Alma de harem
Verónica va descubriendo un mundo de las mil y una noches. Su mundo
Alma de harem.
Memorias eróticas de Verónica 6. Puede leerse independiente de los capítulos anteriores.
Por la ventanilla del avión veo el Mediterráneo, soy una mujer distinta de la que hizo el viaje de ida hace una semana. He encontrado mis raíces, mis recuerdos y una nueva sensualidad. Mi novio dormita a mi lado, sé que vamos a una orgía, donde cogeré con tres hombres y tres mujeres, lo que he vivido estos días me hace verlo como una experiencia que será grata, novedosa, a la que me encuentro abierta.
En Estambul descubrí mi autentica sexualidad, de mujer que lucha y usa su cuerpo para vencer en esa lucha.
Al día siguiente de estar con Paca, Tere y Viky, Manolo invitó a almorzar a las tres parejas. Eligió un restaurante en la zona de Chueca, era un sitio donde iban al acabar sus estudios universitarios. Nos trataron como a reyes, morfé y chupé como una fiera, al final nos dieron los pasajes y los bouchers del hotel para pasar una semana en Estambul.
Yo sabía que a mi novio le habían propuesto compartirme con nuestros compañeros y compañeras de mesa, pero él no decía nada.
Las chicas me hicieron un regalo, que me prometieron abriría en Turquía. No soy mujer de cumplir promesas, así que esa noche en el hotel lo abrí. Eran cuatro paquetes.
El primero, un corsé de cuero negro con ligas y unas medias negras. ( De parte de Viky). El segundo era un camisón blanco largo de seda transparente ( Paca).
El tercero un baby doll rosa ( Teresa) y el cuarto un vibrador pequeño, ( tus amigas por si Manolo se cansa).
"¿ Lo estrenamos? Nunca he usado un vibrador, me gustaría probarlo. La ropa para el viaje. ¿ Te parece bien?"
Nos desnudamos de una manera mecánica, como deportistas antes de un partido. Abrí la cama y me acosté.
Probé como funcionaba el vibrador en mi muñeca, después lo pasé por los pezones, aprendí a manejar sus velocidades. Parado, Manolo me miraba excitado con su enorme verga apuntando al cielo.
Moví el aparato por mi concha empapada, era delicioso.
" Cariño, lo voy a poner en el clítoris. Méteme la punta y espera hasta que yo tenga el orgasmo para clavármela entera. ¿ Podrás?"
" Nena , será un placer"
Mojé mi botoncito erguido con mis jugos vaginales y apliqué directamente la máquina en marcha baja. Mi novio introdujo su glande en mi sexo palpitante. Aquella cabezota apretaba mi punto G.
" Por favor , despacito"- pedí maullando.
La Nirvana era eso, le miraba a los ojos para que notara mi placer.
" Me voy a ir, aguanta un momento y SEEENTIIIIIIIIME"
Me fui en oleadas, su mirada era salvaje, apenas la espuma del orgasmo llegaba a la orilla, la metió hasta dentro y culeó hasta que me inundó su semen.
Nos dormimos. Al día siguiente viajábamos.
Al llegar a Estambul sentí algo especial. Su luz, sus olores, su gente en la calle, la mezcla de culturas, me golpearon. La habitación del hotel era maravillosa, desde la ventana podía ver el Bósforo, las cúpulas de las mezquitas, Asia cruzando un puente, los barcos, en fin toda la vida de un mundo que para una argentina era impactante.
Mi novio es un buen guía, él ya había estado en Estambul, haciendo un proyecto y conocía bien la ciudad y su entorno. Además , hombre culto, sabía explicarme la razón y la historia de las cosas.
Yo, apenas llegué mandé un mail a mis padres para que me buscaran la dirección de la casa de mi abuelo, quería saber de donde venía. También les recordé que acelerarán los papeles para la boda.
Disfrutaba de la calle, el primer día me puse el entero que me había regalado Teresa, eso sí, con una remera debajo, pero sin corpiño. Me gustaba ver la mirada lujuriosa de los hombres cuando mis senos se movían elásticos , orgullosos de su libertad, al ritmo de mi andar.
Fuimos al Bazar de las Especias, me volví loca con los colores y los olores. Después al Gran Bazar, no compré pero curioseé, y regateé. Nos ofrecían té y los vendedores aprovechaban cualquier oportunidad para tocarme de manera disimulada, sus manos ardían de deseo, y yo me dejaba hacer.
Me di cuenta que sin llegar a entenderlos del todo, comprendía su idioma. Mi abuelo nos solía hablar en turco y al oírlos iba recuperando un recuerdo de la infancia. Decían que yo era una mujer para coger, hacían elogios de mis tetas, en fin que se despachaban a gusto sobre lo que me harían, pensando que no les entendía. Y no entendía todo, pero sí casi todo. El saberme tan deseada me excitaba, estaba mojada y contenta.
Manuel me llevó a cenar a un restaurante en la zona cosmopolita de la ciudad, me puse ciega de pescados y dulces, la bebida una especie de anís con agua , tuvo efectos hilarantes en mí, y le conté a mi novio algunos de los comentarios que sobre esta humilde argentina hacían los paisanos de mi antecesor.
A la vuelta, en el hotel, caliente como estaba, le pedí que pusiera una toalla en un sillón, que diera al ventanal. En el baño, me puse el baby doll, era un pedazo de puta, disfrazada de jovencita, yo misma me asombré. Pero nada comparado con la cara de Manuel al verme, que desnudo , arma en alto, me esperaba sentado. Hice un paseo triunfal hasta el sillón, y poniendo una pierna a cada lado de la suya , me dejé caer hasta clavar su estaca en mi vagina. No la metí entera , era mucha arma para comenzar, aunque estaba muy mojada.
Y viendo los dos mundos comencé a subir y bajar , hasta que me empalé totalmente. Y sentada en su regazo, seguí culebreando, con la mirada recorriendo el paisaje maravilloso que tenía ante mí. Estalló y yo con él, pero seguimos sentados, sin sacarla . Sus manos recorrieron mi cuerpo, apretaron mis senos, pellizcaron mis pezones. Volvió a moverse, quería otra descarga, esta vez le cabalgué como una posesa, chillando al irme. Él tardo un par de minutos en volver a descargar su leche.
Cuando me desperté , encontré a mi novio ante el portátil, me pidió que me acercara. Me mostró una serie de imágenes del interior de San Marcos en Venecia, y luego un montón de mosaicos de iglesias de una ciudad italiana. Me quedé asombrada de su enorme belleza.
"Quiero que retengas esto para cuando vayamos a Santa Sofía .Y ahora vamos a desayunar que tengo hambre"
Me volví a poner la ropa de día anterior y bajamos al comedor. Tras un copioso desayuno volvimos a la habitación, yo pasé por el baño y luego me duché.
Manolo se metió en la tina conmigo y aprovechó para acariciarme mientras me enjabonaba. Pensé en que íbamos a hacer el amor, pero sólo fue un calentamiento, la ciudad nos esperaba, y un polvo mañanero nos iba a cansar.
Tanga, medias, mocasines de Guido, un jean azul de Levis y una camisa de cuadros de Kevisgton era mi indumentaria. Mi novio iba igual, nos diferenciaba el cuadrillé , el mío sobre rojo , el suyo sobre azul . Me dio un chal negro, explicándome que lo necesitaría en las mezquitas.
Empezamos por Santa Sofía donde me hizo pensar en como las religiones pueden estropear el arte, al recordarme los mosaicos de la mañana e imaginar aquella maravilla cubierta por ellos. Seguimos con la mezquita Azul, paramos a almorzar, me encantaba la forma de preparar la comida de mis antepasados, seguimos con la mezquita de Solimán y la del San Salvador ,como Santa Sofía , cambiada de uso religioso.
Y acabamos con las cisternas. Volvimos al hotel cansados, de camino Manolo compró unas túnicas de seda, azul cielo la mía, blanca la suya. Nos desnudamos para probarlas. Vi en el espejo otra mujer, la chilaba me ocultaba el cuerpo, pero notaba mi carne ardiente bajo la suavidad de la tela. Si al moverme , mis tetas hacían oscilar la prenda , la polla de mi novio levantaba la túnica, como si fuera una tienda de campaña.
Nuestras miradas eran la expresión de nuestra lujuria.
Se tumbó en el suelo, subió la chilaba dejando su verga como un espadón esperando su funda. La enfundé con mi vagina empapada. No nos quitamos la ropa. Le cabalgué hasta que me llenó de leche, aproveche su dureza post descarga para acabar yo.
Nos dejamos caer en la cama para descansar un rato.
"Anda , despierta y dúchate, que hay que cenar y luego vamos a ir a un espectáculo"- mi galán me besó sacándome de mi adormecimiento.
Él con un ambos y yo con un vestido de pollera amplia y escote en v, elegante más que atrevido, fuimos a un restaurante cosmopolita : Pierre Loti, Manuel me contó quien era: un escritor de erotismo oriental.
Lo hizo para prepararme para el espectáculo que vimos a continuación: una serie de danzas típicas. Los bailes de los hombres cargados de violencia y fuerza me gustaron, pero los de mujeres con su enorme erotismo me trastornaron. Los contoneos , los movimientos incitantes se me iban clavando en la mente. Me daba cuenta de mi cambio, me sentía más carnal y sensual, mi cuerpo experimentaba una transformación, una mujer nueva nacía en mí.
Cuando acabó el espectáculo , compramos el DVD del mismo y volvimos al hotel.
"Por favor, siéntate."
Manuel se desnudó, puso una toalla sobre el asiento , y se sentó. Su enorme verga apuntaba al cielo.
Puse la música, sabía que no iba a imitar lo que había visto, me iba a dejar llevar por lo que me saliera de adentro, de lo profundo de mi ser.
Me solté el vestido poco a poco, cayó a mis pies. Comencé a moverme, mis senos desnudos llevaban el ritmo, grandes se agitaban como flanes ante un comensal.
Mis manos acariciaban mi piel, se posaron en los pechos, y pellizcaron los erectos pezones. Mi novio se hacía una paja, mirándome. Y a mí, me excitaba más. Ardía al danzar.
Empecé a masturbarme, quería que viera como me venía. Gemí, mascullé al llegar al orgasmo. Se abalanzó sobre mí, me poseyó salvaje brevemente hasta que su leche me llenó. Estábamos sudados en el suelo.
Se durmió enseguida, yo despierta volví a tocarme hasta que me corrí. Aquella ciudad , aquel mundo sacaban una sensualidad , unas ganas de coger, de ser una hembra folladora que me asombraba.
Bajamos a desayunar vestidos con las túnicas que habíamos comprado el día anterior. Manuel me dijo que me fuera arreglando mientras él buscaba la guía para la visita a los palacios.
Me duché y aprovechando que estaba sola, me llevé el vibrador al baño, y compaginé ducha y masturbación. Salí nueva, estaba pensando qué ponerme cuando llegó mi novio. Se le veía contento. Cuando le pregunté para que eligiera mi ropa, seleccionó una pollera azul, una camisa blanca, y bombacha y corpiño del mismo color. Me dejó unos calcetines blancos para que no rozaran los mocasines, ya que íbamos a andar bastante.
Cuando me vestí y me miré en el espejo, me di cuenta que parecía una colegiala.
Él, con sus pantalones grises y el polo azul, parecía el amigo de la clase superior.
Abajo nos esperaba la guía , era un mujer rubia, con ojos color miel, guapa, quizás con una nariz y una boca un poco grandes. Delgada, parecía un adolescente aunque las arrugas de su cara indicaban que ya había pasado de los cuarenta. Vestía un jean y una camisa vaquera azules, como nosotros calzaba mocasines.
"Hola , me llamo Elsa."- me saludó dándome un beso en la mejilla.-" Soy hija de alemán y turca, y hablo español por haber pasado todas mis vacaciones de infancia y juventud en Denia. Al morir mi padre, mi madre y yo nos vinimos a Turquía. Con su pensión y lo alquileres de las casas de Alemania y España, nos da para vivir muy bien. Yo a parte de guía, doy clase de alemán y español. Ya saben todo de mí. Ahora cuéntenme de ustedes"
Me quedé asombrada de su capacidad de contar toda una vida con tan pocas palabras. Explicamos quienes éramos también con brevedad. Le interesó que yo tuviera ascendencia turca , me preguntó si entendía el idioma, y le agradó que dijera que un poco, pues mi abuelo me hablaba de vez en cuando en turco.
Nos aclaró que pese a que no era el orden cronológico comenzaríamos por el Topkapi, para evitar aglomeraciones.
Si la ciudad me había impactado, el palacio me trastornó. El lujo, el ambiente, el modo de vida, todo ello contado por Elsa, me iba llevando a otro mundo. Las intrigas y los placeres del harem, el uso de las mujeres por los hombres, las costumbres eróticas que la turco alemana nos iba explicando me hacían vivir otras vidas de hembras que gozaban y luchaban. Me veía una de ellas, así era yo. Había escalado en la sociedad y quería llegar todavía más alto.
Al salir , Manolo propuso comer algo, fuimos a un restaurante junto al Bósforo, el público era una extraña mezcla de ejecutivos y algunos pocos turistas. Yo me sentía observada, deseada, y caliente. Terriblemente caliente, mis pezones se notaban a pesar del corpiño y la blusa. Me notaba mojada la bombacha . y aquella mujer seguía contando usos sexuales de mujeres de otra época. Yo lo veía como de esta, y yo de protagonista.
Luego fuimos al palacio Dolmabance, me daba cuenta que mi novio y la guía se habían dado cuenta de mi grado de excitación. Pero me daba igual, es más, pensaba que les gustaba verme como una perra en celo. Y que Manolo había buscado una persona que sacara lo más libidinoso que había en mí.
" Creo que os puede apetecer un baño turco, hemos andado mucho, y es un buen relajo"- propuso Elsa al final de la visita.
" Me parece una buena idea. Vero no ha estado nunca y es algo que seguro le encanta. Es algo típico del país de sus mayores"
" Cerca de aquí está el que, para mí, es el mejor de Estambul. No sale en las guías. Si queréis os llevo"
Aceptamos y apenas a cinco cuadras llegamos a una pequeña casa, sin ventanas, un muro donde había 2 puertas. Elsa llamó a la de la derecha y abrió un hombre, habló con él, y le dijo a Manolo que podía entrar y añadió con una sonrisa que no se preocupara, pero que le iba a pasar también la cuenta de nosotras.
Cuando mi novio traspasó el umbral, me tomó de la mano, sentí una sacudida de erotismo en aquel sencillo gesto, y llamó al timbre.
Nos recibió una mujer que nos llevó a una pequeña sala. Elsa habló con ella en turco, entendí que queríamos un baño completo y que lo queríamos juntas. No me había soltado la mano cuando me aclaró que íbamos a hacer la sesión juntas para poder explicarme mejor la filosofía del baño.
Dejamos la ropa y nos envolvimos en unos enormes toallones blancos. Elsa desnuda parecía una adolescente sin nada de vello, con los senos pequeños, pero de enormes pezones erectos y sonrosados. Ella no me estudió como yo a ella, parecía indiferente , pero yo notaba que estaba tan excitada como yo. Y entré en un mundo mágico.
Las salas estaban iluminadas por la luz que pasaba por pequeños orificios del techo. Aunque no me daba cuenta, y además no estaba en ello, debía haber otro sistema pues aquellos pequeños rayos no eran suficientes. La atmósfera en semipenumbra daba un ambiente de reposo, de tranquilidad.
En la sala de aguas templadas coincidimos con otra mujer, una morocha hermosa, generosa de cuerpo. Besó a Elsa en la boca y preguntó por mí. Creo que le dijo que era mi primera vez y que me estaba enseñando. Me besó en la boca, sin lengua y me deseó suerte antes de salir.
No sé explicar lo que sentía. En el agua, como si fuera el líquido que envuelve a un feto, iba relajándome, pero de una manera calida, pasando de sexual a sensual, cada poro, cada milímetro de mi piel se encontraba a si mismo. La mente iba dejando de maquinar llegando a un nirvana para mí desconocido.
Tras las aguas me llevó a una sala con bancos de piedra, húmedos, pero limpios. Nos tumbamos desnudas , yo estaba ensoñada.
" He pedido que te depilen bien"
Llevaba más de una semana sin pasar por la quita pelos, no se me notaba mucho pero me pareció una buena idea.
Una mujer extendió una crema por mi cuerpo, lo hacía con las manos, usando los dedos para llegar a mis rincones más íntimos. Después usó una piedra afilada para ir afeitándome. Mimó los labios de mi concha, repitiendo la operación en el valle de mis nalgas hasta el orto , que aprovechó para introducir una punta de aquel extraño instrumento.
Mientras me lavaba con un paño húmedo, cargado de esencias, vi como se acercaba una mujer vestida con una túnica y le comentaba algo a la guía. Se rió con fuerza.
" Vero, no has dicho nada de lo que tienes en casa. Tu prometido tiene la verga más grande que han visto acá. La están comparando con un molde que hicieron hace casi 90 años de una polla de record. Andan a la par, aquella era de un hombre joven, tu chico ya no cumple os cuarenta. Están acojonados. La dueña dice que te dejes hacer, para prepararte para la noche."
" Al principio, me dio un susto, pero ahora me gusta su tamaño."- fue mi contestación.
" A mi me van a relajar , a ti no, sólo ponerte a punto para la gran verga."
La mujer que había hablado con Elsa se desnudó, al verla me di cuenta que andaría próxima a los setenta. No estaba flaca pero sí ágil. Con la que me había depilado comenzaron a atenderme. Los masajes que iban estirando cada músculo, al tiempo que daban sensibilidad a mi cuerpo, los perfumes, los aceites se concentraron en mis carnes de argentina turca.
Éramos cinco mujeres desnudas, tres servían a dos, pero el placer era de todas. Mujeres solas, mujeres de harem que no necesitan al hombre, que saben gozar de la libertad de sus cuerpos, acariciándose, masajeándose, buscando la feminidad de la compañera.
Elsa estaba tumbada y las caricias de la masajista eran cada vez más intimas. Estiró los brazo , asiendo el borde de la bancada, y cuando las manos de la mujer se centraron en su pubis, me miró, y empezó un extraño canto, mitad música, mitad gemidos, con un ritmo que crecía a medida que marchaba hacía el orgasmo. El canturreo acabó en un grito sordo.
Yo, excitadísima, quería que me aplicaran el mismo tratamiento, lo pedí en español y en mi balbuceante turco.
" Vero, a ti te están preparando para el goce. No te correrás hasta que estés con tu prometido. Disfruta de tu sensualidad, ya tendrás todo el sexo que necesites. A él también lo están preparando."
Seguimos un rato más, antes de marcharnos, me maquillaron y luego pintaron los pezones y los labios de la concha. Me obligaron a ponerme un chaleco abierto, que dejaba mis senos al aire al menor movimiento, un cinturón de seda del que colgaba dos pequeñas tiras de la misma tela y unas sandalias. Me cubrieron con una chilaba y pidieron un coche.
Elsa me acompañó al hotel, al subir a la habitación me esperaba Manuel con un pantalón bombacho.
" Te entrego una mujer para tu disfrute, gran señor"- dijo en voz alta y me susurró por lo bajo- " Destrózale".
Eso hice durante horas interminables. Se rindió, le era imposible seguir, ocho veces había llegado a la cumbre, dejando su leche en mí. Le abracé mimosa. La verga record seguía enorme pero blanda. La lamí agradecida mientras me masturbaba para quedar totalmente relajada.
Este es el sexto episodio de las memorias eróticas de Verónica. Los anteriores:
" Un pedazo de jaca" , " el debut de Verónica", " Me piden la mano y doy el ", "Macizorra con cerebro" y " Una maquina sexual" están publicados en TR.