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29 de Marzo de 2014

Instituto Heron's

  • No os olvidéis que la semana que viene tenéis tres días de vacaciones – dijo el profesor intentado hacerse oír por encima del timbre.- No valláis a venir precisamente esos días a aprender – ironizó arrancando algunas risas entre los alumnos mientras recogían. El propio profesor se levantó de su asiento y agarrando su pequeña maleta abandonó la clase.

Los alumnos, empezaron a abandonar la clase y a reunirse en grupos antes incluso de que el profesor se hubiera marchado. Todos los alumnos excepto Leier, que recogió su mesa con desgana. Al fondo de la clase, un grupo de chicos bromeaba y reía jovialmente.

  • ¿Vais a ir a casa de Tom? - Preguntó al grupo uno de los chicos.

  • Tenemos entrenamiento, para el partido del domingo.

  • ¿Vais a venir a vernos ganar?

  • ¡Ja ja ja ja ja! Muy bien dicho, tío.

  • Creo que paso, tengo que ir a recoger manzanas a casa de mi abuela – bromeó un chico bajo.- Pero grabarlo y ya lo veré algún día...

  • Venga, nos vemos, tíos – se despidió otro.

Leier, que había previsto salir de la clase antes que los “populares” del grupo de atrás, se levantó dispuesto a marcharse en aquel mismo instante, pero no se libró de recibir un empujón que a poco estuvo de tumbarlo sobre su mesa.

-Apártate, Billetes – dijo ásperamente el chico que acababa de pasar junto a él.

Afortunadamente, el resto del grupo habían decidido ignorar tal “gracia” por lo que Leier pudo abandonar la clase sin más sobresaltos.

Antes de abandonar el instituto, Leier se entretuvo vaciando su taquilla en el pasillo delantero y al volverse a dirigir a la salida se vio adelantado nuevamente por los “populares” de la clase, que andaban entre risas y planeaban quedadas y otro tipo de nimiedades que distaban mucho de poder ser disfrutadas por Leier.

  • ¿Vamos a quedar este domingo para ir a por el Alive? - Preguntó uno de ellos mientras esquivaban a Leier.

  • Yo ya tengo una copia, chaval – presumió orgulloso el capitán del equipo de rugby, sin duda el chico más influyente en el todo el centro. Tenía el pelo rubio y liso por los hombros, rasgos masculinos muy marcados y un cuerpo acorde con el deporte que disputaba. Leier pudo comprobar como un grupo de chicas cuchicheaban y reían, tontas, al verle pasar.- La putada es, que hasta que termine el partido no voy a poder probarlo.

  • ¿No vas a quedar con Vanessa?

  • Qué dices, tío, Vanessa es historia, además, se va a marchar a Berlín – dijo mientras emulaba con las manos el vuelo de un pájaro.

Mientras el resto del estúpido grupo reían tamaña estupidez, Leier pudo por fin salir tras ellos y dirigirse hacia el aparcamiento, donde el chófer le esperaba, cada día.

Durante el viaje en coche, Leir se acomodó en la parte de atrás y sacó de su mochila el folleto de información sobre el juego y su entorno. Descubrió, entre otras cosas, que cada jugador, nada más acceder por primera vez, aparecía aleatoriamente en un punto del mundo Alive y cada vez que desconectase, su última situación se guardaba para aparecer en el mismo punto la siguiente conexión, por lo que dos personas que empezaran a jugar en un mismo momento, podían acabar perfectamente a cientos de kilómetros de distancia dentro del juego. Este dato satisfizo a Leier, que comprendió con algo de maldad, que los “populares” no iban a tener fácil hacer grupo dentro del juego. Porque si algo tenía claro, era que jugando el líder, jugaban todos.

Otro inquietante dato que descubrió durante su regreso a casa, fue que en el juego, las necesidades de comida y alojamiento, tanto como las provisiones de cualquier tipo, se pagaban con dinero, y el dinero se obtenía comerciando o trabajando, lo que imponía una realidad al juego que dudaba encantara a mucha gente. Pero para él, cuanto más leía más convencido estaba de que sería como tener una segunda vida.

Aquella tarde, Leier la dedicó a terminar sus trabajos, y al caer la noche, el mayordomo le informó de que su padre le esperaba para cenar. Al principio se sintió contento por el ofrecimiento de su padre, pero por desgracia, la cena transcurrió silenciosa y formal como de costumbre. Parecía que desde la muerte de su madre, la mesa del comedor que les separaba durante las cenas, se había ido haciendo más y más larga hasta que Leier sólo alcanzaba a intuir el serio rostro de su padre tras las copas y las jarras de cristal que ocupaban el centro de la mesa. Cuando su padre se disculpó para levantarse, volvió a su despacho y Leier subió a su dormitorio a esperar que el reloj marcase la medianoche.

Varios minutos antes de dar las doce, el chico ya se había sentado, vestido solo con el pantalón corto del pijama debido al calor, y las gafas plateadas con la placa dactilar descansaban frente a él sobre la mesa.

Conectando con Alive

Espere, por favor...

Cuando el negro empezó a disolverse y Leier comprobaba que seguía estando en la salida de aquella sala circular, ya sentía la fresca brisa sobre sus brazos. Era de noche. Se oían centenares de sonidos diferentes procedentes del bosque que tenía frente a él. ¡Aún no dejaba de sorprenderse de lo real que era todo! Indeciso al principio, decidió adentrase entre los árboles, caminando en linea recta supuso que debería llegar a algún lado. Prácticamente a oscuras, caminó sobre aquel manto de hojas que era el bosque apartando las ramos con las manos y abriéndose paso mirando a cada rato hacia arriba para distinguir el brillo de una gran luna entre las ramas altas de los árboles.

Cuando ya había caminado largo rato y empezaba a pensar que se había adentrado en un bosque sin fin, el número de árboles que lo rodeaban empezó a disminuir hasta que se encontró en un claro del bosque. El claro estaba dividido en dos debido a un amplio río que lo atravesaba, y por encima de las copas de los árboles del otro lado, Leier pudo distinguir una pequeña columna de humo. Esto le dio de la esperanza de haber encontrado a alguien y se encaminó decidido a cruzar el río.

Se acercó lentamente a la orilla y miró hacia el agua. No se veía prácticamente nada así que no le quedaba más remedio que tener fe en salir lo menos mojado posible.

Decidido, Leier introdujo un pié en el agua. Acostumbrado como estaba a duchas calientes y placenteras, el río se le hizo un lugar gélido y no pudo evitar soltar una maldición.

  • Jooder... -Se quejó arrugando el rostro.

Dio otro paso hacia la orilla opuesta y estuvo a punto de caer resbalando.

  • ¡Camina con decisión! ¡Pasos cortos pero firmes! - Gritó una voz a lo lejos.

Aunque sorprendido, Leier no alzó la mirada, se limitó a caminar con cuidado intentando compensar el empuje de la corriente, pero al cruzar medio camino, una piedra suelta le hizo caer, hundiéndose hasta el fondo. Durante unos helados segundos, el cabello liso de Leier bailó lentamente alrededor de su cara, pegándose pesadamente al rostro cuando salió a respirar.

-Aaaaahhh... -Logró articular mientras la brisa sobre-enfriaba su cuerpo. Se quedó inmóvil, con los brazos estirados hacia abajo.

Un segundo después, entre la oscuridad de la noche, Leier escuchó un rápido chapoteo y notó como alguien le alzaba en brazos y lo sacaba a la orilla.

-Aguanta, chico – dijo la voz. Se trataba de un hombre. Levantó a Leier y lo llevó a través de los árboles hasta una cabaña que había cerca de allí.

Era una cabaña discreta y humilde, pero un acogedor fuego chasqueaba en el interior de la chimenea. Nada más entrar, el hombre tumbó a Leier frente al fuego sobre una áspera esterilla echa de paja. Tiritaba. Sus dientes castañeteaban como no recordaba haber sentido jamás. Sintió el impulso de abandonar el juego, pero pronto empezó a entrar en calor mientras el hombre le frotaba con una pequeña lona de tela.

  • Menudo chapuzón te has pegado, chico – sonrió el hombre al verle mejorar.- A veces, ni siquiera es seguro cruzarlo de día. ¿Te encuentras mejor? - El tono de su voz sonaba preocupado.

  • Si, muchas gracias – dijo Leier, agradecido por la atención que estaba recibiendo de aquel amable hombre.

Al oír su voz le había imaginado más mayor, debido a lo grave que era, pero cuando se incorporó pudo comprobar que probablemente fuera incluso más joven que su padre.

  • No te conviene estar con esas ropas mojadas y frías, deberías ponerlas aquí a secar – explicó acercando un soporte elaborado con palos de madera frente al fuego.- Toma, después cúbrete con esta lona, yo saldré a por más leña para el fuego – dijo levantándose y saliendo por la puerta.

Leier dudó unos instantes. Estaba acostumbrado a no recibir el más mínimo detalle amable de parte de nadie, y se sentía muy agradecido a ver la altruista ayuda de aquel hombre, pero se consideraba lo suficientemente inteligente como para dudar el tiempo que creyera necesario. Lo cierto es que sentía la ropa fría y pegada su piel, y bien sabía que aquello no podía acarrear nada bueno. Aún inseguro, Leier empezó a desabotonar su camisa y a quitarse las pesadas botas hundidas. Lo colocó con cuidado sobre el soporte de madera sintiendo el agradable calor en el pecho que le llegaba desde el fuego, y dudando un instante más antes de bajarse los pantalones.

-Ya he vuelto – dijo el hombre entrando por la puerta.- Espero que mañana no llueva. No queda mucha leña en el cobertizo.

Sorprendido con los pantalones por los tobillos, Leier comprobó que el hombre no podía verle debido al gran montón de tocones que sostenía frente a él. De pronto, el chico se asustó al darse cuenta de que el paño de tela blanca seguía guardado en su pantalón empapado y al bajárselo había quedado completamente desnudo junto a la chimenea. Rápidamente, se impulsó hacia la lona que le había sido ofrecida y logró taparse antes de que el hombre descargase la madera.

  • Sí que estaba fría el agua, demonios – comentó el hombre arrojando más leña al fuego. Después recogió los pantalones de Leier y antes de colocalos en la estructura de madera, sacó del bolsillo la tela protectora que sobresalía hacia afuera.- Te pondré el protector también a secar, ¿de acuerdo? Si lo guardas en el bolsillo de la pernera no podrás ponértelo mañana – explicó. Al oír tal final para su vergonzosa torpeza, Leier se sintió aliviado.- Yo también me he empapado – dijo mirándose las ropas.

El hombre hizo un mohín mientras se desprendía de la camisa y la colocaba junto a las ropas de Leier. El chico se sintió incómodo y nervioso al ver cómo el hombre se desprendía de sus ropas y las dejaba con total naturalidad junto a la chimenea, sin molestarse en cubrir su desnudo cuerpo hasta que hubo terminado. Se tapó con otra pequeña lona antes de caminar hasta el extremo opuesto de la habitación. Leier había visto el trasero peludo y la entrepierna frondosa del hombre. Incluso había distinguido la blanca bolsa de los huevos colgando entre sus piernas, antes de apartar la mirada, avergonzado por haberlo visto. No le cabía duda alguna de que en aquel mundo el pudor no ejercía ningún tipo de fuerza sobre la actitud de la gente. Parecía que los creadores del juego no se habían tomado muchas molestias en aquello. De pronto, Leier se sentía más cómodo. Sin saber muy bien por qué, el echo de poder actuar con normalidad frente a una persona sin dar mayor importancia a ese tipo de cosas a las que en la vida real se les da le dio mas seguridad y confianza en sí mismo, algo que normalmente no ocurría.

Cuando el hombre regresó, llevaba dos tazones tallados en madera toscamente, llenos de un liquido blanco semejando a la leche.

  • Toma – tendió uno al chico.

-¿Qué es?

-Leche de Muk. No está caliente, pero te repondrás antes – explicó dando un sorbo a su cuenco. El hombre se sentó en el suelo junto al fuego. - Nunca había visto a nadie con ese color de pelo. Recuerdo que una vez mi primo Launer contó que se había topado con una ninfa de pelo azul – dijo antes de hacer una mueca.- Seguramente lo inventara, jajaja.

A Leier le pareció una risa sincera y amable. De pronto estar en el juego se la hacía mucho mejor que vivir fuera de él. Mientras aún se reía de su último comentario, el hombre dio un nuevo sorbo a su tazón y se reclinó hacia atrás, apoyándose con una mano para no caer.

-Por cierto, mi nombre es Goran- se presentó alargándole una mano. Leier se la estrechó.

-Yo soy.. Leon – dijo de repente intentando inventar un nombre original pera su personaje. Inmediatamente se arrepintió de haber dicho un nombre tan simple como aquél.

  • Encantado – dijo Goran volviendo a reclinarse hacia atrás. Esta vez, la tela que cubría su cuerpo se movió hacia un lado, destapando gran parte de su torso velludo. Se empezaban a ver los pelos que subían desde la parte baja del vientre.- Trabajo vendiendo algunos objetos que necesitan los viajeros que se dirigen a alguna aventura. Estas lonas las vendo a ocho monedas de plata, pero mojadas no se venderían, así que te la puedes quedar – dijo indicando la que tenía el chico.

  • Muchas gracias Goran.

  • De nada muchacho -dijo sonriente.

  • Que gusto da estar junto al fuego – dijo mirando hacia la chimenea.- Creí que me iba a morir de frío.

  • Lo mejor es quedarse dormido al lado de un fuego. Se duerme como un bebé – dijo tumbándose boca arriba. Cerró los ojos y Leier se quedó observando inquieto, como la tela se descorría hacia un lado y se destapaba la entrepierna, dejando ver el grueso miembro de Goran.

El chico apartó la mirada hacia la hoguera, pero sentía un impulso extraño de volver a mirar. ¡Nunca había visto ninguno que no fuera el suyo! Bueno, alguna vez claro, en alguna película o algo, pero no en persona. Qué tontería, si aquello era un juego, y nadie le estaba observando, de qué tenía miedo, ¿acaso iba a aparecer alguien señalándole con el dedo por haber mirado? Aún así no estaba muy seguro de querer hacerlo, pero giró la cabeza y lo volvió a ver. Goran continuaba con los ojos cerrados, lo que le tranquilizo. El reflejo rojizo del fuego sobre el cuerpo desnudo era bastante llamativo. Seguía la curva del grueso pene de aquel hombre como un arcoiris rojo. Los huevos, que asomaban entre todos los pelos de su entrepierna, estaban arrugados pero parecían más grandes de lo que Leier hubiera pensado y caían hacia un lado sobre la pierna de Goran.

En aquel momento, Leier sintió como su pene empezaba a crecer lentamente y se alarmó, tumbándose y quedando girado hacia el lado contrario. Miró su entrepierna bajo la lona y vio su pene, que ya era más grande que el de su vida real, cubierto de finos vellos azulados, engordando poco a poco y de forma involuntaria.

No sabía por qué, pero se sentía excitado, y acalorado. Pensó que no tenía por qué preocuparse, aquello era un juego y nadie lo observaba. No podía pensar con claridad debido a la excitación y el peligro que sentía, pero llevó una de su manos hasta su entrepiernas y agarró con fuerza su poya, sintiendo un gran placer al hacerlo. Sin saber por qué, empezó a descubrir el capullo y a tirar del prepucio a arriba y abajo lentamente, sin pensar en que Garon descansaba a su lado.

  • Chico – dijo de pronto el hombre.

Leier se detuvo, congelado, ante aquella palabra.

  • Darse placer a uno mismo es una buena forma de secarse y recuperar el calor del cuerpo – oyo decir a Garon mientras sentía cómo se incorporaba. - Pero no tienes por qué esconderte, ni que fueras un niño pequeño jajaja – Dijo con franqueza.

Leier giró la cabeza para ver al hombre, avergonzado.

  • ¿Qué? N no hacía nada – dijo entrecortado y lleno de vergüenza.

  • Claro que sí. Pero si es normal, mira, me has dado una buena idea, yo también lo voy a hacer – dijo con tranquilidad tumbándose boca arriba.

  • Qu..¿que?

  • No te preocupes muchacho, somos dos hombres ¿no? No hay de que preocuparse, ninguna mujer nos verá hacerlo, además, como digo, es una buena forma de recuperarse de un chapuzón frío – dijo mientras comenzaba a manosearse la poya.

Leier se sentía nervioso, avergonzado y a la vez extrañado ante la actitud tan abierta de aquel hombre. Dios, si alguien le viese no podría salir jamás de su casa... Mientras Leier dudaba, Goran ya se masturbaba con total naturalidad, y al poco, aunque aún inseguro, Leier decidió también tumbarse boca arriba y actuar como si nada ocurriese, continuando con su paja, aunque no le daba tanto placer al principio. Pero pronto se acostumbró y lo hizo con más ganas.

  • Valla miembro gasta, chico – dijo sorprendido Garon, mirándole de lado.- Es mucho más grande que la mía, jajaj – dijo arrancando una sonrisa a Leier.

  • Ya entiendo por qué te llaman Leon.

Leier miró a su acompañante riendo, y a partir de ese momento, las dos pajas cobraron más velocidad. Al poco, Garon se incorporó y siguió masturbándose sentado frente al fuego, y Leier no tardó en hacer lo mismo, quedando más cerca sin darse cuenta. Ahora, mientras se masturbaban se veían de reojo las dos poyas, aunque ya no le importaba a Leier, que disfrutaba mucho con el calor que le llegaba desde la chimenea.

Entonces Leier aumentó la velocidad, tanto que a Garon le sorprendió.

-Qué rápido lo haces, muchacho – dijo sorprendido. Leier Sonrió.- ¿Podrías hacérmelo a mí así? Me gustaría saber qué es lo que sientes – pidió en tono cortés.

Leier lo dudó un momento, aunque por entonces ya se había desinhibido y agarró la poya de Garon, sintiéndola gruesa y caliente, y la masturbó a gran velocidad, haciendo que su dueño comenzase a gemir de placer hasta correrse.

-Aaahhh ¡Aaahh! - Gritó el hombre mientras de su poya salían dos chorros de semen hacia el fuego. Un chisporroteo brotó de la chimenea.

Poco después, Leier se agarraba nuevamente la poya para terminar de pajearse, un poco más excitado ahora, extrañamente después de haber echo que Garon se corriera de aquella manera.