Alimentando un inmigrante con la leche de mi pecho
Una mañana un joven hambriento llego a mi casa, sin ningún centavo y desamparado, quise darle ánimos y fuerzas para seguir con su duro viaje así que decidí convertirlo en hombre.
Esa mañana me levante temprano a ver las noticias, acompañada de una taza de café que calentaba mis manos. El día estaba particularmente frio algo muy poco común que ocurriera en época de verano. Disfrutaba un poco de la inédita calma que irradiaba en la casa. Mis hijos estaban de visita semanal en casa de su padre, probablemente pasarían el fin de semana con él y yo podría disfrutar de unos días de descanso que ya me merecía, de todas sus peleas y alegatos. La única que se quedó conmigo era mi pequeña, apenas tenía unos meses de nacida en ese entonces, por lo que aún le estaba dando pecho, pero en cuanto quedaba satisfecha dormía por horas como un angelito. Con cada noticia que aparecía en distintos canales de televisión pude percatarme que la afluencia de inmigrantes provenientes de todo el sur de América estaba impactando a mi país. Familias enteras buscando aquel tan añorado sueño americano, hombres y mujeres solo también se veían en aquellas interminables caravanas. Dormían en el suelo, en tiendas de campaña, albergues, incluso debajo de húmedos y tétricos puentes viales. Veía consternada tanto sufrimiento y me preguntaba como buena mexicana: ¿Cuál sería la manera correcta de poder ayudar a aquellas personas? Esa mañana casi como por mandato divino mucha gente paso por mi casa, eran personas provenientes de Sudamérica pidiendo ayuda, ofreciéndose para realizar cualquier tipo de trabajo con tal de recibir algo de dinero para un pasaje o un buen plato de comida caliente. Yo tenía algunas tareas pendientes en mi casa que mis hijos se habían rehusado a realizar; así que pensaba que quizás esa situación podría beneficiarme de alguna manera.
Después de unos momentos sonó el timbre de mi casa. Abrí la puerta y me encontré con un jovencito mulato, de cabeza afeitada y fornido en todo el sentido de la palabra, no parecía tener más de 18 años de edad. Llevaba solo una playera de tirantes que dejaba ver aquellos músculos bien tonificados y un pantalón andrajoso, lleno de tierra y lodo junto a una mochila vieja donde parecía cargar con toda su vida. Se veía algo sucio y hambriento. Comenzó por explicarme la complejidad de su situación. Me dijo que se había venido desde Colombia desde hacía un par de meses con su tío solamente. Sus padres ya se habían establecido en Usa y le llamaron para que se encontrara con ellos allá. Llevaba varios días sin comer, pero él estaba firme con sus convicciones. Decía a cada momento que tenía oportunidad: “no quiero recibir limosnas de nadie, señora”. Él estaba dispuesto a realizar cualquier tipo de tarea por algo de comida o en su caso algo de dinero.
-Mira mi amor, yo tengo algunos trabajos pendientes aquí en mi casita, no es mucho dinero el que te puedo dar, pero comida tengo y mucha, algo podre darte para que te puedas llevar.
-Muchas gracias señora, no sabe cuánto le agradezco que me dé la oportunidad de trabajar.
-No te preocupes, pasa y deja tus cosas en la entrada y ahorita te explico bien por donde puedes empezar.
- ¿Usted vive aquí sola? -preguntó con curiosidad.
-No mi amor, vivo aquí con mis hijos y unas sobrinas.
-Está muy linda su casa, señora -dijo admirando el lugar.
-Si, son muchos años de trabajo duro amor, pero al final el esfuerzo da frutos.
- ¿Tú tienes hermanitos?
-No yo soy hijo único, mis papas se sienten algo solos allá en Estados unidos, por lo mismo quieren que lleve mi educación allá.
- ¿Y qué es lo que hacen allá en Estados unidos, como es que subsisten?
-Bueno, ellos pusieron un negocio de comida y les va muy bien hasta ahora.
-Qué bueno, me alegro por ellos.
Lo lleve al patio trasero donde tenía unas hierbas malas y algunos árboles que les hacía falta una podada. Le indique que podía empezar por hacer eso y luego le daría otras tareas que realizar. Me senté en una mesa que tenía una vista plena hacia el patio trasero. A pesar de que el día había amanecido muy fresco, pronto había empezado a cambiar al alzarse el sol. Verlo trabajar me producía un extraño placer. Observar desde lejos aquel cuerpo firme por el trabajo y el esfuerzo, me había puesto a tono. De pronto se quitó la playera para no llenarla de sudor y yo me deleite la pupila con la humedad en su pecho fornido y espalda amplia, que remarcaban aquella joven masculinidad. Después de unas horas trabajando con la temperatura subiendo, tanto fuera como dentro de mi vagina, el chico me pidió un vaso de agua para saciar tremenda sed que cargaba. Su cuerpo moreno y empapado en sudor me hizo hervir en deseo. Sentía humedecer mi ropa interior tan solo de verlo. Trate de empezar a seducirlo con algunas preguntas atrevidas, claro, poco a poco.
- ¿Cuál es tu nombre cariño?
-Me llamo Marcos Cruz Higuera -dijo mientras tomaba un respiro de tomar tanta agua.
- ¿Estudiabas cuando estabas allá en Colombia?
-Si, termine el bachillerato con honores en mi país.
-Mira que bien, eso habla muy bien de ti, que seas un muchachito aplicado, sigue por ese camino.
-Me gusta mucho el estudio, me gustaría ser abogado como mi padre, señora.
-Me imagino que serás uno muy bueno; cambiando de tema, me imagino que un muchacho tan guapo como tu dejo alguna noviecita allá en Colombia -dije con una sonrisa pícara.
-No señora, yo nunca he tenido novia, siempre mis padres me han inculcado la disciplina en los estudios y nunca he salido con ninguna chica.
-No te creo cielo, me parece increíble que un muchachito tan guapo no haya tenido novia ¿Qué edad tienes ahora?
-Tengo 18 años, recién los cumplí la semana pasada.
-Hay no mi amor, pobrecito, que estuviste sin tus papis en tu cumpleaños.
-Está bien, los veré pronto y celebraremos juntos.
-Pues para mi eres un chico muy lindo, aquí tendrías locas a las mujeres detrás de ti, incluyéndome -dije soltando una carcajada.
-La verdad yo nunca he conocido hembra, señora -dijo sonriendo también, algo avergonzado.
-Bueno, habrá que hacer algo al respecto -dije en voz baja.
- ¿Cómo dijo? -pregunto con curiosidad.
-Nada cariño, ven y ayúdame.
Despertó una ternura en mí y quise darle algo que fuera inolvidable para él, que le diera ánimos para seguir con su viaje cuesta arriba; así que rápido se me ocurrió una idea plagada de erotismo. Ya que le faltaba muy poco para terminar en el patio, le dije que cuando terminara subiera a la segunda planta de la casa, porque tenía otro par de tareas para él. Sin darme cuenta por poco y se me pasaba la hora de comida de la niña, me senté en la mecedora que estaba en su habitación. La coloqué sobre mi regazo y le ofrecí mi gigantesca glándula mamaria. La sentía tan llena que necesitaba que ella comiera para sentir ese alivio al liberar toda esa presión por la leche acumulada.
Cuando alimentaba a mi niña el subió las escaleras. Fijo su mirada en mi busto por un momento, hipnotizado por la imagen maternal. Discúlpeme señora -dijo muy apenado volteando su rostro a otro lado-. Le dije que no se preocupara, dar pecho era lo más natural del mundo y es algo que cualquiera podía ver. En ese momento mi niña quedo rendida después de comer y la puse en su cuna a dormir. Encendí su monitor y cerré la puerta para dejarla dormir tranquila. Lo lleve conmigo a el cuarto de baño y le indique la falla en el cuarto de baño, la regadera estaba algo tapada y como estaba muy alta no podía desatornillarla. Mientras lo hacia el no quitaba la mirada de mi escote, lo veía fijamente como un halcón a su presa. Yo lo noté y quise ponerlo nervioso.
- ¿Qué pasa cariño, tengo algo en el vestido?
-No… es solo que… parece estar goteando.
-Hay perdón, a veces pasa después de que alimento a mi niña, parece que aún están demasiado llenas, me duelen un poco.
- ¿Necesita que le dé un poco de tiempo en privado?
-No como crees, mejor ayúdame y pásame esas bombas que están ahí.
El de inmediato lo hizo. Ahí es donde pensé en aprovecharme un poco de su inocencia y provocarlo un poco más. Estas bombas las uso para exprimir la leche cuando aún tengo demasiada en mi pecho, pero la manija es muy dura y no puedo hacerlo mientras sostengo mis pechos porque son demasiado grande y debo sostenerlos para que no se mueva -dije viéndolo fijamente-. Le dije que normalmente me ayudaba a hacerlo uno de mis hijos, pero como estaba sola pues no había nadie que pudiera ayudarme excepto el. Estaba en extremo tímido y renuente, pero después de unos minutos y mintiéndole un poco acerca del dolor el accedió. Solo debes aplanar ambas manijas y comenzara a salir la leche -dije tomándole de las manos-. Gracias por hacer esto -añadí-. El comenzó a bombear y los recipientes se llenaban rápidamente. La succión estimulaba mis pezones de una manera abrumadora y más por el hecho de que él lo estuviera haciendo. Trataba de no mirar mis senos expuestos, pero la tentación era demasiada. Gemidos casi silentes se escaparon de mis labios. El ya no disimulaba su mirada llena de lujuria, las hormonas dentro de él le demandaban hacer algo, su hombría le gritaba el tomar la oportunidad que estaba frente a él. Su olor inundo la habitación con su olor a hombre, sabía que él estaba listo para convertirse en hombre. Yo quite las copas al mismo tiempo y varios chorros de leche salieron disparados por todos lados. Le cayó un poco de leche en el rostro y ya no pudo resistir más. Se lanzo como un loco a mis senos.
- ¿Qué es lo que haces muchachito?
-Perdóneme señora ya no aguanto, nunca había visto unos pechos así de enormes -dijo con leche cayendo por la comisura de sus labios y mordiendo mis pezones tan erectos.
-No es correcto cariño, tú eres muy joven -dije tratando de resistirme para provocarlo más.
-Usted se buscó esto coño, usted bien que me provoco señora, ahora ya no puedo parar.
Su olor era penetrante, agrio y maloliente. Pero su forma tan inexperta de succionar mi pecho me estaba volviendo loca. La leche no paraba de brotar como si mi pecho quisiera alimentarlo. Como si su juventud despertara en mi cuerpo mi instinto maternal ¿Parece que querías refrescarte aún más con la leche de mi pecho verdad mi niño? -pregunté llena de morbo y deseo, mientras acariciaba su cabeza. Si mami -dijo mientras exprimía mis senos buscando mi dulce leche materna-. La succión de sus labios rápidamente erizaba mi piel. Poco a poco mi cuerpo incrementaba su temperatura mientras veía como aquel moreno de fuego se alimentaba de mi pecho lleno de tanta leche. Mi mano s dirigió instintivamente a su entrepierna para poder palpar aquel terreno. Un buen bulto duro como rocas era demasiado prominente. Pude sentir como ya en sus pantalones había unas pequeñas gotas que humedecían la mezclilla, probablemente de su dulce pre eyaculación. Lo tome de su cuello y bese sus labios, estaban rebosantes de mi liquido maternal y pude probar mi sabor de su lengua. Nuestras lenguas hacían una fusión entre saliva, leche y deseo. Podía notar que era su primer beso de lengua, así que lo fui llevando bajo mi tutela. Mis labios saboreaban su lengua inexperta succionándola como su fuera un pequeño pene, el estaba fuera de sí, solo masajeaba mis senos por inercia, pero él quería ya consumar su deseo. Bajé hasta su pecho y comencé a saborear su amargo sudor. Con cada beso sentía como su cuerpo tan firme se estremecía. Me estaba deleitando con la rigidez de su abdomen, casi tan duro como su erección que hacía gotear mi entrepierna.
Abrí el broche de su percudido pantalón y bajé lentamente su bragueta. Un gran falo casi me golpea el rostro. Escurría un dulce y virginal elixir de la punta; transparente y abundante caía poco a poco desde la punta a la base: unos testículos abundantes en semen, tan apetecibles como aquel falo, tan exquisito en apariencia. En un solo movimiento le di la bienvenida al mundo sexual con mis labios y mi lengua hambrienta. Su pre eyaculación era un delicioso manjar tan dulce como su inocencia. El sujeto mi cabeza con fuerza soltando un gran gemido de inmenso placer. Me marcaba el ritmo con ambas manos y yo le complacía. Parecía que solo lo satisfacía el meterla hasta lo mas profundo de mi garganta así que lo deje mirándolo siempre a los ojos. Mis ojos se llenaban de lagrimas mientras estaba a punto de devolver el estomago por lo profundo que llegaba y el tiempo que se mantenía ahí. ¡Mierda! -exclamó mientras lo sacaba de mi garganta lleno de varios hilos de saliva espesa colgando-. Yo tosí mientras le masturbaba un poco usando mi saliva como lubricante. Parece que esta verga ya esta lista -dije mientras me frotaba un poco de esa saliva en mi vagina. Cuando estuve cerca de él, tomé su verga con mi mano, podía sentir como palpitaba queriendo impregnarme con su semilla con desesperación. Lo metí de nuevo en mi garganta y comencé a violarlo con ella. Duro bajaba y subía y el no sabia que hacer gemía y gruñía como loco y en unos segundos un mar abundante de éxtasis salió de su glande reluciente. Espeso como ninguno, su semen, se desbordo en mi vagina acompañado de gritos de éxtasis y placer. Era tal su descarga que callo sobre mis senos y se mezclo con la mía. Yo saboreaba ese dulce momento, su primera leche con una mujer, solo para mí. EL estaba fuera de si y yo bebía cada gota en mi boca y la que había caído sobre mis dulces senos. Lo empujé a la cama y me subí encima de él. Lo bese, pero el apenas y me respondió casi se había desmayado. Frote mi vagina un poco sobre su pene y de inmediato se forjo en acero gracias a su juventud. Prepárate para conocer hembra mi amor. Fin de la parte I