a recuperarse, no escatimaré en gastos.
-Eso podría haberlo pensado antes de atropellarla- gritó el doctor.
-Doctor, déjele, no le guardo rencor, fue culpa mía, no miré a los dos lados de la calle. Usted caballero no tiene porque preocuparse por mi yo tengo a mi familia y ... jamás volveré a bailar Oh dios mio, perdón, no quería hacerle sentir culpable- dijo ella derramando lágrimas al soltar lo que su inconsciente no quería decir.
El hombre llevaba un traje de época y sombrero de copa, su cabello era largo y negro con mechones azules, y sus ojos verdes la miraron fijamente para decirle:
-Sandra, volverás a andar.
Sandra se turbó terriblemente, esa mirada parecía perforarle totalmente el alma y tuvo que apartar la vista.
Era un hombre muy atractivo, cada vez más atractivo. Nunca se había interesado por los chicos, tuvo varios novios pero nunca sentía que le complementaban, así que prefería vivir con sus padres.
Pero este hombre con solo su voz había logrado que sus nervios se calmasen. ¿Será hipnotizador? Se preguntó a si misma.
-¿Mañana puedo venir a verla?- dijo el hombre.
-Supongo que sí, pero no hace falta que se moleste...-
-No es molestia, una chica tan bonita necesita toda la ayuda posible. Traeré los mejores médicos.
-¡Oiga! Nosotros somos los mejores médicos que podrá encontrar- gritó el médico cada vez más enfurecido.
El hombre del sombrero de copa ya se iba cuando Sandra se dio cuenta de que no conocía ni su nombre.
-Perdone, pero no se su nombre.
-Me llamo Rafael, pero puedes llamarme Rafa.
-Nos vemos mañana Rafael, Rafa...- Sandra se sentía totalmente avergonzada, no entendía porque ese hombre que había supuesto su pérdida de movilidad en las piernas le resultaba tan atractivo, ella nunca había sido mala pero había un límite entre que perdonases los pecados de otros a enamorarte de esa persona. Pero en que estaba pensando, se dijo a si misma, ella no se estaba enamorando de nadie.
El doctor llevaba rato mirándola de forma compadecedora y temió que le hubiera leído los pensamientos.
-Sandra, parece usted una chica lista y valiente, a parte de atractiva- pero que sucedía hoy , pensó, ¿la enfermedad me hace más guapa o es qué San Valentín está jugando con las flechas?- no quiero engañarla, siempre he pensado que la verdad era lo mejor que podría darle a mis pacientes.
Su vida no acaba aquí, debe luchar por vivir con este pequeño impedimento, pero no se rinda y no crea en las esperanzas de aquel hombre que se siente culpable de su dolor, el pensar que va a recuperarse solo le hará más daño, he visto hombres destrozarse sicológicamente por la obsesión de volver a andar. Usted es tan completa como los demás y muy hermosa... no lo olvide.
El doctor se fue dejándola sumida en sus pensamientos, esto debe ser un sueño, he besado a un doctor, dos hombres más atractivos de lo que jamás he visto se me han declarado y he perdido la movilidad de las piernas.
Pero lo más raro es que hemos hablado de usted todo el rato, ¿será qué me he vuelto muy vieja? ¿habrán pasado años desde el accidente?
Se hubiera levantado de la cama si hubiera podido pero sus inútiles piernas se lo impidieron, los esfuerzos por llegar al bolso usando las herramientas cercanas como vasos fue imposible.
Acabó llamando a la enfermera con un timbre que encontró al lado de la cama.
Le resultó ridículo pedirle un espejo a la enfermera pero a esta, que había visto cosas más raras, le pareció de lo más normal, y le explicó que el accidente había tenido lugar el día anterior.
Cuando se miró al espejo vio que su piel estaba pálida, sus ojos dorados eran anaranjados y sus labios estaban color carmesí, se sintió terriblemente nerviosa, jamás había estado tan atractiva. Seguía siendo ella misma, sus pómulos marcados, su cabello negro y sus cejas pobladas seguían ahí.
Al día siguiente llegó Rafa con uno de los mejores médicos del mundo, cosa que sorprendió a todos, y trajo con él unos aparatos para intentar ejercitar sus piernas.
Rafa le miró a los ojos e hizo que confiara en él, se sentía hipnotizada, él mismo la ayudó cogiéndole de las manos para que se mantuviera incorporada, pero casi era peor ayuda ya que Sandra se ponía nerviosa con el contacto de su piel.
Apenas pudieron estar unos minutos porque Sandra al ver el poco resultado del esfuerzo, nada de nada, se puso a llorar desconsoladamente.
Todos salieron de la habitación menos Rafa que se quedó a su lado y la abrazó.
Su olor a canela era reconfortable y otro aroma más fuerte que no sabía decir que era le resultó excitante y se reprochó a si misma tener esos pensamientos...
- Mira Sandra, yo soy escultor, cuando algo no funciona vuelvo a reconstruirlo, si no cuadra en la realidad como en mi mente transformo la materia y me niego a conformarme con algo mediocre.
Desde que te vi supe que tenías alma de artista, de luchadora, así que sigue luchando por ti, por nosotros, por mi...
-¡Eres escultor? Qué curioso... como en La vida en hilo, una película...
-Sí, la he visto, aunque a mi no se me da tan bien hacer chistes y bromas, pero puedo intentarlo por una chica tan bonita.
Sandra sonrió ya más relajada.
Estuvieron meses probando los experimentos del gran doctor que traía Rafa, aunque realmente Sandra lo que anhelaba era ver a Rafa y hablar un ratito con él, era un hombre que hechizaba y cada vez Rafa era más cariñoso con Sandra, pero cuando parecía que iba a decirle algo importante, algo que mostrase algo más que amistad, él se callaba como diciéndose que no debía.
Al fin un día se decidió:
-Sandra, se que soy un poco más mayor que tu..., que seguramente solo me ves como un amigo pero últimamente no paro de pensar en ti como mi musa y yo quería decirte que ...me siento muy feliz de haberte conocido.
-Aja, y ¿eso significa? - Sandra notaba latir su corazón.
-Que siento algo más que amistad...
-¿Con eso de musa no me estarás diciendo de posar desnuda y practicar sexo delante de un gran símbolo fálico, verdad?- dijo sintiéndose un poco burra al hablar así.
-No- dijo él sorprendido- aunque si también deseas eso...- y sonrió pícaro.
- ¿Entonces? Me tienes lástima por lo que me ha sucedido y ...- dijo Sandra triste desviando la mirada.
-NO- dijo él cogiéndole de las manos y besó con cuidado sus labios.
Ella se sintió sorprendida y al mismo tiempo un gran calor invadió su cuerpo. No era una chica fácil, pero aquel hombre le hacía arder y pensar cosas que antes no solía tener en mente, al menos no tan a menudo.
-¿Te atreverías a salir con un escultor?- dijo él preocupado.
Ella se hizo de rogar pero en seguida sonrió y afirmó. Con asombro vieron como el dedo pulgar de su pie derecho se movía.
No fue fácil tener una relación teniendo ella tan poca movilidad, pero él no escatimaba en gastos, ella se preguntaba de donde sacaría tanto poder adquisitivo.
Iban al teatro, cine, a museos, algún viaje por España, o simplemente la llevaba a su estudio y le enseñaba su trabajo hasta que ella empezó a ayudarle y colaborar con él.
Entonces un día quedó con una vieja amiga de la facultad, y empezaron a hablar de su novio.
-Nunca pensé que acabarías tan pillada por un chico Sandra- dijo sonriendo Rosa, una chica alegre, rubia y con una sonrisa que enamoraba.
-Ya ves, ni yo. Tendrías que conocerlo para entenderlo, aunque como soy celosa no se, no se- dijo Sandra riendo y reluciente de felicidad.
- Bueno, ¿quién es él? ¿Cómo es? ¿Cuánto lleváis? ¿Cómo os va? Bueno, esto último no me hace falta que me lo digas porque se te ve en la cara, estás pálida como nunca pero tus pómulos y labios tan sonrosados que pareces una muñeca de porcelana.
-Sí- dijo Sandra riendo algo avergonzada- me siento extraña y feliz. El chico se llama Rafael Moniode, es escultor y aunque me supera en edad es guapísimo y...-Sandra calló al ver la expresión de su amiga, había quedado congelada en un rictus - ¿Qué sucede?
-Nada- trató de disimular Rosa.
-Rosa, ¿qué sucede? ¿Has oído hablar de él?- la preocupación empezó a ensombrecer el corazón de Sandra.
-Sandra, eres mi amiga, y te quiero muchísimo, se que no vas a escucharme, pero ese hombre no te conviene. No es bueno...te hará daño.
Y su amiga se largó de golpe y porrazo y ella quedó nerviosa comprobando que había recuperado parte de la movilidad de su pie izquierdo.
Las siguientes semanas se fueron sucediendo y para su horror todo el mundo con el que quedaba conocía a su novio, y todos le tachaban de malo, unos contaban como había sido infiel con tres novias a la vez. Otros como se había casado con dos mujeres el mismo día.
Otro como había enamorado un hombre y luego se había ido con su mujer.
Era demasiado para ella y por fin tuvo que comentárselo.
Rafa, se quedó silencioso, se sentó en una butaca y dejó la mirada suelta, su rostro se relajó de forma que quedó una expresión triste y parecía más mayor aún.
-Llevo noches sin dormir apenas, esperando a ver cuanto tiempo tardaba en suceder.
-¿Es cierto?
-¿Bastará si digo que ya no soy así?
-Es cierto
-Hasta la última palabra.
Sandra se sentó en un sillón desconcertada, no parecía ser el hombre que decían, pero el temor empezó a anidar en su corazón.
Él se acercó a ella y se puso de rodillas buscando su mirada:
-Sandra, creo que ha llegado el momento de decírtelo: Te quiero, te necesito, te deseo y te...
Se besaron e hicieron el amor por primera vez. Ella sintió que se entregaba en cuerpo y alma como nunca antes lo había hecho.
Él quitó su ropa con suavidad y besos suaves que recorrían su cuerpo sin descanso.
En el suelo del estudio tumbada boca arriba dejó que abriera sus piernas y le acariciara sin descanso hasta que el pene entró por si solo sin esfuerzo haciendo que todo su cuerpo se estremeciera.
Con cuidado la penetró suavemente, una y otra vez mientras sus dedos acariciaban su clítoris provocándoles miles de orgasmos, ella le miró extasiada, deseosa de poder estar un poco encima de él. Rafa entendió enseguida y rodaron por el suelo hasta quedar de lado, medio enganchados.
Mirándose a los ojos comenzaron a comerse la boca con mayor intensidad y al ver a Sandra correrse quinta o décima vez no pudo más y tuvo su orgasmos en su interior.
Siguieron abrazados y unidos por un rato con la respiración agitada.
No acabaron ahí, él enseguida se recuperó y la hizo sentarse sobre su boca, provocándole un poco de pudor a Sandra que en cuanto vio la mirada lasciva de él no dudo en dejarse llevar y mover sus caderas suavemente a su gusto rozando su sexo contra la boca de él hasta correrse sobre sus labios mientras su cuerpo era acariciado por las sabias manos de Rafa.
Sin dejarla descansar la obligó a sentarse sobre su pene totalmente erecto otra vez y la penetró con las fuerza haciéndola sentir totalmente suya con su mirada, besos, caricias y moviéndola como quería pero siempre buscando el máximo placer de ella.
Cuando creía que iba a morir de agotamiento y felicidad dejó que descansara. Abrazados y acurrucados en el sofá del estudio con una suave manta cubriendo su desnudez y olores de sexo mezclados.
-Te creo- dijo ella.
Pero al cabo de los días no pudo soportar la tensión y comenzó a rebuscar en sus papeles hasta que encontró el nombre de un amigo de él que conocía y su número de teléfono.
Le llamó y quedó con él a solas, estaba muy nerviosa y ya casi había recobrado la movilidad de sus piernas. Rafa había sido el apoyo sin el que no podría volver a salir a bailar pero también el que había provocado su muerte social... era contradictorio y quería saber de quien estaba enamorada y a quien había entregado su alma.
Quedó con Miguel, el amigo de Rafa en un bar cercano a su casa, para que ella no tuviera que desplazarse demasiado por su enfermedad.
Miguel era un hombre de aspecto bonachón, quizá no muy atractivo, pero dulce aunque tenía temperamento duro cuando algo no le gustaba.
Cuando ella le preguntó el tuvo que contestar:
-No te voy a decir que no eres la primera..., puede que haya cambiado, es fácil cogerte cariño y ojalá no te haga daño, pero... nunca se sabe, las personas no cambian.
Sandra salió llorando del bar y le envió un mensaje a Rafa.
No recibió respuesta hasta un día después cuando sus nervios estaban tan crispados que no podía ni salir de la cama de dolor.
- Sandra, me duele que pienses eso...-decía el mensaje- y más me duele que hayas quebrantado mi confianza yendo a mis espaldas a preguntar a mis amigos...-
Estuvo pensando si quizás no habría juzgado mal a alguien que le había apoyado tanto, se estaba portando mal con él. No le daba la oportunidad que merecía. Intentó llamarlo repetidas veces pero fue en vano. Se devanó el seso pensando en donde podía estar. Hasta que recordó donde le habían dicho que solía ir cuando buscaba una nueva alegría nocturna.
La noche asolaba las callejuelas de una ciudad de la costa este de España.
El taconeo de la chica resonaba por las paredes desconchadas del lugar, apenas la luz de la farola de la entrada del callejón iluminaba su camino. De golpe se paró y se escuchó la voz grave y potente de un hombre:
-¿No pensarías escaparte de mi?
Tenía ante si a Rafa, duro, frío, pero a la vez algo en sus ojos... le inquietó e hizo sentir segura.
-Aquel día deberías haber muerto Sandra, has venido a mi porque tu alma me pertenece, deberías haberte quedado en casa, todos te lo dijeron, tenías oportunidad de escapar.
No soy bueno...las almas no son para Él de arriba sino para Él de abajo- su voz era monocorde aunque a ella le pareció notar un atisbo de tristeza.
Se quedó muy quieta, intentando entender todo lo que pasaba, bueno que más da, que es más bello que morir por amor, él ha robado mi alma y no ha sido con dolor, así que no puedo reprocharle nada. Ni quiero vivir sin él...
-Lo entiendo y acepto, te amo y es tu trabajo... Me has hecho muy feliz.
-Sandra- su voz titubeó, su semblante se enfureció- ¿porqué no tratas de escapar?
-Ya sabes porqué- y cogiendo aire dijo las palabras- por que mi alma es tuya.
La chica se desvaneció y Rafa se lanzó con un grito a cogerla antes de que tocara el suelo. Una pequeña estela luminosa ascendió del cuerpo de ella.
-¡Noo! Mi alma es tuya, te amo Sandra- y el demonio que habitaba dentro de Rafa, que era Rafa se esfumó, surgió como otra estela luminosa de su cuerpo dejando dos cáscaras vacías.
Pero esas dos almas se fundieron manteniendo cada una su brillo y color ascendiendo hasta desaparecer.
Los más incrédulos dicen que esas almas se desvanecieron, los religiosos que fueron al cielo y al infierno según le correspondiese a su alma y los románticos dicen que ascendieron saliendo de este planeta hasta llegar a uno en el que sus almas pudieran disfrutar una de la otra eternamente.....