Allí fuera llueve

Allí fuera llueve, el mundo se acaba, y tú no estás conmigo...

Allí fuera amanece y el mundo se acaba. Como cada día el sol empieza su viaje, los coches asaltan las carreteras, y los peatones las calzadas. El mundo gira a su bola y se olvida de mí. Las flores en los balcones lloran gotas de rocío suicida… rosas llorando… dalias llorando… geranios llorando en tu balcón. Allí fuera amanece y tú no despiertas a mi lado.

Las nubes se agrupan y descargan una fina llovizna que embadurna las aceras. Lloran los cielos y las madres con sus niños corren con sus paraguas, la gente se agolpa en las paradas del autobús y el cristal de la ventana se empaña con un calor que miente descaradamente. La ciudad está fría y tú y yo no nos apretamos bajo las mantas.

Allí fuera llueve y el mundo se acaba. Yo busco por los charcos las ilusiones que perdí. Ilusiones y paraguas volando, ilusiones de agua y de lodo, ilusiones de triste ciudad. El mundo sigue girando sin pedirle permiso a nadie y ya mis manos no acarician tu espalda.

Las alcantarillas, heridas por el arma que las nubes empuñan, sólo sangran de marrón, sangres de agua y de lodo, de lluvia y arena, sangres de hache-dos-o y triste ciudad. Los televisores escupen noticias de fútbol y guerras, y nieves y muerte, y hombres de traje gris. Pero como siempre, los televisores, no hablan de ti, ni de mí. Ni de tu cuerpo y el mío en danzas ígneas sobre la hoguera de la Inquisición.

Allí fuera llueve y el mundo se va a la mierda sin que a nadie le importe, y menos a mí. A mí sólo me importa que ya no estás conmigo, que tus labios se me han ido y que me he quedado besando el beso que dejaste en un vaso con carmín. Allí fuera llueve y las sábanas ya no contemplan caricias cómplices de mis dedos descendiendo por tu boca, repasando tus caderas cadenciosas, acariciando excitados sexo y piernas.

Allí fuera llueve y tú y yo no rodamos por la cama hasta fusionar cuerpos y almas, lenguas y jadeos, en un infierno salvaje de salivas, jugos, fuegos y deseo. Ya tus pechos no reciben mis besos lascivos, ya tu lengua no juega con mi sexo, ya tus ojos no iluminan la noche que me cae, poquito a poco, en el corazón, sin paraguas ni impermeable.

Allí fuera llueve y no son tus dedos los que me mesan dulcemente el cabello, ni tus palabras las que me vuelven loco y ciego, mudo y sordo, ni tus labios los que me despiertan cada mañana en este invierno frío y muerto. Aquí dentro llueve y tus besos no se beben mis lágrimas. En la habitación vuela un aire frío y áspero, que envuelve las mantas que fueron nuestro lecho, enfriándome las noches y los días, las lunas y los soles, los cantos de gallo y los sueños. Ya tu piel no calienta mis desvelos, ni tu pelo me sirve de almohada, ni siquiera me levanto sonriendo, por que sé que tú ya no estás aquí.

Allí fuera llueve y nadie contesta las preguntas que lanzo al viento. Allí fuera llueve, el mundo se acaba. Se acaba sin responderme.