Aliento de Gato
Extrañas mi ronroneo por las noches...
Aliento de gato
Sólo cierra los ojos y recuéstate a dormir. Deja abiertas las ventanas para que el viento pueda entrar, que mueva las cortinas que se quedaron sin correr para que la luz azulina de la luna ilumine tu cuarto. Nadie, después de todo, necesita velas o luz eléctrica, teniendo a su disposición la luz de la luna para que le ilumine entre sueños.
No te desnudes, déjate puesto ese camisón que te va tan bien. Bajo el blanco de la tela y los detalles que en el se perciben, sé que está tu cuerpo desnudo y ansioso de ser sorprendido esta noche por las manos de tu amante. Te inunda la desesperación pues no sabes si vendrá o no.
Prendes un cigarro pero antes de que puedas dar una bocanada, lo apagas pues sabes que a él no le gusta. Te sientas en la orilla de la cama con el compás un tanto abierto, como deseando que él te vea desde la oscuridad de la calle, pero algo dentro de ti te dice que no será así.
Vuelves el rostro y ves el reloj, la hora a dejado de importar, el tiempo de cualquier forma no sirve de mucho si él no está a tu lado, pero ahí esta el reloj y lo miras porque sientes que conforme pasé el tiempo tardará menos en llegar a ti, más no es así. La ventana sigue abierta, las cortinas siguen hondeando por el viento que se pasea por tus piernas y sube por tus muslos hasta tu entrepierna y te hace ahogar un gemido de placer. Pero nada más.
Por qué no llega. Te encuentras con tu imagen en el espejo de cuerpo entero que tienes en tu habitación, justo cuando tus ojos pensaban en concentrarse únicamente en la ventana.
Hay algo en tus ojos que lo vuelven loco, lo sabes, pero no sabes que es, puesto que nunca los ha visto, Ó sí.
Mueves el rostro de un lado a otro lentamente. Tu cabeza niega lo que tu cuerpo siente, y es que sabes que él nunca te ha visto a los ojos, o con los ojos abiertos, puesto que siempre entra a tu cuarto cuando ya te encuentras dormida.
Tus dedos pasean por tus labios, has sentido su lengua paseándose por tus labios, y sus labios en los tuyos y de nuevo te preguntas por qué no abrirlos, tan simple como eso, pero sabes muy bien cual es la respuesta.
Desde aquella primera noche aceptaste que fuera así, sólo sentirlo, sin volver tu mirada a él jamás. El juego siempre había resultado tan divertido. Desde aquella primera noche en que te sorprendió paseándose por tu cuerpo desnudo.
Tan placidamente dormías aquella noche, y tanto calor hacía, que no reparaste en mediar las consecuencias cuando decidiste dormir desnuda, sin sabanas, con la ventana abierta y las cortinas corridas. Después de todo nunca nadie podría, si es que se diera la remota posibilidad de que algún vecino curioso te descubriera, encontrar la forma de llegar hasta ti.
Tan sólo un verdadero acróbata lograría hacer saltos tan inverosímiles, y sabias que era casi imposible que un acróbata deseoso de poseerte, posara en ti sus ojos esa noche, cuan equivocada estabas.
Apareció cuando dormías, paseó por tu piel desnuda, y su lengua recorrió cada parte de tu cuerpo, y te gustó.
Lágrimas que ruedan por tu mejilla, no quieres llorar pero es casi imposible el no hacerlo.
Dónde está, hace tantas noches que no viene a ti.
Al fin aprietas los puños para contener la marejada de emociones y sentimientos, y prefieres simplemente, dejarte caer en la cama, y si puedes, al fin dormir.
Vendrá. Te repites una y otra y otra vez que vendrá hasta que al fin te vence el sueño y empiezas a soñar.
Eran pequeñas marcas que quedaban en tu piel, conforme avanzaba, arañaba tu cuerpo, sin querer, claro estaba. Pero más que dolerte, te excitaba, te gustaba y lo disfrutabas más y más.
Cuando se recostó sobre ti y pasó su larga cola entre tus piernas, las abriste más y más para indicarle el camino que al parecer entendió bien.
Sí, extrañas todo eso, pero sobre todo, extrañas los ronroneos en tu oído, y sentir en tu ser, su aliento mientras recorría con la lengua tus labios. Extrañas sentir otra vez, su aliento de gato.