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30 de Marzo de 2014
Residencia Orham
Conectando con Alive
Espere, por favor...
Abrió los ojos descubriendo que se encontraba tumbado frente a la chimenea de la cabaña. Aún estaba parcialmente tapado con la lona de tela y vio sus ropas, ya secas, colgando del soporte de palos elaborado por Garon. Al hombre, en cambio, no lo veía por ninguna parte. Mejor así. No acababa de sentirse a gusto con lo que había pasado la noche anterior, antes de desconectarse.
El sol entraba a través de una pequeña ventana y oía el piar de los pájaros de la zona, como una jauría matinal que custodiara la cabaña.
Leier se puso en pie, y esta vez sí que se puso la tela protectora en la entrepierna. Se vistió por completo y salió al exterior, sintiendo el dulce aroma de la mañana. El sol inundaba todo el paisaje y el cielo permanecía azul, impoluto, recortado en ocasiones por alguna bandada de pájaros.
Ni rastro de Garon, el propietario de la cabaña. Sin apartar la vista del paisaje, Leier, o Leon, como había bautizado a su alter ego, bajó de un paso el escalón de la entrada hundiendo los pies en la densa hierba que cubría aquel claro. En aquel momento se percató de que la lona que la noche anterior había cubierto a Garon, se encontraba doblada y anudada con una cinta junto a la puerta.
Llévate la lona, yo ya no la voy a necesitar, y tampoco la voy a poder vender – dijo la voz del hombre. Leon se volteó hacia la voz y encontró a Garon apilando tocones de madera junto al cobertizo. Aquella mañana, el hombre parecía más radiante que la noche anterior, le sonrió desde lejos.
Gracias, no es necesario – respondió el chico.
Sé que igual ahora no parece que te valla a servir de mucho – dijo terminando de anudas un montón de maderas y echándose el paquete al hombro,- pero si llueve podrías taparte o si no, incluso podrías comerciar con ella – dijo acercándose. Debía llevar bastante rato trabajando, tenía la frente empapada en sudor.
Gracias, Garon – Leon cogió la lona y se la colgó de la espalda con la cinta atravesada a modo de mochila.
La ciudad más cercana está hacia el norte – explicó. Después alargó un brazo y señaló a lo lejos.- Si sigues en aquella dirección no tardarás en llegar.
Se despidieron estrechando sus manos y Leon emprendió su camino, adentrándose nuevamente en los árboles y siguiendo la indicación de Garon. En ocasiones, Leier alargaba una mano y acariciaba alguna hoja y apreciaba la textura de la corteza de los árboles. Aquel mundo definitivamente lo había enamorado, pero lo que más le gustaba era que aún no había visto ni sabía apenas nada, por lo que caminó en línea recta esperanzado en seguir descubriendo más cosas sobre Alive. Durante su largo paseo, Leon se detuvo en dos ocasiones a beber de dos riachuelos de agua cristalina que se cruzaron en su paso. Como ya había podido comprobar, la sed y el hambre le afectaban de la misma manera que fuera del juego, y lo que era aún más llamativo, beber tanto agua afectaba también a su vejiga, por lo que se vio obligado a arrimarse a un árbol y bajando sus pantalones, se desanudó la tela protectora y se dio tiempo para vaciar su vejiga. Mientras lo hacía, Leon miró su polla y sus huevos, en concreto los bellos azulados que los envolvían. Le gustaba cómo era, le gustaba ser así, ahora era atractivo y se sentía con ganas de dirigirse a alguien y entablar una conversación, cosa que en la vida real difícilmente haría.
Mientras orinaba, Leon escuchó un crujir de hojas tras él.
- ¡Hey! ¡Por fín he encontrado a alguien! - Oyó gritar tras él. Leon giró la cabeza sorprendido.
Varios pasos detrás de él se había plantado mirándole con una sonrisa un chico de cabello rubio y corto, vestido con ropajes parecidos al suyo y agarraba una rama de gran tamaño a la que había arrancado todas las extremidades y la sostenía a modo de bastón. Parecía mas fuerte y algo más alto que Leon.
Cuando terminó, Leier se volvió a vestir y se volvió hacia el chico y éste le tendió la mano al acercarse.
Hola tío.
Hola – Leier sonrió al comprobar que en éste mundo sí que se acercaban a saludarle. - Soy Leon.
Yo soy Marcus – dijo mientras se estrechaban la mano.- El color de tu pelo es una pasada – dijo observando los costados de la cabeza de Leon.
Si... ¿Acabas de empezar a jugar? - No había que ser muy listo para darse cuenta que la cara que ponía el chico le delataba.
Si, llevo sólo unos minutos. ¡Esto parece el puto mundo real! - Exclamó mirando hacia alrededor.
Estoy de acuerdo contigo – confesó Leon alegrado por compartir algo con aquel desconocido tan simpático.
Hace un rato me he encontrado con dos hombres a caballo que me han dicho que por allí – dijo señalando el norte,- está una ciudad pequeña que se llama.. Porto.. o Dorto, no les he entendido bien, tenían un acento raro.
Yo también me dirigía hacia allá – dijo Leon mientras comenzaban a andar.
¿Te has encontrado con alguien?
Sí. Un hombre que vivía en una cabaña me indicó el camino – dijo sin dar la más mínima explicación de su bochornoso accidente en el río. Si algo sabía Leier, era precisamente que dar a conocer las estupideces que uno hacía, sólo ayudaba a granjearse una reputación de dudoso valor.
Los dos caminaron conversando a ratos hasta alcanzar el linde de aquel inmenso bosque, y varios minutos después acabaron llegando a una pequeña ciudad cuyo nombre estaba grabado en un pedestal de piedra a la entrada.
Dhorto
El centro de aquella ciudad estaba formado por una plaza de piedra. Por allí se veían algunos aventureros y otros hombrees y mujeres que tenían aspecto de meros ciudadanos. También había varias puestos de venta en la plaza, con techos de tela sujetos con altos palos de madera. Tras ellos, audaces vendedores se afanaban por abastecer de mercancía a cada persona que se acercara por su zona.
Leon y Marcus pasaron frente a un puesto y el rubio se detuvo a mirar.
Tengo hambre – anunció más para sí mismo que para algún oyente.
¡Eso no es problema, chico! - Exclamó entusiasmado ante la presencia de los jóvenes. Abarcó con sus gordos brazos todo el puesto.- ¡Mis alimentos son los más sabrosos y baratos de toda Sorga!
Cayendo en la cuenta de que aún no tenían ni una sola moneda, Marcus desechó el ofrecimiento con un gesto de mano.
¿Tienes dinero? - Preguntó el hombre toscamente. Una mujer rolliza se acercó tras el puesto y depositó junto al tendero una cesta de mimbre.
No, no tengo dinero – respondió Marcus, deseoso por acabar la conversación.
Entonces sin dinero no tienes nada que hacer aquí – dijo el hombre con rudeza.
En aquel momento, Leon se acordó de que Garon le instó a comerciar con la lona de tela para conseguir dinero y tras acercarse al puesto la descolgó de su espalda.
- ¿Cuánto me darías por esta lona de tela? - Preguntó, llamando la atención del tendero.
-¿Eso? ¿Para qué iba a servirme a mi...?
¡Otra tela! Perfecto. Mujolin, dale al chico tres piezas de fruta – ordenó la mujer cogiendo el paquete doblado que Leon le tendía.
¡¿Cómo?! Pero si...-Intentó responder el hombre.
¡Hazlo ya! - Gritó la mujer mientras se alejaba, con la tela en brazos.
Molesto pero obediente, el tendero cogió tres piezas de algo que parecía fruta y se las fue lanzando una a una a Leon, que las cogió en el aire con torpeza. Le lanzó uno a Marcus, quien tras mirarla un instante decidió darla un mordisco.
-Mmm... No está mal, perece una manzana pero sabe a melocotón -explicó dando otro mordisco.
-¿Qué hacemos ahora? - Preguntó Leon mirando los edificios de aspecto medieval que rodeaban la plaza.
- Leí en un correo antes de empezar a jugar que en las tabernas hay puntos de información con misiones y encargos – dijo señalando con la fruta hacia un pequeño edificio del que colgaba un cartel con un dibujo da una jarra.
Decidido. Los dos chicos entraron en la oscura pero agitada taberna. Varias mesas de tosca madera se encontraban ocupadas por hombres rudos que bebían pintas de cerveza y algunos discutían. Entre aquel jaleo, una valiente mujer con delantal se afanaba por mantener recogidas y limpias las mesas para los nuevos clientes. Marcus se dirigió hasta ella.
No hay ningún encargo por ahora – explicó mientras la perseguían entre las mesas.- ¿Necesitáis dinero? - Preguntó sin miramientos.
Si, no sabrá de algún trabajo que podamos realizar... - Le dijo Leon mientras escapaba de la trayectoria que llevaba en cuerpo de un hombre que acababa de tropezar hacia atrás. Se estrelló contra el suelo arrancando las carcajadas de todos los clientes, y varias jarras chocaron entre sí a modo de celebración.
En ese caso será mejor que preguntéis a Julius, es el jefe de esta taberna- explicó señalando hacia el fondo el mostrador de la barra.
Los dos chicos fueron hasta el oscuro rincón de la barra donde se sentaba el anciano propietario del lugar. Tras explicarle la situación, el hombre les miró de abajo arriba con la frente arrugada.
- Ahora mismo no hay ningún encargo, pero yo mismo podría ofreceros un modesto encargo – explicó. El viejo se detuvo atacado por una horrible tos. Cuando terminó, se percató de que los dos jóvenes le observaban con rostro preocupado.- Poseo un terreno a las afueras de Dhorto. Allí tengo un establo con caballos y una plantación – detuvo su explicación, mirando hacia abajo, como si intentara recordar.- Mis anteriores ayudantes han decidido marcharse a vivir aventuras... Supongo que eso es lo que pasa siempre. Llegan un par de chicos, trabajan un tiempo, ganan algo de dinero, y después se marchan – se lamentó.- Vosotros podríais hacer lo mismo. Trabajad para mí y luego cuando ganéis dinero podréis largaros.
El viejo les miró a los ojos, con la mirada tensa.
- ¿Os interesa o no?
Marcus volvió su rostro hacia Leon.
¿Tú qué dices?- Preguntó. El chico de pelo azulado miró un instante a Marcus sorprendido al ver como este le pedía su propia opinión.
Bu.. Bueno. Vale, de acuerdo.
Al menos conseguiremos dinero – dijo el rubio antes de volverse hacia el anciano.- Lo haremos.
Cuando salieron de allí, el anciano los condujo a través de la ciudad por un camino arenoso en cuyo camino, bastante alejado de los últimos edificios bajos, se encontraba la propiedad del viejo.
La casa no era especialmente grande, pero el terreno vallado que la rodeaba contaba con un establo y un gran huerto. Al llegar allí, el hombre les explicó los detalles más importantes del trabajo, el cuidado de los caballos y el mantenimiento del huerto no tenían mucho misterio, Leier supuso que en la vida real aquella labor no sería tan sencilla.
Ganaréis cien monedas de plata a la semana. Sé que no es mucho, pero al menos podréis vivir en esta casa – explicó acercándose a la entrada. Abrió la puerta y se volvió hacia los chicos.- Vendré cada tres días para comprobar que todo valla bien. Ahora tengo que regresar a la taberna antes de que esas bestias empiecen a tirarse las sillas en la cabeza – murmuró mientras salía de la casa con la cabeza gacha.
Pensé que este juego sería de matar monstruos y... - Dijo Marcus mirando a través de la puerta trasera el pequeño campo que había tras la casa.
¿Pero cómo vas a matar monstruos si no puedes compara ni un arma? - Preguntó Leon divertido. Esto les hizo reír.
Desde aquel momento dedicaron varias horas a realizar las tareas que el anciano les había indicado, con la intención de haber acabado para poder salir de la casa. Pero al acabar de limpiar y dar de comer a los tres caballos de la cuadra, ambos se encontraban agotados.
Dentro del establo había un tanque de agua y Marcus se refrescó el rostro en él.
Aaahh...- Exclamó aliviado. Le mojó el cabello rubio y se lo echó hacia atrás, mojándose tambien la camisa que estaba sucia. El chicó cogió agua con las manos y salpicó a Leon que estaba sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la pared.
¡Eh! - Protestó Leon. Se levantó y fue hasta el tanque para responder al ataque de Marcus, pero este ya se había alejado y se encontraba fuera de la cuadra bajo el sol. El rubio se rió. Tenía el rostro empapado y la camisa se transparentaba dejando ver su musculoso torso.
Mientras Marcus se desprendía de la camisa y disfrutaba de la suave brisa que enfriaba su cuerpo, Leon se refrescó igual que había hecho su amigo. Lo real del juego hubiera hecho que se sintiese tentado a desconectarse, pero se lo estaba pasando muy bien.
- ¡Leon, vamos dentro! - Gritó Marcus mientras se alejaba hacia la casa, con la cabeza agachada. Su espalda y sus brazos brillaban bajo la luz del sol. Sostenía arrugada en una mano la camisa de algodón empapada.
La casa estaba formada por la sala central, que estaba ocupada por una pequeña mesa redonda con una silla a cada lado, una pequeña cocina que sólo tenía una encimera de piedra y un cubo lleno de agua, y un dormitorio con dos camas individuales separadas por una caja de madera a manera de mueble.
Estoy cansado... -Se lamentó Leon entrando por la puerta de la sala central. Marcus se encontraba en la cocina sujetando el cubo de agua para poder beber de él. Al hacerlo, el agua chorreó por los lados de su boca y cayó por su torso, bajando incluso hasta su ombligo, donde la corriente de agua pareció detenerse, hasta llegar al borde de su pantalón, que se oscureció al contacto con el agua.
Por lo menos no hemos tenido que enfrentarnos a un dragón – bromeó Marcus desde la otra sala. Los ojos le brillaban al reflejar la luz que entraba por un pequeño ventanuco que había en la cocina. Leon se quedó unos segundos mirándolos, hasta apartar la vista algo avergonzado. No sabía por que se le había quedado mirando, no era propio de él, y esperaba que el chico no se hubiera molestado.
¿Te pasa algo? Bueno, aparte de lo de que estás cansado.
Creo que me ha dado demasiado el sol en el huerto.
Hay dos camas ahí, si quieres echarte un rato – dijo Marcus cruzando la sala central y entrando en el dormitorio. Leon vio como el chico recorría el dormitorio con la mirada, mirando bajo las camas y mirando tras la puerta, donde encontró un pequeño armario que no dudó en inspeccionar. Leon entró en la habitación y se sentó al borde de una de las camas, comprobando que, aun sin llegar a ser un hotel, aquella cama parecía realmente cómoda para el cansancio que tenía. Antes de tumbarse, decidió quitarse la camisa. Seguro que Marcus no se molestaba, ya que él mismo se había desprendido ya de ella. Cuando se la quitó, y la dejó a un lado, notó como parte de el calor se alejaba, produciéndole una comodidad que hizo que los pezones se le endureciesen. Se tumbó en la cama, mientras Marcus continuaba inspeccionando el pequeño armario. Leier sentía su cuerpo sudoroso y dolorido, por lo que se permitió cerrar los ojos y disfrutar de el mullido colchón de plumas.- ¿Cuántas horas llevaremos jugando?
Bastante. Aunque aún no es de noche, eso seguro – apuntó Leon.
¿Cómo lo sabes?
Ayer por la noche, aquí, dentro del juego, también era de noche – dijo abriendo los ojos. Vio a Marcus con los brazos en jarras observándolo desde la puerta.- El horario de aquí y de el de fuera es el mismo – explicó.
¿Te conectaste ayer?
Si, a partir de las doce ya se podía acceder.
Yo a las doce estaba de fiesta – dijo Marcus riéndose cerrando los ojos.
No soy muy de ir de fiesta, prefiera quedarme en casa – se sinceró, incómodo, Leon.
Pues pareces un tío muy majo. Deberías venirte conmigo y con mis colegas algún día.
No se me da bien tratar con la gente – dijo Leon mirando hacia el techo.
¡Anda ya! - Exclamó Marcus sentándose en la misma cama que su amigo.- Pero si a mi me has caido bien..
Pero esto es realidad virtual. No es la vida real – dijo Leier, incómodo.
No me irás a decir que en realidad eres una mujer fea y gorda que vive rodeada de gatos y se está quedando calva..- Dijo el rubio con el rostro asustado. Al verle, Leon se rió tanto que tuvo que incorporarse para no ahogarse.
No es eso – logró decir mientras intentaba controlar su risa. Al momento una sonrisa volvió al rostro de Marcus. Había bromeado.
Vale que no es la vida real, pero yo no puedo fingir actuar de forma distinta, yo soy como soy y seguro que tu también serías igual de majo fuera de aquí.
De pronto, los dos quedaron en un incómodo silencio, y Leon sintió durante unos segundos la mirada de Marcus sobre él.
- De todas formas no me gustaría quedar con gente del jeugo fuera de él... Igual es un poco raro pero... - Dijo el chico de pelo azulado alzando la vista. El cuerpo y el rostro de Marcus estaban iluminados débilmente por la poca luz que entraba por la ventana de la habitación. Este le miraba a los ojos. ¿Qué pasaba? ¿Porqué no se movía? ¿Y por qué él tampoco podía moverse? Estaban los dos sentados en la misma cama, apenas los separaban dos palmos de distancia. Ninguno dijo nada. Temblando, Leon observó durante unos segundos el rostro del rubio. Su ojos brillaban aunque la mirada era serena, su cabello corto y rubio estaba otra vez de punta y sus labios estaban inmóviles, pero Leon no pudo apartar la mirada de ellos. Cada segundo que pasaba se sentía infinitamente más incómodo y asustado. ¿Qué estaba pasando? Marcus cerró los ojos y giró el rostro. Perfecto, acababa de hacer el ridículo más grande de su delante de la única persona que le había dirigido la palabra en años, y que encima había pretendido hacerle su amigo. Una sensación de malestar se adueñó de Leon. También él giró el rostro, mirando al suelo, pretendiendo levantarse, cuando de pronto sintió la sombra de Marcus cernirse sobre él. Un instante después sintió calor cuando los labios del rubio se posaron sobre su cuello. Inmóvil, Leon sintió erizarse cada unos de los azulados pelos de su cuerpo. Marcus acababa de besarle. Jamás, en sus dieciocho años, había pensado en que algo así acabaría pasándole a él. Llevaba tanto tiempo recibiendo los insultos y molestos comentarios despectivos por sus compañeros de instituto, entre los que estaba la palabra “marica”, que se había convencido así mismo de que no lo era. No es que estuviese loco por todas las tías del mundo, pero sabía que no le gustaban los chicos, estaba cien por cien seguro, pero Marcus se había mostrado amistoso con él, cosa que le había alegrado enormemente, ya que el rubio se comportaba como los populares del instituto, solo que éste le había aceptado como amigo. ¿Porqué pensaba tanto en todas esas cosas?¿Y por qué seguía sin moverse? Sintió de nuevo como Marcus se volvía a acercar lentamente para besarle, esta vez en la nuca.
Confundido, Leon se volvió hacia el rubio, sin decir nada, viendo sus ojos brillar durante unos segundos en los que pareció pasar un año entero.
Marcus volvió a acercarse, besándole en los labios, mientras le sujetaba con una mano por la nuca. Leon cerró los ojos, sintiendo como su cuerpo temblaba de temor. Mientras duraba aquel beso en el que Marcus envolvió sus labios con los suyos, Leon levantó una mano, posándola sobre el torso de su amigo y acariciándolo hasta la espalda. Sintió cada músculo con misterioso placer. Estaba caliente aunque seguía mojado.
Marcus se inclinó sobre Leon, quedando tumbado sobre él en la cama. El chico de cabello azul se sentía evadido, decidido a no pensar en lo que estaba haciendo, disfrutó del apasionado beso mientras acariciaba el pelo cortado a cepillo del rubio. Sentía la piel caliente de Marcus sobre él, lo que le hizo abrir la boca del gusto, permitiendo al rubio besarle con lengua de forma aún más apasionada. Luego bajó por el cuello de Leon, acariciando y besando sus pectorales, deteniéndose en los pezones, lo que hizo gemir al chico.
-Aaahh..- Gimió al sentir como Marcus mordía suavemente uno de sus pezones. Agarró su cabeza por la nuca y le apretó contra él.. Empezaba a sentir una erección.
El rubio volvió a subir el rostro hasta mirar fijamente a Leon mientras le acariciaba la tripa, el ombligo y más abajo, haciendo que sintiera un escalofrío. Marcus le volvió a besar. Rodaron abrazados sobre la cama.
De pronto, Ñeon sentía como la temperatura de la habitación había subido haciéndole sudar y zumbarle la cabeza. Vio como Marcus se retorcía intentando bajarse los pantalones y él también lo hizo, quedando los dos completamente desnudos. El rubio agarró a Leon por la cintura y le apretó hacia él, sintiendo como se tocaban sus poyas erectas. Se abrazaron y acariciaron las espaldas mientras se sucedían los besos con lengua y los jadeos de placer al oído. Cuando se encontraban de costado, Leon sintió como la mano de su amigo se cerraba sobre su poya. Notó como su miembro palpitaba dentro del puño de Marcus, y este empezó a a subir y bajar la mano con lentitud, disfrutando de cada segundo.
- Si no te gusta paro...- Intentó decir Marcus antes de que el otro le acallarse con un beso.
Leon buscó con la mano hasta agarrar la poya del rubio, que era enorme ahora. También acarició sus huevos, cubiertos de suaves bellos.
-Aaahh...- Jadeó Marcus cerrando los ojos.
Ninguno había hecho nunca nada parecía. Se sentían nerviosos y pletóricos a la vez. Se manosearon y masturbaron durante un tiempo que se les hizo eternamente delicioso, hasta que Marcus se apartó de Leon, bajando, beso a beso, hasta llegar al ombligo, donde lamió con gusto los azulados pelos que subían desde la entrepierna del chico. Sin poder aguantar más sin saber lo que sería sentir la poya de Leon dentro de su boca, el rubio continuó bajando hasta que se encontró con ella. La cogió con una mano, mientras la otra toqueteaba los huevos. Luego cerró los ojos y abriendo los labios engulló con cuidado la poya erecta. Su boca estaba invadida de saliva y envolvió la poya con ella.
- Aaaahhh...- Jadeó de nuevo Leon, que nunca había sentido nada igual.
Marcus chupó y lamió la poya de su amigo lenta y cuidadosamente, haciendo que su cuerpo se retorciera a cada rato de placer. Sintió como Leon le agarraba la cabeza desde atrás y le empujaba, haciéndole sentir que se tragaba la poya.
Aaaahh Aaah... - Gemía el chico de cabello azul.
¿Te gusta?
Si, no pares, Marcus...
El rubio continuó chupando la poya hasta que se la sacó de la boca y masturbó a Leon mientras le observaba como se retorcía de placer. Le gustó ver como el chico cerraba los ojos y su torso se movía arriba y abajo cuando él aceleró el movimiento de mano.
- Aaah... Aaaahh.. ¡Aa..aAAAH! - Gritó el chico encorvando la espalda.
En aquel momento, un candente chorro de semen salió disparado de la poya de Leon, salpicando la comisura de los labios de Marcus. Éste observó como seguía saliendo lentamente más semen blanco de la poya, y luego le dejó, para acercarse hasta Leon. Le miró al rostro, y cuando abrió los ojos, el chico de cabello azul le besó, y le limpió con la lengua el rastro de semen caliente. Marcus se tumbó sobre el cuerpo de su amigo, sintiendo como se manchaba de semen la entrepierna, aunque no le importó.
- Me he corrido viendo cómo te corrías tú – le dijo con un susurro a Leon. Este sonrió, entrecerrando los ojos, volviendo a besarle.