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Bienvenido a Alive. Este software, está diseñado con tecnología de Realidad Optima y durante su utilización, usted sentirá que realiza acciones y percibe sentimientos como en la vida real.

32 de Marzo de 2014

Residencia Orham

Aquella mañana de lunes se presentaba un cielo oscuro que había empezado a descargar sobre la mansión un aguacero de película, por lo que ni queriendo habría podido salir de casa. Aquello no le importaba los más mínimo ya que no habría querido salir. Desde que recibiera la caja blanca con letras doradas, Leier había pasado la mayor parte de su tiempo en Alive.

Tumbado boca arriba en el suelo de la habitación y recobrando el aliento tras las treinta flexiones y treinta abdominales que había completado con gran dificultad, el chico pensaba ahora en su padre. ¿Cómo podía ser que tuvieran aquella relación? A penas se veían, se dirigían menos de cinco palabras al día y apenas se interrogaban sobre qué tal les iba. Cerrando los ojos recordó a su madre diciendo: “Un día descubriréis que habéis pasado el día juntos y no sabréis qué hacer”. Aquello les hizo sonreír pero ahora le entristecía. Desgraciadamente su padre se sumergía en su trabajo y apenas se relacionaban.

Apartó aquellos pensamientos de su mente y se levantó, caminando hacia la ventana. Al panorama fuera no era muy tranquilizador. A pesar de ser de día, el cielo continuaba oscurecido y la cortina de lluvia impedía ver el despacho de su padre, que se encontraba al otro lado del inmenso jardín, dentro de lo que desde fuera habría parecido otra casa.

Leier corrió las cortinas y se sentó frente al ordenador, comprobando que tenía un nuevo mensaje de correo.

Estimado usuario:

Le damos la bienvenida al mundo Alive y le informamos de que el servicio de gestión Aura se encuentra activado. Desde hoy, podrá encontrar a lo largo de todo el mundo Alive información sobre este servicio.

Seguiremos informándole de todas las novedades de Alive.

A-Liberation

Sin comprender muy bien el contenido de aquel correo, Leier decidió salir de internet y activar el icono del juego, colocándose las gafas y reposando las palmas de sus manos en la placa dactilar.

Conectando con Alive

Espere, por favor...

Antes de aclararse la imagen, un dolor en la pierna comenzó a emerger hasta hacerle arrugar el rostro. Parecía que aún no se había curado. Aquello era un juego, seguramente podría comprar algún tipo de poción curativa en alguna tienda para para llegar hasta el centro de Dhorto debería recorrer un largo camino, y la idea no le atraía demasiado. Se pasó por el establo a ver a los caballos que le recibieron con un simpático relincho. Tras cerciorarse de que tuviesen alimento y agua suficiente fue hasta el huerto para cumplir con la tarea. Al terminar, pensó en el camino que debía recorrer hasta Dhorto y pensó que si cabalgara a lomos de uno de los caballos de la cuadra su pierna no se resentiría, pero no estaba seguro de poder montar sobre el animal, aún así no perdía nada por intentarlo. Lo cierto era que Leier había montado en contadas ocasiones, cuando su madre aún vivía habían acudido más de una vez, pero el caballo tenía confianza con Leier antes de que este se subiera por primera vez.

Dudoso, el chico se encaminó cojeando hasta la cuadra y seleccionó el primer caballo que giró la cabeza para mirarle. Era un ejemplar hermoso como todos, pero el color rubio de la crin le diferenciaba de sus compañeros. Era musculoso y elegante. Leon le miró a los ojos y el animal le sostuvo la mirada. Aquel gesto le convenció para sacarlo del cubículo hasta le entrada del establo, cogió una ajada silla de montar de un enganche colgado en la pared y calmando con caricias al caballo le puso las riendas. Al subir, Leier temió que el animal se asustara y reaccionase de forma tosca, pero se mantuvo sereno, y enormemente orgulloso, el chico salio de la casa dando un pequeño salto por encima de la valla que rodeaba el terreno.

Aunque el sol estaba tapado por las nubes, hacía bastante calor, por lo que Leon agradeció el refrescante golpe de aire que le envolvía al cabalgar. Al entrar en la ciudad a lomos del caballo, Leier lo ató a un poste en la plaza y caminó entre los edificios hasta que encontró un cartel de madera donde se leían las palabras: Remedios y ungüentos curativos .

  • Ya le he explicado que lo acompañé de unos tragos de cerveza – gruñó un hombre frente al mostrador.- ¿Qué diferencia hay?

  • Y yo le expliqué en su día que el efecto se produciría al contacto con el agua.

  • ¡Ajj! ¡Déjelo! ¡Vállase al infierno! - Exclamó groseramente el hombre dando la vuelta y abandonando la tienda.

  • En fin – suspiró la mujer mirando a Leon.- No puede decirse que valla a volver por aquí – dijo indiferente. Leon sonrió y se acercó cojeando a la encimera de madera maciza. La superficie estaba agrietada y rugosa, pero parecía poder aguantar cientos de años más.

  • Hola. Necesito algún remedio para curar las heridas de mi pierna – explicó. La mujer se alzó de puntillas tras el mostrador y se inclinó para ver el vendaje del chico.

  • ¿Cómo te has echo eso?

  • Fue un monstruo, me dio un zarpazo.

  • ¿Un monstruo? Así que eres un guerrero – dijo observándole una expresión de sorpresa.- Debes tener cuidado, no es muy normal ver guerreros por aquí, así que la gente te agradecerá que sobrevivas más de una semana – comentó la mujer revolviendo en los cajones de la estantería que ocupaba la pared trasera..- Todos los hombres y mujeres capaces de enfrentarse a esas malditas criaturas acaban yéndose a otros lugares donde les paguen por los servicios prestados. ¡Aquí! - Exclamó levantándose de golpe. Al darse la vuelta colocó sobre el mostrador y frasco de cristal con un misterioso líquido verdusco.

  • ¿Qué es? - Preguntó Leon examinando el frasco al trasluz.

  • Es una poción curativa bastante básica, pero no necesitarás más para curar tu pierna – explicó.

  • ¿Lo tengo que beber?

  • Claro, si no, no haría efecto – dijo con tono aburrido.

  • ¿Cuánto cuesta? - Preguntó el chico llevando su mano a la cintura, donde colgaba el saco de cuero con su parte del botín que habían recidivo al acabar con el monstruo.

  • Son dos monedas de plata.

Leier hurgó en el saco y le tendió a la mujer dos monedas plateadas y una vez finaluizado el cambio se bebió el contenido del frasco. Un escalofrío recorrió su cuerpo, y un hormigueo envolvió su pierna, que desprendió un tímido brillo durante un par de segundos. Intrigado, desanudó el oscuro pañuelo y pudo ver cómo finalizaba el mágico sellado de la herida, dejando la pierna tan lisa como antes.

  • ¡Valla! ¡Se ha curado al instante! – Exclamó impresionado. Abrió los ojos como platos y frotó con una de sus manos el lugar que antes había ocupado la herida.

  • Claro que se ha curado, ¿qué esperabas? - Preguntó extrañada la mujer.- Aún así no dejes de tener cuidado, hay daños que ni la magia puede curar.

Leon salió de la tienda francamente entusiasmado. ¡Qué sencillo había sido! Bajo la calle en dirección la plaza. Al llegar, un alboroto de gritos y ruidos le llegó desde dentro de la taberna. Entonces vio a pocos metros a Lana y la joven Erisa, que estaba cruzada de brazos mirando hacia la taberna.

  • Hola chicas, ¿qué pasa ahí dentro? - Preguntó Leon acercándose.

  • ¡Ja! No te lo vas a creer...- Empezó a decir Erisa.

  • ¿Zak?

  • Ha entrado a buscar información – dijo Lana sin apartar la vista.

En aquel momento la puerta de la taberna se abrió, golpeada por un pequeño taburete de madera que salió disparado al exterior. Pocos segundos después vieron salir a Zak. Llevaba las ropas arrugadas y una mancha oscura de un lateral de la pierna, como si se hubiera mojado con algo. El chico caminó hacia sus amigos a paso ligero.

  • Parece que nadie lo tiene muy claro – dijo al acercarse. Un momento después palmeó el hombro de Leon amistosamente.- ¿Qué tal estás, tío?

  • Mejor, ya estoy curado – contestó distraído.- ¿Qué es lo que estáis buscando?

  • Zak ha dicho que nos vendría bien practicar con la espada – dijo Lana.- Ha entrado a preguntar dónde hay monstruos débiles.

  • Y la cosa se ha desmadrado – dijo el chico de pelo negro rascándose la nuca con aspecto inocente.

  • ¡Mira Lana! - Gritó Erisa señalando hacia el caballo que Leon había atado al poste.

  • Es uno de los caballos que cuido – explicó el chico.

  • ¿Puedo tocarlo? Me gustaría montar.

En aquel instante, Marcus bajó la cuesta que daba a la plaza y viendo a su amigo, se acercó hasta donde él estaba.

  • ¡Hey, Leon! - Dijo agarrándole con el brazo alrededor del cuello en gesto amistoso.

  • ¡Marcus! Qué susto me has dado – dijo Leon sorprendido.- Mira, estos son los chicos que conocí ayer. Ella es Lana, ella es Erisa y este es Zak – les señaló.

  • Encantado – dijo sonriente el rubio situándose junto a su amigo y estrechando las manos de los otros.

Justo cuando Zak y el rubio se chocaron sus manos, un grupo de hombres y mujeres irrumpieron en la plaza, agrupándose en el centro de ella acompañados por la alegre sinfonía de unos cuantos músicos que les acompañaban. La mayoría vestían con ropa anticuada pero formal, excepto los músicos cuyos ropajes eran coloridos y alegres. Blandían instrumentos de madera y cuerdas que manejaban con majestuosidad.

Casi sin que nadie se diera cuenta, en sólo unos minutos una pancarta de tela colgaba por los los lados de un par de postes de madera, levantados allí mismo. Al poco rato y mientras los cinco amigos lo observaban todo con los ojos muy abiertos, un puesto de madera, con mostrador incluido, servía de fuerte a los hombres y mujeres que vestían ropa formal. El cartel que colgaba sobre el puesto llevaba escrita la palabra ´´Aura´´.

  • ¡Hey, chicos! Acercaros aquí – pidió una mujer.- ¿Conocéis el ´´Servicio de gestión Aura´´? - Preguntó innecesariamente. Los cinco amigos se miraron entre sí antes de acercarse con paso dudoso.

  • ¡Hola! - Saludó demasiado efusivo un chico joven que les miraba desde el otro lado del mostrador.

  • ¿Qué es eso de Aura? - Quiso saber Erisa.

  • Mirar. Este servicio ofrece algunas posibilidades interesantes que pueden gestionarse desde el propio ordenador sin necesidad de entrar en Alive – explicó un hombre.

  • Por ejemplo – se adelantó la mujer de antes,- puedes consultar los datos más importantes de tu alter ego actualizados al instante. Ya sea su aspecto actual, como las pertenencias que portes en ese momento, o incluso, si durante la última conexión el personaje enfermó.

  • Efectivamente. Y hay otros servicios totalmente gratuitos, como la toma de instantáneas que se almacenan en la memoria del ordenador y puedes ver sin necesidad de conectarte.

  • Fotos – dijo Zak con sequedad.

  • Eso, fotos, ¿queréis que os tomemos una instantánea para que la podáis enseñar a vuestros amigos? - Preguntó el chico joven colocando sobre el mostrador una esfera de cristal de color rojizo. En el interior de aquel artefacto parecía haber un cubo negro envuelto en un humo denso.

  • ¡Vale! Qué bien – exclamó Lana entusiasmada por la idea Miró a los demás con ojos interrogantes. Momentos después y con un aire de indiferencia, los tres chicos se alinearon automáticamente detrás de las dos chicas, que se agarraban alegremente de la cintura. Mientras todos miraban hacia el frente donde el chico sostenía la esfera roja, Leon apartó la mirada hacia Marcus, que había colocado su brazo tras los hombros de Leon. El rubio miraba al frente y sonreía, perecía contento.

  • ¡Ya está! Chicos, ahora podréis ver la imagen que hemos capturado desde vuestro ordenador, ¿de acuerdo? - Dijo el chico dejando de nuevo la esfera sobre el mostrador.

  • Muchas gracias -dijo Lana.

Se alejaron de aquel puesto empujados por decenas de curiosos que se habían acercado a mirar lo que aquella gente ofrecía. Leon desató las riendas de su caballo, lo acercó al grupo y accediendo a las peticiones de Erisa, todos la ayudaron a subirse a lomos del animal, que relinchó al instante agitándose. Leon se subió tras la chica y los cinco se marcharon de Dhorto, por el camino que llevaba a la casa, sin ninguna idea de lo que hacer.

Por el camino, Leon hizo trotar al caballo atravesando el extenso campo que había a ambos lados, haciendo gritar a Erisa de la emoción. El viento hacía ondear cada mechón azulado del chico.

  • ¿Alguien más quiere montar? - Preguntó Leon al acercarse. Respiraba sofocado y algunos cabellos se habían pegado a su frente mojados por el sudor.

En aquel momento la tierra que pisaban comenzó a temblar, haciendo que el caballo relinchara e intentara tirar a Leon de su lomo, quien tiró con fuerza de las riendas y se agarró con fuerza el cuello del animal. Zak perdió el equilibrio cayendo al suelo y agarró a lana antes de que a esta le ocurriese lo mismo. Marcus y Erisa se tambalearon con los brazos extendidos, intentando tenerse en pie.

Pocos segundos después, cuando el suelo recuperó la normalidad los cinco amigos quedaron asustados e inmóviles en sus sitios, excepto Leon que luchaba por controlar a su caballo.

De pronto, un rugido estruendoso surcó el cielo helando la sangre de todo el que lo oyó.

  • Que.. ¿Qué ha sido eso? - Preguntó Lana, apartándose el pelo del rostro asustada.

Se miraron los unos a los otros alarmados cuando otro rugido les hizo alzar la vista hacia el cielo, donde una criatura de dimensiones gigantescas agitaban lentamente unas alas casi tan grandes como su cuerpo. La larga cola parecía moverse con suavidad guiando el cuerpo de la criatura. Leon no sabía si aquello era un dragón, pero desde luego se le parecía bastante, por lo que el chico se asustó aún más si cabía. Dirigió su caballo de nuevo junto a sus amigos que se empezaban a incorporar.

  • ¡¿Estáis bien?!

  • ¡¿Qué coño es eso?! - Preguntó Zak alzando la cabeza.

Entonces, una legión de caballeros se aproximaron a gran velocidad cabalgando tras la criatura. Al pasar junto a los cinco amigos, varios se detuvieron para hablar con ellos.

  • ¡¿Qué es eso?! - Preguntó esta vez Marcus señalando hacia arriba. Uno de los hombre se descubrió el rostro levantando la visera metálica de su casco.

  • ¡Es un dragón, y vosotros tenéis que marcharos de estas tierras! ¡Se ha descubierto la guarida del dragón en una grieta de esas montañas!- Explicó señalando hacia el sur, donde una cadena montañosa parecía rodear el pueblo de Dhorto.

  • ¡No es seguro quedarse aquí! - Explicó otro de los caballeros intentando hacerse oír entre el estruendo de los cascos.

  • ¡Ir al oeste! ¡La ciudad de Mito será más segura! - Les recomendó el primer caballero volviendo a bajar la visera y, seguido por los otros, se volvió a unir al ejercito que ya se alejaba hacia el norte.

Cuando se hubieron alejado, los cinco amigos se miraron confusos.

  • ¿Qué hacemos? - Preguntó Leon.

  • En la cuadra hay tres caballos, suficientes para que podamos ir los cinco – dijo Marcus. Leon pensó que los caballos pertenecían al anciano y no debían llevárselos, pero dejarlos ahí, pudiendo estar a merced de un dragón no parecía la mejor opción.

Aceptado el ofrecimiento, recorrieron el poco trecho que les separaba de la casa. Esta vez, Zak y Lana iban sobre el caballo, ya que eran ellos los que habían caído al suelo. Al llegar, Leon recogió su espada y el escudo y los demás le enseñaron a sujetársela a la espalda como hacían ellos.

Los animales se repartieron para llevar a Marcus y Erisa, y Leon a parte. Cuando saltaron la baja valla, enfilaron el camino hacia el oeste.

Durante el camino, se cruzaron con algunas personas que sólo hablaban de hacer visto el inmenso dragón, pero ninguna les dio pistas sobre cómo llegar hasta la ciudad de Mito. Sólo un anciano que se encontraba sentado en la orilla de un pequeño río y sostenía una caña de pescar a base de palos, les indicó que no tenían necesidad alguna de abandonar el camino ya que este llevaba directo hacia la ciudad.

  • Pero os recomiendo que durante la noche permanezcáis alerta, ya que esta zona es bastante peligrosa cuando sale la luna – dijo tirando de la caña hacia atrás. Parecía tener más fuerza de lo que se podía pensar al verle.

  • Gracias, señor – dijo Lana al inclinarse a beber del río, igual que habían hecho sus compañeros.

Cuando hubieron saciado su sed, los cinco continuaron hacia el oeste sin detenerse un solo instante, hasta que el cielo se tornó rojizo y el sol fue cayendo en el horizonte.

  • Chicos, se está haciendo tarde – dijo Erisa mirando a los demás desde el hueco que había entre Marcus y el cuello del caballo.- Pronto tendré que desconectarme.

  • Pues entonces será mejor que paremos a descansar. Si alguien se desconecta volverá a aparecer en el mismo punto, y si los demás seguimos, se quedará atrás – explicó Marcus haciendo detenerse al caballo.

  • Entonces habrá que elegir un sitio donde quedarse – dijo Zak bajándose del caballo, molesto. Lana le miró disgustada.

  • Deja que te ayude – dijo Marcus a Erisa cuando ésta se dispuso a bajar del animal.

  • Propongo no adentrarnos mucho entre los árboles.

  • ¡Aquí está bien! - Grito Zak desde lejos. Se había adentrado un poco entre los árboles que cubrían el lado derecho del camino, les gritaba con los brazos hacia arriba para que pudieran verle.

Acercaron los caballos y ataron sus riendas a los troncos de tres árboles, dejándolos morder la hierba que había bajo ellos, y los cinco se reunieron junto a los animales.

  • Desconéctate ahora, nosotros también lo haremos aquí, así que no te preocupes, mañana esperaremos a estar todos aquí otra vez – dijo Marcus mientras acariciaba la crin de su caballo.

  • Vale, gracias, chicos – dijo Erisa visiblemente agradecida. Unos segundos después, su imagen desapareció dejando una luminosa silueta de se disolvió lentamente.

  • Buah, qué calor – exclamó Zak quitándose la camisa por encima de la cabeza. Su torso era también musculoso y estaba dividido en dos por una linea de pelos negros que subía desde el ombligo hasta bifurcarse a la altura de los pezones, que estaban también rodeados de finos bellos oscuros. Al verlo, Lana apartó tímidamente la vista.

  • Menudo dragón más grande, macho – comentó Marcus sentándose apoyado en uno de los árboles cercanos a su caballo. Zak se apoyó, de pie en otro árbol, levantando la cabeza disfrutando de el poco aire que le llegaba.

  • Zak, ¿recuerdas que me has prometido enseñarme a usar la espada? - Dijo Lana sin mirar el moreno.

  • Si quieres te enseño ahora. Ven, coge tu arma – dijo el chico cogiendo la suya. Al inclinarse, el sudor de su espalda desprendió reflejos.

Algo avergonzada, pero decidida a que nadie lo notara, Lana cogió su arma y siguió a Zak, que se apartó de allí lo bastante para que Marcus ni Leon pudieran salir heridos.

El chico de cabello azul se sentó junto a Marcus en postura india.

  • ¿Cómo estás? - Le preguntó el rubio poniendo su mano sobre el hombro de Leon.

  • Bien – sonrió.- Mira, la herida a desaparecido – dijo levantándose la pierna del pantalón y mostrando el punto donde el monstruo del día anterior le había herido.

  • Valla, ¡qué rápido! - Se sorprendió Marcus.

  • He comprado una poción curativa, y se ha curado al instante.

  • ¿Si?

  • Si, con destello mágico incluido – explicó arrancando una carcajada de sorpresa al rubio.

  • ¡¿En serio?!

A lo lejos, entre los árboles, Zak rodeaba por la espalda a Lana, enseñándola a sujetar la espada, y haciéndola sonrojar seguramente pensó Leon. Al girarse hacia Marcus comprobó que este le observaba en silencio. Cuando sus miradas se cruzaron el rubio sonrió. Tenía el aspecto de un tipo duro, pero en aquel momento esa sonrisa le hacía parecer más sensible.

  • Así que te cargaste un horrible monstruo.

  • Si, se llevó lo suyo.

  • ¿No pesa la espada?

  • No - dijo Leon cogiendo su arma y sujetándola frente a él. La dio varias vueltas.- Creo que está hecha de hojalata – comentó.

  • La espada de hojalata.

  • Si, eso es – afirmó Leon haciendo reírse a su amigo.

  • Anda, ven – dijo el rubio levantándose y cogiendo la espada. Caminó en la dirección contraria por la que habían ido Lana y Zak.- No parece muy pesada – comentó Marcus mientras su amigo le seguía entre los árboles. Se detuvo al llegar a un pequeño espacio más amplio.- ¿Le clavaste la espada así?- Preguntó intentando emular lo que Zak le había explicado sobre el momento en que Leon había acabado con la criatura.

  • Más o menos – respondió su amigo viendo como saltaba y caía, clavando la hoja en la tierra. Luego realizó otros movimientos con la espada, mientras le observaba. Al volverse hacia el chico de cabello azulado éste alzó los brazos cómicamente.- ¡No me mates, que yo no he echo nada! - Exclamó haciendo reír a Marcus.

  • ¡Muere, bestia inmunda! - Gritó el rubio acercando con cuidado la espada al cuello de Leon.

  • ¡Aagh!- Fingió el otro. Se llevó la mano al cuello, abriendo mucho los ojos, y se dejó caer, golpeando el tronco de un árbol y fingiendo desplomarse. Sobre las hojas del suelo. Al hacelo, Leon sintió verdadero dolor al caer sobre una roca oculta entre las hojas.- Ooohh... Jo...der me he hecho daño en serio... - Dijo sin poder evitar reírse. Se había dado en uno de esos músculos de la risa que hacían que uno se riera incontrolablemente mientras sufría un dolor punzante.

  • Ahora acabaré contigo – dijo Marcus en tono serio. Alzó la espada y se dejó caer sobre Leon, clavando la espada a pocos centímetros de su hombro. Quedó arrodillado con las piernas a ambos lados de Leon, que estaba tumbado boca arriba.

  • Cuidado tío que al final me vas a acabar matando en serio – dijo el chico de cabello azulado conteniendo la risa. Observó el rostro de su amigo que lo miraba desde arriba, sonriendo.

Quedaron unos segundos en silencio. Leon sentía el peso de su amigo sobre su pecho, pero en seguida este se movió, agachándose para besarle en los labios.

Marcus le besó con lujuria y jugó con su lengua intentando coger la de Leon. Se besaron con pasión, llegando a rodar el uno sobre el otro, dejándose llevar por la pasión que sentían. Bajo sus cuerpos, las hojas secas crujían al ser aplastadas por sus dos cuerpos.

  • Nos van a ver – dijo Leon separándose del rubio.

  • No creo. Zak estará intentando ligarse a Lana – respondió Marcus siguiendo con los besos.

  • En serio, tío. Nos van a buscar..- Intentó decir Leon entre los besos de su amigo.

Sin hacer ningún caso, Marcus llevó una de sus manos hasta la entrepierna de Leon, descubriendo el grueso bulto que crecía allí. Al masajearlo con la mano Leon no pudo reprimir un jadeo.

  • Aaah.. Pa.. para..

  • No puedo. Me gustas demasiado – dijo el rubio entre besos. Luego besó el cuello de Leon, bajando rápidamente hasta su cintura. Cuando sacó la polla de su amigo esta estaba tan endurecida que parecía que fuera a estallar. La notaba caliente bajo la mano.

Sin apenas esperar unos segundos, Marcus engulló el miembro de Leon, haciéndole gemir de placer. Mientras chupaba, Marcus apretó con fuerza los muslos de Leon, notando las piernas tensas.

  • Mmmm...

  • Aaah..- Jadeaba el chico de cabello azul hundiendo los dedos entre las hojas del suelo.

Marcus se sacó la poya de la boca y jugó con su lengua a chupar los huevos de su amigo y metiéndoselos en la boca succionando con placer.

Mientras lo hacía, el rubio terminó de bajar los pantalones de Leon y metió una de sus manos bajo su culo, acariciándolo y buscando el agujero mientras volvía a chupársela.

La brisa del anochecer les envolvió.

Cuando dio con el agujero de Leon, Marcus lo acaricio, sin dejar la mamada, y al notarlo más dilatado empezó a meter el dedo con cuidado, viendo cómo Leon no oponía resistencia y se mordía el labio inferior.

El rubio se sirvió de la otra mano para masturbar a Leon mientras le lamía el ombligo y le penetraba con un dedo. Cuando los gemidos aumentaron, Marcus se la volvió a meter en la boca, chupando con fuerza descontrolada y moviendo el dedo en el culo de su amigo con mayor entusiasmo.

  • Aaaahhh... Aahahhh.. - Jadeaba Leon.- Me... me voy a co.. correr.. - Logró decir mientras acariciaba el cabello de Marcus.

En aquel momento, un estallido templado inundó la boca del rubio, sorprendiéndolo. Marcus sacó su dedo del culo de Leon y dejó de masturbarlo. Al comprender lo que había pasado, sonrió, saboreando el semen mientras veía como Leon se retorcía mientras aún se corría.